LAS OBRAS MAESTRAS DE LA ESCULTURA GRIEGA

DEL ESTILO BELLO

POR GONZALO FERNÁNDEZ, Universidad de Valencia

En la historia de la escultura griega se distinguen estas etapas: la arcaica (600 – 480 a.C.), la clásica (480 - 323 a.C.) y la helenística (323 – 30 a.C.). A su vez en la época clásica se distinguen tres subperíodos: momento de transición o preclásico (480 – 450 a.C.), clasicismo pleno o estilo severo (450 – 400 a.C.) y manierismo o estilo bello (400 – 323 a.C.). En este artículo voy a estudiar las principales esculturas griegas tanto de bulto redondo como en relieve pertenecientes al estilo bello.

 

Caracteres generales del estilo bello.

El arte griego del siglo IV a.C. es algo distinto con relación al de la centuria precedente. Atenas va perdiendo progresivamente su hegemonía cultural tras la derrota en la Guerra del Peloponeso. Ello se transmite a la arquitectura de la cuarta centuria en la que tres de sus obras maestras son la Linterna de Lisícrates, el Artemision de Éfeso y el Mausoleo de Halicarnaso. La primera aún se erige en Atenas. Las dos últimas (por desgracia no conservadas) se hallaban en la Asia Menor aunque en ellas trabajaron artistas helenos. Así se prefigura el reemplazo absoluto de Atenas por diversas ciudades foráneas a la Hélade (vg. Pérgamo o Alejandría) a la cabeza de las tareas arquitectónicas que sucede en el período helenístico.

En el siglo IV a.C. se pierden los ideales clásicos de la proporción y el punto de vista unívoco del espectador. Principia un manierismo ya que se trabaja a la manera de los grandes artistas del siglo V a.C. y se tienden a difundir y popularizar las tendencias de la centuria anterior. Esto indujo al gran historiador alemán del siglo XVIII Joseph Joachim Winckelmann a calificar al arte griego del siglo IV a.C. de estilo bello por oposición al estilo severo. Sus representantes no están a la altura del estilo clásico. Sin embargo conservan muchos de sus rasgos bien que no sean capaces de hacer aquellas estatuas colosales del siglo V a.C. que llevaban veinte años de trabajo como la Atenea Partenos o el Zeus de Olimpia hechas por Fidias.

La génesis del arte bello no puede separarse de la resurrección económica de Atenas después de su fracaso en la Guerra del Peloponeso (431 – 404 a.C.). Con enorme pragmatismo los atenienses se dan cuenta de la urgencia de renunciar a los viejos anhelos hegemónicos de los demócratas imperialistas y que han de centrarse en el logro de la simple prosperidad económica. Los inicios del siglo IV a.C. contemplan el término de la tremenda depresión ocasionada por la antedicha Guerra del Peloponeso. Se arbitran nuevos mecanismos que favorecen las actividades mercantiles. Los dos principales son el afincamiento en Grecia de la banca de depósito que los helenos adoptan del Imperio Persa de los Aqueménidas y la invención de la letra de cambio. Esa novedad postrera acarrea un eficacísimo sistema de pago sin los riesgos derivados del transporte de capitales. Ciertamente la hegemonía política y castrense de Grecia es desempeñada en el siglo IV a.C. por Esparta, Tebas y Macedonia de forma sucesiva. No obstante el comercio y la banca atenienses viven un momento de esplendor. Tal auge permite a la ciudad crear una viable y provechosa confederación marítima en 371 a.C. bien que desprovista de los sueños imperialistas de la anterior Liga Ático-Délica.

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