El espíritu de las cruzadas en la lírica occitana.
El ciclo de sirventeses de 1285

 

 

 

 

Dentro del género occitano del sirventés existe un ciclo de poesías que merece ser tenido especialmente en cuenta, quizá porque en él se observa con toda precisión el valor del sirventés como arma política...

Nos referimos al ciclo de sirventeses de 1285.

Instumento de propaganda, el sirventés es evidentemente partidista. De hecho, se lo ha comparado, salvando todas las distancias, con las modernas campañas de prensa, ya que en ambos casos se pretende defender una postura, atacando la contraria e intentando atraer partidarios a la causa (Riquer, 1989: 56).

Son famosos, por ejemplo, los sirventeses que generó la llamada guerra de los albigenses, en defensa de las tierras occitanas, contra Francia y la Iglesia.


En este caso los bandos enfrentados ya no son los franceses contra los occitanos, sino los franceses contra los catalanes, aunque como veremos ambos hechos históricos tienen evidentes puntos en común. No es de extrañar, entre otras cosas, porque a ambas contiendas el Papa les otorgó la categoría de “cruzada”.

El término dejaba de aplicarse únicamente al combate contra del Islam, pero contenía las mismas promesas de beneficios espirituales para los que sirvieran de brazo armado en una guerra feroz de cristianos... contra cristianos.

 

 

Nuestras poesías (letra y música) atravesaron por lo menos tres veces la línea del frente que separaba a los dos ejércitos y obtuvieron la respuesta en el bando contrario, siguiendo, como era obligado en estos debates, el estrofismo, la métrica y las rimas del primer trovador. Y naturalmente, la música, que se ha perdido.

 

 

 

 


Las circunstancias que dan lugar a este intercambio, a esta dura batalla poética, marcan un momento dramático y decisivo para Catalunya. En la primavera de 1285, el hijo de Jaume I, Pere el Gran, se dirige al Rosellón, tierra de su hermano, Jaume II de Mallorca, al enterarse de que éste se ha confabulado con el rey de Francia, Felipe III el Atrevido, lo que desencadena la guerra entre Francia y la Corona de Aragón, a la que el Papa, como hemos dicho, no duda en otorgar la categoria de “cruzada”.


El motivo que inicia este curioso intercambio de propaganda politico-religiosa es un sirventés del trovador afrancesado Bernart d’Auriac en el que, ante la inminente invasión de Cataluña, anima a los “cruzados” franceses con abundantes metáforas heráldicas sobre las flores de lis y deseando que pronto se oigan por estas tierras oïl y nenil (adverbios de negación franceses), en vez de oc y no, todo lo cual, es cierto, resulta chocante por estar escrito precisamente en occitano y por un languedociano:

 

Nuestro rey (para él, su rey es Felipe III de Francia), que es de honor sin par, quiere desplegar su gonfanón, por lo que veremos las flores avanzar por tierra y por mar; y me parece bien, porque ahora sabrán los aragoneses quiénes son los franceses, y los catalanes, avaramente corteses, verán flores, flores de honrada semilla, y oirán decir por Aragón oil nenil en lugar de oc y no. (Riquer, 1989: 1595-1596)

 

 

Nostre reys, qu’es d’onor ses par,/ vol desplegar/son gonfano,/don veyrem per terra e per mar/las flors anar;/et sap mi bo,/qu’aras sabran aragones/qui son frances,/e.ls catalas estregz cortes/veyran las flors, flors d’onrada semensa,/et auziran dire per Arago/oil nenil en luec d’oc e de no.

 

 

 

 

Esta firme voluntad de inmersión lingüística en boca de un occitano, recuerda los peores momentos de la cruzada contra los albigenses. Cuando los propios trovadores censuran a aquellos occitanos que aceptan resignadamente ver destrozado su primitivo hogar. Aquellos compatriotas que estan empezando a admitir la posibilidad de afrancesarse, como señala Bernart Sicart de Maruèjols en una conocida y dolorosa composición que alude a la avaricia y sed de botín de los del norte:

 

 

 

Durante todo el día me irrito y tengo irritación, y por la noche suspiro velando y durmiendo. Dondequiera que me vuelva oigo que la gente cortés llama "Sire" humildemente al francés. Los franceses son generosos a condición de ver víveres, pues no veo -que tengan- otro derecho. ¡Ay, Tolosa y Provenza y la tierra de Agensa, y Besiers y Carcasés, cómo os vi y como os veo! (Riquer, 1989: 1204)

 

Tot jorn m'azire/et ai aziramen,/la nueg sospire/e velhan e dormen./aug la corteza gen/que cridon "Cire"/al frances humilmen./Merce an li francey,/ab que vejo.l conrey,/que autre dreg no.y vey./Ai, Tolosa e Proensa/e la terra d'Agensa,/Bezers e Carcassey,/quo vos vi e quo.us vey!



“No veo que tengan otro derecho”. Es un argumento que observamos repetido en nuestro caso: los catalanes siempre aluden al derecho que les ampara, frente a lo que a su entender representa pura codicia de los franceses, que a su vez no tienen más argumento que el de considerar heréticos, como veremos, a todos los catalanes.

Y entre medias, personajes que se ven más o menos favorecidos por la pugna entre estos dos reinos, como el conde Roger Bernat de Foix, otro de los autores que aparece en nuestro ciclo, y que opta por los franceses en contra del rey de Aragón. Y su oposición al rey venía de lejos.


Declarado en rebeldía, encarcelado, se había comprometido a ceder al rey Pere el vizcondado de Castellbó para salir de prisión. El rey aceptó. Pero el conde incumplió su palabra esgrimiendo un argumento que sin duda le era útil: antes de declarar la “cruzada” contra Catalunya, el rey había sido excomulgado por el Papa y, naturalmente, indujo a los habitantes del vizcondado a no acatar la cesión.

 

 

Esta influencia decisiva de la Iglesia de Roma sobre los asuntos políticos de la época pesa como una losa cuando los autores del bando francés avanzan los argumentos que les justifican. Y ello desde el primer sirventés que inicia el ciclo. Así se expresa Bernart d’Auriac:

 

 

Y si alguien quiere segar y romper las flores, bien me parece que no sabe quiénes son los jardineros que para guardar(las) hacen reunir a tantos ricos barones; pues los jardineros son tres, tales que cada uno de ellos es rey más rico que el barcelonés, y con ellos están Dios, la fe y la creencia. Así pues, cuando estén más allá del monte Canigó, que no dejen (en pie) torre, palacio ni casa. (Riquer, 1989:1595.)

E qui vol cuhir ni trencar/las flors, be.m par/no sap quals so/li ortola que per gardar/fan ajustar/tan ric baro;/que li ortola son tals tres/que quascus es/reys plus ricx que.l barsalones,/e Dieus e fes es ab lor e crezenza;/donc, quan seran outra mon Canego,/no.y laisson tor ni palays ni maizo.



Los tres jardineros: Felipe III de Francia y sus dos hijos, Felipe, rey consorte de Navarra, y Carlos de Valois (presunto rey de Aragón). No hay duda de que el ejército invasor aparece como más poderoso. Quizá sea por la ayuda que en todo este proceso presta la iglesia romana, una ayuda que se convierte en verdadera munición bélica: con los franceses están “Dios, la fe y la creencia”. Con los catalanes no...


 

No son pocos los trovadores que han denunciado esta manipulación ideológica por parte del papado que, a fin de cuentas, está abocando a una carnicería absurda: en nombre de la fe cristiana se están cometiendo toda serie de tropelías sin justificación alguna. En nombre de la fe se está atacando a cristianos indiscriminadamente. (cronica de un conflicto medieval)

 

 

Es evidente que se puede rastrear en la producción trovadoresca un marcado sentimiento anti-clerical. Aunque, como señala acertadamente M. de Riquer, anticlericalismo no signifique irreligiosidad. Hablamos siempre de cristianos que escriben para gentes cristianas.

 

Y mientras los unos intentan discriminar las acusaciones, los otros se parapetan en la sentencia que ya ha dictado la autoridad eclesiástica. Así de contundente acaba el primer sirventés contra los catalanes:

Catalanes, no os desagrade si el rey francés os va a ver con hermoso arnés, pues quiere enterarse de vuestro comportamiento y absolveros con lanza y con bordón, pues hace tiempo que permanecéis en excomunión. (Riquer, 1989: 1595)
Catala, no.us desplassa ges/si.l reys frances/vos vai vezer ab bels arnes,/qu’apenre vol de vostra captenensa,/et absolver ad lansa et ab bordo,/quar trop estaiz en l’escominio.



Bordo tiene dos sentidos: “bordón de peregrino” y “bohordo”, lanza arrojadiza.” En todo caso queda clara la alusión al carácter de cruzada.


Pero quizás el texto más violento sea el del trovador anónimo que cierra el ciclo de sirveteses y en el que se pone de manifiesto la contundente labor de “limpieza” evangélica del bando cruzado:

 

Los franceses, que en valor no tienen par, deben forzar, junto con los borgoñones, a que los patarinos vayan a Roma; y los que se acojan a Aragón serán llevados presos al gran fuego, como es justo, y aventadas sus cenizas; y cuando estén bajo vuestra obediencia tendrán tal fin que (sus cuerpos) se encaminarán al mar por la playa, así como el alma a la perdición. (Riquer, 1989:1599-1600)

 

Frances, que de cor non a par/devon forzar/e borgoingnon,/los patarins a Rom’anar,/e qui clamar/s’an d’Aragon/al gran foc seran menat pres,/com rason es,/e gitad’al ven lor cenes;/e quan seran de vostr’obediensa/faran tal fin qu’al mar per lo sablon/s’aviaran, com l’arma a perdison.

 

 

En esta época de convulsiones espirituales el término patarinos es aplicado a cátaros, heterodoxos, disidentes y herejes varios. En especial a los valdenses, miembros de un intento de reforma eclesiástica mucho más acorde con el mensaje evangélico preconizado.

 


El anónimo autor de estos versos considera pues herejes al rey En Pere y a sus súbditos, que era una de las razones esgrimidas para considerar una “cruzada” la invasión de Cataluña por los franceses.

En una interpolación de la crónica de Desclot se dice que las tropas del rey de Francia, al iniciar la invasión de Cataluña,

“destrouhien e guastaven tota la terra a massaren foch a esgleyes e les enderrocaven; e prenien les ymages de Santa Maria e dels cruciffixes e trencaven-les, e dehien que allò éran ymatges de patarins e desonraven-les molt”. (Riquer, 1989: 1599)


Desde el otro bando, y desde hace mucho tiempo, son numerosos los autores occitanos que advierten de la ficción que las autoridades eclesiásticas crean en sus vecinos del norte. Les han prometido perdón e indulgencias, como si se tratara de ir a combatir en Tierra Santa.

Roma aprovecha pues las ambiciones de los guerreros del norte para controlar mejor una política que se le va de las manos. Y es evidente que las promesas de salvación eterna son una buena coartada para la mala conciencia que pudieran experimentar los franceses.

 

Mala conciencia a la que aluden los trovadores y que es el reflejo de una situación crítica: la Iglesia romana se ha erigido en el único poder que puede decidir quien tiene derecho a sobrevivir en este mundo cristiano. Así se expresa Pons de Capduelh en un sirventés dirigido a Pere II, padre de Jaume I, justo antes del desastre de Muret:

 

 

Conozco a alguno de ellos que prefieren desheredar a los cristianos que a los traidores sarracenos, y si les habláis de ello, dirán que sois pecador. Los que se hacen predicadores de los demás deberían predicarse igualmente -a sí mismos, pero la codicia quita el juicio al clero. (Riquer, 1989: 1268)

...qu'ie.n sai de tals c'amon deseiretar/mais cresteans que sarrazins fellos;/e, s'en parlatz, diran vos qu'estz pechaire;/e sel que.s fai dels autres predicaire/deuria se predicar eissamen,/mas cobeitatz tol a clerzial sen.



A la sed de riquezas, a la codicia también aludirá el segundo de los contendientes del ciclo. Ni más ni menos que el propio rey Pere el Gran, II como conde de Barcelona y III como rey de Aragón, nacido en Valencia en 1240 y muerto muy poco después de los hechos que aquí comentamos.


Tenemos bien documentados sus movimientos en fechas tan cruciales: las órdenes cursadas a los caballeros de Cataluña para que acudieran a oponerse a la invasión, la defensa del Coll de Panissars o de Girona, su requerimiento a los campesinos del Vallés y del Llobregat para que envíen trigo a Barcelona, en previsión de un posible cerco de la ciudad...

Y lo cierto es que las medidas estaban más que justificadas. Mientras recorría el Ampurdán y dirigía la defensa de las plazas, entre el 8 y 9 de junio el ejército francés atravesaba los Pirineos, y, en combinación con fuerzas navales, ocupaba una zona entre Peralada y la costa.

El 24 de junio los franceses entraban el Llers, y allí era coronado como rey de Aragón Carlos de Valois, hijo de Felipe III de Francia y de Isabel de Aragón, hermana de Pere el Gran. Como es habitual en la época, al problema religioso-político se le suma la cuestión familiar.

 

 

Este sobrino francés de Pere el Gran aparece como Carlos de Valois “roy d’Aragon” en un jeu-parti escrito hacia 1294, cuando el príncipe francés aún seguía intitulándose de ese modo (Riquer, 1989: 1591).

 


A él se dirige pues el rey En Pere siguiendo con la metáfora de las flores de lis y realizando hábiles juegos de palabras que eran evidentes para su auditorio:

 

 

Y mi sobrino, que suele llevar flores, quiere cambiar su enseña, lo que no me parece bien, y oímos contar que se hace llamar rey de Aragón; pero, plazca o pese a quienquiera, mis jaqueses se mezclarán con sus torneses, y plazca a Dios que venza el que tiene mejor derecho, porque yo jamás, por frasco de bretón, dejaré la enseña del palo (Riquer, 1989: 1596-1597).

 

 


E mos neps, que sol flors portar,/vol cambiar,/don no.m sap bo,/son senhal, et auzem contar/que.s fai nomnar/rey d’Arago;/mas, cuy que plass’o cuy que pes, los mieus jaques/si mesclaran ab sis tornes,/e plass’a Dieu que.l plus dreyturiers vensa,/qu’ieu ja nulh temps per bocelh de breto/no layssarai lo senhal del basto.

 


La moneda jaquesa era muy corriente en la Corona de Aragón, y la tornesa, en Francia. El basto, el palo al que alude el rey catalán, es el bastón heráldico de las armas de los condes de Barcelona, vulgarmente llamados barras.

 

 

A ellas opone el rey el “frasco del bretón”, que es una expresión difícil de traducir. Pero son numerosas las alusiones que realizan los trovadores a la “esperanza bretona” según la cual, el rey Arturo, aún vivo en la isla de Avalón, volvería para reinar sobre su pueblo. Podría ser un detalle burlón hacia su sobrino que espera en vano ser el verdadero rey de los catalanes...

 


Pero el término más interesante es el del “frasco” (jamás, por frasco de bretón, dejaré la enseña del palo). Bocell, en catalán medieval significa “botellita”; en provenzal bosel. Desclot, al narrar la retirada de los franceses por el Coll de Panissars, dice:

“E puys prenien de la terra del peu de la muntanya, e portaven-se’n hun bocet ple e tenien lur carrera; e dehían que.l perdó havían guanyat”. (Riquer, 1989: 1596-1597)


Con la conciencia tranquila, y a pesar de ser derrotados por los catalanes en octubre del mismo año, los franceses volverán a casa convencidos de haber participado en una guerra santa. En nuestro ciclo de sirventeses, es notable la diferencia de tono que emplean los de un bando y los del otro. Como muestra, la última estrofa que cierra la serie de poesías:

Veremos colgar a los de Aragón, y no podrán eludir más la justicia, y veremos atar a su rey y ahorcarlo como ladrón, y no será el primero en ser puesto (en la horca)..... los perseguirán para destruir su semilla, y luego veremos a todos los de su casa y de su linaje morir en prisión. (Riquer, 1989:.1599-1600)

 

Los d’Aragon veirem penjar,/ni plus scampar/pouran raison,/e.l sieu seignor veirem ligar/et aforcar/coma lairon;/non i sera lo premier mes/........../los cassaran per aver soa semenza,/e pois veirem cascun de soa maison/e de son linh morir en la preison.

 


Desde el otro lado el tono es sensiblemente diferente, no sólo cuando habla el rey, sino cuando responde defendiéndolo Pere Salvatge. Éste es el último de los contendientes poéticos que nos faltaba por presentar.

Se trata de un trovador estrechamente relacionado con la corte, sobre el que hay importante documentación, y cuyo apelativo de Salvatge lo relaciona con los “caballeros salvajes”, correos reales y personas que divertían a la corte.

 

 

El 13 de julio de 1285, cuando los franceses ya han coronado a su rey de Aragón, el rey En Pere, en lo que hoy llamaríamos una movilización general, dispone que diversos caballeros y Pere Salvatge se reúnan en un lugar que ya se les indicará a fin de hacer daño al enemigo (“ad inferendum malum inimicis”). El daño que Pere Salvatge tenía que infligir al enemigo, como sabemos, no tenía que ser hecho con armas bélicas sino poéticas.

 

 

 



Veamos pues cómo contesta él al sirventés de los afrancesados y a las protestas de Pere el Gran:

 

Señor, rey que parece enamorado no debe estar con voluntad irritada contra las flores, sino que debe calcular cómo podría arreglarse para segar las flores, prestigiosamente, en el mes del verano, cuando las flores nacen más abundantes, y que los segadores sean de tal valor que en monte ni en llano, en tierra ni en bosque, dejen una sola flor de aquí hasta Montboló. (Riquer, 1989: 1597-1598)

 

Senher, reys qu’enamoratz par/no deu estar/ab cor felo/contra flors, ans deu arbirar/cum puesca far/ab bon resso/culhir las flors en aissel mes/on l’estius es/e las flors naysson plus espes,/e.lhs culhidors sian d’aital valensa/qu’en pueg ni en pla, en serra ni.n boysso/no laisson flor de sai Monbaulo.



Aquí se trata de anticipar un escenario de batalla en condiciones que son presentadas como leales. El tono épico es visible, como exige el género propagandístico del sirventés, pero no se observa el mismo espíritu belicoso-inquisitorial de los versos anteriores.


Mientras que del lado francés la guera santa aparece pues como la mejor justificación, del lado catalán se alude al derecho y se denuncia la manipulación papal que acusa de herejía a todo el que no se pliegue a sus objetivos.

 

 

 

 

Todo ello en el marco de un conflicto en el que los catalanes, por sus intensas relaciones con los occitanos, se enfrentan a la ambición de la monarquía francesa.

Recordemos que el mediodía esta cayendo progresivamente en sus manos desde la proclamación de la cruzada contra los albigenses por el papa Inocencio III en 1209.

 


No es de extrañar pues que el rey En Pere aluda en su sirventés a la ayuda que espera recibir de los occitanos:

 

Peire Salvatge, en grave pesadumbre me hacen estar en mi casa las flores, que hasta aquí quieren pasar, sin considerar derecho ni razón, por lo que ruego a aquellos de Carcasés y de Agenés y ruego a los gascones que les pese si las flores me hacen menguar mis dominios; pero hay quien se imagina ganar perdón, y el perdón le será de gran perdición. (Riquer, 1989: 1596)

 

Peire Salvagg’, en greu pessar/me fan estar/dins ma maizo/las flors que say volon passar,/senes gardar/dreg ni razo,/don prec asselhs de Carcasses
e d’Ajanes/et als guascos prec que lor pes/si flor mi fan mermar de ma tenensa;/mas tals cuja sai gazanhar perdo/que.l perdos l’er de gran perdecio.



Dicho en otras palabras, los hay que se han creído la coartada que ha presentado la iglesia de Roma, dado el carácter de cruzada otorgado a la invasión.

 

 

En esta guerra sin cuartel entre reinos en plena expansión, occitanos y catalanes se enfrentan por separado y conjuntamente a un tipo de ofensiva parecida. No es de extrañar, ya que sus intereses fueron a menudo los mismos. Y los adversarios también. En este sentido cabe señalar una composición que veinte años atras, en 1265, Paulet de Marselha dirige al mismo rey Pere el Gran, cuando aún era infante de Aragón.

 

 


En esta ocasión no acabaremos con un sirvetés, sino con una pastorela atípica ya que el trovador y la pastora se dedican a comentar hechos de candente actualidad y a animar al infante a oponerse a Carlos de Anjou que ha sometido por fuerza Provenza y ataca Sicilia.

Este Carlos de Anjou, tío de Felipe III, será uno de los instigadores de la cruzada contra Cataluña. El futuro Pere el Gran aparece aquí como el salvador de los provenzales y el más poderoso enemigo de Carlos de Anjou, cosa que será cierta años después cuando el rey catalán conquiste Sicilia en 1282 y le arrebate la corona al francés.


Esto es lo que dice Paulet de Marselha aludiendo al íntimo parentesco entre los condes de Provenza y de Barcelona:

 

Señor, decidme cantando si os parece que el gentil infante de Aragón reclamará alguna vez lo que fue de su linaje, ya que se lo considera poderoso, joven, fuerte, grande, hermoso y bueno; que yo quisiera que pronto demostrara su valiente ánimo ante los codiciosos falsos viles orgullosos, en quienes muere el mérito... hasta que los hubiera echado a la orilla... y los explulsara fuera de nuestro lenguaje. (Riquer, 1989: 1451-1452)

 

Senher, ara.m digatz chantan/del gentil enfan d’Arago/si.us par que ja nulh temps deman/so que de son linhatge fo,/pos que ric, jove, fort e gran/lo troba hom, e bel e bo;/qu’ieu volria que ades/demostres son valen cor/als cobezes fals engres/ergollos, ab cui pretz mor/e caba..../tro que.ls agues mes en l’or/...... e.ls gires/de nostre lenguatge for.”


 

“Lenguatge”, parece estar, como señala Martí de Riquer, en el sentido de comunidad idiomática. Cabe recordar que Raimon VII de Tolosa decía de los languedocianos: “Homines nostre ydiome, videlicet de hac nostra lingua” (hombres de nuestro idioma, esto es de nuestra lengua).

 



Comunidad idiomática e intereses comunes que los trovadores no dejan de subrayar mientras su primitivo hogar se va desmoronando y con él, lo que sin duda fue la cuna de una brillante civilización.


Por fortuna para los catalanes, en esta ocasión la defensa del país funcionó y sus ejércitos hacían retroceder a los franceses en otoño de 1285. Durante la retirada, en Perpinyà, moría el rey francés Felipe III. Poco después fallecía de enfermedad Pere el Gran.


Por fortuna para los catalanes también, su comunidad idiomatica no sufrió aquella inmersión lingüística de la que hablaba el primer trovador que abre nuestro ciclo de sirventeses... Una propaganda sensiblemente más violenta, como hemos visto, que la que intentan hacer circular los partidarios de los catalanes.

 

 

En todo caso el ciclo constituye una magnífica explicación de por qué reyes y grandes señores se procuraban los servicios de trovadores que difunderan su política y desprestigiaran la de los enemigos. Y evidentemente se reviste del máximo interés para el conocimiento de las actitudes enfrentadas en aquellos tiempos convulsos del occidente europeo. Unos tiempos alterados sin duda por el espíritu de las cruzadas...

 



Texto publicado en Las órdenes militares: realidad e imaginario, MĒ Dolores Burdeus, Elena Real, Joan Verdegal eds., Castellón de la Plana, Universitat Jaume I, 2000, p.551-562



Bibliografía


AURELL, M. (1989): La vielle et l’épée. Troubadours et politique en Provence au XIIIe siècle, Paris, Aubier
FARAL, E. (1930): Les jongleurs en France au Moyen Age, Pris-Genève, Slatkine
KOELHER, E. (1964): “Observations historiques et sociologiques sur la poésie des troubadours”, Cahiers de Civilisation Médiévale
MENEGHETTI, M.-L. (1984) Il pubblico dei trovatori. Ricezione e riuso dei testi lirici cortesi fino al XIV secolo, Milano
RIQUER, M. DE. (1989): Los Trovadores. Historia literaria y textos, Barcelona, Ariel

 

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