No he podido resistir reproducir las anteriores líneas que merecían estar insertas en los corazones y en las mentes de los hombres; pero me parece preciso completarlas, siguiendo el pensamiento del autor, con su descripción sobre “presunciones supuestamente científicas” que atienden a cosificar a las personas negando su libertad y responsabilidad y reduciéndolos a meros efectos de circunstancias genéricas. Entre los ejemplos destacados de la negación de la dignidad humana destaca: el racismo, que en la actualidad va siendo sustituido que en la actualidad va siendo sustituido por otro tipo de determinismo ético y cultural, según el cual cada uno se debe exclusivamente a la configuración inevitable que recibe de su comunidad. Es el choque de civilizaciones del que habla Samuel Huntington, el enfrentamiento entre distintas culturas. Savater dice al respecto: “Ojalá dentro de cincuenta o cien años las invocaciones a la hoy sacrosanta identidad cultural de los pueblos, que según algunos debe ser a toda costa preservada políticamente, sean vistas con el mismo hostil recelo con que ya la mayoría acogemos las menciones al Rh de la sangre o al color de la piel...”. Sigue el autor tratando de la obsesión característica de los nacionalismos, la dolencia mayor del siglo XX, que glorifica la necesaria pertenencia de cada ser humano a su terruño y la convierte en la fatalidad orgullosa de sí misma. En el fondo, dice Savater, no se trata más que de la detestable mentalidad posesiva que no sólo quiere poner el sello del dueño en las casas y en los objetos sino hasta en las tierras o paisajes. “El imbécil aquí son así” y la mistificación de las raíces propias -como si los seres humanos fuésemos vegetales- bloquean la verdadera necesidad humana de hospitalidad que nos debemos unos a otros de acuerdo con lo que hemos llamado dignidad. Para quien es capaz de reflexionar, todos somos extranjeros, judios errantes, todos venimos de no se sabe dónde y vamos hacia lo desconocido, todos nos debemos mutuamente deber de hospedaje en nuestro breve tránsito por este mundo común a todos, nuestra única verdadera patria. Lo ha formulado muy bien un escritor judio contemporáneo, George Steiner: “los árboles tienen raíces; los hombres y las mujeres piernas. Y con ellas cruzan la barrera de la estulticia delimitada con alambradas que son las fronteras “. Fernando Savater, él mismo lo manifiesta en su epílogo, se siente complacido, ha hecho un buen trabajo. Sin duda su obra Las preguntas de la vida entronca con la tradición divulgadora de nuestros mejores y más recientes filósofos entre otros: García Morente, a cuya Historia de la Filosofía tuvimos que acudir para conocer a Kant y otros pensadores; Ortega y Gasset que nos dejó en su libro: Qué es Filosofía un tesoro de claridad, de comprensión en término filosófico) y de elegante y de magnífica prosa; Julián Marías pozo inagotable de ciencia y conocimientos, que no se cansa con su prosa fluida y perfiles certeros de formular preguntas y ofrecer caminos para la reflexión. También Savater con su dominio del castellano (o español como se quiera), con su prosa recia, bella, espontánea y de decir y narrar certero, entra a formar parte del elenco de escritores vascos dominadores, diría amadores, del idioma en que escriben, y que por méritos propios sus páginas forman parte ya de la Historia de la Literatura: Maeztu, Unamuno, Pío Baroja, Celaya, etc. Es preciso añadir que al final de cada capítulo el autor formula una serie de preguntas bajo el título: Da que pensar... Esas interrogaciones que, en cierto modo, también contienen iniciales respuestas, pueden y deben servir no sólo para adherirse al pensamiento del filósofo sino para disentir e intentar vislumbrar el camino personal, ya que como él mismo dice “quien no sea capaz de vivir en las incertidumbres hará bien en no ponerse a pensar”. Filosofar no debería salir de dudas, sino entrar en ellas. Las preguntas de la vida, que, como libro de pensamiento, responde al propósito manifestado por el autor, debe servir para que los alumnos se inicien en el estudio de la Filosofía; pero además me atrevo a decir, que no debería faltar en la biblioteca o en la mesilla de noche de todo titulado, de toda persona con inquietudes humanísticas, de los científicos agobiados por el poso de la realidad, por todo ser humano que piense, como Eddie Ferrero, que “avanzamos con dificultad a través de preguntas y respuestas que nos llegan hasta la cintura; han inundado el mundo, hay tantas que si logramos emparejar unas pocas es un buen avance... “. Para terminar quiero traer aquí dos pensamientos recogidos por Fernando Savater. El primero está reflejado en una frase de Goethe: “saberse amado da más fuerza que saberse fuerte”, sin amistad, sin la simpatía civil, sin la filia, sin el amor la humanidad se atrofia y quedamos en manos de la inhóspita ley de la jungla. El segundo: que el hombre no vive para la muerte o para la eternidad, sino para alcanzar la plenitud de la vida en la brevedad de tiempo. La mayor dificultad para alcanzar la plenitud vital se deriva de la certeza de morir, viene de la desesperación que engendra: el miedo, la avidez y el odio; pero, frente a la muerte y a la desesperación, surge la alegría (“no conozco otra gracia de haber nacido”, dijo otro filósofo), como capacidad creadora que afirma y asume la vida frente a la muerte, frente a la desesperación: En recordar esto, diría nuestro autor, consiste la única lección de la ética. Por eso Spinoza al hombre recto le llamó “alegre”. Y sabio. [1] - [2] |