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En 1627, el cardenal Richelieu fundó una compañía destinada a estimular la colonización de Nueva Francia. También tomó severas medidas contra los duelos, una costumbre muy arraigada en la nobleza francesa y que hacía perder al Estado muchos hombres valiosos de la forma más estúpida imaginable. Naturalmente, Richelieu no lo razonaba así. Era de los que, en lugar de hacer insensateces por estar del lado de Dios, sabían cómo poner a Dios de su lado: La justicia emanaba del rey por voluntad de Dios, y los duelos eran una forma de tomarse la justicia por cuenta propia, por lo que constituían un delito contra el rey y contra Dios. El 22 de junio, para dar ejemplo, hizo decapitar a Montmorency-Bouteville, un gentilhombre que había osado batirse en duelo en la plaza real de París, lugar simbólico del poder del rey.
Ese año se decidió a atacar La Rochela, el mayor bastión
hugonote. El duque de Sully intentó en
vano convencer a los hugonotes para que se rindieran, y el propio
cardenal se puso al frente del asedio. La ciudad estaba situada al
fondo de una bahía y, para evitar que recibiera ayuda por mar,
Richelieu mandó construir un gigantesco dique que
causó admiración. En Inglaterra, el duque de Buckingham
organizó una expedición naval para socorrer a La Rochela,
pero la flota francesa no permitió que se acercara a la costa.
El sacerdote Pierre de Bérulle había abandonado su
cargo de ministro de Estado francés a causa de sus disensiones
con Richelieu. Ahora era investido cardenal.
El barón de Baltimore, recientemente convertido al
catolicismo,
desempolvó su viejo proyecto de fundar una colonia en Terranova,
esta
vez pensando en fundar un refugio para los católicos ingleses,
análogamente a lo que habían hecho los puritanos del
Mayflower. Ahora viajó personalmente a la isla, y pasó
allí el invierno. Así pudo experimentar por sí
mismo el rigor del clima, y comprendió por qué
había fracasado su proyecto seis años atrás.
Decididamente, había que buscar otro lugar.
En octubre, el rey
Cristián IV de Dinamarca tuvo que abandonar Alemania, perseguido
por Wallenstein, que se adentró en la península de
Jutlandia.
El emperador Fernando II cedió a su hijo Fernando la corona
de Bohemia.
En diciembre murió Vicente
II, el duque de Mantua, que tampoco había tenido éxito en
la generación de un sucesor, y con él se extinguía
por completo la casa ducal. El pariente más próximo era
el duque Carlos de Nevers, que
además era viudo de una hija del duque Francisco IV, hermano de
Vicente II. Sin embargo, para el conde-duque de Olivares tenía
un defecto, y es que era francés. Si el ducado caía bajo
la influencia francesa, el delicado equilibrio en que había
quedado el conflicto de la Valtelina se rompería de nuevo,
así que se dispuso a intervenir.
Juan López de Vicuña
publicó las obras de Góngora con el título de Obras en verso del Homero español,
que poco después fueron retiradas por la Santa
Inquisición.
Wallenstein estaba sometiendo el norte de Alemania, e incluso
había conquistado algunas islas del Báltico. El 26 de enero de 1628, el emperador Fernando
II le concedió los el ducado de Mecklemburgo,
que acababa de conquistar, situado al este de la península de
Jutlandia, así como el título de almirante del mar Océano y del
Báltico. El duque Maximiliano I de Baviera había
sido nombrado elector palatino a título personal, pero el 22 de febrero, el emperador le
otorgó el título con carácter hereditario.
El 24 de febrero, después de asesinar a todos sus rivales, Jurram, el heredero de Yahangir, se proclamó gran mogol y adoptó el nombre de Sha Yahan (rey del mundo). Algunos de los reinos sometidos al Imperio Mongol habían aprovechado la crisis sucesoria para rebelarse, y Sha Yahan tuvo que dedicar los primeros años de su reinado a convencerlos de que nada había cambiado.
En marzo, el gobernador de
Milán invadió el ducado de Mantua, iniciándose
así la guerra de
sucesión de Mantua.
En mayo, Wallenstein
inició el asedio de Stralsund,
aunque tuvo que abandonar al cabo de un par de meses, pues no pudo
evitar que daneses y suecos auxiliaran a la ciudad.
El rey Segismundo III de Polonia destruyó la flota sueca,
dando un giro a la guerra que libraban ambos países.
Los rusos fundaron el fuerte de Krasnoiarsk
en Siberia.
El neerlandés Piet Heyn llevó a cabo su mayor
hazaña al apoderarse en México del cargamento anual de
plata que estaba a punto de ser enviado a España. Era la primera
vez que el tesoro americano caía en manos enemigas y el suceso
provocó la bancarrota de la Corona española. Heyn fue
nombrado gran almirante de las Provincias Unidas.
En agosto, sus ataques a santa
Teresa de Jesús como candidata a patrona de España le
valieron a
Quevedo un nuevo destierro a sus posesiones en La Torre de Juan Abad,
donde estuvo cuatro meses.
Recientemente había cumplido cuarenta años un
inglés llamado Thomas Hobbes.
Desde pequeño había mostrado predilección por el
estudio de las lenguas clásicas. A los catorce años ya
había traducido la Medea
de Eurípides a versos yámbicos latinos. Se ganaba la vida
como tutor de jóvenes de la nobleza. Estando en la biblioteca de
un cierto noble, vio abierto uno de los libros de los Elementos de Euclides, y
leyó el enunciado de una de sus proposiciones. Cuentan que
exclamó: "¡Por Dios,
esto es imposible!" y se puso a leer la demostración. Se
encontró entonces con que ésta se basaba en otra
proposición previa, cuya demostración a su vez se basaba
en otra, y así sucesivamente. Al cabo de un tiempo, llegó
finalmente a convencerse de que la proposición que había
leído inicialmente era cierta, y quedó fascinado por la
geometría.
El duque de Buckingham había enviado una segunda flota en
auxilio de La Rochela, que tampoco pudo lograr su objetivo. Cuando
estaba a punto de embarcar al frente de una tercera, un oficial
puritano llamado John Felton
lo asesinó. Dejó un hijo y tocayo recién nacido,
que heredó su título. (Felton fue ajusticiado ese mismo
año.)
Las expediciones en auxilio de La Rochela habían supuesto un
gran gasto para el rey Carlos I, así que tuvo que convocar el
Parlamento para pedir dinero. El Parlamento, encabezado por el diputado
puritano John Pym,
aprovechó para
presentar al monarca la Petition of
Right, que exigía, entre otras cosas, que ningún
impuesto podría ser recaudado sin la autorización del
Parlamento, así como la prohibición de los
encarcelamientos arbitrarios. El rey recibió con muy mal talante
estas exigencias, no tanto por lo que representaban en sí mismas
como por el hecho de que aceptarlas suponía reconocer que el
Parlamento podía ejercer cierto control sobre el rey, y que el
éste tenía que rendir cuentas a sus súbditos de
sus decisiones. Esto era algo que los antecesores de los Estuardo en el
trono inglés tenían más o menos asumido, pero que
Jacobo I y su hijo no habían llegado a asimilar. Carlos I se lo
pensó durante una semana, pero, como necesitaba el dinero,
finalmente escribió bajo la petición: "Que se cumpla tal como se ha estipulado".
Jacob I había tomado como médico personal a William Harvey, que tras la muerte
del monarca fue mantenido en su puesto por Carlos I. Como
médico, no parecía ser muy bueno, pero era un excelente
cirujano y anatomista. Carlos I había puesto a su
disposición los animales del parque real para sus experimentos.
Ahora publicaba su Exercitatio
anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus, el mejor
tratado de anatomía desde Vesalio. En él describe
experimentos realizados con perros, cerdos, serpientes, ranas, peces,
ostras, langostas, insectos y, sobre todo, en embriones de polluelos.
Entre sus conclusiones principales está la circulación
de la sangre, es decir, Harvey afirmó que la sangre sale del
corazón por las arterias y regresa por las venas (aunque no pudo
precisar cómo pasaba de las arterias a las venas, algo imposible
de observar sin la ayuda de un microscopio). Lo confirmó
experimentalmente pinzando arterias de animales vivos y observando que
la sangre se amontonaba siempre en la parte de la arteria que
conducía al corazón, mientras que en el caso de las venas
era al revés. Harvey había sido discípulo de Gerolamo Fabrizio d'Acquapendente,
discípulo a su vez de Gabriele Falopio. Acquapendente
había descubierto las válvulas en las venas, aunque fue
Harvey quien reconoció su función de válvulas
destinadas a que la sangre no pueda fluir en sentido contrario. Pero un
tratado científico moderno no podría ser considerado como
tal si no contradijera en algo a Aristóteles. El estagirita
había afirmado que el corazón engendra el calor animal,
mientras que Harvey afirmó que este calor proviene de la sangre,
y que el corazón se limita a bombear la sangre para mantenerla
en movimiento.
Los médicos galénicos y aristotélicos
recibieron con recelo e ironía el tratado de Harvey. La facultad
de medicina de París se burló oficialmente de él.
Los pocos pacientes que atendía (aparte del rey) cambiaron de
médico.
El barón de Baltimore pasó un tiempo en Virginia,
donde pudo constatar que el clima era muchísimo más
benigno que el de Terranova, y así concluyó que esas
latitudes serían mucho más adecuadas para su proyecto de
colonia católica.
El 29 de octubre cayó La
Rochela, tras más de un año de asedio. A la victoria
siguió una campaña propagandística que
ensalzó a Luis el Justo, el
rey del castigo y el perdón. El 23 de diciembre Luis XIII entró
triunfante en París, entre vítores, arengas, fuegos
artificiales, etc.
Entre los que participaron en el asedio a La Rochela estaba un
soldado de treinta y dos años llamado René Descartes. En realidad
era soldado ocasional. Aunque sus padres (ricos burgueses) lo
habían animado a seguir la carrera militar, lo cierto es que
sólo consiguieron que, a la edad de veintiún años
iniciara una serie de viajes que le llevaron por toda Europa
(Hungría, Alemania, Polonia, Países Bajos, Suiza e
Italia), enrolándose temporalmente en los ejércitos de
Mauricio de Nassau, en el del duque Maximiliano I de Baviera y algunos
más. Según sus propias palabras, fue "de una corte a otra para ver el mundo
como un espectador". Sin embargo, su verdadera pasión no
era la guerra sino la ciencia. Había recibido una excelente
formación en el colegio jesuita de La Flèche, y los
últimos cuatro años los había pasado en
París prácticamente recluido en su casa, completamente
entregado a sus estudios. Ese año, antes de volver a alistarse
(esta vez en el ejército de Luis XIII), había escrito
(aunque no publicado) sus Regulae ad
directionem ingenii, en las que elabora un primer esbozo de un
método científico para llegar a un conocimiento
sólido, racional y bien fundado. Tras la toma de La Rochela
decidió establecerse en los Países Bajos, adonde
marchó en 1629.
El 6 de marzo, el
emperador
Fernando II promulgó el Edicto
de restitución, por el que todas las propiedades que los
protestantes habían secularizado en los últimos ochenta
años debían ser devueltas a la Iglesia. Los
príncipes protestantes estaban al borde de la
aniquilación, pero este edicto, sobre el que el emperador se
mostró intransigente, les impidió rendirse, y la guerra
continuó.
El 22 de mayo, el rey
Cristián IV de Dinamarca aceptó la paz de Lübeck, por la que se
le devolvían sus territorios en Alemania a cambio de que dejara
de intervenir en los "asuntos
internos del Imperio".
El duque Carlos Manuel I de Saboya, después de haber sido
traicionado por los franceses, había entablado una alianza con
España que le hubiera proporcionado el Monferrato, una parte del
ducado de Mantua, pero los franceses lo derrotaron en Susa y lo obligaron a mantenerse
neutral en la guerra de sucesión del ducado. La
intervención francesa hizo que Ambrosio de Spínola, que
había regresado a España el año anterior, fuera
enviado a Italia como refuerzo.
Tras la edición pirata de los Sueños aparecida dos
años atrás, Quevedo publicaba ahora una versión
revisada.
Calderón de la Barca estrenó La dama duende.
En París estrenó su primera comedia un abogado de
veintitrés años llamado Pierre
Corneille. La obra se titulaba Mélite.
Ben Jonson estrenó La posada nueva.
El rey Carlos I de Inglaterra disolvió el Parlamento con la
intención de no volver a convocarlo, al menos durante mucho
tiempo, iniciando el periodo conocido como la larga tiranía. Para obtener
financiación se valió de los impuestos de aduanas, que
percibía directamente, sin mediación parlamentaria, y de
tanto en tanto obligaba a amigos y enemigos a hacerle donaciones.
Un abogado puritano llamado John
Winthrop, solicitó permiso del rey para organizar la Compañía de la Bahía
de Massachusetts, que era el nombre que John Smith había
dado a una bahía de Nueva Inglaterra, derivado de las palabras
indias que significan "cerca de la
gran colina",
en alusión a la colina donde los jefes
indios de la zona se reunían para sus deliberaciones. Winthrop
pretendía formar una nueva colonia de puritanos similar a
Plymouth o
Salem y a Carlos I le pareció una magnífica oportunidad
de librarse de
un
buen número de molestos puritanos, así que accedió
gustoso a la
petición. Igualmente aprobó el proyecto del barón
de Baltimore, que
pretendía librarle de otros tantos católicos. El
emplazamiento fijado
fue la bahía Chesapeake, al norte del río Potomac, que constituiría la
frontera con Virginia.
Por su parte, la colonia de Maine, establecida por Gorges y Mason
siete años atrás, estaba prosperando. Ya se habían
fundado varias ciudades en la zona, y los fundadores decidieron
repartirse el territorio. John Mason se quedó con la parte
meridional, a la que dio el nombre de New
Hampshire, por el condado inglés de Hampshire, en el que
había pasado la mayor parte de su vida.
Nueva Holanda se veía insegura teniendo colonias inglesas
tanto al norte como al sur. Los neerlandeses, aunque muy dados a la
navegación, no sentían especial interés por
establecerse lejos de su patria. Por ello, Kiliaen van Rensselaer, un
comerciante en diamantes que había sido uno de los principales
accionistas de la Compañía de las Indias Occidentales,
propuso que se estableciera lo que se llamó el sistema patrono, por el que los hombres que
se comprometían a llevar más de cincuenta colonos a Nueva
Holanda recibían una gran extensión de tierra a orillas
del río Hudson. La idea fue aprobada el 7 de junio, y contribuyó
notablemente al engrandecimiento de Nueva Holanda (aunque
también puso la colonia en manos de una oligarquía casi
feudal). No se puso ninguna condición sobre la nacionalidad de
los colonos, así que allí confluyeron colonos de las
más diversas partes de Europa.
El 28 de junio el rey Luis XIII
de Francia promulgó el edicto
de gracia de Alès, que mantenía las disposiciones
religiosas y jurídicas del edicto de Nantes, pero anulaba los
privilegios políticos, en especial las plazas de seguridad, es
decir, las ciudades cuyo control se había entregado a los
hugonotes. Richelieu procedió a demoler las murallas de estas
ciudades, salvo si estaban cerca de las fronteras del país.
El 19 de julio, una flota inglesa
llegó hasta Quebec y tomó la ciudad. Champlain fue hecho
prisionero. Luego tomaron también Port Royal y otras colonias
francesas en Acadia (Nueva Escocia para los ingleses).
En agosto Velazquez marchó
a Italia a completar su formación como pintor. Rubens
marchó a Inglaterra a negociar la paz con España.
Allí pinto San Jorge
liberando a la princesa, en la que san Jorge es el rey Carlos I
y la princesa es su esposa Enriqueta María.
En septiembre, el rey Gustavo II
Adolfo de Suecia y el rey Segismundo III de Polonia firmaron la tregua
de Altmark, por la que el
primero renunciaba a sus conquistas en Polonia a cambio de los derechos
de aduana de los puertos del Báltico. Al parecer, el rey sueco
obró aconsejado por la diplomacia francesa, ya que Richelieu
estaba interesado en que Suecia interviniera en la guerra de los
Treinta Años, ahora que Dinamarca se había retirado.
Ese año murieron:
El 26 de enero murió
el matemático inglés Henry Briggs.
El pintor Frans Hals pintó dos retratos muy
característicos: La gitana
y El alegre bebedor.
Galileo terminó un nuevo libro al que había titulado Diálogo sobre el flujo y el reflujo.
Se trataba de un diálogo entre tres personajes: Salviati, (un amigo suyo
florentino), que defiende la teoría copernicana, Sagredo (otro amigo veneciano de
Galileo), que, teóricamente, hace de moderador imparcial, aunque
se siempre acaba dando la razón a Salviati, y Simplicio, un personaje ficticio
que defiende las teorías aristotélicas. Su nombre
significa "más bien simple, o
tonto", pero quedaba disimulado por que hubo un comentarista de
Aristóteles con ese nombre en el siglo VI cuyos escritos se
leían todavía en las escuelas.
El título del libro aludía a que el clímax
del diálogo llega en el momento en que Galileo (o Salviati) expone su principal
argumento en favor del movimiento de la Tierra, que estaba basado en el
fenómeno de las mareas. El argumento, como la explicación
de Galileo a las mareas, era incorrecto, pues ya Kepler había
señalado que, de algún modo, las mareas debían ser
causadas por la Luna, dado que se producen siempre en consonancia con
la posición de la Luna en el cielo y esto nada tiene que ver con
el posible movimiento de la Tierra. Sin embargo, el diálogo
contiene un aporte valiosísimo, no ya a la astronomía,
sino a la ciencia en general, pues en él Galileo expone otro
argumento (éste totalmente cierto y fundamental) para refutar
una de las principales objeciones que se ponían a la
teoría copernicana:
Si, tal y como exige la teoría copernicana, la Tierra da una
vuelta completa sobre sí misma en el plazo de un día, un
simple cálculo muestra que cualquier objeto situado, por
ejemplo, en Roma se está moviendo hacia el este a unos 1260
km/h. Así, si estoy en Roma y sostengo una bola en mi mano,
ésta se está moviendo a dicha velocidad, pero si la dejo
caer, al quedar libre del contacto con mi mano o con la Tierra en
general, la bola tenderá a pararse y, desde mi punto de vista,
que sigo moviéndome con la Tierra, el efecto debería ser
que la bola sale disparada hacia el oeste a 1260 km/h, cosa que, como
cualquiera puede comprobar, no sucede. La bola cae en vertical, y esto
prueba que la Tierra está inmóvil o, por lo menos, que no
se está moviendo a la velocidad vertiginosa que requiere la
teoría copernicana.
El error de este razonamiento reside en un principio de la
física aristotélica (y recordemos que
"aristotélico" es una mera forma sofisticada de decir "falso"),
según el cual, los cuerpos tienden por naturaleza al estado de
reposo. (Más precisamente, Aristóteles creía que
el reposo era el estado natural de los cuerpos del mundo sublunar,
mientras que el estado natural de los cuerpos celestes era el
movimiento perpetuo.) Galileo argumenta con brillantez que si, como es
evidente, los cuerpos en movimiento terminan parándose, ello no
se debe a que tiendan al reposo por sí mismos, sino que son
frenados por el roce con el aire o con la superficie por la que se
deslizan. Galileo razona que, a medida que vamos reduciendo la
fricción, los cuerpos tardan más en pararse, de modo que,
si pudiéramos eliminar la fricción por completo, un
cuerpo en movimiento permanecería en tal estado indefinidamente,
hasta que otro cuerpo lo frenara. Esto es el principio de inercia, a partir del
cual Galileo razona que si, por ejemplo, estamos en la bodega de un
barco, no hay ningún experimento que podamos hacer sin mirar al
exterior para averiguar si el barco está en reposo o en
movimiento. Esto es una versión rudimentaria de lo que hoy en
día los físicos llaman
principio de relatividad de Galileo.
Galileo marchó a Roma dispuesto a conseguir el imprimatur (el permiso
eclesiástico de impresión) para su libro. En los
últimos años se había entrevistado con el Papa
Urbano VIII en más de seis ocasiones, y Galileo había
llegado a convencerse de que, al menos bajo su pontificado, la Iglesia
no iba a combatir la teoría copernicana. El diálogo fue
examinado por el padre Riccardi,
Maestro del Sacro Palacio, que empezó por imponer que se
cambiara el título por el de Diálogo
sobre los dos máximos sistemas del Mundo, que le daba a
la obra un ligero aire de imparcialidad entre ambos, ya que el
título original apuntaba descaradamente hacia la teoría
copernicana. No obstante, la respuesta final tardaría un poco en
llegar.
Diecisiete barcos que transportaban a casi mil puritanos zarparon de
Inglaterra con John Winthrop al frente y, según lo previsto,
fundaron una colonia en la bahía de Massachusetts, colonia que
acabó siendo conocida simplemente como Massachusetts. Allí fundaron
la ciudad de Boston, en la
desembocadura del río que llamaron Carlos, en honor del rey Carlos I.
El rey había dado por supuesto que la Compañía de
la Bahía de Massachusetts residiría en Inglaterra, como
la Compañía de Virginia, pero no, Winthrop
estableció su sede en la propia Massachusetts, con lo que
escapó prácticamente de todo control real.
En Italia, las tropas del duque Carlos Manuel I de Saboya sitiaron la guarnición francesa de Casale Monferrato, pero fue vencido por el ejército del rey Luis XIII, que en marzo ocupó Pignerol y en julio Saluces. Por otra parte, Ambrosio de Spínola tomó Monferrato y puso sitio a Casale, pero, cuando ya estaba en negociaciones para firmar la paz, el conde-duque de Olivares, que no se llevaba muy bien él, le retiró los poderes. Entonces, un hijo suyo, Felipe Spínola, fue derrotado por los franceses y, al parecer, la noticia perturbó hondamente a su padre, que no tardó en morir. También murió Carlos Manuel I, que fue sucedido por su hijo Víctor Amadeo I. Otro de sus hijos, Tomás, recibió el principado de Carignan.
Otros fallecidos ese año fueron:
Francisco de Quevedo publicó el Chitón de las Taravillas, en el que defiende la política económica del conde-duque de Olivares.
En Barcelona se publicó la colección Doce comedias
nuevas de Lope de Vega y Carpio
y otros autores, en la que figura una que, ciertamente, no es de Lope,
y que se atribuye a Tirso de Molina. Es El burlador de Sevilla y convidado de
piedra, basada en una comedia anónima anterior titulada ¿Tan largo me lo fiáis?
y en la cual se basan a su vez todas las obras posteriores sobre la
figura de don Juan Tenorio.
Siguiendo los consejos de Richelieu, el rey Gustavo II Adolfo de
Suecia se decidió a intervenir en la guerra de los Treinta
Años y tomar el relevo a Cristián IV de Dinamarca en
defensa de los protestantes alemanes (y, ya de paso, de sus intereses
comerciales en el Báltico, que las conquistas imperiales
ponían en
peligro). Así inició un nuevo periodo de la guerra de los
Treinta Años, el periodo
sueco. El 6 de julio,
desembarcó en Usedom,
en Pomerania y poco después se apoderaba de Stettin. Una hábil propaganda
lo presentó como el "defensor de las libertades
germánicas".
En agosto, los príncipes
electores se reunieron en Ratisbona, donde el emperador trató de
que su hijo Fernando fuera reconocido como rey de romanos. Sin embargo,
en septiembre llegó el
capuchino François Joseph du
Tremblay, más conocido como el Padre José, o también
como la Eminencia Gris, por
ser el hombre de confianza del cardenal Richelieu en política
exterior. El padre José consiguió sembrar la desconfianza
entre los príncipes alemanes, católicos y protestantes,
ante la posibilidad de que el emperador llegara a adquirir
auténtico poder sobre el Imperio, y eso nadie lo deseaba (aparte
del emperador, claro). La propuesta del emperador fue rechazada. Por
otra parte, Maximiliano I de Baviera también recelaba del poder
ilimitado que estaba adquiriendo Wallenstein, y obligó a
Fernando II a que lo destituyera como general del ejército
imperial, puesto que ocupó el conde de Tilly.
Por esta época el rey Luis XIII de Francia cayó
enfermo y, en octubre, el Padre
José, privado de directrices, decidió firmar un tratado
de paz sobre el conflicto en Italia. Richelieu montó en
cólera al enterarse, pero no se atrevió a rechazar lo
acordado.
Por estas fechas, navegantes franceses establecieron asentamientos
al oeste de La Española.
El 11 de noviembre hubo una
violenta discusión en el palacio del Louvre entre el rey Luis
XIII y su madre, María de Médicis. Ésta
insistía en la necesidad de apartar a Richelieu, entre otras
cosas por su política antiespañola. Durante todo el
día, corrió el rumor de que, en efecto, el cardenal
había caído en desgracia, pero el rey se había
limitado a dar la razón a su madre para luego no hacerle caso.
Richelieu siguió siendo su valido y sus adversarios, quienes
habían apoyado a María de Médicis en su contra,
fueron encarcelados. La propia reina madre se vio obligada a exiliarse
en Compiègne.
El 15 de noviembre murió
Johannes Kepler. Había ido a Praga a cobrar una paga que se le
debía y cogió un resfriado que acabó con su vida.
El 25 de diciembre, Gustavo II
Adolfo derrotó en Pomerania al ejército imperial y en enero de 1631, firmó con Francia la
convención de Bärwalde,
que le aseguraba
durante cinco años el subsidio necesario para mantener un
ejército de cuarenta mil hombres contra los Austrias, a
condición de respetar el culto católico.
Velázquez regresaba a España, después de haber
pasado año y medio en Italia (había visitado
Génova, Milán, Venecia, Roma y Nápoles, entre
otras ciudades). En este periodo pintó La fragua de Vulcano.
El emperador Fernando II casó a su heredero Fernando con
María, la hermana del rey Felipe IV de España que
había pretendido el rey Carlos I de Inglaterra.
El Papa Urbano VIII fijó nuevas normas para los procesos de beatificación y canonización.
En abril, el tratado de Querasco entregaba el ducado de Mantua al duque Carlos I de Gonzaga-Nevers. Los franceses abandonaron el ducado de Saboya, aunque se quedaron con Pignerol.
El 13 de abril los suecos
saquearon la ciudad de Frankfurt.
El 25 de mayo Tilly tomó
Magdeburgo, en Sajonia, y no pudo impedir que sus hombres, mal pagados
y mal abastecidos, saquearan e incendiaran la ciudad, en la que
vivían unos treinta mil habitantes, la mayoría de los
cuales no sobrevivió al asalto. La noticia causó una gran
indignación en Europa y se le dedicaron numerosos panfletos e
incluso hojas ilustradas.
A Massachusetts llegó un misionero de veintisiete años
llamado John Eliot, que se
dedicó a evangelizar a los indios, para lo cual se puso a
estudiar su idioma.
En Madrid murió el dramaturgo Guillén de Castro, y en
Londres murieron John Smith, el explorador de Nueva Inglaterra, y John Donne, un sacerdote anglicano
cuya obra poética había circulado únicamente en
copias manuscritas y que pasó desapercibido para la
crítica durante mucho tiempo, si bien actualmente se le
considera una de las figuras más importantes de la época,
comparable, por ejemplo, a Quevedo en la literatura castellana.
En España seguía abierta la polémica entre los
admiradores y los detractores de Luis de Góngora y su singular
estilo. Antes y después de la muerte del poeta se habían
publicado varios comentarios y explicaciones a sus obras. El año
anterior, Joseph Pellicer de Salas y
Tovar había publicado sus Lecciones solemnes a las obras de don Luis
de Góngora y Argote, Píndaro andaluz, príncipe de
los poetas líricos de España, y ahora Quevedo
respondía con una edición de las obras poéticas de
fray Luis de León. En la dedicatoria al conde-duque de Olivares
arremete, aunque sin nombrar o, siquiera, aludir a Góngora,
contra los que razonan "prosa
espuria y voces advenedizas y desconocidas, de tal suerte que una
cláusula no se entiende con la otra". Por otra
parte, editaba su Libro de todas las
cosas y otras muchas más, con la aguja de navegar cultos.
Ésta última era una obrita escrita hace ya algunos
años, que contiene la famosa receta-soneto para hacer Soledades en un día.
En septiembre, el príncipe
elector Juan Jorge I de Sajonia se alió con Gustavo II Adolfo.
El 16 de septiembre Tilly
aceptó la rendición de Leipzig. Al día siguiente,
el
17 de septiembre, su hasta entonces invicto ejército se
enfrentó en Breitenfeld
al del rey Gustavo II Adolfo, y fue estrepitosamente derrotado por los
nórdicos.
El 15 de noviembre las tropas
sajonas ocuparon Praga.
El 18 de noviembre los suecos
llegaron hasta el Rin y tomaron la fortaleza de Marienberg. Gustavo II Adolfo
estableció su cuartel de invierno en Maguncia. Richelieu,
inquieto por la proximidad de su aliado, asumió la
protección del ducado de Lorena. El duque Franciso II no vio con
buenos ojos tanta protección, y promovió una
conspiración contra Richelieu, que contó con el apoyo de
Gastón, el duque de Orleans, hermano del rey Luis XIII y su
heredero mientras no tuviera hijos. No era la primera vez que
Gastón conspiraba contra el cardenal. La conspiración
fracasó, pero Gastón siempre se las arreglaba para que
todas las culpas recayeran sobre sus cómplices. Luis XIII
nombró duque al cardenal Richelieu y la reina madre,
María de Médicis tuvo que huir de Francia.
La derrota de Tilly llevó al emperador Fernando II a devolver
a Wallenstein el mando del ejército imperial, que asumió,
en principio de forma provisional, el 15
de diciembre.
El año anterior, en su Admonitio
ad astronomos, Kepler había predicho que el planeta
Mercurio pasaría por delante del Sol, de modo que podría
verse como una pequeña mancha sobre el disco solar. Gassendi
comprobó la exactitud de su predicción.
Finalmente, Galileo consiguió el permiso eclesiástico
en Florencia (no en Roma) para publicar su Diálogo sobre los dos
máximos sistemas del Mundo, que salió de la imprenta el 22 de febrero de 1632. Se le había
añadido un prefacio donde dejaba bien claro que se trataba
sólo, como había prescrito el Papa, "de la consideración
matemática de la posición copernicana sobre el movimiento
de la Tierra, con el fin de probar que, dejando aparte la
revelación de Dios y la doctrina sacra, se podrían salvar
las apariencias en esta posición [...] sin concederle la verdad
absoluta, sino solamente la hipotética y sin las Escrituras."
Además, el diálogo terminaba con otra sugerencia del
Pontífice, según la cual, aunque las pruebas parecieran
favorables al movimiento de la Tierra, Dios, en su omnipotencia,
podría haber hecho que éstas derivaran de causas del todo
diferentes.
Los portugueses lograron colocar un rey títere en el Imperio
de Monomotapa, el rey Mavura.
La diplomacia de Richelieu logró que, el 29 de marzo, Inglaterra firmara el tratado
de Saint-Germain-en-Laie, por
el que devolvía a
Francia las colonias que le había arrebatado tres años
atrás. Samuel de Champlain regresó a Nueva Francia con
doscientos nuevos colonos.
El 13 de abril Wallenstein fue
reconocido definitivamente como jefe del ejército imperial. El 15 de abril, el rey Gustavo II
Adolfo de Suecia derrotó a Tilly en Rain. Tilly resultó
gravemente herido. Gustavo II Adolfo marchó hacia Augsburgo, de
la que se apoderó el 24 de abril.
Poco después, el 30 de abril,
miría el conde de Tilly. Privado de su general, el duque
Maximiliano I de
Baviera no tuvo más opción que congraciarse con
Wallenstein. El 17 de mayo los
suecos entraron
en Munich, mientras que el 25 de mayo
Wallenstein
recuperaba Praga.
El 20 de junio murió el
barón de Baltimore, antes que de pudiera marchar a
América a realizar su proyecto de colonia católica, pero
su hijo, Cecil Calbert, el
segundo barón de Baltimore, continuó con los preparativos.
Los colonos de Massachusetts exploraron el valle del río Connecticut (cuyo nombre significa "junto al largo río en el que
penetran las mareas").
Ben Jonson estrenó La dama
magnética.
El pintor Van Dyck dejó Amsterdam para viajar a Inglaterra,
llamado por el rey Carlos I, que lo nombró sir y le regaló una
residencia campestre en el condado de Kent. Mientras tanto, en
Amsterdam
empezaba a cobrar fama otro pintor de veintiséis años
llamado Rembrandt Harmenszoon Van
Rijn, conocido simplemente por Rembradnt.
Acababa de pintar su primer cuadro importante: la Lección de anatomía del
doctor Tulp.
En los meses anteriores, Gustavo II Adolfo y Wallenstein se
habían ido acercando lentamente a Nuremberg, donde se
encontraron el 30 de agosto. El 3 de septiembre, el rey sueco atacó
las posiciones imperiales, pero fracasó repetidamente en sus
intentos de tomarlas, y al día siguiente Wallenstein lo
dejó escapar.
El 18 de septiembre, tras
numerosos ofrecimientos de paz, Gustavo II Adolfo se dirigió
hacia el sur, mientras Wallenstein penetraba en Sajonia. El
príncipe elector Juan Jorge I de Sajonia pidió auxilio a
Gustavo II Adolfo, que el 18 de octubre
se lanzó a la persecución de Wallenstein.
El 1 de noviembre, Wallenstein
tomó Leipzig.
Finalmente, Gustavo II Adolfo y Wallenstein se enfrentaron en Lützen el 16 de noviembre. Los suecos obtuvieron la
victoria, pero en la batalla murió el rey sueco mientras cargaba
al frente de la caballería. A su muerte, tomó el mando el
duque Bernardo de Sajonia-Weimar.
Gustavo II Adolfo dejó una hija de seis
años, que ahora se convertía en la reina Cristina de Suecia. El consejo de
regencia fue presidido por Axel Gustavsson Oxenstierna, que
recientemente había sido nombrado canciller.
Otros fallecidos ese año fueron:
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