Juegos
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El juego |
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Es una actividad abierta, gratuita, espontánea que guarda una relación directa con el proceso creativo. En todos los pueblos siempre han existido unas costumbres en la forma en que los niños y niñas nos divertíamos. Los juegos eran unas de esas costumbres más arraigadas. A pies quietos Todos los jugadores se ponían juntos y tocando al que se la quedaba. Este lanzaba la pelota al aire y decía: "Una, dos y tres. Pies quietos". Mientras tanto todos los demás se habían alejado todo lo posible. Porque en el momento en que se oía el "pies quietos" ya no se podía avanzar más. Entonces el que se la quedaba intentaba dar con la pelota a uno de los otros. Si este era dado, pasaba a quedarsela él y se volvía a empezar el juego. Si no daba a nadie era él mismo el que vovía a quedársela. La rayuela Había varios juegos: el más sencillo, por el que empezaban todas, -y todos cuando nos atrevíamos a hacer el ridículo, porque éramos mucho menos hábiles que las chicas- consistía en lanzar la pita (piedras lo más lisas posible) a la primera tira por la parte derecha, - al lunes,- y a la pata coja -paticoja- ir pasándola empujando con el pie que se apoyaba en el suelo, al martes, miércoles, jueves, donde se descansaba con los dos pies en el suelo y de allí volver por la parte izquierda pasando por el viernes, sábado y domingo. Si el asunto había ido bien se iba a martes; la pita había que lanzarla a la segunda tira y se continuaba del mismo modo. Y así hasta el domingo. Si se perdía, bien porque se pisaba la raya, bien porque la pita no caía en el sitio apropiado o quedaba encima de la raya, empezaba otra jugadora, que reanudaba el juego donde lo hubiese dejado antes. Otro juego consistía en lanzar la pita a la casilla correspondiente y pasar a la ida sin tocar la casilla y recoger la pita al volver. Los encantados Uno o una "se la quedaba", y así como en otros juegos se echaba a suertes, en este lo más corriente era aquello de "el último que llegue se la queda". El juego consistía en que el que se la quedaba tocaba a alguien este debía quedarse parado, "encantado" hasta que otro jugador lo volviese a tocar y lo desencantase. El que se la quedaba tenía que atender a dos frentes: por una parte tenía que seguir encantando a los demás y por otra, tenía que cuidar de que no le desencantasen a nadie. Labor difícil. El juego terminaba cuando todos los jugadores estaban encantados, pero eso no ocurría nunca. Antes de esto ya todos nos habíamos cansado de correr o habían tocado "la salida" para empezar el rosario o habían llamado para entrar en la escuela. El zompo (trompa, peonza,...) Para bailar la una o el otro se utilizaba un cordel trenzado que se enrollaba a partir del clavillo, se lanzaba y al desenrollarse el cordel se imprimía a la trompa un movimiento de rotación que continuaba en el suelo. Para que no se fuera de los dedos el cordel, se ponía de tope en el extremo una moneda de real, que tenía un agujero en medio. Se tiraba la trompa de tres modos: a lo bajo o a lo chica, al poder y a clavillazo. Había algunos tan hábiles que la lanzaban al aire y la cogían en la mano bailando. Lo normal era que la tompa bailase en el suelo y que con la mano extendida y abriendo los dedos la hicieses pasar a la palma de la mano para después volverla a dejar bailando otra vez. Eso decíamos que era coger la trompa. Para ello se necesitaba, o era mucho mejor que la trompa girase tan rápidamente que apenas se moviera del sitio. El mero hecho de que bailara y durase más que las de los otros constituía una de los juegos que se hacían con ellas. Otro consistía en coger la trompa en la palma y volverla a dejar bailando. El último juego- que no sé si lo era- lo llamábamos a abrir trompas. Los que jugaban lanzaban sus trompas y la primera que dejaba de bailar era la que había que abrir. La volvía a lanzar cuando los demás estaban ya con las suyas preparadas, y una vez que estaba bailando, los demás jugadores lanzaban las suyas a clavillazo intentando que diera a la otra con la idea de romperla. Aquí jugaban un buen papel los trompos, que con su mayor peso y dureza eran capaces de romper las trompas de otros y aguantar los clavillazos de los demás. Los santos Se jugaba de modos diferentes: "el monto o el reloj". Consistía en dejar caer o tirar desde una altura predeterminada. Desde cualquier lugar se tiraba el santo; el siguiente jugador hacía lo mismo, y si su santo caía sobre el anterior,-lo montaba-, había ganado. Podían jugar varios jugadores, y había dos modalidades: "A montados", y entonces se ganaban tan sólo los que quedaban montados por el santo ganador, y "a todos" donde el ganador se llevaba todos los santos que había tirados. Como se podían perder muchos, se quedaba a cuantos había que reanudar el juego. Todos los jugadores debían tirar el mismo tipo de santos, de uno o de dos. Naturalmente convenía ser el último en tirar y para establecer el orden se sorteaba. Otro modo de jugar era "El punto". Aquí se trataba de dejarlos lo más próximos a una raya pintada en el suelo o a una pared, lanzándolos desde otra línea marcada en el suelo. Se ordenaban los jugadores por orden de aproximación , cogían los santos y los echaban al aire. Los que caían viéndose el anverso eran los que ganaba. Los restantes pasaban al segundo jugador, que hacía lo mismo , y así hasta que todos lo santos tenían dueño. . Las chapas Había dos maneras de jugar con las chapas. En una de ellas se dibujaba con tiza un triángulo en el suelo y una línea como a unos tres metros. desde allí había que tirar. Podían jugar varios jugadores, pero rara vez se pasaba de los cinco. Las chapas que se apostaban se ponían dentro del triángulo dibujado en la forma y lugar que el apostador quisiera: amontonados, en línea, en las esquinas, en el centro... Había que sacarlos de allí mediante golpes dados con la chapa de tirar, esta se golpeaba con el dedo corazón haciendo arco con el pulgar. Algunos utilizaban el índice, pero con el corazón se hacía más fuerza. Se echaba a suertes el orden de tirada, y al que le tocaba el primero hacía la tirada desde la raya marcada. El asunto era quedarse lo más cerca posible del triángulo. Si tu chapa quedaba dentro del triángulo debías poner otra chapa más y no jugabas aquella vez. Cuando ya habían tirado todos, se medía a ver quién estaba más cerca del triángulo -y aquí venían los líos-, y el más cercano empezaba. Con su chapa de tirar intentaba sacar los que estaban dentro del triángulo, procurando que este no se quedara dentro. Si esto ocurría ponía otra chapa y quedaba fuera del juego. Si sacaba alguno, lo ganaba y podía seguir tirando. Cuando en su tirada no lograba sacar ninguna, era el siguiente el que seguía desde la posición de su chapa . Y así sucesivamente, hasta que todos las chapas apostadas habían desaparecido. Se podía limpiar el suelo, soplando o con la mano, según se quedara; pero no se podían retirar ni mover las chapas de los demás jugadores. Las pedretas Un, dos, tres al escondite inglés Había dos variantes: en una de ellas, el que era visto tenía que volver al comienzo y perdía todo lo que había avanzado; en la otra, pasaba a quedársela él. Otros juegos eran: |
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Canciones |
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Existen muchas canciones que se están olvidando al haber desaparecido la tradición a la que iban unidas. Son, por ejemplo, aquellas canciones y romances que se utilizaban para echar a suertes, para saltar a la soga, para jugar. Son canciones que se cantaban fundamentalmente en los juegos de las chicas. PARA SALTAR A LA COMBA
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