(6)
Dentro, estamos dentro y aquí todo es magia. La gravedad atrajo los mejores pensamientos que infiltrándose por su densa esencia entre los intersticios de la tierra, dio el pálpito intenso que destilan las oquedades del subsuelo.
La magia de las ideas y la belleza no flotan, si no que caen y encienden en brasas el centro de la tierra y mantienen viva la energía, tenue fuerza que mantiene a los muertos, aún pegados a este planeta.
Caminemos Antonio, sobre las brasas de ese pensamiento recién caído desde la rubia cabeza de una dama enamorada. Caminemos sobre el y sintámonos un poco vivos, aunque tu y yo sabemos que lo nuestro no tiene remedio, pero hará más suave el camino
(7)
Al torcer el último recodo de un camino en continuo descenso llegamos a una planicie interior. Sobre nuestras cabezas dominaba una inmensa bóveda refulgente de fosforo encendido. El brillo difuminaba todas las siluetas y el camino flotaba en nuestros ojos.
Un arco iris subterráneo se formaba a través de los arcos de azufre cristalizado y la belleza sumergida de ese arco singular nos reconfortaba en nuestro vagar. El viaje hacia el centro seguía como estaba previsto, pero esta vez sería el último.
El recuerdo de ella se proyectaba por cada piedra, por cada resquicio; incluso lo veía en el rostro de Antonio sobre todo en sus ojos. El y yo sabíamos mucho sobre ella y estábamos juntos por ella; por ella vagábamos. Ella estaba viva, nosotros también pero en otro mundo, éste.
(8)
Los recuerdos surcan el aire y nos desvían la mirada hacia el infinito. Ella se asienta en la pesadez de cada paso hacía el interior de la tierra. Nuestra vida, la de Antonio y la mía acabó en uno de sus pensamientos.
Las curvas sujetaban los faldones del acantilado y abajo la espuma brava estallaba en su choque perpetuo con la roca inexpugnable. Yo conducía apesadumbrado. Antonio y ella yacían en el asiento trasero perdidos del mundo concentrados en ellos mismos.
La rabia. Rabia es el pensamiento que arde, la agonía que te amordaza el alma y te calienta el músculo. Rabia en el salto al vacio para huir de una situación insoportable. Y así en un acto de perdición absoluta perdimos la vida Antonio y yo. Ella perdió la luz de la mirada.
(9)
Espectros somos. Una sombra frágil delineada por la energía mental que dejan los recuerdos. Sólo los pensamientos que evocan el rostro que tuve me lo da ahora. Mi existencia está condicionada por la voluble continuidad de la memoria.
Seguimos bajando y el resplandor de la tierra crece. Las galerías se transforman en tubos luminosos y un calor, que ahora ya no me afecta me llena de vigor.
Antonio pierde los límites de su realidad espectral y asemeja un ente difuso pero decidido. Ahora siento yo también la descomposición de mi identidad formal. Somos ya sólo seres de fuerza voluntaria para cumplir nuestro destino.
(10)
En la entrada a un indefinido núcleo terrestre todo es fuego y la idea de nuestra existencia es sólo un constructo de aquel que nos recrea con su imaginación. No queda ya de lo que fuimos más que la idea imaginada de un recuerdo perdido en tu mente.
La luz del magma blanco de pureza invade toda la esencia y la devuelve en circunvoluciones rítmicas a la frontera. La reacción inmensa que se desarrolla, disipa toda idea que sea más que un principio de desviación del centro de la materia confusa, titilante de transformaciones sobre su propia composición. Y todo aquí vuelve a ser primigenio y en esencia puro.
Las ondas de energía, los flujos y reflujos de la materia en estado de caos uniforme, devuelven nuestros restos a la superficie, por grietas y recovecos, para al fin salir de nuevo a la atmosfera envueltos en fumarolas a los pies de un gran volcán canario.
(11)
En un horizonte plagado de vida, deslindamos trazados inexistentes, dos espectros de aspecto cansado. Eramos el reverso de una broma amarga de la vida y seguíamos pagando el alto precio de las risas a destiempo.
Sobre el perfil de un azul intenso de un mar que no conoce el final, Antonio, de nuevo, me invito a caminar a su encuentro; al de ella, al nuestro. En aquella ocasión aún tuvimos suerte, la salida estaba cerca, incluso estaba en el que fue nuestro propio país.
Nos mezclamos con la espuma del mar e iniciamos la ondulante travesía sobre el agua. Eramos agua espectral si se me permite la imposibles imagen literaria. Seríamos una burbuja más al estrellarnos un día cualquiera en el acantilado de la costa deseada.
(12)
Bajo el calor de un sol tardío, inicio de nuevo mi recreación de formas incomprensibles. Son las aberraciones cromáticas de un sol que se cae por el horizonte las que me dan la posibilidad de dar a mi semblante cósmico ser algo más que nada sobre nada. Energía sobre la muerte hecha pensamiento no es más que la traza del vuelo de una mosca.
Así con tan poca esencia, Antonio y yo seguimos nuestra búsqueda y nos conducimos hacia la ciudad olvidada en la que mora el fin de nuestro viaje. Allí caminamos sin dejar huellas, sin seguir más camino que el de la memoria. Olvidados del tiempo de los hombres, nos queda la angustia del atajo imposible y deseado, el camino, el tránsito se hacen blandos a los pasos de los muertos.
Por fin, entramos en la morada del deseo. Sólo un pequeño hueco nos permite introducirnos en el mundo de los vivos, el orificio de sus recuerdos. Una abertura que nosotros mismos hemos de mantener abierta y que ahora intentaremos refrescar en su mejor diámetro.
....siempre en busca de "la marea de los recuerdos"
(13)
Una vez más nos pusimos a nuestra tarea con ánimos recobrados. Disfrazados de intención, ponemos en los labios las palabras, en las manos los objetos y en el pensamiento las ideas que rememoren, de alguna manera, de alguna tenue forma, nuestra pasada existencia.
"Surgiremos de la penumbra de los recuerdos" gracias a la fuerza del volcán. Pondremos en los labios de nuestra amada, una pequeña brizna de lava ardiente para que abra el manantial del tiempo y vivamos una vez más en sus ojos.
Antonio baña el espacio con sus lagrimas inexistentes y se siente feliz por un instante, un extraño segundo. Transformado por el núcleo de la tierra sus emociones (las mías) cada vez son más geomórficas, menos antropomórficas. Nuestras pupilas destilan el color del mármol, tan vivo y tan pétreo. Y así hasta luego.
(14 y final)
Nos miramos todos al rostro del alma y asentimos. Vivimos de nuevo en la memoria del mundo y nos garantizamos algo más de tiempo. Así acabamos nuestra ronda de muerte a vida y de vida a muerte, sumergiendo en la memoria de una mujer, de aquella a la que amamos, la pasión que fluye bajo la tierra.
Otra vez iniciaremos el recorrido indefinido; moverse para ser; la esencia en el tránsito. Y en ese movimiento desgastaremos nuestro sentido de la vida hasta que un día se transforme tan sólo en una roca fundida que aflore a los pies de un volcán para sumergirse borboteando en el mar.
Pero incluso aquellas rocas olvidadas volverán a ser un día vida. Todas la piedras del mundo se fundirán cuando el tiempo se encoja y nos vuelva niños. Ese día Antonio, todos tendremos la misma memoria.
Fin.
Emilio Sáez Soro.
los entrecomillados son de mi amiga Sandra Guitelman