EL MOTOR DE LA ECONOMÍA ES EL TRABAJO, NO EL DINERO
Rafael Pla López
 
El dinero como mucho puede ser un lubricante.

Pero es el trabajo el que genera valor económico, como planteó en su día Ricardo y recogió Marx. Así, en una economía de mercado simple, en el que cada trabajador vende el producto de su propio trabajo, se alcanzaría un equilibrio al intercambiarse productos del mismo tiempo de trabajo, bien directamente o bien por la intermediación de dinero como medio de cambio. Y entonces el precio de cada producto coincidiría con su "valor de cambio", determinado por dicho tiempo de trabajo (concepto que Marx distingue del "valor de uso" que sería la utilidad intrínseca del producto).

La aportación central de Marx fue considerar que, en un sistema capitalista, la fuerza de trabajo es también una mercancía, y en la medida en que su valor de cambio sea inferior al valor de cambio de lo que produce, la diferencia entre dichos valores, a la que llamó "plusvalía", sería lo que ganaría el capitalista propietario de los medios de producción necesarios para trabajar, por lo que el trabajador debe venderle su fuerza de trabajo por una cantidad inferior al valor de cambio de lo que produce.

Ahora bien, como explicó Marx en el tercer volumen de "El Capital", el capitalismo introduce una distorsión, debido a que el equilibio no se alcanza cuando se intercambian productos generados por el mismo tiempo de trabajo (es decir, cuando el precio coincide con el valor de cambio), sino cuando se intercambian productos para cuya obtención los capitalistas han invertido el mismo dinero, es decir, cuando se igualan las "tasas de ganancia" (el cociente entre la ganancia del capitalista y el dinero invertido por él), en cuyo caso el precio no coincide con el valor, sino con lo que denominó "precio de producción".

Además, la evolución de los precios de producción y de las tasas de ganancia reviste una especial complejidad, debido a que se produce en situaciones de desequilibio generadas por las innovaciones tecnológicas. En la época de Marx no existían instrumentos matemáticos para estudiar la evolución de sistemas fuera de la posición de equilibio, por lo que la teoría de dicha evolución no pudo ser resuelta correctamente en el tercer volumen de "El Capital". Actualmente sí disponemos de dichos instrumentos matemáticos, mediante la Dinámica de Sistemas, tal como se expone en mi trabajo "A Dynamical Model of Evolution of the Mean Gain Rate" ( http://www.uv.es/pla/models/GainEvol.htm ).

Ahora bien, ello no quita validez al núcleo central de la "teoría del valor" de Marx, que permite explicar la generación de plusvalía y así la misma existencia del capitalismo. Como mucho, habría que introducir una pequeña rectificación, planteando que el valor de cambio de un producto viene determinado por el tiempo de trabajo necesario para su reproducción, en vez de simplemente para su "producción", teniendo así en cuenta los límites ecológicos para reponer lo consumido y el trabajo de cuidado de las personas, que ha sido minusvalorado como trabajo no pagado asignado mayoritariamente a mujeres (ver al respecto mi trabajo "La naturaleza del capitalismo" en http://www.uv.es/pla/naturcap.htm ).

El dinero, en este contexto, es una mercancía más, cuyo valor de uso es servir como instrumento de intercambio. Y en todo caso, cuando adopta la forma de "papel moneda", es un representante del valor de cambio.

El problema es que el desarrollo del capital financiero basado en el crédito tiende a desvincular el dinero nominal de la riqueza real generada por el trabajo. Y ello se exacerbó a raíz de la crisis del petróleo de los años 70 del siglo XX, que al revelar los límites del crecimiento cuantitativo basado en el consumo de recursos naturales llevó a sustituir parcialmente dicho crecimiento por el crecimiento del crédito desvinculado de la riqueza real. Ello impulsó un predominio del capital financiero que a su vez impulsó el neoliberalismo que sacraliza el dinero al tiempo que menosprecia el trabajo.

Claro que dicha desvinculación del dinero circulante respecto de la riqueza real generaba una burbuja financiera global que no era sostenible, y de hecho era una forma de "esquema de Ponzi" (el sistema piramidal que sólo permite pagar a los inversores anteriores con el dinero obtenido de nuevos inversores). Como sabemos, dicha burbuja estalló en la crisis de 2008. Y cuando tras la aparente recuperación ha continuado inflándose amenaza con un nuevo y mayor estallido.

Pero el culto neoliberal al dinero ha contaminado también a posiciones favorables a los parias de la tierra.

Una de dichas contaminaciones es la que se manifiesta en la propuesta de "Renta Básica" universal e incondicional, que pretende superar la miseria no mediante la extensión de servicios públicos universales y gratuitos y la garantía del derecho al trabajo, sino pagando una renta en dinero a todas las personas, independientemente de sus otros ingresos y sin contraprestaciones, ignorando la naturaleza real y no imaginaria del dinero como intrumento de intercambio. Y ello se justifica con una teoría de "muerte del trabajo" por la robotización, que no entiende que éste lo que genera potencialmente es un desplazamiento del trabajo humano a actividades de control, investigación, innovación, formación y cuidado de las personas. Y un desarrollo cualitativo basado en la Investigación científica, el Desarrollo tecnológico y la innovación en el trabajo, el único desarrollo compatible con los límites ecológicos del planeta, lo que posibilita es prescindir de los capitalistas y su reinversión cuantitativa de plusvalía, no de trabajadores y trabajadoras de cuyas innovaciones cualitativas depende (ver al respecto mi conferencia sobre "Innovation and growth in the Economics of Information" en https://www.youtube.com/watch?v=3COId6eeTHE ).

Pero dicha contaminación afecta también a la llamada "Teoría Monetaria Moderna" que contempla el dinero como una manifestación del crédito en vez de como una representación de la riqueza real generada por el trabajo, asumiendo así la distorsión introducida por el desarrollo del capital financiero. Ello le lleva a afirmar que el dinero puede crearse de forma ilimitada, obviando la burbuja que ello genera.

Claro que el límite del 3% del déficit respecto del PIB es arbitrario. Pero debemos entender que a medio plazo la economía real no puede basarse en la generación de déficit, que es en última instancia insostenible en un mundo ecológicamente limitado, y aunque pueda recurrirse a déficits a corto plazo para atender necesidades urgentes, a medio plazo hay que buscar el equilibrio presupuestario, claro que no mediante la reducción de gastos sociales, sino a través de una drástica reducción de gastos socialmente improductivos como los militares, y del aumento de impuestos a los ricos.

Igualmente, hay que impulsar la implantación de un sistema de Trabajo Garantizado, el cual "consiste en que el Estado tiene la obligación de garantizar un puesto de trabajo en condiciones dignas y de carácter indefinido a toda aquella persona que quiera y pueda trabajar", como explica Eduardo Garzón en el Mundo Obrero de septiembre de 2017. Pero no puede afirmarse que "nunca nos deberíamos preocupar por la financiación, teniendo en cuenta que esta se consigue siempre de forma ilimitada porque el dinero es una invención del ser humano".

Hay que tener en cuenta que, aunque parte del Trabajo Garantizado pueda generar producción para el mercado y recuperar así directamente el dinero invertido en él, en buena medida iría dirigida a actividades socialmente útiles pero precisamente no cubiertas por el mercado laboral, sino generadoras de servicios públicos gratuitos, por lo que necesariamente tendrá que financiarse mediante impuestos. Puede encontrarse un análisis de su sostenibilidad en mi trabajo "Treball Garantit versus Renda Bàsica" en http://www.uv.es/pla/tregavrb.htm