LA CANTIDAD SILÁBICA EN LATÍN

En la sección de pronunciación hemos visto que el latín tiene un sistema de diez vocales (doce si contamos la y), cada una de las cuales puede ser larga o breve. Sin embargo, a la hora de pronunciar correctamente el latín no sólo hemos de tener en cuenta la cantidad vocálica, sino que ésta interviene a la hora de determinar la cantidad silábica. En efecto, una sílaba en latín puede ser larga o breve, y esto depende tanto de las vocales como de las consonantes que contiene.

Nota: He eliminado las grabaciones porque al parecer el formato no era compatible con los nuevos navegadores. Las volveré a incorporar si encuentro la forma de arreglarlo.

Si definimos una mora como el tiempo necesario para pronunciar una vocal breve, entonces la pronunciación de una vocal larga o de un diptongo requiere dos moras. En las cinco grabaciones siguientes, la longitud de una mora es siempre la misma:

Aquí tenemos el caso más simple, la pronunciación de agō, donde la primera vocal dura una mora y la segunda dos:
Añadir una consonante delante de una vocal no aumenta el tiempo necesario para pronunciarla, como en legō:
En cambio, para pronunciar una consonante tras una vocal que no pueda unirse a la vocal siguiente, se requiere otra mora, como en lectō (cama):
En principio, esto supone que para pronunciar una palabra como lēctō (elegido) se requieren cinco moras: dos para lē, una para la c que cierra la sílaba y otras dos para :
Sin embargo, la métrica latina exige que una sílaba como lēc se pronuncie en dos moras, así:

Notemos que la vocal sigue pronunciándose larga, es decir, que la reducción se hace principalmente a expensas de la mora correspondiente a la consonante. Es difícil saber si esta reducción se realizaba únicamente en poesía para ajustarse al ritmo de los versos o si también era habitual en el habla común. Lo que sí que es seguro es que los romanos dedicaban un tiempo apreciable en su pronunciación usual a las consonantes que no podían unirse a una vocal posterior. Es posible que la contracción se hiciera de forma inconsciente en la mayoría de los casos, y que sólo se pronunciara en tres moras aquellas sílabas que resultaban resaltadas ocasionalmente por la entonación u otros recursos expresivos.

Sílabas largas y breves Para describir sistemáticamente los ejemplos que acabamos de presentar conviene llamar sílabas abiertas a las que terminan en vocal, mientras que las sílabas que terminan en consonantes son sílabas cerradas. Una sílaba se dice larga por naturaleza cuando contiene una vocal larga o un diptongo, mientras que es larga por posición cuando es cerrada. Si no se da ninguno de estos dos casos, es decir, si una sílaba contiene una vocal breve y es abierta, entonces se dice que es una sílaba breve. En estos términos, lo que hemos explicado es que las sílabas breves se pronuncian en una mora, mientras que las largas (sea por naturaleza o por posición) se pronuncian en dos moras (incluso, al menos en poesía, las que son a la vez largas por naturaleza y por posición, que en principio requerirían tres moras).

Evidentemente, para determinar si una sílaba es larga o breve es necesario saber qué consonantes contiene y cuáles corresponden a las sílabas anteriores o posteriores. El criterio es el siguiente:

Separación en sílabas  Cada sílaba sólo puede contener una vocal o un diptongo. Todo par de vocales que no formen diptongo debe separarse en sílabas distintas: iūs-ti-ti-a. Notemos que la primera i es semiconsonante, por lo que la primera sílaba sólo tiene una vocal, así como que la división en sílabas no coincide con la que haríamos en castellano: iūs-ti-tia (pues ia sí que es diptongo en castellano). Para distribuir las consonantes en sílabas tenemos en cuenta lo siguiente:

  1. Cuando una consonante está entre dos vocales, pertenece a la sílaba de la vocal que le sigue: (pa-ter).
  2. Si hay más de una consonante entre dos vocales, la última se une a la vocal siguiente y las demás a la vocal precedente: (lēc-tio, sanc-tus), salvo que las dos últimas consonantes sean una oclusiva (p, c, t, ph, ch, th, b, d, g) seguida de una líquida (l, r), en cuyo caso dichas dos últimas consonantes forman parte de la sílaba siguiente: (pa-trēs, mōns-trum). No obstante, en poesía es admisible seguir la norma general y pronunciar, por ejemplo, pat-rēs
  3. En las palabras compuestas (especialmente con un prefijo preposicional), si la consonante del prefijo va seguida de una líquida, se incumple la norma anterior y las dos consonantes siempre se separan: (ab-lu-e-re, frente a te-nē-brae).
    Cuando el prefijo termina en consonante y se une a una vocal, separarlos en sílabas distintas era un cultismo, y lo más frecuente era pasar la consonante a la sílaba siguiente: a-des-se (según la regla general) y no ad-es-se (la forma culta).
  4. Hay palabras latinas que empiezan por los grupos consonánticos fl, fr, sc, sp, st, scr, spl, str. Menos habitual es gn (aunque posiblemente el efecto de la g inicial era meramente el de nasalizar la n siguiente). Esto significa que los romanos "sabían" pronunciar las sílabas correspondientes en una única mora. Esto plantea la duda de si, cuando aparecen estos grupos entre vocales, se pronunciaban unidos a la vocal siguiente (a-strum) o si, por el contrario, se repartían las consonantes entre las dos sílabas (as-trum), con lo que la pronunciación requiere una mora más. La segunda opción es más plausible, pues simplifica la pronunciación, aunque la poesía muestra que la primera opción era también admisible.
  5. A todos los efectos prosódicos, la x y la z equivalen a los pares de consonantes cs y ds. Los grupos qu, ch, ph, th cuentan como una única consonante, mientras que la h ante vocal no cuenta como consonante (es como si no estuviera).

A la hora de pronunciar una sílaba teniendo en cuenta su cantidad hay que tener presente que las fronteras entre palabras no tienen importancia alguna, de modo que las consonantes finales de una palabra pueden pronunciarse apoyadas en la primera vocal de la palabra siguiente (si es que empieza por vocal), y que parte de las consonantes iniciales de una palabra pueden apoyarse en la última vocal de la palabra precedente (por eso se habla de sílabas largas por posición, porque según la posición de la sílaba en la frase puede dejar de ser larga, si es que transfiere su consonante final a la vocal siguiente):

Gallia est omnis dīuīssa in partēs trēs.           Gal-li-a es-t_om-nis dī-uīs-sa, in par-tēs trēs.

Notemos que la sílaba de est es en principio larga por posición, pero precisamente por su posición en la frase, al ir seguida de una palabra que empieza por vocal, pasa a ser breve, pues la t puede pronunciarse apoyada en la o de omnis, con lo que ya no requiere una mora para ser pronunciada. En la lectura se ha hecho una pausa de una mora tras dīuīssa. Naturalmente, esta lectura "con metrónomo" es artificial, especialmente en la prosa, pues la entonación requiere a menudo introducir pausas, enfatizar ciertas palabras o sílabas, etc., pero este ejemplo de pronunciación "neutra" no pretende más que ilustrar el modo en que deben pronunciarse las consonantes que cierran sílabas, (como la l de Gal) y lo que supone en la práctica alargar una vocal. Una pronunciación más natural podría incluso juntar sa_in en una única sílaba atenuando, casi elidiendo, la a. En la pronunciación coloquial del latín era frecuente suprimir la e de est y pronunciar Gallia's-t_omnis...

Acento y cantidad La posición del acento en una palabra latina está completamente determinada por la cantidad de sus sílabas a través de unas reglas muy simples:

  1. Toda palabra bisílaba es llana.
    Las únicas excepciones son las pocas palabras que han perdido una vocal final: illīc, que es una contracción de illīce, addūc, que viene de addūce, audīt, que viene de audīuit, etc.
  2. Las palabras de más de dos sílabas llevan el acento en la penúltima sílaba si ésta es larga (la sílaba, no necesariamente la vocal) y en la antepenúltima si es breve.
    No obstante, a veces los genitivos de las palabras en -ius se contraen de -iī a -ī, pero no por ello alteran la posición del acento: ingeniī tiene el acento en la e (breve), al igual que ingenī.

Naturalmente, las palabras que tienen dos o más sílabas ante la sílaba tónica tienen un acento secundario dos o tres sílabas antes de ésta. Por ejemplo, nōminātīuus y accūsātīuus se pronuncian, respectivamente, nóominaatíiwus y accúusaatíiwus.

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