continuación: viene de la pág 1

La obra ofrece un panorama exacto del Imperio Otomano en la tercera década del siglo XIX. Ideológicamente es heredera del Genio del Cristianismo de Chateaubriand que apareció en 1802. Tal parentesco se observa en sus opiniones acerca de la existencia de instinto adivinador y profético en la “mens divinior” de los poetas (pág. 26), su consideración de Elías como “gigante de los bardos sagrados” (pág. 74) o este juicio en torno a David (pág. 138): “Todos los gemidos más secretos del corazón humano han encontrado su voz y sus notas en los labios y en el arpa de este hombre, y si se remonta uno a la época en que resonaron esos cánticos sobre la tierra, si se reflexiona que entonces la poesía lírica de las naciones más cultas no cantaba más que el vino, el amor, la sangre y las victorias de las musas y de los corceles en los juegos de la Élide, queda uno asombrado con los acentos místicos del Rey-profeta que habla al Dios creador, como un amigo a otro amigo, que comprende y alaba sus maravillas, que admira sus justicias, que implora sus misericordias y que parece un eco anticipado de la poesía evangélica, repitiendo las dulces palabras de Cristo antes de haberlas oído. Bien sea o no mirado como profeta, según lo consideren el filósofo o el cristiano, ninguno de los dos podrá negar al poeta-rey una inspiración tal como no ha sido concedida a ningún hombre. Leáse a Horacio o a Píndaro después de un salmo. Por lo que a mi toca, me es imposible”.

Página Principal
Atrás