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Semiogénesis
lingüística y medios de comunicación
Antonio Domínguez Rey
UNED Madrid,
España
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Homologación
semiótica
El cronosigno
Espacio cibernético
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La semiogénesis busca la
generación de sentido en un texto determinado. Procede mediante segmentaciones sucesivas,
normalmente binarias, en un conjunto de rasgos significantes obtenidos, por descripción,
del objeto estudiado. Los esquemas
visualizan el proceso del sentido y ayudan a comprenderlo tanto en el nivel
onomasiológico «dicen algo, no todo, de la génesis creadora» como en el
semasiológico: su formación y posible comprensión en y por los receptores. Al
determinar un rasgo pertinente, su contexto y derivaciones, se abre una pauta del sentido
buscado. La convergencia y divergencia de otros formantes a él asociados perfilan y
confirman la dinámica incipiente, hasta obtener una exposición explicativa y un sentido
final lo más coherente posible. El método debe su nombre a Michel Tardy y lo han
difundido G. Dolle e Y. Baticle.[1] |
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Su aplicación a los textos de bi
o pluricanalidad acusada, suscita el difícil problema de la identificación y
homologación de unidades segmentadas. A él queremos dedicar aquí algunas
consideraciones liminares con el propósito de ver cómo actúa la segmentación en el
engranaje de la imagen y de la palabra, y de saber también si el «corte
epistemológico» entre ellas, en sentido derridiano, sigue siendo aún un reflejo de la
huella (trace), y si ésta recubre o, por el contrario, hiperboliza la acción
mediática.
En cuanto a la identificación de unidades, es
imprescindible establecer con antelación sus bases epistemológicas. Para ello, hemos
partido en otro trabajo de la función semiótica de L. Hjelmslev y su aplicación a los
medios básicos e históricos de la comunicación por parte del «Grupo M» o de Lieja.
Como es sabido, tal función transforma la materia básica al aplicarle o determinar en
ella una forma, lo cual la convirte en una sustancia. En lingüística no hay, por tanto,
sustancia sin forma, y esto mismo ya implica una función precisa. El citado grupo
distingue, con Hjelmslev, entre el soporte material, la sustancia acotada y las
modalidades que presentan el resultado así definido.[2]
Tal enfoque delimita tres sistemas fundamentales:
la escritura, el teatro y el cine, siempre sobre la base del esquema general de la
comunicación, sobre todo verbalizada. Habría, pues, ya desde el principio, una
fonologización implícita en el corte o huella del proceso iconográfico. Resumimos aquí
los tres procesos con ligeras adiciones interpretativas. |
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Escritura
El soporte de la escritura, y en esto modificamos
ligeramente la clasificación del grupo citado, es el objeto papel, la pizarra o cualquier
superficie hoy también la pantalla y las matrices electrónicas en la que se
desliza el gesto o impulso, ya segmentado, de la mano aplicada a un instrumento punzante,
táctil, o que, de algún modo, dibuja y reproduce. Su sustancia, fundamentalmente
gráfica o ya electromagnética, comporta asimismo la imagen.
Son modalidades suyas, por una parte, el grafo en
papiro, manuscrito, libro, tipo, etc., y, por otra, como posibilidad derivada, el dibujo,
la fotografía o la mezcla de ambos. Observemos que la sustancia gráfica ya recubre la
icónica, pues el grafo es en sí mismo imagen, y no cualquiera. Representa para el ojo
unidades abstractas como los fonemas o simplemente espacios vacíos de voz en los que
convergieron, con el tiempo, cambios suyos.
La huella está aquí todavía presente. Pero no
es el único caso. Existen también pervivencias gráficas la m, la y
o la o que conservan, sin función diacrónica alguna, el halo contextual
de su origen: iconicidad grafopéyica del mar, la mano o el ojo, por ejemplo. No
debe extrañarnos, por tanto, que aún hoy se recurra al grado icónico del grafema para
congelar la voz y la acción que representa. Cito la observación de J. L. Cebrián al
justificar que en la cabecera del diario El Pais no lleve tilde la i, como sería
normativo, porque la presencia y el significado icónico prima sobre el literal en la
mente del lector: «la cabecera El Pais se veía pero no se leía... Hoy es ya un dibujo
más que una palabra».[3] |
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La iconicidad del medio subsume
al propio lenguaje, que ya no importa tanto por lo que dice cuanto por lo que parece y
semeja al decirlo, es decir, en razón de su montaje. El periodista recoje la acción
comunicativa ¿o la impone? del lector y asume su gesto implicando también su
conducta lectora. Es un ente icónico. La ilustración consiste aquí en ver el lenguaje,
no en oírlo, con todas sus consecuencias. Es visión global.
Procede por conjuntos segmentados más extensos
que el de la palabra. Pero, a su vez, esta descodificación provoca un cambio sustancial
en las relaciones del signo, porque acorta la distancia entre el significante y el
significado, al mismo tiempo que el efecto de la huella o corte epistemológico entre la
palabra y la imagen. Reconvierte el carácter arbitrario en equivalencia de niveles. Hay
ya, dice el periodista, una adecuación real «entre el contenido del mensaje informativo
y el continente físico que lo envuelve».[4]
Es un objeto antes que una comunicación. Algo
visible, táctil, olfativo. Tal resultado procede, como veremos, de la aplicación digital
al medio y al contenido en él plasmado. Mira más al concierto y entramado social
las relaciones formales que a la naturaleza en ellos reflejada. La noticia y
el periódico son objetos a los que se aplican las leyes comerciales del mercado. El
lenguaje es un medio suyo, importante, al lado de otros que él posibilita: imagen de un
estado de conciencia y de un poder material y político. |
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En este apartado hay que incluir
además la viñeta y cinta del cómic, que se homologa, a nuestro juicio, con la
fotografía y el soporte del cine. El texto de la viñeta, los «balones» y «globos»,
prefiguran las series del cine mudo y hablado, al sincronizar éste la banda sonora con la
cinética. Entrarían aquí también los pies de foto y el montaje corrido de la noticia
como una sucesión de fotogramas en párrafos paralelos.
Teatro
El soporte dramático es la representación
escénica de un texto por unos personajes ante un público. Hay en él también, como en
el libro ilustrado, dos sustancias: fónica y visual. Son modalidades de la primera el
habla, el gesto, el canto o, con ausencia de la voz, pero conservando a menudo sus
imágenes musculares, el mimo; de la segunda, los actores, el decorado y, según los
casos, las sombras chinescas o las marionetas; de ambas, a su vez, la acción, tanto
fónica como visual.
El teatro es texto en acción e implica a los
receptores en el soporte libro, cuaderno, esbozo o escena que le sirve de base. La
presencia corporal decide en este caso. Interviene doblemente en la sustancia, como fono
e icono. Actores y público coinciden además como receptores, lo que incrementa el efecto
real de la representación. Cada vez que habla o interviene un actor, escuchan y observan
los demás, incluidos también en ambos actos los espectadores. |
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Es importante observar que la
representación dramática despliega, de hecho, la comunicación habida en la lectura y
programa de un texto precedente. Sería en realidad su plasmación escénica, aunque cabe
imaginar, como en el teatro de calle, una improvisación más o menos justa, que supone
siempre un esquema, una escena de habla, etc. Queremos decir con ello que los hilos
subyacentes siguen siendo los de la escritura, por más que cambie el soporte y la
sustancia, pero nunca del todo, porque el gesto de la mano está presente en ella y tal
vez debiéramos incluir también la lectura en voz baja, alta, virtual como
modalidad sustantiva del grafo, sobre todo si consideramos que todo autor lee, en
primera instancia, su obra, y hay teatro de un solo personaje.
Advertimos esto porque las modalidades siguientes
son sólo variantes comunicativas de las dos ya tratadas a través de una sustancia nueva:
sucesiones de ondas, fónicas o electromagnéticas, por unidad de movimiento, bien en
soporte de celuloide bien con segmentación de «pigmentos» electrónicos. Radio, cine y
televisión son representaciones a distancia que implican una conversión técnica de
sustancias y formas del tiempo en espacio, o viceversa, como la escritura,
pero sin incidir en la naturaleza de lo representado, sino sólo, como dice Cl. Cadoz, en
el conocimiento que de él tenemos. Ahora bien, esta transducción pasa, anota el mismo
autor, por el pivote de una señal con carácter universal.[5]
Su tratamiento, numérico o no, así como las
correspondencias que realiza, escapan a los sentidos, aunque luego, proyectada, los
excita. Parte de este tratamiento ya lo encontramos en la escritura creadora:
correspondencias y sinestesias de Ch. Baudelaire y A. Rimbaud. |
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Cine
El soporte fílmico es la proyección en
pantalla, por tanto complejo, porque incluye la cinta de celuloide impregnada
icónicamente y su movimiento veloz entre una linterna y una lente. La palabra cine es
apócope de cinematógrafo o grafía del icono a través del movimiento. No desaparece
tampoco, igual que en escritura y teatro, la superficie de visualización, aunque cambia.
Prima aquí la sustancia visual sobre la fónica.
La primera incluye, como modos suyos, trazados
directos en la película, registros individualizados y continuos de fotogramas; la
segunda, como el teatro, habla, canto y gesto fónico, lo que presupone la ilusión
representativa del movimiento. Sus unidades pueden, como allí, pero de modo más marcado,
relacionarse distribucionalmente en el plano visual o alternar con el fónico. Los cambios
modales implican además un valor semántico, como la representación del pasado o
presente en uno u otro color, según los emplean, por ejemplo, Preminger y Bardem. |
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Advierte el «Grupo M» que el
cambio de modalidad incurre en salto de nivel al transferir los pasos de la sustancia a
formas y las relaciones de éstas a relaciones de discurso y relato. La expresión
mediática integra de tal modo las formas del contenido, que la ilusión generada
convierte al significado en referente[6]. La distancia
semiótica se elide y el signo funciona como la realidad misma.
Es efecto similar al comentado antes por J. L.
Cebrián, pero más profundo, porque reifica un contenido elaborado mediante procesos
formales internos. La sombra de la realidad funciona ya como su imagen única y
auténtica. Se pierde la conciencia del desvío implicado en el tránsito de la
re-presentación y se navega con la energía que lo impulsa, amalgamando el tiempo y el
movimiento de la representación con el representado. El lenguaje, como veremos, sufre
mutaciones parecidas.
Sin ir más lejos, la diferenciación
tipográfica versalita, negrita, guiones, paréntesis o la seriación
sintagmática, apositiva, abunda cada vez más en los artículos de prensa para conseguir
relieve y animar icónicamente la página. Sirvan de ejemplo los artículos de F. Umbral,
que proceden por secuencias o tiras nominales y proyecciones léxicas, sinonímicas
la mayor parte prescindibles, salpicadas de nombres en negrita y bamboleantes
entre la imagen icónica, fónica y anagrática, con entrelazamiento de sonidos e
imágenes. El montaje fílmico por adición de imágenes o el leitmotiv, dándole
al nombre categoría de plano, volviendo atrás léxica o semánticamente, o prefigurando
imágenes, con recolección léxica de nuevo montaje composición y derivación
múltiple, dan idea del enorme influjo icónico en la escritura de ciertos
columnistas. |
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Aunque el «Grupo M» no atiende
a otros sistemas, podemos considerar a la radio y televisión como modalidades intermedias
del cine y teatro en cuanto representaciones proyectadas y emitidas a distancia. Expusimos
en otra parte[7], siguiendo a J.J. Matras, la
homologación de los dos subsistemas según sus fuentes y transductores:
micrófono-cámara; sonido-imagen de partida; corriente electromagnética: onda sonora y
fotónica, respectivamente; sonido-imagen de llegada nunca el mismo del
comienzo; altavoz-tubo catódico.
La dramatización industrial del texto queda
patente en fallos técnicos como el ruido, intermitencias, las llamadas 'torceduras', el
'mariposeo', la 'nieve' de la pantalla, los desdobles de imagen o sonido, etc. A su vez,
los fallos de lenguaje, el dequeísmo enunciativo 'pienso de que', 'me sorprende de
que', la falsa suspensión queísta o prepositiva 'es algo que..., que', 'es
de..., de', la paragoge 'chute' por chut, o la vacilación,
cada día más frecuente, de otras preposiciones sobre todo a, así
como la sustitución errónea de funciones y niveles enunciativos 'yo me dijeron',
'él lo vieron', evidencian también la rapidez y casi simultaneísmo de estos
medios.
Por otra parte, el hecho de poder almacenar tales
textos memoria fría y neutra los aproxima a los manuscritos en cuanto
susceptibles de repetición y verificación codificada. Un efecto notable de esto para el
lenguaje es la progresiva uniformidad del estilo en colaboradores de prensa, informativos,
editoriales e incluso ensayos. Se notan el collage, el montaje y los cortes
semánticos o discursivos sin matices transicionales. |
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A veces, se ve afectado el
sistema sintáctico al favorecer las formas de presente cuando se requiere una sucesión
hipotáctica. El mal uso del gerundio es un caso muchas veves advertido: «Hubo un
accidente múltiple con varios heridos, siendo transportados al hospital de inmediato».
La noticia tiende a favorecer la semántica por encima de la sintaxis y, en ésta, a la
secuencia autónoma en vez de la encadenada, en lo que se aprecia un reflejo del modo de
trabajo por bloques o la mano de un redactor que no ha intervenido en la confección
previa y aplica el principio, ya expuesto, de la iconización del mensaje.
Consecuencia de ello son también las tiras,
cadenas o corrientes en batería de los noticiarios, sobre todo radiofónicos, en los que
prima el continuo cinético de la voz y el parpadeo de la sucesión. La uniformidad de los
grupos nominales, atributivos y las series paralelas de sintagmas preposicionales son otra
consecuencia evidente. La nominalización se transforma así en sustituto sincopado de los
actantes implicados en la acción. Se aprecia más la velocidad de la voz y la estructura
de la batería informativa, que las unidades en ella notificadas.
En cuanto a la televisión, donde el efecto
radiofónico es más mitigado, la noticia se ve arropada por una codificación múltiple
que incluye hasta el tipo de vestimenta; la acción no verbal, pero sujeta a ella, del
busto en primer plano de frente o ligeramente contrapicado; de los ojos, más
o menos fijos, centrados en el foco de la cámara, los cuales, de esta suerte, conectan
metonímicamente con los del receptor. Es un velado aderezo de «fotogenia» que encubre
el proceso de filmación en un máximo icónico de epojé escénica.[8] |
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Con estos recursos se fija y
dirige la atención de los receptores. Tal dirigismo presenta modalidades más o menos
imperativas y críticas, según la distancia intermedia entre el marco del enfoque y la
posición del locutor, dada por la profundidad de campo, así como la duración del
encuadre antes de dar paso a la escenificación de la noticia o del programa, o en medio,
como un modo de evaluación fotogénica.
En este sentido, destacan los programas, planos y
secuencias de J. Hermida, quien explota al máximo tales resortes con evidentes
consecuencias para el lenguaje: repetición léxica suspensiva, innecesaria, que
incrementa la duración del plano; aminoramiento ralentí y acentuación
retórica del período; intervalos, a veces anómalos, o inflexiones de rebuscado relieve
icónico, como las de J. Mª. García, éstas audiblemente flemáticas y con frecuencia
agramaticales, pues seccionan indebidamente palabras y sintagmas: 'de... el' o 'a.. el'
por del y al, respectivamente.
Estos procesos acentúan asimismo la iconicidad
del lenguaje introduciendo factores excesivos de enfoque, encuadre, rematización,
paragramas y, sobre todo, un «tercer ojo» presupositivo que esfuma y suple la precisión
lingüística en aras del contexto icónico. Hay, no obstante, un fenómeno contrario, que
consiste en marcar el mensaje, siempre bajo la óptica del icono, con antítesis y
contraposiciones elementales de contraplano mediante negaciones, disyuntivas, adversativas
del tipo 'esto y no aquello', 'o esto, o esto otro', 'sí, pero no', 'no tal cosa, sino
esta otra', etc. |
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Son recursos propios de la
declaración política, generalmente monótonos por exceso de encuadre sintáctico. La
claridad y segmentación de los períodos se desvirtúa entonces con el exceso correlativo
de plano-contraplano. Algunas declaraciones del actual Presidente del Gobierno de España,
J. Mª. Aznar, encuadran al respecto, así como las del precedente, F. González, resaltan
por las ondas periódicas de la sintáxis e isotopías, en plano y ritmo más extenso que
el nervio sintáctico y semántico seriaciones de J. Mª. Aznar, a pesar de la
dicción clara y pausada de éste. Ambos marcan y pautan con gestos también icónicos de
la mano y del rostro, en este caso muy contrapuestos, hierático uno, dinámico otro, los
intersticios de las cláusulas, F. González con más arco de onda y J. Mª. Aznar con
geometría lineal y angulada.
Homologación
semiótica
Hasta ahora hemos expuesto y resaltado
estructuras elementales de los sistemas básicos de comunicación e implicaciones suyas en
el uso del lenguaje. Quedan otros, como el de la fotografía y publicidad, cada vez más
autónomos, que no trataremos aquí de forma explícita, pero sí indirecta, porque son
variaciones de la imagen o de su amalgama con la escritura y la escena. Queremos resaltar
ahora las bases semiogenéticas de la identificación de unidades, sus homologaciones
respectivas, intersistemáticas, y el aporte e influencia de la imagen computada en los
modos perceptivos y usos lingüísticos. |
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A la semiogénesis le corresponde
también el principio de la Sinnkonstanz de H. Hörmann[9]. Atiende a la fijación de un sentido unitario, latente o
explícito, por parte del receptor, figure o no aquél en el texto conjunto. Busca una
unidad semántica perceptiva, procesual y no fijada previamente. Remite, en consecuencia,
a una expectativa semiótica, interpretante, y presupone el nivel apelativo y emotivo del
lenguaje.
El receptor segmenta unidades de acuerdo con un
automatismo semántico que traslada una inquietud a su vez implicada en el proceso
significante de la apelación: ¿qué es?, ¿de qué trata?, ¿a qué se refiere?, etc. A.
J. Greimas y J. Fontanille definieron esta expectativa como "tensión fórica".
Toda percepción presupone un continuo segmentable cuya estructura metaforiza a la par que
apropia el mundo relacionando segmentos. Pero también presupone un hilo constante fil
ténu de confianza intersubjetiva: «la fiducie intersubjective, qui
soutient la véridiction discursive»[10]. Tal
hilo es el que orienta la constancia del sentido.
De lo dicho se deduce que el análisis de los
medios comunicativos debe realizarse en el ámbito de la semiótica. Entre otras razones,
porque la percepción, verbal o icónica, es, como observa el Grupo M, apoyados en la Gestalt
o psicología de la forma, «sémiotizante». En el contexto perceptivo actual, si no en
el ontológico mismo, fono e icono se afectan mutuamente sobre la base de la tensión
fórica antes citada. La fonologización de la imagen es un hecho, como su viceversa.
Sucede algo similar en el nivel referente con las nociones de objeto e imagen. |
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El objeto es un constructo, «una
suma de propiedades permanentes» que, no obstante su entidad de «seres de razón»,
tienen carácter funcional y pragmático[11]. La
abstracción tiene vertiente pragmática. En virtud suya, se produce incluso un espejismo
notable cuando la imagen, o el lenguaje influido por ella, suple la ausencia referencial
del signo.
Además de objetivarse, se cosifica. Es su propio
denotado y, en consecuencia, su tipo mismo. El caso se hiperboliza entonces como ley. Por
ejemplo, la vigencia de un rostro, eslogan o palabra, hipostasia las relaciones sociales,
políticas y económicas, y pasa a tipificar una época, período o movimiento. Ya es un
constructo, no un simple referente denotado.
Este absolutismo icónico deriva de la abducción
semiótica y crea una conciencia plástica o líquida que desvirtúa la representación
crítica de la realidad. Mientras el lenguaje almacena y estructura tiempo histórico,
porque mantiene la ausencia referencial, la imagen plástica lo neutraliza en un presente
absoluto. De ahí la abducción temporal de las noticias hacia el presente lingüístico
como centro de todas las percepciones. |
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En la relación del texto y de la
imagen, Text-bild-beziehung, se resalta hoy, por una parte, su convergencia
análoga en el orden retórico, a pesar de las diferencias sustanciales de la visión y
fonación, también articuladas en unidades de rendimientos dispares, más coherentes en
el segundo caso que en el primero. Ejemplo de lo dicho es la homologación retórica del
discurso narrativo con el montaje cinético. Destaca también, por el contrario, la
divergencia referencial, temática e incluso sintáctica.
La imagen funciona como ejemplar de un tipo,
clase o foco semántico, a pesar de que genere, una vez rematizada, cientos de
expresiones. Su concretud difiere de la argumentación retórica, mucho más
evaluativa. Además, el tempo suyo resulta impreciso respecto de la conjugación
y declinación verbal[12]. Es tiempo granulado,
geométrico, frente a la profundidad y relieve del abismo histórico de la palabra. Sin
embargo, hemos visto que la imagen también generaliza al abducir el referente
denotado y convertirlo en designación de las connotaciones adquiridas en el transcurso
funcional de la semiosis.[13]
De acuerdo con esto, la semiótica distingue en
los textos amalgamados entre palabra e imagen, la cual puede presentarse, a su vez, en
estado fijo o móvil. En el primer caso, obtenemos una relación cuantitativa. A una
imagen fija le corresponde en designación categorial una palabra gato, Pedro
o conjunto de ellas: sintagma nominal (el) un gato; el presidente de la junta,
verbal el gato salta; el presidente saluda, etc.[14] |
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En tales correspondencias tiene
función específica el foco retórico de la sustancia semiótica, es decir, si prima la
imagen o la palabra. En los textos gráficos suele ser foco la palabra y, en los
digitales, por contra, la imagen, en cuyo caso funciona la palabra como rema de un tema
focalizado, etc.
En cuanto a la imagen móvil, el hecho de que
aquí se trate ya de un constructo secuenciado dio pie a comparar el enfoque con la frase
y la secuencia con el período, homologando así las diversas clases de planos con
sintagmas y, el montaje, con la sintaxis. El montaje paralelo se corresponde, por caso,
con el "mientras" durativo de la temporalización presente. Las anticipaciones
entrecortadas de ciertos «vídeo-filmes», frecuentes incluso en noticiarios
interrumpidos por publicidad, como los de Telemadrid, o las predifiniciones fugaces,
entrecortadas tráilers de rostros y tipos humanos en determinadas
películas, son correlatos de la anteposición temporal y estilística, en un caso, y de
la tematización narrativa, en otro.
Así pues, hay paralelos retóricos entre ambos
sistemas. Sin embargo, sus estructuras formales no se corresponden fuera de una retórica
precisiva que estudie los comportamientos perceptivos. La semasiología permite
estructurar ejes e isotopías, tanto paradigmáticas como sintagmáticas, en un nivel ya
cualitativo, connotador, mientras que los procesos onomasiológicos divergen y, además,
quedan fuera de la semiosis perceptiva del receptor, sobre todo en el caso de la imagen
computada. |
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Se trata de una diferencia
pertinente, pues la articulación fónica integra el tiempo semántico en ella consumido,
mientras que el del montaje no, porque la imagen móvil elide su temporalidad interna.
Allí estamos ante un presente enunciativo real hic et nunc; aquí,
ante una reproducción ilusoria que implica, en back-ground, los movimientos
cinéticos, espacio-temporales, del habla y del gesto a ella incorporado.
El montaje paralelo crea la ilusión perceptiva
de la simultaneidad, resume G. GroBklaus[15], y toda
imagen, cabe decir, se convierte en reclamo comunicativo de un habla siempre posible,
abierta, realizada ya en algún momento. Existe también un tercer oído «guestáltico»
y fenomenológico correlacionado con el «tercer ojo», ciclópeo, de las figuras
incardinadas.[16]
Ahora bien, la epojé de la distancia
referencial, las elipsis y síncopas de los intervalos temporales y espaciales, el cambio
del punto y la línea por la trama parpadeante, y la reducción binaria de la experiencia,
determinan, a su vez, transiciones y comportamientos perceptivos nuevos. La información
transmitida se autonomiza en una sincronización máxima de datos, signos e iconos,
convirtiendo el espacio en un «mosaico», galaxia o red intermitente, ocasional, pero
continua, de constelaciones temporales. |
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La realidad resulta entonces, con
palabras de G. Grobklaus, un Konstrukt in der Zeit[17]. Todo converge hacia un punto guiñador, el presente, que
apenas se contiene a sí mismo, pues se sustituye de inmediato, creando así un presente
paradójico y absoluto: está en su no estar, es en cuanto deja de ser, se mueve al
fijarse, y viceversa, como la existencia misma. Esto sucede incluso cuando la
representación referencial es máxima, en la emisión viva, directa, que no escapa, sin
embargo, al «constructo» y a la dramatización de la escena.[18]
Para G. GroBklaus supone esto una cualidad
diferencial o valor estético ästhetischer Wert de la imagen, por
cuanto aúna y revierte al presente su ahora todo conocimiento pasado y hasta
futuro: «die Nähe des Fernen». Sin embargo, esta cualidad estética aún es
virtual. Su integración compacta no resuena, sino que disuelve el eco existencial en un
chisporroteo de burbujas fugaces. Consume sin asumir ni crear un sentido a cuya luz se
iluminen y renueven los otros sentidos. El constructo digital abisma en la superficie
plana del sonido o en el brillo artificial de una luz opaca. El ritmo del lenguaje y de la
imagen codificada son diversos: alterativo y autista, abierto y acotado.
Hay virtus, sin embargo, cuando el
objeto construido sobrepasa la representación y, autónomo, despierta en el proceso
operante, como el artístico, la potencia creadora, virtual, del objeto hacia un más
allá de sí mismo: otra potencia de sí en el espacio y en el tiempo. Entonces ya alcanza
una dimensión poética, porque es espacio-tiempo revelado. |
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El cronosigno
Entramos así en el significado del algoritmo
icónico y pasamos de la «imagen-movimiento» a la «imagen-tiempo», con denominación
de G. Deleuze. La información reemplaza entonces, según este filósofo, a la naturaleza
y el «cerebro-urbano», «le cerveau-ville, le troisième oeil», a los ojos de la
naturaleza misma[19]. La imagen sonora penetra en
los límites de la óptica y ésta alcanza un paroxismo automático que connota hasta los
denotados formales que la constituyen, como si la materia se transparentara.
Son los opsignes y sonsignes,
la cristalización aparente del tiempo, que reduce la acción y el hecho concreto
transformando la epojé así realizada en una tipología al unísono concreta y abstracta,
de máxima definición. El criterio de virtualidad sustituye al de verosimilitud y los
límites entre lo real e imaginario, lo verdadero y falso, quedan condicionados a la
excitación plena del presente, a su posible apertura o progresión, que será un presente
nuevo sin otras vibraciones que la de su instante, como el guiño intermitente del cursor
en la pantalla electrónica. |
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Los informativos adquieren, de
esta manera, un rostro facies y, en él, los atributos visibles,
maquillados y colaterales, de la circunstancia, alternando con diferencia de géneros,
masculino y femenino, pero en pareja, el tipo de noticias o la ideología ya cristalizada
de la cadena: la «punta» o «acento» del cronosigno.[20]
Este proceso afecta también a la portada de
ciertos diarios, como el ABC en España, que sustituye el huecograbado
transformación gamma[21] del
modelo tabloide por la pantalla televisiva. A la foto de portada se une un texto que
funciona como voz en on o en off, a veces las dos imbricadas, pues el
texto ocupa una esquina como trasunto de voz velada, con lo que adquiere un fondo
escénico a pesar de la proximidad sugerida por el primer plano. En cambio, El Pais, que
titula en huecograbado, usa como acento bien el ritmo sintáctico o icónico con matices gamma
que resaltan algún aspecto anecdótico y lo convierten en tipo o clase.
A su vez, el «genesigno» o seriaciones
intrínsecas del tiempo posibilitado por la imagen misma[22],
que se reabre, en la prensa gráfica, con el texto, o viceversa, y en la televisual con la
tensión de un presente inminente cortes publicitarios: 'No se vayan', 'Volvemos
enseguida', 'Tras una pausa, estará X con nosotros', etc., favorece el gesto
legendario o la emisión fabuladora. |
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Citamos, en el primer caso,
ciertas fotografías y titulares del diario El Pais, donde un gesto o detalle realza el
acento óptico o lingüístico con carácter de leyenda. En el segundo, los espacios
deportivos de los dominicales en la cadena Telemadrid son una leyenda constante de
seriación genesígnica en torno al gol. El fútbol es la fábula del tiempo en las
tardes-noches del domingo deportivo. El lenguaje corre con el balón y la estética verbal
sufre como el tobillo herido de algunos jugadores.
En ambos ejemplos, el presente recubre cualquier
pasado o futuro en virtud de su carácter abierto. Sólo es noticia lo que progresa,
aquello que posibilita un espacio-tiempo nuevo, sin transición numérica ni intersticio
alguno. Presenta cuanto crea expectativa y paroxismo. Es el presente en futuro o el futuro
presente, porque hasta el instante mismo sería un retraso si no contuviera la intriga de
más presente, como si la intermitencia real tapiara el vacío también parpadeante que
los posibilita en pantalla.
Otro ejemplo adecuado es la dramatización o zoom
fónico del espacio en ciertas transmisiones radiofónicas del gol. El grito «Golgolgolgoool...gooool»
realza el punto fónico o acento extático, paroxístico, de un presente absoluto
«palabra pura» hecha imagen extrema del arco en bóveda palatal, pero sin el dardo
homérico al que sucumbe cualquier ortofonía, sintaxis o atisbo cultural mens
sana in corpore sano que se precie.[23] |
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Espacio
cibernético
El efecto compacto de la imagen totalizante se
hiperboliza al pasar de la analogía a los programas digitales. Aquí se da lo que G.
GroBklaus denomina un espacio algorítmico[24]. El
cálculo y la segmentación electrónica sustituyen a la mimesis diegética. Al tiempo
extenso del montaje lo sustituye la intensión escénica del dígito computado en la
pantalla. Las referencias sinestésicas del cuerpo y naturaleza externa movimiento y
tiempo segmentado por los relojes pierden inmediatez en pro de un minimalismo
simulado de sinapsis neuronales.
Con ello se pretende alcanzar nada menos que la
dimensión espiritual del tiempo, donde se anulan y desaparecen las contradicciones del
espaciotiempo analógico: cuerpo-espíritu y naturaleza-cultura. Sería esto la
convergencia interna, meditativa y no comunicativa no hay testimonio directo
suyo de un mosaico neuronal cuyas elipsis, perdidas en el trasfondo de las sinapsis,
producen una luz sincopada, la del cerebro en tanto espacio mental de la conciencia:
«InnenRaum unseres Bewubtseins, als mentaler Raum».[25] |
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Sin embargo, para G. GroBklaus,
el mosaico museístico de la imagen digital aún contiene, comprimidos, los puntos
lineales de la temporalidad corpórea. De hecho, se busca una interacción y
representación global de las sinestesias con sensores, efectores y transductores
gestuales, como el guante de datos, el vídeo-casco, los exoesqueletos, el brazo con
retorno de esfuerzo, etc. Otro tema son los cortes operados por el cálculo y computación
de los trece millones de saltos electromagnéticos por segundo, necesarios para definir un
punto digital pixel en la pantalla, y así sucesivamente.
Los cortes, aglutinados, de diversas
temporalidades conforman el presente icónico de la pantalla. Que la mente funcione así,
supone comparar tales cisuras y cesuras con la reducción y epojé mental, es
decir, los algoritmos con los conceptos. De este modo, obtendríamos un curioso
neocartesianismo de la imagen digital. En él, las síntesis pasivas de la conciencia
prelógica serían un equivalente de las sinapsis y operaciones algorítmicas de la
cibernética. Una vez más, el constructo sustituye a la razón constructora. |
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Si recordamos, por otra parte,
que tales cómputos tienen como fundamento y efecto perceptivo una tensión fórica, ésta
debiera motivar, de algún modo, el afecto final del cálculo lógico como apertura de
realidad. Veíamos antes, sin embargo, que los cómputos quedan camuflados y reducidos en
la pantalla, con lo que hay un abismo entre la producción y el producto. La imagen
escamotea con su efecto mediático la operación que la produce y sintetiza en
cortocircuito emocional las calculadas y complejas operaciones de fondo. Más que virtual,
es una realidad suspendida, simulada. La variedad de grafos y gestos gráfico el
alfabeto se reduce, por ejemplo, a dos o tres tipos de caracteres.
La computación digital afecta además a las
relaciones del soporte y la sustancia. Aunque son finitos sus formemas, como en la
escritura, las transducciones alteran sustancialmente las modalidades, haciendo coincidir
el soporte o la información con la sustancia, el tiempo de la representación con el del
proceso interactivo de conexiones y diferencias eléctricas. Todo esto incrementa el
efecto de simultaneidad y el carácter falsamente autónomo de los ordenadores.
Tal fenómeno se aproxima, no obstante, al
estético y poético. La intermitencia teleicónica simula y hasta cifra la
desnuclearización continua del instante. Emociona y atrae incluso al percibir una noticia
neutra, desinteresada, porque, en el fondo, sintetiza el fenómeno de la existencia. Nos
sitúa en un tiempo y espacio vivos, pero la recibimos como ajena, als ob, como
si, a pesar de que nos integramos en ella. Hay un proceso de introyección o Einfühlung
alter ego. Nos metemos en la refracción silicia y fotodiódica del movimiento,
por catarsis de sincretismo simultáneo, y nos sentimos héroes, interlocutores, pantalla
suya. |
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No es, con todo, una
introyección que nazca, como un poema, aún viniendo de otro, de nuestro centro. No habla
como el lenguaje, porque se redujo el efecto de la huella, la distancia ausente que,
poniéndonos en tensión, crea el espacio, ciertamente parpadeante, de un tiempo
desnuclearizado. El sincretismo estético de los medios fonoicónicos magnetiza porque
recubre el corte perceptivo del tiempo con síncopas y sipnasis cuyas determinaciones
alteran la relación intermedia, el entre, «das Zwischen», del soporte
las sustancias y del mundo de imagen sus formas ya procesadas, en
la teoría de E. Fink.[26]
Y con doble efecto. La velocidad del soporte y
las transducciones electromagnéticas, computadas, aceleran y refractan también, como la
fibra óptica, la percepción del mundo así constituido. La anonimia técnica subyacente
transduce entonces la realidad con rostro sincrético, una imagen poliédrica que recubre
cualquier apariencia consecuente, incluida la visión estructurada del proceso crítico
que le dio origen. Al hacerlo, se anticipa ya como a priori virtual de toda
constitución posible, cuando se trata, como diría E. Levinas, de un anterior
posteriormente.
De ahí que lo imposible e irreal tenga visos de
coherencia y se confunda el vértigo de lo construido con la constitución misma del
mundo. Ahora bien, tal prelación no es el presentimiento exótico o fondo indiferenciado,
renuente, que las sensaciones difractan y diferencian al objetivar el mundo. Sería más
bien otro sincretismo o esquema de la percepción computada. En realidad, tapia el vacío
del que emerge la imagen, la superficie despoblada de un fondo abisal, cuya pantalla, como
la hoja en blanco de S. Mallarmé, simboliza el soporte infinito de innúmeras
constelaciones. |
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El lenguaje que más se aproxima
al mosaico cibernético es el de la publicidad y el del «vídeo-clip». La prensa
gráfica y los anuncios lo imitan iconizando los grafemas o la composición de la página:
ondulaciones gráficas, zigzagueos, sangrías, combinación de colores, granulaciones
fotogénicas, síncopas y calambres de palabras, sintagmas y secuencias oracionales.
Son recursos ópticos con mira onomatopéyica y
metonímica, por cuanto reconvierten alternativamente, al unísono, el fono, el grafo y el
icono, como si desapareciesen sus fronteras en virtud del contexto que las integra. A una
superficie común le corresponden morfemas equivalentes, sea cual sea su naturaleza. ¿Es
tal el organigrama de nuestro cerebro? Parece, más bien, que el producto educido acentúa
el modelo del programa y éste interpreta y evalúa, por magnetismo, cualquier otra
manifestación de la realidad. La imagen del análisis, el binarismo, abduce lo analizado:
el cerebro computacional y la visión cibernética. El algoritmo ya es objeto y objetiva
cualquier fenómeno de la experiencia. Asimismo, se trata la información como un objeto
nuevo.
Es un error confundir el método o su rendimiento
económico con los datos a él sometidos; mucho más aún, si la nueva realidad,
exceptuada de la refracción diferencial del sensible, quiere, hiperbólica,
interpretarlos y definirlos. El nudo sintético de la imagen computada a un punto
una cifra no elude la intermitencia del soporte, aunque la recubra el algoritmo de
sus ecuaciones[27].Nadie duda que esta nueva
relación crea un estilo y conforma una visión de la realidad, facilitando su acceso,
riqueza y comprensión. |
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Otra cosa es confundir la taracea
de su entramado, o su uso, el mundo de imagen, aquí trascendente sincrónico, con el
subsuelo que la posibilita, con el sentido que a éste corresponde o con la estructura
materializante, constitutiva, del sentido común[28].
Aunque la velocidad del dígito fuera la de las neuronas, seguiría la diferencia de sus
determinaciones y, por tanto, la del sensible y su cómputo, es decir, el espacio crítico
y metafórico.
Sucede algo semejante en la poesía de H.
Michaux. Las determinaciones verbales de la imagen, y viceversa, el mundo imaginativo de
la palabra, pretenden el fluido del cerebro y del universo, ambos, a su vez, vertientes de
un mismo ritmo y sustancia. Sin embargo, tales determinaciones no son el producto directo
de las matrices sintácticas, por más que resulte posible establecer un paralelo
homólogo entre las cadenas de sintagmas, las isotopías semánticas y las redes
neuronales del cerebro.
La fusión físico-psíquica del poema en el
nervio-verso titilante del universo implica un estado naciente más veloz e inmemorial que
los registros magnéticos de la imagen modelizada. Sus determinaciones llegan siempre
tarde respecto del poema, entre otras razones porque éste, aunque callado, se mueve
siempre en un flujo pneumático imprescindible, base de todas las representaciones
posibles. |
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El conocimiento por simulación
implica doxa y sombra a pesar de la luz que, altamente definida, emite. En su
aplicación mediática confunde el brillo con la superficie del universo. Es un espejismo
paradójico del uso publicitario y digital del lenguaje. La marca suplanta al cuerpo del
producto. La superficie pisada, a la huella inscrita. La metáfora, a la imagen que la
potencia. La opinión, a la información. El medio, al mensaje. El periódico y la
televisión, a la sociedad y, en cierta medida, a los parámetros racionales del
pensamiento.
La yuxtaposición y asociación icónica post
hoc, propter hoc desplazan a las conjunciones lógicas de las matrices y
sustituyen las implicaciones semánticas por la fotogenia icónica. Basta con analizar el
uso festivo, rutinario y comercial de la metáfora por la metáfora en la mayoría de los
columnistas con marca en diarios, tertulias y programas radiofónicos o televisivos.[29]
Hiperbolizan el desvío estructural, su trazo
cinético, telegráfico, pero no timbran ni tactan la vibración o vínculo de fondo. La
hipérbole el hipertexto desvirtúa su propia intención por exceso de
redundancia o síncopa sintáctica, aunque, en teoría, se reduce una y expande otra
leyes de Zipf e índices de Flesh, por ejemplo. Sólo queda el gesto fabulador
y relevante de la firma, que funciona ya como marca. Y recordamos ésta, no lo marcado.
Tal es el efecto retórico de la semiosis lingüística e icónica en gran parte de
nuestros medios comunicativos. |
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Cuestión aparte es el
resurgimiento de la virtualidad creadora en la representación dinámica del objeto.
Entonces, la modelización interactiva poder incidir físicamente en lo
simulado alcanza un nivel artístico. Sustancia y forma se funden porque los
formemas, las partes del nuevo objeto, interactúan entre sí dando lugar a variaciones
autónomas, independientes del mundo real, válidas por sus propios atributos. El tiempo
del mundo ficticio coincide con el de la experiencia actuante, observa Cl. Cadoz, pero no
el fenómeno y su noúmeno, como él mismo afirma.
La presencia es aquí ocasional, sustituible, sin
más sustancia que la del soporte electromagnético. El fenómeno responde a la apertura
en el operador y en el proceso de una potencia creadora del objeto más allá de sí
mismo, en un espacio-tiempo revelado, poiético, según indicábamos. Su virtualidad
proyectiva se confunde con la imaginación fértil que obsesiona a lo real e incrementa el
ser y el sentido, como observa M. Dufrene.[30]
El valor no procede de los atributos codificados
del objeto, tan inestables como el flujo segmentado de las matrices. Si así fuera, una
interactuación absoluta con un máximo de información computada en bases y bancos de
datos, donde estuvieran registradas las sensaciones, sinestesias, quinesias, etc., de un
individuo, podría apropiarse al otro como absorbiendo una burbuja. Sin embargo, tal otro
jamás sería el individuo en cuestión, porque entre los datos nunca figuraría el
presente y la huella de su ser sentiente y sentido. |
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La plusvalía creadora da el
instante alterativo, siempre retardado, de una singularidad viva e intermitente. La
representación, aun la virtual, violenta al sujeto, como diría E. Levinas, si pretende
copiarlo o situarlo fuera de sí mismo creándole un otro semejante que permita manejarlo
más a gusto y con rendimiento más económico. La reducción abducida del sensible no
retorna nunca a él por más que cifre entre sus datos una vibración simulada de
sensaciones y pensamientos.
A pesar del indudable aporte y beneficio técnico
en medicina, investigación científica, comunicación humana, etc., o precisamente por
ello, la virtualidad interactiva alcanza como máximo creador y alterativo la tensión
fórica ya comentada o, como concluye Cl. Cadoz, la alegría del hallazgo nuevo en la obra
lograda.
La realidad anticipada por el constructo virtual
nos descubre el fondo poiético de la imagen como fruto de la energía en la mente. Tal
fondo es conceptualizante, entendiendo aquí el concepto como apertura y transducción
fórica del conocimiento. Y esto ya pertenece a su acción significante y semántica, que
no es otra que la de la imaginación. Una imago semiogenética, porque induce las
bases del sentido racionalizado. Siempre que despierta una sensación anticipadora,
directa o derivada, el mundo remueva sus fondos en las matrices operativas que lo numeran.
Hace evidente el transcurso dinámico de la representación misma. Su valor consiste en
presentarnos el estado naciente del sentido. |
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NOTAS: |
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1.
Dolle, G.: Recherches sur l'Économie Discursive: le Rôle des Tropes dans les
Processus de Sémiogenèse. Université Louis-Pasteur. Strasbourg, 1973; Baticle, Y.:
Clés et Codes de l'Image. Édit. Magnard, París, 1985.
2. Dubois,
J., Edeline, F., Klinkenberg, J. M., Minguet, P., Pire, F., Trinon, H.: Rhétorique
Générale. Larousse, París, 1970, pp. 172-173.
3. Cebrián,
J. L.: 'Relación lenguaje-imagen en el periódico', en Lenguaje en Periodismo Escrito.
Fundación J. March, Madrid, 1977, p. 161.
4. Ibid.,
p. 164.
5. Cadoz,
Cl.: Las Realidades Virtuales. Edit. Debate, Madrid, 1994, pp. 77, 82.
6. Dubois,
J. y otros: Rhétorique Générale, op. cit., p. 175.
7. Domínguez
Rey, A.: Masaje del Mensaje. Lingüística Semiótica. Torre Manrique
Publicaciones, Madrid, 1988, p. 126. Remitimos a este trabajo para la exposición
comentada de las implicaciones mediáticas en el uso del lenguaje.
8. Burger,
H.: Sprache der Massenmedien. Walter de Gruyter, Berlín, 1990, p. 291.
9. Hörmann,
H.: Meinen und Verstehen. Grundzüge einer psychologischen Semantik. Frankfurt am
Main, 1976, p. 179.
10. Greimas,
A. J.-Fontanille, J.: Sémiotique des Passions. Des États de Choses aux États d'Âme.
Seuil, París, 1991, p. 19.
11.
Groupe M (Edeline, F.-Klinkenberg, J.-Mª.-Minguet, Ph.): Traité du Signe Visuel.
Pour une Rhétorique de l'Image. Seuil, París, 1992, pp. 80, 130. Cl. Cadoz lo
describe como 'el cierre de un <<lazo>> activo-perceptivo, un vínculo
esencial entre nuestros actos y nuestras percepciones', (Las Realidades Virtuales,
pp. 57-58).
12. Recordemos
que R. Barthes advierte en la imagen sin palabras el recubrimiento de "una intención
enigmática"; además, que ya anunció la necesidad de extender el concepto de
lengua, en cuanto "abstracción totalizante", al conjunto de "mensajes
emitidos y recibidos", lo que determina una retórica general de orden semántico y
connotativo respecto de las diferencias sustanciales de la denotación y sus sintagmas:
fono, icono, dígito, gesto, etc. Conf. "Rhétorique de l'image".
Communications, 4 (1964), pp. 43; 48, n. 3; 49-50.
13. Por
ello recoge el "Grupo M", al respecto, la distinción de Ch. Morris entre
'denotatum', externo a la semiosis, y 'designatum' u objeto conjunto incardinado, como
miembro, en una clase. Conf. Traité du Signe Visuel, op. cit., p. 136.
14. No
consideramos aquí los niveles mínimos, morfemáticos y fonético-fonológicos
-"morfemas geométricos" y "funciones gramaticales de la imagen", por
ejemplo, de A. Moles-, que sí son pertinentes en el análisis, pero no por sí mismos,
sino en razón del contexto establecido, como es el caso en textos cómicos y
publicitarios. Recordemos que el "Grupo M" introduce formemas geométricos para
establecer las relaciones básicas del comportamiento semántico de la percepción. Conf.
Cap. V, "Le signe plastique", de Traité du Signe Visuel, op. cit., pp.
186-252.
15. GroBklaus,
G.: Medien-Zeit. Medien-Raum. Zum Wandel der raumzeitlichen Wahrnehmung in der
Moderne. Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1995, p. 23.
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16.
Groupe M (Edeline, F. y otros): Traité du Signe Visuel, op. cit., p. 296.
17. GroBklaus,
G.: Medien-Zeit..., op. cit., p. 45.
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18. Basta
con visitar el escenario o la plataforma desde donde se transmite un telediario, o seguir
su conformación a lo largo de una jornada, para comprender el resultado escénico de lo
que, después, aparece en el receptor como emisión directa de habla individualizada,
dirigida casi exclusivamente a cada uno de nosotros, como representantes de la
colectividad y espectadores privilegiados del acontecimiento. La pantalla intima: la
noticia está ahí, en nosotros; la prensa y la radio, extiman: el suceso está allá,
aunque referido aquí. Por eso la especial retórica significante de los medios impresos y
radiofónicos para crear una atmósfera entrañable y digna de crédito casi familiar.
19.
Deleuze, G.: Cinéma 2. L'Image-Temps. Minuit, París, 1985, p. 347.
20. Ibid.,
p. 359.
21. De
contraste claro y oscuro. Conf. Groupe M (Edeline, F. y otros): Traité du Signe
Visuel, op. cit., pp. 172, 310.
22. Ibid.,
p. 360.
23. Cabe
citar también la fabulación futbolística de la emisión televisiva "Fútbol es
fútbol" -he ahí un modelo de esencia atributiva-, de Telemadrid, en su apartado
"Fútbol de cine". La cámara lenta temporaliza con fondo musical, tensivo, de
largometraje, jugadas especiales, a veces repetidas, como las de gol o las dudosas de
sanción. Asimismo, el espacio "El domin...gol", de la segunda cadena, que
incluye, como última secuencia del programa, una toma titulada "El
domingolazo". Es éste un ejemplo hiperbólico y paroxístico de composición
léxica, sobre todo pronunciado conjuntamente , como hace el presentador, cuando debiera,
acorde con el título del programa, suspender la composición léxica entre
"domin..." y "golazo", para evitar un posible equívoco.
24. GroBklaus,
G.: Medien-Zeit..., op. cit., p. 54.
25. Ibid.,
p. 69.
26. Fink,
E.: Studien zur Phänomenologie, 1930-1939. Ph. 21. Martinus Nijhoff, La Haya,
1966, p. 76.
27. El
nanómetro mide las distancias entre los 'pixeles' o puntos lumínicos de la pantalla en
milmillonésimas de milímetro. Se pierde, por tanto, aunque sea imperceptible, el
continuo de la señal computada.
28. Es
la tesis hermenéutica de P. Lévy. La donación procesual de la imagen manifiesta, según
este autor, la trama material y colectiva del hipertexto (Les Technologies de
l'Intelligence. L'Avenir de la Pensé à l'Ére Informatique. Édit. la Découverte,
1990, p. 81. Sin embargo, las determinaciones de la ciencia sólo son válidas si
suspenden, en sus ecuaciones, la realidad inmensa que desalojan. Asunto diverso es medir y
evaluar este fenómeno, iluminar -¿con imágenes?- el horizonte de esa proximidad siempre
distante. El hipertexto es texto elevado a la enésima potencia. Más de lo mismo: de la
reducción comprensiva. El movimiento incesante de las relaciones de sentido manifiesta su
metamorfosis continua, como describe P. Lévy, pero su rotación incrementa el espejismo
de un entimema. Se da por demostrado que el mundo sólo es cambio emergente de formas.
Estamos aún en el teatro del universo, y así lo reconoce (p. 122). Es la misma
conclusión de G. Grobklaus al aplicar a los medios comunicativos la dialéctica barroca
de B. Benjamin -"Dialektik im Stillstand"-, una constelación presente del
pasado, un ahora fulgurante de lo sido, pero sin detención alguna, en cambio continuo de
escenario (Medien-Zeit..., op. cit., pp. 51, 61). La cibernética sería entonces
un hipertexto barroco.
29. A
veces rotan de uno a otro medio entre la noche y mañana o tarde del día siguiente. Se
intercambian, asimismo, con mayor o menor periodicidad, en programas respectivos. Y lo
más sorprendente de todo es que opinan o comentan cualquier índole de noticia o suceso,
trátese de política, economía, justicia, cultura, relaciones sociales o eventos
deportivos. Semejante trivialidad es otra consecuencia del modelo mosaico o museístico
-el almacenaje digital- de los medios telemáticos.
30. Dufrenne,
M.: L'Oeil et l'Oreille. J.-M. Place, París, 1991, p. 195. |
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