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RELIEVE
Los dominios geomorfológicos
de la provincia de Albacete pertenecen sobre todo a dos unidades estructurales
distintas del relieve peninsular: una está formada por La Mancha (depresión terciaria continental de neta
disposición horizontal), la otra, por las cordilleras Béticas ( zona de
sierras de edad alpina, con distintos estilos de plegamiento) situadas
al sur y al este. El aspecto que presenta el
relieve en la actualidad es, en su mayor parte, una consecuencia de la
acción del modelado reciente sobre las estructuras creadas al soldarse
las cordilleras Béticas al zócalo paleozoico de la Meseta. Los dos dominios
geomorfológicos citados están separados por una diagonal de dirección
nordeste suroeste que va desde Casas Ibáñez hasta Alcaraz. Al noroeste
de esta línea se encuentran la Depresión de La Mancha y la
Cobertera Tabular de la Meseta (Campo de Montiel), con una morfología
llana o subhorizontal. Por el contrario, al sureste, la otra mitad está
ocupada por las montañas del Sistema Bético, por sierras de relieve tanto
más acusado cuanto más situadas hacia el sur se encuentren. CLIMA
Las condiciones climáticas
que modelaron el relieve de la provincia en los últimos momentos del tiempo
geológico son muy parecidas a las que existen en la actualidad. El clima
de la provincia se caracterizado por la acción de los tipos de tiempo
propios del área mediterránea. Aunque sensiblemente matizado por rasgos
comunes al modelo de clima continental, sin embargo su continuidad al
litoral levantino le permite participar de los sucesos climáticos del
ámbito mediterráneo. La provincia está sometida
a la influencia de varios tipos de tiempo que rigen la evolución de las
temperaturas y las precipitaciones registradas en cada una de sus comarcas.
Se puede establecer una diferenciación entre dos zonas. Las mismas que
quedaron separadas por la diagonal noreste-sureste que descritas en la
estructura del relieve. En la mitad occidental las precipitaciones anuales
están más condicionadas por los tipos de tiempo asociados al flujo del
oeste, que predomina en el invierno y la primavera, mientras que en la
mitad oriental corresponden sobre todo al tiempo de levante, que es más
frecuente al comienzo del otoño. La diversidad térmica está más influida
por la altitud; la oscilación de las temperaturas, por la situación de
los observatorios con relación a la continentalidad. Los datos termopluviométricos
registrados en el observatorio de la capital provincial se han obtenido
en el límite donde se produce el encuentro de esos factores. Las temperaturas registradas
en la ciudad de Albacete corresponden al tipo climático mediterráneo de
invierno frío. La media anual es moderada (de 13'4° C), y la del mes de
enero, fría (4'9° C). La oscilación térmica anual es muy fuerte (19'3° C), ya que el verano resulta bastante caluroso (24'2° C en el mes de julio); esta elevada amplitud es un indicador del rasgo de continentalidad que matiza las características mediterráneas del régimen térmico local. La distribución de las temperaturas
reales a nivel provincial revela la influencia de la altitud, registrándose
los valores más bajos en los observatorios de las poblaciones del Campo
de Montiel, que están situadas en torno a la curva de nivel de los 900
metros, y los más altos en las estaciones meteorológicas del valle del
Segura, que se encuentran sobre la curva de los 500 metros. Los contrastes térmicos que
suceden en el año se pueden observar también en la evolución diurna. El
intenso caldeamiento de las masas de aire que se produce durante el día
en un ámbito continentalizado (con una
humedad relativa muy reducida) se ve acompañado de una fuerte irradiación
nocturna motivo por el que la oscilación térmica diurna suele ser bastante
acentuada. Esta característica constituye una de las notas más destacadas
del clima de la provincia y un factor condicionante del desarrollo de
los cultivos. Estos se encuentran muy limitados por la duración del periodo
de heladas, que, en muchos años, se pueden extender hasta bien entrado
el mes de mayo. PRECIPITACIONES
En el llano albacetense las precipitaciones medias anuales están situadas por debajo de la isoyeta de los 400 milímetros. Esta curva separa los lugares más húmedos, que se extienden por la mitad occidental, desde el noroeste hasta el sur de la provincia (en las partes más elevadas y expuestas a la influencia de las borrascas atlánticas), de las zonas más secas, que se encuentran en el sureste (en los valles de la cuenca del Segura protegidos de las borrascas atlánticas y abiertos, por el contrario, a la influencia de los vientos mediterráneos). Los días en los que se producen
precipitaciones en forma de nieve menudean en las zonas llanas y en la
mitad oriental, pero son más abundantes en la otra mitad. A diferencia de la nieve, el riesgo de granizadas es muy alto
en toda la provincia. Este tipo de precipitación sólida suele ser una
consecuencia de la formación de núcleos tormentosos que aparecen con mayor
frecuencia al final de la primavera y del verano. Están originadas por
las fuertes ascendencias de aire que se producen tanto en regímenes de
tiempo del oeste como del este. El promedio anual de días
de precipitación en Albacete es muy reducido (61). Pero las lluvias se
distribuyen estacionalmente acumulándose en dos periodos máximos de similar
importancia, uno al comienzo del otoño (46'2 mm. en octubre) y otro en
primavera (38'9 mm. en mayo), que originan otros dos mínimos bastante
diferentes, uno principal en verano (5'5 mm. en julio) y otro secundario
en invierno (23'8 mm. en enero y febrero). La fuerte sequía estival que
se registra en toda la provincia es la nota más característica del clima
albacetense y constituye otro de los factores limitantes de la naturaleza
y disposición de su cubierta vegetal. VEGETACION
Bajo este clima la vegetación
espontánea ha adquirido formas condicionadas por la necesidad de adaptarse
a la sequedad del verano. Como prueba de su xerofilia, la composición
floral está presidida por especies de hojas persistentes, pequeñas y barnizadas.
Las plantas aromáticas, el
matorral y los arbustos de tallos leñosos y raíces de gran potencia son
muy abundantes, sobre todo en los lugares en los que ha desaparecido el
bosque original. A diferencia de la nieve,
el riesgo de granizadas es muy alto en toda la provincia. En las zonas
más elevadas de las sierras meridionales y en el Campo de Montiel, las
encinas del bosque esclerófilo mediterráneo están acompañadas de espléndidas
sabinas que, a veces, constituyen la especie dominante. Este tipo de precipitación
sólida suele ser una consecuencia de la formación de núcleos tormentosos
que aparecen con mayor frecuencia al final de la primavera y del verano.
Están originadas por las fuertes ascendencias de aire que se producen
tanto en regímenes de tiempo del oeste como del este. Las formaciones vegetales
principales están presididas por el bosque esclerófilo mediterráneo, representado
en el encinar, árbol que soporta los fuertes contrastes térmicos anuales
y la sequía estival. El encinar se extiende por toda la provincia, solo
o acompañado de otras especies más exigentes en cuanto a tipo de suelos
y a la humedad ambiental. En la llanura manchega, el
pino piñonero es la especie dominante; en las sierras jurásicas y cretácicas
del sur y del este, el pino carrasco crece libremente entre las rocas,
mientras que las zonas de margas y arenas han sido colonizadas extensamente
con planteles de repoblación de pinos laricios y rodenos. La destrucción del bosque ha facilitado el desarrollo de otras formaciones vegetales de porte menor. Sobre las calizas descarnadas se ha instalado la garriga, formación baja y discontinua presidida por la coscoja, el romero y el tomillo, acompañados de otras especies (retamas, enebros, aliagas, gamones, etc.), que se instalan entre árboles y arbustos dejando gran parte del suelo al desnudo. En el sureste, por su parte, las condiciones climáticas han facilitado el desarrollo de otro tipo de formación vegetal, el espartizal, en el que las esteparias atochas proclaman la aridez predominante en esta zona de la provincia. |
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