De todas las buenas cosas que he descubierto, la que menos quisiera perder es la alegría del conocimiento , cosa que quizá hayas tú empezado a sospechar. Pero ahora tengo que elevarme, en unión de mi hijo Zaratustra, hacia una alegría mucho más alta que la que hasta ahora he podido expresar con mis palabras. La felicidad que testimoniaba La Gaya ciencia era esencialmente la de un hombre que empezaba por fin a sentirse maduro para una gran labor, y en el que comenzaba a desaparecer la duda de su derecho a emprenderla. Lee nuevamente la página 194 y la poesía siguiente. En general todo el libro está lleno de párrafos, en los que se dice ¡ Llegó la hora! Celebremos aún una pequeña fiesta con cánticos y danzas. Lo que en realidad hizo mi desgracia durante los dos inviernos pasados, fue el haber creido encontrar un hombre cuya labor era igual a la mía. Sin tal precipitada creencia no me hubiera hecho ni me haría sufrir tanto la sensación de mi aislamiento y todo lo que con él se relaciona, desprecio e incomprensión, pues estaba preparado a emprender sólo mi travesía y llegar así hasta el fin de mis descubrimientos. Pero en cuanto soñé no estar solo, el peligro se hizo enorme. Aun ahora hay momentos en que no se soportarme a mí mismo. Mi otra desdicha fue el mal tiempo extraordinario que me deprimió durante todo el verano e invierno pasados. Estoy hecho para la luz y ella es lo único que no puede faltarme ni serme por nada sustituida. Necesito la plenitud de luz de un alegre cielo. Por esto no fue acertada mi permanencia en Génova. He hallado en una estadística que esta ciudad no goza en todo el año de muchos más días puros que Niza en sólo los seis meses de invierno. Inmediatamente he preparado mi viaje. En cuanto domine el español, quizá el próximo invierno, seguiré mi peregrinación hasta Valencia. Un hombre tan modesto en alimentación y vestuario, como tu amigo Nietzsche, vive en todas partes bien y a poco coste.
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