Editorial: Ariel S.A.• • Publicado: Barcelona, 1999 Crítica por Fernando Vilches Cuando he terminado de leer Las preguntas
de la vida de Fernando Savater ha sentido el deseo de volver sobre él,
de releerlo y saborearlo. Tengo que confesar que me he hecho un adicto
a sus páginas, a sus ideas y sobre todo a sus interrogantes que
quedan vagando por el aire o, por mejor decir, dando vueltas y más
vueltas en mi mente. Tal vez el estado de ánimo quede mejor reflejado
en el verso de Henrich Heine, que a modo de despedida, recoge el autor:
Y no dejemos de preguntarnos/ una y otra vez,/ hasta que un puñado
de tierra/ nos tapa la boca.../ Pero ¿es eso una respuesta?
Decía que Fernando Savater invita a una serie de “estrellas” (filósofos” a participar en su obra, esto la convierte en en una especie de Historia de la Filosofía que tiene la particularidad de romper el canon del tiempo, o de escuelas, incluso de teorías clásicas sobre el pensamiento, para traerlos a propósito de preguntas interesantes, de asuntos o materiales tratados de forma original. Van así pasando, bajo títulos sugerentes, el yo (yo adentro, yo fuera) “res cogitaos” para Descartes y su célebre “cogito ergo su».”; el hombre (el animal simbólico) ser comunicante, que lleva a afirmar “la interacción entre el lenguaje y el comienzo de la humanidad”; el mundo (el universo y sus alrededores) que deja de ser mundo y se convierte en universo que la mayoría de los griegos lo consideran finito, hasta que un día Arquitas de Tarento, contemporáneo de Platón, se planteó la siguiente duda: “si yo me encontrase en el extremo límite del cielo ¿podría extender hacia fuera la mano o un bastón? Ciertamente sería absurdo que no pudiese hacerlo; pero si lo logro eso debe implicar que hay algo fuera, sea un cuerpo o un lugar”. De modo, concluye Savater, que lo finito es menos finito de lo que parece. Otros capítulos están
dedicados a la libertad (en acción), la naturaleza (artificiales),
la sociedad (vivir juntos), la belleza (el escalofrío) el tiempo
(perdidos en él). Cualquiera de los temas contemplados, el discurso,
la exposición y línea argumental invitan a extenderse en
su comentario, sin embargo la limitación del espacio nos obliga
a detenernos por su actualidad, por la procedencia y personalidad del autor
en la reflexión que hace en (vivir juntos) sobre la dignidad humana.
Se pregunta ¿qué es la dignidad humana? En primer lugar la
inviolabilidad de cada persona, el reconocimiento de que no puede ser utilizada
o sacrificada por los demás como un mero instrumento para la realización
de fines generales. Por eso no hay derechos humanos colectivos: la persona
humana no puede darse fuera de la sociedad pero no se agota en el servicio
a ella. La segunda característica es el reconocimiento de la autonomía
de cada cual para trazar sus propios planes en la vida y sus propios baremos
de excelencia sin otro límite que el derecho semejante de los otros
a la misma autonomía. En tercer lugar el reconocimiento de que cada
cual debe ser tratado socialmente con su conducta, mérito o demérito
personales, y no según aquellos factores aleatorios que no son esenciales
a su humanidad: raza, etnia, sexo, clase social, etc. En cuarto y último
lugar la exigencia de 2solidaridad con la desgracia y sufrimiento de los
otros, el mantener viva y activa la complicidad
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