continuación: viene de la página 2

El frontal de Aviá.

Se fecha en las postrimerías del siglo XII. Esta pintura se dispone por medio de fajas. Ello supone un nuevo avance respecto a la plena pintura románica. Aquí predominaba el sistema cristalino que se unía a la costumbre de yuxtaponer las figuras, la renuncia a la perspectiva y la ordenación a la inversa de suerte que es necesario leer las escenas de derecha a izquierda pese a aparecer las inscripciones en el orden normal de izquierda a derecha. La suma de esos factores acarreaba la desaparición del sentido narrativo en el Románico Pleno con lo que los comentaristas modernos pueden enfrentarse con algunas dificultades a la hora de atribuir a qué escena pertenece cada figura. Estos problemas desaparecen en el Frontal de Aviá que anticipa la manera gótica de leer las escenas a guisa de comic .

La Virgen ocupa el centro del Frontal de Aviá. La imagen de Nuestra Señora puede calificarse de Virgen Kyriotissa (sentada y en una actitud rígida y frontal respecto a los espectadores) pero no así el Niño que se escapa de la frontalidad típica de ese modelo iconográfico y tiende a la Madre con lo que se acerca al modelo también bizantino de la Virgen Eleousa Glykophilousa donde la Madre del Unigénito juega con su Divino Hijo.

La Virgen del Frontal de Aviá reúne otros aspectos de interés. Uno es el deseo de su anónimo artista de insistir en su carácter de mujer casada al llevar una toca. El otro reside en la simbología de los colores azul y rojo de su vestido. El azul se une a la idea de Dios. El rojo se vincula al principio de la compassio Matris por el que Maria es copartícipe de la Pasión de su Hijo. Así el Frontal de Aviá preconiza que Nuestra Señora participa tanto de la Naturaleza Divina como Humana de Jesús. La compassio Matris del Frontal de Aviá anticipa la costumbre gótica de disponer juntas las caras de la Virgen María y Jesús cuyas vidas se consideran por tanto paralelas.

Dentro de las escenas representadas es muy importante la Adoración de los Magos de Oriente. Es la primera vez que aparecen los Tres. Hacia 1130 el Maestro de Santa María de Tahull había pintado la Epifanía en los frescos de la ermita de Santa Cruz de Maderuelo, que se conservan en el Museo del Prado en Madrid, concretamente en la parte inferior del fondo junto al altar . Pero allí se ve a un único Mago por la idea tan cara a los artistas románicos de que un Mago puede representar a los tres de idéntico modo al simbolismo de un bosque a través de un solo árbol.

En cambio el Maestro del Frontal de Aviá representa a los tres y de raza blanca pues el Rey Negro no aparece hasta 1420 aproximadamente. En el Frontal de Aviá un mago es blanco, otro adulto y el tercero joven. Así se reflejan las tres edades del hombre. También se aprecia un simbolismo en los regalos. En ellos el oro es un trasunto de la realeza, el incienso de la sacralidad y la mirra de la vida eterna. En general el artista románico preferirá siempre representar la Epifanía a la Adoración de los Pastores por considerar que el primer acontecimiento se refiere al anuncio de la Primera Venida de Cristo a los gentiles y el segundo exclusivamente a los judíos. Otro elemento es la genuflexión que inicia el Mago anciano del Frontal de Aviá con la que se reconoce la Divinidad del Niño Jesús.

La genuflexión es una costumbre que nace en el Imperio Persa de los Aqueménidas para saludar a su titular al que se conoce por Gran Rey o Rey de Reyes . Los griegos la llaman proskynesis . Con la genuflexión se hace hincapié en la diferencia que separa al soberano aqueménida de sus súbditos. En el ceremonial palatino de Persia equivale a la cortina que protege al Gran Rey de ser visto por el común de las poblaciones sujetas a su cetro. Cuando Alejandro Magno conquista Irán se considera el heredero legítimo de los aqueménidas y asume el rito palaciego de la proskynesis , lo que origina enormes protestas entre sus viejos compañeros macedonios y griegos. En el Imperio Romano Diocleciano y Maximiano la exigen como saludo a los augustos. H. Grégoire atribuye la persecución que ambos emperadores desatan contra la Iglesia a la negativa de los cristianos a someterse a esta norma. Ello no parece cierto pues la genuflexión continúa en vigor con los emperadores cristianos posteriores.