La moneda y el poder.
© Antonio E. Ten Ros.
Universidad de Valencia-CSIC.
Artículo publicado en el diario LEVANTE, de Valencia, el sábado 9 de enero de 1999.
Ya lo hemos conseguido. Ya tenemos la misma moneda que los alemanes, aunque, lamentablemente, no la misma cantidad de monedas en el bolsillo. Pero este es otro problema, y aunque son las que más nos duelen, sus causas son más locales. Para toda Europa, 1999 es el gran momento del euro. Ya ha nacido ¡Ya tenemos una moneda los europeos! ¿Y ahora qué?
La moneda es dinero, pero no es solo dinero. Históricamente, la moneda ha sido mucho más que dinero, ha sido un símbolo de poder, como lo han sido los patrones de medida de que deriva. Los reyes de todas las épocas han puesto en ella su efigie; las repúblicas, sus símbolos; las revoluciones, sus emblemas y mensajes, siempre para recordar quien detentaba el poder de acuñarla. Los poderes fuertes han tenido monedas fuertes; los poderes débiles han tenido monedas débiles. Salvo en casos de especulación financiera, a la larga pagados carísimos por los gobiernos y países que se los han permitido, una moneda fuerte ha sido la más clara manifestación de la salud política y económica del poder que la emitía. Y con esa salud se puede vivir mejor, se puede hacer vivir mejor a otra gente y se puede hacer frente a quienes quieran oponerse a estas formas de vida. El dólar es fuerte porque Estados unidos es fuerte; el rublo es débil porque Rusia es débil. Pongan ustedes los ejemplos que quieran y traten de hacer con ellos el mismo análisis.
Déjenme aplicarlo aquí al caso del euro. ¿Es el euro una moneda fuerte o es una moneda débil? Todos los periódicos nos recuerdan en estos días que estamos en la zona de mayor estabilidad económica del mundo, que el euro va a competir en plano de igualdad con el dólar y el yen, incluso que los va a superar. Parece, pues, si nos creemos lo que publican los periódicos y lo que dicen los políticos, que el euro es una moneda fuerte.
¿Pero, entonces, la Europa de los once, o la de los quince, es un poder fuerte? ¿Puede creerse, incluso, que es un poder más fuerte que Estados Unidos? Venga... ni aún invocando aquello del gigante de los pies de barro o siendo presas de un ataque de eurooptimismo, puede afirmarse esto sin un monton de matices. Que Estados Unidos es una sociedad enferma, nadie fuera de allí lo duda. Que su modelo de capitalismo individualista tiene graves problemas lo reconocen hasta los mas forofos del sistema. Pero que son un poder de verdad, no lo dudan ni los tontos.
¿Quizá con el euro estamos ante una singularidad histórica, ante una vulneración de la ley a que aludíamos al principio? ¿Es que es posible ahora un poder económico totalmente desligado del poder político, o militar, si queremos complicar un poco más nuestro análisis?
Permítanme que lo dude. Las verdaderes leyes históricas, esas que duran centenares o miles de años, son como la evolución biológica, lentas pero seguras. A medio o largo plazo no hay poder económico sin poder político, como no hay poder político sin poder económico.
La conclusión es evidente. Si aceptamos la ley histórica, el recién nacido euro es una moneda débil, por mucho que digan los analistas interesados en hacernos creer lo contrario. Le hace falta mucha leche y muchas vitaminas para que realmente se convierta en una moneda fortachona. Y en el mundo actual, la leche y las vitaminas para monedas es la práctica de políticas adecuadas. Y no me estoy refiriendo a políticas económicas, que de esas también, sino a políticas políticas. Me estoy refiriendo, sobre todo, a políticas de integración verdaderas. Y en una democracia como la europea, pónganle también todos los matices que quieran, las políticas las hacen los parlamentos. El poder político emana de los parlamentos y a través de ellos se expresa al final el poder económico y todos los demás poderes de los estados.
Apliquemos esto a nuestra Europa. En el momento actual, el parlamento europeo es todavía un foro entre ecologista, seráfico y virtual. Es algo entre cementerio de elefantes, dorada cárcel para gente molesta, punto de concentración de manifestaciones varias, conciencia crítica del sistema y agujero negro de parte de nuestros impuestos. Mientras el parlamento europeo no sea un parlamento de verdad; mientras la sede teórica del poder europeo sea una cosa difusa y etérea, el euro será una moneda intrínsecamente débil, por más fuerte que pueda parecer. Mientras no haya ninguna crisis grave, la cosa marchará bien, pero como la haya... a obedecer al jefe y esconderse en su refugio. ¿Y si al jefe le interesa que haya una bien gorda y tiene los medios de provocarla?
Si hay algún momento decisivo, es ahora, cuando más ayuda le hace falta le hace a nuestro eurito, a esa criatura que acaba de nacer; que nos necesita; y a la que necesitamos. Hagámonos el ánimo, hagámonos europeos de verdad. Defendamos y desarrollemos ese modelo de "capitalismo comunitario" que bien o mal están practicando los países europeos avanzados desde hace décadas y que tanto miedo daba a la señora Thatcher y a alguno de sus émulos. Que no nos enrollen con falsas "pérdidas de identidad" nacional los demagogos de turno, cada uno en su pelaje... y en sus intereses bastardos. No mezclemos churras con merinas. Creámonos europeos y exijamos de nuestros partidos políticos que hagan políticas auténticamente europeas. El camino es difícil, más dificil que el de la integración económica, pero la meta vale la pena. Y si llegamos, cuando notemos un euro en el bolsillo, notaremos una sana, robusta y poderosa moneda. Sólo entonces.