Juegos y canciones

 

El juego

Es una actividad abierta, gratuita, espontánea que guarda una relación directa con el proceso creativo. En todos los pueblos siempre han existido unas costumbres en la forma en que los niños y niñas nos divertíamos. Los juegos eran unas de esas costumbres más arraigadas.
Muchos de estos juegos estaban unidos a los recreos de la escuela. Y todos ellos suponían una población infantil numerosa. Sin embargo, al disminuir los habitantes y desaparecer las escuelas, el cambio de los gustos, la aparición de nuevos modos de diversión, entre otras razones, han hecho que todos esos juegos ya no se enseñen y menos aún se practiquen. Por eso, la mayoría de estos juegos, sólo viven en el recuerdo de las personas que los practicamos.
Hace falta tiempo (y memoria en algunos casos) para poner por escrito las normas que los regulaban porque son muchos los juegos que se han perdido. Para los nostálgicos, para que sean conocidos por la gente más joven que ya no los vivió y para aquellas personas curiosas de las historias de nuestros pueblos se recogen a continuación algunos de aquellos juegos.
Antes de empezar cualquiera de los juegos, siempre se "echaban suertes" para ver quien empezaba, quien se quedaba, quien pagaba o quien amagaba. Las fórmulas eran muy diversas: "echar pies","pares o nones", "cara o cruz".

A pies quietos
No era de los más frecuentes. Pero se pasaba bastante bien con él si no era mucho tiempo.
No había número determinado de jugadores pero para que funcionara debían ser por lo menos cuatro o cinco. Se donaba y uno, o una, se la quedaba.este se cogía la pelota, que era de goma o de lana.

Todos los jugadores se ponían juntos y tocando al que se la quedaba. Este lanzaba la pelota al aire y decía: "Una, dos y tres. Pies quietos". Mientras tanto todos los demás se habían alejado todo lo posible. Porque en el momento en que se oía el "pies quietos" ya no se podía avanzar más.

Entonces el que se la quedaba intentaba dar con la pelota a uno de los otros. Si este era dado, pasaba a quedarsela él y se volvía a empezar el juego. Si no daba a nadie era él mismo el que vovía a quedársela.

La rayuela
Había que dibujar en el suelo con un pedazo de yeso cogido en cualquier parte. Y algunas veces con tizas de la escuela. Tan sólo había que hacerle una raya en medio y escribir los nombres de los días de la semana.

Había varios juegos: el más sencillo, por el que empezaban todas, -y todos cuando nos atrevíamos a hacer el ridículo, porque éramos mucho menos hábiles que las chicas- consistía en lanzar la pita (piedras lo más lisas posible) a la primera tira por la parte derecha, - al lunes,- y a la pata coja -paticoja- ir pasándola empujando con el pie que se apoyaba en el suelo, al martes, miércoles, jueves, donde se descansaba con los dos pies en el suelo y de allí volver por la parte izquierda pasando por el viernes, sábado y domingo.

Si el asunto había ido bien se iba a martes; la pita había que lanzarla a la segunda tira y se continuaba del mismo modo. Y así hasta el domingo.

Si se perdía, bien porque se pisaba la raya, bien porque la pita no caía en el sitio apropiado o quedaba encima de la raya, empezaba otra jugadora, que reanudaba el juego donde lo hubiese dejado antes. Otro juego consistía en lanzar la pita a la casilla correspondiente y pasar a la ida sin tocar la casilla y recoger la pita al volver.

Los encantados
Buen juego para entrar en calor. Es parecido al que en otras partes se llama de "Las estatuas".

Uno o una "se la quedaba", y así como en otros juegos se echaba a suertes, en este lo más corriente era aquello de "el último que llegue se la queda".

El juego consistía en que el que se la quedaba tocaba a alguien este debía quedarse parado, "encantado" hasta que otro jugador lo volviese a tocar y lo desencantase. El que se la quedaba tenía que atender a dos frentes: por una parte tenía que seguir encantando a los demás y por otra, tenía que cuidar de que no le desencantasen a nadie. Labor difícil.

El juego terminaba cuando todos los jugadores estaban encantados, pero eso no ocurría nunca. Antes de esto ya todos nos habíamos cansado de correr o habían tocado "la salida" para empezar el rosario o habían llamado para entrar en la escuela.

El zompo (trompa, peonza,...)
Había trompas y trompos. Las trompas eran -y son, porque aún se venden y los chiquillos las bailan,- más panzudas y de madera de haya o de roble, con un rabillo de madera en la parte superior y un clavillo o púa de acero en la inferior. El rabillo y la parte superior tintados de rojo. Se compraban. Los trompos eran mucho más largos, puntiagudos, sin rabillo, de madera de encina, y se heredaban; pasaban de los hermanos mayores a los pequeños. No estaban teñidos, y el clavillo solía ser un tirafondo al que se le limaba la cabeza y se afinaba posteriormente para que tuviera el menor roce posible.

Para bailar la una o el otro se utilizaba un cordel trenzado que se enrollaba a partir del clavillo, se lanzaba y al desenrollarse el cordel se imprimía a la trompa un movimiento de rotación que continuaba en el suelo. Para que no se fuera de los dedos el cordel, se ponía de tope en el extremo una moneda de real, que tenía un agujero en medio.

Se tiraba la trompa de tres modos: a lo bajo o a lo chica, al poder y a clavillazo. Había algunos tan hábiles que la lanzaban al aire y la cogían en la mano bailando. Lo normal era que la tompa bailase en el suelo y que con la mano extendida y abriendo los dedos la hicieses pasar a la palma de la mano para después volverla a dejar bailando otra vez. Eso decíamos que era coger la trompa. Para ello se necesitaba, o era mucho mejor que la trompa girase tan rápidamente que apenas se moviera del sitio. El mero hecho de que bailara y durase más que las de los otros constituía una de los juegos que se hacían con ellas. Otro consistía en coger la trompa en la palma y volverla a dejar bailando. El último juego- que no sé si lo era- lo llamábamos a abrir trompas. Los que jugaban lanzaban sus trompas y la primera que dejaba de bailar era la que había que abrir. La volvía a lanzar cuando los demás estaban ya con las suyas preparadas, y una vez que estaba bailando, los demás jugadores lanzaban las suyas a clavillazo intentando que diera a la otra con la idea de romperla. Aquí jugaban un buen papel los trompos, que con su mayor peso y dureza eran capaces de romper las trompas de otros y aguantar los clavillazos de los demás.

Los santos
Los santos eran las cubiertas de las cajas de cerillas. Había fundamentalmente dos tipos de cajas: unas eran de cartón blanco que tenía las cerillas con cabeza negra y rabo de hilo y cera. Las otras estaban forradaa de color; en una de las caras venía una ilustración- castillo, cuadro, monumento- y por la otra una leyenda en que se explicaba el anverso. Las cerillas eran de papel encerado y tenían la cabeza blanca. Unas y otras se encendían en un rascador de lija, que estaba pegado en las de color y hecho sobre el mismo cartón en las de blanco. Sólo valían como santos las caras que tenían dibujo.

Se jugaba de modos diferentes: "el monto o el reloj". Consistía en dejar caer o tirar desde una altura predeterminada. Desde cualquier lugar se tiraba el santo; el siguiente jugador hacía lo mismo, y si su santo caía sobre el anterior,-lo montaba-, había ganado.

Podían jugar varios jugadores, y había dos modalidades: "A montados", y entonces se ganaban tan sólo los que quedaban montados por el santo ganador, y "a todos" donde el ganador se llevaba todos los santos que había tirados. Como se podían perder muchos, se quedaba a cuantos había que reanudar el juego. Todos los jugadores debían tirar el mismo tipo de santos, de uno o de dos. Naturalmente convenía ser el último en tirar y para establecer el orden se sorteaba.

Otro modo de jugar era "El punto". Aquí se trataba de dejarlos lo más próximos a una raya pintada en el suelo o a una pared, lanzándolos desde otra línea marcada en el suelo. Se ordenaban los jugadores por orden de aproximación , cogían los santos y los echaban al aire. Los que caían viéndose el anverso eran los que ganaba. Los restantes pasaban al segundo jugador, que hacía lo mismo , y así hasta que todos lo santos tenían dueño. .

Las chapas
Se jugaba con las chapas de las botellas de gaseosa, cerveza, etc. Íbamos a buscarlos a los basureros o a los bares. Normalmente aparecían doblados por el abrebotellas. Los enderezábamos como podíamos y el que quedaba más como nuevo era el que empleábamos para tirar.

Había dos maneras de jugar con las chapas. En una de ellas se dibujaba con tiza un triángulo en el suelo y una línea como a unos tres metros. desde allí había que tirar. Podían jugar varios jugadores, pero rara vez se pasaba de los cinco.

Las chapas que se apostaban se ponían dentro del triángulo dibujado en la forma y lugar que el apostador quisiera: amontonados, en línea, en las esquinas, en el centro... Había que sacarlos de allí mediante golpes dados con la chapa de tirar, esta se golpeaba con el dedo corazón haciendo arco con el pulgar. Algunos utilizaban el índice, pero con el corazón se hacía más fuerza.

Se echaba a suertes el orden de tirada, y al que le tocaba el primero hacía la tirada desde la raya marcada. El asunto era quedarse lo más cerca posible del triángulo. Si tu chapa quedaba dentro del triángulo debías poner otra chapa más y no jugabas aquella vez. Cuando ya habían tirado todos, se medía a ver quién estaba más cerca del triángulo -y aquí venían los líos-, y el más cercano empezaba.

Con su chapa de tirar intentaba sacar los que estaban dentro del triángulo, procurando que este no se quedara dentro. Si esto ocurría ponía otra chapa y quedaba fuera del juego. Si sacaba alguno, lo ganaba y podía seguir tirando. Cuando en su tirada no lograba sacar ninguna, era el siguiente el que seguía desde la posición de su chapa . Y así sucesivamente, hasta que todos las chapas apostadas habían desaparecido.

Se podía limpiar el suelo, soplando o con la mano, según se quedara; pero no se podían retirar ni mover las chapas de los demás jugadores.

Las pedretas
Era un juego de niñas que consistía en coger cinco chinas muy redondicas, tirarlas al aire para arriba quedándose con algunas en la mano que luego volvían a tirar hasta conseguir coger todas las chinas en la misma mano, en las menos veces posibles. Había varias variantes.

Un, dos, tres al escondite inglés
Se pone un niño de espaldas, con un brazo contra la pared, y esconde la cara. Los otros se colocan detrás, a cierta distancia, y van avanzando a pasitos o corriendo, según. El que tiene los ojos tapados dice: "Una, dos y tres, al escondite inglés", también deprisa o despacio, en eso está el engaño, cada vez de una manera, y después de decirlo, se vuelve de repente, por ver si sorprende a los otros en movimiento; al que pilla moviéndose, pierde. Pero casi siempre los ve quietos, se los encuentra un poco más cerca de su espalda, pero quietos, han avanzado sin que se dé cuenta.

Había dos variantes: en una de ellas, el que era visto tenía que volver al comienzo y perdía todo lo que había avanzado; en la otra, pasaba a quedársela él.

Otros juegos eran:
El aro
Estira garrotes
Los corros
Saltar a la comba
La rueda del apargate
El pillao
El escondite
El escondecorreas
Las cuatro esquinas
La sillica la reina
Churro, media manga y mangotero
La gallinica ciega
El veo-veo
Las canicas, bolas o guá
El marro,
El bote
El pulso de gitano
Etc.

Canciones

Existen muchas canciones que se están olvidando al haber desaparecido la tradición a la que iban unidas. Son, por ejemplo, aquellas canciones y romances que se utilizaban para echar a suertes, para saltar a la soga, para jugar. Son canciones que se cantaban fundamentalmente en los juegos de las chicas.

PARA SALTAR A LA COMBA

Al cocherito leré Al pasar la barca

El cocherito, leré,

me dijo anoche, leré,

que si quería, leré,

montar en coche, leré,

y yo le dije, leré,

con gran salero, leré,

no quiero coche, leré,

que me mareo, leré.

Al pasar la barca me dijo el barquero

"las niñas bonitas no pagan dinero".

La volví a pasar, me volvió a decir

"las niñas bonitas no pagan aquí".

Yo no soy bonita ni lo quiero ser

arriba la comba de Santa Isabel.

   
Soy la reina de los mares  

Soy la reina de los mares

señores lo van a ver

echo mi pañuelo al agua

y lo vuelvo a recoger.

Pañuelito, pañuelito,

quién te pudiera tener

metidito en el bolsillo

con un pliego de papel.

 
 
PARA JUGAR
AL CORRO
Al corro la patata El patio de mi casa

Al corro la patata

comeremos ensalada

como comen los señores

naranjitas y limones.

Acopé,acopé,

sentadita me quedé.

El patio de mi casa

es muy particular,

cuando llueve se moja

como los demás.Y agáchate

y vuélvete a agachar

que las agachaditas

no saben bailar.

Y agáchate.

   
Estaba el señor don gato  

Estaba el señor Don Gato

sentadito en su tejado

marramiau, miau, miau, miau,

sentadito en su tejado.

Por ir a ver a su novia

se cayó el tejado abajo

marramiau, miau, miau, miau,

se cayó el tejado abajo.

Se rompió siete costillas,

el espinazo y el rabo

marramiau, miau, miau, miau,

el espinazo y el rabo.

Ya lo llevan a enterrar

por la calle del pescado

marramiau, miau, miau, miau,

por la calle del pescado.

Y al olor de las sardinas

el gato ha resucitado

marramiau, miau, miau, miau,

el gato ha resucitado.

Por eso dice la gente

siete vidas tiene un gato

marramiau, miau, miau, miau,

siete vidas tiene un gato.

   
La Tarara ¡Que llueva, que llueva...!

La Tarara sí, la Tarara no,

Tararita mía, de mi corazón.

Tiene la Tarara que no tiene el novio,

debajo la cama tiene a San Antonio.

La Tarara sí, la Tarara no,

Tararita mía, de mi corazón.

Tiene la Tarara unos pantalones

que de arriba a abajo todo son botones.

La Tarara sí, la Tarara no,

Tararita mía, de mi corazón.

Que llueva, que llueva,

la Virgen de la Cueva

los pajaritos cantan,

las nubes se levantan.

Que le den, que le den

con el rabo la sartén.

La sartén era de plomo,

los pajaritos de lomo,

tú me los guisas

y yo me los como.

   
OTRAS
CANCIONES
Antón, Antón pirulero Carlos quinto

(Canción base del Juego del mismo nombre)

Antón, Antón, Antón pirulero

cada cual, cada cual atienda a su juego,

y el que no lo atienda

pagará una prenda.

Carlos quinto

Fue a la guerra

Montadito en una perra.

La perrita se cayó.

Carlos quinto se mató.

Una, dos, tres, cuatro y cinco.

Viva Carlos quinto;

Ladrón y ministro.

   
De Cataluña vengo Mambrú se fue a la guerra

De Cataluña vengo de servir al rey,

ay, ay, de servir al rey, de servir al rey,

con licencia absoluta de mi coronel,

ay, ay, de mi coronel.

Al pasar el arroyo de Santa Clara,

ay, ay, de Santa Clara, de Santa Clara,

se me cayó el anillo dentro del agua,

ay, ay, dentro del agua, dentro del agua.

Por sacar el anillo saqué un tesoro

ay, ay, saqué un tesoro, saqué un tesoro,

una Virgen de plata y un Cristo de oro,

ay, ay, y un Cristo de oro, y un Cristo de oro.

Mambrú se fue a la guerra,

¡qué dolor, qué dolor, qué pena!

Mambrú se fue a la guerra

no sé cuándo vendrá,

no sé cuándo vendrá.

Si vendrá para las Pascuas,

¡qué dolor, qué dolor, qué pena!

si vendrá para las Pascuas

o por la Trinidado por la Trinidad.

Las Pascuas ya se pasan,

¡qué dolor, qué dolor, qué pena!

las Pascuas ya se pasan

también la Trinidad;

do re mi, do re fa;

también la Trinidad.

   
¿Donde vas, Alfonso XII...?  

¿Dónde vas, Alfonso XII?,

¿dónde vas, triste de ti?

Voy en busca de Mercedes,

que ayer tarde no la vi.

Merceditas ya se ha muerto

,muerta está, que yo la vi

siete duques la llevaban

por las calles de Madrid .