LOS MUSEOS CIENTÍFICO-TECNOLÓGICOS. Un ensayo de clasificación por generaciones.

Antonio E, Ten Ros

IEDHC (Universidad de Valencia- CSIC)

 

UN POCO DE HISTORIA.

En esencia, un museo es un espacio de comunicación, más o menos permanente, dotado de un "proyecto de educación no formal", a diferencia de la educación formal e informal. Este proyecto se plasma en:

1.- Un conjunto de objetivos educativos transversales, generales y particulares, decididos por el promotor de la iniciativa museológica.

2.- Un conjunto de "públicos objetivo", en correspondencia con cada uno de los objetivos generales y particuares que se esper puedan ser alcanzados por aquellos.

3.- Un conjunto de "escenarios" o propuestas de comunicación, adecuado uno o varios a cada uno de los posibles públicos objetivo a los que la iniciativa museológica decide dirigirse y a la tematización elegida. Hay museos que albergan "colecciones", que definen la tematización del mismo.

Sin embargo, esta definición genérica no puede ocultar que la naturaleza de un "museo" no puede separarse de su contexto socio-histórico y temporal. Cada época ha tenido sus museos propios, que han respondido a las necesidades de los colectivos que los han creado y que han tratado de superar las limitaciones de los anteriores.

Puede hablarse, así de "generaciones de museos". Pero la aparición de nuevos colectivos sociales y, por tanto, de nuevos tipos de museos, no significa necesariamente la desaparición de los anteriores.

Delimitados los rasgos comunes esenciales, un breve análisis histórico de los museos, a los solos efectos de ilustrar las generaciones que individualizamos, puede proporcionar una mucho mejor comprensión de la naturaleza y evolución de tales creaciones de la civilización.

En este análisis, dejaremos explícitamente de lado los museos propiamente artísticos, en los que el objetivo fundamental, aunque no necesariamente único, es la obtención de placer estético ante la obra de arte. Los objetivos de los museos de arte, ligados más a la emoción que a la razón, se han mostrado más inalterables en el tiempo que los de otros museos. Nuestro interés se centra aquí en los que pueden llamarse científico-técnicos, entre los que cabría englobar también, en una interpretación laxa del término, a los históricos y etnológicos y a ellos nos reduciremos.

Aún cuando la historia puede remontarse a lejanos y no bien conocidos antecedentes (LEWIS, 1992), (BRITANNICA,1994), puede afirmarse que los orígenes próximos de los museos con objetivos centrados en la naturaleza y su utilización por la humanidad, se encuentran en el incremento del interés por el mundo físico que se produce en el Renacimiento europeo. Este interés se concreta en la aparición de colecciones de objetos naturales y artificiales, a los que la Revolución científica del siglo XVII añade buen número de instrumentos científicos. Felipe II de España reúne en el monasterio de El Escorial gran número de objetos naturales y científicos, de la que solo quedan algunos restos (BOLAÑOS, 1997). La colección científica más famosa, que se conserva aún en el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia es, sin duda, la que crea la Accademia del Cimento de Florencia, patrocinada por Leopoldo y Fernando II de Médicis, y que funcionó entre 1657 y 1667 (CANTU, RIGHINI, 1974).

Junto a estas colecciones muchos príncipes renacentistas reunieron para su placer y el de sus invitados grandes colecciones de este tipo de objetos. Con el tiempo, tales colecciones pasaron al dominio público o fueron puestas a disposición del mismo por sus propietarios. Análoga suerte corrieron los jardines botánicos y parques naturales que, sobre todo tras la llegada a Europa de ejemplares de flora y fauna americana y de las tierras del Pacífico, tuvieron su momento de expansión en la primera parte del siglo XVIII.

El entorno socioeconómico y cultural en el que se inscriben las iniciativas más relevantes a nuestro objeto es, sin embargo, muy diferente. Las que más nos interesan aparecen en el seno de esa mentalidad que se ha dado en llamar "ilustrada" en toda Europa, desde la segunda mitad del siglo XVIII, aun cuando precedentes pueden encontrarse desde 1683 (ENDREI, 1968). En 1741, Jacques de Vaucanson es nombrado inspector de las manufacturas de seda en Francia. Su preocupación por mejorar las técnicas industriales y mostrarlas a los artesanos, lo llevó a reunir, en sus dependencias del Hotel de Mortagne, en París, junto a sus propias invenciones, un conjunto de máquinas de las que los visitantes pudiesen obtener información e ideas. A su muerte, en 1781, legó a Luis XVI su colección, quien nombró al miembro de la Academia de Ciencias, Alexandre Vandermonde director del llamado "depósito real de máquinas". Este sería el primer fondo que a su creación, en 1794, se integraría en el Conservatoire des arts et métiers, que con su anexo, el Musée des Techniques, se ha conservado hasta nuestros días (BONNEFOUS, 1987).

Prácticamente contemporáneo del depósito de Vandermonde es el español Real Gabinete de Máquinas, surgido de la iniciativa de Agustín de Betancourt, quien, comisionado para la creación en España de un cuerpo de ingenieros de caminos y canales, a imitación de la francesa Ecole des ponts et chausées. Durante su estancia en Francia, Betancourt hizo construir maquetas de las más interesantes máquinas existentes en la Ecole y de muchas otras de Inglaterra y Países Bajos. El embajador de España, que en 1788 visitó la colección, propuso a Carlos III la creación de un Gabinete de Máquinas sobre la base de las ya realizadas. Trasladadas a Madrid en plena Revolución Francesa, el 1 de abril de 1792 se abrió en Madrid, en el Palacio del Buen Retiro, el Real Gabinete de Máquinas, bajo la dirección de Betancourt y, en ausencia de este, de Juan de Peñalver, de quien es el catálogo publicado en Madrid en 1794 (RUMEU, 1980). Iniciativas semejantes surgieron en Inglaterra y otros países entrado ya el siglo XIX. Su característica fundamental era la presentación al público interesado, de las máquinas con que se estaba fraguando la revolución industrial (TEN, 1992).

Los logros impresionantes de la ciencia y la técnica, desde comienzos del siglo XIX, propiciaron el fenómeno de las "exposiciones", tanto regionales, temáticas, nacionales o universales, que adquirió proporciones sorprendentes, tanto en Europa como en América o en algunos países de Asia. Tras el éxito de la primera gran exposición universal de Londres (GIBBS, 1981), que durante seis meses registró una media de visitas de 42.831 visitantes diarios, una serie inninterrumpida de exposiciones se inauguró a lo largo del siglo. En 1853 abren las de Nueva York y Dublin; en 1854 la de Munich y en 1855 la "Exposición internacional de productos de la industria", de París, en la que participaron 34 naciones y que marcó un nuevo hito. En 1888 llegan a celebrarse ¡cinco exposiciones universales!

En la exposición de 1867, también en París, comenzó un proceso de largo alcance. En las exposiciones anteriores, los pabellones acogían, junto a las exposiciones principales, atracciones destinadas a hacer más agradables las visitas. La exposición de 1867 erigió por primera vez, un verdadero parque de atracciones junto a las exhibiciones principales y creó los modelos que seguirían las posteriores. Especialmente significativa es también la de 1889, nuevamente en París, cuya mayor atracción fue la Torre Eiffel. La torre significó la definitiva unión del parque de atracciones y la exposición universal. La exposición universal de Chicago, de 1893, vió la construcción de una gigantesca noria, la Ferris Wheel, que constituyó el modelo de artilugios mecánicos en los que el dominio técnico de la naturaleza servía a la vez de diversión y de acercamiento a los fenómenos científicos. Dentro del espíritu de los museos tecnológicos del siglo XVIII y de las exhibiciones de los logros científicos del siglo XIX, en 1903 se inaugura en Munich el Deutsches Museum, al que pronto siguen el Science Museum de Londres y Museum of Science and Industry de Chicago.

Pero estos últimos museos siguen aún los patrones de las exposiciones tradicionales en las que los visitantes asumían el único papel de espectadores o participantes pasivos. En 1892 se inaugura en Berlín un museo de nuevo tipo, "Urania", en el que el visitante se encontraba con un total de 88 escenarios interactivos, en los que podía participar tocando cosas y poniendo en marcha procesos simples. El modelo no se populariza hasta que, en el seno de la Exposition internationale des arts et des techniques de París, de 1937, se inaugura el Palais de la découverte, en un espacio de 23.000m perteneciente al edificio conocido como el Grand Palais.

El Palais de la découverte, cuyo éxito continúa en la actualidad, puso al alcance al público, sistemática pero discretamente organizadas, un gran número de actividades científicas en que la experimentación directa de la naturaleza se unía a escenografías espectaculares y testimonios de la historia de la ciencia. Esta idea nacida en Europa triunfó, sin embargo, al otro lado del Atlántico. Los museos interactivos, los "science Centers" como se les conoce universalmente, proliferaron en Estados Unidos y Canadá en los años sesenta y en 1969 abren los más conocidos, el Exploratorium de San Francisco y el Ontario Science Center de Toronto. Tras ellos, en América, en Japón y, en los años ochenta en Europa, comenzó un imparable desarrollo de los museos interactivos que actualmente sigue en pleno aumento.

Un nuevo tipo de museos surge también a finales del siglo XIX. El creciente interés por la identidad nacional, la cultura popular y la historia propia, se materializan, en primer lugar en el norte de Europa (DE JONG, SKOUGAARD, 1992), en la aparición de museos de tradiciones populares. En esta categoría pueden incluirse buen número de experiencias, entre las que cabe destacar las de los museos agrícolas (ZARICHSON, 1984) o los museos industriales al aire libre. Son espacios donde "la población se contempla para reconocerse, donde busca la explicación del territorio donde está enraizada y en el que se sucedieron todos los pueblos que la precedieron...", en las afortunadas palabras con que Georges Henri Rivière define su concepto del "ecomuseo" (RIVIERE, 1985). Es un tipo de museos que va a confluir con iniciativas provenientes de un campo muy diferente. Con raíces en la industria del entretenimiento (TEN, 1998), el fenómeno de los parques temáticos surge con fuerza, especialmente desde que en 1955 abre sus puertas en California el parque Disneyland, de la mano del gigante de la comunicación Walt Disney. Su Main Street USA y los otros escenarios históricos, populares y naturales contenidos en el parque, constituyen el escaparate de una América, quizá irreal, pero muy presente en el alma de muchos norteamericanos. Walt Disney creó en su parque un conjunto de espacios en que el pasado se unía el futuro y a la tecnología. Futureland constituía una muestra del futuro científico que se avecinaba.

La industria de los parques temáticos tuvo un éxito imparable en la América de los años sesenta. Surgieron parques para todo y la gran industria del entretenimiento de Hollywood creó los modelos más populares. Pero junto a estos grandes parques, otros surgieron. Parques históricos, militares, naturales... Uniéndose a la tradición de los museos al aire libre, los parques temáticos comenzaban a crear nuevos modelos de museos "científicos"

1982 es el año en que abre por fin sus puertas en Orlando, Florida, uno de los proyectos más queridos de Walt Disney: el Experimental Prototype Community of Tomorrow, más conocido como EPCOT. La utilización de la ciencia y el futuro como temas de EPCOT, abrió a nuevos tipos de público el mundo del conocimiento científico de vanguardia. (KING, 1991)

En 1986 abre sus puertas la Cité des Sciences et l’Industrie, más conocida como "La Villette" por el barrio de París en el que se ubica. La Villette nació con vocación de unir la filosofía de los science center, las exposiciones industriales de actualidad y los centros de diversión relacionados con la ciencia. El complejo de La Villette puede ser considerado con propiedad como la síntesis de parque temático científico de carácter semiabierto y un science center, y ha contribuido decisivamente a la evolución en tal dirección de algunos de los museos científicos y science centers anteriores.

Los años posteriores han visto ya surgir nuevas propuestas en el ámbito de la museología científica. Con la perspectiva actual, todas ellas, y las que las han precedido, puede avanzarse un intento de clasificación por generaciones que revele las características comunes de muchos de los museos existentes y sus diferencias.



CINCO GENERACIONES DE MUSEOS

De acuerdo con el breve panorama histórico anterior, puede avanzarse una clasificación de los museos científico-tecnológicos en cinco generaciones.

La primera generación de museos científico-técnicos la constituyen los gabinetes de curiosidades naturales y artificiales renacentistas y sus inmediatos sucesores, los museos de colecciones, cuyos prototipos pueden ser los museos de Historia de la Ciencia de Florencia o Londres. Su característica fundamental es la de conservar objetos preciosos o raros, obras maestras de la naturaleza o el hombre. Representan con la mayor propiedad la concepción clásica del museo como almacén...

La segunda generación comprende los museos de carácter tecnológico, herederos del museo de Jacques de Vaucanson, de los cuales el más directo, el Musée des Techniques de Paris es el más claro ejemplo. Nacidos de la Revolución Industrial y con una vocación claramente pedagógica dirigida a las clases artesanas. Tuvieron un gran éxito en el siglo XIX, Que se prolongó durante los primeros años del siglo XX con la aparición del Deutsches Museum, de Munich; el Science Museum, de Londres; el Museum of Science and Industry, de Chicago y muchísimos más ejemplos esparcidos por todo el mundo.

La tercera generación es la de los conocidos como Science Centers en los países anglosajones, de los que tan denominación ha pasado al resto del mundo. Su característica fundamental es la de ser centros interactivos, en los que el culto al objeto propia de las dos generaciones anteriores, cede su primacía a las experiencias. Su progenitor directo es el francés Palais de la Découverte, aunque los ejemplos más conocidos son el Exploratorium, de San Francisco, y el Ontario Science Center, de Toronto. Su éxito en los años ochenta del siglo XX ha sido fulminante.

La cuarta generación puede identificarse como la de los parques temáticos de carácter científico. El espacio arquitectónico del museo sufre una transformación radical en esta generacion de museos, así como la interacción con el visitante. Los primeros parques temáticos científicos son sin duda los parques naturales, o espacios naturales protegidos a los que, ya en el siglo XIX se dotó de precisas indicaciones científicas, recorridos programados, aulas de ayuda y otros recursos pedagógicos. A ellos se unieron los parques de tradiciones al aire libre surgidos en los países nórdicos y luego extendidos por el resto del mundo (DE JONG, SKOUGAARD, 1992). La aparición del Experimental Prototype of Tommorrow Community, más conocido comop EPCOT, en el seno del Magic Kingdom de Disney, en Orlando, Florida, marco un hito en esta generación.

Junto a EPCOT y los parques temáticos surgidos en los años cincuents, uno de cuyos temas era siempre el futuro y la ciencia, otro hito dentro de esta generación lo constituyó la inauguración, en 1986, de la Cité des Sciences et l’lndustrie, de París, la conocida como"La Villette", por el barrio en el que se ubica. La Villette, la Géode y su parque anejo representaron un formidable intento de incorporar la industria productiva a las actividades de un museo de la ciencia, reproducido, a pesar de sus costes astronómicos en diversas iniciativas japonesas, americanas y de otros países.

Es esta una generación en constante evolución y cuya diversidad interior hace difícilmente clasificables muchas de las inicativas existentes. Su característica más destacada es la unión de información, educación y diversión en un único producto. Como buenos representantes de una época, los parques temáticos y las ciudades de la ciencia, asi llamadas tras el éxito de La Villette, acentúan el carácter lúdico de una civilización cada vez más conocida como la cultura del ocio.

Por fin, una quinta generación está surgiendo desde el éxito de los nuevos medios de comunicación. La película Parque Jurásico creó un nuevo tipo de espectáculo audiovisual en el que los efectos especiales, la cuidada utilización de técnicas de sonido envolvente y una superabundancia de medios, creaban ilusiones cuasi-perfectas. La cultura del audiovisual, asociada a los nuevos sistemas de videojuegos y nuevos soportes masivos de información como los CDs, creó modelos de realidades virtuales cuya utilización con fines museológicos los transformó en verdaderos espacios de comunicación y educación científicas.

El éxito de Internet a partir de 1995 abrió nuevas puertas a esta generación de museos virtuales. Las nuevas posibilidades de comunicación cuasi-instantánea comenzaron a ser utilizadas por los museos más dinámicos para publicitar y hacer más accesibles sus colecciones y pronto comenzaron a surgir museos totalmente virtuales, en los que el objeto físico concreto, ubicado en un lugar determinado, dejó de ser relevante. El museo virtual, ya en soportes físicos, ya en soportes electrónicos está constituyendo una verdadera explosión mediática de alcances todavía imprevisibles.

La aparición de cada una de estas cinco generaciones no ha supuesto la desaparición de las anteriores. Antes bien, siguen surgiendo museos que fácilmente pueden clasificarse incluso en la primera o la segunda generación. La experiencia ha venido demostrando, sin embargo, que incluso este tipo de museos están incorporando elementos de generaciones posteriores para evitar su fracaso. Pero, salvo en aquellos museos que albergan colecciones excepcionales o desarrollan poderosas y contínuas campañas de márketing, muchos de los museos de las primeras generaciones están sufriendo a marchas forzadas la deserción de sus públicos tradicionales.

 

BIBLIOGRAFIA

 

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Nota histórica (2010): Este artículo se escribió bastante antes del drástico cambio de redacción del artículo 2 de los estatutos del ICOM que, a partir de 2007, eliminó el listado de posibles “museos”. Es una de las primeras aproximaciones al tema, producidas en el marco del primer proyecto de contenidos de la llamada Ciudad de la Ciencia y la Tecnología, de Valencia, de principios de los años 90 del siglo XX, precedente de la actual Ciudad de las Artes y las Ciencias. Se conserva aquí a efectos testimoniales.

Para una discusión más profunda, véanse los seis volúmenes (2008-2009) de nuestro Diploma en Manifestaciones Culturales, Museos y Exposiciones Científicas y especialmente, a este objeto, los dos primeros.

 MUSEOS Y EXPOSICIONES CIENTÍFICAS. UNA HISTORIA SOCIAL.
ISBN: 978-84-9858-268-0
https://www.uv.es/ten/d09/d09/8122150-1-1.pdf

MUSEOLOGIA CIENTIFICA ACTUAL.
ISBN: 978-84-9858-192-8
https://www.uv.es/ten/d09/d09/8122150-2-1.pdf

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