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La
leyenda de Tristán y el amor cortés |
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Cuando
en la segunda mitad del siglo XII ven la luz en suelo galo dos novelas
en verso sobre la historia de Tristán e Iseo, el público
medieval se apasiona por la "cortesía". La obra
del normando Béroul y del anglo-normando Thomas fueron pues
apreciadas en un momento en que el modelo cortés ejercía
una indudable atracción para los novelistas de oïl. |
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Hacía
ya un siglo que en el mediodía, los trovadores desarrollaban un
concepto de relaciones heterosexuales, basadas en una revalorización
del papel de la mujer y en una dignificación del sentimiento amoroso.
No
es extraño pues que la crítica se haya sentido especialmente
atraída en descubrir las posibles influencias de la fin'amors sobre
estos textos. Y a pesar de que no son pocos los trovadores que aceptaron
la historia de Tristán e Iseo como un modelo en materia amorosa,
se han señalado ciertas características que apartarían
tanto a Béroul como a Thomas de la ética cortés.
Quisiéramos centrarnos, en particular, en cuatro de esos aspectos
que atañen a ambas obras:
Avancemos
la hipótesis que esperamos poder demostrar a continuación: los
textos de Béroul y Thomas son corteses. Las reticencias
de una parte de la crítica a este respecto son variadas,
pero quisieramos resaltar dos factores que han podido contribuir
a este estado de la cuestión:
-
puede
que de una lectura parcial de la fin’amors se haya extraido
sólo un determinado estereotipo, aquel que se adecuaba precisamente
con el concepto amoroso de Chrétien de Troyes (1)
- pero
es posible que el modelo amoroso del gran novelista champañés
entre en contradicción con el ideal amoroso que muchos trovadores
venían proponiendo en las cortes occitanas.
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Es
sabido que en su prólogo del Cliges, Chrétien
de Troyes afirma haber escrito un relato sobre Tristan que
no hemos conservado: Del rey Marc y de la rubia Iseo.
Curioso título que elimina de primera línea al propio Tristán
y parece centrarse en las relaciones del matrimonio.
Tampoco hay que olvidar sus ataques recurrentes (en sus obras
líricas y narrativas) al tipo de relación que mantienen
los amantes de Cornualles.
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Se
trata precisamente de uno de los autores medievales que más preocupado
está por la influencia que en su época está teniendo
la leyenda de Tristán e Iseo. No descubrimos nada al decir que
la historia de los amantes de Cornualles representa un continuo modelo
negativo para el autor champañés.
Es
decir, que casi toda la producción de Chrétien de Troyes
parece concebida como un verdadero tour de force: proponer
un ideal alternativo al que presentaban Béroul y Thomas. Lo
curioso es que en el proceso, el novelista rechaza de igual modo nuestra
leyenda y la fin'amors de los trovadores occitanos. Parece pues, que
el concepto amoroso de los occitanos no acaba de coincidir con el suyo.
El filtro de amor
Hablaremos
del filtro mágico que unió a Tristán e Iseo cuando
nada parecía indicar que estuvieran destinados a amarse. Primer
escollo, según la crítica, que apartaría a las dos
novelas de la órbita cortés: el amor surge gracias a una
fuerza que se impone a los amantes, una fuerza que además, pertenece
al universo de lo sobrehumano, de lo misterioso e irracional:
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"Une
passion coupable et orageuse ne faisait, certes, pas peur au
public courtois, qui venait d’accueillir si favorablement,
au temps d’Aliénor et de Marie de Champagne, l’idéologie
provençale. Mais, mondain et chevaleresque, ce public
courtois répugnait à attribuer une cause mystérieuse
au sentiment qu'on lui enseignait si curieusement à raffiner.
Il répugnait à faire de l'homme le jouet d'une
force incontrôlable et totalement anti-sociale. Il croyait
à la liberté et se refusait à prôner
aussi bien un égoïsme à deux qu’une
sensualité toute instinctive." (2)
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“La
fine amor est pour une part volonté, élection, choix
des élus et des élues (...); sentiment lucide et
raisonné, il est à l’opposé d’un
abandon à la fatalité.” (3)
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Puede que este tipo de análisis tenga como punto de partida el
tardío tratado sobre el amor de Andrés el Capellán,
o bien, el particular concepto que de las relaciones heterosexuales propone
Chrétien de Troyes:
IV-
Onques du buvrage ne bui
dont Tristan fu enpoisonnez;
mes plus me fet amer que lui
fins cuers et bone volentez.
Bien en doit estre miens li grez,
qu'ainz de riens efforciez n'en fui,
fors que tant que mes euz en crui,
par cui sui en la voire entrez
donc ja n’istrai n’en recrui. (4)
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Nunca
bebí del filtro que envenenó a Tristán; pero
más que a él, me hace amar corazón puro y
recta voluntad. Y tengo mejor merecido el premio, ya que nada
me ha obligado, sólo he creido a mis ojos, gracias a los
cuales he entrado en un camino del que ya no saldré ni
me volveré atrás.
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Pero lo cierto es que esta asociación del amor cortés con
la lucidez, la voluntad y la razón es un concepto bastante extraño
en la lírica occitana. Es más, son abrumadores los testimonios
que nos presentan la pasión amorosa como un impulso desmesurado
e irracional, como una total pérdida de juicio y de control.
Guiraut de Calanson le dedica a su dama y a Guilhem VIII de Montpeller
una canción alegórica sobre el amor, en la que habla sobre
los efectos de la pasión. Ya no sólo se trata de él,
de su experiencia personal, sino de la de todos los hombres, ricos o
pobres. Destaca su insistencia en afirmar que el amor iguala a los enamorados,
que es totalmente imprevisible y sobre todo, que no se le puede controlar:
per
so car vens princes, ducs e marques,
comtes e reis, e lai on sa cortz es
non sec razo mas plana voluntat,
ni ja nuil temps no.i aura dreit jutjat (...)
e fer tan dreg que res no.il pot gandir
ab dart d'acier, don fai colp de plazer,
on non ten pro ausberc fortz ni espes (...)
los us fai rics e.ls autres fai languir,
los us ten bas e.ls autres fai valer.
Pois estrai leu so que gent a promes;
e vai nuda mas quan d'un pauc d'orfres
que porta ceing: e tuit sei parentat
naisson d'un foc de que son assemblat.

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...
porque vence a príncipes, duques y marqueses, condes y
reyes, y donde asienta su corte no asiste razón, sino su
mera voluntad, y nunca en ella habrá juicio justo (...)
y con dardo de acero, que produce impacto de placer, hiere tan
acertadamente que nada puede esquivarla, y no sirve lóriga
fuerte y espesa, tan derechamente apunta (...) a los unos hace
ricos y a los otros languidecer, a los
unos tiene abatidos y a los otros ayuda. Fácilmente quita
lo que gentilmente prometió; y va desnuda (5)
y sólo lleva ceñido un poco de orifrés; y
todos sus parientes nacen de un mismo fuego que los hace semejantes.
(6)
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Para
Bernart de Ventadorn parece ser la norma que distingue a los leales amantes
de los que no lo son:
Cen
vetz trobi, can m'o cossir
qu'eu degr'aver sen e mezura
(si m'ai adoncs, mas pauc me dura)
c'al reduire.m torna.l jois en error.
Pero be sai c'uzatges es d'amor
c'om c'ama be non a gaire de sen.
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Cien
veces consideré, ahora que lo pienso, que tendría
que tener buen juicio y mesura; pero cuando tengo, me duran poco,
porque al final la alegría se me vuelve tristeza. Pero
ya sé que es la regla en amor: aquel que ama verdaderamente
no tiene mucho juicio.(7)
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Creemos
que existe un notable parecido entre el famoso bebedizo y la descripción
que intentan ofrecer los trovadores de la pasión amorosa como impulso
irracional y desmesurado. Una fuerza, que a menudo toma características
mágicas ya que se impone al amante como un sortilegio. Guilhem
de Peitieu, Marcabrú, Jaufré Rudel, y tantos otros, hacen
referencia a los encantamientos y hechizos que padecen. Referencias, señala
Riquer (8), que aluden probablemente a la creencia
popular en el destino, aunque los numerosos casos de la antigüedad
clásica, Ovidio a la cabeza, bien pudieron servir de ejemplo.
Es frecuente pues, encontrar comparaciones con un tipo u otro de causa
"maravillosa", de origen inexplicable. Ante el carácter
inefable del sentimiento amoroso, el trovador recurre con frecuencia a
soluciones sobrenaturales: el amor actúa sobre el amante bruscamente,
sin avisar; provoca tales cambios emocionales y de conducta, que no se
le puede comprender, y menos explicar, desde una lógica "racional".
Es necesario recurrir a otro tipo de ejemplos para ofrecer una idea aproximada
de la excepcionalidad del sentimiento.
Como hace Guilhem Magret, que encadena una tras otra imágenes capaces
de transcribir los efectos que la pasión ejerce sobre él;
su señora le tiene preso (pres), atado (ligatz) como un amans reclus
en casa de Dédalo, tan desorientado, que cree ser víctima
de un hechizo por el cual sus prioridades se transforman, por arte de
magia, en los mismos que los de su dama. Y además disfruta con
ello (9).
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Bernart
de Ventadorn (10) declara haber perdido
todo juicio, atraído por la fuerza misteriosa que emana
de su dama. Sus ojos, nos dice, le han sometido a un encantamiento,
a un embrujo que le apartan del juicio y el equilibrio
(ab
sos bels olhs amoros,/ de que.m poizon'e.m fachura, c'anc
pois qu'eu l'agui veguda,/ non agui sen ni mezura. -con sus
bellos ojos que me encantan y embrujan, porque después
de verla ya no tuve ni juicio ni mesura-).
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Tal y como lo expresan los trovadores, el amor ata (m'aliama), somete
al amante (aissiomte pres) en una espiral ardiente (11)
(flama/ art/ focs de forn) que tiene la virtud de transformar el código
de la razón o de neutralizarlo. Será una prisión,
pero el trovador que acepta el código, se ufana de su locura como
un elemento consustancial del verdadero amor, ya que la causa es un valor
eminentemente cortés.
A primera vista, en la expresión del sentimiento amoroso no se
encuentra un reflejo de ese "sentiment lucide et raisonné”
que J. Frappier considera propio de la fin'amors y ausente de nuestros
textos. En realidad todo parece asemejarse a "une passion incontrôlable
et inexpliquée" (12) que es precisamente
el argumento que se esgrime para desvincular los relatos de Béroul
y Thomas de la cortesía.
Hasta aquí no podemos vislumbrar ninguna razón por la cual
el público cortés, como decía Le Gentil, rechazara
atribuir una causa misteriosa al amor. Para los trovadores, desde sus
inicios tempestuosos hasta sus manifestaciones más enfermizas,
la pasión irrumpe como una fiebre súbita y es expresada
como una auténtica locura. Como se cree que debería hacerlo
un filtro de amor. Como causa misteriosa no es poco.
La
igualdad entre los amantes
El segundo tema del que hemos hablado está íntimamente ligado
con lo que acabamos de decir. El amor nace en el Béroul y el Thomas
con unas características sorprendentes, originales. Porque lo que
realmente es innovador no es el filtro en sí, sino la igualdad
a la que se ven sometidos y de la que gozan los amantes.
Aquí
no parece darse ni dama altiva o desdeñosa, ni amante suplicante
o humillado. Tristán e Iseo nos aparecen, desde el principio de
la pasión, como iguales en el placer y el sufrimiento. En general
se suele considerar que este hecho aparta a los textos de Béroul
y Thomas de la cortesía:
"La figure de Tristan, telle que
l'a peinte Béroul paraît incompatible avec l'amour courtois,
les amants ont conscience de leur “folie et vilenie”;
la société garde ses droits et, de plus, Tristan n'est
aucunement soumis aux caprices de sa dame." (13)
“... le service d’amour c’est la soumission volontaire
de l’amant à la dame. Or, pas un trait de cette doctrine
n’apparaît dans le poème de Thomas. Son Tristan
peut bien se déclarer l’homme lige de la reine; jamais
il ne prend devant elle, comme Lancelot, l’attitude d’un
humble espérant; jamais ne se marque la prédominance
de l’amante sur l’amant. Iseut (...) n’est pas la
dame altière des troubadours; elle n’est pas Guenièvre.."
(14)
Es
cierto, Iseo no es la reina Ginebra. Pero no deberíamos estrechar
tanto el campo de definición de la cortesía como
para llegar a hacer de Ginebra el único caso posible.
Porque lo curioso es que en la producción de los trovadores
no sólo encontramos damas altivas y desdeñosas
(cf. La superioritat femenina).
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De hecho, creemos que éste no es más que un estereotipo
que ha quedado de la inmensa variedad de figuras femeninas que aparecen
en la producción occitana.
Hay
poetas que se rebelan incluso contra esta actitud tiránica de la
amada, como Pistoleta. La ironía y el humor suelen ser en estos
casos armas muy contundentes. Y es que su dama no sólo no le da
consuelo cuando él se humilla...:
mas brau respos, quays qu'ieu l'ayt mort son paire,
e quan la prec, elha.m fai un semblan
que no m'enten pus que un alaman.
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...sino
brava respuesta, casi como si yo hubiera muerto a su padre, y
cuando le ruego me pone el aspecto de entenderme menos que a un
alemán.
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Y no parece que tenga visos de cambiar su conducta. A la humillación
que padece el amante, se le suma un peligro real para su integridad física:
Et
a pauc no.m trais l'uoill
qant li dis per solaz:
“Dompna, ie.us am, so sapchaz
mais que neguna re"...
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Y
por poco me sacó un ojo cuando le dije, por solaz: “Señora,
sabed que os amo más que a nada”...(15)
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Los
hay que persiguen el objetivo completamente opuesto: dominar a
la dama. Como Raimon de Miraval o Peire Vidal quien da consejos
sobre cómo domesticar gentilmente a las damas. No faltan
los que gozan o aspiran a una relación igualitaria, como
Bonifaci de Castellana, Bernart Martí o La condesa de Dia.
Curiosamente como en los Tristan. Y en cualquier caso, siempre
se espera que el amante rebaje su orgullo para que la
relación pueda ser viable.
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Si
siguiéramos el tópico tendríamos que considerar poco
corteses, anti-corteses o al margen de la cortesía el 90 % de los
trovadores. Por un motivo u otro. Además, pensamos que se plantearían
más problemas que soluciones. Por ejemplo: ¿cómo
consideraremos el género de alba profana, donde se da una situación
de igualdad entre los amantes?
¿Y
que hacemos con toda la producción del trovador Bernat Martí?
Martí de Riquer señala acerca de él: "no
atiende al aspecto feudal del amor trovadoresco ni se considera víctima
suspirante de la dama, sino que expone sin paliativos ni disimulos, aunque
con leve ironía, al aspecto directo y sensual de su relación
con la mujer"(16). Oigamos como se plantea
Bernat Martí la relación con su dama:
Qan
de ma dona sui laire,
gens no.m tenc per malvatz afan.
Qan sui nutz e son repaire
e sos costatz tenc e mazan,
ieu no sai null emperador,
vas me puesca gran pres cuillir
ne de fin’amor aver mais.
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Cuando
obro como ladrón con mi señora, no considero que
mi afán sea malo.Cuando estoy desnudo en su morada y
abrazo y acaricio sus flancos, no sé de ningún
emperador que, comparado conmigo, pueda recibir mayor premio
ni conseguir más leal amor. (17)
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Que
sepamos la ironía no es un factor que pueda considerarse motivo
para apartar a un trovador que dice amar por fin'amors, del campo de los
amantes corteses. Nos parece incluso que tal y como lo describe Bernat,
el tipo de amor que le une a su dama se asemeja bastante al de Tristán
e Iseo. En ambos casos se sortea una prohibición social, el adulterio,
metaforizado aquí por el término laire. La pasión
es satisfactoriamente compartida. Y, lo más importante, se tiene
la conciencia de que a pesar de todo, el amor es positivo y digno de
ser vivido así (no.m tenc per malvatz afan).
La
importancia del placer
Quizá, uno de los aspectos que más se han debatido con respecto
al amor de Tristán e Iseo sea precisamente el de la satisfacción
física. Y es cierto que comparados con otros enamorados (los de
Chrétien de Troyes por ejemplo), los amantes de Cornualles no ven
ni por un momento que dicha satisfacción sea incompatible con
un sentimiento que ellos mismos califican de fin’amors.
Pierre Jonin recalca esta idea al extraer de Thomas la afirmación "...l'amur
vient del faire", lo que, en boca de Tristán, representaría
una oposición respecto a las teorías corteses:
"On est frappé par
l´importance extrême que Tristan accorde aux éléments
physiques de l'amour au détriment du sentiment proprement
dit. (...) "l'amur vient del faire" On ne saurait
poser plus nettement l'équivalence plaisir-amour. Or
cette déclaration n'est guère compatible avec
les théories courtoises." (18)
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Y Eva Rozgony retoma esta idea relacionándola con los trovadores:
".... cette situation me paraît aussi peu courtoise que possible
(...) Le bien suprême pour la fin'amor est le désir même,
ce désir non réalisé, insatisfait que, précisément,
l'impossibilité de la satisfaction rend apte a véhiculer
un amour noble. L'insatisfaction éternise le désir, et,
comme le dit M. R. Nelli, "en cette idée que le désir
éternisé vaut mieux que la jouissance (qui tue l'amour),
on reconnaît l'un des principes les plus hauts de l'éthique
des troubadours".(...) On sait bien que la majorité des
troubadours chantant la fine'amor n'a jamais connu la plénitude
physique de l'amour et, qui plus est, ne l'a même pas sérieusement
déploré. "Voli 'hom mais esperar que aver",
dit Uc Brunet, ou encore "Non sap de dompnei paux ni pro/ Qui del
tot vol si donz aver" -Daude des Prades- (...) L'essence de l'amour
courtois est l'amour -"l'art pour l'art"-, l'état d'être
amoureux, l'état de désir qui élève l'âme
au-dessus de la réalité terrestre. Bien qu'ils en parlent
sans cesse, les troubadours ne tendent pas nécessairement à
la possession, et même là où les faveurs de la dame
vont jusqu'à leur accorder le don suprême, il ne s'agit
que de rares, sinon d'uniques occasions. Or Tristan et Iseut ont parcouru
un chemin très différent. Leur amour à peine né
connaît la réalisation, et dès lors le désir
sans cesse assouvi devient sans cesse plus ardent. Deux ans de vie commune
dans la forêt n'ont rien changé à l'intensité
de la flamme qui les brûle et qui fait que, pour se rejoindre,
ils s'exposent aux pires dangers. Or, à l'encontre des amants
courtois qui exaltent les bienfaits du désir inasouvi, qui le
considèrent comme la condition de la noblesse, de la joie, Tristan..."
(19)
Es cierto. Tristán no cumple con el tópico. Pero podría
ser aventurado seguir una argumentación así. Porque el nudo
de la “anti-cortesía” de los Tristan es el del “amor
insatisfecho” único posible en la fin’amors, y las
pruebas en las que se basa esta idea podrían matizarse. En primer
lugar, el juicio de R. Nelli corre el riesgo de entrar en contradicción
con la opinión de algunos trovadores, como Albertet quien plantea
precisamente el caso contrario. A más placer, más fidelidad:
Atrestal
vol faire de mi m'amia
cum lo rics hom fai del bon escudier,
que, per aisso qu'el lo serv voluntier,
li aloigna mais sa cavallaria;
mais a lieis non calria
d'aisso gaire temer,
que, on mais mi faria
d'amor ni de plazer,
e plus fizel m'auria.
|
Mi
amiga quiere hacer conmigo lo mismo que hace el ricohombre con
el buen escudero, que para que lo sirva gustosamente, le aleja
el momento de armarlo caballero; pero ella no debería tener
mucho miedo de esto, pues cuánto más amor y placer
me diera, más fiel me tendría.(20)
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La segunda prueba en la que se basa este concepto
ya la ha rebatido Martí
de Riquer: “On sait bien que la majorité des troubadours
chantant la fine'amor n'a jamais connu la plénitude physique de
l'amour et, qui plus est, ne l'a même pas sérieusement déploré
.” El problema es que algunas composiciones son tan explícitas
que resulta muy difícil comprender otra cosa que la que todos
nos imaginamos.
Martí
de Riquer comenta precisamente la “alta tensión sensual”
que se desprende de algunas composiciones de las damas, las trobairitz
y demuestra lo poco operativo que resulta el argumento de la virilidad: “ Si las damas se expresaban con tanta desenvoltura, suponer que
los trovadores eran unos “platónicos” significaría
poner en duda la hombría de seis generaciones de poetas.”
(21)
El
tercer argumento también parece a priori matizable, dado que
la cita de Daude de Pradas está extraída de una
canción satírica en la que el trovador afirma
no tener problema para repartir su amor entre tres mujeres,
una dama, una doncella con la que puede darse a escarceos amorosos,
y una soudadeira, con la que satisface su sensualidad.
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No
nos resistimos a traer aquí algunas estrofas para poder apreciar
mejor el concepto amoroso de Daude:
Non
sap de dompnei pauc ni pro
qui del tot vol sidonz aver.
Non es dompneis, pois torn'a ver,
ni cors s'i ren per guizerdo.(...)
Franca piucella de sazo
mi platz, qand m'es de bel parer,
e.is vai dejosta mi sezer,
qan sui vengutz en sa maiso;
e si.l vuoill baisar la maisella
o.il estreing un pauc la mamella,
no.is mous ni.s vira ni s'esglaia,
anz poigna cum vas mi s'atraia,
tro que.l baisars en sia pres
e.l doutz tocars de luoc deves.
De soudadeira coind'e pro
vuoill qe.m don'ab pauc de querer
tot so c'amors vol a jazer,
e non fassa plaig ni tensso
d'ostar camisa ni gonella,
anz danze segon qe.l viella
cel que non a soing qe.is estraia
de far tot joc q'amors l'atraia;
e s'il n'avia mais apres,
ja de l'enseignar no.is feisses.
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No
sabe ni poco ni mucho de galantería quien quiere tener
completamente a su dama. No es galantería si se convierte
en verdad y el cuerpo se entrega a cambio de galardón.
(...).
Me gusta la franca doncella en sazón cuando es de buen
parecer y va a sentarse junto a mí, cuando he llegado a
su casa; y si le quiero besar la mejilla o le aprieto un poco
el pecho, no se mueve ni se vuelve ni se espanta, sino que procura
acercarse a mí hasta que sea dado el beso y el dulce tocar
del lugar vedado. En cuanto a la soldadera graciosa y excelente,
quiero que me entregue, sin pedírselo mucho, todo lo que
amor busca en el yacer, y no haga pleito ni discusión de
quitarse la camisa y la gonela, sino que baile al son que le toca
aquel a quien poco le preocupa entregarse a todo juego que amor
le proporciona, y si hubiera aprendido aún más,
no sea negligente en enseñarlo. (22)
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Estas
palabras tan explícitas no nos parecen el mejor ejemplo para fundamentar
la teoría del deseo insatisfecho y mucho menos un argumento que
descalifique los textos de Béroul y Thomas porque en ellos no
se da "l'état de désir qui élève l'âme
au-dessus de la réalité terrestre".
Desde
luego, no queremos decir que a ningún trovador se le haya ocurrido
nunca expresar su sentimiento amoroso idealizando a la dama, evitando
incluso alusiones demasiado "atrevidas" y manteniéndose
en la más sumisa espera (23). Pero de ahí
a hacer de esos ejemplos la única posibilidad, la condición
exclusiva en la fin'amors, hay un buen trecho. Y no se trata de escasas
o de únicas ocasiones. Son abundantes y muy claras.
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Que
los trovadores lo manifiesten en sueños, bajo forma de
hipótesis o que afirmen claramente haber gozado con la
dama, la atracción que ejerce el cuerpo de la mujer (o
del hombre, en el caso de las trobairitz) y el deseo de poseerlo
no podría ser negado a menos que torturemos los textos
(cf. érotisme féminin).
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Raimon de Vaqueiras, por ejemplo, podría encontrar inconvenientes
en la idea del amor “por amor al arte”
Ma bell'amia,
per Dieu non sia
qe ja.l gelos de mon dan ria,
qe carvendria
sa gelozia
si aitals dos amatz partia (...)
Qe drutz ni druda
non es per cuda;
mas qant amantz en drut si muda,
l'onors es granz qe.l n'es creguda,
e.l bels semblanz fai far tal bruda.
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Hermosa
amiga mía, no ocurra, ¡por Dios!, que el celoso
se ría de mi daño, pues pagaría caros
sus celos si separaba a tales dos amantes; (...) No existen
hombre ni mujer amantes por imaginación; pero cuando
el enamorado se convierte en amante, grande es el honor que
se acrecienta en él,
y el semblante feliz levanta gran murmuración.(24)*
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Bernart Martí, en su apasionado discurso, no suele necesitar muchos
comentarios:
Tant m'es grail'e grass'e plana
sotz la camiza ransana,
quan la vei,
fe que.us dei,
ges no tenc envei'al rei
ni a comte tan ni quant,
c'assatz fauc meils mon talant,
quan l'ai despoillada
sotz cortin'obrada. (...)
C'aissi vauc entrebescant
los motz e.l so afinant:
lengu'entrebescada
es en la baizada. (26)
|
La
hallo tan esbelta, llena y suave bajo la camisa de tela, que
os doy fe de que, cuando la veo, no siento ninguna envidia del
rey ni de ningún conde, ni mucho ni poco. Pues bastante
mejor satisfago mis deseos cuando la tengo desnuda bajo cortina
bordada.(...) Voy entrelazando las palabras y afinando la tonada,
del mismo modo que la lengua se entrelaza en el beso. (25)

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Puede que quepa preguntarse cómo es que se plantean estas objeciones
a la cortesía de los Tristan del siglo XII. Porque si la situación
amorosa que presentan tanto Béroul como Thomas no difiere del amor
cortés de los trovadores, parece que algo falla.
Es muy posible que las reticencias de la crítica, aquí también,
surjan de la concepción amorosa de Chrétien de Troyes. En
una famosa canción que responde, al parecer, a otras de Raimbaut
d’Aurenga y Bernart de Ventadorn (con los que no estaba muy de acuerdo
en ciertos temas), Chrétien de Troyes expone su idea de la cortesía:
IV-
Onques du buvrage ne bui
dont Tristan fu enpoisonnez;(...)
V- Cuers, se madame ne t'a chier,
ja mar por cou t'en partiras:
tous jours soies en son dangier,
puis qu'empris et comencié l'as.
Ja, mos los, plenté n'ameras,
ne pour chier tans ne t'esmaier. (26)
|
Nunca
bebí del filtro que envenenó a Tristán;(...)
Corazón, si mi dama no te quiere, jamás por eso
la dejarás: estarás siempre en su poder porque
lo has hecho desde el principio. Jamás, a fe mia, querrás
la abundancia, ni has de tener miedo de la carestía (27)
|
A favor de una eterna espera del placer deseado.
Desde luego, a más
de un trovador le habría sorprendido esta idea. Chrétien
sigue hablando de cortesía, de buen amor, pero mucho nos tememos
que lo que él está proponiendo es otro tipo de ideal de
relación hombre-mujer.
En otra de sus obras, Cliges, Chrétien reproduce un triángulo
amoroso calcado sobre el Tristan. Alis es el marido de una joven que no
le ama. Fénice se enamora, por contra, del sobrino de su marido,
Cligès. Pero existe una diferencia fundamental con nuestros textos:
Alis ha usurpado el poder y ha incumplido la promesa que le hizo a su
hermano de no casarse nunca, para reservar el trono a su sobrino. El marido
es pues, un personaje totalmente negativo, lo que simplificará
notablemente el problema. Esto es lo que opina la heroína de Chrétien
de la solución que adoptaron Tristán e Iseo ante su amor:
Mialz
voldroie estre desmanbree
que de nos deus fust remanbree
l'amors d'Isolt et de Tristan,
don mainte folie dit l'an
et honte en est a reconter.
Ja ne m'i porroie acorder
a la vie qu'Isolz mena
Amors en li trop vilena,
que ses cuers fu a deus rentiers.
Ensi tote sa vie usa
n'onques les deus ne refusa.
Ceste amors ne fu pas resnable,
(v.3123)
Si je vos aim, et vos m'amez,
ja m'en seroiz Tristanz clamez,
ne je n'an seroit l'amors preuz,
qu'il a avroit blasme e vice.(v. 5203)
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Preferiría
ser despedazada antes de que se nos asociara al amor de Tristán
e Iseo de los que se cuentan tantas locuras que da vergüenza
sólo pensarlo. Jamás podría aceptar la vida
que llevó Iseo. En ella el amor fue ultrajado porque su
cuerpo tuvo dos propietarios y así pasó toda su
vida sin rechazar a ninguno de los dos. Ese amor no fue razonable
(...)Si os amo y vos me amáis, no seréis llamado
Tristán y yo no seré vuestra Iseo porque el amor
ya no sería leal, sino que habría culpa y vicio.
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Fenice
está mucho más preocupada por lo que dirán de ella
los lectores de Chrétien, que de encontrar una felicidad personal
inmediata. Porque la felicidad de Tristán e Iseo no posee, a su
entender, la más mínima dignidad. A Fénice le da
incluso vergüenza comentar u oír hablar de ese tipo de amor (Honte en est a reconter).
La
pasión de los famosos amantes merece pues las más duras
descalificaciones:blasme e vice. ¿Pero vicio en qué sentido?
Se trata, sin duda, del adulterio: Fenice está atacando un modelo
de relaciones amorosas que pase por compartir su cuerpo entre dos hombres.
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Ella
no considera que el vicio esté en mentir al marido, ni
en engañarle, ni en provocarle, de alguna manera la muerte,
como ocurre en esta obra. La heroína de Chrétien
se escandaliza sólo de que una mujer pueda estar sometida
legalmente a su marido, y entregue su amor y su cuerpo a otro.
Porque no descarta la posibilidad de tener un amante: es el simple
hecho de tener dos rentiers, como dice muy prosaicamente.
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Parece que el objetivo de estos ataques sea simplemente la pareja de Cornualles.
Pero a nuestro entender, sus críticas también apuntan a
los trovadores. Y es que el modelo que se vehicula en las obras de Chrétien
de Troyes difiere notablemente del concepto occitano, entre otras cosas,
porque introduce una idea fundamental que estaba ausente en la lírica
de los trovadores: el pecado, la conciencia de estar obrando mal en un
tipo de relación heterosexual fuera del matrimonio.
En
definitiva, se trata de controlar las pulsiones sexuales, y dominar
los efectos "perniciosos" del amor. Control de uno mismo, sí,
dominio de los desórdenes a los que aboca el deseo, también,
pero sobre todo, control de una pasión que se vive hacia afuera,
que se experimenta en colisión con otros individuos y con unas
determinadas normas morales y sociales que tienden a configurarse como
las únicas. Las prerrogativas de la moral tradicional y de la religión
oficial quedan a salvo.
Donde
antes no había problema, ahora sólo hay pecado.
Es como si hubiera que disculpar el egoismo amoroso: el amor sólo
no basta. Y en el horizonte se vislumbra el que será el
cliché de las novelas de caballerías: el amor como
fuente de proezas. Y como telón de fondo, el matrimonio
como el espacio prioritario de la pasión amorosa.
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Curioso cambio de coordenadas en la concepción de la cortesía.
Porque está claro que no hablamos del mismo concepto. La fin'amors
no niega que el adulterio exista, y los trovadores insisten continuamente
en que el amor en el matrimonio no puede o no suele darse. El matrimonio,
en las capas altas de la sociedad sobre todo, es y seguirá siendo
por mucho tiempo un contrato. Se trata de circunstancias de la vida real.
A uno lo casan. No elige. Tampoco se espera que caiga rendido de pasión
la noche de bodas. La pasión, de estar, está en otra parte.
La
diferencia estriba en que para ellos, la sensualidad, el erotismo que
conlleva su ideal de relaciones hombre-mujer, no es pecaminoso. Ellos
reclaman siempre el derecho a sentirse orgullosos y dignos de mantener
un amor adúltero. Y no por un vicio especial, sólo porque
era más probable que el amor se diera fuera del matrimonio. Y cuando
eso ocurría, la idea no era culpabilizante.
Pero, ¿y Dios?, ¿y la religión?
Cuando mejor se ejemplifica esta idea es cuando se analiza el papel de
la religión en los textos corteses. En los textos de los trovadores
o en los Tristan del siglo XII.

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No
ha dejado de llamar la atención el hecho de que los amantes
de Cornualles confíen ciegamente en la ayuda, el favor
y la aprobación del cielo.A pesar del adulterio y a pesar
de las mentiras, falsas verdades o juramentos ambiguos.
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Esto
ha hecho que se les llegara a calificar de heréticos, blasfemos
hacia hacia Dios, subversivos hacia la sociedad....Claro, que habría
que preguntarse desde qué punto de vista juzgamos la moralidad
de estas obras ¿Desde el nuestro?¿O acaso, desde el punto
de vista del público para el que fueron escritos estos textos?
Porque no parece que los trovadores, por ejemplo, se sientan especialmente
preocupados por el juicio divino cuando se plantean conseguir su más
apreciado objetivo: el amor por la mujer de otro.
Guilhem de Cabestany deja claro que si entre la esfera profana y la esfera
religiosa hay diferencias, no existe ni mucho menos oposición:
En
sovinensa
tenc la car'e.l dous ris,
vostra valensa
e.l belh cors blanc e lis;
s'ieu per crezensa
estes vas Dieu tan fis,
vius ses falhensa
intrer'em paradis;
qu'ayssi.m suy, ses totz cutz,
de cor a vos rendutz
qu'autra joy no m'adutz
q'una non porta benda
qu'ieu.n prezes esmenda
jazer ni fos sos drutz
per las vostras salutz.
|
Tengo
en el recuerdo la cara y la dulce sonrisa, vuestra valía
y el hermoso cuerpo blanco y terso; si en mi fe fuese tan fiel
a Dios, sin duda alguna entraría vivo en el paraíso;
(...) pues no me acostaría con ninguna de las más
señoriales ni sería su amante si en compensación
tuviera vuestros saludos.(28)
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Se podría juzgar que un planteamiento de este tipo es amoral, ya
que la fin'amors parece plantearse en paralelo a la moral cristiana, al
margen de su influencia o de sus imperativos. Pero que los trovadores
traten temas tan profanos no significa que no sean religiosos o que atenten
contra la fe, al menos tal y como ellos la entienden. Cuando mezclan religión
y placer, los trovadores no parecen sentirse muy preocupados, o al menos,
no podemos deducir que tal mezcla les preocupe: es como si lo encontraran
normal y natural.
En
el ejemplo que hemos visto, Guillem sólo pretende crear una metáfora,
lo más convincente posible, sobre la intensidad de su amor. ¿Qué
hay de más sagrado para él si no es su amor a Dios? A este
tipo de amor compara su sentimiento hacia la dama. Por eso no ve contradicción
en utilizar argumentos religiosos para expresar la excepcionalidad de
su sentimiento. Arnaut Daniel tampoco ve ningún problema en asociar
ritos cristianos, que seguramente aprecia, a sus deseos más profanos:
Mil
messas n'aug e.n proferi
e.n art lum de cera e d'oli
que Dieus m'en don bon issert
de lieis on no.m val escrima;
e quan remir sa crin saura
e.l cors gai, graillet e nou
mais l'am que qui.m des Lucerna.(...)
No vuoill de Roma l'emperi
ni c'om m'en fassa apostoli,
qu'en lieis non sia revert
per cui m'art lo cors e.m rima;
e si.l maltraich no.m restaura
ab un baisar anz d'annou
mi auci e si enferna.
|
Oigo
y ofrezco mil misas y enciendo luces de cera y de aceite para
que Dios me dé buen acierto con aquella ante quien no me
vale esgrima; y cuando contemplo su cabellera rubia y su cuerpo
alegre, esbelto y joven, la amo más que a quien me diera
Lucerna (...). No quiero el imperio de Roma ni que me haga allí
papa, si ello no revierte a aquella por quien mi corazón
arde y se agrieta; y si no me cura la dolencia con un beso antes
de año nuevo, me mata y se condena. (29)
|
¿Irreverente,
blasfemo? También podría ser que fuera un buen retórico.
Es una manera de humanizar lo más santo, como dice Martín
de Riquer, que se corresponde perfectamente con una manera medieval
de establecer un contacto natural con el más allá.(30)
|
|
Lo
que podemos comprobar en la mayoría de los trovadores es que, no
sólo no comprenden las relaciones heterosexuales como incompatibles
con el placer, sino que están convencidos de que la ayuda divina,
para alcanzar ese objetivo, es factible y está a su alcance. En
sus ruegos, en sus rezos, los trovadores no parecen considerar que el
placer que obtienen junto a su dama sea en nada pecaminoso, censurable
o impropio de buenos cristianos. Bernart de Ventadorn, por ejemplo, invoca
la ayuda divina con un fin muy concreto:
Deus,
que tot lo mon garanda,
li met'en cor que m'acolha,
c'a me no te pro vianda
ni negus bes no.m aonda.
Tan sui vas la bela doptans,
per que'e.m ren a leis merceyans:
si.lh platz, que.m don o que.m venda!
Mal o fara, si no.m manda
venir lai on se despolha
qu'eu sia per sa comanda
pres del leih, josta l'esponda
e.lh traga.ls sotlars be chaussans,
a genolhs et umilians,
si.lh platz que sos pes me tenda.
|
Dios,
que abarca todo el mundo, le haga venir voluntad de acogerme,
porque para mí no aprovecha ningún alimento ni
ningún bien me ayuda. Estoy tan atemorizado ante la hermosa,
que me entrego a ella suplicante: si quiere, que me regale o
me venda! Mal obrará si no me manda ir allá donde
se desnuda para que esté, por orden suya, cerca del lecho,
al lado del borde, y le quite los zapatos bien calzados, de
rodillas y humillándome, si le place tenderme a sus pies.
(31)
|
No son los únicos que involucran a Dios en las esferas más
privadas de la dama. A menos que consideremos que todas las poesías
de los trovadores son irónicas (la última cita de Bernat
no lo deja prever) habrá que admitir que ellos aceptan a Dios en
su pensamiento y en sus composiciones, como una entidad superior, que
veneran, pero que de ningún modo les va a castigar por desear
lo que desean. Es curioso, pero placer y fe no parecen incompatibles.
Como
en los Tristan, Dios se presenta más bien como un amigo fiel de
los enamorados, como un cómplice que les puede prestar ayuda en
caso de necesitarla. Y un amigo, un verdadero amigo, no condena ni castiga
a los amantes corteses. Dios sabe que su amor es bueno, puro, superior
a cualquier otro sentimiento. Es cortés. Y como un verdadero cómplice,
a Dios se le invoca para todo lo referente al amor.
Cuando
las cosas van mal para el enamorado, cuando el sufrimiento destroza al
trovador, Dios es un consuelo incomparable. Pero cuando las circunstancias
son favorables, cuando el deseo del enamorado puede cumplirse, a Dios
se le invoca para que ayude al amante en su empresa, como hace Arnaut
Daniel:
Dieus lo chauzitz,
per cui foron assoutas
las faillidas que fetz Longis lo cecs,
voilla, siol platz, q'ieu e midonz jassam
en la chambra on ambdui nos mandem
uns rics convens don tan gran joi atendi,
qeol seu bel cors baisan rizen descobra
e qeol remir contraol lum de la lampa.
|
El
benigno Dios, por quien fueron absueltos los pecados que cometió
el ciego Longinos, quiera, si le place, que yo y mi señora
yazcamos en la cámara en la que ambos fijemos una preciosa
cita, de la que espero tanto placer que descubra su hermoso
cuerpo, besando y riendo, y que lo contemple contra la luz de
la lámpara.(32)
|
Cuando Arnaut Daniel se dirige a Dios, no lo hace
como si Dios e Iglesia fueran la misma cosa. De hecho, todos los trovadores
suelen distinguir claramente entre la fe, que como buenos cristianos
todos viven a su modo, y lo que representan los clérigos o la curia romana. En general
se puede observar un cierto resentimiento hacia los profesionales de la
religión, en particular contra los que predican una cosa y hacen
otra muy distinta. Estamos en plena reforma gregoriana y las disidencias
aún se dejan oír. Pero por ahora sólo hablamos de
obras de ficción y de Dios, no de sus representantes en la tierra.
|
Independientemente
de lo que pensaran éstos últimos, de estas obras
corteses se desprende un concepto religioso muy particular. Puede
chocarnos, pero lo cierto es que no debería ser analizado
desde nuestro propio concepto religioso (o desde el del siglo
pasado, o el otro). Por eso es tan importante prestar atención
a las opiniones que sobre el tema nos han dejado los trovadores.
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Y
nosotros, que pretendemos analizar su influencia en los Tristan, no
podemos dejar pasar por alto la gran admiración que los trovadores
sienten por la relación que une a los amantes de Cornualles.
Oigamos finalmente a Raimbaut d’Aurenga:
Ben
aurai, dompna, grand honor
si ja de vos m’es jutgada
honranssa que sotz cobertor
vos tenga nud’embrassada (...)
Car ieu begui de la amor
ja.us dei amar a celada.
Tristan, qan la.il det Yseus gen
e bela, non saup als faire. (...)
Vejatz, dompna, cum Dieu acor
dompna que d'amar s'agrada.
Q'Iseuz estet en gran paor,
puois fon breumens conseillada;
qu'il fetz a son marit crezen
c'anc hom que nasques de maire
non toques en lieis. Mantene
atrestal podetz vos faire
Carestia esgauzimen
m'aporta d'aicel repaire,
on es midonz, qeom ten gauzen
plus q'ieu eis non sai retraire
|
Gran
bien conseguiré, señora, si me otorgáis
el honor de que os pueda, bajo colcha, abrazar desnuda (...)
Y pues yo bebí amor, os he de amar en secreto. Cuando
la gentil y hermosa Iseo le dio su amor, Tristán no
supo hacer otra cosa. (...)
Ved, señora, de qué modo socorre Dios a la dama
que gusta de amar; pues Iseut estuvo temerosa, y fue pronto adoctrinada,
que hizo creer a su marido que nunca la tocó ningún
hombre nacido de madre. Vos podéis hacer lo mismo ahora.
Carestía, traéme gozo de aquella mansión
en la que vive mi dama, que me tiene más gozoso de lo
que yo mismo puedo explicar.(33)
|
Este
“Carestía” ha sido interpretado como un paragrama
occitanizado del nombre de Chrétien de Troyes, con el que se sabe
que estuvieron en relación tanto Raimbaut, que se comparaba a
Tristán, como Bernart de Ventadorn, que le daba el senhal de Tristán
a Raimbaut. Y lo curioso es que Chrétien no acababa de estar de
acuerdo con la visión que de la fin’amors ofrecen estos
trovadores.
Recordamos
con qué frecuencia Bernart denuncia las injusticias
de su dama y, también, que no duda en abandonarla
si ella se muestra excesivamente altiva o injusta. No hay
duda que Chrétien reacciona contra la historia de
Tristán y, como decíamos, en el mismo proceso,
ataca conceptos queridos por los trovadores.
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Por eso resulta sorprendente que el punto de referencia para analizar
la cortesía de los Tristan del siglo XII sea el gran autor
champañés, y no la producción occitana en la
que, desde hacía un siglo, se venía proponiendo tan
particular modelo de relaciones hombre-mujer. Jean Frappier señala:
“Rien dans ces élans et ces broderies lyriques ne relève
une réflexion approfondie sur le Tristan. Il est clair notamment
que Bernard de Ventadour et Raimbaut d’Orange n’aperçoivent
pas la possibilité d’un conflit entre la conception de
l’amour fatal et cet élément de volonté et
de libre arbitre que cherche à préserver la fine amor.
Seuls les romanciers courtois d’oïl ont pris conscience
de la contradiction. (...) Cependant le mérite revient à
Chrétien de Troyes d’avoir opposé le plus lucidement
à la passion fatale de Tristan et d’Iseut l’essence
de l’amour courtois, fondé sur un choix raisonné,
une élection motivée.”
Frappier sigue con una cita de la famosa poesía
de Chrétien de Troyes, Oncques du buvrage ne bui dont
Tristan fu enpoisonnez, mencionada al principio de este estudio.
Y estamos totalmente de acuerdo con su conclusión:
“Il va de soi que ces griefs d’ordre moral impliquent une
hostilité non seulement au Tristan, mais encore aux conceptions
des troubadours”. (34)
Pero
lo curioso es que de deducciones de este tipo no se suele derivar una
diferencia clara entre la concepción de los trovadores y la
de Chrétien de Troyes. Se confunden como un todo. Y a nuestro
parecer, la diferencia es manifiesta. De todos modos, obsérvese
que Jean Frappier apunta la posibilidad cuando, al referirse a la cortesía
en el norte, habla de “este otro amor cortés”:
|
“Dans
le Nord aussi, l’idéal nouveau implique une
adoration pour la femme aimée, confère à l’amour
une valeur d’ennoblissement. Mais cet autre “amour
courtois” ne gravite pas exactement dans la même
orbite que la fin’amor. Il tend à se concilier
avec la morale traditionnelle, à préserver
les exigences de la loi sociale et de la religion. C’est
ainsi qu’il n’apparaît nullement comme
incompatible avec le mariage. Hostiles en général à
l’union libre comme aux amours adultères, nos
romanciers courtois préconisent volontiers le mariage
d’amour (on en trouve deux fois au moins une apologie
chez Chrétien de Troyes). Risquons à ce propos
l’expression d’”amour courtois conjugal”.
(35)
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Creemos que es precisamente aquí donde
se aventura demasiado. Estamos hablado de dos conceptos distintos.
Confundir ambos términos y no partir de una definición
operativa de la cortesía nos puede llevar a enmarañar
la interpretación de los textos y la influencia que tuvo la
fin’amors occitana.
Considerar los relatos de Béroul y Thomas como contrarios o al
margen de dicha influencia, supone pues partir de un concepto que se
corresponde con el modelo de Chrétien de Troyes o con el de sus
continuadores. Pero desde la perspectiva de la lírica occitana,
ambas obras representan, en forma novelada, una ilustración acorde
con los presupuestos más queridos de los trovadores.
Un
Bernart de Ventadorn o un Raimbaut d’Aurenga recibieron la historia
de los amantes de Cornualles como un referente del amor perfecto, un
modelo de fin’amors. Pero no pensamos que la juzgaran ni inmoral,
ni conflictiva, ni problemática. Respondía a sus expectativas.
Aunque
sólo sea porque ellos vivieron hace nueve siglos y
mencionaron con tanta admiración la historia de Tristán
e Iseo, deberíamos tener en cuenta las opiniones que
nos han dejado. Deberíamos creer en su palabra.
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Texto
publicado en Literatura de caballerías y orígenes
de la novela, Universitat de València, 1998, p.77-92
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