- Prosificación: Escucha al
son de la zampoña mía —¡oh excelso conde!— estas rimas sonoras
que me dictó Talía, culta sí, aunque [también] bucólica, en
las horas purpúreas [en las] que el alba es rosas y el día
rosicler, ahora que doras de luz tu Niebla, si los muros de
Huelva no te ven ya peinar el viento [y] fatigar la selva.
- Notas: Esta estrofa y las
dos que le siguen contienen la dedicatoria del poema al conde
de Niebla.
- Observaciones: Los
adjetivos "culta" y "bucólica" atribuidos a Talía son una
metonimia. En realidad se refiere a las rimas.
Las horas purpúreas son las del amanecer. En principio podrían
ser también las del atardecer, pero el conde no saldría
entonces de caza, como se afirma luego.
El conde es el sol de su pueblo, Niebla, y lo dora de luz con
su presencia, al igual que el Sol dora con su luz la niebla.
El poeta pide al conde que escuche sus versos si no está ya
cazando en las afueras de Huelva, peinando el viento con sus
halcones y fatigando la selva con sus perros. El verbo peinar
puede entenderse en sentido literal (los halcones peinan el
viento con sus alas) y en el sentido figurado de "rastrear
minuciosamente una zona" (los halcones peinan el aire en busca
de presas).
Comentarios:
En las tres estrofas de la dedicatoria al conde de Niebla, Góngora
se propone presentar una nueva versión de la dedicatoria de las
Églogas de Garcilaso a Don Pedro de Toledo. Hay que advertir que,
mientras hoy en día cualquier autor negará que haya tratado de
imitar a otro, en tiempos de Góngora la imitación de autores
clásicos (latinos, renacentistas italianos y castellanos) estaba
muy bien valorada. Puede compararse con el reto de hacer una nueva
versión de una película clásica. Naturalmente, si la nueva versión
mantiene los mismos diálogos y los mismos cuadros, no pasará de
ser considerada una copia sin interés. El objetivo de una nueva
versión ha de ser, bien superar al original, bien actualizarlo y
combinarlo con ideas nuevas para presentarlo desde otro punto de
vista. Por otra parte, a menudo una nueva versión de una película
contiene escenas alusivas que han sido concebidas pensando en que
van a ser comparadas con el original, por lo que es imposible
comprender completamente la segunda versión sin conocer la
primera. En nuestro caso la tenemos aquí:
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio, juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
de pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo,
y un grado sin segundo,
agora estés atento, solo y dado
al ínclito gobierno del Estado
Albano; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra al fiero Marte;
agora de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a la caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando;
espera, que en tornando |
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras;
antes que me consuma
faltando a ti que a todo el mundo sobras
En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día
que se debe a tu fama y a tu gloria,
que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo dino de memoria;
el árbol
de
la victoria
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
y en
cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores. |
Vemos que Garcilaso insta a Don Pedro de Toledo a que deje la
política, la guerra o la caza y se pare a escuchar sus versos, al
tiempo que exalta su figura (Tú, que ganaste obrando un nombre en
todo el mundo, y un grado sin segundo). Veamos ahora la versión de
Góngora. Ya desde el primer verso quiere mostrarnos una de las
características más llamativas y atrevidas de su estilo:
Estas que me dictó rimas sonoras,
Se trata de un hipérbaton insólitamente atrevido. No es raro
encontrarnos en poesía con alteraciones del orden natural de las
palabras, como
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro
gesto...
(Garcilaso)
Pero en tales casos siempre se percibe la ligazón sintáctica sin
apenas reflexión y, desde luego, sin violencia alguna; mientras
que aquí, al encontrarnos con "Estas que...", la tendencia es a
pensar que "estas" es un pronombre, pero al llegar a "rimas
sonoras", caemos en la "molesta" situación de reconocer un error
que nos obliga a volver atrás y rehacer conscientemente nuestro
esquema. Más adelante tendremos ocasión de comprender la tremenda
fuerza expresiva que pueden tener estos hipérbatos. El mismo
Quevedo, que no ahorró ingenio en burlarse de ellos, terminó
reconociendo su valor:
Esta que duramente enamorada
piedra...
(Quevedo)
Esta que miras grande Roma
agora... (Quevedo)
Garcilaso califica a sus versos de dulces (
El dulce lamentar de dos pastores...) Góngora
también califica los suyos. Sus rimas son sonoras y,
efectivamente, sus versos destacan por su sonoridad, su
musicalidad fuera de lo común. Luego dice que su musa es culta, y
lo es por la amplia gama de recursos poéticos que desborda su
poesía, pero al mismo tiempo es bucólica, pues todos estos
recursos no son una mera exhibición pedante, gratuita y hueca,
sino que cada uno de ellos cumple una función expresiva, y su
propósito es describir con una riqueza de matices nunca vista
hasta entonces los pormenores de una sencilla historia humana de
amores, desengaños y celos. Los versos siguientes se ocupan de la
obligada alabanza al conde de Niebla. En primer lugar tenemos una
muestra del cromatismo que Góngora sabe inyectar en sus versos:
—¡Oh excelso conde!— en las
purpúreas horas
que es rosas la alba y rosicler el día,
De repente todo se ha llenado de rojo (purpúreas, rosas, alba,
rosicler). El resultado es una colorida, luminosa y brillante
imagen del amanecer, pero la cosa no termina aquí. Al contrario,
esto sólo es una primera introducción vistosa a una idea genial:
ahora que de luz tu Niebla doras,
Ahora resulta que el conde dora de luz su (pueblo de) Niebla, el
conde es como el Sol que ilumina su pueblo, igual que el Sol da un
color dorado a la niebla: la imagen que han dibujado los versos
anteriores se reinterpreta por completo en alabanza del conde.
Aquel estallido de colores no era gratuito, sino que era una
preparación para condensar en un solo verso una exaltación del
conde infinitamente más poética, rica, compleja y original que la
de Garcilaso. El mérito está en que Góngora asocia elegantemente
dos conceptos dispares: el conde y el amanecer. La metáfora
conde-sol no es muy original, pero la forma en que Góngora la
desarrolla y el partido que le saca sí que lo son. Esto es un
ejemplo de lo que se conoce como conceptismo, la agudeza
característica de la poesía barroca española de la que Góngora es
sin duda el máximo exponente, pese al necio intento de la crítica
literaria tradicional de oponer la poesía conceptista de Quevedo a
la poesía culterana de Góngora.
Los dos últimos versos son una muestra representativa de los
finales típicos de las octavas de la fábula:
si ya los muros no te
ven, de Huelva,
peinar el viento, fatigar la selva.
El último verso es bimembre, es decir, tiene una cesura que lo
divide en dos hemistiquios iguales, con idéntica estructura
rítmica. Además las vocales tónicas son las mismas en ambos
hemistiquios: a e /
a e. El resultado son unos versos sonoros
y musicales (como se prometía). Esta sonoridad se ve reforzada por
la belleza de la rima "elva", poco usual, y por la también típica
pausa cerca del final del penúltimo verso, que junta aún más las
palabras Huelva y selva. Tenemos así un ejemplo de cómo una
disyunción (muros ... de Huelva) permite disponer los versos en
una admirable estructura simétrica, rítmica y sonora.
Merece la pena añadir que, a otro nivel, el último verso es
asimétrico: la expresión fatigar la selva para referirse a la
caza la usó ya Virgilio y la imita Garcilaso en su dedicatoria,
mientras que peinar el viento es una metáfora original
genuinamente gongorina.