Poesía en el umbral de la palabra.

 

MANUEL TAMARIT

 

QUIZÁS HAN HUIDO LOS SENTIDOS

 

 

Quizás han huido los sentidos

cuando tomo el desayuno

en medio de la ciudad,

y aunque sucediera en el campo,

han huido los sentidos,

que veo los trenes en su recorrido,

y me siento diluido

en ningún medio,

quizás han huido los sentidos

por no atraparlos a tiempo.

Han huido, estoy seguro.

 

 

Si me encuentra el sol en el amanecer,

que me encuentren ellos,

cuando hablo, cuando escucho,

cuando veo, cuando quieran,

que estoy cansado.

Si me encuentran los alientos

de los que viven a mí alrededor,

que me encuentren ellos,

cuando viaje el viento,

cuando lleguen pasos del mar

a las orillas.

 

Cabalgan entre las historias,

entre las líneas de versos de poetas,

en especiales lugares, pero que no cuentan con laberintos.

Solo están ahí, huidos,

cabalgan sin jinete.

Quizás, con la guía de algún destino.

Que me encuentren ellos,

no será preciso ninguna llamada,

ni lugares definidos.

Que me encuentren ellos.

Cabalgan, claro que sí.

Solo los míos han huido.

 

 

 

Si veo la luz del mediodía me ciego.

Si me alcanza la noche:

Deja que busque el sentido

en lo sublime, o incluya

en ella lo que parecía insignificante.

Su oscuridad tranquila me conmueve.

Y me pregunto porque sin respuesta.

 

 

 

 

 

Me ha vencido el viento

hoy en la mañana,

y a los árboles desnudos del otoño,

viendo como transcurren, transitan,

se detienen: hechos, objetos,

historias sin nombre.

Me ha vencido el viento,

hoy,

para el pasado o el futuro,

para la lujuria, o la contemplación,

con una imagen:

El vuelo de una pluma

desde el cielo al árido suelo.

 

 

 

He contemplado las estrellas,

las nebulosas, constelaciones completas,

difuminadas en el cielo de noches

que no recuerdo, y su luz, que por lejana

viene del pasado, me deja inmerso

en los lugares, en los sucesos

que reconocen mi memoria.

¿ Y dónde está la paz, expresión:

escrita o palabra?

En este mismo instante

deteniendo mi línea.

 

 

¿ Y dónde está, la traducción de mis sueños,

el ir y venir de mis circunstancias,

cumulo del tiempo?.

Cuando necesito que surjan,

como la lava del volcán,

Respuestas cercanas.

 

 

 

 

Hoy que necesito que formen surcos

mis pies al caminar,

que desaparezcan los edificios y

surjan verdes valles,

hoy que necesito que las caricias

se detengan en mi piel,

como jamás antes se detuvo

el mar frente a las costas, y

la música me deje sin más

imaginar.

 

 

 

Sonríeme cuando la luna no desee salir,

y la lluvia aturda la tarde.

Déjame escuchar juntos los rumores

de aquella tarde, junto a la ventana

en la casa vieja.

Aquella tarde en la que los platos

quedaron cubiertos

con almendras y miel, y el mar

nos hablaba con un murmullo

de olas.

 

 

Sonríeme aunque no tengas deseos

de nuevo, junto a aquel rompeolas,

en las rocas desgastadas y luminosas

por las caricias del mar.

 

 

 

La luna formo una noche

distinta con su silueta,

en el horizonte.

El espíritu de la luz que cambiaba

cabalgo sobre mis recuerdos,

cabalgo por mis venas,

y hoy tengo sus sombras.

 

 

 

 

Aquellos contravientos que ocultaban

la luz se han ido,

y me voy quedando unido

a la risa, o al llanto

en un dulce tránsito,

sin deseos de abandonarlo,

convertido en un especialista

de la nostalgia,

tomando lección de la experiencia

en cada espacio que las nubes

pasean el cielo.

 

 

 

CONSUELO SANAHUJA

 

LOS GATOS NEGROS

 

 

El gato negro

Bosteza dientes amarillos.

 

La noche amarilla duerme

Estrellas negras

Que sueñan en la noche

Como gatos amarillos

Deseando ser vidrieras

Granates de deseo

Desde siglos vigilantes

De amores azules.

 

Una vez derrotados

Todos los asombros.

 

Cierra la ventana, amor

Que entra el frío

Y hiela las gardenias

De la colcha.

El gato negro bosteza

Dientes amarillos.

Y allá en el firmamento

Se ha caído una estrella

Desahuciada de la noche.

Una estrella que habla de

Penélope y Ulises

Cuando ambos tejían

Una colcha sin gardenias

-sólo Machín sabía de estas cosas-

No nos digamos nada

Hasta que no amanezca

Para entonces yseremos otros.

 

 

 

Fue a las cuatro de la tarde

Desde un balcón,

Cuando descubrí sobre el asfalto

El gato de una sola vida.

Bostezaba negra nostalgia

Con sus amarillos ojos

Y reflexionaba sobre su

Inmediato futuro,

Sobre la extrañeza del mundo

 

Fue a las cuatro de la tarde

Cuando el sol aplastaba

Las sombras contra el asfalto

Y el cielo contra las piedras.

 

A las cuatro de la tarde

Y yo sólo tenía cuatro años.

 

 

CARMEN SALAZAR

 

 

 

Entre el sonoro susurro del reloj y la penumbra de la tarde, se oye el silencio de las palabras por llegar. Porque... ¿qué son las palabras sino el sonido del silencio desdoblado, descubierto, descorrido... ?

Perseguimos ese no saber qué decir, ese minuto vestido de blanco, esa mano que se escurre entre la tiniebla del vacío y el ocaso. Tan sólo basta deslizarnos, en el más completo abrazo, hoja y lápiz, mano y movimiento, palabra y silencio. ¿Quién esconde cosas por decir que no dijo? ¿Quién hablará de desamor o de esperanza? ¿Quién ocultó entre el cuadrado perfecto de un cajón sus desafíos? ¿No es el papel la piedra por pulir o el ladrillo que apilar?

Sin embargo, las palabras se espesan antes de salir y la mano se entorpece al escribirlas. Y ese largo recorrido por encontrar el momento exacto, por emborronar el morondo papel, es nuestro destino.

Tal vez, el único.

 

 

Y SI...

 

 

¿Y si el mar izara sus olas

y las cumbres, sus alas?

 

¿Y si nuestro vuelo fuera

sólo

plumas y chiflón?

 

¿Y si al declinar la tarde

la borrasca dormitara?

 

¿Y si en el otoño

el sol abrillantara sus rayos?

 

 

LO QUE NUNCA FUE.

 

 

Nada hay tan patético

como el desaliento.

Nada más inútil

que la nostalgia.

Nada tan perecedero

como el deseo.

Nada,

tan engañoso,

cual la romanza.

 

 

Si

acaso

me preguntas y

deshaces con tus ojos los sentidos,

y ves esa gota que resbala por mi llanto;

si acaso

en el atardecer de un viento roto,

izas las velas del naufragio,

no olvides retirar,

al alejarte,

ese velo que cubre tus ensueños,

pues es

apenas

mármol y piedra lo que

nunca

fue tierno y cálido

amor

humano.

 

 

TE DEBO UNA CANCIÓN.

 

Te debo una canción,

Adriano,

que plasmaste como nadie

la pureza de las formas

y el contraste de los torsos.

Que izaste la piedra

entre áridos desiertos

y angostas plazuelas urbanas.

Que diste al rostro amado

la forma de la piedra

e inmortalizaste el rostro humano.

La muerte de Antinoo

apagó tus ojos de mago,

pero avivó las brasas

de tu corazón de algunos años.

Te sentí vivir entre búsquedas,

errores y desengaños.

Inmortalicé a través de los siglos

una foto de tus ojos

y entre historia y mentiras

llegué a tu alma de antaño.

Y supe que fue grande

quien apagó el fuego del miedo

y se enfrentó cara a cara al fin de los tiempos,

con los ojos abiertos.

 

 

¿Quién levantará tu nombre

como tú hicieras en otros tiempos

con tu bienamado?

¿Quién elevará tu alma

más allá de tiempos y distancias?

¿Quién pondrá tu epitafio

cuando cese la llama?

Una breve sombra

recitará un último verso

y éste será como otrora

una incógnita para la historia.

 

 

 

ROSTRO HIERÁTICO.

 

 

Te alzas como cumbre

y respiras como río;

te miro como viento

y te siento como muerte.

Te oigo cómo callas

y te toco sin palabras.

Te alzas como estatua

y eres frágil como ola.

No ceso de moverte en tu asistolia

y si te empujo vuelas como globo.

Te estudio como mapa

y viajas como humo.

 

 

Te llamas como astro

y no hay estrella que te guíe.

Te inmortalizo con la foto

y ni te inmutas ni te enojas.

Me alejo

y te reencuentro

sin lugar ni hora concertada.

No sé cómo te llamas.

Sólo intuyo que mientras hablo,

tú escuchas mis palabras.

A un adiós respondes

con un breve parpadeo de la mirada.

Y es tu imagen

la sombra que esconde el misterio

del alma humana.

 

 

 

A UN AMIGO SIN TIEMPO.

 

 

 

Allí,

en ese punto,

ya no hay retorno.

Allí,

en esa barca,

ya no hay regreso.

 

Simples columnas de hormigón

con médula de hierro,

albergan voces y sombras,

rostros sin tiempo.

Allí,

en la pared de alertas,

un rojo vino escupe su miedo.

Sobre el mármol desnudo,

pasos detenidos y un silencio que aterra,

puertas que se cierran en un vaivén de indiferencia

y un gotero que vuela como pájaro en una hoguera.

Blanco mezclado de niebla.

Pasos firmes entre voces secas.

 

Una mano

­con olor a hiedra-

deambula sin rumbo y deja atrás una quimera.

Y el sexo que oye las doce en la miseria.

Pasos sin voces

-afuera-

y una doble imagen

­adentro-

con la ventana abierta.

 

Allí,

en esa barca,

ya no hay regreso.

Allí,

en ese punto,

ya no hay retorno.

 

 

 

ENTRE LA LUZ Y LAS SOMBRAS.

 

 

La palabra ha de llevar el lenguaje al punto cero,

al punto de la indeterminación infinita,

de la infinita libertad.

J. Ángel Valente.

 

 

En el punto cero;

entre la palabra y la ausencia;

en la indeterminación del instante;

en el fin del comienzo;

ahí,

tan sólo ahí,

el inicio.

 

En el punto sin luces;

en el cruce sin sombras;

ahí,

tan sólo ahí,

donde la duda se embosca y anida.

 

 

 

 

 

 

Donde ojos que vuelan

y sueños que tiemblan;

entre la luz y las sombras;

ahí,

tan sólo ahí,

radica la esencia:

el perfume que no espira

y la sombra que no quema;

el dolor que se extingue

y la voz que timbrea;

blanco y negro,

en el espejo

-sin luna-

de la espera.

 

 

 

 

AL AQABAH

 

 

 

Movemos tierra y viento

galopando entre arena

y fuego.

Arrastramos furia

y perseguimos un sueño.

Vivimos entre guerras,

fuerza y miedo.

Somos quimera

en medio del viento,

buscando un venero en el yermo,

ansiando el oasis

y muriendo en silencio.

 

 

 

EL ALMA DEL VALLE VACÍO.

 

 

Tocas el aire en el vacío

y rasgas la piel

de la quebrada.

Escuchas el sonido

en la penumbra

abrazando el alma

que se fuga;

y notas del amor su melodía

y timbreas con tu voz

el desaliento,

sabiendo que el otoño

es flor de un día

y el fuego,

la espesura de la noche.

Y el alma del valle vacío

es tu destino,

la madre que esculpió

tu desamparo,

el ojo donde beber

tanto desierto

y la mano

donde encontrar un pueblo.

La voz que encendió

tu lamento.

 

 

SOMOS ESPEJOS INSOMNES EN LA NOCHE.

 

 

Somos...

Espejos insomnes en la noche,

Tiempo sin medir.

Miedo sin lugar para el eco,

Trazos isoeléctricos,

Pulsos,

Reflejos...

 

Cae en la noche el último destello.

El pulso con ritmo y el miedo sin tiempo.

La voz que se apaga en un cuerpo de hielo.

Pasos sin rumbo caminando al destierro.

 

La tierra que cae cerrando voz y misterio.

 

 

 

DA IGUAL LA CALLE

 

Ahora.

Si las cosas nos sucedieran ahora

cuando la boca

saborea los errores.

Cuando la voz

pronuncia las palabras.

Cuando los nombres

son lacres

en la memoria.

O sal en la penumbra.

 

Ahora.

Cuando el tiempo de silencio

se nos abre.

Cuando el mar

choca en el rompeolas

y escuchamos del amor

su desaliento.

No antes,

ni después,

Ni ayer, ni mañana.

 

Ahora.

Tan sólo

en este instante.

 

 

 

 

 

EMILIO SÁEZ

 

 

 

AHORA ESPERO

 

 

Espero para que el pasado no se vuelva insatisfecho de sí mismo.

Que el océano de segundos acumulado en las profundidades abisales

de la memoria, permanezca calmo y no amenace desbrozar en dudas

las anheladas brisas futuras.

 

Espero que tu llegada sea siempre larga, así será más intensa.

Sí mi paciencia se agota al punto preciso en el que rompe

el horizonte la luz de tu sonrisa, me reiré de mi vana ingratitud

con el giro de los astros.

 

Esperar sobre el giro convergente de los planetas la sinrazón

de la inevitable destrucción transgrede los cánones de la memoria

biológica. Yo, prefiero sentarme en el árbol caído y ver como

reverdece la vida en los nudos carcomidos por la humedad. Así

es, en todo caso, posible soportar el cíclico y cansino deambular

del tiempo por las arrugas de mi piel.

 

Sigo esperando el temblor de la larga linea de acero del ferrocarril.

Cuanto tiempo queda por emplear mirando paneles de horarios, salidas

de portezuelas entreabiertas, mareas humanas que inundan andenes,

pasillos y siempre con la intención de atravesarla con la mirada

buscando el código reconocido en los ojos ansiados.

 

 

 

Cada aliento se precipita arrastrándose por mi cuerpo, descargando

toda el agua de los flujos y reflujos que te atraviesan.

 

La lluvia marca el tiempo de la espera.

Cuando crepita el agua sobre las baldosas, sientes más ese reloj

interno que destroza mi paciencia, ya fría y húmeda.

 

Aterido me refugio en un rincón, subiendo a un mínimo escalón

que me pueda salvar de las impertinentes salpicaduras. Cada gota

suena al rumor del olvido que corre entre la filigrana del adoquinado

hacia el sumidero de mis sueños.

 

Espero agarrado a la luz que se dibuja sobre el arco irisado de

una esperanza que quiero ver surgir entre las nubes, a lomos de

una sonrisa que polarice la angustia de la duda.

 

Cada gota es un segundo que inunda de tiempo húmedo mis zapatos.

Cada segundo lanza sobre mi cara las frías agujas de la soledad.

 

Ya, aquí, una hora al abrigo helado de otra desesperada cita de

esperanza.

 

 

 

 

 

 

EL TIEMPO EN LAS PASIONES DEL CUERPO E INCLUSO EN LAS DEL ALMA.

 

 

Sí tu cuerpo te pide que mates el tiempo,

es que estás cerca de la pasión.

 

Sí horadas con la mirada el cuero despellejado de tu inmenso reloj de pulsera,

es que estás deseando matar,

matar el tiempo de los otros,

ese

que te distancia del placer

y llena de segundos de arena

tus ojos

tu respiración.

 

Así anegado de abrasivo, crujiente tiempo de espera,

intentas sacar la cabeza para descubrir desesperado

que el vidrio de una realidad más fuerte que tu voluntad,

permanece justo unos milímetros más acá que el límite de tus sueños.

 

Vamos, lo de siempre y resumiendo:

la desesperación de la espera.

 

 

Amigo, amiga, ante las lindeces que nos juega la pasión,

de estirarnos el tiempo hasta enrojecernos os propongo lo siguiente:

 

Que ateis los brazos del amante a las manecillas del reloj de vuestra vida para que el rodar, sea un lento lamido de carne ansiada en la dermis de vuestro ser.

 

Dormid, al final dormid, así burlareis al gran cerdo de Cronos, concupiscente devorador de energías y de la materia celeste de vuestro amor. Y entre sueño y sueño, tentad al destino levantando las telas, al viento de los jadeos, al son de los temblores de vuestra tierra.

 

 

 

AMPARO LÓPEZ

 

 

INCERTIDUMBRE

 

Ahora que he descubierto el dialogo,

cuando se que hablar no son solo palabras.

Un esfuerzo para dos,

una hoja afilada en la garganta,

cortante sensación que provoca la hemorragia,

no de sangre,

de conciencia, de inconfesables confesiones, de sentimientos.

Hoy que nos queremos en la ciénaga de las dudas,

cuando transcurre en cortejo exasperante la desconfianza,

así te quiero mas mi vida,

y es que presiento la perdida mas estúpida.

Y te añoro en contradicción,

porque siento la laguna inmensa de los celos,

como un muro entre nosotros,

negras aguas de espera,

desesperación al filo de un adios.

Roce de pieles,

paseo de miradas mas allá del corazón,

ya sabemos que la perdida es tan solo una posibilidad

en un inmenso mar de plenitud.

La lucha ha comenzado,

sígueme mas allá del infinito,

que yo seguiré tus pasos como un lazarillo

en busca de la luz,claridad que alumbre nuestro universo de confusas emociones.

 

 

NOSTALGIAS

 

 

Crece el mar,

hoy que nadie lo reconoce.

Rompen las olas libremente

en el paisaje de los solitarios,

es el suyo un grito de esperanza,

ahora que el sol se esconde pronto.

Vive en la orilla el gemido de algas verdes,

atisbando en un pausado amanecer.

 

Rugido eterno,

rugido natural, de este mar que hoy toca a difuntos

por una playa que marchó con los tórridos vientos de Agosto.

 

Una figura,

un paseo sin pausa y sin prisas,

mientras el mundo prosigue su loco caminar

mas allá de estas arenas.

Lugares abandonados,

cuando se busca el refugio invernal

en ciudades de hormigón.

 

 

 

TIEMPOS

 

Y era así, un sonido cercano,

lejano en el alma.

Un sonido de pájaros hablando en el mediodía.

La torre del reloj habla también, las tres,

y suena como a campanas.

El silencio de un sol de primavera,

y la paz de la soledad momentánea,

calma plácida, que produce excitación.

Es agradable la impresión de sentirse así,

tan enteramente humana.

... Y no hay agua de río,

ni casitas blancas de cal,

ni carros arreando por el camino... Son los ojos.

Los ojos que, al abrirse, traicionan,

porque descubren la realidad inmediata.

Y el sonido, que se escucha cercano,

parece lejano en el alma,

mas cada vez,

cuanto mas percibimos ese rumor intenso,

rumor de tráfico y fábricas,

rumor de fin de siglo loco.

Y, mientras los pájaros siguen parloteando,

los ojos traidores muestran ese canto ancestral

encerrado en domésticas jaulas de hojalata.

 

 

 

 

DÍA DE SANTOS

 

 

Es el día en que el sol parece no querer despedirse nunca,

un sol caliente de verano,

pero es ya Noviembre,

y las frías noches apremian la llegada del invierno.

Y hoy cae el calor como plomo,

sobre la tortuosa avenida polvorienta y desnuda,

vestida tan solo por el paso de las gentes,

gentes en procesión,

gentes en tradición.

Van y vienen, vienen y van,

como cada noviembre de todos los años,

cuando, precisamente, ronda la muerte con mayor saña

al son de timbales invisibles,

llega prendida en las hojas del otoño,

y la vida es un guerrero,

inútilmente armado contra ella.

 

 

Pero, las gentes van y vienen,

que este primero de noviembre es como un salmo rogatorio,

mas allá de la visita a los difuntos,

es un recuerdo a los recuerdos,

es un encuentro morboso entre viejos y jóvenes,

poderosos y humildes,

tristes y alegres.

Es la reconciliación, por un día, con el miedo,

quién sabe en busca de que identidad.

Y al anochecer el cementerio recobra su faz tenebrosa,

y los hombres el eterno pavor,

y las flores, tantas y tantas, semejan un intento vano,

el de evitar lo inevitable,

romper lo inexorable.

 

 

DESEO

 

 

Se siente, se presiente: Llegando a

lomos de un vistazo, de un roce, de

una casualidad. Detalles insignificantes,

cuyas riendas conduce, sin embargo, la

fuerza poderosa del instinto.

 

Se siente, se presiente: Creciendo

inperceptiblemente ante los ojos; un

"Noseque", un "Nosedonde", demasiado evidente

para el corazón que la razón se empeña

en ocultar. Es el impulso atávico de

engañar al corazón, pieza clave en el

complejo engranaje de este juego.

 

Se siente, se presiente: Culminando su obra,

acabando de tejer las redes de su trampa

mortal; trampa anhelada, buscada, temida,

querida. Y es la muerte misma la que danza ante

los ojos de la mente, en una extraña catarsis

de la vida: Creyendo morir, cuanto más queremos

vivir.

 

 

Aquí llega, el momento exacto en que, por fin,

se libera al corazón de la carga absurda

y convencional de la razón; y fluyen las

emociones, precisas y ligeras: Bajo los

poros, entre las venas, junto a la sangre

febril de una carne definitivamente rendida

ante el deseo; afortunadamente así.

 

Cuando el sentir ya es una convulsión

de la piel y el presentir una certeza en

los labios temblorosos, el deseo ya lo es

todo y el juego vive: Entre dedos

ansiosos que sobrevuelan , apenas sin posarse,

el desierto más extenso, el más profundo océano;

entre apéndices húmedos y grutas acogedoras. En

el principio y el fin de todas las cosas, el juego

encuentra su filosofía.

 

Ni se siente, ni se presiente, cuando el deseo

alcanza la más alta cota del amor, cuando

resulta que el juego no tiene solución posible;

cuando ambos se confunden en el ritmo y la

melodía de una canción que debiera ser

eterna.

 

 

 

 

MARÍA JOSÉ CHORDÁ

 

 

ENTONCES AMAR

 

Detenerse frente al mar

como una letanía

observar la belleza inabarcable

como la impotencia...

ENTONCES AMAR.

 

 

 

Bajo la piel

los sentimientos,

en la sonrisa

las miradas traspasan la piel

nos cuentan...

todo un laberinto incierto

bajo la piel.

 

Desciende el temor

por el cuerpo y por la duda.

 

Resbalan los días

uno tras otro, como agua

aumenta el caudal

me desborda.

 

Tu voz

bajo mi piel

golpea el deseo.

 

Enmudezco

como la ausencia.

 

Tal vez el amor

en algún lugar

pasa

 

 

 

Se escapa como un pez

que se eternizara entre dos aguas.

De este modo fluye

aferrándose a una luz

que como luz

tintinea y nos redime

de una oscuridad

que siempre acecha.

El haz y el envés,

la vida.

Iluminar

nunca fue tan solo un gesto

ni amar

una predisposición

tal vez por ello

te quiero.

 

 

Tu silencio es de isla

infinito y abierto

las olas se debaten

frente a él

 

Tu silencio es de vida

y de recuerdo.

 

Amo ese silencio

desde esta isla

me acoge

como la fuerza.

 

Tu silencio es tan tuyo

cuando el paso del tiempo

se devana en distancia

 

Te quiero por lo que callas

nunca la ausencia

 

Tu silencio será de isla

cuando vuelvas.

 

 

Tan cerca

como el vuelo rasante

de alguna gaviota

 

te acaricio

por perpetuar el gesto que se desvanece

besarte

o acaudalar todos los silencios

observo

y tu cuerpo se ofrece

y el delirio

te presiento

tras esta fuerza

sin cauce

 

La distancia

olvidó ya su causa

 

 

Acaso la noche te tenga

perdido

en una ensoñación cualquiera.

Tal vez el cansancio

te invada

como la benevolencia.

 

Mientras

el tiempo inasible

reconstruye paso a paso

la vida.

 

Ajena a esta suerte

reinvento siquiera un gesto

detenida en un cuerpo amigo.

Los instantes reaparecen

uno tras otro,

intangibles.

 

Acaso la noche te tenga...

perdida

intento asimilar

tanta gracia.

Besarte largamente

sin fin

reinventar el roce

y libar la ternura

poco a poco

encontrar tus labios

que sin pausa

logran el compás

más acorde.

 

Presentir juntos.

 

Detenerse

en todas las palabras.

 

 

Incluso los adalides

huyan a las montañas,

en busca

de los más intrincados senderos

para sobrevivir.

 

Quizá las musas

que en un tiempo

inundaron

todos los pasadizos de la palabra

reaparezcan.

 

 

 

Siquiera el profundo enigma

del amor

siga creando oquedades.

 

Entonces,

la búsqueda inmediata,

la conversación sincera

los naufragios

llevados a buen puerto

donde reposados,

deambular por ellos,

adentrarnos

con el mejor propósito

hasta sus últimos hálitos.

 

Tras todo,

la vida

que indolente

nos ofrecerá sus días

y el arduo deber

de darle significado.

 

 

 

SUSANA ALFONSO

 

 

FUEGO ETERNO

 

 

 

Olvidemos las pasiones eternas

transitemos las sonrisas efímeras,

los encuentros inconstantes,

los vértigos repentinos,

deslicémonos por esas otras pasiones desatadas

aquellas que nos liberan y esclavizan al mismo tiempo.

 

Olvidemos las pasiones eternas

y sumerjámonos en la pasión más incontrolable

que podamos ensoñar jamás.

 

Vivamos el fuego eterno de la pasión

ahoguémonos en el amanecer de sus ojos

en la sinuosa y repentina mirada de la felicidad

asomándonos al precipicio del amor, una vez más.

 

Vivamos las estrategias inesperadas del placer

abandonándonos a la locura del deseo

a la inquietud del mañana

consumiéndonos en el fuego eterno de la pasión.

 

Absorbamos el elixir que abrasa el alma

aprehendamos el roce que desconcierta nuestro ser

ardamos en las llamas de la fascinación

en la inestabilidad de la confusión

y dejemos deslizarse por nuestro interior

el hormigueo de la aventura.

 

Y así, rondaremos los límites de lo prohibido

franquearemos el erotismo de los cuerpos

la excitación de los espíritus

enajenándonos en el fuego eterno, de la Pasión.

 

 

ESPACIOS DE TIEMPO ROBADOS AL TIEMPO

 

 

No deseo momentos robados al tiempo,

ratos perdidos, ocasiones de ocio.

Quiero la plenitud de tu ser y para siempre.

Quiero sentir que me perteneces y que yo te pertenezco a tí.

Pero sólo podemos poseernos en intervalos cortos;

sin promesas ni esperanzas, ni alegrías, ni llantos.

Simplemente, espacios de tiempo robados al tiempo.