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LA BATALLA DE LEPANTO
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Juan de Austria, el hermanastro del rey Felipe II de España, tenía ya veintitrés años, y en 1568 el rey le encomendó una misión: limpiar de piratas el Mediterráneo occidental, labor en la que empezó a mostrar grandes dotes militares.

Los protestantes no eran los únicos herejes que preocupaban a Felipe II. Los descendientes de los musulmanes que permanecieron en España después de la reconquista habían sido forzados a convertirse al cristianismo, es decir, a convertirse en moriscos, aunque la mayoría de ellos seguía practicando, más o menos secretamente, el islam. Vivían en el campo o en barrios separados de las ciudades (morerías). Ante el temor de que pudieran mantener relaciones con los piratas berberiscos, se les había prohibido la tenencia de armas, lo que había llevado a muchos de ellos a retirarse a los montes y darse al bandolerismo. Ahora el rey puso en vigor una orden de Carlos V, que había permanecido sin aplicar durante más de cuarenta años, por la que se les prohibía hablar o escribir la lengua árabe (la única que conocían muchos de ellos) y el uso de sus vestidos tradicionales. Se les obligaba a mantener abiertas las puertas de sus hogares y a sus mujeres a llevar el rostro descubierto.

La mayor concentración de moriscos se encontraba, lógicamente, en el reino de Granada. Éstos apelaron a los términos de la capitulación de Boabdil, pero ningún cristiano parecía acordarse de ella. El capitan general de Granada, que a la sazón era Íñigo López de Mendoza, marqués de Mondéjar (hijo del que fuera virrey del Perú, Antonio de Mendoza) abogó ante el rey por los moriscos, pero todo fue inútil. Finalmente, en diciembre estalló una sublevación dirigida por Hernando de Valor, que se decía descendiente de los Omeyas y abjuró del cristianismo adoptando el nombre de Abén Humeya. Los moriscos le dieron el título de rey.

Unos bandoleros conducidos por Fárax Abenfárax entraron en la ciudad de Granada y trataron de sublevar a los moriscos que vivían en ella, pero fracasaron, con lo que la rebelión se centró en la región rural, bien protegida por las montañas, conocida como la Alpujarra. Los sublevados contaban con diversos puertos por donde recibían armas y alimentos del norte de África. En Almería se llegó a cambiar un esclavo cristiano por un arcabuz. Saquearon iglesias y conventos y, parodiando a la Santa Inquisición, metieron cristianos en calderas de aceite hirviendo. Felipe II envió 2.500 soldados a Granada y obligó a conducirlos al marqués de Mondéjar.

Abén Humeya pidió ayuda a Estambul, mientras que Mondéjar recibió como refuerzo un ejército capitaneado por el marqués de los Vélez, adelantado de Murcia, cuyos hombres hicieron tales estragos entre los moriscos que hasta los más pacíficos acabaron por unirse a la rebelión, incluso mujeres y niños.

En 1569 el duque de Alba escribía al rey Felipe II de España que el príncipe de Orange era un hombre perdido, sin influencia ni dinero. Pero él tampoco tenía dinero, porque Zelanda (la región isleña a la desembocadura del Rin) se convirtió en la guarida de los llamados gueux de mer, marinos y pescadores convertidos en piratas gracias al apoyo inglés, que interceptaban los convoyes de oro que llegaban desde España. El duque tuvo que imponer en Flandes un impuesto del décimo de cualquier compra o venta. Los comerciantes protestaron, pero el duque los acalló ahorcando a unos cuantos.

Menos éxito tenía el marqués de Mondejar en la lucha contra los moriscos granadinos, tal vez porque comprendía en parte lo desesperado de su situación y nunca desperdiciaba la ocasión de llegar a una solución negociada. Por ello, el rey Felipe II aceptó la petición de Juan de Austria de ponerlo al mando. Llegó a Granada acompañado de Luis de Requesens y del duque de Sessa, e inmediatamente siguió el consejo de éste de trasladar a los pueblos los moriscos de la ciudad para mantener segura la capital. En julio, el marqués de los Vélez derrotó a Abén Humeya en Válor, pero los moriscos no tardaron en recibir el apoyo de tres mil berberiscos venidos de Argel.

Miguel López de Legazpi había conquistado ya la mayor parte de las islas Filipinas, pero encontró una fuerte oposición en la de Luzón, donde halló una ciudad fortificada, importante centro comercial, dividida en dos partes por el río Pasig. Una parte estaba gobernada por el rajá Solimán, y la otra por el rajá Lacándola. Ese año, López de Legazpi fue nombrado gobernador y capitán general de las Filipinas.

Juan Ortiz de Zárate, que el año anterior había sido nombrado en Lima gobernador del Río de la Plata, había marchado a España, donde firmó con la Corona unas capitulaciones que le concedían jurisdicción sobre un extenso territorio. Se dispuso entonces a organizar una expedición de conquista.

El emperador Maximiliano II firmó una tregua de ocho años con los turcos, para lo cual tuvo que comprometerse a pagarles un tributo anual, lo cual no impidió que los turcos hicieran incursiones periódicas en Hungría. Por otra parte, los turcos firmaron un nuevo tratado de amistad con Francia, al tiempo que trataban de frenar la expansión de Rusia a expensas de los mongoles. En el Mediterráneo, los corsarios turcos ocuparon Túnez.

En la dieta de Lublin, El reino de Polonia y el gran ducado de Lituania se unieron definitivamente en un único estado. El joven duque Alberto Federico de Prusia, presionado por el rey Segismundo II de Polonia y por el príncipe elector Joaquín II de Brandeburgo, a cambio de una suma de dinero, tuvo que aceptar un tratado por el que, en caso de extinguirse su dinastía, el ducado, siempre supeditado a Polonia, sería heredado por Joaquín II o sus descendientes.

Juan López de Hoyos, catedrático de Gramática en Madrid, publicó un libro sobre la enfermedad, muerte y exequias de Isabel de Valois, en el que incluyó tres poemas de circunstancias de "Miguel de Cervantes, nuestro caro y amado discípulo". Es la primera referencia que se tiene de Miguel de Cervantes, más allá de unos pocos datos sobre su infancia. (Se sabe, por ejemplo, que tenía entonces veintidós años, y que su padre, el cirujado Rodrigo de Cervantes, fue embargado y encarcelado varios meses por deudas contraídas con usureros, aunque finalmente salió de prisión por sus alegaciones de hidalguía.) La segunda data del 15 de septiembre de ese mismo año, pues su nombre aparece en un mandamiento judicial por el que se procedía contra Miguel de Cervantes, ausente y en rebeldía, acusado de haber producido heridas a Antonio de Sigura, por lo que se le condenaba a que, con vergüenza pública, le fuera cortada la mano derecha, a un destierro de diez años y a otras penas.

Un militar llamado Alonso de Ercilla publicó la primera parte de su poema épico La Araucana, dedicada a Felipe II, cuyo motivo central es la lucha entre los conquistadores españoles y los araucanos de Chile. Desde hacía seis años, Ercilla se encontraba en Madrid, su ciudad natal, pero él mismo había participado en los combates que relata, bajo las órdenes de Jerónimo de Alderete y de García Hurtado de Mendoza. Éste, a raíz de un altercado, había llegado a condenar a muerte a Ercilla, pero la pena le fue revocada. Ahora se le nombraba gentilhombre y caballero de la Corte. En el poema, Ercilla presenta como héroes a los caudillos araucanos: Caupolicán, Lautaro, Tucapel y Galvarino, mientras que los protagonistas españoles quedan en un plano secundario.

El año anterior, una invasión de guerreros antropófagos llamados jagas había obligado a huir al rey del Congo, a quien ahora un ejército portugués volvía a poner en el trono, si bien su autoridad era ya muy débil.

Ese año murieron:

El Papa Pío V concedió al duque de Florencia Cosme I de Médicis el título de gran duque de la Toscana, título que daba legitimidad a la dominación florentina sobre la región.

El geógrafo Gerardus Mercator publicó un mapa del mundo en 18 hojas titulado Nueva y más completa representación del globo terrestre adaptada para su uso en navegación. Lo más novedoso del mapa era el uso de la que hoy se conoce como proyección de Mercator, consistente en proyectar horizontalmente cada punto de la esfera sobre un cilindro tangente en el ecuador para luego desplegar este cilindro en un plano. (Todos los mapas que ilustran estas páginas de historia son proyecciones de Mercator.) Su principal característica es que todas las líneas de rumbo, o loxodrómicas, aparecen en el mapa como rectas. Tiene el inconveniente de que, para latitudes altas, las distancias resultan muy deformadas, pero, por contra, las áreas se conservan, es decir, que el área de una región cualquiera del mapa coincide (salvo por el factor de escala) con el área real de la región. Mercator dio por primera vez el nombre de atlas a su colección de mapas.

En diciembre se vuelve a tener constancia documental sobre Miguel de Cervantes. Se encontraba en Roma, donde solicitaba que en Madrid se le hiciera una información de limpieza de sangre, es decir, que se certificara su hidalguía, probablemente con el fin de atenuar la sentencia por la que había huido de España. Por esas fechas ingresó en la milicia.

La reina Isabel I de Inglaterra llevaba doce años desconcertando a las potencias europeas con su cínica a la vez que hábil política de hacer una cosa y decir más o menos lo contrario. Así, por ejemplo, mientras ella negaba cualquier relación de la Corona inglesa con los piratas que saqueaban las colonias españolas en américa o las costas de Flandes, su implicación era tan evidente que el embajador español en Londres recriminaba al duque de Alba porque se demorara tanto la guerra contra Inglaterra.

El Papa Pío V perdió la paciencia y en 1570 excomulgó a la reina. Esta medida quizá hubiera sido un duro golpe cuando subió al trono, pero ahora apenas tenía trascendencia, ya que se había ganado el cariño y la devoción de su pueblo. Tenía enemigos católicos, ciertamente, pero eran minoría. Ese año el Papa publicó también la nueva edición del misal, acorde con el concilio de Trento.

Quien no se decidió a actuar aún contra Isabel I fue el rey Felipe II de España, probablemente porque hacerlo hubiera sido una decisión inteligente. Mientras Felipe II se debilitaba provocando guerras absurdas contra sus propios súbditos, Isabel I se hacía cada vez más fuerte. De momento, Felipe II consideraba más oportuno financiar a los católicos ingleses para que promovieran una revuelta que diera el trono a María Estuardo, pero Isabel I tenía bien sujeta a María. Se las había ingeniado para que todos los ingleses, hasta los católicos, creyeran sin lugar a dudas que era una adúltera asesina. Además, tenía sus movimientos bien controlados por sus espías.

En Escocia, el conde de Murray gobernaba con firmeza y eso no gustó a un sector de la nobleza, que conspiró para asesinarlo. En los años siguientes se sucedieron regentes católicos y protestantes, según qué facción tenía más fuerza en cada momento.

En Granada, Juan de Austria empezó a barrer moriscos y, tras sufrir numerosas derrotas, Aben Aboo se rindió en abril, aunque luego no cumplió lo pactado y continuó la guerra con un grupo reducido de seguidores.

Felipe II se casó a sus cuarenta y tres años con Ana, de veintiuno, hija de su primo, el emperador Maximiliano II. Una hermana de Ana, Isabel, de dieciséis años, se casó a su vez con el rey Carlos IX de Francia, que tenía entonces veinte años.

La reina Juana III de Navarra logró rechazar una invasión de su reino por parte de los católicos franceses. La habilidad militar del almirante Gaspard de Coligny salvó a los hugonotes de una derrota aplastante, y logró que Catalina de Médicis se aviniera a firmar la paz de Saint-Germain, que reconocía a los protestantes la posesión de cuatro plazas fuertes durante dos años.

Coligny empezó a ejercer una influencia cada vez mayor sobre Carlos IX. Trató de inducirlo a reanudar la tradicional política francesa antiespañola para conseguir que Francia acabara anexionándose lo que había sido el ducado de Borgoña. Naturalmente, esto exigía entablar alianzas con los protestantes flamencos, para lo cual convenía primero contar con el apoyo de los protestastes franceses.

Francisco de Toledo fue el primer virrey que realmente tuvo a Perú bajo control. Ese año se instaló en Lima un tribunal de la Santa Inquisición, que no tenía jurisdicción sobre los indios. Los españoles sabían lo fácil que era ser acusado de herejía y lo díficil que era salir bien parado de ello, así que un tribunal del Santo Oficio era el instrumento ideal para mantener en calma a los encomenderos y demás revoltosos potenciales.

El zar Ivan IV el Terrible envió a sus soldados contra Nóvgorod, que fue saqueada durante varios días. Una suerte similar sufrió Pskov. Los campesinos de la opríchnina, cada vez más oprimidos, sólo pensaban en huir a las regiones periféricas para recuperar su antiguo modo de vida. Esto hizo que Rusia central se despoblara, y los campesinos que no pudieron escapar fueron explotados con más dureza aún. La cosecha de ese año fue desastrosa y el hambre vino acompañada de epidemias.

Por otra parte, Iván IV inició una nueva campaña contra Finlandia, que obligó al rey Juan III de Suecia a poner fin a la cruenta guerra que su país libraba contra Dinamarca. Para ello tuvo que firmar con el rey Federico II la paz de Stettin, por la que Suecia tenía que pagar una fuerte indemnización y Dinamarca se consagraba como la mayor potencia del Báltico.

La flota turca de Pialí Bajá conquistó Chipre a los venecianos, que solicitaron ayuda al Papa Pío V y al rey Felipe II de España. Los Estados Pontificios, España y Venecia formaron entonces la Santa liga, que se dispuso a reunir una poderosa flota con la que combatir a los turcos.

Tras una estancia en Mozambique, el poeta Luis de Camões había regresado a Lisboa, donde tuvo que sobrevivir en la misera, sin que le ayudara en nada su maestría como poeta. Cultivó las formas petrarquistas, tanto en portugués como en castellano, dominaba perfectamente la técnica del soneto, escribió también numerosas églogas de contenido pastoril, en las que evita tanto la intelectualidad como la rudeza en los pastores. Además es autor de numerosas elegías, canciones, sextinas, odas, redondillas y otras composiciones menores.

En Turín murió el médico y poeta Frances Jacques Grévin. Entre sus obras médicas figura un Tratado sobre venenos.

Ese año llegó a Roma un joven pintor de veintiocho años llamado Doménikos Theotokópoulos. Había nacido en Creta, que a la sazón era una posesion veneciana, y había pasado la última década en Venecia, donde era conocido simplemente como el Greco (el griego). En Roma fue reconocido inmediatamente como un pintor excepcional, donde causó especial admiración un autorretrato hoy perdido. Fue acogido en su palacio por el cardenal Alejandro Farnesio (el hermano del duque de Parma, Octavio Farnesio), uno de los principales mecenas de la época. En los años siguientes pintó numerosos retratos, aunque no consiguió ningún encargo público que extendiera su fama.

El matemático Girolamo Cardano fue encarcelado acusado de herejía: había confeccionado un horóscopo de Jesucristo y había escrito un libro en alabanza de Nerón, el torturador de cristianos. Parece ser que hizo todo esto simplemente por conseguir notoriedad. Probablemente a causa de su prestigio, sólo permaneció en prisión unos meses. Luego marchó a Roma, donde fue cálidamente acogido y el Papa le concedió una pensión.

Un abogado francés de treinta años, llamado François Viète, publicó un tratado titulado Canon mathematicus, en el que, entre otras cosas, estudia la estracción de raíces y presenta la trigonometría plana y esférica esencialmente en su formulación actual.

Un cartógrafo y cosmógrafo flamenco llamado Abraham Ortels, más conocido como Ortelius, publicó el Theatrum orbis terrarum, un atlas de 70 mapas grabados en 53 planchas de cobre que recogía los datos de numerosos geógrafos de la época. Durante las dos décadas siguientes fue reeditado y ampliado en numerosas ocasiones.

El mongol Altan Kan, veinte años después de su fracasado intento de conquistar China, dirigió una campaña contra el Tibet, de donde se llevó consigo a unos monjes que terminaron convirtiéndolo al budismo tibetano.

En 1571 murió el príncipe elector de Brandeburgo, Joaquín II Héctor, que fue sucedido por su hijo Juan Jorge.

También murió sin descendencia el rey Juan Segismundo de Hungría, y fue sucedido por Esteban Báthory, perteneciente a una de las familias más antiguas de la nobleza húngara. No obstante, no adoptó el título de rey de Hungría, sino el más realista de príncipe de Transilvania.

La política insensata del zar Iván IV el Terrible estaba debilitando Rusia a marchas forzadas. El kan de Crimea Devlet Giray I atacó Moscú e incendió sus barrios periféricos, lo que obligó al zar a abolir la opríchnina y tomar medidas defensivas: hizo construir en la frontera meridional una línea de zanjas y fortines que comunicaban las plazas fuertes, instituyó un servicio de guardias y patrullas y obligó a una parte de la nobleza a instalarse en las fronteras. Para concentrarse en el sur, firmó en el norte una tregua de tres años con el rey Segismundo II de Polonia, por la que reconocía la anexión de Livonia al reino polaco.

El morisco Aben Aboo fue asesinado por algunos de sus hombres, comprados por los cristianos. Su cadáver fue trasladado a Granada, donde fue arrastrado por las calles, descuartizado y su cabeza se expuso en una jaula de hierro. Se dispuso que los moriscos fueran trasladados desde Granada a otras partes de España, mientras unas doce mil familias de castellanos, asturianos y gallegos repoblaron lo que había sido el reino de Granada. Aunque la región siguió llamándose Reino de Granada, su conexión con el antiguo reino nazarí era ya meramente nominal.

El compositor Giovanni Pierluigi da Palestrina fue llamado para dirigir la capilla Giulia, con lo que se instaló nuevamente en Roma. Allí entró en relación con Felipe Neri, un sacerdote florentino conocido por sus obras de caridad en favor de los pobres, que había fundado el Oratorio Romano, una congregación de sacerdotes que predicaron en Roma contribuyendo a implantar las directrices del concilio de Trento.

Ese año murió el escultor florentino Benvenuto Cellini.

En la isla de Luzón, en las Filipinas, Miguel López de Legazpi derrotó a los rajaes Solimán y Lacándola. El primero murió en combate, mientras que el segundo se rindió. En el mismo lugar donde se encontraba la ciudad que éstos habían defendido, López de Legazpi fundó el 19 de mayo la ciudad de Manila, desde donde procedió a conquistar rápidamente el resto de la isla, sin más apoyo que el de unos trescientos hombres. Luego organizó el territorio instaurando el sistema de las encomiendas y se ocupó de establecer relaciones comerciales con China. Desde ese año empezaron los viajes regulares del galeón Manila, un navío de quinientas toneladas que uniría anualmente las Filipinas con América a través del Pacífico.

El 25 de mayo se firmaron definitivamente las capitulaciones de la Santa liga, que debía combatir a los turcos.

Los numerosos levantamientos de indios instigados en Vilcabamba por el inca Túpac Amaru llevaron al virrey del Perú Francisco de Toledo a enviar contra él un contingente armado bajo el mando de Martín Hurtado de Arbieto, que en junio se apoderó de Vilcabamba e hizo presioneros a Túpac Amaru y sus principales subordinados. El virrey hizo fundar entonces la ciudad de San Francisco de la Victoria de Vilcabamba.

En México se instituyó un tribunal de la Santa Inquisición, similar al que el año anterior se había implantado en Lima.

Una flota turca que había zarpado de Argel llegó a atacar la misma Venecia a mediados de julio, y en agosto tomaron Famagusta, el último reducto que los venecianos conservaban en Chipre. Por ello, aunque la Santa liga había acordado iniciar sus acciones al año siguiente, cambió sus planes en favor de una actuación inmediata. El 16 de septiembre zarpó de Messina una flota formada por unas 280 embarcaciones y unos 30.000 hombres, bajo el mando de Juan de Austria. El 7 de octubre avistaron a la flota turca en Lepanto, el nombre moderno de la antigua Naupacta, en el golfo de Corinto. Los turcos contaban con unas 300 naves, bajo el mando de Alí Bajá (Piali Bajá había muerto poco antes en Estambul). No tardó en entablarse una descomunal batalla que duró cinco horas.

La parte central del frente cristiano lo constituían veintiséis naves españolas dirigidas por Juan de Austria y Luis de Requesens, que contaban además con treinta galeras de reserva que acudían rápidamente a donde se detectaba un punto débil. Éstas eran dirigidas por Álvaro de Bazán, el capitan general de las galeras de Nápoles, al que unos años antes Felipe II había otorgado el título de marqués de Santa Cruz.

Alí Bajá había previsto una maniobra envolvente destinada a encerrar la flota cristiana en el golfo de Lepanto, y así, hizo que Luchalí, el gobernador de Alejandría, atacara el flanco de los venecianos. La nave de Alí Bajá embistió a la de Juan de Austria, y allí se concentró el núcleo del ataque español. Tras tres intentos frustrados en un periodo de dos horas, Alí Bajá fue herido de arcabuz mientras su nave era abordada. Se dice que intentó sobornar a un español para que le salvara la vida, pero que éste optó por degollarlo, clavar su cabeza en una lanza y levantarla para que la vieran bien los turcos, lo que causó gran confusión entre ellos.

La victoria en el frente central permitió a los españoles acudir en auxilio de los venecianos. Álvaro de Bazán rescató la nao capitana de Malta, que había quedado rodeada y después, cuando el frente veneciano estaba ya controlado, puso en fuga a los restos de la flota turca.

En la batalla murieron unos veinticinco mil turcos, más de ocho mil fueron capturados, unas ciento treinta naves fueron capturadas y más de noventa fueron hundidas o incendiadas. Se liberó a unos doce mil esclavos cristianos que remaban en las galeras turcas. Las bajas cristianas fueron de unos doce mil hombres y diecisiete galeras.

Pese al revuelo que originó esta victoria, lo cierto es que los otomanos disponían de potencial suficiente para rehacer su flota y, en efecto, el gran visir Sokullu Mehmed Bajá no tardó en reconstruirla. Sin embargo, la batalla de Lepanto mostró a los cristianos de que los turcos no eran invencibles, y puede considerarse el primer precedente del declive otomano. Juan de Austria fue recibido como un héroe, Luis de Requesens obtuvo el cargo de gobernador de Milán. El cardenal Granvela, que había participado en las negociaciones para la formación de la Santa liga, fue nombrado virrey de Nápoles.

En Lepanto luchó también Miguel de Cervantes que, a pesar de que le aconsejaron no participar en el combate por estar aquejado de unas fiebres, logró que su capitán lo destinara a un puesto peligroso, donde fue herido de arcabuz en el pecho y en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Sin embargo, esto no le impidió seguir siendo soldado. Juan de Austria le firmó una carta de recomendación para Felipe II en la que alababa su valor.

En Japón, el shogun Oda Nobunaga destruyó los monasterios rebeldes del monte Hiei, cerca de Kyoto, e hizo asesinar a sus monjes.

En 1572, el emperador Maximiliano II cedió a su hijo Rodolfo, que cumplía entonces veinte años, la corona de Hungría.

El kan Devlet Giray I dirigió una segunda campaña contra Rusia que se estrelló contra las medidas defensivas establecidas por el zar Iván IV el Terrible.

El humanista francés Jacques Amyot publicó una traducción de las Obras morales de Plutarco, a la que había dedicado diecisiete años de trabajo.

Jean de La Taille publicó su tragedia Saúl furioso, precedida de un Arte de la tragedia, inspirado en Aristóteles y Horacio, en el que formula las reglas que iban a definir la tragedia clásica francesa.

El rey Carlos IX de Francia había propuesto al poeta Pierre de Ronsard que escribiera un poema épico de tema nacional, y ahora éste daba a conocer los cuatro primeros cantos de su Franciada, en la que París es fundada por el troyano Francus. Fue un estrepitoso fracaso que lo desprestigió sensiblemente en la corte.

Justo lo contrario le sucedió al portugués Luis de Camões, que publicó su poema Os Lusíadas, un poema épico en diez cantos que narra y ensalza los descubrimientos portugueses en las Indias Orientales, combinando hábilmente elementos históricos, mitológicos y legendarios. Esta obra consagró a Camões como una de las grandes figuras de la literatura lusa.

Once años atrás, un agustino llamado fray Luis de León consiguió una cátedra de teología en la universidad de Salamanca en competencia con unos dominicos, que nunca le perdonaron su triunfo. Era un buen conocedor del hebreo y del arameo, y ahora sus enemigos encontraban en ello una acusación contra él: la de atender más al texto hebreo de la Biblia que al latino de la Vulgata en sus comentarios bíblicos. Esto bastó para que la Santa Inquisición lo apresara y lo juzgara. Su interés por la lengua hebrea se relacionó con el hecho de que algunos de sus antepasados eran judíos, lo cual, unido a que había cometido el grave delito de traducir al castellano el Cantar de los cantares, bastó para que fuera condenado a prisión en Valladolid.

Ese año murieron:

No obstante, como se verá en la página siguiente, éstas no fueron las muertes más sonadas del año.

La rebelión de Flandes
Índice La matanza de san Bartolomé