El silencio (1963)

de Ingmar Bergman

Gunnel Lindblom


Esther, su hermana Anna y su pequeño sobrino Johan atraviesan en tren un país oscuro y extraño, probablemente en guerra. Los tres se dirigen a casa pero tienen que parar en la ciudad de Timoka, ya que Esther está muy enferma y está sufriendo una crisis. Timoka es una ciudad ficticia de atmósfera opresiva y ellos no entienden la extraña lengua que allí se habla, sólo los tanques de guerra y las sirenas hablan de una situación que todos comprenden. Las dos hermanas ya no tienen casi nada que decirse, su relación es de un extraña mezcla de odio exacerbado y patológica dependencia, de lo cual es testigo el pequeño. En un solitario hotel esperan el momento adecuado para continuar el viaje, Esther intentando trabajar, Anna saliendo en búsqueda de sensaciones que la saquen de su tedio y angustia.

Bergman muestra en El silencio cómo es el mundo cuando el silencio de Dios, sentido tan intensamente en su obra de los años cincuenta y sesenta, no se compensa con el amor, cuando entre los hombres no se establece ninguna conexión por medio del amor. Ninguna otra película de Bergman ha escandalizado tanto como ésta. En muchos lugares estuvo prohibida y en otros (incluso en Suecia misma) se exhibió con escenas censuradas. Este escándalo llevó al gran éxito de taquilla a una película que, normalmente, sólo unos pocos hubieran apreciado, por su intensidad, concentración y dureza. Tan radical como los cuestionamientos de la película son los medios estilísticos utilizados por Bergman. Una soledad que ambas mujeres no logran superar es presentada con fuertes metáforas, entre ellas la de una sexualidad sin meta ni ternura. El silencio hunde a Esther y a Anna en un infierno de desesperación. Sólo el niño Johan representa un rayo de esperanza y promete, tal vez, una redención.

Cuando comenzó el rodaje de El silencio, Bergman explicó que esta película concluía una trilogía que había comenzado con Como en un espejo (Saasom i en spegel (1961) y había continuado con Los comulgantes (Nattvardgästerna, 1962). El silencio está conectada con las dos películas anteriores, pero al mismo tiempo se puede decir que es un prefacio a algo nuevo. De una manera muy distintiva, la forma cinematográfica revela dos caminos contrastantes en el desarrollo de Bergman. Por una parte está la búsqueda de una desnudez ascética, por otra la tendencia a un estilo barroco, como si fuera una síntesis de Dreyer y Fellini. Puede decirse que la sustancia dramática ha sido reducida casi hasta el punto de la aniquilación. El silencio no está construido alrededor del diálogo sino que procede de lo visual. No toca los problemas actuales de la sociedad sino de un modo simbólico e indirecto, pero la sensación de amenaza y destrucción, de irritación y de colapso de las emociones está presente en toda la narración. Para Bergman el tema parece ser la alienacion, la incomunicación en sí misma. El silencio es una película en la cual la creación bergmaniana de una forma visual libre alcanza un insólito y altísimo nivel.


© Luis Alberto Álvarez

 

 

 

 El silencio (1963)

(Tystnaden)

Dirección y Guión: Ingmar Bergman

Fotografía: Sven Nykvist

Música: Bo Nilsson, Johann Sebastian Bach

Montaje: Ulla Ryghe

Dirección artística: P.A. Lundgren

Productor: Allan Ekelund

Producción: Svensk Filmindustri

Intérpretes:

Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Jörgen Lindström,

Haakan Jahnberg, Birger Malmsten