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Tras la conversión al catolicismo del rey Susenios de
Abisinia, una buena parte de sus súbditos cristianos (coptos) se
rebeló contra la herejía católica. El rey
había emprendido una sangrienta represión, pero, cansado
de derramar la sangre de sus súbditos, en 1632 abdicó en su hijo Fasílidas, que
prohibió el catolicismo y expulsó a los jesuitas del
país.
El príncipe de Orange, Federico Enrique, conquistó a los españoles Venlo, Roermond y Maastricht.
Las cortes de Castilla juraron lealtad al heredero del rey Felipe IV
de España, su primogénito de tres años, el
príncipe Baltasar Carlos.
Después fue reconocido como heredero en Barcelona, adonde Felipe
IV acudió
acompañado de su hermano
Fernando, el Cardenal Infante, al que nombró virrey de
Cataluña.
Un convento de ursulinas de Loudun, en Francia, cayó presa
del demonio: diecisiete monjas
sufrían convulsiones y proferían blasfemias y
obscenidades. El culpable resultó ser un cura de la parroquia, Urbano Grandier, que fue acusado de
brujo. Se inició un largo proceso, mientras los exorcismos se
sucedían en vano. Las convulsiones de las monjas se convirtieron
en atracción turística.
Los franceses ocuparon la isla de Dominica, en las Antillas. Algunos
años atrás había sido visitada por los ingleses,
aunque no habían establecido ningún asentamiento, pero
ahora reclamaron derechos sobre ella y se estableció una pugna
entre ambos países.
En 1633 murió Isabel Clara
Eugenia, la hija de Felipe II de España y gobernadora de los
Países Bajos españoles.
La colonia neerlandesa de Nueva Amsterdam crecía a pasos
agigantados. Un danés llamado Jonas
Bronck se había asentado en tierra firme al norte de
Manhattan en la zona que hoy se conoce como Bronx, otra isla cercana a Manhattan
recibió el nombre de Staten
Island, por los Estados Generales que gobernaban las Provincias
Unidas, otros núcleos de población recibieron nombres de
ciudades neerlandesas, como Brooklyn
y Haarlem. Hacia el norte,
llegaron a la desembocadura del río Connecticut. En todo
momento, las relaciones con los indios de la zona fueron cordiales y
amistosas.
Ese año murió Fiódor Filaret, el Patriarca de
Moscú, padre del zar Miguel III y verdadero gobernante de Rusia.
El Diálogo sobre los dos
máximos sistemas del Mundo se leyó con avidez, y
la
fama de Galileo llegó a su cénit. Pero también lo
leyeron quienes convencieron al Papa Urbano VIII de que Galileo
había intentado burlarse de él, que Simplicio era una
caricatura del Papa, como lo probaba la ilustración de la
portada (en la que Simplicio guardaba un vago parecido casual con el
Pontífice) o el hecho de que el argumento final, sugerido por el
Santo Padre, estaba puesto en boca de Simplicio (como no podía
ser de otro modo, ya que era un argumento en favor del sistema
aristotélico). Más aún, Urbano VIII fue convencido
de que la obra era muy peligrosa para la Iglesia, ya que al reducir la
Tierra a un mero planeta se privaba de su dignidad al lugar donde
Cristo había sufrido su martirio por la humanidad. Estas y otras
sandeces hicieron que la Santa Inquisición prohibiera el libro y
tratara de recuperar el mayor número posible de ejemplares, a la
vez que citaba en Roma al autor.
Allí se le abrió un proceso por herejía.
Galileo tenía entonces sesenta y nueve años y su
estado de salud era precario. En todo momento fue bien tratado. En
lugar de ser encarcelado, fue alojado en la embajada de
Florencia en Roma. El proceso duró veinte días, y Galileo
apenas se defendió. Finalmente, el 22
de junio, arrodillado y con el
sayo de penitente, fue obligado a leer esta abjuración,
tras la cual se leyó la sentencia, que terminaba
así:
Invocado, por tanto, el Santísimo nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de su gloriosísima Madre siempre Virgen María; por esta nuestra definitiva sentencia, [...] decimos, sentenciamos, pronunciamos y declaramos que tú, Galileo, por las cosas deducidas en el proceso y por ti confesadas, te has hecho ante este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de haber sostenido y creído doctrinas falsas y contrarias a las Sacras y Divinas Escrituras, que el Sol es el centro de la Tierra y que no se mueve de oriente a occidente, y que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo, y que se puede tener y defender como probable una opinión después de que ha sido declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura; y, en consecuencia, has incurrido en todas las censuras y penas de los sacros cánones y otras constituciones generales y particulares impuestos y promulgados contra tales delincuentes.
Por lo cual estamos contentos porque antes, con corazón sincero y fe no fingida, ante nos, abjuras, maldices y detestas los mencionados errores y herejías y cualquier otro error o herejía contraria a la Iglesia Católica y Apostólica de la forma y manera que por nosotros te será dada.
Y para que este tu grave y pernicioso error y transgresión no quede del todo sin castigo y seas más cauto en el futuro y ejemplo para otros que se abstengan de delitos semejantes, ordenamos que por público edicto de prohiba el libro de los Diálogos de Galileo Galilei. Te condenamos a cárcel formal en este Santo Oficio a nuestro arbitrio; y, como saludable penitencia, te imponemos que los tres próximos años recites una vez a la semana los Siete Salmos penitenciales; y nos reservamos la facultad de moderar, cambiar o levantar, en todo o en parte, las mencionadas penas y penitencias.
La cárcel a la que aludía la sentencia se redujo a residir en el palacio arzobispal de Siena, aunque, unos meses después, la intervención del gran duque Fernando II de Toscana hizo que se le permitiera volver a su casa, donde estuvo en "arresto domiciliario" el resto de su vida. Se dice que, tras la lectura de su abjuración, refiriéndose a la Tierra, Galileo musitó: "Eppur si muove" (y, sin embargo, se mueve), aunque no parece probable que se arriesgara a decir algo así ante el tribunal. (No obstante, sí que es probable que se lo dijera poco después a alguien de confianza y que el boca a boca haya deformado el "poco después" en un "justo a continuación".)
Se ha pretendido justificar la actuación de la Iglesia
aduciendo que Galileo no tenía pruebas que confirmaran la
teoría heliocéntrica, pero tal argumento es absurdo. La
teoría heliocéntrica, no en la versión original de
Copérnico, sino en la de Kepler, estaba completamente
justificada por estas fechas (o, al menos, estaba completamente
justificado que era mucho mejor que la teoría
geocéntrica):
Galileo no insistió en estas razones, ni siquiera
mencionó muchas de ellas, basadas en su
mayoría en observaciones experimentales y en complejos
cálculos, porque su interés no era demostrar lo que ya
estaba demostrado, sino que su aportación consistía en
mostrar que, una vez demolida la física aristotélica, la
teoría heliocéntrica resultaba completamente natural y
que todas las objeciones se disipaban (todas menos las basadas en la
Biblia, pero es que los aristotélicos tenían
razón al creer que la palabra de Aristóteles tenía
tanto valor como la palabra de Dios).
Como era de esperar, la condena de Galileo sólo
contribuyó a difundir su obra y a que su pensamiento ganara
adeptos. El jesuita Marin Mersenne, que había sido en otro
tiempo uno de sus más fervorosos detractores, se había
convertido ya en uno de sus más fervorosos partidarios, y fue
uno de los principales responsables de la divulgación de sus
escritos.
La muerte del rey Gustavo II Adolfo no puso fin a la
intervención sueca en la guerra de los Treinta Años. El 23 de abril, el regente Axel Oxenstierna
firmó la alianza de Heilbronn,
por el que se ponía al frente de los protestantes alemanes.
El 11 de octubre Wallenstein
derrotó a las tropas sajonas en Steinau.
En noviembre, unos doscientos
veinte colonos salieron de Inglaterra en dos barcos, conducidos por Leonard Calvert, el hermano del
barón de Baltimore. Eran mayoritariamente católicos,
aunque entre ellos se contaban también algunos protestantes.
Thomas Heywood estrenó El
viajero inglés.
El 14 de noviembre, el duque
Bernardo de Sajonia-Weimar tomó Ratisbona sin que Wallenstein
tratara de impedirlo, porque estaba negociando un acuerdo con él
para marchar conjuntamente sobre Praga y proclamarse rey de Bohemia.
Sin embargo, los protestantes no acabaron de confiar en él,
temiendo que se tratara de una trampa, y el 18
de febrero de 1634 el emperador Fernando II lo destituyó
por alta traición. Wallenstein trató de reunirse con los
suecos, de pero el 25 de febrero fue
asesinado por orden del emperador. El ejército imperial
quedó en manos de Fernando de Austria, el cardenal-infante y del
rey Fernando de Bohemia, el hijo del emperador.
Por estas fechas llegaron a América los colonos dirigidos por
Leonard Calvert, que el 27 de marzo
fundaron Saint Mary's City, a
la que convirtieron en capital de una nueva colonia, al norte de
Virginia e independiente de ella, a la que llamaron Maryland, teóricamente en
honor de la reina Enriqueta María, pero la mayoría
católica pensaba más bien en la virgen María. No
obstante, los colonos de Virginia no veían con buenos ojos a sus
vecinos católicos. Uno de ellos había instalado tres
años atrás un puesto comercial en la isla de Kent, desde donde trataba
provechosamente con los indios, y ahora, de repente, sus instalaciones
estaban en territorio de Maryland, cosa que se negó a aceptar.
Tras algunas escaramuzas entre ambas colonias, Virginia envió
una delegación a Inglaterra para anular la concesión de
tierras a Maryland.
El rey Carlos I seguía sin convocar el Parlamento y, dado que
las principales fuentes de ingresos del monarca requerían la
aprobación parlamentaria, decidió burlar el sistema legal
recuperando un antiguo impuesto, el ship-money,
destinado a luchar contra la piratería. Esta medida
levantó agrias protestas.
Ese año murieron los dramaturgos ingleses John Marston y
George Chapman.
Los neerlandeses se establecieron en la pequeña isla de Curaçao, al norte de
Venezuela.
El cardenal Richelieu impulsó la creación de la Academia Francesa, que
originariamente contó con treinta y cuatro miembros, y cuya
función era la regulación de la lengua francesa. Entre
sus miembros fundadores figuraban dos discípulos de Malherbe: Honorat de Bueil, señor de Racan, (que vivía retirado en
su castillo de la Turena, del
que sólo salía para visitar a sus amigos de París
y, ahora, para asistir a las sesiones de la Academia) y François Mainard, que a la
sazón estaba en Roma, como secretario del embajador
francés. El duque de Sully fue nombrado mariscal de Francia.
El 26 de julio el rey Fernando de
Bohemia recuperó Ratisbona.
Galileo, todavía abatido por haberse visto forzado a abjurar
del heliocentrismo por propia voluntad, recibió un nuevo golpe
cuando murió su hija Virginia, que se había hecho monja
con el nombre de María
Celeste. La condena de Galileo supuso un revés al
progreso científico, al menos en Italia. En Roma vivía un
profesor jesuita de veinticinco años llamado Evangelista Torricelli, que pocos
meses después de la publicación del Diálogo de Galileo le
había escrito una carta mostrando su entusiasmo por la
astronomía, declarándose como un heliocentrista
convencido. Sin embargo, en vista de los acontecimientos,
prefirió dejar de lado sus investigaciones en astronomía
y se centró en las matemáticas. Descartes escribía
a su amigo Mersenne:
Ya debéis saber que Galileo ha sido censurado por la Inquisición y que sus opiniones sobre el movimiento de la Tierra han sido condenadas por heréticas. Yo sólo puedo deciros que en mi tratado acerca de la luz he admitido la idea del movimiento de la Tierra; pero si creyera que mi teoría dependiese de la de Galileo, por nada del mundo la defendería contra el parecer de la Iglesia, aunque estuviese basada en demostraciones que parecieran ciertas y que fuesen completamente claras.
La incoherencia de esta cita no debe hacernos dudar de la lucidez de
Descartes, sino que es un reflejo del afán que siempre
demostró en evitarse problemas (afán que hoy sería
fácil tachar de cobardía, pero que, teniendo en cuenta la
época, es razonable tenerlo por sana prudencia). Más
tarde, escribiría también a Mersenne: Si el movimiento de la Tierra no es
verdad, todos los fundamentos de mi filosofía son falsos
también.
El tratado al que se refiere Descartes se titulaba Le Monde, ou Traité de la Lumiere.
Es un tratado de física que había terminado el año
anterior, pero que nunca se atrevió a publicar. La física
de Descartes peca de un desaforado exceso de
confianza en la razón (en el mal sentido, es decir, en el de
ponerse a extraer conclusiones de razonamientos que pueden sonar
más o menos plausibles, pero que no tienen más fundamento
que los razonamientos de un teólogo) y de dejar al margen las
observaciones empíricas. Dicho de otro modo: es un castillo
construido sobre arena. Es una constante de toda la obra de Descartes
(excepto cuando trata de matemáticas) que los problemas que
plantea son mucho más valiosos que las soluciones que aporta.
Por ejemplo, en astronomía se plantea la necesidad de ir
más allá de la mera descripción de cómo se
mueven los astros y explicar por qué lo hacen así:
¿cómo sabe la Tierra dónde está el Sol,
para girar a su alrededor? Para "resolver" el problema da rienda suelta
a su imaginación y, considerando absurdo que un cuerpo
pueda actuar a distancia sobre otro, concluye que tiene
que haber una sustancia que llene el espacio que media entre los
astros, lo que los antiguos llamaban el éter, que estaría
dotada de un movimiento en el que se habrían formado
turbulencias, remolinos o vórtices,
por usar la expresión cartesiana, que arrastrarían en su
movimiento a los planetas y cometas.
El Tratado de la luz
contiene a su vez el Tratado del
hombre, en el que Descartes defiende que el cuerpo del hombre y
el de los animales no es más que una máquina, como pueda
serlo un reloj o un molino y que, de algún modo que Descartes no
acierta a explicar, en el caso del hombre esta máquina se
relaciona con un alma, de
naturaleza completamente distinta al cuerpo, necesaria para explicar
las propiedades mentales, como la capacidad de sentir, de pensar, de
desear, etc. Los animales, carentes de alma, son meros autómatas.
En Francia, las repercusiones de la condena de Galileo fueron mucho
menos apreciables. Mersenne siguió defendiendo abiertamente el
heliocentrismo. Ahora presentaba sus resultados sobre la caída
de los cuerpos. Galieo había incluido en su Diálogo sus conclusiones,
hasta entonces inéditas, sobre la relación
matemática entre el tiempo de caída y el espacio
recorrido y Mersenne las había comprobado por sí mismo.
Las conclusiones de Galileo implicaban, y así lo había
señalado explícitamente en su Diálogo, que un cuerpo que
cae aumenta progresivamente su velocidad, de modo que ésta toma
infinitos valores, desde cero hasta la velocidad máxima con que
llega al suelo. Descartes, en cambio, sostenía que esto era
imposible, y que la velocidad debía aumentar escalonadamente, de
modo que sólo pase por un número finito de valores (una
muestra más de su racionalismo radical insensato).
Mersenne publicaba también ahora sus Questions inouyes y sus Questions harmoniques. En la
primera continúa, entre otras cosas, su estudio de la roulette,
o
cicloide, y se declara incapaz de calcular el área abarcada por
su arco. Sin embargo, le
había planteado el problema a su amigo Gilles Roberval, que lo
resolvió ese mismo año utilizando el método de los indivisibles,
ideado unos cinco años atrás (aunque no lo había
publicado) por otro jesuita, Bonaventura
Cavalieri,
catedrático de matemáticas en Bolonia, que tenía
ahora treinta y seis años. La conclusión de Roberval fue
que el área de
la cicloide (él la llamaba trocoide)
era el triple del área del círculo que la genera.
La compañía de Jesús estaba formando en sus colegios y acogiendo entre sus filas a las mentes más brillantes de la época. Hacía ya unas décadas que le había surgido un grupo de enemigos, aunque por razones puramente teológicas. A la cabeza de éstos se encontraba un profesor de teología holandés de la universidad de Lovaina (en los Países Bajos españoles). Tenía ya cuarenta y nueve años y se llamaba Corneille Jansen, aunque es más conocido como Jansenio. En su época de estudiante seguía viva en Lovaina la disputa entre los jesuitas y los bayanistas, y Jansenio, junto con otro estudiante llamado Duvergier de Hauranne, se decantó por éstos últimos. Entre ambos encontraron argumentos basados en san Agustín para defender la gracia divina como indefectiblemente eficaz para lograr la salvación, sin menoscabo (?) del libre albedrío. Con el tiempo, Jansenio había logrado gran influencia en la universidad de Lovaina, influencia que usaba para impedir que los jesuitas obtuvieran la graduación en teología. Ocho años atrás, la universidad lo había enviado a España con la misión de cerrar las puertas a los jesuitas en las universidades del reino.
Pese al sabor descaradamente luterano de las doctrinas jansenistas,
Jansenio se consideraba católico, y ahora lograba el favor de la
Corona española por la publicación de su Mars Gallicus, en el que atacaba
violentamente a la monarquía francesa por el apoyo que estaba
prestando a las naciones protestantes.
Urbano Grandier, el cura francés acusado de haber embrujado a
las monjas del convento de Loudun fue hallado culpable, y el 28 de agosto fue quemado en la hoguera
ante miles de personas. El asesinato de Grandier señaló
el principio de las críticas hacia la caza de brujas.
El regente de Suecia, Axel Oxenstierna, estaba introduciendo varias
reformas en el país: reformó la constitución,
creando un senado de cinco miembros al cual quedaba supeditado el
parlamento. Más tarde fundó la universidad de Abo y creó un servicio de
correos.
El 5 y el 6 de septiembre, el ejército
español, capitaneado por Fernando de Austria, el
cardenal-infante, se unió al ejército imperial y
destrozó al ejército sueco y sajón en Nördlingen.
Los suecos no se rindieron. Buscaron un acuerdo con Francia a
través de Grocio, que fue nombrado embajador de Suecia en
Francia. El emperador Fernando II
trataba de convencer al rey Ladislao IV de Polonia para que
reanudara la guerra contra Suecia, pero Oxenstierna, lo impidió
llegando a un acuerdo con el rey polaco, al que devolvió los
territorios conquistados en Prusia. Por su parte, después de
obtener varios éxitos militares, Ladislao IV firmó la paz
de Polanowo con el zar Miguel
III de Rusia, en virtud de la cual renunciaba a sus reivindicaciones al
trono ruso, pero conservaba todos los territorios que había
conquistado.
Fernando de Austria fue nombrado gobernador de los Países
Bajos. Rubens se aseguró de ganarse el favor del nuevo
gobernador, que lo nombró su pintor.
Velazquez pintó un conocido retrato ecuestre del conde-duque
de Olivares.
Rembrandt se casó con Saskia,
sobrina de su protector, Van
Uylenburg. Los retratos de su esposa se convirtieron en uno de
los temas preferidos del pintor. De esta época son Saskia con velo o, Autorretrato con pelliza.
Lope de Vega publicó las Rimas
humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, una
parodia de la poesía amorosa petrarquista, así como la Gatomaquia, una parodia
épica que narra los amores de los gatos Marramaquiz y Micifuz por la gata Zapaquilda. Lope murió en 1635, a la edad de setenta y tres
años.
Calderón de la Barca estrenó una de sus obras
más famosas: La vida es
sueño.
Corneille, que había estrenado varias comedias en los
últimos años, como Clitandre
o La galería del palacio,
recibió la protección del cardenal Richelieu, y ahora
estrenaba su Medea.
Bonaventura Cavalieri
publicó su Geometria
indiuisibilibus continuorum noua quadam ratione promota, en la
que expone su teoría de los
indivisibles, que era un desarrollo del método de
agotamiento de Arquímedes al que incorporaba el concepto de
cantidad infinitesimal ideado por Kepler. Cavalieri considera las
magnitudes geométricas como compuesdas de una infinidad de
elementos infinitesimales indivisibles que permitía plantear el
cálculo de áreas y volúmenes como sumas de
infinitos elementos infinitesimales. Esto no tenía rigor alguno
y fue objeto de muchas críticas, pero lo cierto es que su
método permitía calcular fácilmente áreas y
volúmenes de varias figuras geométricas y los resultados
que se obtenían eran exactos. El cálculo del área
de la cicloide que había llevado a cabo Roberval el año
anterior era una buena muestra de la potencia de esta nueva
técnica.
El 28 de abril, Richelieu
firmó una alianza en Compiègne
con el regente de Suecia, Axel Oxenstierna, por el que Suecia se
aseguraba la financiación francesa para proseguir la guerra en
Alemania.
En mayo, el emperador Fernando II firmó el tratado de Praga con el elector Juan Jorge I de Sajonia, en virtud del cual se paralizaba el edicto de restitución y, esencialmente, volvía al status quo anterior a la guerra.
Temiendo que, sin Gustavo II Adolfo, los suecos no era suficientes
para
frenar a los Austrias, Richelieu se decidió por fin a intervenir
directamente en la guerra. El rey Luis XIII publicó un
manifiesto en el que se detallaban las agresiones de España
hacia Francia a lo largo de la Historia. Tras esta propaganda, el 19
de mayo Francia declaró la guerra a España. Un
ejército francés invadió los Países Bajos,
a
la vez que otro cruzaba los Pirineos y ponía sitio a Fuenterrabía. El duque de
Rohan ocupó el valle de la Valtelina. La declaración de
guerra fue acompañada de una subida de impuestos sin
precedentes que desencadenó una revuelta de campesinos en el
Périgord, pero no tardó en ser sofocada.
El marqués de Santa Cruz zarpó de Nápoles al
frente de una flota que debía ocupar las islas Hyères, frente a la costa de
Provenza, como paso previo a una invasión de Francia, pero un
fuerte temporal dispersó las naves y el proyecto fue abandonado.
Unos meses más tarde atacó las islas Lérins, frente a la Costa
Azul, y se apoderó de dos de ellas.
Velazquez pintó La
rendición de Breda, diez años después de
que Ambrosio de Spínola tomara la ciudad a los neerlandeses.
En Inglaterra, Van Dyck pintó el retrato de Carlos I de Caza.
Un pintor flamenco llamado Philippe
de Champaigne pintó su cuadro más conocido: el retrato del cardenal Richelieu.
Champaigne había entrado en la corte francesa como pintor de
María de Médicis. El año anterior había
pintado Luis XIII recibe al duque de
Longueville en la Orden del Santo Espíritu, y Una religiosa de la Orden de Santa
Brígida en su lecho de muerte.
El rey Ladislao IV de Polonia firmó una nueva tregua con
Suecia (la tregua de Sztumska Wies)
que, de hecho, supuso el fin definitivo del conflicto entre ambos
países.
Los colonos de Massachusetts se extendieron por el río
Connecticut y fundaron las ciudades de Windsor,
Hartford y Wethersfield.
Cuatro años atrás había llegado a Boston un pastor
puritano que era más puritano que los dirigentes de la ciudad
(que no lo eran poco: ese año habían decretado la
obligatoriedad de la asistencia a los oficios religiosos). Se llamaba Roger Williams y,
paradójicamente, la radicalidad de sus planteamientos religiosos
lo llevó a descubrir el concepto de la tolerancia. Se
había convencido de que era imposible asegurar a ciencia cierta
qué religion o qué Iglesia era la verdadera, por lo que
era absurdo tratar de imponer al prójimo unas creencias
determinadas: cada cual debía juzgar según sus propias
luces y el día del Juicio Final ya se vería quién
había acertado y quién no.
Este planteamiento lo convirtió, en particular, en
separatista, es decir, que no admitía ninguna vinculación
con la Iglesia Anglicana, pero Williams fue más allá y
afirmó que el rey de Inglaterra no era el dueño de
América, por lo que no podía conceder tierras en el
continente. La única forma legítima de conseguir tierras
era comprárselas a los indios. Este último aserto no
pasó desapercibido, y la consecuencia fue que el 9 de octubre fue desterrado de
Massachusetts. Se le permitió permanecer en la colonia durante
el invierno, pero al llegar la primavera tendría que marcharse.
Ese año murió en Quebec Samuel de Champlain. Los
franceses ocuparon la isla de Guadalupe, en las Antillas.
El 27 de octubre, el duque
Bernardo
de Sajonia-Weimar se puso al servicio del cardenal Richelieu, con quien
firmó el tratado
de Saint-Germain-en-Laie.
En 1636 Marin Mersenne
recibió noticias de un abogado que tenía un cargo de
consejero en la corte de Toulouse y que estaba haciendo progresos
notables en matemáticas. Le escribió una carta y pronto
recibió respuesta, con fecha 26 de
abril. En ella Pierre de Fermat
(que tenía entonces treinta y cinco años) refería
ciertos errores que él creía que Galileo había
cometido en su estudio de la caída libre, le comunicaba ciertos
resultados que había obtenido sobre espirales y, lo más
interesante, le planteaba dos problemas para que los transmitiera a los
matemáticos de París, problemas que él aseguraba
haber resuelto, de modo que los presentaba como una especie de reto a
sus colegas parisinos.
Los matemáticos de la Academia
Mersenne encontraron
irresolubles los problemas de Fermat, así que le pidieron que
explicara la forma en que los había resuelto, y Fermat les
envió su Método para
determinar máximos, mínimos y tangentes de curvas planas
y su Introducción a los
lugares planos y a los sólidos, juntamente con una
versión restaurada por él mismo de un viejo libro de
geometría griega: los Lugares
planos, de Apolonio.
Estos trabajos (más bien borradores, que Fermat nunca se
molestó en dar forma definitiva para ser publicados) le dieron
inmediatamente la fama de ser uno de los mejores matemáticos del
planeta. En ellos sienta las bases de lo que ahora se llama geometría analítica,
es decir, el estudio de la geometría a través de la
representación de las curvas y superficies mediante ecuaciones
algebraicas.
Según lo dispuesto, Roger Williams dejó Massachusetts
al llegar la primavera. Salio de Boston en compañía de un
grupo de partidarios, con los que viajó hacia el sur y en junio fundó la colonia de Providence, 65 kilómetros de
Boston, en un terreno que compró a los indios. Pronto
se extendió hasta unas islas cercanas a la costa, una de las
cuales se identificó con una isla que Verrazano
había descrito comparándola con la isla de Rodas,
así que ahora recibió el nombre de Rhode Island. Con el tiempo, la
colonia pasó a ser conocida con este nombre. (Actualmente,
el nombre completo del territorio es Rhode
Island y plantaciones de Providence).
Bajo el gobierno de Williams, Rhode Island disfrutó de una
absoluta tolerancia religiosa, que admitió en su seno incluso a
judíos. Su status legal fue muy atípico, ya que en
principio no tenía ninguna relación con Inglaterra.
Uno de los principales consejeros del rey Carlos I de Inglaterra era
William Laud, el arzobispo de
Canterbury, que en los últimos años se había
encargado de imponer en el reino una rígida observancia del
culto anglicano, ahora tuvo la idea de extender a Escocia la liturgia
anglicana, y el rey dio su aprobación sin preocuparse de tantear
previamente a la nobleza escocesa, que era mayoritariamente
presbiteriana.
Los ejércitos españoles penetraron en Francia, tomaron
la ciudad de Corbie, pusieron
sitio a Saint-Jean-de-Losne,
defendida por el duque Bernardo de Sajonia-Weimar, y Fernando de
Austria amenazó París. Al mismo tiempo,
Francia tuvo que sofocar dos nuevas rebeliones de campesinos.
Ese año murió el duque de Medinasidonia, que fue
sucedido por su hijo Gaspar de
Guzmán.
Dos años atrás, a instancias de sus amigos, Francisco
de Quevedo había consentido en casarse con Esperanza de Cetina, una viuda con
la que convivió escasos meses y de la que ahora se divorciaba:
Mujer que dura un mes se vuelve
plaga, aun con los diablos fue dichoso Orfeo, pues perdió la mujer que tuvo en paga. |
Corneille estrenó su comedia más original: La ilusión cómica.
El 18 de septiembre el emperador Fernando II declaró la guerra a Francia, con lo que la guerra de los Treinta Años entró definitivamente en su periodo francés.
El 4 de octubre los suecos, dirigidos por el general Johan Gustafsson Banér, derrotaron al ejército imperial y sajón en Wittstock.
El 28 de octubre los colonos
puritanos de Plymouth fundaron una escuela en la localidad de Cambridge, para la que votaron un
presupuesto de 400 libras. Por esa época, un pastor (sacerdote)
de treinta años llamado John
Harvard se estaba muriendo de tuberculosis y donó a la
nueva escuela 700 libras y su biblioteca de 400 libros. Murió
poco después y la escuela recibió en su honor el nombre
de Colegio de Harvard.
El gobernador del Languedoc, Charles
de Schömberg, derrotó a los españoles en Leucate, lo que, ya en 1637, le valió el bastón de
mariscal.
El 15 de febrero
murió el emperador Fernando II, y fue sucedido por su hijo Fernando III. El rey Ladislao IV de
Polonia se casó ese año con Cecilia Renata, hermana de Fernando
III.
También murió el príncipe Víctor Amadeo I de Saboya, que fue sucedido por su hijo Francisco Jacinto, que era menor de edad, y quedó bajo la regencia de su madre, Cristina de Francia, hermana del rey Luis XIII.
Thomas Hobbes había iniciado ocho años atrás
una serie de viajes por Europa, y los últimos tres años
los había pasado en París, donde trabó contacto
con Mersenne y su Academia.
Aunque nunca mostró la capacidad
intelectual necesaria para dominar las matemáticas y la nueva
física, se sintió fascinado por ellas, y elaboró
una concepción mecanicista del mundo que aplicó a todos
los asuntos de los que se ocupó, como sus Elementos de ley natural y política,
que empezó a redactar por estas fechas, ya de vuelta en
Inglaterra.
En Japón estalló una importante revuelta de
cristianos, que fue reprimida duramente por el gobierno. Además
se prohibió a los barcos españoles tomar tierra en
Japón.
Los cosacos del Don arrebataron Azov
a los turcos, y el zar Miguel III se abstuvo de ayudarlos para evitar
una guerra contra el Imperio Otomano. Por otra parte, tras varias
guerras a lo largo de más de una década, los polacos
terminaron por
someter a los cosacos del Dniéper.
En Venecia los teatros líricos, hasta entonces reservados a
la aristocrácia, se abrieron al público en general
(previo pago de una entrada, claro), y esto animó a Claudio
Monteverdi a componer nuevos dramas líricos. (En los
últimos años se había dedicado exclusivamente a la
música religiosa.)
En Londres murió el dramaturgo Ben Jonson.
Unos meses atrás, Corneille había estrenado la
más famosa de sus tragedias: El
Cid, que tuvo un gran éxito, pero pronto cayó
sobre él la acusación de haber plagiado Las mocedades del Cid, del
español Guillén de Castro. Corneille
desdeñó la crítica, pero pronto llovieron sobre
él otras muchas, que aducían que la obra no respetaba ni
las reglas del "buen lenguaje", ni del "decoro", ni las reglas
aristotélicas de unidad de tiempo, lugar y acción.
Richelieu decidió intervenir en la polémica. No le
gustaba la obra, porque no era buen momento para ensalzar a un
héroe español, pero aprovechó el asunto para
afirmar la autoridad de la Academia
Francesa, que había fundado
recientemente. Le encargó un veredicto y ésta
reprochó únicamente a la obra que Jimena se case con el
asesino de su padre, ya que la obra literaria tenía que estar al
servicio de la moral. Corneille, ofendido, dejó de escribir
durante un tiempo.
Hablando de literatura y moral, entre las últimas creaciones
de Calderón de la Barca figuraban dos apologías del
asesinato: El médico de su
honra y A secreto agravio,
secreta venganza. Merece la pena recordar sus argumentos:
El médico de su honra: En la Sevilla del siglo XIV, doña Mencía, esposa de don Gutierre Alfonso Solís, es cortejada por el infante don Enrique de Trastámara. El marido se queja ante el rey y le pide que aleje a don Enrique de su esposa. Don Enrique, después de una discusión con el rey, decide desterrarse, pero doña Mencía le escribe para pedirle que no se marche, ya que ello podría entenderse como una prueba de su culpabilidad y pondría en entredicho su honor. Don Gutierre descubre a su esposa cuando empieza a escribir la carta, despide al servicio y lleva a casa un barbero para que sangre a su esposa y la asesine de modo que parezca un accidente. El rey, descubiertos los hechos, no sólo justifica la acción de don Gutierre, sino que hace que se case con doña Leonor, una dama de la que había estado enamorado.Los argumentos no son originales. El primero se encuentra ya en una comedia de Lope de Vega, del mismo título, y el segundo en Tirso de Molina. El espíritu moderno que Cervantes (y también Góngora) mostraron para con las mujeres no dejó huella en la literatura española. Los españoles de la época y de épocas posteriores no sólo no se avergonzaban de esta patética concepción del honor, sino que la presentaban como la principal virtud que los distinguía del resto de europeos, y en verdad que los distinguía.
A secreto agravio, secreta venganza: En Lisboa, un hidalgo llamado don Lope de Almeida, casado por poderes con la castellana doña Leonor de Mendoza, descubre que un antiguo amante de su esposa, que ella creía muerto cuando se casó, intenta arrebatarle la honra, así que mata a su enemigo en secreto y luego, en secreto también, quema a su esposa en su palacio. Así restituye su honra sin menoscabo de su buena imagen.
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