EL FIN

 

Por fin conseguí parar el tiempo, precisamente en aquel instante del recuerdo en el que una mano mecía mi cuna. Parar el mundo en el primer recuerdo de vida, toda una temeridad hasta para el más arriesgado poeta. Parar el movimiento en el instante en el que nuestra conciencia se puede rebelar más que nunca a seguir adelante. Yo lo he parado y disfruto de ello. Pero no quiero nada, sólo quiero gozar un instante de la existencia pura, sin condicionantes, sin cargas, sin asperezas, incluso sin belleza.

 

Disfrutar del tiempo en su inexistencia. El tiempo en la expectativa de que nada puede pasar, sencillamente desaparece. Quiero gozar de la ausencia de Cronos, respirar sin contar cuantas aspiraciones llevo y cuantas me quedan para la expiración final.

 

No hay tiempo, solo hay espacio en esta estancia fuera del universo. Aquí no hay prisas, existe un condicional en conjugación cariñosa, que siempre que vienes te palmea la espalda haciéndote cosquillas.

 

Lamento no tener un rato para ti, pero ya sabes, ya no queda. Ahora sólo te puedo ofrecer un hueco en la guarida de mis brazos, que son eternos en su dimensión, sobre todo cuando se trata de alojar a los amigos.

 

 

Emilio Sáez Soro Valencia 1 de octubre de 1996.