FÉ DE ERRATAS (en el Mundo Obrero de enero 2018)

Rafael Pla López (suplente del Comité Central del PCE)

José Luis Centella, el anterior secretario general del PCE, se había acostumbrado a recibir por escrito mis aportacions a sus informes al Comité Federal del PCE. Ahora que ya no soy miembro titular del redenominado Comité Central del PCE (aunque si se aplica el artículo 40-1 de los Estatutos, y el porcentaje de asistencia es similar al anterior, podría volver a serlo) no podré seguir haciéndolo, y tendré que limitarme a comentar a posteriori de la publicación, en particular en Mundo Obrero.

En relación al Mundo Obrero de enero de 2018 no puedo dejar de salir al paso de notorias erratas contenidas en dos artículos:

1. XX Congreso del PCE: Un Partido para la acción, un proyecto de Revolución”, por Enrique Santiago Romero, Coordinador de la Dirección política transitoria.

No es propiamente una errata, pero sí es singular que en el apartado “Construir una alternativa a la UE” aparezca 4 veces la expresión “soberanía nacional”. Teniendo en cuenta que el PCE reconoce la plurinacionalidad de España, dicha expresión debería referirse a la soberanía de Catalunya, Euskadi, Galicia, etc, aunque por el contexto parece referirse a la soberanía de los actuales Estados. Si es así, sería preferible hablar de “soberanía popular” (que sí aparece una vez) o de “soberanía democrática”.

Por su parte, en el apartado “Marxismo-Leninismo y sus consecuencias prácticas” afirma que:

“Nuestro XX Congreso ha actualizado la definición ideológica del PCE, tal y como ha quedado plasmado en el artículo 1 de nuestros Estatutos:

El PCE afirma el socialismo como alternativa para superar el sistema capitalista y basa su análisis de la realidad y su práctica política en las aportaciones del marxismo-leninismo y el socialismo científico, tradiciones que se enriquecen y renuevan constantemente e inspiradoras del pensamiento universal crítico, así como de prácticas revolucionarias, antiimperialistas y de liberación de los pueblos, haciendo suyos los principios que han atravesado históricamente a los movimientos comunistas que han contribuido al progreso de la humanidad, en especial la equidad e igualdad de género y la obligación ética de construir un modelo social y político respetuoso de la vida y del planeta.

El PCE aprende igualmente de las aportaciones políticas y culturales y de la experiencia de otros pueblos, de sus luchas y proyectos de liberación que tienen como objetivo la democracia plena y participativa, la supresión de cualquier forma de explotación, opresión y dominación patriarcal y la emancipación universal del género humano.

En coherencia con estos principios, el PCE es un partido revolucionario, internacionalista y solidario, feminista, ecologista, republicano, antifascista, federalista y laico
”.

Que un Partido comunista se defina como marxista-leninista es algo absolutamente natural

Lo cual no deja de ser curioso, dado que el último párrafo del artículo afirma que el PCE es un partido “revolucionario, internacionalista y solidario, feminista, ecologista, republicano, antifascista, federalista y laico”. No veo que incluya “marxista-leninista” entre dichas definiciones. Lo que sí afirma dicho artículo es que el PCE “basa su análisis de la realidad y su práctica política en las aportaciones del marxismo-leninismo y el socialismo científico”, pero eso no es una definición, sino una referencia a sus fundamentos o principios. Que, salvo por el guión entre “marxismo” y “leninismo”, tampoco difiere tanto de lo que decía el artículo 2 de los Estatutos aprobados en el IX Congreso del PCE, el que se entiende que abandonó el “leninismo”:

El Partido Comunista se basa en el marxismo revolucionario. Aprende críticamente en las experiencias del proceso de revoluciones socialistas que inauguró la Revolución de Octubre dirigida por Lenin, y del movimiento obrero y de liberación”.

Aparte de que, supuestamente, en el posterior Congreso extraordinario de fusión entre el PCE (encabezado por Julio Anguita) y una parte del PCPE (encabezada por Ignacio Gallego) ya se recuperó el marxismo-leninismo.

Pero más singular es la insistencia en hablar de definición “ideológica”, si recordamos lo que escribió Engels sobre la ideología. Así, en “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana” escribía:

Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que deteminan, en última instancia, la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología” (Obras escogidas de Marx y Engels, tomo II, editorial Fundamentos, 1975, página 420).

A su vez, en su carta a K. Schmidt del 27 de octubre de 1890, Engels escribía:

El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés. Para mí, es evidente que esta inversión, que mientras no se la reconoce constituye lo que nosotros llamamos concepción ideológica, repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites, modificarla(ibid, página 527).

Y finalmente, en su carta a F. Mehring del 14 de julio de 1893, Engels escribía:

La ideología es un proceso que se opera por el llamado pensador conscientemente, en efecto, pero con una conciencia falsa” (ibid, página 530).

Resulta claro, pues, que entender el marxismo-leninismo como una ideología supone reducirlo a una “conciencia falsa”, según la explicación de Engels, contradictoria con el socialismo científico que desarrollaron Marx y Engels y que el artículo 1 de los Estatutos también establece como un fundamento del análisis y la práctica del PCE.

Claro que el respeto a la ciencia y a su historia no atañe únicamente al marxismo-leninismo. Enrique Santiago afirma también que “La teoría de la gravedad de Newton o de la evolución de Darwin fueron formuladas hace más de tres siglos, sin que a nadie se le ocurra descalificarlas por antiguas”. Por lo que se refiere a la teoría de la gravedad de Newton, quizá no “por antigua”, pero sí ha sido refutada por el progreso de la ciencia, en particular por la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein. Pero “El origen de las especies” de Darwin fue publicado originalmente en 1859, es decir hace 159 años, algo menos de tres siglos…

En cuanto a las consecuencias prácticas del marxismo-leninismo, Enrique Santiago afirma que “El cambio más inmediato radica en la asunción del centralismo democrático en el funcionamiento de todos los órganos y organizaciones del PCE, esto es la aplicación por todas nuestras estructuras de los acuerdos políticos adoptados por mayoría en los órganos competentes tras el correspondiente debate democrático, así como el necesario debate en los órganos correspondientes de las temáticas propuestas democráticamente por nuestra militancia”.

Aparte de que tras el IX Congreso del PCE, que se entiende que abandonó el leninismo, en los Estatutos del PCE continuó figurando hasta el XIII Congreso el centralismo democrático, el contenido de éste, tal como lo explica Enrique Santiago, no sólo es que no ha dejado nunca de estar contemplado en los Estatutos del PCE, sino que parece difícil concebir una organización democrática que no funcione de dicha forma.

2. “Elecciones catalanas: una lectura en clave de crisis de régimen”, por José Luis Centella.

El contenido de dicho artículo no encaja con su título. Más bien parece una lectura de las elecciones catalanas en clave de recomposición del régimen. Afirma así que “el bloque monárquico trata de aprovechar la oportunidad derivada del proceso catalán para conseguir la hegemonía ideológica que le permita abordar ese ciclo electoral con garantías de conseguir un resultado que le permita dar paso a un nuevo régimen que le garantice mantenerse en el Poder durante otros cuarenta años”.

Dicha descripción puede ser realista, pero el problema es que frente a ello, y tras afirmar que “estamos más lejos de conseguir la hegemonía social y política necesaria para conquistar una salida democrática y social de la crisis en clave rupturista que estábamos hace un año”, plantea una respuesta no rupturista sino defensiva, en cuyo marco afirma que “no se puede un día defender el modelo de Estado Federal y otro día acudir a actos con fuerzas independentistas”.

Ello es contradictorio con lo que correctamente afirma Enrique Santiago en el artículo antes referido: “El trabajo unitario no supone la aceptación de cualquier posición y actuación de nuestros aliados, al igual que no podemos exigir a estos que acepten sin más todas nuestras propuestas. La dialéctica de la crítica abierta y políticamente razonada es consustancial a nuestra política de acumulación de fuerzas y es la base para el imprescindible acuerdo de base programática”. Y sin el concurso de la izquierda independentista catalana parece difícil conseguir una acumulación de fuerzas suficiente para acabar con el régimen del 78.

Un lectura de las elecciones catalanas en clave de crisis de régimen en una perspectiva rupturista es la que yo publiqué el 22 de diciembre de 2017, el día siguiente de las elecciones catalanas, y que comienza afirmando que “Per construir República, siga Federal o de Catalunya, cal deconstruir la monarquia. I unir als republicans”. Puede leerse en https://www.uv.es/pla/constrep.htm