Desde el año 2004 un equipo interdisciplinar de la Universidad de Valencia, la Universidad Politécnica de Valencia y la Universidad de San Carlos de Guatemala, dirigido por Cristina Vidal Lorenzo y Gaspar Muñoz Cosme, está trabajando para recuperar la antigua ciudad maya de La Blanca, que ha permanecido abandonada y sepultada por más de mil años en la selva subtropical guatemalteca.
Dentro de los objetivos del Proyecto se plantea establecer el grado y el tipo de relación que mantuvo La Blanca con los otros centros del entorno, tanto a nivel político e ideológico como comercial, de ahí que desde el año 2009 se haya comenzado la investigación de El Chilonché, un sitio dominado por una elevada y monumental Acrópolis, situado a 17 Km. en dirección Sureste de La Blanca.
En el equipo participan desde expertos en arqueología y arquitectura maya a especialistas en restauración, topografía, levantamiento arquitectónico, análisis de materiales, medio natural y cooperación al desarrollo.
Desde estas disciplinas se trata de aunar la tradicional intervención arqueológica, científica, de restauración y recuperación del patrimonio arquitectónico y urbanístico de esta ciudad, con una actuación social destinada a concienciar y hacer valorar a los pobladores de sitios cercanos la rica herencia cultural que poseen.
En los años 1913 y 1914 La Blanca fue visitada y fotografiada por el arqueólogo norteamericano Raymond F. Merwin, si bien en 1905 el explorador austríaco Teobert Maler ya había incluido este asentamiento en el plano esquemático que levantó de la cuenca del Río Mopán, al que bautizó como El Castillito.
Ya en la segunda mitad del pasado siglo, La Blanca quedó incluida en el mapa que el investigador Ian Graham publicó con el título “The Central Lowlands of the Maya Area” junto a otros asentamientos vecinos de la cuenca baja del río Mopán, entre ellos Ucanal, Yaltutú y Tzikintzakán
En la década de 1990 fue objeto de intervenciones puntuales por investigadores guatemaltecos (Proyecto Atlas Arqueológico de Guatemala y Proyecto Triángulo Cultural Nakum, Yaxhá, Naranjo) para llevar a cabo un reconocimiento del sitio, proteger de urgencia los muros y bóvedas de algunos edificios en peligro de caerse, y realizar sondeos arqueológicos en los saqueos dejados por los depredadores.
La excavación en profundidad del sitio, así como la restauración y puesta en valor de su patrimonio arquitectónico ha sido llevada a cabo desde el año 2004 por el Proyecto La Blanca.
El Chilonché, por el contrario, ha estado oculto por la espesa vegetación durante muchos más años, por ello las primeras noticias que se tienen del sitio proceden de los reconocimientos realizados por el Proyecto Atlas Arqueológico de Guatemala (1995) y por el Programa de Rescate del Proyecto de Sitios Arqueológicos en Petén (PROSIAPETEN, 2005).
En ese año, el equipo del Proyecto La Blanca realizó las primeras visitas al sitio, comprobando la gravedad de los saqueos arqueológicos a los que había sido sometido, hasta que en el año 2009 se realizaron los primeros trabajos de urgencia, mapeo y reconocimiento de la arquitectura.
Por Cristina Vidal Lorenzo
Uno de los objetivos de las investigaciones arqueológicas en La Blanca es conocer la historia de este asentamiento y los motivos de su fundación, en una región donde el modelo de organización territorial dominante es el de pequeñas hegemonías mayas autónomas.
La Blanca, por el contrario, parece haber dependido de uno de los centros mayores del Noreste de Petén, al igual que los otros asentamientos agrupados en torno al río Salsipuedes, entre ellos El Chilonché, también recientemente investigado por el Proyecto La Blanca.
Con el fin de dar respuesta a estos interrogantes se realizaron numerosos pozos de sondeo en todo el asentamiento y excavaciones extensivas en los conjuntos monumentales más representativos del sitio, como son la Plaza Norte, la Acrópolis y el Grupo Sur.
Al liberar la gran cantidad de derrumbe que cubría sus edificios principales se pudo comprobar que en su mayoría fueron de uso administrativo más que ceremonial o religioso. Esta circunstancia, aunada a los resultados obtenidos tras el estudio de los materiales exhumados por el Proyecto, avala la hipótesis de que La Blanca detentó funciones aparentemente relacionadas con actividades propias de un centro de frontera, tales como intercambio de productos o recepción de tributos.
Las excavaciones en profundidad y el análisis de los numerosos restos de cultura material nos permitieron establecer una secuencia de ocupación en La Blanca que se remonta a tiempos del Clásico Temprano (250-600 d.C.).
Sin embargo, el máximo esplendor corresponde al período Clásico Tardío (600-800 d.C.), en que se erigieron los majestuosas palacios que conforman su Acrópolis. Más adelante, en el Clásico Terminal (800-950 d.C.), tanto los edificios como los basamentos que los sustentan fueron objeto de importantes transformaciones, presumiblemente vinculadas a una reorganización política de la región y a la irrupción de nuevas redes de comercio.
Aunque en un principio La Blanca parece haber disfrutado de cierto bienestar y prosperidad económica, no cabe duda de que no pudo escapar a los sucesos de finales del Clásico Terminal, en que la inestabilidad y el desasosiego se apoderaron de toda la región, lo que condujo al abandono de la urbe por parte de la élite.
En esos años, otros moradores ocuparon el sitio. Aún desconocemos el origen de los nuevos ocupantes, que bien pudieron ser campesinos y pobladores del entorno de La Blanca o, incluso, población emigrada de otras regiones muy afectadas por la práctica continua de guerras.
Finalmente, el sitio fue ocupado de forma esporádica durante los primeros años del período Postclásico (s. 950-1100), al igual que sucedió en otros centros de la cuenca del río Mopán.
El nombre de El Chilonché proviene de una especie vegetal del mismo nombre que abunda en el lugar.
La prospección arqueológica del asentamiento ha permitido documentar la presencia de cerca de sesenta conjuntos arquitectónicos, entre los que destaca una elevada Acrópolis de unos 15 m. de altura coronada por palacios dispuestos en torno a un patio central.
Los palacios conservan aún abundantes restos de pintura mural de diferentes colores, sin bien los numerosos saqueos a los que han sido sometidos han contribuido al profundo deterioro de los mismos.
En el interior de uno de esos túneles de saqueo hallamos una construcción de época anterior (subestructura), cuya fachada fue ornamentada con una soberbia pieza escultórica tallada en piedra caliza y con revestimiento de estuco, que el túnel de saqueo había bordeado dejándola vista en casi su totalidad.
Comprobamos que se trata de un personaje sobrenatural, en el que aún se conservan restos de color rojo en uno de sus grandes ojos. Una prominente trompa u hocico se apoya directamente sobre el pavimento, al igual que el resto de su cuerpo monstruoso.
El estudio de los restos de cultural material procedentes de la prospección arqueológica han permitido establecer que el asentamiento fue ocupado desde el período Preclásico hasta el Postclásico, es decir, un extenso lapso temporal. De hecho, las subestructuras con prominentes mascarones en sus fachadas son propias de los períodos más tempranos de la cultura maya.
En la antigüedad, los muros de los hermosos palacios de estos asentamientos fueron pintados de vivos colores y, algunos de ellos, ornamentados con dibujos incisos o grafitos. En la actualidad su estado de conservación es muy precario, y de la pintura mural sólo han llegado hasta nuestros días restos pictóricos aislados. Para evitar su total pérdida, el Proyecto La Blanca ha dedicado gran parte de sus esfuerzos al registro, análisis y estudio de estos vestigios del arte maya, cuyos resultados han sido altamente satisfactorios.
Antes de proceder al registro de los grafitos es preciso adoptar las medidas previas de consolidación y restauración de los muros en donde se encuentran para evitar mayores deteriores durante su documentación. Una vez localizados e identificados se procede al calcado inicial con materiales adecuados y a un fotografiado minucioso con un equipo profesional a fin de lograr los contrastes lumínicos necesarios.
Con este material se rellena la ficha de campo que contiene, sobre todo, los datos de carácter formal. Ya en laboratorio se realiza el dibujo definitivo de los mismos, el escaneado de los calcos y la restitución digital de los muros con los grafitos. Todo este proceso permite disponer de la información suficiente para proceder al análisis iconográfico y, de esta manera, acercarnos no sólo al complejo mundo del pensamiento maya sino también a otros ámbitos de la vida y costumbres de los que habitaron estos edificios en los tiempos antiguos.
Por último, los datos obtenidos son introducidos en la Base de Datos de Grafitos Mayas diseñada para tal fin en el I Workshop Internacional de Grafitos Mayas, celebrado por iniciativa del Proyecto La Blanca en la Universidad de Valencia, en el año 2008.
Estos dibujos incisos fueron realizados sobre superficies revestidas de estuco y policromadas. La identificación de los materiales y las técnicas pictóricas empleadas por los antiguos pintores mayas ha sido posible gracias a los análisis físico-químicos a que han sido sometidas las numerosas muestras de estuco y pictóricas obtenidas tanto de La Blanca como de El Chilonché.
Asimismo, los resultados de estos análisis, que se llevan a cabo en el Instituto de Restauración del Patrimonio de la Universidad Politécnica de Valencia, han contribuido a corroborar algunas hipótesis acerca de las transformaciones constructivas y decorativas que tuvieron lugar en La Blanca en el Clásico Terminal, para lo cual se emplearon lujosos pigmentos de importación como el rojo-cinabrio o los verdes de cobre.
Las técnicas empleadas para su análisis son la Microscopía óptica (LM), la Microscopía Electrónica de Barrido combinada con microanálisis de Rayos X por dispersión de energías (SEM/EDX), la Difracción de Rayos X (XRD), la Voltamperometría de Micropartículas (VMP), técnicas cromatográficas (GC/MS, HLPC), la Microscopía de Transmisión Electrónica (TEM) y la Reflectancia Total Atenuada- Espectroscopia Infrarroja por transformada de Fourier (ATR-FTIR).
Además de la pintura y los grafitos, estas construcciones debieron de estar ornamentadas con hermosos relieves escultóricos. Si en los períodos más tempranos del arte maya era habitual que se tallaran grandes mascarones o seres monstruosos en las fachadas de los edificios más simbólicos, como en el caso de la subestructura de El Chilonché, en el Clásico Tardío y Terminal la ornamentación escultórica se concentra, sobre todo, en los frisos que recorren las fachadas de los palacios o en otros espacios urbanos.
Al haber permanecido expuestos a la intemperie durante tanto tiempo, su estado de conservación suele ser frágil, llegando a desaparecer en la mayoría de los casos. En La Blanca sólo se hallaron restos de la ornamentación escultórica del friso de uno de sus palacios, así como los frisos que flanquean las escalinatas de uno de los lados del patio interior de la Acrópolis.
Otras manifestaciones artísticas procedentes de las excavaciones arqueológicas pertenecen al arte mueble. Entre ellas destacan las figurillas realizadas en barro mediante la técnica del modelado, moldeado o una combinación de ambas.
Con un lenguaje naturalista, los antiguos artesanos mayas plasmaron en estas pequeñas figuritas aspectos relacionados con su vida cotidiana, que nos acerca a un mundo de creencias de carácter más popular que se desarrollaría de forma paralela a la religión oficial. En su mayoría son instrumentos musicales (silbatos y ocarinas principalmente), mientras que otras podrían haber funcionado como exvotos.
Además de su estudio iconográfico, se toman muestras de las pastas cerámicas empleadas en su ejecución con el fin de determinar sus componentes físico-químicos. Estos análisis se llevan a cabo en el Instituto de Ciencias de los Materiales de la Universidad de Valencia, siendo las técnicas arqueométricas empleadas la Fluorescencia de Rayos X por Reflexión Total (TXRF) y la Difracción de Rayos X (XRD).
Para el análisis de los abundantes restos cerámicos aparecidos durante la excavación se aplica el sistema de clasificación analítico Tipo-Variedad, una técnica que enfatiza las características del tratamiento de superficie y estilo decorativo de las vasijas. De esta manera se pueden identificar cambios estilísticos temporales en las cerámicas, lo que permite obtener diagnósticos cronológicos bastante precisos.
Así, las unidades cerámicas establecidas se clasifican en función de la Clase, Grupo, Tipo y Variedad a la que pertenecen, entendiendo Clase como la categoría mayor, Grupo como los conjuntos cerámicos que determinan el color del engobe, Tipo como los modos o formas decorativas y Variedad como los rasgos específicos dentro de un tipo.
La presencia de cerámica importada, así como la alta calidad que muestran algunos de los fragmentos, especialmente aquellos que están decorados, son testimonio de la importancia que alcanzaron estos sitios en la antigüedad.
Bajo la categoría de objetos se engloban aquellos restos de cultura material pertenecientes a las industrias lítica, ósea y malacológica. Los más abundantes son los de la industria lítica, distinguiendo entre éstos dos clases líticas: piedra tallada y piedra pulida.
En la categoría de piedra pulida abundan, sobre todo, las hachas y las piedras y manos de moler, generalmente ejecutadas en caliza, granito, cuarcita o piedra verde. Sin embargo, la clase más representada es la piedra tallada, a la que pertenece un amplio abanico de herramientas y armas: cuchillos, navajas, hachas, puntas de proyectil y de lanza, etc., realizados en pedernal, obsidiana o cuarcita.
El estudio de estos utensilios nos permite obtener información acerca de la vida cotidiana en estos asentamientos y sobre otros interesantes acontecimientos relacionados con el abandono y la crisis del Clásico Terminal.
La minuciosa excavación de los niveles superiores de derrumbe nos ha proporcionado abundantes datos acerca de los trágicos sucesos de finales del Clásico Terminal.
Parte de esta información procede del estudio de los Enterramientos depositados a nivel de superficie. Algunos pertenecen al período Postclásico Temprano, cuando los palacios ya habían sido abandonados y se encontraban semiderruidos. Pero los más interesantes son los adscritos a los momentos finales del Clásico Terminal, es decir, a la última fase de ocupación en el sitio, coincidente con el llamado “colapso” de la civilización maya clásica.
Para su exhumación se han empleado innovadoras técnicas de conservación y extracción en bloque de los restos óseos, con el fin de poder estudiarlos con más detenimiento en el laboratorio.
Antes de aplicar los tratamientos de conservación se toman muestras para posteriores análisis de ADN en la Universidad de Adelaida, y corroborar así la adscripción temporal de dichos individuos.
Por Gaspar Muñoz Cosme
Los trabajos de investigación y estudio de la arquitectura de la ciudad de La Blanca se han realizado en todas las campañas desde el año 2004 hasta la actualidad. En la primera campaña se hizo el levantamiento de la arquitectura visible, antes de iniciar la excavación, y se incorporó al plano topográfico general para obtener el estado inicial del sitio. Posteriormente se han ido realizando los levantamientos de los edificios y elementos arquitectónicos que eran excavados, procediendo a su estudio arquitectónico, tipológico y constructivo.
Durante las campañas de 2004 y 2005 se hizo un levantamiento topográfico de toda el área de La Blanca, abarcando una superficie aproximada de 26 Ha, dentro de la cual se encuentran todos los montículos identificados. Sin duda el conjunto arquitectónico más notorio de La Blanca es la Acrópolis, un conjunto conformado por tres edificios diferenciados que se han denominado 6J1, 6J2 y 6J3.
El edificio 6J1 o Palacio de Oriente se le denomina así por que es el palacio principal de la Acrópolis y ocupa su flanco oriental, dejando dos calles de acceso al norte y al sur del mismo. Es un edificio de gran porte y medidas colosales, su gran sala central tiene más de 28 m² y una anchura superior a los 4 m. La clave de su bóveda estaba situada a más de 6 metros del pavimento actual que está elevado unos dos metros sobre el original.
Este edificio tiene cinco cuartos, a los tres centrales se accede por una única puerta en la fachada oeste que da a la sala principal y que posee dos puestas interiores para dar acceso a las otras salas menores. En los extremos del edificio otros dos cuartos de planta cuadrada y de grandes dimensiones, que estuvieron cubiertos por bóvedas singulares de lados equivalentes, poseen sendas puertas que abren también al patio central de la Acrópolis.
El edificio 6J2 es de una gran longitud y se asemeja a una letra C en planta, rodeando por tres lados la plaza interior de la Acrópolis. Presenta 18 estancias, 6 hacia el sur, 5 la oeste, 7 al norte y una estancia de mayor tamaño, posiblemente adosada con posterioridad, hacia el interior de la plaza.
Las estancias mantienen siempre la enorme dimensión de sus vanos, y la amplitud y altura de sus bóvedas, construidas con una esmerada sillería, que muestran la calidad y maestría de los canteros y albañiles que las construyeron. Todas las estancias, excepto las de paso, poseen enormes banquetas, de un tamaño superior a las habituales en la zona y en sus muros estucados se han podido identificar un gran número de grafitos, algunos de excelente calidad de trazo.
Estos dos edificios, situados sobre una plataforma escalonada y con una enorme escalinata de acceso desde la Plaza Norte, constituyen uno de los más interesantes conjuntos palaciegos de la arquitectura maya del Petén.
El edificio 6J3 se construyó tras la ampliación de la plataforma por el lado sur, formando una gran terraza que avanzaba hacia la aguada. En el flanco occidental y con la fachada principal hacia el este se edificó un palacio de dos crujías, con unas características constructivas y tipológicas de distinta calidad a los edificios de la Acrópolis. Los muros sur y oeste de este edificio han desaparecido totalmente, posiblemente por su proximidad a los límites de una plataforma no muy estable constructivamente.
La calzada principal de La Blanca se inicia en paralelo a la Acrópolis, con una anchura superior a los 30 m, por su fachada occidental y avanza unos 300 m, pasando tangente a la Aguada, hasta llegar a la que denominamos plaza Sur, en donde se ubican los diferentes edificios del Grupo Sur de la ciudad.
El Grupo Sur es el asentamiento con arquitectura visible más antiguo de la ciudad. Por las informaciones que se han podido extraer de su excavación se puede situar en el Clásico Temprano y presenta un grupo de montículos que delimita un gran espacio urbano.
Hasta el momento han sido investigados los edificios denominados 10L1 y 10L2 que son dos templos piramidales con basamento de tres cuerpos, el primero en ser excavado y consolidado fue el 10L2 que ya se puede contemplar en toda su magnitud.
Las investigaciones sobre la arquitectura de La Blanca se realizan en coordinación con el equipo de arqueología del Proyecto que realiza la excavación. Para ello, y tras la correspondiente excavación de un edificio o elemento arquitectónico, se procede inicialmente a realizar un levantamiento arquitectónico mediante el dibujo de croquis a mano alzada sobre los que se indican las medidas necesarias, tomadas con metros y distanciómetros, y con el apoyo de niveles ópticos o laser, lo que permite recopilar todas las dimensiones necesarias para proceder posteriormente a la restitución gráfica digital.
Con ello se obtiene una información pormenorizada de toda la arquitectura que va aflorando para poder proceder a su análisis y estudio tipológico y constructivo, al tiempo que se van completando la documentación planimétrica de toda la ciudad. En los edificios excavados se adoptan las medidas necesarias de urgencia para su consolidación inicial y su protección mediante cubiertas vegetales provisionales de las inclemencias del tiempo y de los agentes erosivos que pueden dañar su integridad.
Tras el análisis arquitectónico de los edificios, basado en sus características geométricas, arquitectónicas y constructiva, y su comparación con otros edificios y construcciones documentados en otros sitios mayas, se procede a formular la propuesta de conservación para salvaguardar los valores arquitectónicos y culturales del edificio y dejar patente y claro para el visitante las características que tuvo en su época de esplendor.
Por Begoña Carrascosa Moliner
Desde los inicios del Proyecto se han llevado a cabo tratamientos de restauración y conservación preventiva de los revestimientos de estuco de los muros de los edificios excavados, con el fin de asegurar la puesta en valor del sitio arqueológico. A medida que van saliendo a la luz, estos hermosos revestimientos se ven sometidos a un duro proceso de estabilización que es preciso vigilar hasta que adquieren el equilibrio con su nuevo ambiente.
Además, en La Blanca es habitual que estos estucos exhiban un gran número de dibujos incisos (grafitos) pertenecientes a varias épocas, desde los más antiguos de época maya, de gran belleza y singularidad estética, hasta los realizados en la parte superior de los muros, en los que se aprecian grafías que van desde el siglo XVIII hasta nuestros días.
Dado que por lo general las bóvedas que cubrían estos monumentales edificios han colapsado, la primera medida de conservación que es preciso adoptar es la cubierta inmediata de todos los cuartos, con el fin de asegurar, en la medida de lo posible, la adaptación gradual a su nuevo ambiente, garantizando la estabilidad de los diferentes tratamientos, y su protección frente a las posibles inclemencias climáticas.
De forma paralela a las intervenciones arqueológicas y la restauración arquitectónica, en cada temporada de campo se llevan a cabo actuaciones de carácter conservativo.
Para un correcto análisis de las patologías presentes en los estucos se realizan análisis mediante Difracción de rayos X, Espectrometría de Infrarrojos con Transformada de Fourier (FTIR) y Microscopia Electrónica de Barrido (SEM), en el Laboratorio Físico Químico y Medioambiental del Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio de La Universidad Politécnica de Valencia (IRP).
Del mismo modo se realizan periódicamente análisis no destructivos mediante mediciones colorimétricas para el estudio y control de la estabilidad cromática de los estucos. Los resultados obtenidos se analizan en el Laboratorio de colorimetría del IRP.
La intervención sobre los estucos comienza con los tratamientos de limpieza de forma paulatina. Mediante poda individual se eliminan las raíces aéreas y, mecánicamente, se eliminan los restos de polvo y tierras superficiales con brocha. Las concreciones más duras y biológicas se retiran con el empleo de bisturí.Los tratamientos de consolidación se realizan de forma selectiva y puntual, únicamente en aquellas zonas que corren peligro de desprendimiento, o abolsamiento, cohesionando y fortaleciendo la película de estuco.
Los estucos fragmentados o lagunas se refuerzan estructuralmente de forma perimetral, para proteger y evitar la entrada de humedad, depósitos de tierra, o microorganismos que pudieran conducir al deterioro del revestimiento.
Desde la campaña de 2006 hasta la actualidad los trabajos se han dirigido al control y revisión de los tratamientos realizados en campañas anteriores, así como a los tratamientos de conservación, limpiezas superficiales y consolidaciones de urgencia de los nuevos estucos que han ido apareciendo, de forma que los grafitos pudieran ser registrados sin riesgo de pérdida.
Entre otras actuaciones que se realizan en el sitio durante el proceso de excavación, están las dedicadas a la extracción de materiales arqueológicos, especialmente los enterramientos que son extraídos con diversos métodos según el estado de conservación en que se encuentran.
Tras un minucioso estudio para evaluar el sistema más adecuado para su extracción, se realizan tratamientos de limpieza, consolidación, engasado y excavación.
Entre los diversos métodos de extracción para la exhumación de los distintos enterramientos, se han realizado extracciones en bloque y el novedoso sistema de extracción exenta.
Este sistema proyectado por nosotros, permite reducir considerablemente el peso del bloque, limitándose tan solo éste al del resto óseo, y facilitando además los posteriores análisis y estudios científicos (bioantropológicos y paleopatológicos) en el laboratorio, así como los tratamientos de restauración.
Por Mario R. Rodríguez Lara
El Departamento de Petén cuenta con una gran cantidad de sitios arqueológicos en los que se combinan armónicamente los recursos naturales y culturales. El sitio de La Blanca es uno de ellos.
El área donde se encuentra corresponde fisiográficamente a una planicie aluvial del río Mopán, con una topografía plana (de 0 a 5%). Los suelos son arcillosos, neutros a ligeramente alcalinos, pudiéndose clasificar como cambisoles vérticos-vertisoles a una elevación media de 275 msnm. La precipitación media para la zona está entre 1500 a 2000 mm. anuales.
Estas condiciones físicas generan la formación de un bosque latifoliado denso con una mediana diversidad en la composición florística (57 especies arbóreas) que fue explotado de forma indiscriminada debido a las extracciones de las especies comerciales como el Cedro y la Caoba y otras especies utilizadas para la construcción.
En la actualidad, la zona se encuentra dedicada a actividades agrícolas y ganaderas, situación que se inició a partir de los años sesenta con los procesos de adjudicación de tierras promovidos por la Empresa de Fomento y Desarrollo de Petén (FYDEP). Consecuencia de ello es el predomino en la zona de fincas ganaderas, aunque también se encuentran zonas parcelarias dedicadas a los cultivos anuales (maíz, pepitoria y fríjol) y cultivos semipermanentes (papaya).
El estudio de la vegetación en La Blanca se realizó inicialmente con una observación detallada del paisaje. A través de un muestreo mediante fajas o transectos de 40 m. de ancho se determinaron las principales variables dasométricas del rodal o del tipo de vegetación.
Se identificaron cuatro estadios o estratos:
El estrato A corresponde a un bosque residual que cubre 5,1 ha, donde se encuentran los vestigios y monumentos arqueológicos, lo que no ha hecho posible la aplicación de otros usos de la tierra. La estructura del bosque está conformada por un dosel superior con una altura media de 22 m y con una densidad de 190 árboles por ha, distinguiéndose 57 especies con diámetros promedio de 0,31 m, alturas de fuste de 11,1 m y 18 m2/ha de área basal.
Las principales especies en este estrato son el Ramón (Brosimun alicastrum), Guarumo (Guazuma ulmifolia), Jobo (Spondias Bombin), Cojón de Caballo (Stemmadenia donell-smithii), Chacaj (Bursera simaruba) y Tson (Alseis yucatanensis).
El bosque secundario (B) se ha desarrollado con una sucesión de entre 20 a 30 años y está compuesto principalmente por especies arbóreas de regeneración y arbustivas con un dosel de cerca de 18 m de altura. Este estrato tiene una superficie de 4 ha y presenta una densidad de 93 árboles por ha, distinguiéndose 25 especies con un diámetro medio de 0,27 m, altura de fuste promedio de 9,6 m y un área basal de 6,491 m2/ha.
Las especies con mayor abundancia en este estrato son el Guarumo (Guazuma ulmifolia), Chacaj, (Bursera simaruba), Cedro (Cedrela odorata), Roble (Bourreria oxiphylla) y Laurel (Cordia gerascanthus).
El estrato C corresponde a un guamil (barbecho) bajo relativamente joven, de entre 4 a 8 años, y que presenta fundamentalmente especies arbustivas, herbáceas y gramíneas, que a lo largo del tiempo lograrán estabilizarse hacia la conformación de una estructura similar a la del estrato B y posteriormente a la formación de un bosque con algunas características del estrato A.
El estrato D corresponde a la zona de usos agrícolas que está siendo utilizada en la actualidad para la siembra de cultivos anuales tradicionales (maíz, fríjol) y pastos introducidos.
El estado vegetacional del bosque del sitio arqueológico de La Blanca tiene diferencias con el de otros sitios arqueológicos del entorno en los que la masa boscosa ocupa una mayor superficie, sin embargo, bajo determinadas condiciones de manejo podrá llevarse toda el área a una condición en la que predomine la uniformidad en el paisaje con el fin de asegurar una mayor conservación del sitio.
El Proyecto La Blanca está trabajando en la elaboración de un Plan de Manejo Ambiental que integre todos los componentes del sitio (físicos, sociales, arqueológicos, etc.) tomando en cuenta las amenazas y las oportunidades de cada uno de ellos para su desarrollo sostenible, con el fin de lograr un satisfactorio manejo ambiental que considere las zonas de protección, las medidas para el aclareo del sitio arqueológico y eliminación de la vegetación arbórea.
Por Cristina Vidal Lorenzo y Gaspar Muñoz Cosme
El Proyecto La Blanca, desde sus inicios, ha tratado de conjugar la investigación científica y la defensa del patrimonio cultural con las diferentes actuaciones conducentes al desarrollo social y económico de las poblaciones implicadas en el área más próxima a la antigua ciudad de la Blanca, en el convencimiento de que, en la actualidad y con la realidad de países como Guatemala, ya no se puede hablar aisladamente de patrimonio cultural o de investigación científica, si que todo esto conlleve un compromiso ético y social con las poblaciones en donde está enclavado estos bienes culturales.
Esta iniciativa nació como parte del Programa Sitios Arqueológicos y Comunidades, puesto en marcha en el año 2000 por el gobierno de Guatemala, con el fin de activar antiguas ciudades mayas y comunidades ubicadas en el cordón del límite de la periferia agrícola que avanza hacia los territorios de la Reserva de la Biosfera Maya.
Su importancia estratégica es estabilizar esta zona de amortiguamiento mediante la incorporación de sitios arqueológicos menores cercanos a poblados y promover, en un proceso de rescate y gestión cultural de los recursos patrimoniales, una nueva alternativa económica para sus pobladores. El Programa consideró como estratégicos ocho sitios arqueológicos y ocho comunidades, siendo uno de ellos La Blanca.
Mediante la recuperación y puesta en valor de esta antigua ciudad maya, adecuándola para su visita, se pretende, por tanto, contribuir a la apropiación de este importante bien cultural por los habitantes del entorno –especialmente los de la comunidad de La Blanca-, así como al desarrollo territorial de la zona.
Las actuaciones diseñadas para el sitio arqueológico comprenden los trabajos de restauración arquitectónica y puesta en valor de los edificios investigados, la protección de los mismos, y la adecuación y señalización del sitio para su visita. Asimismo, se vio la necesidad de crear una infraestructura de acogida e interpretación para los visitantes que habitualmente acudían a conocer La Blanca y los trabajos que allí se realizaban.
Para tal fin, se construyó un Centro de Interpretación que se concibió como el catalizador que podía conseguir el que todas las acciones de investigación y protección del patrimonio cultural de esta antigua ciudad, unidas a la realidad socioeconómica del medio, fructificaran en un proyecto de cooperación al desarrollo que implicara a los moradores de la vecina aldea de la Blanca y se proyectara en todo su entorno inmediato.
El Centro consta de las siguientes estancias: zona de reposo para visitantes, zona museográfica y de exposición permanente, guardianía, almacén y servicios. Las características de la construcción se adecuan a las de las construcciones vernáculas de la zona, utilizando cubiertas de lámina, estructuras de madera autóctona y muros de piedra.
Además, el Proyecto La Blanca contempló entre sus principales cometidos la puesta en marcha de varias actividades formativas dirigidas a distintos colectivos de la aldea con la que limitan las ruinas arqueológicas con el fin de sensibilizar a sus habitantes en la necesidad de su conservación y protección.
Estas actividades pueden agruparse en dos grandes grupos: los “Talleres de Sensibilización en Patrimonio Cultural y Natural”, cuyos principales destinatarios han sido los niños y jóvenes en edad escolar, y los “Talleres de Capacitación”, abiertos a la población adulta de la comunidad, tanto masculina como femenina, que ha participado en las intervenciones arqueológicas y de restauración de las ruinas.
Los “Talleres de Sensibilización en Patrimonio Cultural y Natural”, tienen el propósito de fortalecer el sentimiento de pertenencia a la cultura milenaria de la que proceden sus receptores y de darles a conocer cuál es el proceso a través del cual estamos trabajando en el descubrimiento, rescate y puesta en valor de La Blanca.
Por ello, la temática de cada taller guarda relación con los principales hallazgos del Proyecto, entre ellos: los grafitos, la pintura mural, la lítica, la cerámica y los usos artísticos y medicinales que tuvieron ciertas plantas en el pasado prehispánico y el presente de Petén.
Los Talleres de Capacitación son de más larga duración y se imparten in situ, paralelamente a las intervenciones arqueológicas que realiza el Proyecto La Blanca. Los contenidos de los tres talleres ya impartidos fueron: el lavado y siglado de la cerámica, la conservación de estucos y la formación de guías locales.