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De una
encina embebido en lo cóncavo, el joven mantenía la vista de hermosura, y el oído de métrica armonía. |
270 |
El peregrino, al ver a las serranas, se esconde en el
hueco de una encina para observarlas. Según el criterio moderno
puede parecer una actitud poco decente (de mirón), pero en la
época
era al revés: las mujeres no iban a hacer nada deshonesto al
aire
libre que el joven no pudiera ver, mientras que si se acercaba a un
grupo
de mujeres solas, la situación sería embarazosa: un joven
de la corte, con todo el poder de seducción que conllevaba su
rango
y su hermosura, no debía estar a solas con mujeres jovenes. De
hecho,
los siguientes versos corroboran que el peregrino se esconde mientras
trata
de explicarse qué hacen esas mujeres solas y busca la presencia
de algún hombre para poder acercarse sin dar lugar a
habladurías.