Cuestiones Generales


 

 

“LA GUERRA ES LA PAZ,

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD,

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA”

(George Orwell, “1984”)

 

 

María José Fano Navarro.

Abogada y estudiante de Tercer Ciclo.

 

 

LA GUERRA ES LA PAZ

 

“Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha por objetivos limitados entre combatientes incapaces de destruirse unos a otros, sin una causa material para luchar y que no se hallan divididos por diferencias ideológicas claras. Esto no quiere decir que la conducta en la guerra ni la actitud hacia ella sean menos sangrientas ni más caballerosas. Por el contrario, el histerismo bélico es continuo y universal, [...] Pero en un sentido físico, la guerra afecta a muy pocas personas, la mayoría especialistas muy bien preparados y causa pocas bajas relativamente.[...] Por tanto, la guerra de ahora, comparada con las antiguas, es una impostura. Se podría comparar esto a las luchas entre ciertos rumiantes cuyos cuernos están colocados de tal manera que no pueden herirse. Pero aunque es una impostura, no deja de tener sentido. Sirve para consumir el sobrante de bienes y ayuda a conservar la atmósfera mental imprescindible para una sociedad jerarquizada... (Orwell, G. “1.984”)

 

         En cierto modo, la estructura planteada por este autor no deja de tener actualidad. Un estado de guerra continuado sin armas de destrucción masiva y lejos de la propia nación para no turbar las necesidades de los ciudadanos, provoca una sensación similar a la del estado de paz permanente. El problema lo tienen quienes se encuentran en la zona de riesgo y cuyas vidas son segadas. Pero es una forma de captar crédulos y fanáticos, de desviar la atención de los móviles que originan tal situación, o de proyectar las culpas a terceros.

 

Mantener una mentalidad propia de la guerra es importante y se sucumbe fácilmente, tanto por quienes la defienden como por quienes la rebaten. A modo de ejemplo, la guerra de Irak. La atmósfera es idónea para desarrollar el odio o la obcecación: quienes apoyan la guerra han derivado el odio a sus oponentes, iraquíes defensores de Sadam para con los estadounidenses y aliados, estadounidenses y aliados para con los iraquíes; quienes reprueban la actitud de los EE.UU. y sus aliados –claramente Gran Bretaña y España- derivan su odio para con éstos. También ciertas peticiones de Paz están tiznadas de odio y obcecación. Lo dicho, mentalidad bélica hasta para la Paz.

 

         Es curiosa la movilización de la sociedad civil respecto de la Guerra de Irak. Las multitudes han salido a la calle gritando NO A LA GUERRA. Algunas declaraciones públicas adquirieron un cariz apocalíptico. Como el principio del fin. Sin embargo, desde el origen de los tiempos hasta hoy no ha habido en la Tierra un solo día de paz. Con seguridad, podríamos decir que desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, pues lo tenemos mejor documentado. Guerras de guerrillas, golpes de estado, genocidios,... es escalofriante. Hubo movilizaciones con la guerra de Afganistán, con la Guerra del Golfo, con la invasión de Kosovo, y ninguna tuvo la respuesta de la ciudadanía que se tiene en este momento. Basta tomar los informes de Amnistía Internacional o los de Naciones Unidas. La guerra y la destrucción, durante todos estos años y salvo para unos cuantos seres humanos, se ha convertido en el soniquete constante de la radio y la televisión que nos acompaña en el desayuno, la comida o la cena. Hasta este momento.

 

Sería deseable no volver a escuchar de nuevo en ese son cuando la guerra contra Irak lleve un tiempo en nuestras vidas y no ejerza presión sobre nuestras necesidades básicas y no tan básicas. Igualmente sería deseable el mismo impulso para defender la paz en los restantes lugares del Planeta que han quedado olvidados en el actual despliegue mediático.

 

         Acertadamente señaló Freud que los Seres Humanos somos pacifistas por razones orgánicas. En los Países Desarrollados, sin embargo, mientras la pérdida de vidas humanas y de bienes materiales no nos afecte de forma inmediata, la lejana guerra cotidiana puede ser perfectamente asumida como un estado de paz.

        

 

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

 

         Vivimos en un mundo en el que el individualismo recalcitrante y el consiguiente liberalismo se defienden al ultranza. Sin embargo, la defensa de las libertades negativas ampara libertades, cuales son, las de contratación, de asociación, de prensa, de iniciativa económica, “que tienen una notable capacidad adquisitiva, puesto que bajo determinadas circunstancias su ejercicio expande el poder político y económico de sus portadores” [1]. El control de las transacciones políticas y sociales entre los agentes más fuertes (partidos, sindicatos, empresas, grupos profesionales,...) ponen en funcionamiento una discriminación sistemática, de manera que el ciudadano de a pie se convierte en simple consumidor político y económico sin poder de negociación y sin libertad real.

 

 

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

 

         La movilización por la Paz ¿nos ha hecho un poco más conscientes de lo que está sucediendo? Creo que no. Ni por más despliegue de medios se está haciendo un buen análisis de los hechos. Sólo unos pocos perciben lo que realmente ocurre.

 

         Estamos en una sociedad postindustrial dominada por la comunicación en el que la información nos viene dada por los dominadores de las libertades negativas, los grupos de influencia, con buenas estructuras mediáticas.

 

         Los ciudadanos vamos perdiendo poco a poco la capacidad de autonomía, que unida a la percepción simbólica que tenemos de nuestro entorno, dotados de comodidades y cubiertas las necesidades básicas, hace que nos volvamos apáticos, y que la participación en la vida política sea cada vez menor. Es el efecto anestesiante de la desinformación organizada. El ciudadano, ignorante y apoltronado, hace fuertes así a los grupos dominantes.

          

 

 

UNA HIPÓTESIS DE TRABAJO

 

         En todo este desatino hay un planteamiento que me seduce como punto de partida para el análisis de la guerra actual. Sobre los móviles que originaron el conflicto, el análisis de Paul Harris es el que cobra más sentido.

 

         El objetivo principal de la guerra contra Irak es el que a nadie se le escapa, el control del petróleo, como en Afganistán. Pero no es en sí el origen de la contienda, como tampoco fueron los hechos acaecidos el 11 de septiembre el catalizador necesario.

 

Realmente el desencadenante de la situación actual fue el hecho ocurrido el 6 de noviembre de 2.000, fecha en que Irak decidió cambiar al euro para efectuar las transacciones petroleras. Desde entonces, la depreciación constante del dólar contra el euro ha hecho que aquella fuera una buena operación al cambiar la divisa, pues el euro ha obtenido un margen del 17 % sobre el dólar durante este tiempo.

 

Recordando un poco de la historia reciente, en la Conferencia de Bretón Woods, después de la Segunda Guerra Mundial, se concluyó un acuerdo en el que valor oro quedó fijado a 35 $ la onza, de manera que se convirtió en el valor de medida de las divisas. Sin embargo, en 1.971 Richard Nixon sacó el dólar del patrón oro (precisamente en el mismo año en que se celebró la Conferencia de Teherán por los países de OPEP). Desde aquel momento, el dólar, una moneda sin respaldo, ha sido el instrumento monetario global más importante. Su cotización sigue siendo alta pese a que la deuda de EE.UU. es 669 veces superior a su Producto Interior Bruto.

 

No iban desencaminadas aquellas teorías de mediados del siglo XX en las que se planteaba que la economía norteamericana no iba a crecer por la producción de bienes materiales, sino que los objetivos  habían de ser otros. El mecanismo del comercio es un ciclo en el cual EE.UU. produce dólares y el resto del mundo produce lo que los dólares pueden comprar. La llamada “hegemonía del dólar”. Los estados no comercian más que con el objetivo de acumular dólares para reserva y para la aplicación a su deuda externa, con el único fin de mantener el valor de cambio de sus divisas. Como señala Harris, “en un esfuerzo para prevenir ataques especulativos y potenciales ataques perjudiciales a sus divisas, los bancos centrales de estas naciones deben adquirir y mantener reservas de dólares equivalentes a su propia moneda circulante”, lo que hace al dólar más fuerte.

 

Y lo que perpetúa tal situación es que las mercancías indispensables en nuestro mundo desarrollado se compran en dólares, en petrodólares. Estados Unidos imprime moneda sin respaldo alguno porque su fortaleza radica en que las transacciones petroleras se hacen en su moneda. Dólares que han de tener todos aquellos que deseen comprar energía a los países de la OPEP. Resulta también curiosa la coincidencia de que los países que se han salido de los estándares “adecuados” sean Irak y Venezuela. Porque hemos descuidado de nuestra visión global de la crisis a Venezuela, que está viviendo una situación política y social en la que también tiene que ver su condición de exportador de petróleo.

 

La tolerancia de EE.UU. sobre el mantenimiento de los precios del crudo por los países de la OPEP ha obtenido como fruto el reciclaje de los petrodólares que le revierten como activos denominados en dólares. En resumen, el excedente de las cuentas capital financia el déficit comercial estadounidense.

 

Ahora la pregunta es ¿Y si cundiera el ejemplo de Irak? ¿y si los países productores de petróleo cambiaran de divisa? Pues que las naciones consumidoras de petróleo (unas cuantas, incluidos los miembros de la Unión Europea) tendrían que dar salida precipitada a los dólares de las reservas y reemplazarlos por euros, con el consiguiente colapso en los mercados financieros. Estados Unidos arrastraría a Japón, que se ha dado buena prisa en apoyar la campaña militar americana, y el comercio japonés que también influye en el norteamericano barrería igualmente la economía estadounidense.

 

Pensemos también en los intereses de las grandes compañías españolas, francesas, alemanas, británicas, multinacionales, ... que se miden en dólares, la huida de los bancos de los activos en dólares. A finales de los años 90 más de las cuatro quintas partes de las transacciones en moneda extranjera y el 50% de las exportaciones mundiales fueron realizadas en dólares.

 

Serían tan graves las consecuencias en los mercados financieros, que mejor dar una lección a Irak, y a los países exportadores de petróleo un aviso por si se les ocurre salirse de la “corriente dominante”. Y a la opinión pública, un escenario adecuadamente montado para no dejar desnuda tal realidad.

 

         Por supuesto que la guerra es para controlar el petróleo iraquí, pero para recuperar su cotización en dólares. No soy economista y no tengo profundos conocimientos al respecto, pero me causa sonrojo escuchar en algunos medios informativos que, “sorprendemente”, pese al inicio de la guerra, en los mercados financieros el dólar comenzaba a subir y el barril de petróleo bajaba su precio en los primeros momentos. Hay que esperar y ver que pasa si se alarga la campaña bélica. Presumo que es lo deseado. Estados Unidos quiere el control de los campos petrolíferos para incrementar la producción, presionar una baja en la cotización del crudo y conservar las transacciones en dólares, en uno de los grandes exportadores.

 

         Con todo lo expuesto, resultaría ingenuo achacarle todas las culpas a EE.UU., o todo el mérito, porque existen demasiados grupos de poder económico interesados en mantener por ahora el statu quo.

 

         En este soliloquio matutino, después de haberme atiborrado de datos, cifras, mientras desayunaba, se me han suscitado algunas cuestiones:

 

         No es posible que se corra un tupido velo sobre las declaraciones efectuadas por Corea del Norte sobre la utilización y desarrollo de armas nucleares, mientras tocamos a arrebato porque Irak no se desarme. Parece que refuerza la tesis ya expuesta.

 

         Otra notable cuestión es el vaivén de síes y noes en el Consejo de Seguridad, así como la contorsiones políticas de Francia, a las que ya empieza a tenernos acostumbrados. La ONU nutre el 25 % de su presupuesto en dólares estadounidenses y la campaña “Petróleo por comida” tiene un presupuesto de 10 billones de dólares del fondo de reserva de las Naciones Unidas. La negativa de Francia a aceptar una nueva propuesta en el marco del Consejo, fuera de parecer una actitud antibelicista lo que ha hecho es justificar la precipitación de la guerra. Lo cual no sorprende si se cohonesta con las tímidas declaraciones sobre el apoyo a Turquía y a los aliados.

 

         Por otra parte, la actitud de Turquía respecto de la utilización de sus bases por USA puede ser un factor de riesgo controlado. El polvorín del Kurdistán teme más al invasor turco, y un brote de independentismo en la zona norte de Irak podría ser perfectamente atajado por las tropas turcas sin que se le pudiera responsabilizar directamente de ello al ejército americano, que no opera desde este país. Ya hemos tenido algunas declaraciones de "buena voluntad" por parte del Gobierno turco. Si bien los pozos de petróleo más productivos están en esta zona de riesgo, Turquía es un país dependiente de la política económica internacional de Estados Unidos.

 

         Por último, y sobre la actitud de España, resulta curioso que el gobierno español haya tomado esta postura de apoyo abierto a Estados Unidos, cuando podría haber hecho lo mismo sin tanto estruendo. Eramos expertos en “nadar y guardar la ropa”, y se podría haber hecho lo mismo que en 1.991, con la Guerra del Golfo. Esperemos ver cual es la compensación. Los grandes poderes económicos de este país ya la tienen, afianzar sus transacciones y sus activos en el mercado, y del que son deudores los poderes políticos en cierta forma.

 

         Aunque causa desolación examinar los debates parlamentarios acaecidos previamente a la intervención armada. Sobre todo, por la inoperancia de la oposición política al gobierno español. Aparte de latiguillos y eslóganes políticamente correctos, se ha visto poca presión de fondo. Prefiero pensar que por miopía o ingenuidad, porque de otra manera no sería más que un farisaísmo de difícil encaje con la defensa real de los derechos humanos. Abrir los ojos a la sociedad civil no es convocar repetidas marchas en contra de la guerra, aunque también son necesarias, pero es insuficiente. Lo importante es buscar la causa real del problema. Es reivindicar no sólo el sometimiento del poder político al derecho, también se han de denunciar y combatir las conductas arbitrarias de los poderes económicos por la misma vía.

 

         ¿Qué es todo esto? Parece una comedia de enredo, en la que los actores salen y entran en el escenario en un desorden organizado, adecuadamente trazado en el guión. Los tropezones, los chistes y los personajes forman parte de una ordenada confusión que entretiene al espectador. Lo único real son los muertos y la devastación, o los daños colaterales, según la asepsia que uno quiera emplear para tratar el asunto. Además, hay que contar con una serie de factores de riesgo, de “espontáneos” que se incorporan en el escenario. Es un polvorín en el que el equilibrio político se sostiene sobre un débil entramado y en el pueden surgir problemas no previstos en el guión.

 

         Estos pensamientos míos podrían verse como un pesimismo destructivo, pero no es así. Creo que tenemos que empezar a valorar la realidad presente con dureza para hallar una buena respuesta, para hallar la forma de consolidar la Paz y que sea un derecho inalienable de todo Ser  Humano. Si queremos cambiar de verdad la situación actual, si queremos hacer la revolución hacia un nuevo orden mundial, conviene también recordar las palabras de Emmanuel Mounier “la revolución será económica o no será y la revolución será moral o no será revolución”. 

 

 


[1] Zolo, D. “La ciudadanía en una era postcomunista”, La Política, núm. 3, Paidós Ibérica, Barcelona, 1.996, pp. 117-131

 

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