Por tanto, ciertamente puede afirmarse que menos de 1 de cada 3
electores ha ratificado el Tratado Constitucional Europeo y que la
mayoría de los electores (más de un 57%) se han abstenido
de participar en el Referéndum, adoptando así una actitud
de "distanciamiento" respecto del Tratado. Pero también que un
porcentaje aún mayor, del 60'58%, la suma de abstenciones y
votos nulos y en blanco, se han distanciado del conjunto de las fuerzas
políticas y organizaciones sociales que pedían votar
Sí o No en el Referéndum. Por ello, ni las fuerzas del
Sí ni las del No podemos congratularnos razonablemente de los
resultados. No es cierto que un 76'73% de la ciudadanía haya
votado Sí: sólo lo ha hecho un 32'19%. Pero tampoco es
cierto que un 17'24% de la ciudadanía haya votado No:
sólo lo ha hecho un 7'24%. El resultado del referéndum
deslegitima, ciertamente, al Tratado Constitucional Europeo. Pero
también deslegitima, en cierta manera, al conjunto de fuerzas
políticas con representación parlamentaria. Bien
haríamos unos y otros en tomar nota de ello.
Ahora bien, el grado de deslegitimación es muy distinto para
unos y para otros: las fuerzas del Sí han recabado un
número de votos muy inferior, del orden de la mitad, de los que
les llevaron a ocupar sus escaños en el Parlamento. Ello abarca
tanto al PSOE como al PP, el PNV o CiU. No hay ninguna razón,
por tanto, para que el PP lance las campanas al vuelo deslegitimando al
gobierno: la deslegitimación, en todo caso, también le
alcanza. Y en el País Vasco es singular que el PNV, el PSOE y el
PP juntos sólo han conseguido un 25'80% de votos por el
Sí (un apoyo probablemente muy inferior al que
conseguiría el vilipendiado, por falta de consenso, "Plan
Ibarretxe"). Pero en el caso del PSOE, que en modo alguno puede
atribuirse en solitario un voto al que también llamaban otras
fuerzas, muestra que, a diferencia de otros tiempos, no puede confiar
en un voto ciego o cautivo: como ya se vislumbró en las
Elecciones Europeas, el voto instrumental que recibió el 14-M
para desplazar al autoritarismo belicista y reaccionario del PP no le
fue entregado de forma incondicional.
Por el contrario, los casi 2 millones y medio de voto No han superado
la suma de los votos recibidos por las fuerzas políticas que lo
propugnaban. De hecho, el voto No ha recibido un apoyo muy superior al
escasísimo porcentaje de tiempo televisivo asignado a las
fuerzas del No en base a los escaños obtenidos, porcentaje que
ha representado una de las más graves distorsiones
antidemocráticas de la campaña referendaria, sólo
muy parcialmente compensada por la emergente
circulación de
información alternativa a través de Internet. El
problema de las fuerzas del No (IU, ICV-EV-EUiA, ERC, BNG, XA, EA, BNV,
PSA, Els Verds..., junto a las Plataformas por el No que han encontrado
grandes dificultades para jugar un papel destacado) no es que el
resultado del referéndum pueda deslegitimar los escasos
escaños que en la mayoría de los casos habían
obtenido, sino todo lo contrario: la dificultad de configurar un
referente político para la oposición a un Tratado
neoliberal, militarista y estatalista. Pues ninguna de dichas fuerzas
podemos tampoco atribuirnos en solitario ni tan siquiera el 7'24% del
electorado que ha votado No, y tampoco hemos sido capaces de articular
una campaña unitaria por el No, a pesar de que buena parte de
nuestros argumentos eran coincidentes.
Podemos estimar, por otro lado, que una parte importante de la
abstención y el voto en blanco puede responder a una actitud de
responsabilidad ciudadana: la de negarse a un pronunciamiento sobre un
texto que se desconoce. De hecho, resulta singular que el porcentaje
real de participación ha sido muy inferior al que
predecían las
encuestas. Da la impresión de que la campaña electoral,
en vez de
atraer votantes a las urnas, las ha alejado de ellas. Y más
allá, las
ha alejado del Tratado: tanto el voto No como la abstención han
superado las predicciones. Posiblemente las críticas al Tratado,
aunque
a mucha gente no la hayan llegado a convencer de votar No, sí la
han
disuadido de votar Sí, y en la duda han decidido votar en blanco
o
abstenerse, negándose a dar un voto de confianza a ciegas tanto
a las
fuerzas políticas que propugnaban el Sí como a las que
propugnábamos el
No.
En estas condiciones, podemos concluir que la construcción de
una alternativa al proyecto neoliberal, militarista y estatalista que
nos quieren imponer pasa tanto por la construcción de un
inexistente referente político unitario de las izquierdas sobre
la base de un programa, programa, programa coherente como por la
articulación de la participación política de una
ciudadanía que se niega a comulgar con ruedas de molino. Se
trata, en definitiva, de la construcción de un movimiento
político y social plural y alternativo de izquierdas que IU no
ha llegado a ser.