DOS OBRAS MAESTRAS DE LA TRANSICIÓN DEL ROMÁNICO AL GÓTICO EN EL MNAC EN BARCELONA:

LOS FRONTALES DE AVIÁ Y BETESA

Por GONZALO FERNÁNDEZ, Universidad de Valencia.

Desde finales del siglo XII y en la primera mitad del XIII se desarrolla en Cataluña y el Alto Aragón una escuela pictórica que supone el tránsito del Románico al Gótico. Sus principales tesoros son los frontales decorados con pinturas al estuco que son visibles por los fieles pues durante el Románico el sacerdote celebra la Misa cara al pueblo con lo que sólo se disponía la cruz y los cirios en su parte superior. En este artículo voy a estudiar dos de los más conocidos: los Frontales de Aviá y Betesa.

Características de esos frontales.

Los pintores catalanes y altoaragoneses del Románico Tardío se mantienen leales a los esquemas y técnicas del Románico Pleno pero incorporan algunas novedades que preludian la era gótica. En primer término adoptan la costumbre de colocar a la Virgen en los centros de las composiciones en vez del Pantocrator o Cristo en majestad. Esa novedad se inicia hacia 1123 en Santa María de Tahull (Museo de Arte de Cataluña en Barcelona) por el mismo pintor conocido por Maestro de Santa María de Tahull que luego pintará los frescos de Santa Cruz de Maderuelo llevado a Segovia por los condes de Pallars. Éstos eran nobles catalanes pero tenían posesiones en las tierras donde se enclava la ermita de Santa Cruz de Maderuelo. Por tanto los frescos de Santa Cruz de Maderuelo se relacionan más con la pintura románica italiana a través de Cataluña que con la francesa de la Abadía de Cluny que tanta incidencia alcanza en las restantes manifestaciones pictóricas del Románico en Castilla y León.

El Pantocrator románico aparece de cuerpo entero, maduro (de unos treinta años), con gran barba, pelo negro y dos mechones encima de la frente. Se sienta sobre un trono en forma de arco iris. Lleva el mundo a sus pies al que se representa o por una esfera o por un escabel. Bendice con la simbología trinitaria de los tres dedos de la mano derecha. Porta en la izquierda el Libro de los Siete Sellos decorado con las letras griegas Alfa y Omega por ser Cristo el principio y el fin de todas las cosas. Sus atributos son una vestidura especial inspirada en la indumentaria de los emperadores, el Nimbo Crucífero para distinguirle de los demás santos que tienen un nimbo simple y la mandorla o almendra mística que supone una fuente de luz y acentúa su resplandor de Dios.


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