ANTERIOR
KEPLER Y GALILEO
SIGUIENTE

En 1606 los madrileños lograron, previos oportunos sobornos al duque de Lerma, que la corte española se trasladara de nuevo a su ciudad. Los vallisoletanos que habían creado o adaptado sus negocios al amparo de la corte protestaron inútilmente. Entre los que acompañaron a la corte en su traslado, figuraban Miguel de Cervantes y Francisco de Quevedo.

El inca Garcilaso de la Vega publicó la primera parte de sus Comentarios reales, una historia del Perú, escrita en un excelente castellano, que aporta información muy valiosa sobre el Imperio Inca. Durante mucho tiempo, los historiadores del Perú precolombino se han dividido entre toledistas, que, de acuerdo con los informes encargados por el virrey Francisco de Toledo, tenían una visión más o menos peyorativa de la sociedad incaica, y los garcilasistas, que, de acuerdo con los testimonios de Garcilaso de la Vega, la idealizaban. Obviamente, tan sesgada estaba una versión como la otra. En el caso de Garcilaso, atribuye prematuramente al Imperio su máxima extensión, pretende que las conquistas fueron hechas pacíficamente, y, en general, idealiza el pasado de los incas, minimizando o pasando por alto sus costumbres "desagradables", como los sacrificios humanos.

Es curioso ver cómo compagina Garcilaso la cultura inca con el cristianismo:

Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios nuestro Señor que dellos mismos saliese un lucero de alba, que en aquellas escurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural, y de la urbanidad y respetos que los hombre debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor, cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombre, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica, y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá la han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso desta historia. Que por experiencia muy clara se ha notado cuándo más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas, donde aún no había llegado la enseñanza de los Incas; muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú.

En septiembre regresaba a Acapulco la expedición de Pedro Fernández de Quirós. Tras haber recorrido más de mil leguas sin encontrar tierra alguna, había descubierto la isla de Pomutú, nada prometedora, por lo que la tripulación le había obligado a cambiar de rumbo. Entonces llegó a una isla (un poco más al sur de las islas Salomón, descubiertas por Mendaña) a la que llamó Tierra Australia del Espíritu Santo, creyendo que era el continente que buscaba. Allí, junto a un río que denominó Jordán, trazó los planos de una ciudad a la que llamó Nueva Jerusalén y que procedió a fundar con toda pompa, ante la mirada sorprendida de los naturales del lugar. Mas sorprendidos debieron de quedar cuando vieron a los recién llegados comiendo unos peces venenosos que intoxicaron a la mayoría de la tripulación. Luego, mientras exploraban la costa, Fernández de Quirós enfermó y dejó que sus hombres emprendieran el viaje de regreso.

Quien sí que divisó realmente la costa australiana ese año fue el neerlandés Willem Jansz, pero creyó que era una prolongación de Nueva Guinea y no le dio gran importancia.

El 19 de diciembre, la Compañía de Londres envió su primer embarque de colonos a Norteamérica.

En 1607, el duque Carlos de Sudermania aprovechó la renuncia de su sobrino a la corona sueca para aceptar el título real. Ahora era Carlos IX de Suecia.

El rey Enrique IV integró la Baja Navarra en el reino de Francia. El año anterior había nombrado obispo de Luçon a un joven eclesiástico de veinticuatro años llamado Armand Jean du Plessis de Richelieu. Un año antes, su hermano Alphonse había renunciado al cargo. En palabras de Richelieu, era el obispado más enlodado del reino, y no tenía intención que permanecer allí mucho tiempo.

Los portugueses se hicieron finalmente con la concesión de las minas del Imperio de Monomotapa, aunque no pudieron sacarles mucho partido, porque los nativos se negaban a trabajar para ellos.

El jesuita Matteo Ricci seguía en Pekin, donde había publicado varios libros en chino. Ahora publicaba su traducción de los seis primeros libros de los Elementos de Euclides, que causaron un gran impacto entre los matemáticos chinos.

El 26 de abril, la expedición de la compañía de Londres llegó a la bahía de Chesapeake. A la tierra del norte de la bahía la llamaron cabo Carlos, y a la del sur cabo Enrique, en honor a los hijos del rey Jacobo I. En la bahía descubrieron un río al que llamaron río Jacobo.

La compañia inglesa de Moscovia encargó a Henry Hudson que buscara un paso por el noroeste para llegar a China. Se hizo el intento, pero no tuvo ningún éxito.

El 13 de mayo, los colonos ingleses de la compañía de Londres fundaron la ciudad de Jamestown (ciudad de Jacobo), mientras la compañía de Plymouth enviaba ciento veinte colonos a un punto de la costa situado más al norte, bajo la dirección de Ferdinando Gorges. No obstante, esta nueva colonia no sobrevivió al invierno y los pocos que quedaron con vida se apresuraron a regresar a Inglaterra.

El irlandés Hugh O'Neil tuvo que huir a los Países Bajos.

El escritor John Marston renunció al teatro para inciar la carrera eclesiástica. Un soldado inglés llamado Cyril Tourneur publicó La tragedia del vengador, inspirada en Hamlet. Shakespeare estrenó su Coriolano.

Francis Bacon publicó sus Pensamientos y opiniones sobre la interpretación de la naturaleza.

Pedro Fernández de Quirós, recibido fríamente en América, pasó a España, abrumado por las deudas e inundando la corte de memoriales en los que exponía las delicias de las tierras por él descubiertas.

El escritor Mateo Alemán decidió marchar a América, para lo cual tuvo que sobornar a un funcionario del consejo de Indias, ya que tenía ascendencia judía y los judíos tenían prohibido viajar a América. No obstante, su viaje se tuvo que retrasar porque la armada neerlandesa pirateaba por las costas españolas.

Caravaggio estaba en Malta, donde fue admitido como caballero de la orden de Malta. Allí pintó el retrato de un influyente miembro de la orden: Alof de Wignacourt, así como La decapitación de San Juan Bautista, para la cocatedral de San Juan, en La Valetta. Por razones poco conocidas, poco después fue encarcelado, pero logró huir a Sicilia. Se decretó su expulsión de la orden.

Mientras tanto, La Muerte de la Virgen que había abandonado en Roma tras su huida anterior fue adquirida por Vincenzo Gonzaga, el duque de Mantua, aconsejado por Rubens. Seis años atrás, el duque había nombrado maestro de música de cámara y de capilla a Claudio Monteverdi, que ahora estrenaba una obra muy peculiar: L'Orfeo. Está considerada como la primera ópera. Alrededor de un recitar cantando inspirado en la escuela florentina, la partitura agrupa madrigales, danzas y estribillos instrumentales apoyados por una orquesta rica y coloreada.

En Rusia apareció otro personaje que afirmó ser el falso Demetrio (él, naturalmente, omitía el adjetivo). Éste es conocido como Demetrio el Impostor. Contaba igualmente con el apoyo de los polacos, y pronto le siguieron los que habían apoyado al falso Demetrio. Incluso la viuda del falso Demetrio reconoció como auténtico al Impostor. Apoyado por los cosacos, se instaló en Kaluga.

El zar Balisio Shuiski envió a su sobrino, el príncipe Mijaíl Skopín-Shuiski, a combatir la rebelión de Bolótnikov, que fue vencido, aunque logró huir.

En noviembre, la colonia inglesa de Virginia agonizaba entre el hambre y las enfermedades. Muchos de los colonos eran hombres de alta posición que no habían imaginado que vivir en medio de la naturaleza pudiera ser algo tan duro y agotador. En realidad, su principal problema era que no tenían ninguna experiencia para desenvolverse en un medio tan diferente de su Inglaterra natal. Pero unos pocos colonos sí que tenían la experiencia necesaria, y entre ellos destacaba uno llamado John Smith. Tenía entonces unos veintiocho años, pero aseguraba que había luchado contra los turcos y protagonizado toda suerte de hazañas. Era de origen humilde y un tanto rudo de modales, por lo que no se llevaba muy bien con los colonos más distinguidos, pero cuando las cosas se pusieron difíciles, se las arregló para contactar con los indios de la zona y formalizar unas buenas relaciones con el jefe Powhatan, que gobernaba una confederación de unos seis mil indios repartidos en ciento veintiocho aldeas de la región.

Los indios se mostraron muy amistosos y proporcionaron alimentos a los ingleses. Sin embargo, en diciembre se produjo un altercado en el que Smith mató a un indio. Powhatan lo condenó a muerte, pero se salvó por la intercesión de su hija, Pocahontas, de doce años, a la que Smith había cautivado con historias sobre Inglaterra y con los objetos que llevaba, tan extraños para ella.

En enero de 1608 llegaron a Jamestown nuevos colonos con más suministros. Para entonces, sólo treinta y ocho de los colonos originales seguían con vida. Las dos terceras partes habían fallecido. John Smith fue nombrado presidente de la colonia.

En Madrid aparecieron unos pasquines incitando al pueblo a rebelarse contra "el tirano", el duque de Lerma. Entre las últimas medidas geniales del valido se encontraba la decisión de gravar en un 30% las exportaciones a Europa si no podía probarse que no iban destinadas a los rebeldes neerlandeses.

En mayo, los príncipes protestantes alemanes, encabezados por el príncipe elector palatino Federico IV, fundaron en Ahausen la Unión Evangélica, para acabar con el dominio católico de los Austrias. Contó con el apoyo de Francia y los Países Bajos.

En junio, Mateo Alemán pudo partir finalmente hacia México, donde recibió la protección del virrey, el arzobispo fray García Guerra.

El navegante Henry Hudson hizo un segundo intento de encontrar un paso hacia China por los mares árticos, pero fracasó nuevamente.

Samuel de Champlain navegó de nuevo hacia América y el 3 de julio fundó la ciudad de Quebec en el estuario del río San Lorenzo. Desde allí estableció relaciones amistosas con los indios de la zona: los algonquinos y los hurones.

El duque Carlos Manuel I de Saboya casó a su hija Margarita, con Francisco, hijo de Vincenzo Gonzaga, el duque de Mantua, y a su hija Isabel con Alfonso de Este, el duque de Módena.

Ese año murió el duque Carlos II de Lorena, que fue sucedido por su hijo Enrique II.

También murió Joaquín Federico, el príncipe elector de Brandeburgo, que fue sucedido por su hijo Juan Segismundo.

El archiduque Matías obligó a su hermano, el emperador Rodolfo II, a que le cediera Austria y Hungría. El emperador conservó Bohemia.

El príncipe de Transilvania Segismundo Rakóczi abdicó en favor de Gabriel Báthory.

En Arjángelsk, el rebelde ruso Bolótnikov fue capturado y poco después fue asesinado por sus carceleros.

Claudio Monteverdi estrenó un segundo drama lírico titulado Ariadna.

Thomas Middleton estrenó varias comedias realistas que nos muestran la vida londinense de la época, como A trick to catch the old one o A mad world, my masters. Thomas Heywood estrenó La violación de Lucrecia. Francis Beaumont y John Fletcher estrenaron el drama Philaster.

Rubens regresó a Amberes por la enfermedad de su madre, que no tardó en morir. Allí aceptó el mecenazgo de los archiduques Alberto e Isabel.

Los neerlandeses estaban divididos: alarmado por los éxitos de Ambrosio de Spínola, la alta burguesía, encabezada por Johan van Oldenbarneveldt era partidaria de firmar una tregua con España, mientras que Mauricio de Nassau, apoyado por los campesino y pequeños propierarios, era partidario de continuar la guerra. El sector pacifista acabó imponiéndose, se firmó un armisticio de ocho meses y a principios de 1609 se abrieron negociaciones en La Haya entre el archiduque Alberto, Ambrosio de Spínola y van Oldenbarneveldt. España también estaba interesada en la tregua porque no tenía dinero para pagar a sus soldados.

Grocio publicó su tratado Mare liberum, en el que defendía el principio de la libertad de los mares, en contra de las pretensiones de los españoles, que apelaban al tratado de Tordesillas para reclamar la totalidad de las Indias Orientales y Occidentales.

Los años de trabajo que Kepler había empleado en analizar los datos de Tycho Brahe finalmente dieron su fruto. Se había concentrado en los datos sobre Marte, y sus esfuerzos por encontrar una teoría que cuadrara exactamente con tales datos fueron calificados por él mismo como "mi guerra contra Marte". Se conservan unos mil folios con los cálculos que tuvo que realizar. El resultado fue una teoría totalmente inesperada, que nada tenía que ver con las teorías de Brahe ni con sus propias conjeturas iniciales. Kepler había demostrado que Marte gira alrededor del Sol siguiendo una órbita que no es circular, sino elíptica, con el Sol en uno de sus focos. La exactitud de la órbita calculada por Kepler para Marte es impresionante, no ya para su época, sino valorada con patrones modernos.

Más revolucionario aún era que la velocidad de Marte no era siempre la misma, pero obedecía una simple ley geométrica: si se unen con el Sol los extremos de un arco de la órbita, se forma un triángulo con un lado curvo (un sector elíptico). Kepler descubrió que el área de ese sector es proporcional al tiempo que Marte tarda en recorrer el arco. Dicho más brevemente: el radio que une el planeta con el Sol barre áreas iguales en tiempos iguales. (En particular, el planeta se mueve más rápido cuando está cerca del Sol y más lento cuando está más lejos.) Suponiendo que estas leyes también eran válidas para los demás planetas, Kepler pudo deducir fácilmente sus órbitas. Sus dos leyes fueron publicadas en su tratado Astronomia noua, seu physica coelestis tradita commentariis de motibus stellae Martis. Sin duda alguna, Kepler había logrado que Brahe no hubiera vivido en vano.

En mayo, Galileo recibió una carta de su amigo Paolo Serpi en la que le hablaba de un catalejo que un holandés le había enseñado en Venecia, que permitía ver objetos distantes como si se encontraran muy cerca. Intrigado, Galileo se puso a pensar sobre cómo era esto posible, y no tardó en usar unas lentes para formar su propio perspicillum, como él lo llamaba, con una potencia de cuatro aumentos.

El 6 de abril Henry Hudson zarpó por tercera vez rumbo al océano ártico para buscar el paso del noroeste, pero un motín lo obligó a cambiar de rumbo y llegó a la costa norteamericana. Encontró una bahía en la que desembocaba un río. Desde allí, tomó rumbo norte, explorando la costa.

Costó un poco convencer al rey Felipe III de España de que pactar con herejes no era pecado, pero finalmente autorizó a los archiduques Alberto e Isabel a que firmaran una tregua con los neerlandeses. La llamada tregua de los Doce años se firmó en Amberes el 9 de abril. Durante dicho periodo, España reconocía a las Provincias Unidas como estado independiente, se daban por concluidas las hostilidades tanto por mar como por tierra, cada contendiente conservaba las provincias y ciudades que en ese momento poseía.

Ese mismo día, el rey Felipe III firmó el decreto por el que se ordenaba la expulsión de España de todos los moriscos, en palabras del duque de Lerma, "para que todos los reinos de España queden tan puros y limpios de esa gente como conviene..." El bando de expulsión les daba tres días para marcharse, y todo lo que no pudieran llevarse consigo pasaba a ser propiedad de sus señores. Las causas de esta decisión no están claras. En varias ocasiones se había hablado de que representaban un peligro por supuestos contactos con turcos y berberiscos; tal vez fue parte del precio que hubo que pagar para que el rey consintiera en firmar la tregua con los neerlandeses, o también es posible que fuera una concesión del duque de Lerma a la opinión pública, para ganar popularidad. En el Coloquio de los perros, Cervantes recoge el concepto que en general se tenía de los moriscos:

Todo su intento es acuñar y guardar dinero acuñado, y para conseguirlo trabajan y no comen [...] Entre ellos no hay castidad ni entran en religión ellos ni ellas; todos se casan, todos se multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta las causas de la generación. No les consume la guerra ni el ejercicio [...] róbannos a pie quedo, y con los frutos de nuestras heredades, que nos revenden, se hacen ricos. No tienen criados, proque todos lo son de sí mismos; no gastan con sus hijos en estudios, porque su ciencia no es otra que la de robarnos.

Lo cierto es que la medida fue muy bien acogida. El obispo de Valencia, en una carta a un ministro, había dicho: A trueque de verme sin tantos herejes con nombre de feligreses míos, tendría por muy buena dicha quedarme con necesidad de comer pan solo.

El 9 de julio, el emperador Rodolfo II concedió una carta de majestad a sus súbditos, por la que concedía, salvo algunas restricciones, libertad de conciencia y de culto. Mientras tanto, el duque Maximiliano I de Baviera organizó una Santa Liga católica para oponerse a la Unión Evangélica del elector palatino Federico IV. Las tensiones entre católicos y protestantes se agudizaron con la muerte sin descendencia del duque de Clèves. La situación estratégica de su ducado llevó a ambas facciones, especialmente al emperador, a ganar el territorio para su causa.

Ese año murió el gran duque de Toscana, Fernando I de Médicis, que fue sucedido por su hijo Cosme II. Cerró la banca Médicis, negocio que juzgaba indigno de un soberano.

Dimitrio el Impostor recibió ayuda de Suecia para enfrentarse al zar Basilio Shuiski.

Samuel de Champlain estaba explorando las tierras al sur de Quebec acompañado por algunos indios algonquinos. Siguiendo el río San Lorenzo, encontró un lago que acabó llamándose lago Champlain. El 30 de julio, los algonquinos que acompañaban a Champlain se encontraron con un grupo de indios iroqueses. Hacía cuatro décadas, los iroqueses habían formado una confederación de cinco tribus que conquistaron las tribus vecinas y ahora dominaban un extenso territorio. Eran los más temidos guerreros de Norteamérica. No dudaban en torturar a sus enemigos y soportaban impávidos la tortura. Al ver a los algonquinos, los atacaron con flechas y tomahawks. Cuando Champlain constató que sus aliados estaban siendo derrotados, ordenó a sus hombres que intervinieran. Los iroqueses, desconcertados por los mosquetes, esa nueva arma que tronaba y mataba misteriosamente, salieron huyendo, y semejante humillación les hizo guardar un odio eterno hacia los franceses.

En agosto, Galileo había aprendido a fabricarse sus propias lentes, con las que logró un telescopio de ocho o nueve aumentos. Informó a Paolo Serpi de sus progresos, y éste le concertó una demostración ante el senado de Venecia, que quedó impresionado.

El 3 de septiembre, Hudson encontró otra bahía más al norte de la primera que había encontrado. Allí descubrió lo que al principio tomó por un estrecho. El 12 de septiembre empezó a recorrerlo, pero, después de recorrerlo durante un buen trecho, pudo comprobar que era un río al que llamó río del Norte (por oposición al primer río que había encontrado, al que llamó río del Sur). Ahora el río de Norte es conocido como río Hudson. Cuando regresaba a los Países Bajos fue detenido en Inglaterra y se le prohibió seguir trabajando para los neerlandeses.

El 22 de septiembre, tras una cuidadosa organización, se hizo público en Valencia el bando de expulsión de los moriscos. La flota de Italia acudió a los puertos de Vinaroz, Denia y Alicante para embarcar a los expulsados. Como no daba abasto, se recurrió a mercantes de diversos países, que acudieron encantados porque los expulsados debían pagarse el pasaje.

Francis Beaumont estrenó la comedia de enredo Maid's tragedy, mientras su amigo John Fletcher terminó en colaboración con Thomas Middleton The faithful shepherdess. Ben Jonson escribió Epícene o la mujer silenciosa. De este año data la primera edición conocida de los Sonetos, de William Shakespeare. A diferencia de los sonetos italianos (o castellanos), los sonetos de Shakespeare constan de tres cuartetos y un pareado:

My mistress' eyes are nothing like the sun;
Coral is far more red than her lips' red;
If snow be white, why then her breasts are dun;
If hairs be wires, black wires grow on her head;
Los ojos de mi señora no se parecen en nada al sol;
el coral es mucho más rojo que el rojo de sus labios;
si la nieve es blanca, ¡vaya! entonces sus pechos son morenos;
si los cabellos son hebras, hebras negras le crecen en la cabeza;
I have seen roses damasked, red and white,
But no such roses see I in her cheeks;
And in some perfumes is there more delight
Than in the breath that from my mistress reeks;
he visto rosas de Alejandría, rojas y blancas,
pero esas rosas no veo en sus mejillas;
y en algunos perfumes hay más deleite
que en el aliento que de mi señora emana;
I love to hear her speak, yet well I know
That music hath a far more pleasing sound;
I grant I never saw a goddess go
(My mistress when she walks treads on the ground).
adoro oírla hablar, pero bien sé
que la música tiene un sonido muchísimo más placentero;
admito que nunca vi caminar a una diosa
(mi señora, cuando anda, pisa el suelo).
And yet by heaven I think my love as rare
As any she belied with false compare.
Y, sin embargo, por el cielo que tengo a mi amada
por tan extraordinaria como cualquiera a la que
desmereció por falsa comparación.

Lope de Vega publicó su Jerusalén conquistada, siguiendo como modelo la obra de Torquato Tasso. Para introducir a España en la narración, hizo participar en la primera cruzada al rey Alfonso VIII de Castilla. También completó una edición de sus Rimas, con poemas tan admirables como este soneto:

Ir y quedarse, y, con quedar, partirse,
partir sin alma y ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;
arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;
hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia
y lo que es temporal llamar eterno;
creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia:
fuego en el alma y en la vida infierno.

Esta edición incluía un poema en octavas reales titulado Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, donde propone abandonar las normas aristotélicas (que exigían que la acción transcurriera en un plazo máximo de veinticuatro horas, y otras arbitrariedades similares), entre otra serie de recomendaciones, como mezclar lo noble y lo plebeyo, lo grave y lo humorístico, mantener el interés en todo momento, buscar finales verosímiles, etc. En general, Lope expresa la necesidad de complacer al público.

En México, Mateo Alemán imprimió su Ortografía castellana, en la que defiende la necesidad de una reforma ortográfica. (En la época, cada cual escribía como lo consideraba oportuno, y los diferentes criterios se dividían en dos tendencias: los que optaban por escribir más o menos según se pronunciaba, y los que trataban de respetar la etimología de las palabras.)

El 3 de octubre se falló la sentencia definitiva contra Francisco de Aguayo, uno de los que, cuatro años atrás, habían asesinado al sobrino de Luis de Góngora. La sentencia fue descaradamente blanda, sin duda gracias al parentesco que el inculpado tenía con altos cargos del tribunal del Santo Oficio. Góngora, que había tratado en varias ocasiones de agilizar la causa y obtener justicia, escribió sus famosos tercetos Mal haya el que en señores idolatra, donde, además de quejarse amargamente de la corrupción de la justicia, expone con especial espontaneidad el clásico tema del menosprecio de la corte y alabanza de la sencilla vida rural.

La Compañía de Londres había cambiado su nombre por el de Compañía de Virginia. Sus socios hostigaban desde Londres a John Smith, porque la colonia de Jamestown no estaba resultando muy rentable. Después de ser herido por una explosión de pólvora, el 5 de octubre Smith fue obligado a renunciar a su cargo de presidente y a regresar a Inglaterra.

La expulsión de los moriscos valencianos se estaba realizando con rapidez, pero habían empezado a circular rumores de que los capitanes de los barcos que los transportaban los maltrataban e incluso que los arrojaban al mar, y que los que desembarcaban en África eran robados y asesinados. El 20 de octubre se produjo una sublevación de unos seis mil moriscos, que se refugiaron en una zona montañosa de difícil acceso. Unos días más tarde lo hicieron otros quince mil. A finales de noviembre, los rebeldes estaban sometidos. Mientras tanto, los embarques no habían cesado. A comienzos de enero de 1610, la etapa valenciana de la expulsión había concluido. En tres meses se había embarcado a 116.000 moriscos, 5.000 habían muerto, 2.000 habían huido y 500 habían sido enviados a galeras.

Al mismo tiempo que se terminaba en Valencia, se iniciaba la expulsión en Murcia y Andalucía. De Andalucía salieron unos 33.000. Los expulsados pasaron a África, y algunos llegaron hasta el Imperio Otomano. Algunos resentidos estimularon a los piratas berberiscos a realizar incursiones en las costas españolas, que llegaron hasta Galicia y Asturias.

A los moriscos de Castilla no se les ordenó marcharse, pero se les invitó a ello. Podían llevarse sus posesiones en mercancías (no en dinero). Muchos de ellos, sospechando que era cuestión de tiempo que la invitación se convirtiera en mandato, optaron por marcharse. Por razones de organización, convenía que salieran por la frontera francesa, así que se estableció que los menores de siete años no podían dejar España a menos que sus padres se comprometieran a marchar a un país cristiano (o sea, a Francia, al menos como primera escala).

El 7 de enero, Galileo, al dirigir hacia Júpiter un nuevo telescopio que acababa de construir, pudo apreciar tres pequeñas estrellas a su alrededor, perfectamente alineadas con su centro. A la noche siguiente pudo apreciar que las tres estrellas habían cambiado de posición siguiendo al planeta, y que seguían alineadas con su centro. La noche siguiente, con gran desesperación, no pudo ver nada porque el cielo estaba nublado, pero en los días siguientes pudo continuar sus observaciones y el 13 de enero pudo ver hasta cuatro cuerpos que necesariamente tenían que girar alrededor de Júpiter igual que la Luna gira alrededor de la Tierra. Los llamó estrellas mediceas, en honor al gran duque de La Toscana, Cosme de Médicis, al que había enviado un telescopio como regalo.

El 1 de marzo publicó un librito titulado Sidereus nuntius, en el que daba cuenta de éste y muchos otros descubrimientos realizados anteriormente. Galileo había comprobado que la Vía Láctea no era sino una acumulación de diminutas estrellas, y había visto montañas y cráteres en la Luna. Johannes Kepler, con la ayuda de uno de los telescopios construidos por Galileo, pudo constatar los descubrimientos de éste y publicó una entusiasta réplica titulada Dissertatio cum nuntio sidereo. En ella acuñó el término satélite para referirse a los cuerpos celestes que orbitan alrededor de un planeta en lugar de hacerlo alrededor del Sol. Esto incluía a los satélites de Júpiter descubiertos por Galileo y también a la Luna, que hasta entonces era un caso extrañamente excepcional en el sistema copernicano.

El 11 de mayo murió en Pekín el jesuita Matteo Ricci.

El apoyo del rey Enrique IV de Francia a la Unión Evangélica alemana era cada vez más firme y se estaba planteando declararle la guerra a España. Las cosas se complicaron cuando el monarca se enamoró de Carlota de Condé. El marido de la joven, inquieto por las constantes visitas del rey, decidió refugiarse en Bruselas, bajo la protección del archiduque Alberto. Parece ser que esto acabó de disipar las dudas de Enrique IV en cuanto a la intervención armada. El 13 de mayo confió a su esposa, María de Médicis, la regencia de Francia.

El apoyo abierto del rey a los protestantes reabrió heridas entre los católicos franceses. Un maestro de escuela de treinta y dos años llamado François Ravaillac marchó a París y el 14 de mayo saltó sobre la carroza de Enrique IV y le asestó dos puñaladas mortales en el pecho. Ravaillac fue capturado y, a pesar de las torturas rutinarias, no dejó de sostener que había actuado sin cómplices (es decir, por puro fanatismo). Declarado culpable,  27 de mayo fue descuartizado. (Un regicida merecía la muerte más deshonrosa posible.)

El Delfín Luis, ahora Luis XIII de Francia, tenía nueve años, y su madre fue designada como regente. Esto supuso un giro en la política francesa, pues las simpatías de María de Médicis se decantaban más bien hacia el catolicismo. Su principal apoyo fue un aventurero italiano que había llegado a Francia como parte de su séquito, llamado Concino Concini. Por el contrario, el duque de Sully fue apartado del gobierno. El siempre conspirador duque de Bouillon logró hacerse un hueco en el consejo de regencia.

El 29 de mayo se inició la expulsión de los moriscos aragoneses.

En junio, Galileo renunció a su cargo en Padua para aceptar la dirección de la sección de matemáticas de la universidad de Pisa (sin obligaciones docentes).

La intervención de los suecos en Rusia llevó al rey Segismundo III de Polonia a hacer lo mismo. Con el apoyo de una parte de la nobleza rusa, un ejército polaco dirigido por Stanislaw Zólkiewski entró en Rusia, derrotó en Kluszyn al zar Basilio Shuiski, que fue capturado y deportado a Polonia, y ocupó el Kremlin. Demetrio el Impostor trató entonces de marchar sobre Moscú, pero fracasó y tuvo que regresar a Kaluga. Murió poco después asesinado por un mongol en una emboscada, en el transcurso de una cacería. El hijo de quince años de Segismundo III, Ladislao Vasa, fue proclamado zar de Rusia.

La colonia inglesa de Jamestown había pasado por muy malos momentos. A finales del año anterior, Thomas Gates debía conducir hasta allí una flota con suministros, pero fue víctima de una tempestad y naufragó frente a las Bermudas. Los supervivientes tardaron varios meses en construir dos barcos con los que finalmente pudieron llegar a Jamestown. Allí se encontraron con que sólo quedaban vivos unos sesenta colonos hambrientos que no deseaban sino embarcar de regreso a Inglaterra. Pero el 8 de junio, cuando estaban ya todos embarcados a punto de salir de la bahia de Chesapeake, se encontraron con tres barcos que llegaban de Inglaterra con trescientos nuevos colonos y grandes cantidades de provisiones. Los veteranos decidieron dar media vuelta y la colonia siguió adelante. Entre los nuevos colonos estaba Thomas West, lord De La Warr, que había sido nombrado gobernador de la colonia por la Compañía de Virginia. El capitán de los barcos era Samuel Argall, que en los meses siguientes exploró la costa en busca de suministros, y redescubrió la bahía en la que desembocaba el río al que Hudson había llamado río del Sur. Argall llamó cabo De La Warr a la lengua de tierra situada entre la bahía de Chesapeake y la que acababa de descubrir. Este nombre, deformado en Delaware, se aplicó finalmente tanto al cabo, como a la bahía, como al río del Sur.

El 10 de julio se dio sesenta días de plazo a los moriscos castellanos para abandonar España, sin que les valieran de nada los certificados de buenos cristianos que les daban sus párrocos.

El 25 de julio, Galileo descubrió lo que parecían ser tres cuerpos alrededor de Saturno, aunque eran un tanto desconcertantes, porque, con paso del tiempo, no parecían modificar su posición, sino que más bien se contraían hasta desaparecer y luego volvían a aparecer. (Se trataba del sistema de anillos que rodea el planeta.)

Henry Hudson emprendió un nuevo viaje de exploración, esta vez bajo patrocinio inglés. Atravesó el que hoy se conoce como estrecho de Hudson, y en agosto creyó que había rodeado por el norte el continente americano y que había llegado al océano Pacífico.

En septiembre, Galileo pudo observar que Venus presentaba fases como la Luna. Esto demostraba que Venus gira alrededor del Sol y no alrededor de la Tierra.

Hudson pasó tres meses explorando lo que creía que era la costa noroccidental de América, pero en noviembre se encontró con que la costa giraba de nuevo hacia el oeste. Como descubrió un tiempo después, estaba metido en una gran bahía, conocida hoy como bahía de Hudson. Luego, el invierno heló el océano y la expedición quedó bloqueada en una bahía, que fue llamada bahía de James (de Jacobo).

Samuel de Champlain, tras haber regresado a Francia en busca de mas colonos, había vuelto a Quebec, desde donde inició la exploración de Canadá, hacia el sur.

Don Quijote de la Mancha
Índice La colonización de Norteamérica