POR EL INTERIOR DE LA CONCATEDRAL DE SANTA MARIA LA REDONDA DE LOGROÑO

En uno de mis largos trayectos por esta maravillosa tierra pude hacer un alto en el camino para maravillarme de las enormes riquezas que atesora con esmero la concatedral de Santa María de la Redonda en plena capital riojana.

En el umbral de la misma me detuve a contemplar los posibles vestigios románicos de su pasado más remoto. Justo sobre aquella primigenia iglesia que ocupaba la mitad del territorio es ahora donde se alza imponente el templo concatedralicio.

A pesar de intentar rescatar su pasado más originario pude constatar que las sucesivas reformas han contribuido en gran medida a ocultar su maravilloso esplendor primigenio. Aún así el sobrecogimiento por su esbeltez, dimensiones y grandiosidad disiparon mis dudas acerca de la belleza del templo catedralicio. Según me comentó uno de sus párrocos in situ al parecer fue elevada a Colegiata en el año 1435 y fue el Papa Pablo VI en el año 1959 el que le otorgó la categoría de Iglesia catedral. Lo que ocurre es que se conoce como Concatedral de La Redonda, pues comparte el cetro catedralicio con las de Calahorra y Santo Domingo de la Calzada, no menos espectaculares y que han conseguido la honorable distinción de Monumentos Nacionales.

En el presbiterio me detuve por un momento a contemplar el retablo mayor y una imagen me llamó poderosamente la atención, la figura central de Nuestra Señora de la Redonda, impresionante imagen hispano-flamenca realizada en el siglo XV. Caminé hacia el trascoro consciente de que encontraría mayores bellezas bien resguardadas. Y así fue. Otra bella imagen que representa a Nuestra Señora de los Ángeles se abre en el altar del trascoro; esta imagen es del siglo XV y fue realizada en estilo hispano-flamfenco y por lo que pude averiguar es muy querida por todos los feligreses.

Me sobrecogió de igual forma la esbeltez de la pila bautismal en la que hay grabada una fecha, año 1527, y que, según parece, fue parte integrante del templo primitivo. Se ha conservado después como recuerdo y garantía de la magnificencia que llegó a alcanzar la Concatedral. Me pregunté si la concatedral guardaría los sepulcros de personajes ilustres del templo y cómo el que busca un tesoro me adentré en la llamada capilla del Santo Cristo donde se hallan los restos del obispo fundador, Pedro González del Castillo, con estatua orante del mismo, obra de Pantoja de la Cruz en 1607, justo ante el retablo del Santo Cristo. Cerca de ella se halla el mausoleo del general Espartero, obra de Juan de Samso en 1883.

Otras maravillosas son los dos púlpitos de su nave central, el Altar de la Soledad, la Capilla de Nuestra Señora de la Paz, la del Pilar y San Ildefonso, la de los Reyes, de las Reliquias, San Pedro, Piedad, de la Cruz, y un largo etcétera.

* La presente columna de opinión fue publicada en Suplementos para prensa entre los que estaban el Adelantado de Segovia, Faros de Cartagena, Ceuta y Melilla, Alerta de Cantabria, Guadalajara 2000 y Lanza de Ciudad Real, en el año 1998-1999.

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