RESCATAR LA MEMORIA

Aunque en la actualidad los poderes públicos tienden a olvidar la Historia y a duras penas le reservan un lugar vergonzante en los planes de estudio, desde que el hombre aprendió a expresarse quiso dejar su propia versión de los hechos acaecidos y reflejó sus puntos de vista en anales, crónicas y cronicones, gracias a los cuales nos podemos acercar a las realidades vividas hace cientos o miles de años.

Por todo ello, conviene recordar que fue en el año 1789 cuando se inició un proceso imparable en la búsqueda de las libertades. La declaración internacional de los derechos del hombre o la histórica proclama de la libertad, igualdad y fraternidad no son demandas de nuestros más inmediatos antepasados sino que ya eran ideales de los hombres del siglo XVIII.

Fue Rousseau quien manifestó que el hombre era el lobo del hombre, consciente de los instintos primitivos que dominan a la humanidad. Su pensamiento continúa vigente en la actualidad. Por todo ello me pregunto ¿Cómo renunciar a la historia si en multitud de ocasiones recurrimos a ella para interpretar la realidad o cómo prescindir de los hechos cuando se hacen tan necesarios para comprender mejor la evolución de la historia de la humanidad?.

Hace unos días tuve la oportunidad de presenciar un debate sosegado, participativo, gratificante y comprensivo en el que todos los interlocutores que intervenían, a pesar de su diferente ideología, mantenían un tono distendido, afable, cordial y comunicativo. Era el debate sobre la conmemoración de la Carta Magna. En este debate las personas que hicieron posible su redacción se afanaban en quitar hierro al asunto y establecían nexos de unión importantes entre todos ellos. Era algo extraño de entender cuando la tónica de los últimos años nos ha demostrado todo lo contrario.

Quizás la serenidad en política debería ser una de las directrices de los que se dedican a la gestión de los recursos. La serenidad y el diálogo deberían ser las razones principales para la unión de intereses en beneficio de todos. Al parecer esto se suele olvidar por simple interés político.

En el debate pude comprobar atónito que la generación nacida a finales de los 70 había perdido el referente histórico a través del cual hoy en día pueden disfrutar de esa venerada libertad e igualdad de oportunidades que otras generaciones no han tenido por imperativo legal y que tan solo hace veinte años era una utopía.

Lo cierto es que este hecho no deja de provocarme cierto desasosiego pues en el momento en el que olvidamos la historia volvemos a cometer los mismos errores. Por eso conocerla es un buen principio para comenzar a evitarlos.

* La presente columna de opinión fue publicada en en la Revista COLORES editada en diversos medios prensa regional, en el año 1998-1999.

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