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En 1606 los madrileños lograron, previos oportunos sobornos al duque de Lerma, que la corte española se trasladara de nuevo a su ciudad. Los vallisoletanos que habían creado o adaptado sus negocios al amparo de la corte protestaron inútilmente. Entre los que acompañaron a la corte en su traslado, figuraban Miguel de Cervantes y Francisco de Quevedo.
El inca Garcilaso de la Vega publicó la primera parte de sus Comentarios reales, una historia
del Perú, escrita en un excelente castellano, que aporta
información muy valiosa sobre el Imperio Inca. Durante mucho
tiempo, los historiadores del Perú precolombino se han dividido
entre toledistas, que, de
acuerdo con los informes encargados por el virrey Francisco de Toledo,
tenían una visión más o menos peyorativa de la
sociedad incaica, y los garcilasistas,
que, de acuerdo con los testimonios de Garcilaso de la Vega, la
idealizaban. Obviamente, tan sesgada estaba una versión como la
otra. En el caso de Garcilaso, atribuye
prematuramente al Imperio su máxima extensión, pretende
que las conquistas fueron hechas pacíficamente, y, en general,
idealiza el pasado de los incas, minimizando o pasando por alto sus
costumbres "desagradables", como los sacrificios humanos.
Es curioso ver cómo compagina Garcilaso la cultura inca con
el cristianismo:
Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto, permitió Dios nuestro Señor que dellos mismos saliese un lucero de alba, que en aquellas escurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural, y de la urbanidad y respetos que los hombre debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél, procediendo de bien en mejor, cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombre, haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina, para que cuando ese mismo Dios, sol de justicia, tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a aquellos idólatras, los hallase no tan salvajes, sino más dóciles para recibir la fe católica, y la enseñanza y doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia Romana, como después acá la han recibido, según se verá lo uno y lo otro en el discurso desta historia. Que por experiencia muy clara se ha notado cuándo más prontos y ágiles estaban para recibir el Evangelio los indios que los reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las demás naciones comarcanas, donde aún no había llegado la enseñanza de los Incas; muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú.
En septiembre regresaba a
Acapulco la expedición de
Pedro Fernández de Quirós. Tras haber recorrido
más de mil leguas sin encontrar tierra alguna, había
descubierto la isla de Pomutú,
nada prometedora, por lo que la tripulación le había
obligado a cambiar de rumbo. Entonces llegó a una isla (un poco
más al sur de las islas Salomón, descubiertas por
Mendaña) a la que llamó Tierra
Australia del Espíritu Santo, creyendo que era el
continente que buscaba. Allí, junto a un río que
denominó Jordán,
trazó los planos de una ciudad a la que llamó Nueva Jerusalén y que
procedió a fundar con toda pompa, ante la mirada sorprendida de
los naturales del lugar. Mas sorprendidos debieron de quedar cuando
vieron a los recién llegados comiendo unos peces venenosos que
intoxicaron a la mayoría de la tripulación. Luego,
mientras exploraban la costa, Fernández de Quirós
enfermó y dejó que sus hombres emprendieran el viaje de
regreso.
Quien sí que divisó realmente la costa australiana ese año fue el neerlandés Willem Jansz, pero creyó que era una prolongación de Nueva Guinea y no le dio gran importancia.
El 19 de diciembre, la
Compañía de Londres envió su primer embarque de
colonos a Norteamérica.
En 1607, el
duque Carlos de Sudermania aprovechó la renuncia de su sobrino a
la corona sueca para aceptar el título real. Ahora era Carlos IX de Suecia.
El rey Enrique IV
integró la Baja Navarra en el reino de Francia. El año
anterior había nombrado obispo de Luçon a un joven
eclesiástico de veinticuatro años llamado Armand Jean du Plessis de Richelieu.
Un año antes, su hermano Alphonse
había renunciado al cargo. En palabras de Richelieu, era el obispado más enlodado del reino,
y no tenía intención que permanecer allí mucho
tiempo.
Los portugueses se hicieron finalmente con la concesión de
las minas del Imperio de Monomotapa, aunque no pudieron sacarles mucho
partido, porque los nativos se negaban a trabajar para ellos.
El jesuita Matteo Ricci seguía en Pekin, donde había
publicado varios libros en chino. Ahora publicaba su traducción
de los seis primeros libros de los Elementos
de Euclides, que causaron un gran impacto entre los matemáticos
chinos.
El 26 de abril,
la expedición
de la compañía de Londres llegó a la bahía
de Chesapeake. A la tierra del norte de la bahía la llamaron
cabo Carlos, y a la del sur
cabo Enrique, en honor a los
hijos del rey Jacobo I. En la bahía descubrieron un río
al que llamaron río Jacobo.
La compañia inglesa de Moscovia encargó a Henry Hudson
que buscara un paso por el noroeste para llegar a China. Se hizo el
intento, pero no tuvo ningún éxito.
El 13 de mayo, los colonos
ingleses de la compañía de Londres fundaron la ciudad de Jamestown
(ciudad de Jacobo), mientras la compañía de Plymouth
enviaba ciento veinte colonos a un punto de la costa situado más
al norte, bajo la dirección de Ferdinando
Gorges. No obstante, esta nueva colonia no sobrevivió al
invierno y los pocos que quedaron con vida se apresuraron a regresar a
Inglaterra.
El irlandés Hugh O'Neil tuvo que huir a los Países
Bajos.
El escritor John Marston renunció al teatro para inciar la
carrera eclesiástica. Un soldado inglés llamado Cyril Tourneur publicó La tragedia del vengador, inspirada
en Hamlet. Shakespeare
estrenó su Coriolano.
Francis Bacon publicó sus Pensamientos
y opiniones sobre la interpretación de la naturaleza.
Pedro Fernández de Quirós, recibido fríamente
en América, pasó a España, abrumado por las deudas
e inundando la corte de memoriales en los que exponía las
delicias de las tierras por él descubiertas.
El escritor Mateo Alemán decidió marchar a
América, para lo cual tuvo que sobornar a un funcionario del
consejo de Indias, ya que tenía ascendencia judía y los
judíos tenían prohibido viajar a América. No
obstante, su viaje se tuvo que retrasar porque la armada neerlandesa
pirateaba por las costas españolas.
Caravaggio estaba en Malta, donde fue admitido como caballero de la
orden de Malta. Allí pintó el retrato de un influyente
miembro de la orden: Alof de
Wignacourt, así como La
decapitación de San Juan Bautista, para la cocatedral de
San Juan, en La Valetta. Por razones poco conocidas, poco
después fue encarcelado, pero logró huir a Sicilia. Se
decretó su expulsión de la orden.
Mientras tanto, La Muerte de la
Virgen que había abandonado en Roma tras su huida
anterior fue adquirida por Vincenzo Gonzaga, el duque de Mantua,
aconsejado por
Rubens. Seis años atrás, el duque había nombrado
maestro de música de cámara y de capilla a Claudio
Monteverdi, que ahora estrenaba una obra muy peculiar: L'Orfeo. Está considerada
como la primera ópera. Alrededor de un recitar cantando inspirado en la
escuela florentina, la partitura agrupa madrigales, danzas y
estribillos instrumentales apoyados por una orquesta rica y coloreada.
En Rusia apareció otro personaje que afirmó ser el
falso Demetrio (él, naturalmente, omitía el adjetivo).
Éste es conocido como Demetrio
el Impostor. Contaba igualmente con el apoyo de los polacos, y
pronto le siguieron los que habían apoyado al falso Demetrio.
Incluso la viuda del falso Demetrio reconoció como
auténtico al Impostor. Apoyado por los cosacos, se
instaló en Kaluga.
El zar Balisio Shuiski envió a su sobrino, el príncipe
Mijaíl Skopín-Shuiski,
a combatir la rebelión de Bolótnikov, que fue vencido,
aunque logró huir.
En noviembre, la colonia inglesa
de Virginia agonizaba entre el hambre y las enfermedades. Muchos de los
colonos eran hombres de alta posición que no habían
imaginado que vivir en medio de la naturaleza pudiera ser algo tan duro
y agotador. En realidad, su principal problema era que no tenían
ninguna experiencia para desenvolverse en un medio tan diferente de su
Inglaterra natal. Pero unos pocos colonos sí que tenían
la experiencia necesaria, y entre ellos destacaba uno llamado John Smith. Tenía entonces
unos veintiocho años, pero aseguraba que había luchado
contra los turcos y protagonizado toda suerte de hazañas. Era de
origen humilde y un tanto rudo de modales, por lo que no se llevaba muy
bien con los colonos más distinguidos, pero cuando las cosas se
pusieron difíciles, se las arregló para contactar con los
indios de la zona y formalizar unas buenas relaciones con el jefe Powhatan, que gobernaba una
confederación de unos seis mil indios repartidos en ciento
veintiocho aldeas de la región.
Los indios se mostraron muy amistosos y proporcionaron alimentos a
los ingleses. Sin embargo, en diciembre
se produjo un altercado en el que Smith mató a un
indio. Powhatan lo condenó a muerte, pero se salvó por la
intercesión de su hija, Pocahontas,
de doce años, a la que Smith había cautivado con
historias sobre Inglaterra y con los objetos que llevaba, tan
extraños para ella.
En enero de 1608 llegaron a
Jamestown nuevos colonos con más suministros. Para entonces,
sólo treinta y ocho de los colonos originales seguían con
vida. Las dos terceras partes habían fallecido. John Smith fue
nombrado presidente de la colonia.
En Madrid aparecieron unos pasquines incitando al pueblo a
rebelarse contra "el tirano", el duque de Lerma. Entre las
últimas medidas geniales del valido se encontraba la
decisión de gravar en un 30% las exportaciones a Europa si no
podía probarse que no iban destinadas a los rebeldes
neerlandeses.
En mayo, los príncipes
protestantes alemanes, encabezados por el príncipe elector
palatino Federico IV, fundaron
en Ahausen la Unión Evangélica,
para acabar con el dominio católico de los Austrias.
Contó con el apoyo de Francia y los Países Bajos.
En junio, Mateo Alemán
pudo partir finalmente hacia México, donde recibió la
protección del virrey, el arzobispo fray García Guerra.
El navegante Henry Hudson hizo un segundo intento de encontrar un
paso hacia China por los mares árticos, pero fracasó
nuevamente.
Samuel de Champlain navegó de nuevo hacia América y el 3 de julio fundó la ciudad de Quebec en el estuario del río San Lorenzo. Desde allí estableció relaciones amistosas con los indios de la zona: los algonquinos y los hurones.
El duque Carlos Manuel I de Saboya casó a su hija Margarita, con Francisco, hijo de Vincenzo Gonzaga,
el duque de Mantua, y a su hija Isabel
con Alfonso de Este, el duque
de Módena.
Ese año murió el duque Carlos II de Lorena, que fue
sucedido por su hijo Enrique II.
También murió Joaquín Federico, el
príncipe elector de Brandeburgo, que fue sucedido por su hijo
Juan Segismundo.
El archiduque Matías obligó a su hermano, el emperador
Rodolfo II, a que le cediera Austria y Hungría. El emperador
conservó Bohemia.
El príncipe de Transilvania Segismundo Rakóczi
abdicó en favor de Gabriel
Báthory.
En Arjángelsk, el rebelde ruso Bolótnikov fue
capturado y poco después fue asesinado por sus carceleros.
Claudio Monteverdi estrenó un segundo drama lírico
titulado Ariadna.
Thomas Middleton estrenó varias comedias realistas que nos
muestran la vida londinense de la época, como A trick to catch the old one o A mad world, my masters. Thomas
Heywood estrenó La
violación de Lucrecia. Francis
Beaumont y John Fletcher
estrenaron el drama Philaster.
Rubens regresó a Amberes por la enfermedad de su madre, que
no tardó en morir. Allí aceptó el mecenazgo de los
archiduques Alberto e Isabel.
Los neerlandeses estaban divididos: alarmado por los éxitos
de Ambrosio de Spínola, la alta burguesía, encabezada por
Johan van Oldenbarneveldt era partidaria de firmar una tregua con
España, mientras que Mauricio de Nassau, apoyado por los
campesino y pequeños propierarios, era partidario de continuar
la guerra. El sector pacifista acabó imponiéndose, se
firmó un armisticio de ocho meses y a principios de 1609 se abrieron negociaciones en La Haya entre el archiduque Alberto,
Ambrosio de Spínola y van Oldenbarneveldt. España
también estaba interesada en la tregua porque no tenía
dinero para pagar a sus soldados.
Grocio publicó su tratado Mare
liberum, en el que defendía el principio de la libertad
de los mares, en contra de las pretensiones de los españoles,
que apelaban al tratado de Tordesillas para reclamar la totalidad de
las Indias Orientales y Occidentales.
Los años de trabajo que Kepler había empleado en
analizar los datos de
Tycho Brahe finalmente dieron su fruto. Se había concentrado en
los
datos sobre Marte, y sus esfuerzos por encontrar una teoría que
cuadrara exactamente con tales datos fueron calificados por él
mismo
como "mi guerra contra Marte".
Se conservan unos mil folios con los cálculos que tuvo que
realizar. El
resultado fue una teoría totalmente inesperada, que nada
tenía que ver
con las teorías de Brahe ni con sus propias conjeturas
iniciales.
Kepler había demostrado que Marte
gira alrededor del Sol siguiendo una órbita que no es circular,
sino elíptica, con el Sol en uno de sus focos.
La exactitud de la órbita calculada por Kepler para Marte es
impresionante, no ya para su época, sino valorada con patrones
modernos.
Más revolucionario aún era que la velocidad de Marte
no
era siempre la
misma, pero obedecía una simple ley geométrica: si se
unen con el Sol
los extremos de un arco de la órbita, se forma un
triángulo con un lado
curvo (un sector elíptico). Kepler descubrió que el
área de ese sector
es proporcional al tiempo que Marte tarda en recorrer el arco. Dicho
más brevemente: el radio que
une el planeta con el Sol barre áreas iguales en tiempos iguales.
(En particular, el planeta se mueve más rápido cuando
está cerca del
Sol y más lento cuando está más lejos.) Suponiendo
que estas leyes
también eran válidas para los demás planetas,
Kepler pudo deducir
fácilmente sus órbitas. Sus dos leyes fueron publicadas
en su tratado Astronomia noua, seu
physica coelestis tradita commentariis de motibus stellae Martis.
Sin duda alguna, Kepler había logrado que Brahe no hubiera
vivido en vano.
En mayo, Galileo recibió
una carta de su amigo Paolo Serpi en la que le hablaba de un catalejo
que un holandés le había enseñado en Venecia, que
permitía ver objetos distantes como si se encontraran muy cerca.
Intrigado, Galileo se puso a pensar sobre cómo era esto posible,
y no tardó en usar unas lentes para formar su propio perspicillum, como él lo
llamaba, con una potencia de cuatro aumentos.
El 6 de abril Henry Hudson
zarpó por tercera vez rumbo al océano ártico para
buscar el paso del noroeste, pero un motín lo obligó a
cambiar de rumbo y llegó a la costa norteamericana.
Encontró una bahía en la que desembocaba un río.
Desde allí, tomó rumbo norte, explorando la costa.
Costó un poco convencer al rey Felipe III de España de
que pactar con herejes no era pecado, pero finalmente autorizó a
los archiduques Alberto e Isabel a que firmaran una tregua con los
neerlandeses. La llamada tregua de
los Doce años se firmó en Amberes el 9 de abril. Durante dicho periodo,
España reconocía a las Provincias Unidas como estado
independiente, se daban por concluidas las hostilidades tanto por mar
como por tierra, cada contendiente conservaba las provincias y ciudades
que en ese momento poseía.
Ese mismo día, el rey Felipe III firmó el decreto por
el que se ordenaba la expulsión de España de todos
los moriscos, en palabras del duque de Lerma, "para que todos los
reinos de España queden tan puros y limpios de esa gente como
conviene..." El bando de expulsión les daba tres
días para marcharse, y todo lo que no pudieran llevarse consigo
pasaba a ser propiedad de sus señores. Las causas de esta
decisión no están claras. En varias ocasiones se
había hablado de que representaban un peligro por supuestos
contactos con turcos y berberiscos; tal vez fue parte del precio que
hubo que pagar para que el rey consintiera en firmar la tregua con los
neerlandeses, o también es posible que fuera una
concesión del duque de Lerma a la opinión pública,
para
ganar popularidad. En el Coloquio de
los perros, Cervantes recoge el concepto que en general se
tenía de los moriscos:
Todo su intento es acuñar y guardar dinero acuñado, y para conseguirlo trabajan y no comen [...] Entre ellos no hay castidad ni entran en religión ellos ni ellas; todos se casan, todos se multiplican, porque el vivir sobriamente aumenta las causas de la generación. No les consume la guerra ni el ejercicio [...] róbannos a pie quedo, y con los frutos de nuestras heredades, que nos revenden, se hacen ricos. No tienen criados, proque todos lo son de sí mismos; no gastan con sus hijos en estudios, porque su ciencia no es otra que la de robarnos.
Lo cierto es que la medida fue muy bien acogida. El obispo de
Valencia, en una carta a un ministro, había dicho: A trueque de verme sin tantos herejes con
nombre de feligreses míos, tendría por muy buena dicha
quedarme con necesidad de comer pan solo.
El 9 de julio, el emperador
Rodolfo II concedió una carta de majestad a sus súbditos,
por la que concedía, salvo algunas restricciones, libertad de
conciencia y de culto. Mientras tanto, el duque Maximiliano I de
Baviera organizó una Santa
Liga católica para oponerse a la Unión
Evangélica del elector palatino Federico IV. Las tensiones entre
católicos y protestantes se agudizaron con la muerte sin
descendencia del duque de Clèves. La situación
estratégica de su ducado llevó a ambas facciones,
especialmente al emperador, a ganar el territorio para su causa.
Ese año murió el gran duque de Toscana, Fernando I de
Médicis, que fue sucedido por su hijo Cosme II. Cerró la banca
Médicis, negocio que juzgaba indigno de un soberano.
Dimitrio el Impostor recibió ayuda de Suecia para enfrentarse
al zar Basilio Shuiski.
Samuel de Champlain estaba explorando las tierras al sur de Quebec
acompañado por algunos indios algonquinos. Siguiendo el
río San Lorenzo, encontró un lago que acabó
llamándose lago Champlain.
El 30 de julio, los algonquinos que
acompañaban a Champlain se encontraron con un grupo de indios iroqueses. Hacía cuatro
décadas, los iroqueses habían formado una
confederación de cinco tribus que conquistaron las tribus
vecinas y ahora dominaban un extenso territorio. Eran los más
temidos guerreros de Norteamérica. No dudaban en torturar a sus
enemigos y soportaban impávidos la tortura. Al ver a los
algonquinos, los atacaron con flechas y tomahawks. Cuando Champlain
constató que sus aliados estaban siendo derrotados,
ordenó a sus hombres que intervinieran. Los iroqueses,
desconcertados por los mosquetes, esa nueva arma que tronaba y mataba
misteriosamente, salieron huyendo, y semejante humillación les
hizo guardar un odio eterno hacia los franceses.
En agosto, Galileo había
aprendido a fabricarse sus propias lentes, con las que logró un
telescopio de ocho o nueve aumentos. Informó a Paolo Serpi de
sus progresos, y éste le concertó una demostración
ante el senado de Venecia, que quedó impresionado.
El 3 de septiembre,
Hudson encontró otra bahía más al norte de la
primera que había encontrado. Allí descubrió lo
que al principio tomó por un estrecho. El 12 de septiembre empezó a
recorrerlo, pero, después de recorrerlo durante un buen trecho,
pudo comprobar que era un río al que llamó río del
Norte (por oposición al
primer río que había encontrado, al que llamó
río del Sur). Ahora el
río de Norte es conocido como
río Hudson. Cuando
regresaba a los Países Bajos fue detenido en Inglaterra y se le
prohibió seguir trabajando para los neerlandeses.
El 22 de septiembre, tras una
cuidadosa organización, se hizo público en Valencia el
bando de expulsión de los moriscos. La flota de Italia
acudió a los puertos de Vinaroz, Denia y Alicante para embarcar
a los expulsados. Como no daba abasto, se recurrió a mercantes
de diversos países, que acudieron encantados porque los
expulsados debían pagarse el pasaje.
Francis Beaumont estrenó la comedia de enredo Maid's tragedy, mientras su amigo
John Fletcher terminó en colaboración con Thomas
Middleton The faithful shepherdess.
Ben Jonson escribió Epícene
o la mujer silenciosa. De este año data la primera
edición conocida de los Sonetos,
de William Shakespeare. A diferencia de los sonetos italianos (o
castellanos), los sonetos de Shakespeare constan de tres cuartetos y un
pareado:
My
mistress' eyes
are nothing
like the
sun; Coral is far more red than her lips' red; If snow be white, why then her breasts are dun; If hairs be wires, black wires grow on her head; |
Los ojos de mi
señora no se parecen en nada al sol; el coral es mucho más rojo que el rojo de sus labios; si la nieve es blanca, ¡vaya! entonces sus pechos son morenos; si los cabellos son hebras, hebras negras le crecen en la cabeza; |
I
have seen roses damasked, red and
white, But no such roses see I in her cheeks; And in some perfumes is there more delight Than in the breath that from my mistress reeks; |
he
visto rosas de Alejandría, rojas y blancas, pero esas rosas no veo en sus mejillas; y en algunos perfumes hay más deleite que en el aliento que de mi señora emana; |
I
love to hear her speak, yet
well I know That music hath a far more pleasing sound; I grant I never saw a goddess go (My mistress when she walks treads on the ground). |
adoro oírla
hablar, pero
bien sé que la música tiene un sonido muchísimo más placentero; admito que nunca vi caminar a una diosa (mi señora, cuando anda, pisa el suelo). |
And
yet by heaven I think my
love as rare As any she belied with false compare. |
Y, sin embargo, por el
cielo que tengo a mi amada por tan extraordinaria como cualquiera a la que desmereció por falsa comparación. |
Lope de Vega publicó su Jerusalén
conquistada, siguiendo como modelo la obra de Torquato Tasso.
Para introducir a España en la narración, hizo participar
en la primera cruzada al rey Alfonso VIII de Castilla. También
completó una edición de sus Rimas, con poemas tan admirables
como este soneto:
Ir
y quedarse, y, con quedar,
partirse, partir sin alma y ir con alma ajena, oír la dulce voz de una sirena y no poder del árbol desasirse; |
arder
como la vela y consumirse, haciendo torres sobre tierna arena; caer de un cielo y ser demonio en pena, y de serlo jamás arrepentirse; |
hablar
entre las mudas soledades, pedir prestada sobre fe paciencia y lo que es temporal llamar eterno; |
creer
sospechas y negar verdades, es lo que llaman en el mundo ausencia: fuego en el alma y en la vida infierno. |
Esta edición incluía un poema en octavas
reales titulado Arte nuevo de hacer
comedias en este tiempo, donde propone abandonar las normas
aristotélicas (que exigían que la acción
transcurriera en un plazo máximo de veinticuatro horas, y otras
arbitrariedades similares), entre otra serie de recomendaciones, como
mezclar lo noble y lo plebeyo, lo grave y lo humorístico,
mantener el interés en todo momento, buscar finales
verosímiles, etc. En general, Lope expresa la necesidad de
complacer al público.
En México, Mateo Alemán imprimió su Ortografía castellana, en la
que defiende la necesidad de una reforma ortográfica. (En la
época, cada cual escribía como lo consideraba oportuno, y
los diferentes criterios se dividían en dos tendencias: los que
optaban por escribir más o menos según se pronunciaba, y
los que trataban de respetar la etimología de las palabras.)
El 3 de octubre se falló
la sentencia definitiva contra Francisco de Aguayo, uno de los que,
cuatro años atrás, habían asesinado al sobrino de
Luis de Góngora. La sentencia fue descaradamente blanda, sin
duda gracias al parentesco que el inculpado tenía con altos
cargos del tribunal del Santo Oficio. Góngora, que había
tratado en varias ocasiones de agilizar la causa y obtener justicia,
escribió sus famosos tercetos Mal
haya el que en señores idolatra, donde, además de
quejarse amargamente de la corrupción de la justicia, expone con
especial espontaneidad el clásico tema del menosprecio de la
corte y alabanza de la sencilla vida rural.
La Compañía de Londres había cambiado su nombre
por el de Compañía de
Virginia. Sus socios hostigaban desde Londres a John Smith,
porque la colonia de Jamestown no estaba resultando muy rentable.
Después de ser herido por una explosión de
pólvora, el 5 de octubre
Smith fue obligado a renunciar a su cargo de presidente y a regresar a
Inglaterra.
La expulsión de los moriscos valencianos se estaba realizando
con rapidez, pero habían empezado a circular rumores de que los
capitanes de los barcos que los transportaban los maltrataban e incluso
que los arrojaban al mar, y que los que desembarcaban en África
eran robados y asesinados. El 20 de octubre
se produjo una sublevación de unos seis mil moriscos, que se
refugiaron en una zona montañosa de difícil acceso. Unos
días más tarde lo hicieron otros quince mil. A finales de
noviembre, los rebeldes estaban
sometidos. Mientras tanto, los embarques no habían cesado. A
comienzos de enero de 1610, la etapa
valenciana de la expulsión había concluido. En tres meses
se había embarcado a 116.000 moriscos, 5.000 habían
muerto, 2.000 habían huido y 500 habían sido enviados a
galeras.
Al mismo tiempo que se terminaba en Valencia, se iniciaba la expulsión en Murcia y Andalucía. De Andalucía salieron unos 33.000. Los expulsados pasaron a África, y algunos llegaron hasta el Imperio Otomano. Algunos resentidos estimularon a los piratas berberiscos a realizar incursiones en las costas españolas, que llegaron hasta Galicia y Asturias.
A los moriscos de Castilla no se les ordenó marcharse, pero
se les invitó a ello. Podían llevarse sus posesiones en
mercancías (no en dinero). Muchos de ellos, sospechando que era
cuestión de tiempo que la invitación se convirtiera en
mandato, optaron por marcharse. Por razones de organización,
convenía que salieran por la frontera francesa, así que
se estableció que los menores de siete años no
podían dejar España a menos que sus padres se
comprometieran a marchar a un país cristiano (o sea, a Francia,
al menos como primera escala).
El 7 de enero, Galileo, al dirigir hacia Júpiter un nuevo telescopio que acababa de construir, pudo apreciar tres pequeñas estrellas a su alrededor, perfectamente alineadas con su centro. A la noche siguiente pudo apreciar que las tres estrellas habían cambiado de posición siguiendo al planeta, y que seguían alineadas con su centro. La noche siguiente, con gran desesperación, no pudo ver nada porque el cielo estaba nublado, pero en los días siguientes pudo continuar sus observaciones y el 13 de enero pudo ver hasta cuatro cuerpos que necesariamente tenían que girar alrededor de Júpiter igual que la Luna gira alrededor de la Tierra. Los llamó estrellas mediceas, en honor al gran duque de La Toscana, Cosme de Médicis, al que había enviado un telescopio como regalo.
El 1 de marzo publicó
un librito titulado Sidereus nuntius,
en el que daba cuenta de éste y muchos otros
descubrimientos realizados anteriormente. Galileo había
comprobado que la Vía Láctea
no era sino una acumulación de diminutas estrellas, y
había visto montañas y cráteres en la Luna.
Johannes Kepler, con la ayuda de uno de los telescopios construidos por
Galileo, pudo constatar los descubrimientos de éste y
publicó una entusiasta réplica titulada Dissertatio cum nuntio sidereo. En
ella acuñó el término satélite para referirse a
los cuerpos celestes que orbitan alrededor de un planeta en lugar de
hacerlo alrededor del Sol. Esto incluía a los satélites
de Júpiter descubiertos por Galileo y también a la Luna,
que hasta entonces era un caso extrañamente excepcional en el
sistema copernicano.
El 11 de mayo murió en
Pekín el jesuita Matteo Ricci.
El apoyo del rey Enrique IV de Francia a la Unión
Evangélica alemana era cada vez más firme y se estaba
planteando declararle la guerra a España. Las cosas se
complicaron cuando el monarca se enamoró de Carlota de Condé. El marido
de la joven, inquieto por las constantes visitas del rey,
decidió refugiarse en Bruselas, bajo la protección del
archiduque Alberto. Parece ser que esto acabó de disipar las
dudas de Enrique IV en cuanto a la intervención armada. El 13 de mayo confió a su esposa,
María de Médicis, la regencia de Francia.
El apoyo abierto del rey a los protestantes reabrió heridas
entre los católicos franceses. Un maestro de escuela de treinta
y dos años llamado François
Ravaillac marchó a París y el 14 de mayo saltó sobre la carroza
de Enrique IV y le asestó dos puñaladas mortales en el
pecho. Ravaillac fue capturado y, a pesar de las torturas rutinarias,
no dejó de sostener que había actuado sin
cómplices (es decir, por puro fanatismo). Declarado
culpable, 27 de mayo fue
descuartizado. (Un regicida merecía la muerte más
deshonrosa posible.)
El Delfín Luis, ahora Luis
XIII de Francia, tenía nueve años, y su madre fue
designada como regente. Esto supuso un giro en la política
francesa, pues las simpatías de María de Médicis
se decantaban más bien hacia el catolicismo. Su principal apoyo
fue un aventurero italiano que había llegado a Francia como
parte de su séquito, llamado Concino
Concini. Por el contrario, el duque de Sully fue apartado del
gobierno. El siempre conspirador duque de Bouillon logró hacerse
un hueco en el consejo de regencia.
El 29 de mayo se inició la
expulsión de los moriscos aragoneses.
En junio, Galileo renunció
a su cargo en Padua para aceptar la dirección de la
sección de matemáticas de la universidad de Pisa (sin
obligaciones docentes).
La intervención de los suecos en Rusia llevó al rey
Segismundo III de Polonia a hacer lo mismo. Con el apoyo de una parte
de la nobleza rusa, un ejército polaco dirigido por Stanislaw Zólkiewski
entró en Rusia, derrotó en Kluszyn al zar Basilio Shuiski, que
fue capturado y deportado a Polonia, y ocupó el Kremlin.
Demetrio el Impostor trató entonces de marchar sobre
Moscú, pero fracasó y tuvo que regresar a Kaluga.
Murió poco después asesinado por un mongol en una
emboscada, en el transcurso de una cacería. El hijo de quince
años de Segismundo III, Ladislao
Vasa, fue proclamado zar de Rusia.
La colonia inglesa de Jamestown había pasado por muy malos
momentos. A finales del año anterior, Thomas Gates debía conducir
hasta allí una flota con suministros, pero fue víctima de
una tempestad y naufragó frente a las Bermudas. Los
supervivientes tardaron varios meses en construir dos barcos con los
que finalmente pudieron llegar a Jamestown. Allí se encontraron
con que sólo quedaban vivos unos sesenta colonos hambrientos que
no deseaban sino embarcar de regreso a Inglaterra. Pero el 8 de junio, cuando estaban ya todos
embarcados a punto de salir de la bahia de Chesapeake, se encontraron
con tres barcos que llegaban de Inglaterra con trescientos nuevos
colonos y grandes cantidades de provisiones. Los veteranos decidieron
dar media vuelta y la colonia siguió adelante. Entre los nuevos
colonos estaba Thomas West,
lord De La Warr, que
había sido nombrado gobernador de la colonia por la
Compañía de Virginia. El capitán de los barcos era
Samuel Argall, que en los meses
siguientes exploró la costa en busca de suministros, y
redescubrió la bahía en la que desembocaba el río
al que Hudson había llamado río del Sur. Argall
llamó cabo De La Warr a
la lengua de tierra situada entre la bahía de Chesapeake y la
que acababa de descubrir. Este nombre, deformado en Delaware, se aplicó
finalmente tanto al cabo, como a la bahía, como al río
del Sur.
El 10 de julio se dio sesenta
días de plazo a los moriscos castellanos para abandonar
España, sin que les valieran de nada los certificados de buenos
cristianos que les daban sus párrocos.
El 25 de julio, Galileo
descubrió lo que parecían ser tres cuerpos alrededor de
Saturno, aunque eran un tanto desconcertantes, porque, con paso del
tiempo, no parecían modificar su posición, sino que
más bien se contraían hasta desaparecer y luego
volvían a aparecer. (Se trataba del sistema de anillos que
rodea el planeta.)
Henry
Hudson emprendió un nuevo viaje de exploración, esta vez
bajo patrocinio inglés. Atravesó el que hoy se conoce
como estrecho de Hudson, y en agosto creyó que había
rodeado por el norte el continente americano y que había llegado
al océano Pacífico.
En septiembre, Galileo pudo observar que Venus presentaba fases como la Luna. Esto demostraba que Venus gira alrededor del Sol y no alrededor de la Tierra.
Hudson pasó tres meses explorando lo que creía que era
la costa noroccidental de América, pero en noviembre se encontró con que la
costa giraba de nuevo hacia el oeste. Como descubrió un tiempo
después, estaba metido en una gran bahía, conocida hoy
como bahía de Hudson.
Luego, el invierno heló el océano y la expedición
quedó bloqueada en una bahía, que fue llamada
bahía de James (de
Jacobo).
Samuel de Champlain, tras haber regresado a Francia en busca de mas colonos, había vuelto a Quebec, desde donde inició la exploración de Canadá, hacia el sur.
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