La historia del Ballet Real de Suecia

Desde sus orígenes hasta la celebración de su 225 Aniversario (Estocolmo, Junio de 1998)

por GONZALO FERNANDEZ, Universidad de Valencia

A la memoria de Juan Luis Bardisa, amigo dilectísimo.

El Ballet Real Sueco nace en tiempos de Gustavo III (1746 – 1792). Su génesis se vincula a la fundación de la Ópera Real en 1773 pues Gustavo III añade un cuerpo y una escuela de baile a sus actividades canoras. En la Suecia anterior existen danzas folklóricas y cortesanas. La Crónica de Eric del siglo XIV alude a la celebración de un baile caballeresco en 1280. En el reinado de Cristina (1625 – 1654) el ballet cortesano se desarrolla.

Pero ello sólo supone la prehistoria de la danza sueca. Un ballet profesional, en el hodierno sentido del término, sólo surge en aquel país con el orto en 1773 de la Ópera Real que siempre es la casa de dicho conjunto de baile: primero en el viejo teatro que Frederick Adelcrantz concluye en 1782; a partir de 1898 en el Kungliga Teatern diseñado por Axel Anderberg.

Se distinguen en la trayectoria del Ballet Real Sueco cuatro épocas de esplendor y dos períodos algo más oscuros. Sus momentos de auge se sitúan en los comienzos, el romanticismo, los años 1906 – 1930 y la etapa que se inicia en la década de 1950. Etapas mediocres (bien que no merezcan el calificativo de malas) son la segunda mitad del siglo XIX y el ventenio 1930 – 1950.

La primera época se caracteriza por el repertorio francés y la consolidación de una escuela sueca de danza por los esfuerzos de dos maestros foráneos: Antoine Bournonville y Filippo Taglioni. En esta escuela se forman Charles Louis Didelot y Per Christian Johansson. Sin embargo acaban cambiando Estocolmo por San Petersburgo.

El ballet romántico sueco ofrece dos notas. La primera consiste en la incorporación del acervo folklórico por Anders Slinder, uno de los maestros de danza más antiguos nacidos en el reino de las nieves eternas como denominaba a Suecia el genio oratorio de don Emilio Castelar.

Esa labor de Slinder recoge el interés romántico por el hallazgo del Volksgeist o espíritu de cada pueblo que se manifiesta en la lengua, la historia, el derecho, la música, el arte y el folklore. Responde al mismo espíritu que impulsa a los Hermanos Grimm, dos severos profesores de Filología Alemana de la Universidad de Gotinga, a recoger la herencia oral que luego dejan plasmados en esos cuentos que hicieron la delicia de nuestras infancias.

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