ANTERIOR
LA SUCESIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA
SIGUIENTE

Cuando el conde de Borgoña, Felipe el Hermoso, tras haber sido reconocido como heredero de las coronas de Castilla y Aragón, partió de Barcelona hacia Flandes, Fernando el Católico le encargó que visitara al rey Luis XII de Francia para sellar un tratado de paz que terminara con las tensiones generadas por la guerra de Nápoles. Sin embargo, Felipe decidió hacer caso omiso de las instrucciones de su suegro y firmar su propio tratado con el francés. En septiembre de 1504, Luis XII, Felipe el Hermoso y su padre, el emperador Maximiliano I, firmaron el tratado de Blois. En él se preveía el matrimonio de Carlos, el hijo y heredero de Felipe, que tenía entonces cuatro años, con Claudia, la hija de Luis XII, de cinco años, los cuales recibirían como dote el reino de Nápoles. Además, a cambio de una suma de dinero, Maximiliano I reconocía a Luis XII como duque de Milán (territorio que teóricamente formaba parte del Sacro Imperio Romano, aunque esto sólo tenía importancia ahora que Luis XII necesitaba legitimar su ocupación).

Mientras tanto, Juana, la esposa de Felipe, empezaba a dar muestras de desequilibrio mental, y su madre se vio obligada a dejarla marchar junto a su marido. Isabel la Católica estipuló en su testamento (sólo para el caso en que Juana se halle ausente, o no pueda o no quiera gobernar) que Fernando el Católico actuaría como regente hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos. La reina prohibió expresamente que los cargos políticos se encomendaran a personas que no fueran castellanas de condición. Isabel I murió el 26 de noviembre, a sus cincuenta y tres años. Fernando el Católico se acogió a las condiciones del testamento y asumió el gobierno de Castilla, mientras trataba de que las cortes reconocieran la incapacidad de su hija para gobernar. El rey contó con el apoyo de las ciudades, pero una buena parte de la nobleza castellana, reprimida férreamente en vida de la Católica, vio ahora la posibilidad de recuperar sus antiguas libertades y apoyó a Felipe el Hermoso como legítimo rey de Castilla.

En enero de 1505 las cortes de Toro aprobaron el testamento de la reina y Fernando el Católico fue reconocido como regente en ausencia de Juana, en medio de la hostilidad declarada de la nobleza.

Allí mismo, Fernando reunió la llamada Junta de Toro, en la que participaron Américo Vespucio y Vicente Yáñez Pinzón. Vespucio había combinado los datos obtenidos por él mismo con los de otros exploradores para perfilar un mapa de (la costa de) las llamadas Indias Occidentales. Era evidente que las costas que habían explorado no tenían nada que ver con los datos conocidos sobre el Extremo Oriente, tanto a través de los relatos de Marco Polo como de las recientes exploraciones portuguesas, por lo que el florentino defendía con vehemencia la teoría que Colón se negaba a aceptar: que las Indias Occidentales no eran las Indias, sino un continente nuevo que se interpone entre Europa y Asia por el oeste. Si esto era así, tenía que haber otro océano que separara las Indias Occidentales de las Indias Orientales, y sería posible acceder a éstas rodeando aquéllas, del mismo modo en que los portugueses habían rodeado África.

Más aún, de acuerdo con la información recabada por los portugueses, a la que Vespucio había podido acceder, las especias provenían de Moluco, un lugar situado mucho más al este de las regiones alcanzadas por Portugal. Para llegar hasta allí, los portugueses tenían que atravesar un océano dominado por los musulmanes y otras potencias hostiles, y tal vez la ruta occidental, una vez bordeadas las Indias Occidentales, fuera más corta y más segura. El dilema que se abría entonces era si, para bordear las Indias Occidentales, convenía navegar hacia el norte, hacia Honduras, que era lo que sugería Pinzón, o hacia el sur, que era la apuesta de Vespucio. No obstante, este dilema quedaría sin resolver durante algún tiempo, ya que la tormenta política desatada por la muerte de Isabel la Católica impidieron de momento al rey Fernando II destinar recursos a las exploraciones marítimas.

Mucho menos estaba el rey para atender el memorial que Diego Colón, el hijo del almirante, presentó a la corona de Castilla para que se le otorgara la administración de las Indias, de acuerdo con lo estipulado en las capitulaciones de Santa Fe.

Alonso de Ojeda, a pesar del desastre de su última expedición, todavía se encontró con ánimos de emprender una nueva, de la que no se sabe gran cosa, pero que tampoco fue afortunada.

El rey Manuel I de Portugal nombró a Francisco de Almeida virrey de Cochin. Éste construyó fuertes en la costa africana para servir de base a las actividades portuguesas en el océano Índico. Cuando llegó a Cochin, fomentó una revuelta que dio el poder a un monarca favorable a los portugueses, ya que les debía el trono. Consolidado el asentamiento en Cochin, se enfrentó al príncipe de Calicut y derrotó a su flota. Más tarde, una parte de la flota portuguesa, capitaneada por le hijo de Almeida, se enfrentó al sur de Bombay con la flota del sultán de Egipto. Esta vez los portugueses fueron derrotados y el hijo de Almeida murió en el combate. Los portugueses desembarcaron por primera vez en Ceilán, junto a un pueblo de pescadores cingaleses llamado Kolamba, pero que los portugueses convirtieron en Colombo. Allí establecieron un fuerte y una factoría dedicada al cultivo de especias. Mientras tanto, Alfonso de Albuquerque exploraba la isla de Madagascar.

Ese año murió Ivan III el Grande, el gran príncipe de Moscú. Fue sucedido por su hijo Basilio III.

Tras la muerte de su padre, Alfonso de Este y su esposa, Lucrecia Borgia, se convirtieron en los nuevos duques de Ferrara. Entre sus protegidos se encontraba el humanista veneciano Pietro Bembo, que tenía a la sazón treinta y cinco años, y acababa de terminar Gli asolani, obra en prosa, dedicada a Lucrecia, en la que desarrolla una teoría platónica sobre el amor.

Erasmo de Rotterdam se trasladó a París, donde en abril hizo publicar las Anotaciones al Nuevo Testamento, de Lorenzo Valla, que había encontrado el año anterior. Luego volvió a Inglaterra, donde reforzó su amistad con Thomas More y John Colet.

El rey Alejandro I de Polonia promulgó la constitución conocida como Nihil noui, según la cual, el rey, los senadores y los diputados de las dietas decidían en común las leyes, los impuestos y el reclutamiento de tropas.

El rey de la Corona de Aragón, Fernando el Católico, necesitaba mantener a corto plazo el dominio sobre Castilla, ya que el reino de Nápoles, aunque teóricamente estaba bajo la soberanía aragonesa, seguía en manos de Gonzalo Fernández de Córdoba y sus hombres de confianza, mayoritariamente castellanos. Por ello puso en juego sus habilidades diplomáticas. En primer lugar, el 24 de septiembre firmó la concordia de Salamanca con Felipe el Hermoso (representado éste por un embajador), en la que hizo de mediador (teóricamente imparcial) el arzobispo de Toledo, Francisco Jiménez de Cisneros. El acuerdo reconocía a Felipe y Juana como reyes de Castilla, y a Fernando como gobernador a perpetuidad, de modo que la administración de justicia y las rentas se repartían entre los tres, mientras que la provisión de cargos había de hacerse alternativamente.

Esto favorecía sin duda a los intereses de Fernando II, pero no tardó en dar un paso más, y así, el 12 de octubre firmó con Luis XII el segundo tratado de Blois, que rompía el que el año anterior había firmado el rey francés con el emperador Maximiliano I y su hijo Felipe. En virtud de este tratado, el rey Católico se comprometía a pagar a Luis XII medio millón de ducados en concepto de indeminización por la guerra de Nápoles, ambos monarcas prometían guardar paz y amistad perpetuas, y se concertaba el matrimonio de Fernando con Germana de Foix, sobrina de Luis XII, que tenía entonces diecisiete años. El rey francés cedía a su sobrina sus derechos sobre el reino de Nápoles, así como el título de rey de Jerusalén, con la condición de que, si Germana no tenía descendencia masculina con Fernando, estos derechos revertirían a la corona francesa.


Así Fernando II tenía un margen razonable para hacerse con el control efectivo del reino napolitano sin temor de que Luis XII pudiera encontrar un buen momento para arrebatárselo. Por su parte, Luis XII también quedó satisfecho, ya que, si Fernando II tenía un hijo con Germana, la Corona de Aragón, Nápoles incluido, quedaría bajo la soberanía de un rey menor de edad bajo la tutela francesa.

Alberto Durero terminó una serie de grabados en madera sobre La vida de la Virgen, y pintó La adoración de los Magos. A finales de año marchó a Venecia, donde ya se falsificaban sus grabados.

Rafael viajaba por Italia para perfeccionar sus técnicas. Tras respectivas estancias en Siena y Urbino, ahora se encontraba en Florencia, donde se familiarizó con el sfumato de Leonardo da Vinci, y lo aplicó en la Madona del gran duque. También son de esta época dos tablitas pintadas al óleo con San Miguel y San Jorge.

Por esta época Leonardo pintó la que se considera su obra maestra, el retrato de Monna Lisa, la esposa del florentino Francesco de Giocondo. La sonrisa desenfadada de la Gioconda contrasta con la seriedad típica de los retratos al uso.

En Venecia, empezaba a destacar un joven pintor de veintiocho años llamado Giorgio da Castelfranco, aunque era más conocido como Giorgione. Era discípulo de Giovanni Bellini, y acababa de pintar el óleo conocido como la Pala de Castelfranco, en el que destaca el novedoso tratamiento de la luz y la tonalidad.

El 21 de enero de 1506 entraron en Roma ciento cincuenta soldados suizos reclutados por Pietro von Hertenstein por encargo del Papa Julio II para convertirse en su guardia personal. El encargo había sido hecho el año anterior, y el propio Miguel Ángel había sido el encargado de diseñar un uniforme para el que desde entonces es conocido como el Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia.

Unos días antes, Felipe el Hermoso, al que ya podemos llamar Felipe I de Castilla, había zarpado de Flandes para tomar posesión de su reino, pero antes hizo escala en Inglaterra, donde se entrevistó con el rey Enrique VII dispuesto a compensar el fracaso de sus acuerdos con el rey Luis XII de Francia. El 9 de febrero firmaron una alianza, refrendada por el compromiso de matrimonio entre el monarca inglés y Margarita, la hermana de Felipe I (que ya había estado casada con el hijo de los reyes Católicos y con el duque de Saboya), así como el de Carlos, el hijo de Felipe I, con María, la hija de diez años de Enrique VII.

El 18 de abril, el Papa Julio II bendijo la primera piedra de la nueva basílica de san Pedro. Bramante había desechado la tradicional planta de cruz latina en favor de una cruz griega (con los cuatro brazos iguales), coronada por una monumental cúpula de cuarenta metros de diámetro.

El 19 de mayo murió Cristóbal Colón. La tradición de que murió en la pobreza no tiene fundamento. Al contrario, sus dos hijos, Diego y Hernando, recibieron sustanciosas rentas como herencia. El rey Felipe I reconoció a Diego su derecho a la décima parte de los impuestos que la corona recibía de las Indias. Por su parte, Hernando pasó el resto de su vida viajando por Europa entregado a la compra de libros.

Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís emprendieron un nuevo viaje en el que rodearon Cuba (demostrando que era una isla, lo que hasta entonces no estaba confirmado) y exploraron la costa continental hacia el norte.

El Papa Julio II, a petición del rey Manuel I el Afortunado de Portugal, ratificó la línea divisoria estipulada por tratado de Tordesillas, que ponía a Brasil bajo soberanía portuguesa, al contrario de lo que sucedía con la línea trazada por el Papa Alejandro VI.

El portugués Alfonso de Albuquerque conquistó la isla de Socotora, que domina la entrada al mar Rojo, desde donde trató de cortar el suministro de especias a los mercaderes venecianos. En la expedición participó el castellano Juan de Nova, pero desertó y marchó a Cochin.

Andrea Doria acabó de someter la isla de Córcega para Génova y desde entonces se dedicó a perseguir navíos turcos por el Mediterráneo.

Tras haberse instalado en la corte castellana, el 20 de junio se entrevistaron el rey Felipe I de Castilla y el rey Fernando II de Aragón. El encuentro fue tormentoso y supuso la ruptura de la concordia de Salamanca. Pocos días después firmaron los acuerdos de Villafáfila, por los que Fernando II renunciaba al gobierno de Castilla y reconocía la incapacidad de su hija Juana, ya conocida como Juana la Loca, aunque de esto último no tardó en retractarse.

Superado el periodo de hambre, el rey azteca Moctezuma II inició una nueva campaña de conquistas en la que derrotó a mixtecas y zapotecas.

Nicolás Copérnico dio por finalizados sus estudios en Italia y regresó a Polonia, donde desempeñó el cargo de secretario y médico personal de su tío, el obispo de Ermeland.

En septiembre, Erasmo de Rotterdam llegaba a Turín, en compañía de los hijos del médico (italiano) del rey Enrique VII de Inglaterra. Allí se doctoró en teología.

Otro humanista, el alemán Johannes Reuchlin, publicó su De rudimentis hebraicis, el primer tratado europeo moderno sobre la lengua hebrea.

El 25 de septiembre murió el rey Felipe I de Castilla, de un síncope tras un partido de frontón. Tenía entonces veinticuatro años. La camarilla de Felipe I trató de que su hijo Carlos fuera reconocido como rey de Castilla, bajo la regencia del emperador Maximiliano I, pero el arzobispo Cisneros logró el apoyo de la nobleza castellana para que se reconociera a Juana la Loca como reina. Ahora bien, Juana se negó a firmar ningún documento y encabezó un cortejo fúnebre que paseó el cadáver de Felipe I por toda Castilla, hasta que se decidió a enterrarlo en el convento de Santa Clara de Tordesillas. Donde permaneció retirada. Mientras tanto, Cisneros había constituido una junta de regencia presidida por él mismo. El joven Carlos, a sus seis años, heredó el título de conde de Borgoña y su tía Margarita gobernó los Países Bajos como regente.

También murieron ese año:

En octubre, César Borgia pudo escapar del castillo de la Mota, donde permanecía cautivo, y se refugió en la corte de su cuñado, el rey Juan III de Navarra.

En una carta fechada el 18 de octubre, Alberto Durero, que seguía en Venecia recibiendo toda suerte de agasajos, escribe pensando en su regreso a Alemania: ¡Cómo temblaré de frío añorando el sol! Aquí soy un señor, en casa un parásito. En otra carta anuncia un viaje a Bolonia "En cuya ciudad, un hombre [Luca Pacioli] va a enseñarme los secretos de la perspectiva."

Rafael seguía en Florencia, donde había pintado un autorretrato y varios retratos, como el de Guidobaldo de Montefeltro, el de Agnolo Doni y el de su esposa. Éste último está claramente inspirado en La Gioconda, de Leonardo, aunque la corpulencia de la dama le dejó poco espacio para el paisaje de fondo.

Gonzalo Fernández de Córdoba había nombrado gobernador de Nola al que fuera secretario del rey Fernando II de Nápoles. Tenía ya más de cincuenta años y se llamaba Benedetto Gareth, pero desde su juventud se hacía llamar Cariteo (amigo de las Gracias), ahora publicaba su Endimión, la colección completa de sus poesías: sonetos, canciones, sextinas y baladas. Más de la mitad son poemas amorosos dedicados a una dama noble a la que llama Luna. Los demás son políticos (elogios a la actuación de la casa de Aragón en Nápoles) o de tipo histórico (retratos de personajes ilustres).

Francisco Jiménez de Cisneros, el arzobispo de Toledo logró que la junta de regencia solicitara al rey Fernando II de Aragón que se hiciera cargo de nuevo del gobierno de Castilla. Éste se encontraba a la sazón en Nápoles, donde había destituido a todos los funcionarios castellanos para sustituirlos por aragoneses. En 1507 dejó Nápoles para aceptar el ofrecimiento castellano, pero se hizo acompañar por Gonzalo Fernández de Córdoba, al que dio el título de duque de Sessa, pero no lo volvió a llamar para ninguna campaña militar. El Gran Capitán había reorganizado el ejército castellano-aragonés según los esquemas modernos suizos e italianos: la infantería volvió a convertirse en la base del ejército, apoyada por la caballería y la artillería.

Como recompensa, antes de abandonar Italia, Fernando el Católico consiguió del Papa Julio II el capelo cardenalicio para Cisneros. Tras destituir a Diego de Deza, nombró también inquisidor general a Cisneros. Dejando al nuevo Cardenal al frente de Castilla, Fernando el Católico regresó a Aragón. Cisneros orientó la política castellana hacia la conquista del norte de África y ese mismo año tomó Mazalquivir, en una campaña financiada en parte por la archidiócesis de Toledo.

César Borgia murió en Navarra, en una escaramuza entre beaumonteses y agramonteses. Su muerte supuso el declive definitivo de su familia. Algunos hijos bastardos de César, y otros parientes, se refugiaron en la corte de Lucrecia Borgia, en Ferrara. La única hija legítima de César, Luisa, vivió en Francia, donde entroncó con la casa de Borbón. Jofre, hermano de César, se instaló en el reino de Nápoles. Por otra parte estaba Juan de Borja, el duque de Gandía, que tenía ahora doce años.

También murió el franciscano san Francisco de Paula, a los noventa y un años.

El portugués Alfonso de Albuquerque conquistó la isla de Ormuz, que domina la entrada al golfo Pérsico.

Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa cruzaron una vez más el océano Atlántico y se instalaron en Santo Domingo.

Ese año un geógrafo alemán llamado Martin Waldseemüller publicó su Cosmographiae introductio, en la que presenta la información disponible sobre las nuevas exploraciones castellanas y portuguesas, siguiendo en gran medida los datos reunidos por Américo Vespucio y, en particular, aceptando su tesis de que las tierras descubiertas en Occidente no eran las Indias, sino un nuevo mundo al que, Waldseemüller bautizó con el nombre de América. En los años siguientes, este nombre convivió con el más genérico de Nuevo Mundo (acuñado por Vespucio en una de sus cartas) o el de Indias Occidentales, pero con el tiempo acabó imponiéndose en paralelismo con los de Europa, Asia y África. Es tradición considerar desafortunado que el nuevo continente no sea conocido hoy en día como Colombia, en honor a su descubridor, pero tampoco ha faltado quien observara que es significativo de la época que se diera más importancia al "descubridor intelectual" de América, esto es, a quien reunió datos suficientes y revisó los cálculos sobre el tamaño de la Tierra para conjeturar que las tierras descubiertas por Colón no podían ser Asia, antes que a su "descubridor material", que, al fin y al cabo, no hizo sino confiar pertinazmente en una serie de errores. Conviene apuntar que, desde que a Waldseemüller se le hizo notar que América había sido descubierta por Cristóbal Colón, éste así lo hizo constar en todos sus mapas, pero mantuvo el nombre de América.

El rey Segismundo I de Polonia inició una guerra contra el gran príncipe Basilio III de Moscú.

Desde Kabul, Báber trató de conquistar Jurasán, pero se le adelantó su adversario, el uzbeko Saybani Jan.

Durero había regresado a Nuremberg, donde pintó dos tablas con Adán y Eva, en las que se aprecia ostensiblemente la influencia italiana en su arte.

En Florencia, Rafael pintó ese año diversas composiciones marianas: la Madonna del Prado, La bella jardinera, La virgen del jilguero y La Sagrada Familia. También es de esta época el retrato conocido como La muda, que la crítica considera uno de sus retratos más logrados. En 1508 dejó inconclusa la Virgen del Baldaquino, pues marchó a Roma llamado con urgencia por el Papa Julio II, que le encargó la decoración de sus aposentos personales. El Papa no estaba contento ocupando los aposentos de Alejandro VI, decorados por el Pinturicchio, y puso en manos de Rafael cuatro salones, después de despedir a otros pintores que ya habían empezado el trabajo. Rafael tuvo que destruir viejos frescos de Piero della Francesca y Signorelli.

Mientras tanto, Miguel Ángel se puso manos a la obra con la capilla Sixtina. Había tenido que construirse sus propios andamios, ya que los preparados por Bramante le dejaban a oscuras.

El pintor veneciano Giorgione revolucionó la pintura veneciana al tomar la decisión de no efectuar bocetos previos de sus obras, sino que creaba cada composición directamente sobre la tabla o el lienzo. Esto le obligaba a veces a realizar correciones, pero sus obras ganaban en espontaneidad. En su óleo La tempestad, se han detectado mediante radiografías las distintas modificaciones que realizó el artista. También sorprende la falta de argumento de la composición, en la que se ve un joven con una lanza, una mujer amamantando a un niño (en otra zona, sin relación con el otro personaje), y un paisaje campestre con una población al fondo y un cielo nublado en el que salta un rayo. De esta época databan también unos frescos (hoy perdidos) para el Fondaco dei Tedeschi, en los que colaboró un discípulo suyo llamado Tiziano Vecellio.

Ese año Garci Rodríguez de Montalvo publicó en Zaragoza el Amadís de Gaula, que se convertiría en el libro de caballerías más leído en Castilla durante el siglo XVI. En realidad se trata de una refundición de un texto anterior que data del siglo anterior y que se conserva fragmentariamente.

El cardenal Cisneros, en calidad de inquisidor general, hizo encarcelar y juzgar a Diego Rodríguez de Lucero, el inquisidor de Córdoba, ante la unánime protesta de inquisidores y laicos. En un solo auto de fe había hecho quemar vivos a ciento siete herejes, y acciones como ésta debían multiplicarse por los diez años en que ejerció en el Santo Oficio. Se demostró la falsedad de sus acusaciones y se liberó a las víctimas que había encarcelado, pero se le permitió regresar a su canonjía de Sevilla, donde murió muchos años más tarde.

Una vez reafirmada su autoridad en Castilla, Fernando el Católico volvió a ocuparse de las Indias Occidentales y reunió la llamada junta de Burgos, a la cual asistieron Vicente Yáñez Pinzón, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y Juan Díaz de Solís. Tal y como ya había defendido en la junta de Toro, cuatro años atrás, Pinzón se mostró partidario de buscar un paso hacia las Indias Orientales "al oeste de las Antillas y al norte del ecuador". Ese mismo año fue enviada con tal fin una expedición comandada por él mismo y por Díaz de Solís. Américo Vespucio seguía sosteniendo que era mejor buscar por el sur el camino al origen de la ruta de las especias. Aunque no se impuso su criterio, Fernando el Católico creó para él el título de Piloto Mayor de la Casa de Contratación, el organismo, con sede en Sevilla, a través del cual la Corona controlaba el comercio y las exploraciones navales. Se le asignó la misión de actualizar las cartas marinas y preparar a los futuros pilotos de las naves.

La junta de Burgos concedió también el título de gobernador a dos exploradores: Alonso de Ojeda y Diego de Nicuesa. Al primero se le encargaba fundar una colonia en Tierra Firme, al oeste de Venezuela, que llevaría el nombre de Nueva Andalucía, mientras que el segundo debería instalarse más al oeste, en lo que se llamaría Castilla del Oro. Ojeda recibió en Santo Domingo la noticia de la aprobación del proyecto que había presentado, e inmediatamente empezó a preparar una expedición. Para ello se asoció con el bachiller Martín Fernández de Enciso.

La férrea mano de Nicolás de Ovando suscitaba cada vez más protestas hasta que, finalmente, fue juzgado en La Española, pero fue absuelto de todos los cargos. De todos modos, Fernando el Católico decidió relevarlo y nombró como nuevo gobernador a Diego Colón, el hijo del descubridor, que había cumplido los treinta años. No obstante, el título que se le concedió fue el de gobernador y no el de virrey, que era el que Colón reclamaba apelando a las capitulaciones de Santa Fe. Juan Ponce de León había ayudado a Ovando a extender el dominio castellano por La Española y ahora marchó a la isla que Colón había bautizado como San Juan, pero que era más conocida por el nombre que le daban los nativos: Borinquem. Allí entabló buenas relaciones con el cacique Agüeybana y fundó el primer asentamiento castellano en la isla, que recibió el nombre de Villa Caparra.

Mientras tanto, el monarca azteca Moctezuma II dirigió una campaña hacia el sur que, de haber tenido éxito, tal vez le hubiera puesto en contacto con los castellanos, pero tuvo que retirarse tras sufrir una gran derrota en Amatlán.

Los portugueses fundaron la ciudad de Mozambique en una isla cercana a la costa oriental africana, costa que acabaría recibiendo este mismo nombre. El rey Manuel I nombró virrey de las Indias a Alfonso de Albuquerque.

Giovanni Caboto había dejado un hijo llamado Sebastiano Caboto, que tendría ahora sobre los treinta años y emprendió un nuevo viaje a Terranova, a donde ya había viajado casi diez años atrás acompañando a su padre. Desde allí exploró hacia el sur la costa norteamericana.

Ese año murieron el duque de Lorena, Renato II, que fue sucedido por su hijo Antonio; el duque Alberto IV de Baviera, que fue sucedido por su hijo Guillermo IV y, cautivo en Francia, Ludovico Sforza, el derrocado duque de Milán.

Erasmo de Rotterdam pasó de Turín a Venecia, donde Aldo Manuccio publicó una nueva edición de sus Adagios, muy aumentados. Luego estuvo en Padua y en Siena.

La expedición de Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís regresó a Castilla después de haber explorado las costas de Tierra Firme, buscando sin éxito un paso hacia las Indias Orientales. Juan Díaz de Solís fue procesado y encarcelado por ciertas desavenencias que había tenido con Pinzón durante el viaje.

El Gran Capitán
Índice La colonización de las Indias