Bibliotecas

La primera mención de una biblioteca que recoge la historia es la que, con el nombre de Farmacia del alma, se ubicaba en el palacio hecho construir en Tebas, Egipto, por Osymandias.

La más famosa se erigió también en tierras egipcias. Los escritores antiguos recogen, sin duda con alguna exageración, que el primer faraón de origen griego, Ptolomeo I Soter, ubicó en su Templo de las Musas, el Mousseion de Alejandría, una biblioteca que llegó a contar cuatrocientos mil "libros", según Tito Livio, o doscientos mil, según Plutarco.

Griegos y romanos cultivaron también el amor por los libros. En una casa de Herculano se encontraron los restos de tres mil papiros griegos y latinos. Se dice que Constantino y sus sucesores reunieron ciento veinte mil volúmenes, que se quemaron en un incendio en el año 476.

Los monasterios cristianos y las más importantes iglesias medievales cultivaron desde el principio el amor a los libros y a coleccionarlos. Una locución proverbial de la época afirmaba que Claustrum sine armario, quasi castrum sine armamentario. Armarius se llamaba a veces al que luego se llamaría librarius y con él nace un personaje esencial para la vida de las bibliotecas, guardián a la vez que consejero de quienes solicitaban el préstamo de los fondos que conservaba.

Las primeras universidades heredaron la pasión por el libro. Ya en el siglo XIII, la Sorbona ponía a disposición de sus estudiantes una rica colección de obras y tras ella , todas las europeas hacían de sus bibliotecas pieza principal de los estudios.

Pero muy pocos estudiosos podían tener todos los libros que deseaban. Y la carencia física estimuló la riqueza espiritual. De esta riqueza nació la biblioteca ideal.

La primera biblioteca ideal que conocemos nos la transmite Richard de Fournival, canciller de la iglesia de Amiens (Francia) en el siglo XIII. En su Biblionomie, el erudito francés imagina un agradable jardín y lo divide en tres parterres, cada uno dividido en varias zonas, en las que se acumulaban mesitas separadas sobre los que, planos, se disponían los libros elegidos. Cada libro estaba marcado por una letra, uncial, capital, minúscula... de diversos colores para suplir las necesidades.

En construcción.