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                  MUNDO A MITAD DEL SIGLO XIX | SIGUIENTE | 
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En 1850, la población
      de los Estados Unidos de América superaba los 23 millones
      de habitantes (sin contar a los indios, claro). Era mayor que la
      de Gran Bretaña, aunque inferior a la de Francia en unos 10
      millones de personas, y estaba aumentando a un ritmo vertiginoso,
      en gran parte por la "fiebre del oro" que se había desatado
      en California, pero también por la inmigración de
      irlandeses que huían del hambre, así como de
      exiliados políticos europeos. El sur del país era
      esenciamente agrícola, y se había convertido en el
      mayor productor mundial de algodón. Las plantaciones
      sureñas abastecían a la voraz industria textil
      británica, que a su vez saturaba los mercados mundiales con
      sus tejidos. La mano de obra de esas plantaciones de
      algodón era en su práctica totalidad mano de obra
      esclava. Se estima había entonces unos tres millones de
      esclavos. Gran Bretaña estaba presionando a todos los
      países occidentales para que abolieran la esclavitud, pero
      lo máximo que había conseguido con los Estados
      Unidos era que prohibieran el tráfico de esclavos. No era
      un grave inconveniente para los esclavistas, pues la
      población negra aumentaba a razón de unas 70.000
      personas por año. No obstante, los Estados del norte eran
      los primeros en condenar la esclavitud, cada vez con más
      vehemencia. El Partido de la
        Tierra Libre había conseguido 9 representantes y 2
      senadores en las últimas elecciones, y había
      más congresistas simpatizantes con el abolicionismo, aunque
      no militaran en dicho partido. Por su parte, la iniciativa
      ciudadana había organizado el "ferrocarril subterráneo", que ayudaba a
      escapar a casi un millar de esclavos al año.
    
La economía del norte de los Estados Unidos era
      radicalmente distinta de la sureña. Se sustentaba, por una
      parte, en pequeños granjeros y ganaderos, y por otra en una
      industria y un comercio cada vez más desarrollados. Era el
      norte el que estaba poniendo paulatinamente a los Estados Unidos a
      la altura de las potencias europeas: las líneas de
      ferrocarril y de telégrafos se iban extendiendo por el
      vasto territorio nacional y las universidades estadounidenses
      contaban cada vez con personal más cualificado.
      También era el norte el que recibía el grueso de la
      inmigración, pues un recién llegado poco
      podía hacer para ganarse la vida en un estado esclavista,
      donde los trabajos "fáciles" los hacían los negros
      con coste mínimo (y, además, los inmigrantes
      europeos eran mayoritariamente antiesclavistas). En suma, el norte
      era tierra de emprendedores y el sur tierra de oligarcas recelosos
      de los cambios.
    
El conflicto político-económico entre los estados
      del norte y del sur se había mantenido hasta entonces en un
      delicado equilibrio gracias a la paridad en el Senado, donde cada
      Estado contaba con dos representantes, y había exactamente
      15 Estados esclavistas y 15 Estados libres. Otro de los pilares de
      ese equilibrio era el compromiso
        de Misuri, alcanzado treinta años atrás
      gracias a la diplomacia de Henry Clay, conocido por ello como el gran compromisario, o el gran pacificador, por el
      que los nuevos Estados situados al sur del paralelo 36° 30'
      serían esclavistas, y los situados al norte de dicha
      línea divisoria serían libres. Sin embargo, ahora se
      presentaba un problema, y era que se estaban realizando las
      gestiones para admitir a California como nuevo Estado y, aunque
      estaba situado al sur de la línea del compromiso de Misuri y, por
      consiguiente, debía ser un Estado esclavista, le faltaba
      algo esencial para que pudiera serlo: ¡no tenía
      esclavos!, ni sus habitantes tenían ningún
      interés en tenerlos. Más aún, los
      antiesclavistas seguían intentando que el Congreso aprobara
      la salvedad de Wilmot,
      por la que la esclavitud estaría prohibida en todo el
      territorio conquistado a México. Lo cierto era que los
      colonos que gradualmente estaban afluyendo a estos territorios
      provenían mayoritariamente del norte y eran
      antiesclavistas. Así, los Estados sureños
      habían promovido la guerra contra México esperando
      extender el número de Estados esclavistas —y, por
      consiguiente, su peso en el Senado— y ahora se encontraban con que
      todo su esfuerzo iba a redundar en beneficio de los
      abolicionistas.
    
Henry Clay tenía ya 73 años, pero seguía en
      el Congreso y se embarcó por segunda vez en la
      difícil tarea de llegar a un compromiso. Para ello propuso
      cuatro pares de acuerdos:
    
El 5 y el 6 de febrero Clay intervino en el senado en favor
      del compromiso. No le faltaron fuerzas para defenderlo con
      vehemencia.
    
Había otra cuestión que estaba generando inquietud
      en ciertos sectores de los Estados Unidos, aunque mucho más
      minoritarios, y era la continua afluencia de católicos,
      especialmente de irlandeses, a consecuencia de la hambruna que
      afectaba a su país. Ello había dado lugar a la
      creación de pequeñas agrupaciones "nativistas", es decir,
      defensoras de los estadounidenses "de pura cepa" frente a los
      inmigrantes extranjeros, especialmente los católicos. Ese
      año Charles Allen
      fundó en Nueva York la Orden
de
        la bandera estrellada, una sociedad secreta que
      exigía a sus miembros tener veintiún años
      cumplidos, ser protestante y estar dispuesto a obedecer los
      dictados de la orden sin cuestionarlos. Sus miembros fueron
      popularmente conocidos como "know
        nothings" (no-sé-nadas), porque entre los
      "dictados" estaba el de responder "no sé nada" ante cualquier
      interrogatorio policial sobre la sociedad secreta.
    
El 20 de febrero murió
      el emperador chino Daoguang, que fue sucedido por su hijo Xianfeng, de diecinueve
      años.
    
El 21 de febrero una asamblea
      general aprobó oficialmente la constitución de la
      colonia socialista de Étienne Cabet en Nauvoo. Durante los
      años siguientes recibió una gran afluencia de
      colonos, tanto estadounidenses como franceses. Durante la primera
      mitad del siglo XIX, diversos falansterios organizados
      según las ideas de Charles Fourier habían tenido
      destinos diversos: uno organizado en Brooklyn había durado
      unos meses, otro fundado en Northhampton había durado seis
      años, otro en Boston otros seis años, mientras que
      la North American Phalanx,
      fundada en Nueva Jersey por Albert
        Brisbane siete años atrás, seguía en
      marcha.
    
Entre los más radicales adversarios de Clay estaba John C.
      Calhoun, que a sus 68 años estaba demasiado enfermo para
      poder hablar, y el 4 de marzo
      otro senador tuvo que leer su discurso. Calhoun no estaba
      dispuesto a admitir una mayoría antiesclavista en el
      Senado. Si era necesario, para garantizar la igualdad de fuerzas
      habría que elegir dos presidentes de los Estados Unidos,
      uno esclavista y otro antiesclavista, con poder para vetarse
      mutuamente.
    
El 7 de marzo habló
      Daniel Webster, a la sazón secretario de Estado. Siempre se
      había opuesto a la esclavitud, pero ya había quienes
      hablaban de secesión y Webster consideraba que la
      desmembración de los Estados Unidos no era un precio
      aceptable por la abolición de la esclavitud:
    
¡Secesión! ¡Secesión pacífica! Señor, sus ojos y los míos no están destinados a ver ese milagro. ¡El desmembramiento de este vasto país sin convulsiones! No puede existir algo como una secesión pacífica. La secesión pacífica es totalmente imposible...
Fue su elocuencia en este discurso la principal responsable de
      que finalmente se llegara a un compromiso, para indignación
      de los abolicionistas, que hasta la fecha lo habían
      respetado, pero que a partir de ese momento lo consideraron un
      traidor a su causa.
    
Pero el compromiso de Clay también se encontró con
      la oposición vehemente de algunos abolicionistas. Entre
      ellos destacó el senador por Nueva York William Henry Seward, que el 11 de marzo pronunció un
      discurso en el que se oponía vehementemente a toda
      extensión de la esclavitud a nuevos Estados. Aunque
      admitía que, según la Constitución, el
      Congreso tenía autoridad para permitir la creación
      de nuevos Estados esclavistas, sostenía que eso no
      podía hacerse porque "hay
        una Ley superior a la Constitución". Se
      refería a la ley de Dios, pero cualquier esclavista no
      tenía más que abrir la Biblia, por ejemplo por Ex. XXI, para mostrarle la
      palabra de Dios:
    
Éstas son las normas que darás a los israelitas: Si compras un esclavo hebreo, él prestará servicios durante seis años, y al séptimo año, quedará en libertad sin pagar nada. [Por ser hebreo, si no, de libertad nada.] Si entró solo, saldrá solo; si tenía mujer, su mujer saldrá con él. Si su dueño le dio una mujer y ella le dio hijos o hijas, la mujer y los hijos serán para su dueño, y él se irá solo. Pero si el esclavo declara expresamente: "Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, y por eso no quiero quedar en libertad", su dueño lo presentará delante de Dios, lo acercará a la puerta de su casa o al poste de la puerta, y le perforará la oreja con una lezna. Así el esclavo quedará a su servicio para siempre. Si un hombre vende a su hija como esclava, ella no saldrá en libertad como salen los esclavos...
Finalmente se aprobó el llamado "compromiso de 1850". Texas se negó a ser
      fraccionada, pero por lo demás se acordó desarrollar
      las propuestas de Clay mediante leyes oportunas.
    
El crecimiento de California inmediatamente después de su
      anexión a los Estados Unidos había sido
      espectacular. La afluencia masiva de buscadores de oro, juntamente
      con la marcha al oeste de los mormones de Brigham Young,
      marcó una de las primeras etapas de "la conquista del
      lejano oeste", que se iniciaba a la sazón ante la
      disponibilidad de medio continente casi virgen que ofrecía
      posibilidades ilimitadas a los pioneros que aceptaran el reto. Uno
      de los mayores beneficiados por la colonización del lejano
      oeste fue Samuel Colt. Las patentes de sus revólveres le
      habían proporcionado prácticamente el monopolio de
      la fabricación de armas cortas, que vendía a precios
      muy económicos. Hay una conocida frase de la que han
      derivado múltiples variantes que al parecer proviene de uno
      de sus eslóganes publicitarios: Dios no hizo a los hombres iguales, Sam Colt sí.
      En los dos últimos años había vendido unos
      7.000 revólveres, y en los años siguientes las
      ventas aumentarían sensiblemente, tanto en los Estados
      Unidos como en Europa.
    
No toda la emigración al oeste fue voluntaria. Los
      únicos indios que vivían sin control al este de
      Mississippi (es decir, en sus propias reservas, sin estar
      integrados en la sociedad estadounidense) eran los
      Semínolas de Florida. Eran unos pocos centenares, pero para
      los colonos eran todo un trastorno. Tras sobornar a algunos jefes,
      74 indios habían embarcado hacia Nueva Orleans, pero estaba
      claro que el resto no consentiría en marcharse por las
      buenas y los incidentes sangrientos no dejaban de producirse de
      tanto en tanto.
    
Al sur de los Estados Unidos, las ex-colonias españolas,
      con sus constituciones y gobiernos republicanos, seguían
      siendo parodias de la federación estadounidense:
    
La situación política en España no estaba
      muy lejos de la de muchos países sudamericanos. Desde la
      muerte del rey Fernando VII España había sufrido dos
      guerras civiles que habían puesto a la reina Isabel II en
      manos de los militares, de tal modo que actualmente dominaban la
      política. El pretendiente carlista, el "rey" Carlos VI, o
      Carlos Luis de Borbón y Braganza, se casó ese
      año con Carlolina de
        Borbón-Dos Sicilias, hermana del rey Fernando II
      de las Dos Sicilias, y se estableció en el reino de su
      suegro. España contaba a la sazón con unos 15
      millones de habitantes, de los cuales 12 millones no sabían
      leer ni escribir, y de los restantes, apenas 200.000 tenían
      derecho a voto. Recientemente se había creado un partido democrático,
      escindido del partido progresista, que demandaba el sufragio
      universal, la desamortización de todos los bienes de la
      Iglesia, la abolición del servicio militar obligatorio y el
      reconocimiento pleno de los derechos y libertades individuales,
      pero de momento no era más que una asociación
      clandestina sin ninguna repercusión práctica. Dos
      años antes se había inaugurado la primera
      línea ferroviaria del país, que unía
      Barcelona con Mataró
      (28 km) y actualmente estaba en construcción una segunda
      línea que uniría Madrid y Aranjuez.
    
En Europa la explosión de liberalismo conocida como "la
      primavera de los pueblos" estaba siendo contenida. A la cabeza de
      la reacción estaba el joven emperador Francisco José
      I de Austria, que había tomado firmemente las riendas de un
      imperio al que poco le había faltado para desmembrarse. El
      miedo a la anarquía había movido a los reyes
      alemanes a alinearse con Austria, dejando en una incómoda
      situación al rey Federico Guillermo IV de Prusia, que
      había tratado de canalizar en su beneficio las aspiraciones
      unionistas de los nacionalistas alemanes. Uno de los pasos que
      había dado y que ahora le resultaba más embarazoso
      (por lo difícil de dar marcha atrás) era el de
      apoyar la revuelta de los ducados de Schleswig-Holstein contra
      Dinamarca. El problema no eran tanto los daneses, más o
      menos inofensivos (incluso contando con el apoyo del rey
      Óscar I de Suecia), como el zar Nicolás I de Rusia.
      Defensor a ultranza de los derechos monárquicos,
      había ayudado a Austria a recuperar el control sobre
      Hungría y estaba igualmente dispuesto a ayudar al rey
      Federico VII de Dinamarca si éste se mostraba incapaz de
      contener la revuelta por sí solo. Por otra parte, el zar ya
      estaba disgustado con Federico Guillermo IV por la sumisión
      que había mostrado ante el parlamento de Frankfurt. Con lo
      tensas que estaban las relaciones entre Austria y Prusia, la
      guerra contra Dinamarca podía ser la excusa perfecta para
      que Austria y Rusia se aliaran contra Prusia, y eso era algo a lo
      que que Federico Guillermo IV prefería no tener que
      enfrentarse.
    
Pese a todo, el nacionalismo alemán seguía pujante,
      mucho menos abatido que los nacionalismos húngaro, bohemio,
      o italiano, que, no obstante, permanecían latentes.
      Garibaldi, tras perder a su esposa, se había visto obligado
      a exiliarse y ahora estaba en Nueva York. El rey Víctor
      Manuel II de Cerdeña parecía haber dado un giro
      radical a la política nacionalista de su padre Carlos
      Alberto. Se calcula que en Nápoles había unos 40.000
      presos políticos. Las técnicas represivas del rey
      Fernando II escandalizaban a los diplomáticos
      británicos. Por esa época Gran Bretaña estaba
      especialmente interesada en controlar el reino de las Dos Sicilias
      porque la industria británica necesitaba los suministros de
      azufre que producían las minas de Sicilia.
    
En Gran Bretaña, la reina Victoria I tenía ya
      treinta y un años, y reinaba desde hacía trece. Se
      mantenía bien al corriente de la situación
      política e intervenía en ella con prudencia,
      dignidad y moderación. Su carisma le hizo contar en todo
      momento con el respeto y la reverencia de la clase
      política. Dejaba hacer a sus ministros, pero con frecuencia
      les remitía notas impersonales: "La reina cree que después de la
        discusión de la Cámara...", "Aunque la labor de
        conciliación parece difícil, la reina imagina
        que...", "La reina tiene que decir que...", y sus
      insinuaciones eran aceptadas como si fueran órdenes. Aunque
      Marx y Engels habían predicho que en Gran Bretaña no
      tardaría en estallar la revolución del proletariado,
      lo cierto es que fue uno de los países europeos (junto con
      España y Rusia, por motivos muy distintos) en los que
      apenas se habían producido disturbios en los últimos
      años. En general, el nacionalismo británico era un
      nacionalismo satisfecho. El próspero Imperio
      Británico tenía colonias distribuidas por todo el
      mundo, desde Canadá hasta Australia. Tras la reciente
      victoria sobre el Imperio Sikh su dominio sobre la totalidad de la
      India era ya indiscutible. La política británica
      tenía mucho que aprender de la democracia estadounidense,
      pero podía dar lecciones de estabilidad y respeto a la ley
      y a las instituciones a cualquier otro país del mundo,
      especialmente a Francia.
    
La muestra más patente de que el parlamentarismo
      británico distaba mucho del sistema político
      estadounidense estaba en Irlanda, que seguía sufriendo los
      efectos de la plaga que había arruinado las tres
      últimas cosechas de patatas. Como diría John Mitchel, un periodista
      irlandés miembro de la "Joven
        Irlanda", que entonces tenía treinta y cinco
      años, "Ciertamente, el
        Todopoderoso trajo la plaga de la patata, pero los ingleses
        crearon la hambruna", y es que en Gran Bretaña no
      faltaban alimentos y, mientras casi un millón de irlandeses
      había muerto de hambre, Gran Bretaña, no sólo
      no enviaba alimentos, sino que seguía exportándolos
      desde Irlanda. 
    
La calma política que vivía Gran Bretaña la
      convirtió en el refugio ideal para Marx y Engels. El
      primero se estableció en Londres, donde vivió en la
      pobreza, mientras que Engels volvió a trabajar en
      Manchester, en la compañía de la que su padre era
      accionista y en la que había trabajado ya de joven. Desde
      allí ayudaba económicamente a Marx. Ese mismo
      año un espía alemán llamado Wilhelm Stieber logró
      entrar en la casa de Marx y se hizo con una lista de miembros de
      la Liga comunista, lista
      que fue enviada a Francia y Alemania, donde sus miembros fueron
      arrestados y condenados a largas penas de cárcel. 
    
La mayor cicatriz de las recientes revueltas liberales se
      veía en Francia, donde la monarquía de julio
      había sido derrocada y sustituida por una frágil y
      convulsa "Segunda República Francesa", actualmente en las
      manos un tanto demagógicas del "príncipe
      presidente", Luis Napoleón Bonaparte.
    
Los liberales también habían conseguido bastante
      poder en los Países Bajos, gracias a los temores del
      recientemente fallecido monarca Guillermo II. Su hijo, Guillermo
      III, estaba totalmente en contra de las concesiones liberales que
      había hecho su padre. De hecho, se había propuesto
      no aceptar el trono tras la muerte de su padre, pero su madre lo
      hizo cambiar de idea. Ahora tenía que soportar al primer
      ministro Johan Rudolph
        Thorbecke, arquitecto de la constitución liberal
      neerlandesa, al que el rey aborrecía. Durante el pasado
      cuarto de siglo, los Países Bajos se habían visto
      obligados por la presión internacional a reconocer la
      independencia de Bélgica, ahora bajo la soberanía
      del rey Leopoldo I.
    
En Rusia también existía una burguesía
      liberal con deseos de reformas políticas, pero el gobierno
      la tenía bien controlada. Mientras el zar Nicolás I
      se aseguraba de mantener la estabilidad del absolutismo ruso, al
      tiempo que velaba por la estabilidad política en Europa, su
      ambición era destruir el Imperio Otomano, desmembrarlo y
      afianzar el protectorado ruso sobre los cristianos de los Balcanes
      y de Tierra Santa. Tomar Constantinopla era una histórica
      aspiración rusa que, al parecer, Nicolás I no
      veía excesivamente utópica. Sin embargo, en esa
      época el Imperio Otomano distaba mucho de ser el enemigo
      irreconciliable que fue en la Edad Media. En realidad hacía
      mucho que había dejado de serlo, pues siembre había
      habido una u otra potencia europea dispuesta a aliarse con los
      turcos contra otra potencia rival. Pero ahora el Imperio Otomano
      estaba más próximo a Europa que nunca. Al margen de
      que las potencias europeas temían al gigante ruso y no
      estaban dispuestas a consentir que acrecentara su poder a costa de
      los otomanos, el sultán Abdulmecit I, que tenía
      entonces veintisiete años, había emprendido un
      enérgico proceso de occidentalización, similar al
      que el zar Pedro I el Grande había iniciado en Rusia tiempo
      atrás.
    
El Imperio Otomano no era el único vecino de Rusia que sufría su influencia política. Durante el último siglo, la expansión rusa hacia oriente se había consolidado, y ahora San Petersburgo centralizaba con energía el gobierno de un vasto territorio que llegaba hasta el extremo oriental de Asia y más allá, hasta Alaska, en Norteamérica. Rusia rivalizaba con Francia y, sobre todo, con Gran Bretaña en su empeño por contrlolar a los países de su entorno: China, Afganistán, Persia, etc.
 En Afganistán, Dost Mohammad
      Khan se encontraba en una situación delicada, pues
      había apoyado a los Sikhs contra los británicos y
      sus aliados habían sido estrepitosamente derrotados. No
      obstante, los británicos no parecían interesados de
      momento en llevar la guerra a Afganistán y Dost Mohammad
      aprovechó el ejército que tenía movilizado
      para afianzar su dominio sobre algunas ciudades y tribus afganas
      que eran prácticamente independientes.
En Afganistán, Dost Mohammad
      Khan se encontraba en una situación delicada, pues
      había apoyado a los Sikhs contra los británicos y
      sus aliados habían sido estrepitosamente derrotados. No
      obstante, los británicos no parecían interesados de
      momento en llevar la guerra a Afganistán y Dost Mohammad
      aprovechó el ejército que tenía movilizado
      para afianzar su dominio sobre algunas ciudades y tribus afganas
      que eran prácticamente independientes.
    
Entre la India y el Tíbet (ocupado por China desde el
      siglo anterior) conservaba su independencia el reino de Nepal,
      donde el joven monarca Surendra, que estaba a punto de cumplir los
      veintiún años, conservaba su trono gracias a la
      labor del primer ministro Jung Bahadur, que a la sazón
      había entregado todos los cargos de responsabilidad a
      familiares suyos, de modo que su autoridad no tenía
      contestación. Ese año realizó un viaje por
      Gran Bretaña y Francia con el que logró afianzar
      buenas relaciones internacionales. Al mismo tiempo, pudo apreciar
      el poderío de la Europa industrial, y se convenció
      de la necesidad de modernizar el país.
    
También el sha de Persia, Naser al-Din, estaba haciendo un esfuerzo por modernizar y occidentalizar su país. Se dedicaba a crear escuelas que impartían enseñanza occidental, introdujo el telégrafo, construyó carreteras, creó un servicio postal, así como el primer periódico persa, y además era un fotógrafo experto.
China estaba atravesando una de las peores crisis de su historia.
      A una serie de desastres naturales que azotaba el país
      desde principios de siglo tenía que sumar las presiones
      internacionales, que habían llegado a su apogeo con la
      victoria británica en la guerra del opio. A los
      daños que ésta había ocasionado por sí
      misma, incluidas la pérdida de Hong Kong y la vía
      libre que habían obtenido los occidentales para introducir
      opio en el país, había que sumar el desprestigio que
      había sufrido la monarquía manchú. En efecto,
      los manchúes, que gobernaban China desde mediados del siglo
      XVII (la dinastía Qing), constituían una
      minoría étnica en el país y los han, la etnia
      mayoritaria, empezaba a ver el gobierno Qing como un gobierno
      corrupto e ineficiente. En el sur, los descontentos se agruparon
      alrededor del segundo hijo de Dios, un hermano de Jesucristo
      llamado Hong Xiuquan.
      Provenía de una familia de granjeros de la provincia de Guandong, y su vocación
      inicial no había sido la de hijo de Dios, sino la
      más modesta de oficial del ejército imperial, pero
      tras fallar su primer examen, conoció a un misionero
      cristiano que le dio las primeras noticias sobre la que
      sería su futura familia. Cuando falló su segundo
      intento de superar el examen (de esto hacía trece
      años, cuando Hong tenía veintitrés),
      sufrió una crisis nerviosa y Dios empezó a
      aparecérsele en sueños. Seis años
      después estaba ya convencido de que era el segundo hijo de
      Dios y de que había sido enviado a la tierra para erradicar
      el culto al demonio. Como buen cristiano, empezó
      destruyendo estatuas y libros confucianistas y budistas. Esto le
      acarreó ciertas enemistades y tuvo que retirarse a una zona
      donde no fuera muy conocido. Entonces entró en contacto con
      un misionero baptista estadounidense llamado Issachar Jacox Roberts, y
      entre ambos fundaron la secta de los Adoradores de Dios, cuyo objetivo principal era
      destruir todos los iconos profanos en la provincia de Guandong.
      Hong Xiuquan no tardo en determinar que el gobierno manchú
      era el principal protector de los demonios, así que se
      propuso fundar un reino celestial en la tierra, para lo cual era
      preciso derrocar al gobierno imperial. Por ello, en los
      últimos años había reconvertido su secta en
      una organización paramilitar. Todos sus miembros estaban
      obligados a entregar todas sus posesiones, con las cuales los adoradores de Dios estaban
      acumulando un respetable arsenal.
    
Aunque el shogun Tokugawa Ieyoshi se había visto obligado
      a ordenar el trato civilizado  a los barcos extranjeros que
      se acercaran a sus costas, Japón se resistía a abrir
      sus puertas a las potencias occidentales. Tras la
      doblegación de China, éstas tenían ahora la
      vista puesta en el imperio nipón. Las principales
      iniciativas en esta dirección se estaban gestando en los
      Estados Unidos, donde a lo largo del año anterior
      había causado sensación la historia de los
      prisioneros rescatados por el capitán James Glynn y su
      exitosa negociación con las autoridades japonesas. Glynn
      sugirió al gobierno estadounidense que estableciera
      relaciones con el gobierno japonés, por medios
      diplomáticos o, en caso de ser necesario, por la fuerza.
    
Siam era uno de los reinos asiáticos que mejor
      había sabido canalizar las presiones extranjeras. El rey
      Rama III había establecido buenas relaciones
      diplomáticas con Gran Bretaña y con los Estados
      Unidos. Durante la guerra anglobirmana, Siam fue aliado de los
      británicos, aunque se las arregló para no intervenir
      apenas en los enfrentamientos. Entre las personalidades
      occidentales en la corte siamesa destacaba el médico y
      misionero estadounidense Dan
        Beach Bradley, quien, además de la medicina
      occidental (incluyendo la vacunación), había
      introducido en el país la primera imprenta que usaba el
      alfabeto siamés, con la que inició la
      publicación de un periódico en la lengua local.
      También confeccionó el primer diccionario
      siamés.
    
Más imprudente era el rey vietnamita, Tu Duc, cuya
      política radical anticristiana le estaba creando muchos
      enemigos, especialmente en Francia, pues Tu Duc no había
      vacilado en desairarla despreocupadamente mientras el país
      europeo estaba envuelto en la crisis del 48 y no estaba en
      condiciones de reaccionar. La opinión pública
      francesa era en general partidaria de una intervención
      enérgica en Vietnam.
    
Por esas fechas, la dominación francesa sobre Argelia ya
      era un hecho. El año anterior la colonia había sido
      dividida en departamentos a imagen de la metrópoli. Colonos
      franceses empezaban a establecerse en la región, algunos a
      la fuerza, pues un numeroso grupo de presos políticos
      franceses acababa de ser deportado a Argelia por razones de
      "seguridad nacional". Mientras tanto, en contra de lo acordado
      tras su rendición, Abd Al-Qádir seguía
      prisionero en Francia. El año anterior Luis Napoleón
      Bonaparte había tratado de que el gobierno aprobara su
      liberación, pero la tradicional oposición entre el
      parlamento y el rey se había traducido en una
      oposición similar entre el parlamento (que ahora
      tenía al gobierno de su parte) y el presidente de la
      república, por lo que el intento no prosperó.
    
Gran Bretaña recelaba de la expansión francesa por
      el norte de África, pero no puso muchas objeciones porque,
      si Francia se extendía por Argelia, Gran Bretaña
      tenía la mirada puesta en Egipto. La diplomacia
      británica había logrado, no sin dificultad,
      establecer buenas relaciones con Mohammed Alí y ahora
      tenía todo a su favor para convertir a su sucesor, Abbas I,
      en una marioneta. En efecto, el sobrino de Mohammed Alí no
      tenía gran interés por la política, por lo
      que era relativamente manejable. Una de sus principales aficiones
      (iniciada por su tío) era la cría de caballos. Hasta
      entonces, Egipto no había destacado por sus caballos, pero
      Abbas I estaba creando una reputada raza de caballos egipcios.
      Mehmet Alí había extendido notablemente hacia el sur
      las fronteras de Egipto, que ahora se extendían de nuevo
      hasta la región que los antiguos llamaban Nubia, ahora
      más conocida como Sudán.
      Al este se encontraban los restos del antiguo reino de Abisinia,
      donde distintos caudillos locales competían por el poder.
      El que en un momento dado dominaba la capital, Gondar, imponía un rey.
      En los últimos diez años, el trono se lo disputaban
      Juan III y Sahla Dengel. De momento lo
      ostentaba el primero, si bien el poder real lo ejercía un
      regente llamado Alí II,
      que había casado a Juan III con su madre, Menen Liben Amede, y en
      realidad era quien mandaba. 
    
En general, el África subsahariana era una gran
      desconocida para los europeos, si bien cada vez había
      más exploradores dispuestos a adentrarse en ella. Desde la
      colonia británica de Sudáfrica, un médico y
      misionero de treinta y siete años llamado David Livingstone había
      partido recientemente hacia el norte hasta adentrarse en el
      desierto de Kalahari,
      donde el año anterior había descubierto el lago Ngami. Livingstone
      relató que los habitantes de la zona tenían una
      leyenda similar a la de la torre de Babel.
    
La tecnología se extendía paulatinamente por Europa
      y América. Ese año se probaba, en fase experimental,
      el primer cable telegráfico submarino que conectaba Gran
      Bretaña con Francia a través del canal de la Mancha.
      Entre los principales focos de investigación teórica
      estaba la electricidad y el magnetismo y su conexión con la
      luz. El físico francés Léon Foucault estableció que la
      velocidad de la luz en un medio es inversamente proporcional a su
      índice de refracción, lo que confirmaba la
      teoría ondulatoria de la luz frente a la teoría
      corpuscular.
    
El médico francés Casimir
        Davaine descubrió unos pequeños cuerpos
      filiformes en la sangre de animales enfermos de carbunco. En realidad estos
      corpúsculos habían sido descubiertos el año
      anterior por un médico alemán llamado Aloys Pollender, aunque no
      publicó su descubrimiento hasta unos años más
      tarde. No obstante, fue Davaine quien interpretó sus
      observaciones como la primera prueba del origen microbiano de una
      enfermedad.
    
Guglielmo Libri, el matemático que había arrebatado la cátedra a Cauchy y a Liouville siete años atrás, había sido acusado de robar libros y manuscritos valiosos, y antes de ser arrestado había huido a Gran Bretaña, donde se presentó como refugiado político por la revolución que había tenido lugar en Francia. Antes de huir había organizado que unos 30.000 libros y manuscritos le fueran enviados a Gran Bretaña, entre ellos manuscritos de Galileo, Copérnico, Kepler, Cardano y otros. Vendiendo una parte de ellos se hizo con una fortuna que le permitió vivir holgadamente el resto de su vida. En Francia fue condenado a diez años de cárcel. Cauchy y Liouville volvieron a competir por la cátedra que Libri había dejado vacante, y esta vez la obtuvo Liouville. Cauchy impugnó en vano y Liouville se unió al numeroso grupo de sus enemigos.
A sus setenta y tres años, Gauss seguía dando
      clases en la universidad de Gotinga, si bien explicaba
      únicamente matemáticas elementales en los primeros
      cursos. Entre sus alumnos estaban Richard Dedekind, de diecinueve años, que
      acababa de ingresar en la universidad, y Bernhard Riemann, de
      veinticuatro, a quien le dirigía la tesis doctoral. El
      nivel de la universidad de Gotinga era muy bajo por esa
      época, y estaba orientado más bien a formar
      profesores de enseñanza secundaria. Riemann había
      realizado una estancia de dos años en la universidad de
      Berlín, donde había tenido ocasión de recibir
      clases de Jacobi, Dirichlet y Eisenstein, entre otros.
    
Charles Dickens terminó la publicación por
      fascículos de una de sus novelas más reputadas: David Copperfield, con muchos
      elementos autobiográficos. Los Estados Unidos se acercaban
      cada vez más a Europa en fecundidad literaria. En los
      últimos años se habían hecho muy populares
      las novelas de Herman Melville,
      un neoyorkino de treinta y un años que a los diecinueve se
      había embarcado en un ballenero con el que llegó a
      las islas del Pacífico. Había abandonado el barco en
      las islas Marquesas y
      vivió un mes entre caníbales, de donde escapó
      en un mercante australiano. Su primera novela fue Taipi, un edén
        caníbal, y ahora publicaba La chaqueta blanca, en la que
      relataba sus experiencias en el ejército. Un amigo suyo
      llamado Nathaniel Hawthorne
      publicó uno de los grandes éxitos del año, La letra escarlata,
      ambientada en la Nueva Inglaterra puritana del siglo XVI.
      Hawthorne había escrito hasta entonces varios relatos
      breves que habían sido alabados por Edgar Allan Poe en sus
      reseñas.
    
La música europea estaba dividida esencialmente en dos
      tendencias: una más innovadora, con Berlioz y Liszt a la
      cabeza, y otra más conservadora (y crítica con la
      primera), representada por (el recientemente fallecido) Mendelsohn
      o Schumann. Ese año Berlioz decidió tenderles una
      trampa a sus críticos, y estrenó una pieza titulada
      La despedida del pastor,
      que presentó como obra de un ficticio Pierre Ducré. Los
      críticos alabaron la obra y la pusieron como el ejemplo que
      Berlioz debía seguir. Al parecer, uno llegó a decir:
      "Berlioz nunca podría
        componer esto". Por esa época Liszt estaba dando
      sus primeros pasos con la música orquestal, para lo cual
      tomó como ayudante al compositor Joachim Raff. Si no se le puede considerar
      estrictamente el creador del género, Liszt fue uno de los
      principales impulsores de los llamados poemas sinfónicos, que son como
      sinfonías concentradas en un único movimiento, y con
      un cierto contenido programático. Por esa época
      escribió varios artículos en defensa de Berlioz y de
      Wagner, que a la sazón estaba exiliado en Suiza, receloso
      de volver a Alemania tras haber participado en la rebelión
      de Dresde en el 48. Desde entonces que tenía terminada su
      ópera Lohengrin,
      y apeló a Liszt para que organizara su
      representación, que finalmente se estrenó en Weimar
      bajo la dirección del propio pianista húngaro, que
      tampoco tenía mucha experiencia en la dirección
      orquestal. Mientras tanto, Wagner estaba escribiendo él
      mismo el libreto de una ópera que inicialmente pensaba
      titular La muerte de Sigfrido,
      pero sobre la marcha decidió que había excesivo
      material y planeó una ópera previa que se
      titularía El joven
        Sigfrido. También publicó
      anónimamente un ensayo titulado El judaísmo en la música, en el
      que censuraba a los compositores (judíos) Giacomo Meyerbeer
      y Felix Mendelsohn. Wagner sostiene que los judíos, por su
      naturaleza, son incapaces de crear auténtico arte, y que el
      hecho de que haya compositores judíos es un indicio de que
      la música está en decadencia, pues los judíos
      son como los gusanos e insectos que aparecen en los
      cadáveres. Wagner pensaba que su artículo iba a
      crear polémica, pero no tuvo prácticamente ninguna
      repercusión. No está de más recordar que las
      obras de juventud de Wagner muestran una fuerte influencia de
      Meyerbeer, y que éste había contribuido notablemente
      al estreno de Rienzi en Dresde, tanto por su influencia como por
      su ayuda económica. La cuestión de fondo era la
      envidia de Wagner al ver cómo Meyerbeer triunfaba en
      París con cada ópera que estrenaba, mientras
      él vivía en la miseria y tenía que hacer
      equilibrios para estrenar sus trabajos.
    
Mientras tanto Schumann componía obras de calidad dudosa,
      en las que algunos advierten signos del desequilibrio mental
      transitorio que padecía desde hacía unos
      años. Ese año obtuvo una plaza de director en
      Dusseldorff, pero resultó ser incompetente en este trabajo,
      los músicos se rebelaron contra él y no tardó
      en ser despedido.
    
Jacques Offenbach había abandonado París con su
      familia durante las revoluciones del 48, y ahora, ya de regreso,
      consiguió un empleo como director musical del teatro de la
      Comedia Francesa.
      Allí compuso varias piezas de música incidental para
      varias obras de teatro, muchas de las cuales se volvieron muy
      populares.
    
Hacía ya una década que estaba asombrando a Europa
      un pianista ruso que ahora cumplía veintiún
      años. Se llamaba Antón
        Rubinstein, y había recibido grandes elogios de
      Liszt y de Chopin. Protegido por la gran duquesa Elena Pavlovna, hermana del
      zar Nicolás I, solía dar recitales ante la corte
      imperial. Ese año compuso su primer concierto para piano y orquesta. Su
      estilo recordaba tanto al de Beethoven que se extendió el
      rumor de que era hijo ilegítimo del compositor
      alemán. Rubinstein no lo confirmaba ni lo negaba, pero
      tampoco hacía excesivo hincapié en que había
      nacido dos años después de la muerte de Beethoven.
    
Ajenos a los debates musicales, los austríacos se
      decantaban por la opereta y los valses de Strauss. Ese año
      entró en erupción el Vesubio, y Johann Strauss
      compuso su vals Corrientes de
        lava. Sin embargo, el norte de Italia estaba bajo el
      dominio (y la censura) de Austria. Ese mismo año, el
      empresario del teatro La Fenice
      de Venecia había encargado una ópera a Giuseppe
      Verdi. Por esa época, el compositor italiano tenía
      el suficiente prestigio como para elegir sus propios libretos y,
      tras barajar varias alternativas, se entusiasmó con la idea
      de convertir en una ópera el drama Le roi s'amuse, de Victor
      Hugo, prohibido por la censura francesa, ya que en la obra el
      bufón Triboletto
      planea el asesinato del rey Francisco I de Francia. Verdi se puso
      en contacto con Francesco Maria
        Piave, que ya le había redactado los libretos de
      varias óperas, y le encargó, además de que
      redactara el libreto, que obtuviera el permiso para llevar
      adelante el proyecto. El secretario de La Fenice le aseguró que no habría
      problemas con la censura austríaca y Verdi y Piave se
      retiraron a Busseto, el
      pueblo natal de Verdi, para trabajar en la ópera sin ser
      importunados. La obra se titularía Triboletto. No obstante, la
      censura austríaca puso reparos antes incluso de que la obra
      estuviera acabada. Verdi y Piave eran conscientes de que se
      estaban metiendo en apuros y, privadamente, se referían a Triboletto como "la
      maldición" (las últimas palabras del libreto),
      expresión esta que usó en una ocasión un
      censor austríaco, lo que ponía de manifiesto que
      Verdi estaba siendo espiado.
    
En España existía un género de opereta con
      unas partes habladas y otras cantadas que se conocía con el
      nombre de zarzuela, por
      el nombre del palacio donde se venían representando
      tradicionalmente. El género había entrado en
      decadencia tiempo atrás, pero un joven compositor de 27
      años llamado Francisco
        Asenjo Barbieri lo retomó con sus zarzuelas en un
      acto Gloria y peluca, Tramoya y Escenas en Chamberí,
      estrenadas ese año, con las que inició una carrera
      que le valdría la reputación de padre de la zarzuela
      moderna. Al mismo tiempo Emilio Arrieta, el profesor de canto de
      la reina Isabel II, estrenaba la ópera La conquista de Granada. 
    
Los Estados Unidos no contaban con ningún compositor de
      primera línea, pero la música europea era bien
      acogida en la alta sociedad estadounidense y los grandes estrenos
      llegaban al nuevo continente con apenas uno o dos años de
      retraso. En el sur se había popularizado un género
      teatral-musical conocido como minstrel.
      Actores blancos se pintaban la cara de negro y los labios de un
      rojo exagerado y representaban parodias en la que los personajes
      negros aparecían como "tontos" infantiles, hacían
      piruetas  y cantaban canciones inspiradas en la música
      popular negra. Había centenares de compañías
      dedicadas a este género, que actuaban también con
      gran éxito en Europa. La primera en aparecer había
      sido "The Virginia Minstrels",
      integrada por Daniel Decatur
        Emmet, William Whitlock, Richard Pelham y Frank Bower. El actor  Thomas Dartmouth Rice
      había creado el personaje de Jim Crow, que se había convertido en la
      imagen arquetípica del esclavo negro caricaturizado.
    
Por aquel entonces tenía treinta y siete años un
      filósofo danés llamado Søren Kierkegaard. Había publicado
      numerosas obras (todas en danés y, por consiguiente,
      totalmente desconocidas fuera de las fronteras danesas), firmadas
      con diversos pseudónimos, en las que desarrolla los
      primeros gérmenes de lo que más adelante se
      conocería como filosofía existencialista (él mismo
      acuñó el término, aunque, al parecer, no se
      lo aplicó a sí mismo). Kierkegaard afirmaba que los
      problemas fundamentales de la existencia humana no pueden ser
      abarcados por la razón, y defiende la religión como
      el único medio de llegar a la auténtica libertad
      sometiéndose a la voluntad de Dios. No obstante, la Iglesia
      danesa no le satisfacía y le dedicó severas
      críticas que le valieron no pocas enemistades. 
    
El 20 de marzo se
      inauguró el parlamento de Erfurt,
      que debía aprobar la constitución federal de
      Alemania. Sin embargo, los demócratas habían
      boicoteado las elecciones de diputados, en las que la
      participación había sido inferior al 50%. En parte
      por esta falta de apoyo popular, y en parte por la presión
      de Austria, los reyes de Sajonia y Hannover abandonaron la Alianza de los tres reyes y
      dejaron solo al rey Federico Guillermo IV de Prusia.
    
El 31 de marzo murió
      John C. Calhoun. 
    
La pieza más valiosa que Gran Bretaña había
      obtenido en la guerra contra el Imperio Sikh era el diamante Koh-i-Noor, cuyo nombre en
      persa significa "Montaña de Luz". Tiene 105 quilates y en
      su momento era uno de los mayores del mundo. Su historia se
      remonta hasta finales del siglo XIII, aunque la primera referencia
      data de 1526, cuando se hizo con él Muhammad Báber,
      el primer monarca de la dinastía mongola de Delhi.
      Báber escribió en sus memorias que en 1294 el
      diamante había estado en posesión de un rajá
      de Malwa de nombre
      desconocido y, que desde entonces había pertenecido a los
      sultanes de Delhi para pasar finalmente a manos de Báber
      cuando éste se apoderó de la ciudad. El gran mogol
      Sha Yahan (el constructor del Taj Mahal), lo puso en su trono. En
      1739, cuando el sha de Persia Nadir Sha entró en Delhi, se
      llevó consigo el trono y con él el diamante. La
      primera referencia del nombre Koh-i-Noor
      es de ese año. Tras la muerte de Nadir Sha, la piedra
      pasó a Afganistán, y en 1830 el rey afgano Shuja Sha
      (que había sido derrocado en 1809 por su hermano Mahmud
      Sha) logró apoderarse del diamante y se lo entregó
      al Majarajá Ranjit Singh para que le ayudara a recuperar el
      trono. Desde entonces había permanecido en el Imperio Sikh
      hasta que el gobernador británico de la India, James Broun-Ramsay, marques de
      Dalhousie, impuso entre
      las condiciones para aceptar la rendición de los Sikh la
      entrega del diamante a la reina Victoria. Para efectuar dicha
      entrega, el propio maharajá Dalip Singh, que tenía
      entonces doce años, fue llevado a Londres, donde el 3 de abril fue recibido por la
      soberana. Desde entonces el Koh-i-Noor forma parte de las joyas de
      la corona británica.
    
Después de que los franceses hubieran expulsado a los
      republicanos, el 12 de abril el
      Papa Pío IX entró finalmente en Roma e inició
      una política de represión.
    
El 14 de abril los liberales
      chilenos fundaron la Sociedad
        de la Igualdad, "para
        que el pueblo se rehabilite de veinte años de atraso y
        tinieblas". Unas semanas antes habían fundado el
      periódico "El amigo del
        pueblo", para difundir su pensamiento, y el gobierno no
      tardó en ver la Sociedad como una amenaza. Entre sus
      primeras actividades estuvo la creación de escuelas
      gratuitas, en las que se enseñaba inglés a los
      obreros, además de economía, música y
      aritmética.
    
Incapaz de detener por las armas el avance de los Misquitos bajo
      la protección británica, Nicaragua había
      emprendido la vía diplomática, apelando para ello a
      los Estados Unidos, a quienes también interesaba el asunto.
      El 19 de abril los Estados
      Unidos y Gran Bretaña firmaron finalmente el tratado Clayton-Bulver, por
      el que ambas potencias se comprometían a no tratar de
      obtener o mantener ninguna clase de exclusividad o desigualdad de
      uso sobre cualquier futuro canal o cualquier otra forma de
      comunicación entre los dos océanos que pudiera
      establecerse en un futuro, así como que ninguna de las dos
      trataría de ocupar, fortificar o colonizar ninguna
      región de Centroamérica, ni usar ningula clase de
      protectorado o alianza (aludiendo a los misquitos) para tal fin.
      No obstante, al ratificar el tratado, el primer ministro
      británico, lord Palmerston, declaró entender que
      éste no afectaba a Belice, por tratarse de un territorio
      bajo soberanía británica, ni a sus "dependencias",
      lo que dio pie a una larga serie de discusiones
      diplomáticas entre los dos países firmantes sobre la
      interpretación que debía darse a las distintas
      cláusulas del tratado.
    
El emperador Francisco José I de Austria estaba
      promoviendo el restablecimiento de la Confederación
      Alemana, bajo la presidencia austríaca. El 29 de abril se disolvió el parlamento de Erfurt sin
      haber avanzado en nada hacia la unificación alemana. En mayo hubo una reunión de
      príncipes alemanes en Berlín, los cuales se
      mostraron opuestos a aceptar una constitución. La
      tensión entre Austria y Prusia iba en aumento.
    
Tras haber abolido las fronteras y las aduanas entre los
      distintos cantones suizos, el 7 de
        mayo la Confederación Helvética
      aprobó una ley monetaria que preveía la
      creación del franco
        suizo, y un sistema monetario similar al francés.
    
Siete años atrás, un cambio de gobernador en Cuba
      hizo que un venezolano llamado Narciso
        López perdiera su cargo de ayudante. Tras fracasar
      en algunso negocios, empezó a conspirar contra el gobierno
      español, hasta que dos años atrás
      había tenido que huir a los Estados Unidos. Allí,
      desde Nueva Orleans, había organizado una expedición
      para independizar Cuba de España, pero el presidente Taylor
      ordenó que se le confiscaran los barcos. Sin embargo,
      López no renunció a sus planes, y ahora estaba
      convenciendo a varios políticos del sur de la utilidad que
      podría tener una Cuba independiente, que tal vez
      podría incluso acabar incorporándose a los Estados
      Unidos como un nuevo Estado esclavista. Había intentado
      ganar para su causa al senador por Mississippi Jefferson Finis Davis, al que
      ofreció cien mil dólares y una plantación en
      Cuba, pero Jefferson rechazó la oferta, si bien le
      recomendó a un amigo suyo, el mayor Robert Edward Lee, quien, tras
      meditar un tiempo el proyecto, renunció también a
      tomar parte. No obstante, López logró el apoyo del
      gobernador de Mississippi y algunos senadores. Tras haber
      reclutado unos seiscientos hombres, el 9
        de mayo desembarcó en Cuba bajo una bandera
      diseñada por él mismo y que es la actual bandera de
      Cuba. Sin embargo, no se encontró con el apoyo que
      esperaba, sino que buena parte de la población cubana se
      unió a los españoles contra los invasores, que no
      tuvieron más remedio que volver a sus barcos y poco
      después marchaban rumbo a los Estados Unidos.
    
Ese mismo día murió en París el
      químico Louis Joseph Gay-Lussac.
    
El 10 de mayo España reconoció la independencia de Costa Rica, y unos meses más tarde reconocería la de Nicaragua.
El 31 de mayo el parlamento
      francés aprobó una nueva ley electoral que
      restringía el derecho de voto a los franceses varones
      mayores de veintiún años que gozaran de plenos
      derechos civiles y políticos (esto excluía a
      delincuentes y similares) y que estuvieran empadronados al menos
      tres años en su lugar de residencia. La ley anterior
      sólo exigía seis meses de residencia. El "truco"
      estaba en que este último requisito excluía a unos
      tres millones de obreros, pequeños artesanos y trabajadores
      agrícolas que se ganaban la vida deambulando de un lugar a
      otro del país en busca de trabajo. Era el sector de la
      población sobre el que el clero local podía ejercer
      menos influencia. El proyecto contó con la oposición
      de los republicanos y los socialistas, pero la derecha
      logró sacarla adelante. Entre sus más destacados
      detractores en el parlamento figuraba Victor Hugo.
    
El 10 de junio el ecuatoriano
      Diego Noboa se proclamó jefe
        supremo. 
    
Entre los prisioneros políticos tras las revoluciones
      liberales de los dos años precedentes se encontraba el ruso
      Mijaíl Bakunin. Encarcelado en Dresde, había sido
      juzgado y condenado a muerte, pero la opinión
      pública logró que la pena le fuera conmutada por la
      de trabajos forzados perpetuos. No obstante, Austria y Rusia lo
      reclamaban para juzgarlo. El zar Nicolás I era
      especialmente insistente, pero finalmente, el 12 de junio, Bakunin fue entregado a las
      autoridades austriacas, que lo encarcelaron en Praga.
    
Tres años atrás, una muchedumbre antisemita
      había saqueado la casa en Atenas de un judío
      portugués llamado David
        Pacifico. La policía griega no hizo nada por
      evitarlo, y las reclamaciones de Pacifico ante el gobierno griego
      no tuvieron ningún efecto. Casualmente, Pacifico
      había nacido en Gibraltar, por lo que tenía la
      nacionalidad británica y el ministro de asuntos exteriores
      británico, a la sazón Henry John Temple, el vizconde de Palmerston, decidió
      hacerse eco de sus reclamaciones. Una escuadra de la Royal Navy bloqueó el
      puerto de Atenas y exigió una indemnización. Grecia
      estaba bajo la protección conjunta de Gran Bretaña,
      Francia y Rusia, y la iniciativa británica no fue aprobada
      por las otras dos potencias y causó un incidente
      diplomático. El embajador francés en Londres
      abandonó durante un tiempo la capital británica. El
      17 de junio, tras un intenso
      debate, la Cámara de los
        Lores condenó la política de Palmerston,
      pero el 29 de junio la Cámara de los Comunes,
      tal vez extenuada por el discurso que pronunció el
      ministro, que duró cinco horas, la respaldó.
      Palmerston dijo:
    
Al igual que los romanos en la antigüedad se libraban de toda injuria cuando podían decir Ciuis Romanus sum, igualmente un súbdito británico, no importa en qué tierras pueda estar, podrá confiar en que el ojo vigilante y el fuerte brazo de Inglaterra lo protegerá de la injusticia y del error.
Tras dos meses de bloqueo, el gobierno griego cedió a las
      demandas británicas. El prestigio del rey Otón I de
      Grecia bajó considerablemente a causa de este incidente.
    
El 2 de julio Dinamarca y
      Prusia firmaron un tratado de paz en Berlín.
    
El 4 de julio el presidente
      Zachary Taylor tuvo que escuchar a pleno sol un discurso
      conmemorativo del día de la Independencia que duró
      dos horas. Luego se refrescó tomando, entre otras cosas,
      grandes cantidades de leche helada. Cogió un fuerte dolor
      de estómago del que sin duda se habría recuperado de
      no haber caído en mános de los médicos.
    
El mormón James Strang se había asentado en una
      islita situada en el lago Michigan, llamada Beaver Island, donde
      decidió adoptar nada menos que el título de rey. Su
      "coronación" se celebró el 8 de julio, y aun hoy esa fecha es una de las
      festividades más importantes para los mormones strangitas.
      Para justificar su "realeza", Strang tradujo el Libro de la ley del Señor,
      otro de esos libros escritos en placas metálicas que Joseph
      Smith había puesto de moda y que contenía nada menos
      que los auténticos y genuinos diez mandamientos. Para la
      traducción, Strang se valió de las mismas piedras Urim y Tumim que había
      usado Smith. El año anterior, poco después de
      declararse a favor de la poligamia, había contraído
      segundas nupcias con una jovencita de diecinueve años
      llamada Elvira Eliza Field.
      Su primera esposa tenía treinta y dos años, mientras
      que él tenía treinta y siete. Este nuevo
      asentamiento mormón no tardó en generar las
      típicas desavenencias con sus vecinos.
    
El 9 de julio murió
      Zachary Taylor, y el vicepresidente Millard Fillmore se
      convirtió así en el decimotercer presidente de los
      Estados Unidos. 
    
Ese mismo día fue fusilado en Tabriz el profeta persa
      Siyyid Alí-Muhammad Shirazí, conocido como el Bab, y
      que tenía entonces treinta años. El nuevo Sha, Naser
      al-Din, consideraba a el Bab como un hereje y, tras una serie de
      insurrecciones babistas que reclamaban su liberación,
      optó por ejecutarlo. Para ello se lo ató a una
      cuerda que colgaba de una pared junto con otro prisionero que iba
      a correr su misma suerte, y se encomendó el fusilamiento a
      un pelotón de soldados cristianos. Varios testigos, entre
      ellos diplomáticos occidentales, relatan que, cuando se
      produjeron los disparos, el lugar ocupado por el Bab se
      llenó de humo por la pólvora, y cuando éste
      se disipo el lugar que había ocupado el Bab estaba
      vacío, y su compañero de ejecución estaba
      sano y salvo. La primera teoría fue que el Bab había
      ascendido al cielo en cuerpo y alma, pero no tardaron en
      encontrarlo en un barracón cercano dando instrucciones a su
      secretario. Al parecer, todos los soldados cristianos del
      pelotón (de común acuerdo o espontáneamente)
      habían disparado a la cuerda que sujetaba las manos del Bab
      y éste debió de recordar que tenía algunos
      asuntos pendientes de despachar. El protocolo se repitió de
      nuevo, pero esta vez con un pelotón de soldados musulmanes,
      y ahora ambos prisioneros murieron. El cuerpo del Bab fue arrojado
      fuera de las murallas de la ciudad para que se lo comieran los
      animales.
    
La ejecución de el Bab reavivó las revueltas de los
      babistas, que el gobierno continuó ahogando en sangre
      durante los meses siguientes. Se calcula que unos 20.000 babistas
      fueron ejecutados.
    
En Gran Bretaña, el obispo Nicholas Wiseman fue informado
      de que iba a ser creado cardenal. Imaginó que sería
      reclamado a Roma, pero en realidad la intenció del Papa
      Pío IX era restablecer la jerarquía católica
      en Gran Bretaña. Esto generó una cierta
      indignación popular en Gran Bretaña, pero Wiseman se
      apresuró a explicar que las intenciones del Papa eran
      buenas e inocentes. Wiseman estaba canalizando un movimiento
      romanizante que había surgido en el seno de la Iglesia
      Anglicana y que era conocido como el movimiento de Oxford. Entres sus miembros
      habían figurado el sacerdote John Henry Newman y los
      teólogos William George Ward y  Frederick William
      Faber, cuyas conversiones al catolicismo habían causado
      sensación. Al año siguiente se había
      producido la conversión del teólogo John Brende Morris, y ahora se
      producían otras más: la del capellán Thomas William Allies y la de
      Augusta Theodosia Drane,
      que marchó a Roma, donde dos años más tarde
      ingresaría como monja en la orden de los dominicos. La
      influencia del movimiento de
        Oxford había llegado a los Estados Unidos, donde
      el teólogo protestante Benjamin
        Williams Whitcher se convertía también al
      catolicismo
    
El 10 de julio el pretendido
      rey Carlos VI de España se casó con María Carolina de
        Borbón, hermana del rey 
    
El 16 de julio una nueva ley
      redujo considerablemente la libertad de prensa en Francia.
    
El 25 de julio Dinamarca
      obtuvo una victoria decisiva en Isted
      contra el ejército rebelde de los ducados de
      Schleswig-Holstein. Duró desde las dos de la mañana
      hasta las siete de la tarde, y en ella se enfrentaron unos 37.000
      daneses a unos 26.800 alemanes. Al frente del ejército de
      Schleswig-Holstein estaba el general prusiano Karl Wilhelm von Willisen, que
      no actuaba en nombre de Prusia, sino de la Confederación
      Alemana. Tras la derrota, dimitió y se retiró a
      París. El 28 de julio
      los daneses obtuvieron una nueva victoria en Jagel. 
    
El 30 de julio se
      promulgó en Francia una ley de censura a los teatros.
    
El 2 de agosto Gran
      Bretaña, Francia, Rusia y Suecia firmaron un protocolo, al
      cual se sumaría más tarde Austria, por el que los
      ducados de Schleswig-Holstein debían ser restituidos a
      Dinamarca. Sin embargo, los ducados seguían en pie de
      guerra.
    
El 15 de agosto el presidente
      boliviano Manuel Isidoro Belzú se hizo proclamar presidente
      constitucional, pero no por ello atenuó su despotismo, y
      los años siguientes los pasó sobreviviendo a
      diversos atentados contra su persona.
    
El 17 de agosto murió
      en Francia José de San Martín. Al día
      siguiente, el 18 de agosto,
      moría también el escritor Honoré de Balzac.
      Murió en París, adonde acababa de llegar con su
      nueva esposa, la condesa Ewelina
        Hanska, con la que se había casado en Ucrania pese
      a la oposición del zar Nicolás I. En el momento de
      su muerte había completado 85 novelas de su proyecto de La comedia humana, que
      debía constar de un total de 137. A su funeral asistieron,
      entre otros, Victor Hugo, Alejandro Dumas (padre e hijo),
      así como un pintor de 31 años llamado Gustave Courbet, que estaba
      causando cierto escándalo entre la crítica francesa.
      El año anterior había pintado Los picapedreros, cuadro que
      Proudhon calificó como "la
        primera pintura socialista". Ahora provocaba
      escándalo su Entierro en
        Ornans, pues representaba en un gran formato (6'68 x 3'15
      m.), reservado hasta entonces a cuadros históricos o
      heróicos, lo que no era sino una escena vulgar: un entierro
      en un pueblo, con personajes feos y sencillos. Se atribuye a
      Courbet la acuñación del término "realismo" para referirse a
      su estilo y sus propósitos artísticos: plasmar la
      realidad de la vida cotidiana tal cual es, sin ninguna clase de
      idealización o retoque estético.
    
Alejandro Dumas padre fue denunciado por Auguste Maquet, uno de sus
      "colaboradores" (uno de los que escribían parcialmente sus
      novelas) y un tribunal lo condenó a pagarle una
      considerable indemnización y, al no poder afrontarla,
      huyó a Bélgica.
    
El 26 de agosto murió
      en Gran Bretaña, a los 76 años el derrocado rey de
      Francia Luis Felipe I. Su nieto (el legítimo rey de Francia
      para los orleanistas) Felipe VII tenía entonces doce
      años, y unos meses atrás había tomado la
      primera comunión en presencia de su abuelo. El pretendiente
      de la casa de Borbón, Enrique V, que tenía ya 30
      años, hizo celebrar una misa en honor del difunto y
      escribió una carta de condolencia a su viuda.
    
El 27 de agosto se
      firmó el tratado de
        Arana-Le Predour, por el que Francia renunciaba
      también a las condiciones que había tratado de
      imponer a Argentina con el bloqueo del Río de la Plata.
      Esto ponía en muy mala situación al gobierno de
      Montevideo, que venía resistiendo la presión de
      Manuel Oribe gracias a la ayuda extranjera. El presidente
      uruguayo, Joaquín Suárez, envió como delegado
      a Francia a Melchor Pacheco y
        Obes para solicitar que se mantuviera el apoyo hacia su
      causa, pero lo máximo que le ofreció Luis
      Napoleón Bonaparte fue enviar a Uruguay una milicia formada
      por presos políticos, oferta que el gobierno uruguayo
      rechazó horrorizado. El ministro de asuntos exteriores, Manuel Herrera y Obes,
      exclamó: ¿Qué
sería
        de nosostros si vienen los comunistas? Alejandro Dumas
      (padre) escribió un ensayo titulado Montevideo o la nueva Troya,
      aunque parece ser que lo "escribió" según su
      costumbre, es decir, que él puso la firma y Pacheco
      escribió el resto.
    
El príncipe elector Federico Guillermo de Hesse, viendo
      que la marea revolucionaria había arreciado, decidió
      —al igual que muchos otros príncipes alemanes— retractarse
      de la constitución liberal que había aceptado dos
      años atrás, y con ello provocó una nueva
      revuelta que en septiembre lo
      obligó a escapar de Kassel. Entonces pidió a la
      Confederación Alemana que enviara tropas a su territorio, y
      esto hizo estallar el conflicto austro-prusiano, pues Prusia
      sostenía que la Confederación Alemana ya no
      existía, mientras que Austria se consideraba presidente de
      la misma.
    
El 4 de septiembre el gobierno
      brasileño promulgó una ley por la que se otorgaba a
      sí mismo una amplia autoridad para combatir el
      tráfico de esclavos, y empezó a aplicarla con la
      intención de satisfacer las presiones británicas a
      este respecto.
    
El 9 de septiembre Califormia
      fue admitido como el trigésimo primer Estado de los Estados
      Unidos. Con él los Estados libres pasaban a tener
      mayoría en el Senado, y era la primera vez en treinta
      años que se producía una descompensación sin
      que hubiera a la vista una nueva incorporación que la
      remediara. Ese mismo día, el resto del terreno conquistado
      a México fue dividido en dos territorios: Utah al norte y
      Nuevo México al sur. El territorio de Utah era bastante
      menor que el territorio de Deseret que los mormones habían
      intentado organizar, pero éstos no perdían el
      tiempo. A la sazón ya habían formado una milicia,
      una legislatura bicameral, un sistema judicial y un código
      legal que prohibía el alcohol y el juego, pero
      permitía la esclavitud. Las leyes a este respecto eran un
      tanto singulares respecto a las de los Estados esclavistas, pues
      estipulaban que un esclavo quedaba libre si su amo no lo
      alimentaba, vestía, cobijaba o educaba debidamente, si lo
      forzaba a mantener relaciones sexuales o incluso si lo sacaba del
      territorio sin su permiso. Esta última condición
      parece apuntar a que la tolerancia hacia la esclavitud era una
      forma más de captación, pues lo cierto es que los
      mormones no eran esclavistas, y en su territorio nunca
      llegó a haber más de medio centenar de esclavos.
    
Los mormones no eran esclavistas, pero sí racistas. La
      actitud de Joseph Smith hacia los negros había sido algo
      ambigua. En su libro del mormón "explicaba" la piel negra
      como una maldición divina, aunque probablemente cuando
      introdujo y expandió esa vieja teoría bíblica
      en su libro no era consciente de las repercusiones que
      tendría en un futuro, pues posteriormente condenó la
      esclavitud y, aunque en un principio aseguró no ser
      abolicionista, su pensamiento evolucionó y, mientras
      preparaba su campaña a la presidencia de los Estados
      Unidos, incluyó entre sus propuestas la compra gradual y
      liberación de los esclavos por parte del gobierno federal.
      Al parecer, en dicha evolución, Smith pasó de
      tolerar el racismo sin compartirlo a oponerse firmemente a
      él, pero el pensamiento de Brigham Young era muy distinto.
      El año anterior había establecido, y su Iglesia
      había sancionado como voluntad divina, que los negros
      podían ser admitidos entre los mormones, pero no
      podían ejercer el sacerdocio. Teniendo en cuenta que todos
      los mormones eran "sacerdotes" de uno u otro grado, esto era una
      limitación bastante fuerte, pues les negaba, en particular,
      toda posibilidad de ejercer un cargo publico o de liderazgo. Esto
      era una novedad que se le había ocurrido a Dios en el
      último momento, pues previamente había habido unos
      pocos mormones negros "de pleno derecho" y, aunque ninguno de
      ellos había sido ordenado por Smith, se sabe que al menos
      conoció a uno y no puso objeción alguna. Parece ser
      que la fuerte aversión de Young hacia los negros
      surgió a raíz del comportamiento de uno de los
      primeros mormones negros, llamado William McCary, que afirmó ser un profeta
      con dones sobrenaturales y Young debió de temer por su
      liderazgo. McCary fue expulsado, pero fundó su propia secta
      que incluía el "matrimonio plural" y "se unió" a
      varias idiotas blancas ante la indignación de muchos.
    
Siguiendo con lo establecido por el compromiso de 1850, el 18 de septiembre se aprobó la Ley del esclavo fugitivo, y
      el 20 de septiembre el comercio
      de esclavos fue prohibido en el distrito de Columbia. De todas
      estas medidas, la más polémica fue la Ley del esclavo fugitivo.
      Cualquier negro que un blanco reclamara como suyo bajo juramento
      podía ser apresado, sin derecho a declarar y sin juicio por
      jurado. Se nombraron comisionados federales encargados de poner en
      práctica la ley, y cualquier blanco que se negara a
      cooperar o facilitara la huida de un negro podía ser
      multado con 1.000 dólares. Además, los comisionados
      cobraban un incentivo por cada negro que enviaran al sur. Esta ley
      reconcilió a muchos esclavistas con el compromiso de 1850, pero
      encendió los ánimos de los antiesclavistas, que
      consideraban insultante que semejantes prácticas se
      llevaran a cabo en Estados libres. Más aún, muchos
      ciudadanos que habían permanecido indiferentes ante un
      fenómeno lejano para ellos como era la esclavitud empezaron
      a unirse a las filas abolicionistas al contemplar cómo los
      negros eran cazados como animales en las calles de su ciudad. Tal
      vez era la primera vez en la historia de los Estados Unidos que,
      para muchos ciudadanos, desobedecer la ley era una cuestión
      de honor.
    
El 29 de septiembre el general
      José Domingo Espinar encabezó una revuelta que
      separó una vez más a Panamá de Nueva Granada,
      pero el gobernador de la provincia logró convencer a los
      insurgentes de que Panamá no estaba preparado para
      autogobernarse y pronto se revocó la independencia.
    
El presidente de la República Francesa, Luis
      Napoleón Bonaparte, había firmado las leyes
      restrictivas que el parlamento había aprobado sobre el
      derecho de voto y la censura, pero al mismo tiempo se declaraba
      públicamente opuesto a ellas. Ciertamente, le perjudicaban,
      pues una buena parte de sus partidarios quedaban sin derecho a
      voto. Al tiempo que se enemistaba cada vez más abiertamente
      con la mayoría parlamentaria, se iba ganando el apoyo del
      ejército prometiendo entre otras cosas mejores salarios. El
      10 de octubre, en un pase de
      revista, la caballería lo saludó gritando ¡Viva Napoleón!,
        ¡Viva el Emperador! 
      
El 12 de octubre se
      celebró un encuentro en Bregenz
      (Austria) en el que el emperador Francisco José I de
      Austria y los reyes Federico Augusto II de Sajonia, Guillermo I de
      Wurttemberg y Maximiliano II de Baviera resolvieron atender la
      petición de ayuda del elector de Hesse. Al mismo tiempo,
      Prusia envió tropas por su cuenta a Hesse con
      órdenes de disparar a cualquier soldado de la
      confederación que invadiera el territorio.
    
Cuando la guerra entre Austria y Prusia parecía inevitable
      el zar Nicolás I de Rusia fue aceptado como mediador y el 28 de octubre se celebró una
      reunión en Varsovia. El rey Federico Guillermo IV de Prusia
      comprendió que el zar apoyaría a Austria en una
      eventual guerra contra Prusia y, considerando que no podría
      enfrentarse a ambas potencias simultáneamente, dio marcha
      atrás en sus planes y aceptó que tropas de la
      confederación entraran en Hesse. El 29 de octubre un ejército de 12.000
      soldados austriacos y bávaros puso a Hesse bajo la ley
      marcial y aseguró la autoridad del príncipe elector.
    
El 7 de noviembre el gobierno
      chileno declaró el estado de sitio y abortó una
      conspiración liberal fraguada en Aconcagua. El 9 de
        noviembre se prohibió la Sociedad de la Igualdad, que, no obstante,
      continuó actuando en la clandestinidad. Durante los meses
      siguientes proliferaron las conspiraciones liberales.
    
El 29 de noviembre, en la Conferencia de Olmütz el rey Federico Guillermo IV de Prusia reconoció finalmente el liderazgo austríaco sobre la Confederación Alemana y renunció a su política de unificación de Alemania. La Conferencia de Olmütz es conocida también como Humillación de Olmütz, ya que Prusia tuvo que ceder incondicionalmente ante Austria.
El triunfo de Manuel de Rosas ante las pretensiones francesas y
      británicas había acrecentado su popularidad y
      trató de sacar partido a este hecho. El gobernador de Entre
      Rios, Justo José de Urquiza, había sido hasta
      entonces aliado de Rosas, a cambio de lo cual se había
      tomado ciertas libertades, como la de no respetar la
      política aduanera y realizar la mayor parte de
      importaciones y exportaciones de su provincia en forma de
      contrabando, sin pasar por la aduana de Buenos Aires. Ahora Rosas
      se consideró en situación de exigirle que acabara
      con el contrabando. Semejante medida supondría un gran
      coste para su provincia, así que Urquiza empezó a
      buscar aliados contra Rosas, y no le costó encontrar la
      oferta del atenazado gobierno uruguayo de canalizar su comercio a
      través de Montevideo en lugar de Buenos Aires. No obstante,
      los enemigos de Rosas ya no iban a cometer una vez más el
      error de subestimar a su adversario, y antes de intentar nada, se
      volvieron en busca de un aliado más poderoso: el Imperio de
      Brasil, que veía con malos ojos la posibilidad de que Rosas
      acabara controlando Uruguay a través de Oribe.
    
El ecuatoriano Diego Noboa logró firmar un tratado de paz
      con sus adversarios y el 8 de
        diciembre fue reconocido como presidente de Ecuador. Unos
      días después el parlamento le concedía las "facultades extraordinarias"
      que no tenían nada de extraordinario en los gobernantes
      sudamericanos.
    
El año anterior había llegado a Filadelfia a
      través de "ferrocarril subterráneo", una esclava de
      Maryland llamada Harriet Tubman.
      Tenía entonces treinta años. Había empezado a
      trabajar a los seis, cuando se le encargó cuidar al hijo
      recién nacido de sus amos. Cada vez que bebé se
      despertaba llorando ella era azotada con el látigo.
      Después tuvo que realizar toda clase de trabajos: vigilar
      trampas para ratas, arar, transportar troncos, etc. En una
      ocasión trató de huir acompañada de sus
      hermanos, pero éstos se acobardaron, decidieron regresar, y
      Harriet se vio obligada a acompañarlos. Pero poco
      después volvió a huir en solitario, y llegó a
      Filadelfia. Recientemente recibió la noticia de que una
      sobrina suya iba a ser vendida junto con los hijos de ésta,
      y tomó una decisión que pocos esclavos huidos se
      atrevían a tomar: regresó a Maryland para ayudar a
      escapar a su sobrina. Pese a lo arriesgado de la empresa, tuvo
      éxito, y desde entonces, durante más de una
      década, armada con un revólver, se metió una
      y otra vez en la boca del lobo como "conductora" para salvar a
      cuantos esclavos encontró dispuestos a la huida, muchos de
      ellos parientes suyos. Se calcula que guió a unos setenta
      esclavos. La aprobación de la ley del esclavo fugitivo
      obligó a prolongar los "trayectos" hasta Canadá.
    
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