Crónica de un conflicto medieval:
los franceses desde el punto de vista de los occitanos

 

 

 

 

 

Circula un tópico según el cual los trovadores se dedicaron sólo a trobar sobre el placer y el dolor que supone el deseo por el ser amado. Pero en su extensa producción (muy poco de lo que en realidad se debió componer), abundan las preocupaciones de todo tipo. Entre éstas, destaca la visión que nos han dejado sobre sus vecinos del norte.

 


Hay que tener en cuenta que estas opiniones de los trobadores aparecen sobre todo en las composiciones que pertenecen al genero del sirventés. Instumento de propaganda política, el sirventés es evidentemente partidista.
De hecho, se lo ha comparado, salvando todas las distancias, con las modernas campañas de prensa, ya que en ambos casos se pretende defender una postura, atacando la contraria e intentando atraer partidarios a la causa. (1)

Quiza, las piezas en las que la pasión esté más encendida sean precisamente aquellas que hacen referencia a la denominada "guerra de los albigenses"; conflicto que dio origen a numerosos sirventeses contra los franceses y la Iglesia. Sin duda el problema religioso y el político van ligados.


Porque no hay que olvidar que nos estamos refiriendo a un momento clave de la historia de los pueblos de occidente: aquel en que por primera vez, a principios del siglo XIII, un papa de Roma decide proclamar una cruzada en tierras cristianas. Momento dramático pues, que pondra a prueba la intrincada red de dependencias personales, ambiciones políticas y sentimientos de pertenencia a una nación, que desgraciadamente no pudo seguir siendo la cuna de tan brillante civilización.

 

 

No quisieramos abordar el problema propiamente religioso de los cataros dado que, con los textos en la mano, es muy arriesgado demostrar que tal o cual trovador lo fuera de hecho. Lo que no quiere decir que muchos no defendieran la idea, digamos política, de una oposición a las excesivas pretensiones de la iglesia y a su brazo armado en esta contienda, los franceses.

 


Pero es evidente que se puede rastrear en la poduccion trovadoresca un marcado sentimiento anti-clerical. Aunque como señala acertadamente M. de Riquer, anticlericalismo no signifique irreligiosidad. En este sentido cabría preguntarse si las protestas más o menos veladas a los que critican a los trovadores, no se refieren de hecho a los moralizadores representantes de la iglesia cristiana. Como parece indicar Raimon de Miraval:

Qu'ieu sai so que quasqus ditz
al plus celat parlamens,
quan per lur descauzimen
fan creir'a domnas manhs mals
e donan los cosselhs fals
que no sofran trobadors
so don gen se sierv Amors; (...)
S'es larcs, cortes et arditz
e sap servir d'avinen,
sos chans qual dona.l defen?

Porque yo sé lo que algunos dicen en la más secreta conversación, cuando por su grosería hacen creer a las damas muchas cosas malas y dan falsos consejos para que no soporten a los trovadores aquello de lo que gentilmente se sirve Amor. (...) Si es liberal, cortés y osado, y sabe servir con amabilidad, ¿qué dama le prohibirá que cante? (2)



¿Quién desearía con más ahínco "prohibir" que los trovadores ejercieran su profesión? No parece muy aventurado proponer que se trate de los representante de la religión oficial, que desde hacia siglos mantenían su particular cruzada contra cualquier manifestación artística alejada de planteamientos estrictamente épicos o hagiográficos. En este sentido es significativo lo que nos relata la Vida de Gui d'Ussel:

En Gui si era canorgues de Briude e de Monferran, e si entendet longa saison en Na Malgarita d'Albuison et en la comtessa de Monferan, don fetz maintas bonas cansos. Mas lo legatz del Papa li fetz jurar que mais non fezes cansos. E per lui laisset lo trobar e.l cantar.

Gui era canónigo de Briuda y de Montferrant, y durante mucho tiempo estuvo enamorado de Margarita de Albusson y de la condesa de Montferrant, por lo que hizo muchas y buenas canciones. Pero el legado del Papa le hizo jurar que nunca más haría canciones. Y él dejó el trovar y el cantar. (3)

 


A diferencia de otras muchas Vidas o Razós, parece que se puede dar crédito a estas palabras que apuntan hacia el famoso legado papal Peire de Castelnau, tras cuyo asesinato (se supone a manos de un servidor del conde de Tolosa), Inocencio III declararía la mencionada "cruzada" en 1209.

 

 

Y no se puede decir que, en general, los occitanos reserven grandes elogios para los representantes del clero, en particular los que predican una cosa y la desmienten con sus propios actos. Hay trovadores que no dudan en arremeter contra su hipocresía o contra la corrupción ante los placeres mundanos, como Bertran Carbonel, que dedica un sirventés a los falsos clérigos.(4)

Otros, como Guilhem Rainol d'At, no dudan en tomar como diana a los propios laicos que se dejan llevar por los consejos de estos representantes eclesiásticos. Oigamos a Guilhem. Su sirventés, contra los ricos temerosos de los clérigos, esta escrito en los primeros tiempos de la guerra. Todo su mundo parece estar trastornado:

Si.m qers ni.m vols demandar
don es traitz aquest semblanz:
dels rics, qar per lor enganz
los vol Deus tant abaissar
q'us frevols pobols petitz,
armatz de sobrepelitz,
q'anc mais az enan no.s trais,
lor tolon tors e palais,
e.s fan contr'els tan temer
qe contra lor fals poder
han bastit un segle nou,
e non son mas oitz o nou.

Si me inquieres y me quieres preguntar de dónde proceden semejantes cosas, -responderé-: de los ricos, a los que Dios quiere humillar tanto por sus engaños que un débil grupo pequeño, armado de sobrepellices, que nunca fue animoso, les quita torres y palacios y se les hace tan temible que contra su falso poder han edificado un mundo nuevo, y no son ocho o nueve.(5)

 

 

El siguiente sirventés de Guilhem de Figueira merece tenerse en cuenta por ser un furioso alegato contra la iglesia romana, los clérigos y los franceses (por su oposición al conde de Tolosa). Pero también cabe señalar que las autoridades eclesiásticas se preocuparon seriamente por la popularidad que alcanzó la obra.

 

 

Se sabe que en 1274 los inquisidores preguntaron a un burgués de Tolosa si tenía un libro que empieza "Roma trichairitz", en referencia algo inexacta a nuestro poema, y él dijo que no, pero que había oido una composición de un tal Figueira que empezaba así: "D'un sirventes far en est so que m'agensa...", referencia esta vez exacta del sirventés. Reproducimos algunos versos que dan cuenta de por qué las autoridades temían la circulación de estas ideas:

 

Roma, be.is decern lo mals c'om vos deu dire,
quar faitz per esquern dels crestians martire.
Mas en cal quadern trobatz c'om deia aucire,
Roma, .ls crestians?
Dieus, qu'es verais pans
e cotidians, me don so qu'eu desire
vezer dels romans.
Roma, vers es plans que trop etz angoissossa
dels perdons trafans que fetz sobre Tolosa
Trop rozetz las mans a lei de rabiosa,
Roma descordans.
Mas si.l coms prezans
viu ancar dos ans, Fransa n'er dolorosa
dels vostres engans.

Roma, bien se discierne el mal que hay que decir de vos, pues martirizáis a los cristianos por escarnio. Pero en qué cuaderno encontráis -escrito-, Roma, que deba matarse a los cristianos? Dios, que es verdadero y cotidiano pan, me otorgue ver lo que espero de los romanos. Roma, verdadero y llano es que os angustiáis demasiado por los pérfidos pendones que otorgáis contra Tolosa. Mucho os roeis las manos a fuer de rabiosa, Roma cizañera. Pero si el famoso conde vive dos años más, Francia saldrá dolorida por vuestros engaños.(6)


Como tantos otros trovadores, Guilhem advierte de la ficción que las autoridades eclesiásticas crean en sus vecinos del norte. Les han prometido perdón e indulgencias, como si se tratara de ir a combatir en Tierra Santa. Roma aprovecha pues las ambiciones de los guerreros del norte para controlar mejor un país que se le va de las manos.

 

 

Y es evidente que las promesas de salvación eterna son una buena coartada para la mala conciencia que pudieran experimentar los franceses. Mala conciencia a la que aluden numerosos trovadores y que es el reflejo de una situación crítica: la iglesia se ha erigido en el único poder que puede decidir quien tiene derecho a sobrevivir en este mundo cristiano.

 

Así se expresa Pons de Capduelh en un sirventés dirigido a Pedro II, justo antes del desastre de Muret:

 

...qu'ie.n sai de tals c'amon deseiretar
mais cresteans que sarrazins fellos;
e, s'en parlatz, diran vos qu'estz pechaire;
e sel que.s fai dels autres predicaire
deuria se predicar eissamen,
mas cobeitatz tol a clerzial sen.

 

Conozco a alguno de ellos que prefieren desheredar a los cristianos que a los traidores sarracenos, y si les habláis de ello, dirán que sois pecador. Los que se hacen predicadores de los demás deberían predicarse igualmente -a sí mismos-, pero la codicia quita el juicio al clero.(7)



En este sentido son numerosos los trovadores que ven en el conde de Barcelona la última posibilidad de frenar la invasión de los franceses. De hecho, tras su muerte en Muret, los occitanos no dejarán de recordar que los catalanes tienen la obligación de vengar el desastre, como hace Guilhem de Montanhagol, no sin una agria crítica, cuando solicita a Jaume I y a Raimon VII que hagan lo posible para evitar que Provenza caiga en manos de los franceses:

S'eras lo reys non desreya
d'Aragon, trop fai d'estinensa,
e.l coms cui Tolozans s'autreya,
qu'ueymais non an plus revinensa;
quar si ll'us l'autre non ampara,
major saut penran encara
frances, ses temensa.
Si ahora el rey de Aragón no ataca, mucha será su abstinencia, y lo mismo el conde a quien pertenece el Tolosanés, pues ya no tienen salvación. Pues si el uno no ampara al otro, los franceses, sin temor, darán un salto mayor. (8)


 

Parece evidente que a medida que la invasión de tierras occitanas se va generalizando, a medida que la iglesia de Roma perfecciona sus medidas coercitivas sobre la población, las críticas contra las tropas francesas, capitaneadas por el visionario Simon de Montfort, se hacen mucho más ácidas.

 

 

En momentos de extremo peligro, dichas críticas no dejan de afectar a la indecisión de los catalanes y aragoneses. Cuando los franceses ponen sitio a Belcaire, en el verano de 1216, los trovadores Tomier y Palazí componen un sirventés en el que destaca la rabia apenas contenida:

Patz vol onrar, noirir e trair'en sus
e a cascun sa raison mantener;
mas questa patz qe.N Symos nos adutz,
raub'e ausi e fai d'aut bas chaer.
Ai, croi baron, be.ous tenon enbregatz
clerc e frances ab lor enfeingna patz,
que sai venon, e autreis lor acort
tornar fara de ciutat a un ort.
Ara.m dogatz, catalan escamus,
on es lo prez que soliatz aver?
Qu'aunit viouretz tro guerra vos escus:
veous lo bon rei, que.ous soil onrat tener,
lui mal plangetz e de ren no.l venjatz
e qui l'a mort, si dorm a vostre latz.
Qui fo ni es, cel que ben s'o recort,
ades pot miellz blasmar vostre comport.

 

La paz honra, nutre, prospera y hace que todos puedan defender su razón; pero esta paz que nos trae Simón roba, mata y hace caer de arriba abajo. ¡Ay, viles barones! bien os tienen atrapados los clérigos y los franceses que vienen hacia aquí con su fingida paz, y si tú te avienes a su acuerdo, la ciudad se convertirá en un huerto. Decidme ahora, necios catalanes: ¿dónde está el mérito que solíais tener? Viviréis envilecidos hasta que la guerra os justifique. Ved al buen rey que os solía mantener con honra: no lo lloráis y de nada lo vengáis, y el que lo ha muerto duerme a vuestro lado. Quien recuerde bien lo que pasó y -vea- lo que pasa, inmediatamente puede mejor vituperar vuestra conducta. (9)

 


Es evidente que no era el mejor momento para conseguir la ayuda de catalanes y aragoneses dado que por aquel tiempo Jaume I estaba recluido por orden de Simón de Monfort en el castillo de Monzón. Pero son interesantes las alusiones a los barones occitanos que se dejan enredar tan facilmente por los franceses y la Iglesia. Porque está claro que no todos los occitanos debían plantearse la misma versión de los hechos.

 

 

Destaquemos la figura de Folquet de Marselha. Tenemos muy bien documentada la existencia de este trovador, entre otros motivos, por haber sido el mentor espiritual de la cruzada contra los albigenses, protector y colaborador de Santo Domingo de Guzmán y fiel consejero de Simón de Montfort.

 

 

A finales del siglo XII ingresó en el Císter y llegó a ser obispo de Tolosa, puesto desde el cual llevó a cabo una contundente labor de "limpieza" evangélica. Ya en su época de trovador, no es raro verle argumentar sentenciosamente o tomar posturas contrarias a la pasión amorosa, denunciando sus efectos perniciosos.

Como tampoco es extraño encontrar en sus poesías condenas o moralizaciones sobre la lamentable conducta de sus conciudadanos, que se dedican alegremente a los placeres del cuerpo sin acordarse de la salud de su espíritu.


Sobre el tema que nos ocupa, son interesantes los apuntes que nos ha dejado el segundo autor de la Cansó de la croada, ya que ofrece numerosos datos sobre su actuación y transcribe parlamentos suyos. En particular, vale la pena escuchar lo que sobre él dijo Raimon Roger de Foix en el concilio de Letran de 1215, replicando a su acusación de herejía:

E dic vos del avesque, que tant nés afortitz
qu'en la sua semblansa es Dieus e nos trazitz (...)
E cant fo de Tholosa avesques elegitz,
per trastota la terra es tals focs espanditz
que jamais per nulha aiga no sira escantitz:
que plus de cinq cent melia, que de grans que petitz,
i fe perdre las vidas e.ls cors e.ls esperitz.
Per la fe qu'ieu vos deg, als seus faitz e als ditz
ez a la captenensa, sembla mielhs Antecritz
que messatges de Roma!
Os hablaré del obispo, que se ha endurecido tanto que a su parecer es Dios y nosotros traidores (...) Y cuando fue elegido obispo de Tolosa, prendió tal incendio por toda la tierra que jamás habrá agua que pueda extinguirlo; porque a más de quinientos mil, grandes y pequeños, hizo perder las vidas, los cuerpos y los espíritus. A fe mía, en sus hechos y en sus palabras y en su comportamiento más parece Anticristo que mensajero de Roma.(10)

 

 

Y no son pocas las alusiones a lo que podríamos denominar, salvando todas las distancias, los “colaboracionistas”. Aquellos occitanos que aceptan resignadamente ver destrozado su primitivo hogar. Aquellos compatriotas que estan empezando a admitir la posibilidad de afrancesarse como señala Bernart Sicart de Maruèjols en una conocida y dolorosa composición que alude a la avaricia y sed de botín de los del norte:

 

 

Tot jorn m'azire
et ai aziramen,
la nueg sospire
e velhan e dormen.
Vas on que.m vire
aug la corteza gen
que cridon "Cire"
al frances humilmen.
Merce an li francey,
ab que vejo.l conrey,
que autre dreg no.y vey.
Ai, Tolosa e Proensa
e la terra d'Agensa,
Bezers e Carcassey,
quo vos vi e quo.us vey!
Durante todo el día me irrito y tengo irritación, y por la noche suspiro velando y durmiendo. Dondequiera que me vuelva oigo que la gente cortés llama "Sire" humildemente al francés. Los franceses son generosos a condición de ver víveres, pues no veo -que tengan- otro derecho. ¡Ay, Tolosa y Provenza y la tierra de Agensa, y Besiers y Carcasés, cómo os vi y como os veo! (11)


Pero está claro, y en esto parecen coincidir todos los estudiosos, que el "resistente" por excelencia (perdónesenos la terminología) es Peire Cardenal. La tragedia de este trovador es la de saber que la suya es una causa perdida. Ha vivido desde el principio la invasión francesa, el desastre de Muret y la despótica actuación de los dominicos, con la aparición de los primeros tribunales de la Inquisición.

A pesar de que tampoco a él se le pueda detectar ni sombra de catarismo, su anticlericalismo, como señala M. de Riquer:

"(en el más literal sentido del término: odio a los clérigos) tiene una de sus más claras razones en la indignación que le produce ver a dignatarios de la Iglesia, sacerdotes y monjes al servicio de la causa del rey de Francia, y en nombre de ella cometer y tolerar toda suerte de pillajes y expoliaciones, incluso combatiendo como guerreros." (12)


En última instancia, Peire Cardenal se irrita contra el deseo de uniformización ideológica que se está imponiendo en los territorios occitanos. No parece tener especiales simpatías por movimientos religiosos más o menos heterodoxos, como los valdenses, pero es notable su posición tolerante y su oposición hacia sistemas de control, como la institucionalización sistemática de la confesión:

Religios fon li premieir'enpreza
per gent que treu ni bruida non volgues,
mas jacopin apres manjar n'an queza,
ans desputan del vin cals mieillers es,
et an de plaitz cort establia
et es vaudes qui.ls ne desvia;
et los secretz d'ome volon saber
per tal que miels si puescan far temer.
Esperitals non es la lur paubreza:
gardan lo lor prenon so que mieus es.

 

La religión fue primitivamente instituida por gente que no quería barullo, ni ruido, pero los jacobinos después de comer no guardan silencio, sino que disputan sobre qué vino es mejor, y han instituido un tribunal de pleitos y es valdés quien de ellos se desvía; y quieren saber los secretos del hombre para hacerse temer más. Su pobreza no es espiritual: guardando lo suyo se quedan con lo que mío es.(13)

 



Es evidente que sus sirventeses son una contundente arma de propaganda de los invadidos. Su defensa de los condes de Tolosa no puede ir sino en contra de todo lo que representa la venida de los franceses.

 

Del norte, a su parecer, han llegado las peores costumbres: la tacañería, el desprecio a los pobres, la ostentación y el encumbramiento de traficantes y traidores. Incluso cuando su sirventés va dirigido contra los clérigos no puede dejar de olvidar que, en última instancia, el brazo armado de la tragedia que recorre el mediodía, viene del norte del Loira:

 

 

Tartarassa ni voutor
no sent tan leu carn puden
quom clerc e prezicador
senton ont es lo manen.
Mantenen son sei privat,
e quant malautia.l bat,
fan li far donassio
tal que.l paren no.i an pro.
Franses e clerc an lauzor
de mal, quar ben lur en pren.

Ni milano ni buitre olfatean tan pronto la carne podrida como los clérigos y los predicadores huelen dónde está el rico. Inmediatamente se hacen sus íntimos, y cuando la enfermedad lo agobia le hacen hacer tal donación que los parientes no reciben provecho. Los franceses y los clérigos son famosos por hacer mal, pues siempre les sale bien.(14)



El gran historiador Georges Duby mencionaba a propósito del tema que nos ocupa que hay dos ideas falsas que circulan: los territorios occitanos no fueron objeto de una conquista deliberada por parte de los franceses, y además no poseían unidad política ni cultural. (15)

No queremos entrar a debatir, lo único que quisiéramos decir es que, en la inmensa mayoría de los textos artísticos conservados, se puede rastrear el firme convencimiento de que los occitanos se juzgan "diferentes" de los franceses.

Parece que los paises de oc habían sabido conservar una mayor autonomía con respecto al poder de la Iglesia, que pudo facilitar el nacimiento de una cultura propia tan particular.

 

 

 

Y nos ha sido conservada su visión de los franceses en aquel momento crucial para su supervivencia. No debería leerse como una pugna entre buenos y malos, porque lo cierto es que en ambas zonas se levantaron voces contra las excesivas pretensiones de los que apoyaron la cruzada.

 

 

Pero parece que las condiciones históricas y socio-políticas de los paises occitanos eran distintas a las del norte del Loira. No es difícil verlo como un problema nacionalista. A una zona geográfica con estructuras distintas, un tipo de legislación (heredada de los latinos) diferente a la de oïl, con una lengua y una cultura propia (linguae sive nationes, se decía en la época, lenguas o naciones), que además había dado nacimiento a una literatura original e imitada en toda Europa, no podemos menos que calificarla como nación.

Es evidente que una mayor unidad entre los occitanos habría hecho discurrir la historia por otros derroteros. Pero su sentimiento de pertenencia a una nación diferente y diferenciada de la del norte queda patente en las obras que nos han dejado los trovadores.

 

Y también está claro que de ellos sólo se ha conservado una pequeña parte de lo que sin duda fue una brillante civilización. Porque a la limpieza étnica que siguió a la cruzada, le acompañó evidentemente una limpieza cultural. Aunque afortunadamente, todo no pudo ser destruido. Al presentar este texto en un congreso sobre el discurso artístico en el Norte y en el Sur nos pareció que se trataba del marco idóneo para dejar oir su palabra.

 

 

Texto publicado en El discurso artístico Norte y Sur: Eurocentrismo y transculturalismos, Universidad de Oviedo, 1998, vol.III, p.1-17


NOTAS

(1) Riquer, Martin de, Los Trovadores. Historia literaria y textos, Barcelona, Ariel, 1989, p.56
(2) Riquer, op.cit., p.992-993
(3) Riquer, op.cit., p.1011
(4) Riquer,op.cit., p.1398-1400
(5) Riquer, op.cit., p.1239
(6) Riquer, op.cit., p.1275
(7) Riquer, op.cit., p.1268
(8) Riquer, op.cit., p.1430
(9) Riquer, op.cit.,p.1159
(10) Riquer, op.cit., p.586-587
(11) Riquer, op.cit.,p.1204
(12) Riquer, op.cit., p.1482
(13) Riquer, op.cit., p.1509-1510
(14) Riquer, op.cit., p.1500
(15) Duby, Georges, Le Moyen Age (de Hugues Capet à Jeanne d'Arc, 987-1460, Histoire de France, Paris, Hachette, 1987

 

 

 

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