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Llegó la desposada apenas, cuando
feroz, ardiente muestra
hicieron dos robustos luchadores
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de sus músculos, menos defendidos
del blanco lino que del vello obscuro.
Abrazáronse, pues, los dos, y luego,
humo anhelando el que no suda fuego,
de recíprocos nudos impedidos,
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cual duros olmos de implicantes vides,
yedra el uno es tenaz del otro, muro:
mañosos, al fin, hijos de la tierra,
cuando fuertes no Alcides,
procuran derribarse y, derribados,
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cual pinos se levantan arraigados
en los profundos senos de la sierra.
Premio los honra igual, y de otros cuatro
ciñe las sienes glorïosa rama,
con que se puso término a la lucha.
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