El Tristan de Béroul

El celar y los felones:

"Se ne fust la Deu vigor, destruit fusiez a desanor"


 

En el texto de Thomas Brangien miente a Marc sin demasiados escrúpulos. Le cuenta una historia lo suficientemente turbadora como para adormecer o neutralizar las sospechas hacia los amantes. Es evidente que Tristán e Iseo también mienten. Todos mienten. ¿Todos? En realidad todos los que comparten el punto de vista de los amantes corteses. Así de simple.

 

 

 

Y así de complicado, sobre todo en el texto de Béroul, cuya principal obsesión es dejar patente que pase lo que pase, acuse quien acuse, Tristán e Iseo están plenamente justificados para mentir. Porque si existe algún reproche que no puede hacérsele a Béroul es precisamente el de no defender con vehemencia la "inocencia" de los amantes.

Mucho se ha escrito sobre este problema en particular: la sinceridad de los amantes, su supuesta mala fe en ciertos episodios, la duda sobre si son blasfemos hacia el cielo, si subversivos hacia la sociedad... Tristán e Iseo cometen adulterio, de eso no hay la menor duda. Marc es a la vez el marido engañado y el juez entre cuyas manos está la vida de los amantes. Los consejeros de Marc son los acusadores, los "felones", que representan el otro vértice del triángulo narrativo de Béroul. ¿Cómo combinar estos tres elementos sin dulcificar en exceso las posturas o sin caer de lleno en el fabliau?

Con una habilidad de malabarista, Béroul plantea un arduo problema jurídico y un resbaladizo problema moral. Sin duda en esta época ambas cuestiones no pueden ir separadas. Su obsesión, decíamos, es convencernos de que Tristán e Iseo tienen razón. Su labor consiste en demostrarnos a lo largo de la obra que la postura de los amantes es la justa, la verdadera, la única con la que debemos identificarnos, puesto que las iniciativas de los consejeros representan auténticas felonías.

Y todo ello sin ennegrecer excesivamente la figura de un juez que acabará compartiendo el punto de vista de los amantes. Además, un auténtico as en la manga, un argumento de peso: Dios está con los amantes. ¿Queremos alguna prueba más de que Tristán e Iseo no pueden dejar de tener razón?

Creemos que esta particular visión de las relaciones heterosexuales, basadas en el adulterio, responde plenamente a la opinión que sobre el problema se hacen los trovadores. Nuestra obsesión, nuestra labor, será la de intentar demostrar que Béroul no se equivoca cuando afirma, por ejemplo, que Tristán es trop cortois (v.1243) o que Iseo da claras muestras a su amante de fine amor (v.1694).

 

 

 

No nos fiamos a pies juntillas de estas palabras de Béroul, sólo pretendemos establecer un paralelismo que se descarta con frecuencia sin siquiera plantearse las posibles conexiones con la lírica occitana. Sólo deseamos analizar lo que Béroul dejó por escrito y no emitir juicios sobre lo que Béroul debería haber hecho y no pudo, no supo o no quiso hacer. Que es, por otra parte, lo que hemos visto que se hacía con frecuencia a la hora de analizar la influencia de la cortesía en la otra versión:

"Il semble que Béroul ne s'intéresse pas à la courtoisie sauf quand il ne peut faire autrement, par exemple dans le langage et dans la description des épisodes arthuriens. D'autre part, Béroul ne tient pas compte de la courtoisie parce que son poème ne se prête pas à semblable interprétation et parce qu'il refuse à défigurer la nature de son propre poème ou de son modèle."(1)

 

 

Empecemos por el final. Por desgracia seguimos sin tener ni idea de si Béroul tenía un modelo y de qué naturaleza era. Con mayor motivo no podemos saber si Béroul se negó a desvirtuarlo, a degradarlo o a desfigurarlo. Una postura así no puede ni demostrarse con las pruebas que tenemos en la actualidad, ni invalidarse, es decir, no podemos demostrar que sea falso. Sólo tenemos las pocas briznas que el azar, de nuevo, ha querido transmitirnos en el manuscrito único BN fr. 2171.

A Béroul se le concede normalmente cierta influencia cortés, como dice P. Noble, en algunos elementos, en general "poco significativos", como el lenguaje. Pero todo parece indicar que cuando Béroul deja translucir dicha influencia, lo hace quand il ne peut faire autrement.  No acabamos de estar convencidos de que un autor escriba una obra de tal magnitud en pleno siglo XII sin querer sinceramente escribir lo que escribió, con lo caro que era una actividad parecida.

Sobre todo cuando en general no parece concretarse mucho cuáles son los aspectos que lo apartarían de la cortesía. El argumento que se esgrime aquí no deja de ser tautológico: d'autre part, Béroul ne tient pas compte de la courtoisie parce que son poème ne se prête pas à semblable interprétation. Al parecer, a Béroul no le interesa la cortesía porque su poema no puede ser interpretado desde esa óptica. ¿Porque la trama narrativa contiene elementos que van contra la fin amor?

Como hemos intentado demostrar, la pasión que sortea una situación social como el adulterio y es plenamente satisfactoria para los amantes, que además tienen conciencia de la dignidad de un amor vivido así, representa un tipo de relación perfectamente acorde con la fine amor. Al menos,  el lenguaje utilizado no parece impropio de los trovadores, como decía P. Noble.

 

 

¿Es quizá la violencia, la crudeza con la que Béroul describe ciertas actitudes de los amantes lo que lo haría incompatible con la lírica occitana?

Creemos que éste puede ser precisamente el argumento de fondo que permite desvincular al autor normando de cualquier influencia cortés coetánea. Sondeemos pues a los trovadores para averiguar si la postura que adoptan ante los lauzengiers, nuestros felones, ante el marido de la amada o ante Dios, difiere tanto de la que Béroul plasma en su versión común.

 

 

 

No es ningún secreto que los delatores de los amantes corteses representan una verdadera amenaza según los trovadores. Una amenaza de la que no se pueden desvincular fácilmente porque ambos grupos, los amantes y los lauzengiers comparten el mismo espacio vital de la corte. Los unos ocultan su pasión ante las miradas indiscretas, los otros se esfuerzan por agudizar esas miradas y denunciar ante el marido cualquier intimidad sospechosa. Es un círculo cerrado. Lo uno no va sin lo otro, como dice bastante resignado Peire Vidal:

Plus que non pot ses aigua viure•l peis,

non pot esser ses lauzaengiers domneis,

per qu'amador compron trop car lur joc.

[Más que sin agua no puede vivir el pez, no puede existir galantería sin maldicientes; por ello los enamorados compran su juego demasiado caro.](2)

Demasiado caro. Sería muy inocente preguntar a qué se arriesgan los amantes corteses. Pero ¿qué actitud toman ellos frente a estos delatores del placer ajeno? ¿Se arriesgan a ver deteriorada su relación ante tal obstáculo? ¿El miedo a ser descubiertos modifica de alguna manera su primordial objeto de deseo? Aquí todos los trovadores coinciden en contra de tales personajes. El problema moral no se plantea de otro modo: los lauzengiers son unos maldicentes traidores por el mero hecho de querer denunciar un amor cortés.

En función del origen de sus iniciativas se les puede pues calificar de anti-corteses. Pase lo que pase, digan lo que digan, los lauzengiers reciben mayores improperios que los vulgares vilains. Es más, todos son conscientes de que el verdadero amor no decrece ni se detiene ante un obstáculo parecido. No es extraño pensar que aquí el Arte de Amar ejerciera también su influencia. Al menos, de acuerdo con la máxima ovidiana "el que ama no debe tener miedo del enemigo"(3), Gaucelm Faidit avisa, no sólo a los delatores que le incumben a él, sino a los lauzengiers en general:

Aquist gilos ab cui ara pres baralha

s'ilh son malvat e descauzit, no•m cal;

mai peza•m fort quar cujon qu'Amors falha

per lur enuegz. E pus so no lur val,

laissesson s'en e que pessesson d'al!

Que ja non er, per la lur devinalha

bona domna lais son amic coral.

[No me importa que estos celosos con quienes ahora he emprendido pelea sean malvados e ingratos; pero mucho me pesa cuando se figuran que Amor fracasa a causa de sus impertinencias. Y pues esto no les sirve, absténganse y preocúpense de otra cosa. Jamás ocurrirá que, por sus maquinaciones, una hermosa dama deje a su cordial amigo.](4)

 

 

 

Claro que ante la perspectiva, más de uno calibra el peligro que corre. El amante no debe ser irresponsable, el enemigo puede ejercer un poder, o disponer de una información muy comprometedora según en qué momentos haya podido desplegar sus antenas escrutadoras. Bernart de Ventadorn no duda sin embargo cuál será el final, quién ganará esta partida tan particular:

 

 

Si no fos gens vilana

e lauzenger savai

eu agr'amor certana;

mas so en raire•m trai.

De solatz m'es umana

can locs es ni s'eschai,

per qu'eu sai c'a sotzmana

n'aurai encara mai,

c'astrucs sojorn'e jai

e malastrucs s'afana.

[Si no fuera por la gente villana y los viles maldicientes, tendría amor seguro; pero eso me detiene. En el trato se muestra clemente conmigo cuando ha lugar y ocasión, por eso sé que bajo mano obtendré más todavía, porque el afortunado yace y goza y el infortunado se afana.](5)

Sotzmana. Bernart sabe que el juego es clandestino por naturaleza. El peligro que se corre es evidentemente que  se haga público lo que no debería serlo. El celar impone pues a los amantes unas conductas muy determinadas que varían en función de la agresividad del enemigo. Esto es una guerra, no se puede ir con contemplaciones y los medios a emplear no pueden ser de menor calibre que los del que ataca primero.

En realidad se trata muchas veces de una táctica defensiva. Hay que impedir que la información salga del estrecho círculo de los amantes corteses. Ahora bien, las conductas defensivas se pueden relevar inoperantes si se menosprecia al contrario, o uno se confía demasiado. Ante los lauzengiers caben pues todo tipo de armas. Y estas serán corteses, porque el objetivo es salvaguardar un amor cortés que debe ser ocultado. Raimon de Miraval no puede plasmar mejor el soberano menosprecio con que trata él a los maldicientes, ni la superioridad moral a la que cree tener perfecto derecho:

Si•m fas ieu qu'als pus falhitz

son de belh captenemen

e•n parl'essenhadamen

ab mos enemix mortals,

qu'a penas conoisso quals

de lor en tenc per pejors;

e non es tan greus dolors

a drut, ni pus durs afans

d'onrar lauzengiers truans.

[Procedo de tal modo que soy de buena condición con los más equivocados y hablo educadamente con mis enemigos mortales, de modo que apenas conocen a cuáles de ellos tengo por peores; y para un amante no existe dolor tan agudo ni más duro que honrar a truhanes maldicientes.](6)

 

 

La palabra es un arma poderosa. La de los lauzengiers que acechan y denuncian un comportamiento, es peligrosa.

Pero los amantes también saben de retórica y confundirlos depende en gran manera de cómo se manipule el lenguaje para hacerles entender lo contrario de lo que es, y velar la realidad bajo falsas apariencias.

 

 

 

El amante tiene pues todo el interés en hacer ver que las iniciativas de los delatores son anti-corteses por naturaleza, una verdadera traición, mientras que su pasión, también por naturaleza,  le justifica plenamente para ocultarse, disimularse y apartarse de las miradas inoportunas. Es lo que Cercamon aconseja a su enamorada:

Nos no•ls podem castiar ni cobrir;

tollam nos d'elhs e Dieus acosselh nos!

qu'us joys d'amor me reverdis e•m pays,

e puesc jurar qu'anc ta bella no fos:

petit la vey, mas per ella suy gays

e jauzions, e Dieus m'en do jauzir. (...)

q'anc bon'amors non galiet ni trais,

anz dona joi als arditz amoros.

[No podemos corregirlos ni disimularlos; ¡zafémonos de ellos, y que Dios nos aconseje! Un gozo de amor me remoza y me nutre, y puedo jurar que nunca existió dama tan hermosa. Poco la veo, pero ella me hace estar alegre y contento, y ¡Dios me la deje gozar! (...) pues el buen amor nunca burló ni traicionó, sino que da alegría a los enamorados osados.](7)

Si no se les puede vencer... hay que apartarse de ellos y vivir clandestinamente el amor. Por eso es tan importante ampararse entre las ramas en un jardín o protegerse con los muros de las habitaciones íntimas de la dama. Con su natural apasionamiento, Bernart de Ventadorn, se impacienta ante la labor de zapa de los delatores. Llega un momento en que el amante toma la iniciativa y se arriesga.

El enamorado necesita el contacto, la comunicación con la dama. Si los delatores acechan, habrá que ir pensando en métodos más hábiles, más osados, más arditz, como decía Cercamón. Ante una presencia numerosa de cortesanos, entre cuyas filas se ocultan los delatores, también es posible establecer esa comunicación, sólo hace falta valor para llevarlo a cabo. Y de valor no carecen precisamente los amantes corteses:

S'eu sabes la gen enchantar, mei enemic foran efan,

qua ja us no saubra triar

ni dir re que•ns tornes a dan.

Adoncs sai eu que vira la gensor

e sos bels olhs e sa frescha color,

e baizera•lh la bocha en toz sens,

si que d'un mes i paregra lo sens.

Be la volgra sola trobar,

que dormis, o•n fezes semblan,

per qu'e•lh embles un doutz baizar,

pus no valh tan qu'eu lo•lh deman.

Per Deu, domna, pauc esplecham d'amor!

vai s'en lo tems, e perdem lo melhor!

parlar degram ab cubertz entresens,

e, pus no•ns val arditz, valgues nos gens!

[Si yo supiese hechizar a la gente, mis enemigos serían niños, porque ni a uno de ellos se le ocurriría ni diría nada que se nos volviese en daño. Entonces sé que vería a la más gentil y sus bellos ojos y su fresco color, y le besaría la boca en todos los sentidos, tanto que durante un mes se le notaría la señal. Bien quisiera encontrarla sola, que durmiese o que lo hiciese ver, para robarle un dulce beso, ya que no valgo para pedírselo. ¡Por Dios, señora, qué poco nos aprovechamos del amor! ¡El tiempo corre y perdemos lo mejor! Tendríamos que hablarnos por señas convenidas, y ya que no nos vale el atrevimiento, que nos valiera nuestra astucia.](8)

 

 

 

La astucia. Ya hemos llegado al punto clave. Astucia es precisamente un rasgo del que no carecen ni Tristán ni Iseo en la obra de Béroul. También ellos se muestran hábiles retóricos para desenmascarar las oscuras intenciones de los felones.

También ellos se hablan por señas convenidas(9). Y sobre todo, hacen gala de un sorprendente dominio de las más diversas tretas, artimañas y toda clase de astucias imaginables.

 

 

Hablaremos de nuevo del filtro por lo que respecta a este asunto. Los amantes han bebido un filtro pero jamás lo confiesan en público. No ha dejado de sorprender esta actitud tan firme, ya que se dice que el filtro sólo sirve en Béroul para delimitar la causa material de la pasión y para hacerles irresponsables respecto a su pasión "culpable". Si se sintieran irresponsables, podrían desvelar la causa de la coerción que les obliga a amarse a pesar suyo:

"Mais alors, comment se peut-il que l'excuse du philtre ne soit pas invoquée au moment où, pour sauver leur tête, tout invite Tristan et Iseut à la crier? Pris sur le fait et voués au bûcher, ils affirment pourtant leur innocence, nient leur faute et réclament justice- avec un apparent cynisme qui peut tout au plus exaspérer l'indignation de Marc. N'est-ce pas étrange? (...) Pourquoi surtout, au sortir de la forêt, enfin délivrés des influences maléfiques du vin herbé et maîtres d'eux-mêmes désormais, Tristan et Iseut cèdent-ils si vite à l'appel d'une passion renaissante, que rien, maintenant, n'explique et ne justifie plus? Singulière logique, assurément, que celle de Béroul."(10)

Llama la atención, es cierto. Pero no nos parece tan extraña ni tan exclusiva de Béroul, sino bastante cercana a la fin'amors. ¿Por qué los amantes nunca confiesan en público haber bebido el filtro? Se nos ocurren al menos dos hipótesis que no son excluyentes. Béroul partía de un modelo de éxito, es decir, de una obra con una estructura ya conocida por su público y que no quiso modificar. Béroul, fuera cual fuera el modelo, si existía éste, tuvo gran cuidado en que el secreto del filtro no fuera desvelado en público por ningún personaje.

En ambos casos llegamos a la misma solución: desvelar el secreto estaba terminantemente descartado. Contar a Marc o sus consejeros la historia del bebedizo puede que no hubiera sido tan descabellado, quizá un poco arriesgado, pero factible: Béroul, como Thomas, utiliza hábilmente los golpes de efecto. Justo cuando va a ser entregada a la hoguera, Iseo, en su desesperación, se dirige a su marido y exclama: "No sabéis la razón, no somos responsables; la culpa la tiene el filtro que bebimos sin querer." Silencio. Sorpresa. Estupor. ¿Qué hará Marc? ¿Y los felones? Como golpe de efecto no estaría mal. Pero Béroul no lo hizo.

 

Los amantes negarán siempre el adulterio, o lo que es lo mismo, ocultarán la existencia del filtro. Negarán la más mínima posibilidad de que se interprete "mal" su conducta en la sociedad. De ahí, como señala Alicia Yllera, el curioso empleo del término "amor" en el texto de Béroul:

"La situación paradójica consiste en que, al referirse los amantes a la realidad de su amor (en general para negarlo ante otros personajes), emplean sintagmas reprobatorios como «fol'amor, amor vilaine, amor... por desonor», etc."(11)

 

 

 

Si Béroul no pensó en Ovidio, su actitud responde fielmente a la fórmula Si llegan a descubrirse algunas de las aventuras que habías mantenido en secreto, tú, aunque se descubran, niégalas una y otra vez a pesar de todo. No debes entonces mostrarte sumiso ni más amable que de costumbre: eso es señal de conciencia culpable(12). Y los amantes no parecen sentirse muy culpables ante los que les acusan.

De hecho, Tristán e Iseo no se sienten culpables de nada, aunque, como veremos, eso no significa que eventualmente no les asalten dudas. Ahora bien, que les remuerda la conciencia por mentir, por engañar, por falsear la realidad, eso, el texto de Béroul no parece confirmarlo. Más bien lo contrario. Sería difícil negar que los amantes disfrutan manipulando las apariencias, desde el principio hasta el final de la obra, desde la escena del pino hasta la del juramento ambiguo.

De ahí a calificarlos de cínicos, como hacía Le Gentil, hay un paso que no queremos dar. Que los juzguen los felones, nosotros ya hemos caído en la trampa de Béroul y sólo nos podemos identificar con los amantes. Intentamos explicar su conducta y la fe ciega que el narrador tiene en sus héroes. No se sienten culpables. Engañan y mienten pero no se sienten culpables. Y es que la mentira, como ocurre en los trovadores, no tiene por qué ser moralmente recriminable. Todo parece depender de por qué se miente, a quién se miente y, si la razón es proteger una pasión cortés, mentir resulta juicioso. El alegato de Bernart de Ventadorn es firme a este respecto:

 

D'una re m'aonda mos sens:

c'anc nulhs om mo joi no•m esnquis,

qu'eu volonters no l'en mentis;

car no•m par bos essenhamens,

ans es foli'et efansa,

qui d'amor a benanansa

ni•n vol so cor ad autre descobrir,

si no l'en pot o valer o servir.

Non es enois ni falhimens

ni vilania, so m'es vis,

mas d'ome, can se fai devis

d'autrui amor ni conoissens.

Enoyos! e que•us enensa

si•m faitz enoi ni pesansa?

Chascus se vol de so mestier formir;

me confondetz, e vos no•n vei jauzir.

Ben estai a domn'ardimens

entr'avols gens e mals vezis;

e s'arditz cors no l'afortis,

greu pot esser pros ni valens;

per qu'eu prec, n'aya membransa

la bel', en cui ai fiansa,

que no•s chamje per paraulas ni•s vir,

qu'enemics c'ai, fatz d'enveja morir.

[En una cosa me ayuda mi juicio: que nunca nadie me preguntó por mi alegría sin que yo le mintiese a sabiendas; pues no me parece sensatez, sino locura y niñería, si alguien disfruta de la felicidad del amor y quiere descubrir su corazón a otro si éste no lo puede ayudar o servir. No hay molestia ni falta, ni villanía, así me lo parece, como la de aquel que se hace espía y conocedor de amor ajeno. ¡Fastidiosos! ¿Y qué os aprovecha si me causáis molestia y pesadumbre? Cada cual quiere satisfacerse en su menester; me confundís y a vos no os veo disfrutar con ello. Bien está en una dama la audacia entre vil gente y malos vecinos; y si audaz corazón no la fortalece, difícilmente puede ser digna y valiosa; por lo que ruego a la bella, en quien tengo confianza, que se acuerde de ello; que ni se cambie por palabras ni mude, porque a los enemigos que tengo hago morir de envidia.](13)  

 

 

Repasemos un poco las palabras de Bernart porque son una especie de decálogo de lo que debe hacer el buen amante cortés en esta circunstancia. Mentir a sabiendas es necesario porque lo contrario sería una locura y una insensatez (foli'et efansa).

 

 

 

De hecho, sólo se puede revelar el secreto a alguien que te pueda ayudar en tu empresa amorosa. En Béroul, los amantes tienen ciertos ayudantes como Brangien y Governal, los sirvientes más allegados; el eremita Ogrín, Dinas o el propio rey Arturo, fieles amigos incapaces de desvelar el adulterio, y todos ellos son cómplices que ayudarán a la pareja en un momento u otro del relato.

 

Bernart asegura también que la valía de la dama dependerá de si es lo suficientemente audaz como para descartar cualquier iniciativa que venga de los enemics. Y aquí viene el alegato contra los que ven y hablan más de la cuenta: no sólo perturban la seguridad de los enamorados, sino que no sacan ningún provecho de sus delaciones. Actúan por envidia. ¡Ay! qué poco cortés es la envidia. También los felones de Béroul se mueven por motivaciones oscuras.

De tanto repetirlo, Tristán conseguirá que Marc vea detrás de la insistencia de los consejeros el deseo que tienen de apartarlo de la corte ¿Pero por qué motivo? En realidad le deben la vida al sobrino del rey: sólo él se atrevió a batirse con el Morholt, mientras los felones se escabullían acobardados (otra conducta sospechosa). Además se trata del único varón del linaje del rey y un posible heredero a la corona. Para Tristán los móviles no pueden ser más siniestros:

...Qu'il n'en creüst pas losangier

Moi desor lui a esloignier.

Li fel covert Corneualeis

Or en sont lié et font gabois.

Or voi je bien, si con je quit,

Qu'il ne voudroient quë o lui

Eüst home de son linage. (...)

Deceü l'ont, gote ne voit.

Mot les vi ja taisant et muz,

Qant li Morholt fu ça venuz,

Ou nen i out uns d'eus tot sos

Qui osast prendre ses adous. (v. 98-117)

El planteamiento adquiere una formulación categórica, de necesidad. No puede ser de otro modo: si encubren tal desvergüenza, sean cuales fueran sus acusaciones, una persona que se precie no debe prestarles oídos. Los felones mienten. Simple, pero aplastante como razonamiento, sobre todo para un personaje, como el de Marc que desea ser convencido.

 

 

 

Béroul pág.1

(aquí)

Béroul pág.2

Béroul pág.3
Béroul pág.4
Béroul pág.5
Béroul pág.6

 

Notas

(1) Noble, Peter, "L'influence de la courtoisie sur le Tristan de Béroul", en Le Moyen Age 75, 1969, p.477

(2) Riquer, op.cit., p. 889, VII

(3) Arte de Amar, I, v. 751. También advierte sobre la necesidad de guardar el secreto amoroso en el Arte de Amar, II, v.601-641

(4) Riquer, op.cit., p.769, VI

(5) Riquer, op.cit., p.390, V

(6) Riquer, op.cit., p. 993, V

(7) Riquer, op.cit., p. 231-232, v.37-42, 55-56

(8) Riquer, op.cit., p. 413-414, V, VI

(9) Ovidio desarrolla ampliamente el código gestual que deben observar los amantes en público, por ejemplo, en Amores, I, 4

(10) Le Gentil, P. "La légende de Tristan..." p.112-113

(11) Yllera, A., "Amour, amistié en las novelas de Tristan en verso. Un aspecto del vocabulario afectivo de Béroul y Thomas", en Filología Moderna nº63-64, 1978, vol. 18, p. 277

(12) Arte de amar, II, v. 409-413

(13)Riquer, op.cit., p. 393, III, IV, V

 

 
 

 

 

 

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