{"versiones":[ {"id":"s", "nombre":"Suelta"}, {"id":"f", "nombre":"Foulché"}, {"id":"d", "nombre":"Desglosada"}, {"id":"nrg", "nombre":"Revenga"}, {"id":"e", "nombre":"Inglés"}, {"id":"fr", "nombre":"Francés"}, {"id":"i", "nombre":"Italiano"}, {"id":"", "nombre":""} ]}
Logo de la biblioteca Emothe

La Estrella de Sevilla

LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA

JORNADA PRIMERA

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

soberano Rey ya soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recibimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada,


 

no puedo quedar contento.


 

Tendrá mi corte su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Tus manos nos da a besar.


REY

 


 

Que en recebirme habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que a vuestro amparo he de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su lealtad y su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


ARIAS

 

Así lo siente y satisfecho


 

su majestad de los dos,


 


 

queda, de vuestro deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Parecido


 

me ha también, que hoy he sido


 

solo rey.


ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


ARIAS

 

El adorno y sus grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni tuvo tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

todo un cielo parecía,


 

que de su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, esfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vi más hermosas.


ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, eran doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

sola como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombre,


 

los nombres con estrañeza


 

con calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Qué es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamárase Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿Se llama su hermano...?


ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, en cuyo honor


 

a su calidad ajusto.


REY

 

¿Y es casado?


ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es su hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte favor si es tan bella


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

muy bien con tan buena estrella.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, se ve obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

Sí.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber en su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

que no se me dé el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Claro indicio


 

que en vos siempre se acredita.


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la mesma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de rubíes ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Vereme en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podréis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo.


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse. Salen ARIAS y BUSTO.

ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efecto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy así,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo nos puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no les dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y así yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si a más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Capricho el primero


 

sin segundo.)


REY

 

Yo no quiero,


 

Tabera, por vida mía,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y así os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, estándole sirviendo más tiempo de catorce años, haciendo notables servicios a Dios por vuestra corona, murió en una escaramuza. Pido justicia, &c.»


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio le señalo.


REY

 

Leed el otro memorial.


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor:


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha sido adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado captivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

cortos, por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es caridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello.


 


 


 


 


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y aquí en Sevilla, señor,


 

en cosa nos he obligado,


 

que en las guerras fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es digna


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues, lo que queréis.


BUSTO

 

Solo quiero, la razón


 

y la justicia lo quieren,


 

darlos a los que sirvieren


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellas os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

porque yo conmigo os quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Gran señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré.


 

¿Es su nombre?


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

Estrella que será bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

Solo un hombre,


 

señor, para Estrella anhelo,


 

que no estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré en mi nombre


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Por ello los pies te pido.


REY

 

Darela, Busto, marido


 

que a su igual no desmerezca;


 

y decidle que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto en cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Desde hoy asistidme vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Los pies me dad.


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No entiende mi actividad.


 

Sospechoso voy: quererme


 

y sin conocerme honrarme...


 

Más parece sobornarme,


 

honor, que favorecerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Si en ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

no en todas, señor, lo son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 


 


 


 


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


 


 


 


 


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere decir,


 

que Rey, ciego, he de seguir


 

a la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, MATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío,


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te envío?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrando sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que engasten nuestras almas?


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 

¡Ay,de mí, cómo te agradece


 

mi vida esos deseos!


 

Los etéreos trofeos


 

de la fama apetece


 

mi alma y se te ofrece.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


MATILDE

 

¡Ay, hermano lacayo,


 

que al son del almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


MATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


[ESTRELLA]

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querrías,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que el amor le entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, Dios¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamáis cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me llamó,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es justo.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casarla, y se prefería,


 

cuando yo no la dotara,


 

hacerlo, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con la ley


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que lugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo así,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra del pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

pero Dios las humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 


 


 


 


 


 


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

morimos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse
ySalen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO .

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de verla;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 


 


 


 


 


 


 


 


 

y no será bien notado


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarme venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ellas;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queráis honrar,


 

en el Alcázar, que ostentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistes a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en buena opinión su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevarle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


ARIAS

 


 


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


ARIAS

 

Esos coches llega.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

A pie, si me dais licencia,


 

iré.


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Guíen al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

gran favor el Rey me hace.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda ARIAS
y salen ESTRELLA y MATILDE

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Matilde?


MATILDE

 

Que era el Rey, señora.


ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 


 


 


 


 

Esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

que en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Mandome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas las riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si has sido hasta aquí la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y darate a un ricohombre


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

da mi espalda la respuesta.


Vase.

ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspensos me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen peñas.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


MATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


MATILDE

 

Que soy


 

esclava.


ARIAS

 

¿Esclava?


MATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


MATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


MATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


MATILDE

 

Pues yo le pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


MATILDE

 

A el alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


MATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que espera.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecella.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

pero me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Sale ARIAS.

ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escribir.


DON MANUEL

 

Vamos, pues, a divertir


 

la noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas le ha de labrar.


ARIAS

 

Una cédula has de hacella.


REY

 

Ven, don Arias, a ordenalla,


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor lo atropella.


ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de noble!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

en la Estrella de Sevilla.


JORNADA SEGUNDA

Salen el REY, ARIAS y MATILDE

MATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


MATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


MATILDE

 

Dadme vuestros pies.


ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Al fin, solo he de subir,


 

para más disimular.


ARIAS

 

?


 

¿Solo te aventuras hoy?


REY

 


 


 


 


 


 

Pues, dime, aunque me aventuro


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

en parte donde te halle,


ARIAS

 

En San Marcos entraré.


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


MATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

los pájaros hacen salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me alienta a tan alta empresa.


MATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo escuro del corredor.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

.


Vansey
salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Matilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen MATILDE y el REY.

MATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


MATILDE

 

¡Desdicha es mía!


BUSTO

 

¡Matilde!


MATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corre tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalle vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano

REY

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defecto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De nuevo de esto me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

y ya que a mí me ofendéis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tal defecto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aunque le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni el Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Y no atropelléis la ley,


 

mirad que es hombre en efecto,


 

esto os digo, y os respecto


 

porque os fingisteis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuando, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respecto al nombre.


 


 


 


 


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque he fingido


 

ser el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respectas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu afrenta trata.


BUSTO

 

Seguidle, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Dadle una luz a Matilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


MATILDE

 

(Si él no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

 

(Ya aquí colijo


 

los defectos de mi honor.)


 

¿Que tú, al fin, al Rey le diste


 

entrada?


MATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y así yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mesmo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y , ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


MATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Cosa es clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 


 


 


 


MATILDE

 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra obscura,


 

que es su luz, brillante y pura,


 

participada del sol.


 

A su cámara llegó;


 

y dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


MATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


MATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación en que estoy.


MATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición y el poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

victorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

de militares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 


 


 


 


 


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


ARIAS

 

No será sin fundamento.


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Mira quién es.


ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 


 


 


 


 


ARIAS

 

Mándale luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también se puede enterrar.


 

¡Así se pierde el respecto!


 

Tabera no ha de quedar.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Vanse.
Salen BUSTO y ESTRELLA.

ESTRELLA

 

¿Qué es esto?


BUSTO

 


 

Echa ese marco.


ESTRELLA

 


 

Apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y me levantas del lecho


 

solo, triste y afligido?


 

¿Confuso estás y turbado?


 

Dime, ¿has visto algún delito


 

en que cómplice yo sea?


BUSTO

 

Tú me lo dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 

¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco?


 

Dime si has perdido el juicio.


 

¿Yo delito? Mas ya entiendo


 

que tú lo has hecho en decillo,


 

pues solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 


 


 


 


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Porque si no has visto nada


 

que me pueda ser indicio,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

el Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo.


 


 


 


 


BUSTO

 

Cuando partía la noche


 

con sus destemplados giros,


 


 


 


 


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquestas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 


 


 


 


 

Matilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

se oyó que aunque entonces era


 

sabio el honor lince mío.


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocerte, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey que embiste enojado


 

se trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

ser de nadie conocido.


 

Conjuré la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirio.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que hizo


 

el Rey, que sabe el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 


 


 


 


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por su delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 


 


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está a peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y así, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vanse.
Salen ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Don Sancho Ortiz de las Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 

Todo el amor es cautelas:


 

ya la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matarle; de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada así.


ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 


 


 


 


 


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 


 


 


 


 


 


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

en secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efecto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que así


 

vos os culpáis en culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matadle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen lese muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen lese ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 


 


 


 


 


 

Y si es así la daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matarle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que el que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matadle como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referirlo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dadle muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco concepto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

valor, que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 


 


 


 


 


 

Rompedlo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos así,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

Si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando lo abráis, no os asombre;


 

mirad que he oído decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


REY

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertiros, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


 


 


 


 


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en albricias no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 


 


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efectuar luego al momento.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

,


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 


 

¡Qué dices! La alegría


 

me ha de matar. ¿Que Estrella ha de ser mía?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí y el sol. Espero,


 

en los dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar dos mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella?


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujección que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazando como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 


 


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfecta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no le dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendella y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pues ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóneme, Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castigo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Oh, válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Ya por escritura estáis


 

casado con doña Estrella.


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Pues si en mi honor y mi fe


 

algún defecto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Mete mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

que ya que cobré el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale ARIAS.

ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los hombres labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decidle al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

ypues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevadle a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanlo y vanse. Y salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí de prisa,


 

dame, Teodora, ese espejo.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, porque no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

disimulando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta ha sido, Teodora, estrella mía!


TEODORA

 

Parece que gente suena.


 

Todo el espejo. De envidia,


 

el cristal, dentro la hoja


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya aquesto sueña señora


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 


 


 


 


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquestas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya la escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

al placer? ¿Pero qué esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con el muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 

es muerto.


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Suerte enemiga!


DON PEDRO

 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


ESTRELLA

 


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Hay quién lo diga?


 

¿Hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 


 


 


 


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor le priva,


 

y con razón.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿De quién divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz beldad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguidla.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


Vanse.

ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fatricida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

Esta ha sido, Teodora, estrella mía.


JORNADA TERCERA

Salen el REY, los ALCALDES y ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 


 

y es gran confusión.


REY

 


 

¿Dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


ARIAS

 

¡Temeraria confusión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

y decidle que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

dé del delito razón.


 

antes que de necio muera.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

a hacello, que de esta suerte


 

oiré su descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

está sin juicio.


REY

 

¿No se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 

Notable y raro valor.


 


 

Los cargos ajenos deja,


 

y a sí se culpa, no más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 


 


 


 


 


 

De mi parte le decid


 

que diga que quién le dio


 

la muerte, y le persuadió


 

a ello, le prevenid


 

que declare, aunque sea yo.


 


 

Si no confiesa, al momento


 

en un teatro mañana


 

dará a Sevilla escarmiento.


ARIAS

 

Yo voy pues.


Vanse los ALCALDES, y ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

Doña Estrella pide


 


 


 

para besaros la mano


 

licencia.


REY

 

¿Quién lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme una silla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 


 

Ya está aquí,


REY

 


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfil.


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notable,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 


 


 


 


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándome en ellas


 

mi sentimiento no culpes.


 

Quise a Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a padre le tuve


 

la obediencia, y el respecto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él contenta,


 

sin dejar que el sol injurie,


 

que aún rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; cumple


 

con tu obligación en esto,


 

déjame que yo le juzgue.


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que en lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y deja que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera con él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

nos enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

luego de mi cabeza le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó un Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo le pondré de suerte con mis manos,


 

que espanto sea entre los más tiranos.


REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su mano misma ha de matalle,


 

¿Que en vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y sale SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escribir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recado?» Y me daban


 

más prisa que un rompimiento.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


 

decid vosotros un tono.


 

Agora sí que deseo


 

morir, y quiero, cantando,


 

dar muestras de mi contento.


 

Fuera de que quiero dalles


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en él obligarme a menos.


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de pipotes de lo añejo.


 


 


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se alarga el morir».


CLARINDO

 

¡Gallardo mote han cantado!


SANCHO

 

A propósito, discreto.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Ahora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por horas


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Llegado ha el plazo.


SANCHO

 

Las manos y pies os beso


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! A mi deseo


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

y aquí a voces lo confieso.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matasteis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 


 


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién ?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo decirlo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicisteis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aquestos reinos;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decidle a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

y si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tengo.


 

Decidle que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo prometido he hecho;


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo


 


 


 


 


 


 


ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y con esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvisteis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su furor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Braman los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego aprisa.


CLARINDO

 

Pienso que has perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Si andan coches por acá,


 

destruirán al infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues en él pleitos no hay,


 

bueno ha de ser el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

ya mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicisteis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceis majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

—Metedlo en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su hacienda padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces? ¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Cancerbero,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Y acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid presto,


 

que este lugar no es de honrado.


 

Asidle, llevadle preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

al punto el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo soy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿ Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

bautizado, y es gallego


 

de Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego el preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos le entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 

Agradezco


 

la piedad si es a matarme,


 

porque la muerte deseo.


ESTRELLA

 

Dadme la mano y venid.


CLARINDO

 

¿No parece encantamento?


ESTRELLA

 

¡Nadie nos sigue!


CLARINDO

 

Está bien.


 

¡Por Dios, que andamos muy buenos,


 

desde el infierno a Sevilla,


 

y de Sevilla al infierno!


 

Plegue a Dios que aquesta Estrella


 

se nos vuelva ya un lucero.


Vase.

ESTRELLA

 

Ya os he puesto en libertad.


 

Idos, Sancho Ortiz, con Dios,


 

y advertid que uso con vos


 

de clemencia y de piedad.


 

Idos con Dios, acabad.


 

Libre estáis. ¿Qué os detenéis?


 

¿Qué miráis? ¿Qué os suspendéis?


 

Tiempo pierde el que se tarda.


 

Id, que el caballo os aguarda


 

en que escaparos podáis


 

Dineros tiene el criado


 

para el camino.


SANCHO

 

Señora,


 

dame esos pies.


ESTRELLA

 

Id, que ahora


 

no es tiempo.


SANCHO

 

Voy con cuidado.


 

Sepa yo quién me ha librado,


 

porque sepa agradecer


 

tal merced.


ESTRELLA

 

Una mujer,


 

vuestra aficionada soy,


 

que la libertad os doy


 

teniéndola en mi poder.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

No he de pasar


 

de aquí, si no me decís


 

quién sois o no os descubrís.


ESTRELLA

 

No me da el tiempo lugar.


SANCHO

 

La vida os quiero pagar,


 

y la libertad también.


 

Yo he de conocer a quien


 

tanta obligación le debo,


 

para pagar lo que debo,


 

reconociendo este bien.


ESTRELLA

 

Una mujer principal


 

soy, y si más lo pondero,


 

la mujer que más os quiero,


 

y a quien vos queréis más mal.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

[Yo] no haré tal,


 

si no os descubrís ahora.


ESTRELLA

 

Porque os vais, yo soy...


Descúbrese.

SANCHO

 

¡Señora!


 

¡Estrella del alma mía!


ESTRELLA

 

Estrella soy que te guía,


 

de tu vida precursora.


 

Vete, que amor atropella


 

la fuerza así del rigor,


 

que como te tengo amor,


 

te soy favorable Estrella.


SANCHO

 

¡Tú, resplandeciente y bella,


 

con el mayor enemigo!


 

¡Tú, tanta piedad conmigo!


 

Trátame con más crueldad,


 

que aquí es rigor la piedad,


 

porque es piedad el castigo.


 

Haz que la muerte me den;


 

no quieras, tan liberal,


 

con el bien hacerme mal


 

cuando está en mi mal el bien.


 

¡Darle libertad a quien


 

muerte a su hermano le dio!


 

No es justo que viva yo,


 

pues él padeció por mí;


 

que es bien que te pierda así


 

quien tal amigo perdió.


 

En libertad de esta suerte


 

me entrego a la muerte fiera,


 

porque si preso estuviera,


 

¿qué hacía en pedir la muerte?


ESTRELLA

 

Mi amor es más firme y fuerte,


 

y así la vida te doy.


SANCHO

 

Pues yo a la muerte me voy,


 

puesto que librarme quieres,


 

que, si haces como quien eres,


 

yo he de hacer como quien soy.


ESTRELLA

 

¿Por qué mueres?


SANCHO

 

Por vengarte.


ESTRELLA

 

¿De qué?


SANCHO

 

De mi alevosía.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Es valentía.


ESTRELLA

 

Ya no hay parte.


SANCHO

 

Amor es parte.


ESTRELLA

 

Es ofenderme.


SANCHO

 

Es amarte.


ESTRELLA

 

¿Cómo me amas?


SANCHO

 

Muriendo.


ESTRELLA

 

Antes me ofendes.


SANCHO

 

Viviendo.


ESTRELLA

 

Óyeme.


SANCHO

 

No hay qué decir.


ESTRELLA

 

¿Dónde vas?


SANCHO

 

Voy a morir,


 

pues con la vida te ofendo.


ESTRELLA

 

Vete y déjame.


SANCHO

 

No es bien.


ESTRELLA

 

Vive y líbrate.


SANCHO

 

No es justo.


ESTRELLA

 

¿Por quién mueres?


SANCHO

 

Por mi gusto.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Honor también.


ESTRELLA

 

¿Quién te acusa?


SANCHO

 

Tu desdén.


ESTRELLA

 

No lo tengo.


SANCHO

 

Piedra soy.


ESTRELLA

 

¿Estás en ti?


SANCHO

 

En mi honor estoy


 

y te ofendo con vivir.


ESTRELLA

 

Pues vete, loco, a morir,


 

que a morir tan bien me voy.


Vanse cada uno por su puerta.y
salen el REY y ARIAS

REY

 

¡Que no quiera confesar


 

que yo mandé darle muerte!


ARIAS

 

No he visto bronce más fuerte.


 

Todo su intento es negar.


 

Dijo al fin que él ha cumplido


 

su obligación, y que es bien


 

que cumpla la suya quien


 

le obligó comprometido.


REY

 

Callando quiere vencerme.


ARIAS

 

Y aun te tiene convencido.


 


REY

 

Él cumplió lo prometido.


 

en confusión vengo a verme


 

por no podelle cumplir


 

la palabra que enojado


 

le di.


ARIAS

 

Palabra que has dado,


 

no se puede resistir;


 

porque si debe cumplilla


 

un hombre ordinario, un Rey


 

le hace entre sus labios ley,


 

y a la ley todo se humilla.


REY

 

Es verdad, cuando se mide


 

con la natural razón


 

la ley.


ARIAS

 

Es obligación.


 

El vasallo no la pide


 

al rey. Solo ejecutar,


 

sin vello y averiguallo,


 

debe la ley el vasallo,


 

y el rey debe consultar.


 

Tú esta vez la promulgaste


 

en un papel, y pues él


 

la ejecutó sin papel,


 

a cumplilla te obligaste


 

la ley que hiciste en mandalle


 

matar a Busto Tabera,


 

que, si por tu ley no fuera,


 

él no viniera a matalle.


REY

 

Pues, ¿he de decir que yo


 

darle la muerte mandé


 

y que tal crueldad usé


 

con quien jamás me ofendió?


 

El cabildo de Sevilla,


 

viendo que la causa fui,


 

Arias, ¿qué dirá de mí?


 

Y ¿qué se dirá en Castilla,


 

cuando don Alonso en ella


 

me está llamando tirano,


 

y el Pontífice Romano


 

con censuras me atropella?


 

La parte de mi sobrino


 

vendrá a esforzar, por ventura,


 

y su amparo la asegura.


 

Falso mi intento imagino.


 

También, si dejo morir


 

a Sancho Ortiz, es bajeza.


 

¿Qué he de hacer?


ARIAS

 

Puede tu alteza


 

con halagos persuadir


 

a los alcaldes mayores,


 

y pedilles con destierro


 

castiguen su culpa y yerro,


 

atropellando rigores.


 

Pague Sancho Ortiz. Así


 

vuelves, gran señor, por él,


 

y, ceñido de laurel,


 

premiado queda de ti.


 

Puedes hacerle, señor,


 

general de una frontera.


REY

 

Bien dices. Pero si fuera


 

ya ejecutado el rigor


 

con él doña Estrella ya,


 

a quien mi anillo le di,


 

¿cómo lo haremos aquí?


ARIAS

 

Todo se remediará.


 

Y en tu nombre iré a prendella


 

por causa que te ha movido,


 

y sin gente y sin rüido


 

traeré al Alcázar a Estrella.


 

Aquí la persuadirás


 

a tu intento, y porque importe,


 

con un grande de la corte


 

casarla, señor, podrás;


 

que su virtud y nobleza


 

merece un alto marido.


REY

 

¡Cómo estoy arrepentido,


 

don Arias, de mi flaqueza!


 

Bien dice un sabio que aquel


 

era sabio solamente


 

que era en la ocasión prudente,


 

como en la ocasión crüel.


 

Ve luego a prender a Estrella,


 

pues de tanta confusión


 

me sacas, con su prisión,


 

que pienso casar con ella,


 

para venirla a aplacar,


 

un ricohome de Castilla,


 

y a poderla dar mi silla,


 

la pusiera en mi lugar;


 

que tal hermano y hermana


 

piden inmortalidad.


ARIAS

 

La gente de esta ciudad


 

obscurecen la romana.


Vase ARIAS
y sale el ALCAIDE.

ALCAIDE

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Pedro de Caus, ¿qué causa


 

os trae a mis pies?


ALCAIDE

 

Señor,


 

este anillo con sus armas,


 

¿no es de vuestra alteza?


REY

 

Sí.


 

Este es previlegio y salva


 

de cualquier crimen que hayáis


 

cometido.


ALCAIDE

 

Fue a Trïana,


 

invicto señor, con él


 

una mujer muy tapada,


 

diciendo que vuestra alteza


 

que le entregara mandaba


 

a Sancho Ortiz. Consultele


 

tu mandato con las guardas


 

y el anillo juntamente,


 

y todos que le entregara


 

me dijeron. Dile luego,


 

pero, en muy poca distancia,


 

Sancho Ortiz, dando mil voces,


 

pide que las puertas abra


 

del castillo, como loco.


 

«No he de hacer lo que el rey manda»


 

-decía- y «Quiero morir,


 

que es bien que muera quien mata».


 

La entrada le resistí,


 

pero, como voces tantas


 

daba, fue abrirle fuerza.


 

Entró, donde alegre aguarda


 

la muerte.


REY

 

No he visto gente


 

más gentil ni más cristiana


 

que la de esta ciudad: callen


 

bronces, mármoles y estatuas.


ALCAIDE

 

La mujer dice, señor,


 

que la libertad le daba


 

y que él no quiso admitilla


 

por saber que era la hermana


 

de Busto Tabera, a quien


 

dio la muerte.


REY

 

Más me espanta


 

lo que me decís agora.


 

En sus grandezas agravian


 

la mesma naturaleza.


 

Ella, cuando más ingrata


 

había de ser, le perdona,


 

le libra, y él, por pagarla


 

el ánimo generoso,


 

se volvió a morir. Si pasan


 

más adelante sus hechos,


 

dé la vida eternas planchas.


 

Vos, Pedro de Caus, traedme


 

con gran secreto al Alcázar


 

a Sancho Ortiz en mi coche,


 

escusando estruendo y guardas.


ALCAIDE

 

Voy a servirte.


Vase
y sale un criado.

CRIADO

 

Aquí


 

ver a vuestra alteza aguardan


 

sus dos alcaldes mayores.


REY

 

Decid que entren con sus varas.


 

Yo, si puedo, a Sancho Ortiz


 

he de cumplir la palabra,


 

sin que mi rigor se entienda.


DON PEDRO

 

Ya, gran señor, sustanciada


 

la culpa, pide el proceso


 

la sentencia.


REY

 

Sustanciadla,


 

solo os pido que miréis,


 

pues sois padres de la patria,


 

su justicia, y la clemencia


 

muchas veces la aventaja.


 

Regidor es de Sevilla


 

Sancho Ortiz, si es el que falta


 

regidor, uno piedad


 

pide, si el otro venganza.


FARFÁN

 

Alcaldes mayores somos


 

de Sevilla, y hoy nos cargan


 

en nuestros hombros, señor,


 

su honor y su confianza.


 

Estas varas representan


 

a vuestra Alteza, y si tratan


 

mal vuestra planta divina,


 

ofenden a vuestra estampa.


 

Derechas miran a Dios,


 

y, si se doblan y bajan,


 

miran al hombre, y del cielo,


 

en torciéndose, se apartan.


REY

 

No digo que las torzáis,


 

sino que equidad se haga


 

en la justicia.


DON PEDRO

 

Señor,


 

la causa de nuestras causas


 

es vuestra Alteza: en su fiat


 

penden nuestras esperanzas.


 

Dadle la vida y no muera,


 

pues nadie en los reyes manda,


 

Dios en los reyes, y Dios


 

de los Saúles traslada


 

en los humildes Davides


 

las coronas soberanas.


REY

 

Entrad, y ved la sentencia


 

que da por disculpa, y salga


 

al suplicio Sancho Ortiz,


 

como las leyes lo tratan.


Aparte.

 

(Vos, don Pedro de Guzmán,


 

escuchadme una palabra


 

aquí aparte.)


DON PEDRO

 

Pues, ¿qué es


 

lo que vuestra Alteza manda?


REY

 

Dando muerte a Sancho, amigo


 

don Pedro, no se restaura


 

la vida al muerto, y querría,


 

evitando la desgracia


 

mayor, que le desterremos


 

a Gibraltar o a Granada,


 

donde en mi servicio tenga


 

una muerte voluntaria.


 

¿Qué decís?


DON PEDRO

 

Que soy don Pedro


 

de Guzmán y a vuestras plantas


 

me tenéis. Vuestra es mi vida,


 

vuestra es mi hacienda y espada.


 


 


REY

 

Dadme esos brazos, don Pedro


 

de Guzmán, que no esperaba


 

yo menos de un pecho noble.


 

Id con Dios. Haced que salga


 

luego Farfán de Ribera.


 


FARFÁN

 

Montes la lisonja allana.


 

Aquí a vuestros pies estoy.


REY

 

Farfán de Ribera, estaba


 

con pena de que muriera


 

Sancho Ortiz, mas ya se trata


 

de que en destierro se trueque


 

la muerte, y será más larga,


 

porque será mientras viva.


 

Vuestro parecer me falta


 

para que así se pronuncie


 

cosa de más importancia.


FARFÁN

 


 

Mande a Farfán de Ribera


 

vuestra alteza, sin que en nada


 

repare, que mi lealtad


 

en servirle no repara


 

en cosa alguna.


REY

 

En fin sois


 

Ribera en quien vierte el alba


 

flores de virtudes bellas,


 

que os guarnecen y acompañan.


 

Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

 

Bien negocié.


 

Hoy de la muerte se escapa


 

Sancho Ortiz, y mi promesa,


 

sin que se entienda, se salva.


 

Haré que por general


 

de alguna frontera vaya,


 

con que le destierro y premio.


Vuelven los ALCALDES.

DON PEDRO

 

Ya está, gran señor, firmada


 

la sentencia, y que la vea


 

solo vuestra Alteza falta.


REY

 

Habrá la sentencia sido


 

como yo lo deseaba


 

de tan grandes caballeros.


FARFÁN

 

Nuestra lealtad nos ensalza.


REY

Lee el REY la sentencia.

 

«Fallamos y pronunciamos


 

que le corten en la plaza


 

la cabeza.»—¿Esta sentencia


 

es la que traéis firmada?


 

¿Así, villanos, cumplís


 

a vuestro Rey la palabra?


 

¡Vive Dios!


FARFÁN

 

Lo prometido,


 

con las vidas, con las armas


 

cumplirá el menor de todos,


 

como ves, como arrimada


 

la vara tengo: con ella,


 

por las potencias humanas,


 

por la tierra, por el cielo,


 

¡que ninguno de ellos haga


 

cosa mal hecha o mal dicha!


DON PEDRO

 

Como a vasallos nos manda,


 

mas como alcaldes mayores,


 

no pidas injustas causas,


 

que aquello es estar sin ellas,


 

y aquesto es estar con varas,


 

y el cabildo de Sevilla


 

es quien es.


REY

 

Bueno está. Basta,


 

que todos me avergonzáis.


Salen ARIAS y ESTRELLA.

ARIAS

 

Ya esta aquí Estrella.


REY

 

Don Arias,


 

¿qué he de hacer?, ¿qué me aconsejas,


 

entre confusiones tantas?


Salen el ALCAIDE, SANCHO ORTIZ y CLARINDO.

ALCAIDE

 

Ya Sancho Ortiz está aquí.


SANCHO

 

Gran señor, ¿por qué no acabas


 

con la muerte, mis desdichas,


 

con tu rigor, mis desgracias?


 

Yo maté a Busto Tabera.


 

Mátame. Muera quien mata.


 

Haz, señor, misericordia


 

haciendo justicia.


REY

 

Aguarda,


 

¿quién te mandó dar la muerte?


SANCHO

 

Un papel.


REY

 

¿De quién?


SANCHO

 

Si hablara


 

el papel, él lo dijera,


 

que es cosa evidente y clara,


 

mas los papeles rompidos


 

dan confusas las palabras.


 

Solo sé que di la muerte


 

al hombre que más amaba,


 

por haberlo prometido.


 

Mas aquí a tus pies aguarda


 

Estrella mi muerte heroica,


 

aún no es bastante venganza.


REY

 

Estrella, yo os he casado


 

con un grande de mi casa,


 

mozo, galán, y en Castilla


 

príncipe y señor de salva,


 

y en premio de esto os pedimos


 

con su perdón nuestra gracia,


 

que no es justo que se niegue.


ESTRELLA

 

Ya, señor, si estoy casada,


 

vaya libre Sancho Ortiz.


 

No ejecutes mi venganza.


SANCHO

 

¿Al fin me das el perdón


 

porque su Alteza te casa?


ESTRELLA

 

Sí, por eso te perdono.


SANCHO

 

¿Y quedáis así vengada


 

de mi agravio?


ESTRELLA

 

Y satisfecha.


SANCHO

 

Pues porque tus esperanzas


 

se logren, la vida acepto,


 

aunque morir deseaba.


REY

 

Id con Dios.


FARFÁN

 

Mirad, señor,


 

que así Sevilla se agravia,


 

y debe morir.


REY

 

¿Qué haré,


 

que me apuran y acobarda


 

esta gente?


DON ARIAS

 

Hablad.


REY

 

Sevilla,


 

matadme a mí, que fui causa


 

de esta muerte. Yo mandé


 

matalle, y aquesto basta


 

para su descargo.


SANCHO

 

Solo


 

ese descargo aguardaba


 

mi honor, que el Rey me mandó


 

matarle, que yo una hazaña


 

tan fiera no cometiera,


 

si el Rey no me lo mandara.


REY

 

Digo que es verdad.


FARFÁN

 

Así


 

Sevilla se desagravia,


 

que pues mandastis matalle,


 

sin duda os daría causa.


REY

 

Admirado me ha dejado


 

la nobleza sevillana.


SANCHO

 

Yo a cumplir salgo el destierro,


 

cumpliéndome otra palabra


 

que me distis.


REY

 

Yo la ofrezco.


SANCHO

 

Yo dije que aquella dama


 

por mujer habías de darme


 

que yo quisiera.


REY

 

Así pasa.


SANCHO

 

Pues a doña Estrella pido,


 

y aquí a sus divinas plantas


 

el perdón de mi error pido.


ESTRELLA

 

Sancho Ortiz, yo estoy casada.


SANCHO

 

¿Casada?


ESTRELLA

 

Sí.


SANCHO

 

Yo estoy muerto.


REY

 

Estrella, esta es mi palabra.


 

Rey soy, y debo cumplirla.


 

¿Qué me respondéis?


ESTRELLA

 

Que se haga


 

vuestro gusto. Suya soy.


SANCHO

 

Yo soy suyo.


REY

 

Ya ¿qué falta?


SANCHO

 

La conformidad.


ESTRELLA

 

Pues esa


 

jamás podremos hallarla


 

viviendo juntos.


SANCHO

 

Lo mesmo


 

digo yo, y por esta causa


 

de la palabra te absuelvo.


ESTRELLA

 

Yo te absuelvo la palabra,


 

que ver siempre al homicida


 

de mi hermano en mesa y cama


 

me ha de dar pena.


SANCHO

 

Y a mí


 

estar siempre con la hermana


 

del que maté injustamente,


 

queriéndolo como al alma.


ESTRELLA

 

¿Pues libres quemas?


SANCHO

 

Sí.


ESTRELLA

 

Pues a Dios.


SANCHO

 

A Dios.


REY

 

Aguarda.


ESTRELLA

 

Señor, no ha de ser mi esposo


 

hombre que a mi hermano mata,


 

aunque le quiero y adoro.


Vase.

SANCHO

 

Y yo, señor, por amarla.


 

no es justicia que lo sea.


Vase.

REY

 

¡Grande fe!


ARIAS

 

¡Grande constancia!


CLARINDO

 

Más me parece locura.


REY

 

Toda esta gente me espanta.


DON PEDRO

 

Tiene esta gente Sevilla.


REY

 

Casarla pienso, y casarla


 

como merece.


CLARINDO

 

Y aquí


 

esta tragedia os consagra


 

Lope, dando a La Estrella


 

de Sevilla eterna fama,


 

cuyo prodigioso caso


 

inmortales bronces guarda.


LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA

JORNADA PRIMERA

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

ya soberano Rey soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recebimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada,


 

no puedo quedar contento.


 

Mi corte tendrá su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Las manos nos da a besar.


REY

 

Id, Sevilla, a descansar,


 

que con mi gozo habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que vuestro amparo ha de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su audiencia y con su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


DON ARIAS

 

Así lo siente,


 

señor Farfán de los dos,


 

y satisfecho de vos


 

su alteza, y de su deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

DON ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Parecido


 

me ha tan bien que hoy he sido


 

solo rey.


DON ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


DON ARIAS

 

El adorno y las grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni , creo, tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


DON ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

todo un cielo parecía,


 

que de su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, enfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


DON ARIAS

 

Doña Elvira de Guzmán,


 

que es la que a su lado estaba


 

¿qué te pareció?


REY

 

Que andaba


 

muy prolijo el alemán,


 

pues de dos en dos están


 

juntas las blancas ansí.


DON ARIAS

 

Un maravedí vi allí.


REY

 

Aunque amor anda tan franco,


 

por maravedí tan blanco


 

no diera un maravedí.


DON ARIAS

 

Doña Teodora de Castro


 

es la que viste de verde.


REY

 

Bien en su rostro se pierde


 

el marfil y el alabastro.


DON ARIAS

 

Sacárala Amor de rastro,


 

si se la quisiera dar,


 

porque en un buen verde mar


 

engorda como en favor.


REY

 

A veces es bestia amor,


 

y el verde suele tomar.


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vi más hermosas.


DON ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, eran doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

sola como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


DON ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombre,


 

los nombres con estrañeza


 

dan calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


DON ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Quién es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


DON ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


DON ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamarse Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


DON ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


DON ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿¿Llámase su hermano...??


DON ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, cuyo honor


 

a su calidad ajusto.


REY

 

¿Y es casado?


DON ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es su hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte favorable y bella


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

teniendo tan buena estrella.


 

Si tal Estrella me guía,


 

¿cómo me puedo perder?


 

Rey soy, y he venido a ver


 

estrellas a mediodía.


 

Don Arias, verla querría,


 

que me ha parecido bien.


DON ARIAS

 

Si es estrella que a Belén


 

te guía, señor, no es justo


 

que hagas a su hermano Busto


 

bestia del portal también.


REY

 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


DON ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, si está obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 

Parte, y llámame al hermano.


DON ARIAS

 

En el Alcázar le vi;


 

veré, señor, si está allí.


REY

 

Si hoy este imposible allano,


 

mi reino pondré en su mano.


DON ARIAS

 

Yo esta Estrella te daré.


Vase.

REY

 

Cielo estrellado seré


 

en noche apacible y bella,


 

y solo con una Estrella


 

más que el sol alumbraré.


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

Sí.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber a su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

que no se me dé el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Es claro indicio


 

que en vos siempre se acredita.


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la misma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de granates ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Yo me veré en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podéis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo.


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse y salen DON ARIAS y BUSTO.

DON ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efeto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy ansí,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo no os puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no les dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y ansí yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Estos son primero


 

los que caen.)


REY

 

Yo no quiero,


 

Tabera, por vida mía,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y ansí os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, lo ha servido catorce años, haciendo notables servicios a Dios y a vuestra corona, ha muerto en una escaramuza. Pido justicia, »


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio le señalo.


 


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor:


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha sido adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado cautivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

viles, por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es caridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello


 

para que, si a tanto exceso


 

de una cosa tan sutil,


 

para que, cayendo en fil,


 

no se quiebre y dé buen peso.


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y aquí en Sevilla, señor,


 

en cosa no os he obligado,


 

que en las guerras fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es dina


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues vos lo queréis.


BUSTO

 

Solo quiero, y la razón


 

y la justicia lo quieren,


 

darl[e]s a los que sirvieren


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellas os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

porque yo conmigo os quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Gran señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré.


 

¿Es su nombre?


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

A Estrella tan clara y bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

Solo un hombre,


 

señor, para Estrella anhelo,


 

que no es estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré en mi nombre


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Por ello los pies te pido.


REY

 

Darela, Busto, marido


 

que a su igual no desmerezca;


 

y decidle que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto en cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Pues de hoy asisteréis vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Dadme los pies.


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No puedo entender por qué.


 

Sospechoso voy: quererme


 

sin conocerme y honrarme...


 

El Rey quiere sobornarme,


 

de algún mal que piensa hacerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


DON ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Sin ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

con ella bailan a un son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 

y verás, gran señor, cómo


 

la que agora está tan baja


 

viene a pesar una paja,


 

y ella mil marcos de plomo.


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


DON ARIAS

 

Mira que podrán decir...


REY

 

Los que reparando están,


 

amigo, en lo que dirán,


 

se quieren dejar morir.


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere entender,


 

que Rey Mago quiero ser


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, NATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío,


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te envío?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrando sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que engasten nuestras almas?


 

¿Cuándo, dichosa Estrella


 

que como el sol adoro,


 

a tu epiciclo de oro,


 

resplandeciente y bella,


 

la luz que baña y sella


 

tu cervelo divino,


 

con rayos de alegría


 

adornarás el día,


 

juntándonos amor en solo un sino,


 

para que emule el cielo


 

otro Cástor y Pólux en el suelo?


 

¿Cuándo, en lazos iguales,


 

nos llamará Castilla


 

Géminis de Sevilla


 

con gustos inmortales?


 

¿Cuándo tendrán mis males


 

esperanzas de bienes?


 

¿Cuándo, alegre y dichoso,


 

me llamaré tu esposo


 

a pesar de los tiempos que detienes,


 

que en perezoso turno


 

caminan con las plantas de Saturno?


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante y venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 

En círculos amantes


 

ayer se enamoraban


 

do sabes, y se formaban


 

requiebros ignorantes;


 

sus picos de diamantes


 

sus penachos de nieve


 

dulcemente ofendían,


 

mas luego los hacían


 

vaso en que amor sus esperanzas bebe,


 

pues los picos unidos


 

se brindaban las almas y sentidos.


SANCHO

 

¡Ay, cómo te agradezco


 

mi vida esos deseos!


 

Los eternos trofeos


 

de la fama apetezco


 

solo el alma te ofrezco.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


NATILDE

 

¡Ay, hermano lacayo,


 

que al son de la almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


NATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


ESTRELLA

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querría,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 

La mar tranquila y cana


 

amanece entre leche,


 

y antes que montes eche


 

al sol por la mañana,


 

en círculos de grana


 

madruga el alba hermosa,


 

y luego, negra nube


 

en sus hombros se sube,


 

vistiéndola con sombra tenebrosa,


 

y los que fueron riscos


 

son de nieve gigantes basiliscos.


 

Penachos de colores


 

toma un almendro verde,


 

y en un instante pierde


 

sus matizadas flores;


 

cruzan murmuradores


 

los arroyuelos puros,


 

y en su argentado suelo


 

grillos les pone el hielo;


 

pues si estos de él jamás están seguros,


 

¿cómo en tanta mudanza


 

podré tener del tiempo confianza?


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que amor se entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, ¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! si ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamáis cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me llamó,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es gusto.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casalla, y se profería,


 

cuando yo no la dotara,


 

a hacello, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con la ley


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que lugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo ansí,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra de pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

y pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

y Dios siempre la humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Conjúrese tu gente


 

y pongan a los hijos de tu hermano


 

la corona en la frente


 

con bulas del Pontífice Romano,


 

y dándoles tu silla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

morimos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse.
Salen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


DON ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de vella;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 

y no os vendrán bien sus salas,


 

que son, gran señor, pequeñas,


 

porque su mucha humildad


 

no aspira a tanta soberbia.


 

Fuera, señor, de que en casa


 

tengo una hermosa doncella


 

solamente, que la caso


 

ya con escrituras hechas,


 

y no sonará muy bien


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarla venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ella;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queréis honrar,


 

en el Alcázar, que afrentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistis a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en opiniones su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevalle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


DON ARIAS

 

Arracadas muy pesadas


 

de las orejas se cuelgan:


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


DON ARIAS

 

Esos coches llegan.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

A pie, si me dais licencia,


 

he de ir.


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


DON ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Guíen al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

y gran favor me hace el Rey.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda DON ARIAS.
Salen ESTRELLA y NATILDE.

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Natilde?


NATILDE

 

Que era el Rey, señora.


DON ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 

el Fuerte, y sus altas obras


 

el Sacro y Augusto César,


 

que los laureles romanos


 

con sus hazañas afrenta,


 

esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

cuando en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Mandome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas sus riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si hasta aquí has sido la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y a un ricohombre te dará


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


DON ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

da mi espalda la respuesta.


Vase.

DON ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspenso me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen peñas.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


NATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


DON ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


NATILDE

 

Que soy


 

esclava.


DON ARIAS

 

¿Esclava?


NATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


DON ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


NATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


DON ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


NATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


DON ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


NATILDE

 

Pues yo le pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


DON ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


NATILDE

 

Al alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


DON ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


NATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


DON ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que esperas


 

del Rey.


NATILDE

 

Que no hay para qué.


DON ARIAS

 

No quiero que te parezcas


 

a los médicos.


NATILDE

 

Por oro,


 

¿qué monte tendrá firmeza?


 

El oro ha sido en el mundo


 

el que los males engendra,


 

porque si él faltara, es claro


 

no hubiera infamias ni afrentas.


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecella.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

puerta me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 

Mas, conservando mi honor,


 

si a lo que he sido me humilla,


 

vendré a quedarme en Sevilla


 

veinticuatro y regidor.


ÍÑIGO

 

¿Quién es de guarda?


DON MANUEL

 

Ninguno


 

de los tres.


ÍÑIGO

 

Pues yo quisiera


 

holgarme.


DON MANUEL

 

Busto Tabera,


 

si tenéis requiebro alguno,


 

esta noche nos llevad,


 

y la espalda os guardaremos.


BUSTO

 

Si queréis que visitemos


 

lo común de la ciudad,


 

ya os llevaré donde halléis


 

concetos y vocería,


 

y dulce filosofía


 

de amor.


DON MANUEL

 

Merced nos haréis.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escrebir.


DON MANUEL

 

Vamos, pues, a divertir


 

la noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


DON ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas la ha de labrar.


DON ARIAS

 

Una cédula has de hacella.


REY

 

Ve, don Arias, a ordenalla,


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor lo atropella.


DON ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de noble!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

en la Estrella de Sevilla.


JORNADA SEGUNDA

Salen el REY, DON ARIAS y NATILDE.

NATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


NATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


DON ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


NATILDE

 

Dadme vuestros pies.


DON ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


DON ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Solo, al fin, he de subir,


 

para más disimular.


DON ARIAS

 

¿Solo te aventuras?


 


REY

 

Pues,


 

¿por qué espumosos remolcos


 

por manzanas paso a Colcos?


 

Busto mi vasallo es.


 

¿No es su casa esta en que estoy?


 

Pues, dime, ¿a qué me aventuro?


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


DON ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

en parte donde te halle,


DON ARIAS

 

En San Marcos entraré.


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


NATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

hacen pajarillos salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me allane tan alta empresa.


NATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo obscuro del corredor,


 

que así llegará a sus bellas


 

luces.


REY

 

Mira mis locuras,


 

pues los dos, ciegos y a escuras,


 

vamos a caza de estrellas.


NATILDE

 

¿Qué estrella al sol no se humilla?


REY

 

Aunque soy don Sancho el Bravo,


 

venero en el cielo octavo


 

esta Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Natilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen NATILDE y el REY.

NATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


NATILDE

 

¡Desdicha es mía!


BUSTO

 

¡Natilde!


NATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corra tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalla vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano el REY.

REY

Aparte.

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y a su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defeto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De esto de nuevo me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

que ya que a mí me ofendáis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tal defeto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

Aparte.

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aun el que le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni el Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Y no atropelléis la ley,


 

mirad que es hombre en efeto,


 

esto os digo, y os respeto


 

porque os fingistis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuerdo, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respeto al nombre.


 

Esto, don Busto Tabera


 

aquí os lo dice y, por Dios,


 

que como lo dice a vos


 

a él mismo se lo dijera.


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque me he fingido


 

el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respetas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

Aparte.

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu ofensa trata.


BUSTO

 

Seguilde, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 

Si huye, la gloria es notoria


 

que se alcanza sin seguir,


 

que el vencido con hüir


 

da al vencedor la vitoria.


 

Cuánto más que este que huyó,


 

más por no ser conocido


 

huye que por ser vencido,


 

porque nadie le venció.


 

Dadle una luz a Natilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.
Aparte.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


NATILDE

Aparte.

 

(Si el Rey no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

Aparte.

 

(Ya aquí colijo


 

los defetos de mi honor.)


 

¿Que tú, al fin, al Rey le diste


 

entrada?


NATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y ansí yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mismo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y di, ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


NATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Es cosa clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra oscura,


 

que es su luz, brillante y pura,


 

participada del sol.


 


 


 


 


 

A su cámara llegó;


 

en dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


NATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


NATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación de quien soy.


NATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y don ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


DON ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


DON ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


DON ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición y el poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


DON ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


DON ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


DON ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

vitorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

de militares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


DON ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 

Este le dará la muerte,


 

señor, con facilidad,


 

que es bravo, robusto y fuerte,


 

y tiene en esta ciudad


 

superior ventura y suerte.


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


DON ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


DON ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


DON ARIAS

 

No será sin fundamento.


REY

 

Llega, llega, Arias, a ver


 

lo que es.


DON ARIAS

 

Es mujer colgada.


REY

 

¿Mujer dices?


DON ARIAS

 

Es mujer.


REY

 

¿Mujer?


DON ARIAS

 

Y está ahorcada,


 

con que no lo viene a ser.


REY

 

Mira quién es.


DON ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


DON ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 

Mándala luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también la manda enterrar.


 

¿Ansí se pierde el respeto


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 


 


 


 


 


 


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 

no más que si arenas fuera,


 

de este linaje ninguno;


 

en Sevilla, gente fiera,


 

a mis manos, uno a uno,


 

no ha de quedar un Tabera;


 

esta Estrella, que al sol brilla,


 

en Sevilla ha de caer.


DON ARIAS

 

Si cae, no es maravilla


 

que la abrase.


REY

 

Se ha de arder


 

hoy, con su Estrella, Sevilla.


Vanse
y salen BUSTO y ESTRELLA.

 


BUSTO

 

Echa ese marco.


 


ESTRELLA

 

¿Qué es esto,


 

que apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y del lecho me levantas,


 

solo, triste y afligido?


 

¿Confuso y turbado me hablas?


 

Dime, ¿has visto algún delito


 

en que cómplice yo sea?


BUSTO

 

Tú me dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 

¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco?


 

Dime si has perdido el juicio.


 

¿Yo delito? Mas ya entiendo


 

que tú lo has hecho en decillo,


 

pues solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 

¿Si he hecho delitos, preguntas?


 

No de ti, de mí me admiro;


 

mas por decirte que sí,


 

lo quiero hacer en sufrillo.


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 

¿Has visto alegres mis ojos


 

de la cárcel de sus vidrios


 

desatar rayos al aire,


 

lisonjeros y lacivos?


 

¿En las manos de algún hombre


 

viste algún papel escrito


 

de la mía? ¿Has visto hablando,


 

dime, algún hombre conmigo?


 

Porque si no has visto nada


 

de las cosas que te he dicho,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en mi casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que en entrando en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

al Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo,


 

que son las suyas errantes,


 

y yo Estrella fija he sido


 

en el cielo de mi honor,


 

de quien los rayos recibo.


BUSTO

 

Cuando partían la noche


 

con sus destemplados gritos,


 

entre domésticas aves


 

los gallos olvidadizos,


 

rompiendo el mudo silencio


 

con su canoro sonido


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquellas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 

que de noche las estrellas


 

son de los cielos jacintos,


 

y a estas horas las buscaban


 

los astrólogos egipcios.


 

Natilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

salió, que, aunque a obscuras era,


 

la vio el honor, lince mío.


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocelle, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey que embiste enojado


 

se trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

ser de nadie conocido.


 

Conjuré a la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirio.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que le hizo


 

el Rey, que ha sido el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 

que es un crïado, si es malo,


 

en la casa un basilisco;


 

si con lisonjas y halagos,


 

engañoso cocodrilo.


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por el delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 

en Sevilla, y que hay vasallos


 

honrados y bien nacidos.


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está en peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 

Yo le voy a buscar luego,


 

porque así mi honor redimo,


 

y el nombre de los Taberas


 

contra el tiempo resucito.


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y ansí, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


Vase.

ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vanse.
Salen DON ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

DON ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Sancho Ortiz de las Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 

Todo el amor es cautelas:


 

si la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matalle; y de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


DON ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada ansí.


DON ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 

mas disculparme podrán


 

mil prodigiosas historias


 

que en vivos bronces están,


 

y este exceso entre mil glorias


 

los tiempos disculparán.


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 

Los filósofos más sabios,


 

y más dulces oradores,


 

en la presencia real


 

sus retóricas colores


 

pierden; y en grandeza igual,


 

y en tan inmensos favores,


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

y a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 

pues a vuestro lado asisto.


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 

y por valiente soldado,


 

y por hombre de secreto,


 

que es lo que más he estimado.


SANCHO

 

Señor, de mí tal conceto...


 

Vuestra alteza más me ha honrado,


 

que las partes que me dais


 

sin tenellas, sustenellas


 

tengo, por lo que me honráis.


REY

 

Son las virtudes estrellas.


SANCHO

Aparte.

 

(Si en la Estrella me tocáis,


 

ciertas son mis desventuras;


 

honrándome el Rey me ofende;


 

no son sus honras seguras,


 

pues sospecho que pretende


 

dejarme sin ella a escuras).


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

en secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efeto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que ansí


 

vos os culpáis en culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 

y dalle muerte, señor,


 

sin culpa, no es justa ley,


 

sino bárbaro rigor;


 

y un Rey, solo por ser Rey,


 

se ha de respetar mejor.


 

Que si un brazo poderoso


 

no se vence en lo que puede,


 

siempre será riguroso,


 

y es bien que enfrenado quede


 

con el afecto piadoso.


 

¿Qué hace un poderoso en dar


 

muerte a un humilde, despojos


 

de sus pies, sino triunfar


 

de las pasiones y enojos


 

con que le mandó matar?


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matarle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen lese muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen lese ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 

aunque él mi hermano sea,


 

o sea deudo o amigo,


 

que en el corazón se emplea,


 

el riguroso castigo


 

que tu autoridad desea.


 

Si es así, muerte daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matalle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que al que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 

que el muerto opinión adquiere,


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matalde como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 

por donde, Sancho, os perdono


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referildo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


Lee:

 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dalde muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco conceto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 

Tratadme con más llaneza,


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

valor, que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 

A la palabra remito


 

la cédula que me dais,


 

con que a vengaros me incito,


 

porque donde vos estáis


 

es excusado lo escrito.


 

Rompeldo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos ansí,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

y si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 

por sus trópicos ardientes


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando le abráis, no os asombre;


 

mirad que he oído decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


REY

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertiros, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


 


 


 


 


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en los brazos no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 

cuando por la mañana


 

forma círculos de oro en leche y grana.


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efetuar luego al momento.


SANCHO

 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


Lee el papel.

CLARINDO

 

Tengo, señor, buen rostro


 

con buenas nuevas, pero fuera un mostro


 

si malas las trajera,


 

que hermosea el placer de esta manera.


 

No vi que hermoso fuese


 

hombre jamás que deuda me pidiese,


 

ni vi que feo hallase


 

hombre jamás que deuda me pagase;


 

¡Ay, mortales deseos,


 

que hacéis hermosos los que espantan feos,


 

y feos los hermosos!


SANCHO

 

¡Ay, renglones divinos y amorosos,


 

beberos quiero a besos,


 

para dejaros en el alma impresos,


 

donde, pues os adoro,


 

más eternos seréis que plantas de oro!


 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Soy como un alpargate.


SANCHO

 

Leeréle otra vez, aunque me mate


 

la impensada alegría.


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí ya el sol. Espero,


 

con sus dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar los mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella?


 

¡Ay, buelto soberano,


 

de este Pólux divino soy humano!


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Vivas eternidades,


 

siendo a tus pies momentos las edades!


 

¡Si amares, en amores


 

trueques las esperanzas y favores!


 

Y en batallas y ofensas


 

siempre glorioso tus contrarios venzas,


 

y no salgas vencido,


 

¡que esta la suerte más dichosa ha sido!


SANCHO

 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujeción que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazado como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 

¡Cómo el amor porfía!


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfeta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no lo dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 

de matar a mi cuñado,


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Oh, nunca yo me obligara


 

a ejecutar el rigor


 

del Rey, y nunca el amor


 

mis potencias contrastara!


 

Nunca yo a Estrella mirara,


 

causa de tanto disgusto.


 

Si servir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pero extraño rigor fuera:


 

¡viva Busto! ¡viva Busto!


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendelle y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 

debo obedecer su ley,


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Que ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóname, Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castigo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

Aparte.

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


BUSTO

 

¿De esa suerte os suspendéis,


 

cuando a mi hermana os ofrezco?


SANCHO

 

Como yo no la merezco,


 

callo.


BUSTO

 

¿No la merecéis?


 

¿Callando me respondéis?


 

¿Qué dudáis, que estáis turbado


 

y, con el rostro mudado,


 

miráis al suelo y al cielo?


 

Decid ¿qué pálido hielo


 

de silencio os ha bañado?


 

¿Por escrituras no estáis


 

casado con doña Estrella?


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Si en mi honra y fe


 

algún defeto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Meten mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


Aparte.

 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

ya que he cobrado el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los nobles labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decilde al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


DON ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

pues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevalde a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanle y vanse. Salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí de prisa,


 

dame, Teodora, el espejo.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, que no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

desestimando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


TEODORA

 

Parece que suena gente.


 

Cayó el espejo. De envidia,


 

dentro la hoja, el cristal,


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya, señora, aquesto suena


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 

¿No vengo galán? ¿No vengo


 

como Dios hizo una guinda,


 

hecho un jarao por de fuera,


 

y por dentro una pipa?


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquestas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya el escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

el placer? ¿Pero qué es esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con BUSTO muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 


 

es muerto, y sus plantas pisan


 

ramos de estrellas, del cielo


 

lisonjera argentería.


 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay Dios!


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Y hay quién lo diga?


 

¿Y hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 

¿No hay cuchillos, no hay espadas,


 

no hay cordel, no hay encendidas


 

brasas? ¿no hay áspides fieros,


 

muertes de reinas egipcias?


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor la priva


 

de la razón.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿[Hay] quien divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz beldad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguilda.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


Vase.

ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fratricida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


JORNADA TERCERA

Salen el REY, los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 

y es gran confusión.


 


REY

 

¿[Y] no


 

dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


DON ARIAS

 

¡Temeraria confusión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


DON ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

y decilde que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

antes que de necio muera


 

dé del delito razón.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

a hacello, que de esta suerte


 

oiré el descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

del juicio.


REY

 

¿Y no se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 


REY

 

¡Notable y raro valor!


FARFÁN

 

Los cargos ajenos deja,


 

y a sí se culpa, no más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 

Id y haced, alcaldes, luego


 

que haga la declaración


 

y habrá en la corte sosiego.


 

Id, vos, con esta ocasión,


 

don Arias, a ese hombre ciego.


 

De mi parte le decid


 

que diga [por] quién le dio


 

la muerte, y le persuadi[d]


 

que declare, aunque sea yo


 


 

el culpado, y prevenid,


 

si no confiesa, al momento


 

el teatro en que mañana


 

le dé a Sevilla escarmiento.


DON ARIAS

 

Ya voy.


Vanse los ALCALDES, y DON ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

La gallarda hermana,


 

con grande acompañamiento,


 

de Busto Tabera, pide


 

para besaros las manos


 

licencia.


REY

 

¿Quién se lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme a Sevilla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 

Ya está aquí.


 


REY

 

No por abril


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfil.


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notable,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 

Estrella de mayo fui,


 

cuando más flores produce,


 

y agora, en estraño llanto,


 

ya soy Estrella de otubre.


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándose en ellas


 

mi sentimiento no culpen.


 

Quise a Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a padre le tuve


 

la obediencia, y el respeto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él contenta,


 

sin dejar que el sol [me] injurie,


 

que aún los rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; porque


 

en mis manos los excesos,


 

déjame que yo los juzgue.


 

Entrégamele, ansí reines


 

mil edades, ansí triunfes


 

de las lunas que te ocupan


 

los términos andaluces,


 

porque Sevilla te alabe,


 

sin que su gente te adule,


 

en los bronces inmortales


 

que ya los tiempos te bruñen.


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y dejad que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera como él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

nos enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 

Vuestro hermano murió. Quien le dio muerte


 

dicen que es Sancho Ortiz. Vengaos vos de ella,


 

y aunque él muriese así de aquesa suerte,


 

vos la culpa tenéis, por ser tan bella.


 

Si es la mujer el animal más fuerte,


 

mujer, Estrella, sois, y sois estrella.


 

Vos vencéis que inclináis y, con venceros,


 

competencia tendréis con dos luceros.


ESTRELLA

 

¿Qué ocasión dio, gran señor, mi hermosura


 

en la inocente muerte de mi hermano?


 

¿He dado yo la causa, por ventura,


 

con deseo, a propósito liviano?


 

¿Ha visto alguno en mi desenvoltura


 

algún inútil pensamiento vano?


REY

 

Es ser hermosa, en la mujer, tan fuerte,


 

que, sin dar ocasión, da al mundo muerte.


 

Vos quedáis sin matar, porque en vos mata


 

la parte que os dio el cielo. La belleza


 

se ofenderá consigo cuando, ingrata


 

–emulación con la naturaleza


 

no avarientas las perlas, ni la plata,


 

y un oro que hace un mar vuestra cabeza–


 

para vos reservéis, que no es justicia.


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

de mi cabeza luego le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó un Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo la pondré de suerte con mis manos,


 

que espanto sea entre los más tiranos.


Vase.

REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su misma mano ha de matalle,


 

¿Que en vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y salen SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escrebir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recaudo?» Y me daban


 

más priesa que un rompimiento.


 

Y cuando escritas llevaba


 

las estancias, muy compuestos


 

decían: «Buenas están.


 

Yo, Clarindo, lo agradezco.»


 

Y sin pagarme la hechura,


 

me enviaban boquiseco.


 

No quiero escrebir a nadie,


 

ni ser tercero de necios


 

que los versos son cansados


 

cuando no tienen provecho.


 

Tomen la pluma los cultos,


 

después de cuarenta huevos


 

sorbidos, y versos pollos


 

saquen a luz de otros dueños,


 

que yo por comer escribo,


 

si escriben comidos ellos.


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


A los MÚSICOS.

 

decid vosotros un tono.


 

Agora sí que deseo


 

morir, y quiero, cantando,


 

dar muestras de mi contento.


 

Fuera de que quiero dalles


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en él obligarme a menos.


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de pipotes de lo añejo,


 

de Monturques, de Lucena,


 

santos y benditos pueblos?


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


CLARINDO

 

¡Gallardo mote han cantado!


SANCHO

 

A propósito y discreto.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Agora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por horas


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Ha llegado el plazo.


SANCHO

 

Las manos y pies os beso


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! Solo tengo,


A los MÚSICOS.

 

amigos, esta sortija,


 

pobre prisión de mis dedos.


 

Repartilda, que en albricias


 

os la doy, y mis contentos


 

publicad con la canción


 

que a mi propósito han hecho.


MÚSICOS

Cantan.

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


SANCHO

 

Pues si la muerte se alarga


 

lo que la vida entretengo,


 

y está en la muerte la vida,


 

con justicia la celebro.


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

aquí a voces lo confieso:


 

Yo le di muerte, señores,


 

al más noble caballero


 

que trujo arnés, ciñó espada


 

lanza empuñó, enlazó yelmo.


 

Las leyes del amistad,


 

guardadas con lazo eterno,


 

rompí, cuando él me ofreció


 

sus estrellados luceros.


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matastis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 

no la sé, y causa tengo,


 

y es de callaros la causa,


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién ?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo dezillo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicistis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aqueste reino;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decilde a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

y si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tengo.


 

Decilde que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo prometido he hecho;


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo,


 

que si al hablar llaman Sancho,


 

yo soy Sancho, y callar quiero.


 

Esto a su Alteza decid;


 

y decilde que es mi intento


 

que conozca que en Sevilla


 

también ser reyes sabemos.


DON ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y con esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


DON ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvistis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su furor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Matastis a un regidor


 

sin culpa, al cielo ofendiendo;


 

Sevilla castigará


 

tan locos atrevimientos.


Vase.

DON ARIAS

 

Y al Rey, que es justo, y es santo.


Aparte.

 

(¡Raro valor! ¡Bravo esfuerzo!)


Vase.

CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Braman los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego apriesa.


CLARINDO

Aparte.

 

Pienso que ha perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válgame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


SANCHO

 

Dame una poca, Clarindo,


 

para que diga «Memento».


CLARINDO

 

¿Y a ti no te ha herido el rayo?


SANCHO

 

¿No me ves, Clarindo, vuelto,


 

como la mujer de Lot,


 

en piedra sal?


CLARINDO

 

Quiero verlo.


SANCHO

 

Tócame.


CLARINDO

 

Duro y salado


 

estás.


SANCHO

 

¿No lo he de estar, necio,


 

si soy piedra sal aquí?


CLARINDO

 

Así te gastarás menos.


 

Mas si eres ya piedra sal,


 

di, ¿cómo hablas?


SANCHO

 

Porque tengo


 

el alma ya encarcelada


 

en el infierno del cuerpo.


 

Y tú, si eres ya ceniza,


 

¿cómo hablas?


CLARINDO

 

Soy un brasero,


 

donde, entre cenizas pardas,


 

el alma es tizón cubierto.


SANCHO

 

¿Alma tizón tienes? ¡Malo!


CLARINDO

 

Antes, señor, no es muy bueno.


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Si andan coches por acá,


 

destruirán al infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues si en él pleitos no hay,


 

bueno es el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


SANCHO

 

¿Qué son aquellos?


CLARINDO

 

Tahures


 

sobre una mesa de fuego.


SANCHO

 

¿Y aquéllos?


CLARINDO

 

Son demonios,


 

que los llevan, señor, presos.


SANCHO

 

No les basta ser demonios,


 

sino soplones. ¿Qué es esto?


CLARINDO

 

Voces de dos mal casados,


 

que se están pidiendo celos.


SANCHO

 

Infierno es ese dos veces,


 

acá y allá padeciendo.


 

¡Bravo penar, fuerte yugo!


 

Lástima, por Dios, les tengo.


 

¿De qué te ries?


CLARINDO

 

De ver


 

a un espantado hacer gestos,


 

señor, a aquellos demonios,


 

porque le han ajado el cuello


 

y cortado las melenas.


SANCHO

 

Ese es notable tormento,


 

sentiralo mucho.


CLARINDO

 

Allí


 

la Necesidad, haciendo


 

cara de hereje, da voces.


SANCHO

 

Acá y allá padeciendo.


 

¡Pobre mujer! Disculpados


 

habían de estar sus yerros,


 

porque la Necesidad


 

tiene disculpa en hacerlos,


 

y no te espantes, Clarindo.


CLARINDO

 

¡Válgame Dios! Saber quiero


 

quién es aquel de la pluma.


SANCHO

 

Aquel, Clarindo, es Homero,


 

y aquel Virgilio, a quien Dido


 

la lengua le cortó, en premio


 

del testimonio y mentira


 

que le levantó. Aquel viejo


 

es Horacio, aquel Lucano.


 

y aquel Ovidio.


CLARINDO

 

No veo,


 

señor, entre estos poetas


 

ninguno de nuestros tiempos;


 

no veo ahora ninguno


 

de los sevillanos nuestros.


SANCHO

 

Si son los mismos demonios,


 

dime, ¿cómo puedes vellos?


 

Que allá, en forma de poetas,


 

andan dándonos tormentos.


CLARINDO

 

¿Demonios poetas son?


 

Por Dios, señor, que lo creo,


 

que aquel demonio de allí,


 

arrogante y corninegro,


 

a un poeta amigo mío


 

se parece, pero es lego;


 

que los demonios son sabios,


 

mas este será mostrenco.


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

y ha mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicistis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceisme majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar a un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

—Metelde en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su [ausencia] padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces? ¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Cancerbero,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Y acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid de presto,


 

que este lugar no es de honrado.


 

Asilde, llevalde preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

al punto el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo estoy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿A Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

y bautizado, y gallego


 

en Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si yo os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego el preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos le entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 

Agradezco


 

la piedad si es a matarme,


 

porque la muerte deseo.


ESTRELLA

 

Dadme la mano y venid.


CLARINDO

 

¿No parece encantamento?


ESTRELLA

 

¡Nadie nos siga!


CLARINDO

 

Está bien.


 

¡Por Dios, que andamos muy buenos,


 

desde el infierno a Sevilla,


 

y de Sevilla al infierno!


 

Plegue a Dios que aquesta Estrella


 

se nos vuelva ya un lucero.


Vase.

ESTRELLA

 

Ya os he puesto en libertad.


 

Idos, Sancho Ortiz, con Dios,


 

y advertid que uso con vos


 

de clemencia y de piedad.


 

Idos con Dios, acabad.


 

Libre estáis. ¿Qué os detenéis?


 

¿Qué miráis? ¿Qué os suspendéis?


 

Tiempo pierde el que se tarda.


 

Id, que el caballo os aguarda


 

en que escaparos podéis.


 

Dineros tiene el criado


 

para el camino.


SANCHO

 

Señora,


 

dadme esos pies.


ESTRELLA

 

Id, que ahora


 

no es tiempo.


SANCHO

 

Voy con cuidado.


 

Sepa yo quién me ha librado,


 

porque sepa agradecer


 

tal merced.


ESTRELLA

 

Una mujer,


 

vuestra aficionada soy,


 

que la libertad os doy


 

teniéndola en mi poder.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

No he de pasar


 

de aquí, si no me decís


 

quién sois o no os descubrís.


ESTRELLA

 

No me da el tiempo lugar.


SANCHO

 

La vida os quiero pagar,


 

y la libertad también.


 

Yo he de conocer a quien


 

tanta obligación le debo,


 

para pagar lo que debo,


 

reconociendo este bien.


ESTRELLA

 

Una mujer principal


 

soy, y si más lo pondero,


 

la mujer que más os quiero,


 

y a quien vos queréis más mal.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

[Yo] no haré tal,


 

si no os descubrís ahora.


ESTRELLA

 

Porque os vais, yo soy...


Descúbrese.

SANCHO

 

¡Señora!


 

¡Estrella del alma mía!


ESTRELLA

 

Estrella soy que te guía,


 

de tu vida precursora.


 

Vete, que amor atropella


 

la fuerza así del rigor,


 

que como te tengo amor,


 

te soy favorable Estrella.


SANCHO

 

¡Tú, resplandeciente y bella,


 

con el mayor enemigo!


 

¡Tú, tanta piedad conmigo!


 

Trátame con más crueldad,


 

que aquí es rigor la piedad,


 

porque es piedad el castigo.


 

Haz que la muerte me den;


 

no quieras, tan liberal,


 

con el bien hacerme mal


 

cuando está en mi mal el bien.


 

¡Darle libertad a quien


 

muerte a su hermano le dio!


 

No es justo que viva yo,


 

pues él padeció por mí;


 

que es bien que te pierda así


 

quien tal amigo perdió.


 

En libertad de esta suerte


 

me entrego a la muerte fiera,


 

porque si preso estuviera,


 

¿qué hacía en pedir la muerte?


ESTRELLA

 

Mi amor es más firme y fuerte,


 

y así la vida te doy.


SANCHO

 

Pues yo a la muerte me voy,


 

puesto que librarme quieres,


 

que, si haces como quien eres,


 

yo he de hacer como quien soy.


ESTRELLA

 

¿Por qué mueres?


SANCHO

 

Por vengarte.


ESTRELLA

 

¿De qué?


SANCHO

 

De mi alevosía.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Es valentía.


ESTRELLA

 

Ya no hay parte.


SANCHO

 

Amor es parte.


ESTRELLA

 

Es ofenderme.


SANCHO

 

Es amarte.


ESTRELLA

 

¿Y cómo me amas?


SANCHO

 

Muriendo.


ESTRELLA

 

Antes me ofendes.


SANCHO

 

Viviendo.


ESTRELLA

 

Óyeme.


SANCHO

 

No hay qué decir.


ESTRELLA

 

¿Dónde vas?


SANCHO

 

Voy a morir,


 

pues con la vida te ofendo.


ESTRELLA

 

Vete y déjame.


SANCHO

 

No es bien.


ESTRELLA

 

Vive y líbrate.


SANCHO

 

No es justo.


ESTRELLA

 

¿Por quién mueres?


SANCHO

 

Por mi gusto.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Honor también.


ESTRELLA

 

¿Quién te acusa?


SANCHO

 

Tu desdén.


ESTRELLA

 

No lo tengo.


SANCHO

 

Piedra soy.


ESTRELLA

 

¿Estás en ti?


SANCHO

 

En mí estoy


 

y te ofendo con vivir.


ESTRELLA

 

Pues vete, loco, a morir,


 

que a morir también me voy.


Vanse cada uno por su puerta.y
Salen el REY y ARIASDON ARIAS.

REY

 

¡Que no quiere confesar


 

que yo mandé darle muerte!


DON ARIAS

 

No he visto bronce más fuerte.


 

Todo su intento es negar.


 

Dijo al fin que él ha cumplido


 

su obligación, y que es bien


 

que cumpla la suya quien


 

le obligó comprometido.


REY

 

Callando quiere vencerme.


DON ARIAS

 

Y aun te tiene por vencido.


 

Él cumplió lo prometido.


REY

 


 

En confusión vengo a verme


 

por no podelle cumplir


 

la palabra que enojado


 

le di.


DON ARIAS

 

Palabra que has dado,


 

no se puede resistir;


 

porque si debe cumplilla


 

un hombre ordinario, un Rey


 

le hace entre sus labios ley,


 

y a la ley todo se humilla.


REY

 

Es verdad, cuando se mide


 

con la natural razón


 


DON ARIAS

 

Es obligación.


 

El vasallo no la pide


 

al rey. Solo ejecutar,


 

sin vello y averiguallo,


 

debe la ley el vasallo,


 

y el rey debe consultar.


 

Tú esta vez la promulgaste


 

en un papel, y pues él


 

la ejecutó sin papel,


 

a cumplille te obligaste


 

la ley que hiciste en mandalle


 

matar a Busto Tabera,


 

que, si por tu ley no fuera,


 

él no viniera a matalle.


REY

 

Pues, ¿he de decir que yo


 

darle la muerte mandé


 

y que tal crueldad usé


 

con quien jamás me ofendió?


 

El cabildo de Sevilla,


 

viendo que la causa fui,


 

Arias, ¿qué dirá de mí?


 

Y ¿qué se dirá en Castilla,


 

cuando don Alonso en ella


 

me está llamando tirano,


 

y el Pontífice Romano


 

con censuras me atropella?


 

La parte de mi sobrino


 

vendrá a esforzar, por ventura,


 

y su amparo la asegura.


 

Falso mi intento imagino.


 

También, si dejo morir


 

a Sancho Ortiz, es bajeza.


 

¿Qué he de hacer?


DON ARIAS

 

Puede tu alteza


 

con halagos persuadir


 

a los alcaldes mayores,


 

y pedilles con destierro


 

castiguen su culpa y yerro,


 

atropellando rigores.


 

Pague Sancho Ortiz. Así


 

vuelves, gran señor, por él,


 

y, ceñido de laurel,


 

premiado queda de ti.


 

Puedes hacerle, señor,


 

general de una frontera.


REY

 

Bien dices. Pero si hubiera


 

ejecutado el rigor


 

con él doña Estrella ya,


 

a quien mi anillo le di,


 

¿cómo lo haremos aquí?


DON ARIAS

 

Todo se remediará.


 

Yo en tu nombre iré a prendella


 

por causa que te ha movido,


 

y sin gente y sin rüido


 

traeré al Alcázar a Estrella.


 

Aquí la persuadirás


 

a tu intento, y porque importe,


 

con un grande de la corte


 

casarla, señor, podrás;


 

que su virtud y nobleza


 

merece un alto marido.


REY

 

¡Cómo estoy arrepentido,


 

don Arias, de mi flaqueza!


 

Bien dice un sabio que aquel


 

era sabio solamente


 

que era en la ocasión prudente,


 

como en la ocasión crüel.


 

Ve luego a prender a Estrella,


 

pues de tanta confusión


 

me sacas, con su prisión,


 

que pienso casar con ella,


 

para venirla a aplacar,


 

un ricohome de Castilla,


 

y a poderla dar mi silla,


 

la pusiera en mi lugar;


 

que tal hermano y hermana


 

piden inmortalidad.


DON ARIAS

 

La gente de esta ciudad


 

obscurece la romana.


Vase DON ARIAS
y sale el ALCAIDE.

ALCAIDE

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Pedro de Caus, ¿qué causa


 

os trae a mis pies?


ALCAIDE

 

Señor,


 

este anillo con sus armas,


 

¿no es de vuestra alteza?


REY

 

Sí.


 

Este es previlegio y salva


 

de cualquier crimen que hayáis


 

cometido.


ALCAIDE

 

Fue a Trïana,


 

invicto señor, con él


 

una mujer muy tapada,


 

diciendo que vuestra alteza


 

que le entregara mandaba


 

a Sancho Ortiz. Consultele


 

tu mandato con las guardas


 

y el anillo juntamente,


 

y todos que le entregara


 

me dijeron. Dile luego,


 

pero, en muy poca distancia,


 

Sancho Ortiz, dando mil voces,


 

pide que las puertas abra


 

del castillo, como loco.


 

«No he de hacer lo que el rey manda»


 

-decía- y «Quiero morir,


 

que es bien que muera quien mata».


 

La entrada le resistí,


 

pero, como voces tantas


 

daba, fue abrirle fuerza.


 

Entró, donde alegre aguarda


 

la muerte.


REY

 

No he visto gente


 

más gentil ni más cristiana


 

que la de esta ciudad: callen


 

bronces, mármoles y estatuas.


ALCAIDE

 

La mujer dice, señor,


 

que la libertad le daba


 

y que él no quiso admitilla


 

por saber que era la hermana


 

de Busto Tabera, a quien


 

dio la muerte.


REY

 

Más me espanta


 

lo que me decís agora.


 

En sus grandezas agravian


 

la mesma naturaleza.


 

Ella, cuando más ingrata


 

había de ser, le perdona,


 

le libra, y él, por pagarla


 

el ánimo generoso,


 

se volvió a morir. Si pasan


 

más adelante sus hechos,


 

darán vida a eternas planchas.


 

Vos, Pedro de Caus, traedme


 

con gran secreto al Alcázar


 

a Sancho Ortiz en mi coche,


 

escusando estruendo y guardas.


ALCAIDE

 

Voy a servirte.


Vase
y sale un criado.

CRIADO

 

Aquí


 

ver a vuestra alteza aguardan


 

sus dos alcaldes mayores.


REY

 

Decid que entren con sus varas.


 

Yo, si puedo, a Sancho Ortiz


 

he de cumplir la palabra,


 

sin que mi rigor se entienda.


DON PEDRO

 

Ya, gran señor, sustanciada


 

la culpa, pide el proceso


 

la sentencia.


REY

 

Sustanciadla,


 

solo os pido que miréis,


 

pues sois padres de la patria,


 

su justicia, y la clemencia


 

muchas veces la aventaja.


 

Regidor es de Sevilla


 

Sancho Ortiz, si es el que falta


 

regidor, uno piedad


 

pide, si el otro venganza.


FARFÁN

 

Alcaldes mayores somos


 

de Sevilla, y hoy nos cargan


 

en nuestros hombros, señor,


 

su honor y su confianza.


 

Estas varas representan


 

a vuestra Alteza, y si tratan


 

mal vuestra planta divina,


 

ofenden a vuestra estampa.


 

Derechas miran a Dios,


 

y, si se doblan y bajan,


 

miran al hombre, y de Dios,


 

en torciéndose, se apartan.


REY

 

No digo que las torzáis,


 

sino que equidad se haga


 

en la justicia.


DON PEDRO

 

Señor,


 

la causa de nuestras causas


 

es vuestra Alteza: en su fiat


 

penden nuestras esperanzas.


 

Dalde la vida y no muera,


 

pues nadie en los reyes manda,


 

Dios manda en los reyes, Dios


 

de los Saúles traslada


 

en los humildes Davides


 

las coronas soberanas.


REY

 

Entrad, y ved la sentencia


 

que da por disculpa, y salga


 

al suplicio Sancho Ortiz,


 

como las leyes lo tratan.


Aparte.

 

(Vos, don Pedro de Guzmán,


 

escuchadme una palabra


 

aquí aparte.)


DON PEDRO

 

Pues, ¿qué es


 

lo que vuestra Alteza manda?


REY

 

Dando muerte a Sancho Ortiz


 

don Pedro, no se restaura


 

la vida al muerto, y querría,


 

evitando la desgracia


 

mayor, que le desterremos


 

a Gibraltar o a Granada,


 

donde en mi servicio tenga


 

una muerte voluntaria.


 

¿Qué decís?


DON PEDRO

 

Que soy don Pedro


 

de Guzmán y a vuestras plantas


 

me tenéis. Vuestra es mi vida,


 

vuestra es mi hacienda y espada


 

y ansí serviros prometo


 

como el menor de mi casa.


REY

 

Dadme esos brazos, don Pedro


 

de Guzmán, que no esperaba


 

yo menos de un pecho noble.


 

Id con Dios. Haced que salga


 

luego Farfán de Ribera.


Aparte.

 

(Montes la lisonja allana.)


FARFÁN

 


 

Aquí a vuestros pies estoy.


REY

Aparte los dos.

 

Farfán de Ribera, estaba


 

con pena de que muriera


 

Sancho Ortiz, mas ya se trata


 

de que en destierro se trueque


 

la muerte, y será más larga,


 

porque será mientras viva.


 

Vuestro parecer me falta


 

para que así se pronuncie.


 


FARFÁN

 

Cosa de más importancia


 

mande a Farfán de Ribera


 

vuestra alteza, sin que en nada


 

repare, que mi lealtad


 

en servirle no repara


 

en cosa alguna.


REY

 

Al fin sois


 

Ribera en quien vierte el alba


 

flores de virtudes bellas,


 

que os guarnecen y acompañan.


 

Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

 

Bien negocié.


 

Hoy de la muerte se escapa


 

Sancho Ortiz, y mi promesa,


 

sin que se entienda, se salva.


 

Haré que por general


 

de alguna frontera vaya,


 

con que le destierro y premio.


Vuelven los ALCALDES.

DON PEDRO

 

Ya está, gran señor, firmada


 

la sentencia, y que la vea


 

vuestra Alteza solo falta.


REY

 

Habrá la sentencia sido


 

como yo la deseaba


 

de tan nobles caballeros.


FARFÁN

 

Nuestra lealtad nos ensalza.


REY

Lee:

 

«Fallamos y pronunciamos


 

que le corten en la plaza


 

la cabeza.»—¿Esta sentencia


 

es la que traéis firmada?


 

¿Ansí, villanos, cumplís


 

a vuestro Rey la palabra?


 

¡Vive Dios!


FARFÁN

 

Lo prometido,


 

con las vidas, y las armas


 

cumplirá el menor de todos,


 

como ves, como arrimada


 

la vara tenga: con ella,


 

por las potencias humanas,


 

por la tierra, y por el cielo,


 

¡que ninguno de ellos haga


 

cosa mal hecha o mal dicha!


DON PEDRO

 

Como a vasallos nos manda,


 

mas como alcaldes mayores,


 

no pidas injustas causas,


 

que aquello es estar sin ellas,


 

y aquesto es estar con varas,


 

y el cabildo de Sevilla


 

es quien es.


REY

 

Bueno está. Basta,


 

que todos me avergonzáis.


Salen DON ARIAS y ESTRELLA.

DON ARIAS

 

Ya esta aquí Estrella.


REY

 

Don Arias,


 

¿qué he de hacer?, ¿qué me aconsejas,


 

entre confusiones tantas?


Salen el ALCAIDE, DON SANCHO ORTIZ y CLARINDO.

ALCAIDE

 

Ya Sancho Ortiz está aquí.


SANCHO

 

Gran señor, ¿por qué no acabas


 

con la muerte, mis desdichas,


 

con tu rigor, mis desgracias?


 

Yo maté a Busto Tabera.


 

Mátame. Muera quien mata.


 

Haz, señor, misericordia


 

haciendo justicia.


REY

 

Aguarda,


 

¿quién te mandó dar la muerte?


SANCHO

 

Un papel.


REY

 

¿De quién?


SANCHO

 

Si hablara


 

el papel, él lo dijera,


 

que es cosa evidente y clara,


 

mas los papeles rompidos


 

dan confusas las palabras.


 

Solo sé que di la muerte


 

al hombre que más amaba,


 

por haberlo prometido.


 

Mas aquí a tus pies aguarda


 

Estrella mi heroica muerte,


 

y aún no es bastante venganza.


REY

 

Estrella, yo os he casado


 

con un grande de mi casa,


 

mozo, galán, y en Castilla


 

príncipe y señor de salva,


 

y en premio de esto os pedimos


 

con su perdón vuestra gracia,


 

que no es justo que se niegue.


ESTRELLA

 

Ya, señor, que estoy casada,


 

vaya libre Sancho Ortiz.


 

No ejecutes mi venganza.


SANCHO

 

¿Al fin me das el perdón


 

porque su Alteza te casa?


ESTRELLA

 

Sí, por eso te perdono.


SANCHO

 

¿Y quedas ansí vengada


 

de mi agravio?


ESTRELLA

 

Y satisfecha.


SANCHO

 

Pues porque tus esperanzas


 

se logren, la vida aceto,


 

aunque morir deseaba.


REY

 

Id con Dios.


FARFÁN

 

Mirad, señor,


 

que así Sevilla se agravia,


 

y debe morir.


REY

 

¿Qué haré,


 

que me apuran y acobardan


 

esta gente?


DON ARIAS

 

Hablad.


REY

 

Sevilla,


 

matadme a mí, que fui causa


 

de esta muerte. Yo mandé


 

matalle, y aquesto basta


 

para su descargo.


SANCHO

 

Solo


 

ese descargo aguardaba


 

mi honor, que el Rey me mandó


 

matarle, que yo una hazaña


 

tan fiera no cometiera,


 

si el Rey no me lo mandara.


REY

 

Digo que es verdad.


FARFÁN

 

Así


 

Sevilla se desagravia,


 

que pues mandastis matalle,


 

sin duda os daría causa.


REY

 

Admirado me ha dejado


 

la nobleza sevillana.


SANCHO

 

Yo a cumplir salgo el destierro,


 

cumpliéndome otra palabra


 

que me distis.


REY

 

Yo la ofrezco.


SANCHO

 

Yo dije que aquella dama


 

por mujer habías de darme


 

que yo quisiera.


REY

 

Ansí pasa.


SANCHO

 

Pues a doña Estrella pido,


 

y aquí a sus divinas plantas


 

el perdón de mis errores.


ESTRELLA

 

Sancho Ortiz, yo estoy casada.


SANCHO

 

¿Casada?


ESTRELLA

 

Sí.


SANCHO

 

Yo estoy muerto.


REY

 

Estrella, esta es mi palabra.


 

Rey soy, y debo cumplilla.


 

¿Qué me respondéis?


ESTRELLA

 

Que se haga


 

vuestro gusto. Suya soy.


SANCHO

 

Yo soy suyo.


REY

 

¿Qué os falta?


SANCHO

 

La conformidad.


ESTRELLA

 

Pues esa


 

jamás podremos hallarla


 

viviendo juntos.


SANCHO

 

Lo mismo


 

digo yo, y por esta causa


 

de la palabra te absuelvo.


ESTRELLA

 

Yo te absuelvo la palabra,


 

que ver siempre al homicida


 

de mi hermano en mesa y cama


 

me ha de dar pena.


SANCHO

 

Y a mí


 

estar siempre con la hermana


 

del que maté injustamente,


 

queriéndole como al alma.


ESTRELLA

 

¿Pues libres quedamos?


SANCHO

 

Sí.


ESTRELLA

 

Pues a Dios.


SANCHO

 

A Dios.


REY

 

Aguarda.


ESTRELLA

 

Señor, no ha de ser mi esposo


 

hombre que a mi hermano mata,


 

aunque le quiero y le adoro.


Vase.

SANCHO

 

Y yo, señor, por amarla.


 

no es justicia que lo sea.


Vase.

REY

 

¡Brava fe!


DON ARIAS

 

¡Brava constancia!


CLARINDO

 

Más me parece locura.


REY

 

Toda esta gente me espanta.


DON PEDRO

 

Tiene esta gente Sevilla.


REY

 

Casarla pienso, y casarla


 

como merece.


CLARINDO

 

Y aquí


 

esta tragedia os consagra


 

Cardenio, dando a La Estrella


 

de Sevilla eterna fama,


 

cuyo prodigioso caso


 

inmortales bronces guardan.


LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA Representola Avendaño

ACTO PRIMERO

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

ya soberano Rey soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recebimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada,


 

no puedo quedar contento.


 

Mi corte tendrá su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Las manos nos da a besar.


REY

 

Id, Sevilla, a descansar,


 

que con mi gozo habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que vuestro amparo ha de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su audiencia y con su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


DON ARIAS

 

Así lo siente,


 

señor Farfán de los dos,


 

y satisfecho de vos


 

su alteza, y de su deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

DON ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Me ha parecido


 

tan bien, que hoy pienso que he sido


 

solo rey.


DON ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


DON ARIAS

 

El adorno y las grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni , creo, tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


DON ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

de aquel cielo parecía,


 

donde en su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, enfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


DON ARIAS

 

Doña Elvira de Guzmán,


 

que es la que a su lado estaba


 

¿qué te pareció?


REY

 

Que andaba


 

muy prolijo el alemán,


 

pues de en dos en dos están


 

juntas las blancas ansí.


DON ARIAS

 

Un maravedí vi allí.


REY

 

Aunque amor anda tan franco,


 

por maravedí tan blanco


 

no diera un maravedí.


DON ARIAS

 

Doña Teodora de Castro


 

es la que viste de verde.


REY

 

Bien en su rostro se pierde


 

el marfil y el alabastro.


DON ARIAS

 

Sacárala Amor de rastro,


 

si se la quisiera dar,


 

porque en un buen verde mar


 

engorda como en favor.


REY

 

A veces es bestia amor,


 

y el verde suele tomar.


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vimos hermosas.


DON ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, era doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

solo como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


DON ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombres,


 

los nombres con estrañeza


 

dan calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


DON ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Qué es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


DON ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


DON ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamase Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


DON ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


DON ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿¿Llámase su hermano...??


DON ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, cuyo honor


 

a su calidad considera.


REY

 

¿Y es casado?


DON ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es la hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte favorable y hable


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

teniendo tan buena estrella.


 

Si tal Estrella me guía,


 

¿cómo me puedo perder?


 

Rey soy, y he venido a ver


 

estrellas a mediodía.


 

Don Arias, verla quería,


 

que me ha parecido bien.


DON ARIAS

 

Si es estrella que a Belén


 

te guía, señor, no es justo


 

que hagas a su hermano Busto


 

bestia del porral también.


REY

 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


DON ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, si está obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 

Parte, y llámame al hermano.


DON ARIAS

 

En el Alcázar le vi;


 

veré, señor, si está allí.


REY

 

Si hoy este imposible allano,


 

mi reino pondré en su mano.


DON ARIAS

 

Yo esta Estrella te daré.


Vase.

REY

 

Cielo estrellado seré


 

en noche apacible y bella,


 

y solo con una Estrella


 

más que el sol alumbraré.


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber a su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

si solo por el el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Es claro indicio


 

que lo debo hacer ansí.


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la misma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de granates ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Yo me veré en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podéis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo.


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse y salen DON ARIAS y BUSTO.

DON ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efeto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy ansí,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo no os puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no las dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y ansí yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si a más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Estos son primero


 

los que caen.)


REY

 

Yo no quiero,


 

porque en estando advertido,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y ansí os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, lo ha servido catorce años, haciendo notables servicios a Dios y a vuestra corona, ha muerto en una escaramuza. Pido justicia, »


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio señalado.


 


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor:


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha que él es adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado cautivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

viles, por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es caridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello


 

para que, si a tanto exceso


 

de una cosa tan sutil,


 

para que, cayendo en fil,


 

no se quiebre y dé buen peso.


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y este Sevilla, señor,


 

en cosa no os ha obligado,


 

que en la guerra fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es digna


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues vos lo queréis.


BUSTO

 

Yo lo quiero, la razón


 

y la justicia lo quieren,


 


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellos os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

en gozaros tener quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré,


 

en su nombre.


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

A Estrella tan clara y bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

A hombre del suelo,


 

señor,mi Estrella se humilla


 

y no es estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Aquí te pido los pies.


REY

 

Daréisla marido a doña Estrella


 

en mi nombre


 

diciéndole que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Pues de hoy asisteréis vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Dadme los pies.


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No puedo entender por qué.


 

Sospechoso voy: quererme


 

sin conocerme y honrarme...


 

El Rey quiere sobornarme,


 

de algún mal que piensa hacerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


DON ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Si en ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

con ella bailan a un son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 

y verás, gran señor, cómo


 

la que agora está tan baja


 

viene a pesar una paja,


 

y ella mil marcos de plomo.


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


DON ARIAS

 

Mira que podrán decir...


REY

 

Los que reparando están,


 

amigo, en lo que dirán,


 

se quieren dejar morir.


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere entender,


 

que Rey Mago quiero ser


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, NATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío,


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te imbio?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrarme sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que ensarten nuestras almas?


 

¿Cuándo, dichosa Estrella


 

que como el sol adoro,


 

a tu epiciclo de oro,


 

resplandeciente y bella,


 

la luz que baña y sella


 

tu cervelo divino,


 

con rayos de alegría


 

adornarás el día,


 

juntándonos amor en solo un sino,


 

para que emule el cielo


 

otro Cástor y Pólux en el suelo?


 

¿Cuándo, en lazos iguales,


 

nos llamará Castilla


 

Géminis de Sevilla


 

con gustos inmortales?


 

¿Cuándo tendrán mis males


 

esperanzas de bienes?


 

¿Cuándo, alegre y dichoso,


 

me llamaré tu esposo


 

a pesar de los tiempos que detienes,


 

que en perezoso turno


 

caminan con las plantas de Saturno?


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 

En círculos amantes


 

ayer se enamoraban


 

do sabes, y se formaban


 

requiebros ignorantes;


 

sus picos de diamantes


 

sus penachos de nieve


 

dulcemente ofendían,


 

mas luego los hacían


 

vaso en que amor sus esperanzas bebe,


 

pues los picos unidos


 

se brindaban las almas y sentidos.


SANCHO

 

¡Ay, cómo te agradezco


 

mi vida esos deseos!


 

Los eternos trofeos


 

de la fama apetezco


 

.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


NATILDE

 

¡Ay,mi hermano lacayo,


 

que al son de la almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


NATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


ESTRELLA

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querría,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 

La mar tranquila y cana


 

amanece en leche,


 

y antes que montes eche


 

al sol por la mañana,


 

en círculos de grana


 

madruga el alba hermosa,


 

y luego, negra nube


 

en sus hombros se sube,


 

vistiéndola con sombra tenebrosa,


 

y los que fueron riscos


 

son de nieve gigantes basiliscos.


 

Penachos de colores


 

toma un almendro verde,


 

y en un instante pierde


 

sus matizadas flores;


 

cruzan murmuradores


 

los arroyuelos puros,


 

y en su argentado suelo


 

grillos les pone al hielo;


 

pues si estos de él jamás están seguros,


 

¿cómo en tanta mudanza


 

podré tener del tiempo confianza?


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que el amor le entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, Dios¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! si ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamas cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me ha llamado,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es gusto.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casalla, y se prefería,


 

cuando yo no la dotara,


 

a hacello, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con las leyes


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que y aunlugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo ansí,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra de pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

y pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

y Dios siempre las humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Conjúrete tu gente


 

y pongan a los hijos de tu hermano


 

la corona en la frente


 

con bulas del Pontífice Romano,


 

y dándoles tu silla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

moriremos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse.
Salen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


DON ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de vella;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 

y nos vendrán bien sus salas,


 

que son, gran señor, pequeñas,


 

porque su mucha humildad


 

no aspira a tanta soberbia.


 

Fuera, señor, de que en casa


 

tengo una hermosa doncella


 

solamente, que la caso


 

ya con escrituras hechas,


 

y no sonará muy bien


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarla venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queréis honrar,


 

en el Alcázar, que afrentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistes a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en opiniones su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevalle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


DON ARIAS

 

Arracadas muy pesadas


 

de las orejas se cuelgan:


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


DON ARIAS

 

Esos coches llega.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

Señor, yo iré a pie,


 

casa el coche..


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


DON ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

y gran favor me hace el Rey.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda DON ARIAS.
Salen ESTRELLA y NATILDE.

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Natilde?


NATILDE

 

Que era el Rey.


DON ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 

el Fuerte, y sus altas obras


 

el Sacro y Augusto César,


 

con los laureles romanos


 

con sus hazañas afrenta,


 

esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

cuando en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Pidiome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas sus riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si hasta aquí has sido la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y a un ricohombre te dará


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


DON ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

mi espalda da la respuesta.


Vase.

DON ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspenso me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen piedras.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


NATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


DON ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


NATILDE

 

Que soy


 

esclava.


DON ARIAS

 

¿Esclava?


NATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


DON ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


NATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


DON ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


NATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


DON ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


NATILDE

 

Pues yo lo pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


DON ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


NATILDE

 

Al alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


DON ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


NATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


DON ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que esperas


 

del Rey.


NATILDE

 

Que no hay para qué.


DON ARIAS

 

No quiero que te parezcas


 

a los médicos.


NATILDE

 

Por oro,


 

¿qué monte tendrá firmeza?


 

El oro ha sido en el mundo


 

el que los males engendra,


 

porque si él faltara, es claro


 

no hubiera infamias ni afrentas.


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecerla.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

pero me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 

Mas, conservando mi honor,


 

si a lo que he sido me humilla,


 

vendré a quedarme en Sevilla


 

veinticuatro y regidor.


ÍÑIGO

 

¿Quién es de guarda?


DON MANUEL

 

Ninguno


 

de los tres.


ÍÑIGO

 

Pues yo quisiera


 

holgarme.


DON MANUEL

 

Busto Tabera,


 

si tenéis requiebro alguno,


 

esta noche nos llevad,


 

y la espalda os guardaremos.


BUSTO

 

Si queréis que visitemos


 

lo común de la ciudad,


 

ya os llevaré donde halléis


 

concetos y vocería,


 

y dulce filosofía


 

de amor.


DON MANUEL

 

Merced nos haréis.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escrebir.


DON MANUEL

 

Pues vámonos a vestir


 

de noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


DON ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas la ha de labrar.


DON ARIAS

 

Una cédula ha de hacella.


REY

 

Don Arias, ven a ordenalla


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor se atropella.


DON ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de pobre!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

y la Estrella de Sevilla.


ACTO SEGUNDO

Salen el REY, DON ARIAS y NATILDE.

NATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


NATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


DON ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


NATILDE

 

Dadme vuestros pies.


DON ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


DON ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Solo, al fin, he de subir,


 

para más disimular.


DON ARIAS

 

¿Solo te aventuras?


 


REY

 

Pues,


 

¿por qué espumosos remolcos


 

por Mancanas paso a Colcos?


 

Busto mi vasallo es.


 

¿No es su casa esta en que estoy?


 

Pues, dime, ¿a qué me aventuro?


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


DON ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

yen parte donde te halle,


DON ARIAS

 

En San Marcos entraré.


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


NATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

hacen pajarillos salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me allane tan alta empresa.


NATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo obscuro del corredor,


 

que así llegará a sus bellas


 

luces.


REY

 

Mira mis locuras,


 

pues los dos, ciegos y a escuras,


 

vamos a caza de estrellas.


NATILDE

 

¿Qué estrella al sol no se humilla?


REY

 

Aunque soy don Sancho el Bravo,


 

venero en el cielo octavo


 

esta Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Natilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen NATILDE y el REY.

NATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


NATILDE

 

Fue dulo a mí.


BUSTO

 

¡Natilde!


NATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corra tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalla vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano el REY.

REY

Aparte.

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y a su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defeto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De esto de nuevo me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

que ya que a mí me ofendáis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tan defeto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

Aparte.

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aun el que le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Mas no atropelle la ley,


 

mire que es hombre en efeto,


 

esto os digo, y os respeto


 

porque os fingistis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuerdo, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respeto al nombre.


 

Esto, don Busto Tabera


 

aquí os lo dice y, por Dios,


 

que como lo dice a vos


 

a él mismo se lo dijera.


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque me he fingido


 

el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respetas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

Aparte.

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu trata.


BUSTO

 

Seguilde, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 

Si huye, la gloria es notoria


 

que se alcanza sin seguir,


 

que el vencido con hüir


 

da al vencedor la vitoria.


 

Cuánto este que huyó,


 

más por no ser conocido


 

huye que por ser vencido,


 

porque nadie le venció.


 

Dadle una luz a Natilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.
Aparte.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


NATILDE

Aparte.

 

(Si el Rey no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

Aparte.

 

(Ya aquí colijo


 

los defetos de mi honor.)


 

¿Que al fin tú al Rey le diste


 

entrada?


NATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y ansí yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mismo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y di, ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


NATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Es cosa clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 


 


 


 


NATILDE

 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra obscura,


 

que a su luz brillante y pura


 

participada del sol.


 

A su cámara llegó;


 

en dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


NATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


NATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación de quien soy.


NATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y don ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


DON ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


DON ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


DON ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición del poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


DON ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


DON ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


DON ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

vitorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

por limitares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


DON ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 

Este le dará la muerte,


 

señor, con facilidad,


 

que es bravo, robusto y fuerte,


 

y tiene en este lugar


 

superior ventura y suerte.


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


DON ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


DON ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


DON ARIAS

 

No será sin fundamento.


REY

 

Llega, llega, Arias, a ver


 

lo que es.


DON ARIAS

 

Es mujer colgada.


REY

 

¿Mujer?


DON ARIAS

 

Di que es mujer.


REY

 

¿Mujer?


DON ARIAS

 

Y está ahorcada,


 

con que no lo viene a ser.


REY

 

Mira quién es.


DON ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


DON ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 

Mándala luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también la manda enterrar.


 

¿Ansí se pierde el respeto


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 


 


 


 


 


 


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 

si más que si arenas fuera,


 

de este linaje ninguno;


 

en Sevilla, gente fiera,


 

a mis manos, uno a uno,


 

no ha de quedar un Tabera;


 

esta Estrella, que al sol brilla,


 

en Sevilla ha de caer.


DON ARIAS

 

Si cae, no es maravilla


 

que la abrase.


REY

 

Se ha de arder


 

hoy, con su Estrella, Sevilla.


Vanse
y salen BUSTO y ESTRELLA.

 


BUSTO

 

Echa ese marco.


 


ESTRELLA

 

¿Qué esto,


 

que apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y del lecho me levantas,


 

sola, triste y afligida?


 

¿Confuso y turbado me hablas?


 

Dime, ¿Has visto algún cómplice


 

en algún delito?


BUSTO

 

Tú me dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 


 


 


 

mas tú lo has hecho en decillo,


 

que solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 

¿Si he hecho delitos, preguntas?


 

No de ti, de mí me admiro;


 

mas por decirte que sí,


 

lo quiero hacer en sufrillo.


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 

¿Has visto alegres mis ojos


 

de la cárcel de sus vidrios


 

desatar rayos al aire,


 

lisonjeros y lacivos?


 

¿En las manos de algún hombre


 

viste algún papel escrito


 

de la mía? ¿Has visto hablando,


 

dime, algún hombre conmigo?


 

Porque si no has visto nada


 

de las cosas que te he dicho,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en mi casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que entrando en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

al Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo,


 

que son las suyas errantes,


 

y yo Estrella fija he sido


 

en el cielo de mi honor,


 

de quien los rayos recibo.


BUSTO

 

Cuando partía la noche


 

con sus destemplados gritos,


 

entre domésticas aves


 

los gallos olvidadizos,


 

rompiendo el mudo silencio


 

en su canoro sonido


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquellas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 

que de noche las estrellas


 

son de los cielos jacintos,


 

y a estas horas las buscaban


 

los astrólogos egipcios.


 

Natilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

se oyó; que, aunque a obscuras era,


 

la vio el honor, lince mío.


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocelle, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey si embiste enojado


 

trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

de nadie ser conocido conocido.


 

Conjuré a la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirios.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que le hizo


 

el Rey, que ha sido el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 

que es un crïado, si es malo,


 

en la casa un basilisco;


 

si con lisonjas y halagos,


 

engañoso cocodrilo.


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por el delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 

en Sevilla, y que hay vasallos


 


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está en peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 

Yo le voy a buscar luego,


 

porque así mi honor redimo,


 

y el nombre de los Taberas


 

contra el tiempo resucito.


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y ansí, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vase.
Salen DON ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

DON ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Don Sancho Ortiz de Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 


 

si la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matalle; y de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


DON ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada ansí.


DON ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 

mas disculparme podrán


 

mil prodigiosas historias


 

que en vivos bronces están,


 

y este exceso entre mil glorias


 

los tiempos disculparán.


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 

Los filósofos más sabios,


 

y más dulces oradores,


 

en la presencia real


 

sus retóricas colores


 

pierden; y en grandeza igual,


 

y en tan inmensos favores,


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

y a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 

pues a vuestro lado asisto.


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 

y por valiente soldado,


 

y por hombre de secreto,


 

que es lo que más he estimado.


SANCHO

 

Señor, de mí tal conceto...


 

Vuestra alteza más me ha honrado,


 

que las partes que me dais


 

sin tenellas, sustenellas


 

tengo, por lo que me honráis.


REY

 

Son las virtudes estrellas.


SANCHO

Aparte.

 

(Si en la Estrella me tocáis,


 

ciertas son mis desventuras;


 

honrándome el Rey me ofende;


 

no son sus honras seguras,


 

pues sospecho que pretende


 

dejarme sin ella a escuras).


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

con secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efeto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que ansí


 

vos os culpáis por culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 

y dalle muerte, señor,


 

sin culpa, no es justa ley,


 

sino bárbaro rigor;


 

y un Rey, solo por ser Rey,


 

se ha de respetar mejor.


 

Que si un brazo poderoso


 

no se vence en lo que puede,


 

siempre será riguroso,


 

y es bien que enfrenado quede


 

con el afecto piadoso.


 

¿Qué hace un poderoso en dar


 

muerte a un humilde, despojos


 

de sus pies, sino triunfar


 

de las pasiones y enojos


 

con que le mandó matar?


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matarle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen leje muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen leje ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 

aunque él mi hermano sea,


 

o sea deudo o amigo,


 

que en el corazón se emplea,


 

el riguroso castigo


 

que tu autoridad desea.


 

Si es así, muerte daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matalle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que el que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 

que el muerto opinión adquiere,


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matalde como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 

por donde, Sancho, os perdono


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referildo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


Lee:

 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dalde muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco conceto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 

Tratadme con más llaneza,


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

labor que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 

A la palabra remito


 

la cédula que me dais,


 

con que a vengaros incito,


 

porque donde vos estáis


 

es excusado lo escrito.


 

Rompeldo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos ansí,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

y si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 

por sus trópicos ardientes


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando le abráis, no os asombre;


 

mirad que oigo decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


 


 


 


 


SANCHO

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertirnos, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en los brazos no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 

cuando por la mañana


 

forma círculos de oro en leche y grana.


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efetuar luego al momento.


SANCHO

 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Tengo, señor, buen rostro


 

con buenas nuevas, pero fuera un monstruo


 

si malas las trajera,


 

que hermosea el placer de esta manera.


 

No vi que hermoso fuese


 

hombre jamás que deuda me pidiese,


 

ni vi que feo hallase


 

hombre jamás que deuda me pagase;


 

¡Ay, mortales deseos,


 

que hacéis hermosos los que espantan feos,


 

y feos los hermosos!


SANCHO

 

¡Ay, renglones divinos y amorosos,


 

beberos quiero a besos,


 

para dejaros en el alma impresos,


 

donde, pues os adoro,


 

más eternos seréis que plantas de oro!


 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Soy como un alpargate.


SANCHO

 

Leeréle otra vez, aunque me mate


 

la impensada alegría.


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí ya el sol. Espero,


 

en los dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar los mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no ha de alcanzar con tal Estrella?


 

¡Ay, bulto soberano,


 

de este Pólux divino soy humano!


 

¡Vivas eternidades


 

siendo a tus pies momentos las edades!


 

¡Si amares, en amores


 

trueques las esperanzas en favores!


 

¡Y, en batallas y ofensas,


 

siempre glorioso tus contrarios venzas,


 

y no salgas vencido,


 

que esta la suerte más dichosa ha sido!


 


 


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujeción que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazado como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 

¡Cómo el amor porfía!


 

¿Quién tal Estrella vio al amanecer del día?


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfecta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no le dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 

de matar a mi cuñado,


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Oh, nunca yo me obligara


 

a ejecutar el rigor


 

del Rey, y nunca el amor


 

mis potencias contrastara!


 

Nunca yo a Estrella mirara,


 

causa de tanto disgusto.


 

Si servir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pero extraño rigor fuera:


 

¡viva Busto! ¡viva Busto!


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendella y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 

debo obedecer su ley,


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Que ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóname, Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castillo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Hacer no puedo?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

Aparte.

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


BUSTO

 

¿De esa suerte os suspendéis,


 

cuando a mi hermana os ofrezco?


SANCHO

 

Como yo no la merezco,


 

callo.


BUSTO

 

¿No la merecéis?


 

¿Callando me respondéis?


 

¿Qué dudáis, que estáis turbado


 

y, con el rostro mudado,


 

miráis al suelo y al cielo?


 

Decid ¿qué pálido cielo


 

de silencio os ha bañado?


 

¿Por escrituras no estáis


 

casado con doña Estrella?


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Bien mi honra y fe


 

algún defeto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Meten mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


Aparte.

 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

ya que he cobrado el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los nobles labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decilde al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


DON ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

pues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevalde a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanle y vanse. Salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí de priesa,


 

dame, Teodora, el espejo.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, que no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

desestimando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


TEODORA

 

Parece que suena gente.


 

Todo el espejo. De envidia,


 

dentro la hoja, el cristal,


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya, señora, aquesto suena


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 

¿No vengo galán? ¿No vengo


 

como Dios hizo una guinda,


 

hecho un jarao por de fuera,


 

y por dentro una pipa?


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquesas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya el escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

el placer? ¿Pero qué es esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con BUSTO muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 


 

es muerto, y sus plantas pisan


 

ramos de estrellas, el cielo


 

lisonjea argentería.


 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay Dios!


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Y hay quién lo diga?


 

¿Y hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 

¿No hay cuchillos, no hay espadas,


 

no hay cordel, no hay encendidas


 

brasas? ¿no hay áspides fieros,


 

muertes de reinos egipcios?


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor la priva


 

de sentimiento.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿De quién divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz verdad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguilda.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


Vase.

ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fatrecida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


ACTO TERCERO

Salen el REY, los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 

y es gran confusión un no.


 


REY

 


 

¿Dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


DON ARIAS

 

¡Temeraria confusión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


DON ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

decilde que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y en el castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

antes que de necio muera


 

dé del delito razón.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

o hacellos, que de esta suerte


 

oiré el descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

del juicio.


REY

 

¿Y no se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 


REY

 

¡Notable y raro valor!


FARFÁN

 

Los cargos ajenos deja,


 

y así se culpa lo más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 

Id y haced, alcaldes, luego


 

que haga la declaración


 

y habrá en la corte sosiego.


 

Id, vos, con esta ocasión,


 

don Arias, a ese hombre ciego.


 

De mi parte le decid


 

que diga que quién le dio


 

la muerte, y le persuadió


 

que declare, aunque sea yo


 


 

el culpado, y prevenid,


 

si no confiesa, al momento


 

el teatro en que mañana


 

le dé a Sevilla escarmiento.


DON ARIAS

 

Ya voy.


Vanse los ALCALDES, y DON ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

La gallarda hermana,


 

con grande acompañamiento,


 

de Busto Tabera, pide


 

para besaros las manos


 

licencia.


REY

 

¿Quién se lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme a Sevilla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 

Ya está aquí.


 


REY

 

No por abril


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfin.


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notables,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 

Estrella de mayo fui,


 

cuando más flores produce,


 

y agora, en estraño llanto,


 

ya soy Estrella de otubre.


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándose en ellas


 

mi sentimiento no culpen.


 

Quiso Tabera Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a madre le tuve


 

la obediencia, y el respeto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él a contento,


 

sin dejar que el sol injurie,


 

que aún los rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; porque


 

en mis manos los excesos,


 

dejadme que yo los juzgue.


 

Entrégamele, ansí reines


 

mil edades, ansí triunfes


 

de las lunas que te ocupan


 

los términos andaluces,


 

porque Sevilla te alabe,


 

sin que su gente te adule,


 

en los bronces inmortales


 

que ya los tiempos te bruñen.


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que en lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y dejad que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera con él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

no se enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 

Vuestro hermano murió. Quien le dio muerte


 

dicen que es Sancho Ortiz. Vengaos vos de ella,


 

y aunque él muriese así de aquesa suerte,


 

vos la culpa tenéis, por ser tan bella.


 

Si es la mujer el animal más fuerte,


 

mujer, Estrella, sois, y sois estrella.


 

Vos vencéis que inclináis y, con venceros,


 

competencia tendréis con dos luceros.


ESTRELLA

 

¿Qué ocasión os dio, gran señor, mi hermosura


 

en la inocente muerte de mi hermano?


 

¿He dado yo la causa, por ventura,


 

con deseos, a propósito liviano?


 

¿Ha visto alguno en mi desenvoltura


 

algún inútil pensamiento vano?


REY

 

El ser hermosa, en la mujer, tan fuerte,


 

que, sin dar ocasión, da al mundo muerte.


 

Vos quedáis sin matar, porque en vos mata


 

la parte que os dio el cielo. La belleza


 

se ofende mucho consigo cuando, ingrata


 

y emulación mortal naturaleza,


 

no avarientas las perlas, ni la plata,


 

y un oro que hace un mar vuestra cabeza–


 

para vos reservéis, que no es justicia.


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

de mi cabeza luego le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó sin Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo le pondré de suerte con mis manos,


 

que sea espanto de bárbaros tiranos.


Vase.

REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su misma mano ha de matalle,


 

¿Que un vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y salen SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escrebir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recaudo?» Y me daban


 

más priesa que un corrimiento.


 

Y cuando escritas llevaba


 

las instancias, muy compuestas


 

decían: «Buenas están.


 

Yo, Clarindo, lo agradezco.»


 

Y sin pagarme la hechura,


 

me enviaban boquiseco.


 

No quiero escrebir a nadie,


 

ni ser terrero de necios,


 

que los versos son cansados


 

cuando no tienen provecho.


 

Tomen la pluma los cultos,


 

después de cuarenta huevos


 

sorbidos, y versos pollos


 

saquen a luz de otros dueños,


 

que yo por comer escribo,


 

si escriben comidos ellos.


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


A los MÚSICOS.

 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

Decid vosotros un tono.


SANCHO

 

Agora sí, que deseo


 

morir, y quiero cantando


 

dar muestras de mi contento;


 

fuera de que quiero dalle


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en el obligarme a menos.


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de potes de lo añejo,


 

de Monturques, de Lucena,


 

santos y benditos pueblos?


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se tarda la muerte,


 

eso se larga el morir».


CLARINDO

 

Gallardo mote


SANCHO

 

Discreto, a propósito cantáis.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Agora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por hora


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Pues ya ha llegado el plazo.


SANCHO

 

Los pies os beso y las manos


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! Solo tengo,


A los MÚSICOS.

 

amigos, esta sortija,


 

pobre prisión de mis deudos.


 

Repartilda, que en albricias


 

os la doy, y mis contentos


 

publicad con la canción


 

que a mi propósito han hecho.


MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


SANCHO

 

Pues si la muerte se alarga


 

lo que la vida entretengo,


 

y está en la muerte la vida,


 

con justicia la celebro.


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

aquí a voces lo confieso:


 

Yo le di muerte, señores,


 

al más noble caballero


 

que trujo arnés, ciñó espada


 

lanza empuñó, enlazó yelmo.


 

Las leyes del amistad,


 

guardadas con lazo eterno,


 

rompí, cuando él me ofreció


 

sus estrellados luceros.


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matastis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 

no la sé, y causa tengo,


 

y es de callaros la causa,


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién la dio?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo dezillo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicistis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aqueste reino;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decilde a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

que si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tomo.


 

Decilde que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo que le he prometido


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo,


 

que si al hablar llaman Sancho,


 

yo soy Sancho, y callar quiero.


 

Esto a su Alteza decid;


 

decilde que es mi intento


 

que conozca que en Sevilla


 

también ser reyes sabemos.


DON ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y en esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


DON ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvistis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su rigor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Matastis a un regidor


 

sin culpa, al cielo ofendiendo;


 

Sevilla castigará


 

tan locos atrevimientos.


Vase.

DON ARIAS

 

Y al Rey, que es justo, y es santo.


Aparte.

 

(¡Raro valor! ¡Bravo esfuerzo!)


Vase.

CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Bramar los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego apriesa.


CLARINDO

Aparte.

 

Pienso que ha perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válgame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


SANCHO

 

Dame una poca, Clarindo,


 

para que diga «Memento».


CLARINDO

 

¿Y a ti no te ha herido el rayo?


SANCHO

 

¿No me ves, Clarindo, vuelto,


 

como la mujer de Lot,


 

en piedra sal?


CLARINDO

 

Quiero verlo.


SANCHO

 

Tócame.


CLARINDO

 

Duro y salado


 

estás.


SANCHO

 

¿No lo he de estar, necio,


 

si soy piedra sal aquí?


CLARINDO

 

Así te gastarás menos.


 

Mas si eres ya piedra sal,


 

di, ¿cómo hablas?


SANCHO

 

Porque tengo


 

el alma ya encarcelada


 

en el infierno del cuerpo.


 

Y tú, si eres ya ceniza,


 

¿cómo hablas?


CLARINDO

 

Soy un brasero,


 

donde, entre cenizas pardas,


 

el alma es tizón cubierto.


SANCHO

 

¿Alma tizón tienes? ¡Malo!


CLARINDO

 

Antes, señor, no es muy bueno.


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Y andan coches por acá,


 

destruirase el infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues si en él pleitos no hay,


 

bueno es el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


SANCHO

 

¿Qué son aquellos?


CLARINDO

 

Tahures


 

sobre una mesa de fuego.


SANCHO

 

¿Y aquéllos?


CLARINDO

 

demonios,


 

que los llevan, señor, presos.


SANCHO

 

No les basta ser demonios,


 

sino soplones. ¿Qué es esto?


CLARINDO

 

Voces de dos mal casados,


 

que le están pidiendo celos.


SANCHO

 

Infierno es ese dos veces,


 

acá y allá padeciendo.


 

¡Bravo penar, fuerte yugo!


 

Lástima, por Dios, les tengo.


 

¿De qué te ries?


CLARINDO

 

De ver


 

a un espantado hacer gestos,


 

señor, aquellos demonios,


 

porque le han ajado el cuello


 

y cortado las melenas.


SANCHO

 

Ese es notable tormento,


 

sentiralo mucho.


CLARINDO

 

Allí


 

la Necesidad, haciendo


 

cara de hereje, da voces.


SANCHO

 

Acá y allá padeciendo.


 

¡Pobre mujer! Disculpados


 

habían de estar sus yerros,


 

porque la Necesidad


 

tiene disculpa en hacerlos,


 

y no te espantes, Clarindo.


CLARINDO

 

¡Válgame Dios! Saber quiero


 

quién es aquel de la pluma.


SANCHO

 

Aquel, Clarindo, es Homero,


 

y aquel Virgilio, a quien Dido


 

la lengua le cortó, en premio


 

del testimonio y mentira


 

que le levantó. Aquel viejo


 

es Horacio, aquel Lucano.


 

y aquel Ovidio.


CLARINDO

 

No veo,


 

señor, entre estos poetas


 

ninguno de nuestros tiempos;


 

no veo ahora ninguno


 

de los sevillanos nuestros.


SANCHO

 

Si son los mismos demonios,


 

dime, ¿cómo puedes vellos?


 

Que allá, en forma de poetas,


 

andan dándonos tormentos.


CLARINDO

 

¿Demonios poetas son?


 

Por Dios, señor, que lo creo,


 

que aquel demonio de allí,


 

arrogante y corninegro,


 

a un poeta amigo mío


 

se parece, pero es lego;


 

que los demonios son sabios,


 

mas este será mostrenco.


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

y ha mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicistis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Y riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceis majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar a un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

—Metelde en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su hacienda padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Carcerbelo,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Ya acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid de presto,


 

que este no es lugar honrado.


 

Asilde, llevalde preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

luego el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo estoy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿A Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

y bautizado, y gallego


 

en Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si yo os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego al preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos lo entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


con el mayor enemigo!

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


¿Estás en ti?

 


 

y te ofendo con vivir.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

a vuestra Alteza, y si tratan


 

mal vuestra planta divina,


 

ofenden a vuestra estampa.


 

Derechas miran a Dios,


 

y, si se doblan y bajan,


 

miran al hombre, y a Dios,


 

en torciéndose, se apartan.


REY

 

No digo que las torzáis,


 

sino que equidad se haga


 

en la justicia.


DON PEDRO

 

Señor,


 

la causa de nuestras causas


 

es vuestra Alteza: en su fiat


 

penden nuestras esperanzas.


 

Dalde la vida y no muera,


 

pues nadie en los reyes manda,


 

Dios manda en los reyes, Dios


 

de los Saúles traslada


 

en los humildes Davies


 

las coronas soberanas.


REY

 

Entrad, y ved la sentencia


 

que da por disculpa, y salga


 

al suplicio Sancho Ortiz,


 

como las leyes lo tratan.


Aparte.

 

(Vos, don Pedro de Guzmán,


 

escuchadme una palabra


 

aquí aparte.)


DON PEDRO

 

Pues, ¿qué es


 

lo que vuestra Alteza manda?


REY

 

Dando muerte a Sancho Ortiz


 

don Pedro, no se restaura


 

la vida al muerto, y querría,


 

evitando la desgracia


 

mayor, que le desterremos


 

a Gibraltar o a Granada,


 

donde en mi servicio tenga


 

una muerte voluntaria.


 

¿Qué decís?


DON PEDRO

 

Que soy don Pedro


 

de Guzmán y a vuestras plantas


 

me tenéis. Vuestra es mi vida,


 

vuestra es mi hacienda y espada


 

y ansí serviros prometo


 

como el menor de mi casa.


REY

 

Dadme esos brazos, don Pedro


 

de Guzmán, que no esperaba


 

yo de tan gran Guzmán menos.


 

Id con Dios. Haced que salga


 

luego Farfán de Ribera.


 


FARFÁN

 

Montes la lisonja allana.


 

Aquí a esos pies estoy.


REY

Aparte los dos.

 

Farfán de Ribera, estaba


 

con pena de que muriera


 

Sancho Ortiz, mas ya se trata


 

de que en destierro se trueque


 

la muerte, y será más larga,


 

porque será mientras viva.


 

Vuestro parecer me falta


 

para que así se pronuncie


 

cosa de más importancia.


FARFÁN

 


 

Mande a Farfán de Ribera


 

vuestra alteza, sin que en nada


 

repare, que mi lealtad


 

en servirle no repara


 

en cosa alguna.


REY

 

Al fin sois


 

Ribera en quien vierte el alba


 

flores de virtudes bellas,


 

que os guarnecen y acompañan.


 

Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

 

Bien negocié.


 

Hoy de la muerte se escapa


 

Sancho Ortiz, y mi promesa,


 

sin que se entienda, se salva.


 

Haré que por general


 

de alguna frontera vaya,


 

y lo premio y lo destierro.


Vuelven los ALCALDES.

DON PEDRO

 

Ya está, gran señor, firmada


 

la sentencia, y que la vea


 

vuestra Alteza solo falta.


REY

 

Habrá la sentencia sido


 

como yo la deseaba


 

de tan nobles caballeros.


FARFÁN

 

Nuestra lealtad nos ensalza.


REY

Lee:

 

«Fallamos y pronunciamos


 

que le corten en la plaza


 

la cabeza.»—¿Esta sentencia está sentenciada


 

es la que traéis firmada?


 

¿Ansí, villanos, cumplís


 

a vuestro Rey la palabra?


 

¡Vive Dios!


FARFÁN

 

Lo prometido,


 

con las vidas, y las armas


 

cumplirá el menor de todos,


 

como ves, como arrimada


 

la vara tenga: con ella,


 

por las potencias humanas,


 

por la tierra, y por el cielo,


 

¡que ninguno de ellos haga


 

cosa mal hecha o mal dicha!


DON PEDRO

 

Como a vasallos nos manda,


 

mas como alcaldes mayores,


 

ni pidas injustas causas,


 

que aquello es estar sin ellas,


 

y aquesto es estar sin varas,


 

y el cabildo de Sevilla


 

ser quien es.


REY

 

Bueno está. Basta,


 

que todos me avergonzáis.


Salen DON ARIAS y ESTRELLA.

DON ARIAS

 

Ya esta aquí Estrella, señor.


REY

 

Ay, Don Arias,


 

¿qué he de hacer


 

entre confusiones tantas?


Salen el ALCAIDE, DON SANCHO ORTIZ y CLARINDO.

ALCAIDE

 

Ya Sancho Ortiz está aquí.


SANCHO

 

Gran señor, ¿por qué no acabas


 

con la muertea mis desdichas,


 

con tu rigor, mis desgracias?


 

Yo maté a Busto Tabera.


 

Mátame. Muera quien mata.


 

Haz, señor, misericordia


 

haciendo justicia.


REY

 

Aguarda,


 

¿quién te mandó dar la muerte?


SANCHO

 

Un papel.


REY

 

¿De quién?


SANCHO

 

Si hablara


 

el papel, él lo dijera,


 

que es cosa evidente y clara,


 

mas los papeles rompidos


 

dan confusas las palabras.


 

Yo lo sé que di la muerte


 

al hombre que más amaba,


 

por haberlo prometido.


 

Mas aquí a tus pies aguarda


 

Estrella mi heroica muerte,


 

y aún no es bastante venganza.


REY

 

Estrella, yo os he casado


 

con un grande de mi casa,


 

mozo, galán, y en Castilla


 

príncipe y señor de salva,


 

y en premio de esto pedimos


 

con su perdón vuestra gracia,


 

que no es justo que se niegue.


ESTRELLA

 

Ya, señor, que estoy casada,


 

vaya libre Sancho Ortiz.


 

No ejecutes mi venganza.


SANCHO

 

¿Al fin me das el perdón


 

porque su Alteza te casa?


ESTRELLA

 

Sí, por eso te perdono.


SANCHO

 

¿Y quedas ansí vengada


 

de mi agravio?


ESTRELLA

 

Y satisfecha.


SANCHO

 

Pues porque tus esperanzas


 

se logren, la vida aceto,


 

aunque morir deseaba.


REY

 

Id con Dios.


FARFÁN

 

Mirad, señor,


 

que así Sevilla se agravia,


 

y debe morir.


REY

 

¿Qué haré,


 

que me apuran y acobardan


 

esta gente?


DON ARIAS

 

Hablad.


REY

 

Sevilla,


 

matadme a mí, que fui causa


 

de esta muerte. Y yo mandé


 

matalle, y aquesto basta


 

para su descargo.


SANCHO

 

Yo solo


 

ese descargo aguardaba


 

mi honor, que el Rey me mandó


 

matarle, que yo una hazaña


 

tan fiera no cometiera,


 

si el Rey no me lo mandara.


REY

 

Digo que es verdad.


FARFÁN

 

Así


 

Sevilla se desagravia,


 

que pues mandastis matalle,


 

sin duda os daría causa.


REY

 

Admirado me ha dejado


 

la nobleza sevillana.


SANCHO

 

Yo a cumplir salgo el destierro,


 

cumpliéndome otra palabra


 

que me distis.


REY

 

Yo la ofrezo.


SANCHO

 

Yo dije que aquella dama


 

por mujer habías de darme


 

que yo quisiera.


REY

 

Ansí pasa.


SANCHO

 

Pues a doña Estrella pido,


 

y aquí a su divina planta


 

el perdón de mis errores.


ESTRELLA

 

Sancho Ortiz, yo estoy casada.


SANCHO

 

¿Casada?


ESTRELLA

 

Sí.


SANCHO

 

Yo soy muerto.


REY

 

Estrella, esta es mi palabra.


 

Rey soy, y debo cumplilla.


 

¿Qué me respondéis?


ESTRELLA

 

Que se haga


 

vuestro gusto. Suya soy.


SANCHO

 

Yo soy suyo.


REY

 

¿Qué os falta?


SANCHO

 

Conformidad.


ESTRELLA

 

Pues esa


 

jamás podremos hallarla


 

viviendo juntos.


SANCHO

 

Lo mismo


 

digo yo, y por esta causa


 

desta palabra te absuelvo.


ESTRELLA

 

Yo ansí de la palabra,


 

que ver siempre al homicida


 

de mi hermano en mesa y cama


 

me ha de dar pena.


SANCHO

 

Y a mí


 

estar siempre con la hermana


 

del que maté injustamente,


 

queriéndole como al alma.


ESTRELLA

 

¿Pues libres quedamos?


SANCHO

 

Sí.


ESTRELLA

 

Pues a Dios.


SANCHO

 

A Dios.


REY

 

Aguarda.


ESTRELLA

 

Señor, no ha de ser mi esposo


 

hombre que a mi hermano mata,


 

aunque le quiero y adoro.


Vase.

SANCHO

 

Y yo, señor, por amarla.


 

no es justicia que lo sea.


Vase.

REY

 

¡Brava fe!


DON ARIAS

 

¡Brava constancia!


CLARINDO

 

Más me parece locura.


REY

 

Toda esta gente me espanta.


DON PEDRO

 

Tiene esta gente Sevilla.


 

Casarla pienso, y casarla


 

como merece.


CLARINDO

 

Y aquí


 

esta tragedia os consagra


 

Cardenio, dando a La Estrella


 

de Sevilla eterna fama,


 

cuyo prodigioso caso


 

inmortales bronces guardan.


LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA

JORNADA PRIMERA

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

soberano Rey ya soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recibimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada, La Estrella de Sevilla, dirección de Alfonso Zurro (2015): Sevilla, siglo XIII. La obra comienza con el rey entrando en Sevilla de manera triunfal y recibiendo los honores de los cargos del gobierno de la ciudad.La Estrella de Sevilla, dirección de Alberto González Vergel (I Festival de Teatro Clásico de Almagro, 1978): Sevilla, siglo XIII. La obra comienza con el rey entrando en Sevilla de manera triunfal y recibiendo los honores de los cargos del gobierno de la ciudad.


 

no puedo quedar contento.


 

Tendrá mi corte su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Tus manos nos da a besar.


REY

 

Id, Sevilla, a descansar,


 

que en recebirme habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que a vuestro amparo he de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su lealtad y su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


DON ARIAS

 

Así lo siente


 

su majestad de los dos,


 

y satisfecho de vos


 

queda, [y] de vuestro deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

DON ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Parecido


 

me ha tan bien que hoy he sido


 

solo rey.


DON ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


DON ARIAS

 

El adorno y sus grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni tuvo tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


DON ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

todo un cielo parecía,


 

que de su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, enfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


DON ARIAS

 

Doña Elvira de Guzmán,


 

que es la que a su lado estaba


 

¿qué te pareció?


REY

 

Que andaba


 

muy prolijo el alemán,


 

pues de dos en dos están


 

juntas las blancas ansí.


DON ARIAS

 

Un maravedí vi allí.


REY

 

Aunque amor anda tan franco,


 

por maravedí tan blanco


 

no diera un maravedí.


DON ARIAS

 

Doña Teodora de Castro


 

es la que viste de verde.


REY

 

Bien en su rostro se pierde


 

el marfil y el alabastro.


DON ARIAS

 

Sacárala Amor de rastro,


 

si se la quisiera dar,


 

porque en un buen verde mar


 

engorda como en favor.


REY

 

A veces es bestia amor,


 

y el verde suele tomar.


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vi más hermosas.


DON ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, eran doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

sola como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


DON ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombre,


 

los nombres con estrañeza


 

dan calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


DON ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Quién es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


DON ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


DON ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamarse Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


DON ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


DON ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿Se llama su hermano...?


DON ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, cuyo honor


 

a su calidad ajusto.


REY

 

¿Y es casado?


DON ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es su hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte [y] favor si es tan bella


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

muy bien con tan buena estrella.


 

Si tal Estrella me guía,


 

¿cómo me puedo perder?


 

Rey soy, y he venido a ver


 

estrellas a mediodía.


 

Don Arias, verla querría,


 

que me ha parecido bien.


DON ARIAS

 

Si es estrella que a Belén


 

te guía, señor, no es justo


 

que hagas a su hermano Busto


 

bestia del portal también.


REY

 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


DON ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, si está obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 

Parte, y llámame al hermano.


DON ARIAS

 

En el Alcázar le vi;


 

veré, señor, si está allí.


REY

 

Si hoy este imposible allano,


 

mi reino pondré en su mano.


DON ARIAS

 

Yo esta Estrella te daré.


Vase.

REY

 

Cielo estrellado seré


 

en noche apacible y bella,


 

y solo con una Estrella


 

más que el sol alumbraré.


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber a su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

que no se me dé el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Claro indicio


 

que en vos siempre se acredita .


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la mesma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de rubíes ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Yo me veré en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podéis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo. La Estrella de Sevilla:Dirección de Alberto González Vergel, 1970


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse y salen DON ARIAS y BUSTO.

DON ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efecto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy así,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo no os puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no les dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y así yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Capricho el primero


 

sin segundo.)


REY

 

Yo no quiero,


 

Tabera, por vida mía,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y así os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


[Dale los memoriales]

BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, estándole sirviendo más tiempo de catorce años, haciendo notables servicios a Dios por vuestra corona, murió en una escaramuza. Pido justicia, &c.»


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio le señalo.


 


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor: La Estrella de Sevilla, Compañía del Teatro Español, dirección de Alberto González Vergel (1970) : Busto lee los memoriales que le ha entregado el Rey.


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha sido adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado captivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

cortos , por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es paridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello


 

para que, si a tanto exceso


 

de una cosa tan sutil,


 

para que, cayendo en fil,


 

no se quiebre y dé buen peso.


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y aquí en Sevilla, señor,


 

en cosa no os he obligado,


 

que en las guerras fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es dina


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues , lo que queréis.


BUSTO

 

Solo quiero, y la razón


 

y la justicia lo quieren,


 

darl[e]s a los que sirvieren


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellas os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

porque yo conmigo os quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Gran señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré.


 

¿Es su nombre?


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

[A] Estrella, que será bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

Solo un hombre,


 

señor, para Estrella anhelo,


 

que no es estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré en mi nombre


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Por ello los pies te pido.


REY

 

Darela, Busto, marido


 

que a su igual no desmerezca;


 

y decidle que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto en cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Desde hoy asistidme vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Los pies me dad .


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No entiende mi actividad .


 

Sospechoso voy: quererme


 

y sin conocerme honrarme...


 

Más parece sobornarme,


 

honor, que favorecerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


DON ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Sin ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

no en todas, señor, lo son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 

y verás, gran señor, cómo


 

la que agora está tan baja


 

viene a pesar una paja,


 

y ella mil marcos de plomo.


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


DON ARIAS

 

Mira que podrán decir...


REY

 

Los que reparando están,


 

amigo, en lo que dirán,


 

se quieren dejar morir.


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere decir ,


 

que Rey, ciego, he de seguir


 

a la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, MATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío, La Estrella de Sevilla, Compañía del Teatro Español, dirección de Alberto González Vergel (1970) : Asistimos a una escena amorosa entre Sancho Ortiz y Estrella.


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te envío?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrando sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que engasten nuestras almas?


 

¿Cuándo, dichosa Estrella


 

que como el sol adoro,


 

a tu epiciclo de oro,


 

resplandeciente y bella,


 

la luz que baña y sella


 

tu cervelo divino,


 

con rayos de alegría


 

adornarás el día,


 

juntándonos amor en solo un sino,


 

para que emule el cielo


 

otro Cástor y Pólux en el suelo?


 

¿Cuándo, en lazos iguales,


 

nos llamará Castilla


 

Géminis de Sevilla


 

con gustos inmortales?


 

¿Cuándo tendrán mis males


 

esperanzas de bienes?


 

¿Cuándo, alegre y dichoso,


 

me llamaré tu esposo


 

a pesar de los tiempos que detienes,


 

que en perezoso turno


 

caminan con las plantas de Saturno?


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 

En círculos amantes


 

ayer se enamoraban


 

do sabes, y se formaban


 

requiebros ignorantes;


 

sus picos de diamantes


 

sus penachos de nieve


 

dulcemente ofendían,


 

mas luego los hacían


 

vaso en que amor sus esperanzas bebe,


 

pues los picos unidos


 

se brindaban las almas y sentidos.


SANCHO

 

¡Ay, cómo te agradece


 

mi vida esos deseos!


 

Los etéreos trofeos


 

de la fama apetece


 

mi alma y se te ofrece.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


MATILDE

 

¡Ay, hermano lacayo,


 

que al son de la almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


MATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


ESTRELLA

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querría,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 

La mar tranquila y cana


 

amanece entre leche,


 

y antes que montes eche


 

al sol por la mañana,


 

en círculos de grana


 

madruga el alba hermosa,


 

y luego, negra nube


 

en sus hombros se sube,


 

vistiéndola con sombra tenebrosa,


 

y los que fueron riscos


 

son de nieve gigantes basiliscos.


 

Penachos de colores


 

toma un almendro verde,


 

y en un instante pierde


 

sus matizadas flores;


 

cruzan murmuradores


 

los arroyuelos puros,


 

y en su argentado suelo


 

grillos les pone el hielo;


 

pues si estos de él jamás están seguros,


 

¿cómo en tanta mudanza


 

podré tener del tiempo confianza?


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que el amor le entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, ¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamáis cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me llamó,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es gusto.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casarla, y se prefería,


 

cuando yo no la dotara,


 

a hacerlo, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con la ley


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que lugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo así,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra de pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

y pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

pero Dios las humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Conjúrese tu gente


 

y pongan a los hijos de tu hermano


 

la corona en la frente


 

con bulas del Pontífice Romano,


 

y dándoles tu silla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

morimos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse.
Salen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


DON ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO .

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de verla;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 

y no os vendrán bien sus salas,


 

que son, gran señor, pequeñas,


 

porque su mucha humildad


 

no aspira a tanta soberbia.


 

Fuera, señor, de que en casa


 

tengo una hermosa doncella


 

solamente, que la caso


 

ya con escrituras hechas,


 

y no será bien notado


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarla venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ella;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queréis honrar,


 

en el Alcázar, que afrentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistes a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en buena opinión su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevarle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


DON ARIAS

 

Arracadas muy pesadas


 

de las orejas se cuelgan:


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


DON ARIAS

 

Esos coches llegan.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

A pie, si me dais licencia,


 

he de ir .


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


DON ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Guíen al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

y gran favor el Rey me hace.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda DON ARIAS.
Salen ESTRELLA y MATILDE

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Matilde?


MATILDE

 

Que era el Rey, señora.


DON ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 

el Fuerte, y sus altas obras


 

el Sacro y Augusto César,


 

que los laureles romanos


 

con sus hazañas afrenta,


 

esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

cuando en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Mandome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas las riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si has sido hasta aquí la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y darate a un ricohombre


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


DON ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

da mi espalda la respuesta.


Vase.

DON ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspenso me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen peñas.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


MATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


DON ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


MATILDE

 

Que soy


 

esclava.


DON ARIAS

 

¿Esclava?


MATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


DON ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


MATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


DON ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


MATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


DON ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


MATILDE

 

Pues yo le pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


DON ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


MATILDE

 

Al alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


DON ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


MATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


DON ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que esperas


 

del Rey.


MATILDE

 

Que no hay para qué.


DON ARIAS

 

No quiero que te parezcas


 

a los médicos.


MATILDE

 

Por oro,


 

¿qué monte tendrá firmeza?


 

El oro ha sido en el mundo


 

el que los males engendra,


 

porque si él faltara, es claro


 

no hubiera infamias ni afrentas.


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecella.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

puerta me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 

Mas, conservando mi honor,


 

si a lo que he sido me humilla,


 

vendré a quedarme en Sevilla


 

veinticuatro y regidor.


ÍÑIGO

 

¿Quién es de guarda?


DON MANUEL

 

Ninguno


 

de los tres.


ÍÑIGO

 

Pues yo quisiera


 

holgarme.


DON MANUEL

 

Busto Tabera,


 

si tenéis requiebro alguno,


 

esta noche nos llevad,


 

y la espalda os guardaremos.


BUSTO

 

Si queréis que visitemos


 

lo común de la ciudad,


 

ya os llevaré donde halléis


 

concetos y vocería,


 

y dulce filosofía


 

de amor.


DON MANUEL

 

Merced nos haréis.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escribir.


DON MANUEL

 

Vamos, pues, a divertir


 

la noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


DON ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas le ha de labrar.


DON ARIAS

 

Una cédula has de hacella.


REY

 

Ven, don Arias, a ordenalla,


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor lo atropella.


DON ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de noble!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

en la Estrella de Sevilla.


JORNADA SEGUNDA

Salen el REY, DON ARIAS y MATILDE

MATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


MATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


DON ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


MATILDE

 

Dadme vuestros pies.


DON ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


DON ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Al fin, solo he de subir,


 

para más disimular.


DON ARIAS

 

¿Solo te aventuras?


 


REY

 

Pues,


 

¿por qué espumosos remolcos


 

por manzanas paso a Colcos?


 

Busto mi vasallo es.


 

¿No es su casa esta en que estoy?


 

Pues, dime, ¿a qué me aventuro?


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


DON ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

en parte donde te halle,


DON ARIAS

 

En San Marcos entraré. Calle Bustos Tavera:La calle Bustos Tavera, antes conocida como calle Real, se sitúa junto a la iglesia de San Marcos. Calle Bustos Tavera, junto a la Iglesia de San Marcos (Sevilla):


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


MATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

los pájaros hacen salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me alienta a tan alta empresa.


MATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo escuro del corredor,


 

que así llegará a sus bellas


 

luces.


REY

 

Mira mis locuras,


 

pues los dos, ciegos y a escuras,


 

vamos a caza de estrellas.


MATILDE

 

¿Qué estrella al sol no se humilla?


REY

 

Aunque soy don Sancho el Bravo,


 

venero en el cielo octavo


 

esta Estrella de Sevilla.


Vansey
salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Matilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen MATILDE y el REY.

MATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


MATILDE

 

¡Desdicha es mía!


BUSTO

 

¡Matilde!


MATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corre tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalla vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano

REY

Aparte.

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y a su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defecto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De nuevo de esto me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

y ya que a mí me ofendéis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tal defecto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

Aparte.

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aun el que le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni el Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Y no atropelléis la ley,


 

mirad que es hombre en efeto,


 

esto os digo, y os respecto


 

porque os fingisteis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuerdo, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respecto al nombre.


 

Esto, don Busto Tabera


 

aquí os lo dice y, por Dios,


 

que como lo dice a vos


 

a él mismo se lo dijera.


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque me he fingido


 

el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respectas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

Aparte.

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu afrenta trata.


BUSTO

 

Seguidle, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 

Si huye, la gloria es notoria


 

que se alcanza sin seguir,


 

que el vencido con hüir


 

da al vencedor la vitoria.


 

Cuánto más que este que huyó,


 

más por no ser conocido


 

huye que por ser vencido,


 

porque nadie le venció.


 

Dadle una luz a Matilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.
Aparte.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


MATILDE

Aparte.

 

(Si el Rey no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

 

(Ya aquí colijo


 

los defectos de mi honor.)


 

¿Que tú, al fin, al Rey le diste


 

entrada?


MATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y así yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mesmo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y di, ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


MATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Cosa es clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 


 


 


 


MATILDE

 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra obscura,


 

que es su luz, brillante y pura,


 

participada del sol.


 

A su cámara llegó;


 

y dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


MATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


MATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación en que estoy.


MATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y don ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


DON ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


DON ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


DON ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición y el poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


DON ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


DON ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


DON ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

victorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

de militares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


DON ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 

Este le dará la muerte,


 

señor, con facilidad,


 

que es bravo, robusto y fuerte,


 

y tiene en esta ciudad


 

superior ventura y suerte.


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


DON ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


DON ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


DON ARIAS

 

No será sin fundamento.


 

Llega, llega, Arias, a ver


 

lo que es.


DON ARIAS

 

Es mujer colgada.


REY

 

¿Mujer dices?


DON ARIAS

 

Es mujer.


REY

 

¿Mujer?


DON ARIAS

 

Y está ahorcada,


 

con que no lo viene a ser.


REY

 

Mira quién es.


DON ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


DON ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 


 


 


 


 


ARIAS

 

Mándala luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también se puede enterrar.


 


 


REY

 

¿Ansí se pierde el respeto


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 

no más que si arenas fuera,


 

de este linaje ninguno;


 

en Sevilla, gente fiera,


 

a mis manos, uno a uno,


 

no ha de quedar un Tabera;


 

esta Estrella, que al sol brilla,


 

en Sevilla ha de caer.


DON ARIAS

 

Si cae, no es maravilla


 

que la abrase.


REY

 

Se ha de arder


 

hoy, con su Estrella, Sevilla.


Vanse.
Salen BUSTO y ESTRELLA.

ESTRELLA

 

¿Qué es esto?


BUSTO

 


 

Echa ese marco.


ESTRELLA

 


 

Apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y me levantas del lecho


 

solo, triste y afligido?


 

¿Confuso estás y turbado?


 

Dime, ¿has visto algún delito


 

en que cómplice yo sea?


BUSTO

 

Tú me dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 

¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco?


 

Dime si has perdido el juicio.


 

¿Yo delito? Mas ya entiendo


 

que tú lo has hecho en decillo,


 

pues solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 

¿Si he hecho delitos, preguntas?


 

No de ti, de mí me admiro;


 

mas por decirte que sí,


 

lo quiero hacer en sufrillo.


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 

¿Has visto alegres mis ojos


 

de la cárcel de sus vidrios


 

desatar rayos al aire,


 

lisonjeros y lacivos?


 

¿En las manos de algún hombre


 

viste algún papel escrito


 

de la mía? ¿Has visto hablando,


 

dime, algún hombre conmigo?


 

Porque si no has visto nada


 

que me pueda ser indicio,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en mi casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

el Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo,


 

que son las suyas errantes,


 

y yo Estrella fija he sido


 

en el cielo de mi honor,


 

de quien los rayos recibo.


BUSTO

 

Cuando partía la noche


 

con sus destemplados giros,


 

entre domésticas aves


 

los gallos olvidadizos,


 

rompiendo el mudo silencio


 

con su canoro sonido


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquestas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 

que de noche las estrellas


 

son de los cielos jacintos,


 

y a estas horas las buscaban


 

los astrólogos egipcios.


 

Matilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

se oyó; que, aunque a obscuras era,


 

la vio el honor, lince mío .


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocelle, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey que embiste enojado


 

se trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

ser de nadie conocido.


 

Conjuré a la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirio.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que le hizo


 

el Rey, que ha sido el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 

que es un crïado, si es malo,


 

en la casa un basilisco;


 

si con lisonjas y halagos,


 

engañoso cocodrilo.


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por su delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 

en Sevilla, y que hay vasallos


 

honrados y bien nacidos.


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está a peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 

Yo le voy a buscar luego,


 

porque así mi honor redimo,


 

y el nombre de los Taberas


 

contra el tiempo resucito.


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y así, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


Vase.

ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vanse.
Salen DON ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

DON ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Sancho Ortiz de las Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 

Todo el amor es cautelas:


 

ya la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matarle; de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


DON ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada así.


DON ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 

mas disculparme podrán


 

mil prodigiosas historias


 

que en vivos bronces están,


 

y este exceso entre mil glorias


 

los tiempos disculparán.


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 

Los filósofos más sabios,


 

y más dulces oradores,


 

en la presencia real


 

sus retóricas colores


 

pierden; y en grandeza igual,


 

y en tan inmensos favores,


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 

pues a vuestro lado asisto.


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 

y por valiente soldado,


 

y por hombre de secreto,


 

que es lo que más he estimado.


SANCHO

 

Señor, de mí tal conceto...


 

Vuestra alteza más me ha honrado,


 

que las partes que me dais


 

sin tenellas, sustenellas


 

tengo, por lo que me honráis.


REY

 

Son las virtudes estrellas.


SANCHO

Aparte.

 

(Si en la Estrella me tocáis,


 

ciertas son mis desventuras;


 

honrándome el Rey me ofende;


 

no son sus honras seguras,


 

pues sospecho que pretende


 

dejarme sin ella a escuras).


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

en secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efeto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que así


 

vos os culpáis en culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 

y dalle muerte, señor,


 

sin culpa, no es justa ley,


 

sino bárbaro rigor;


 

y un Rey, solo por ser Rey,


 

se ha de respetar mejor.


 

Que si un brazo poderoso


 

no se vence en lo que puede,


 

siempre será riguroso,


 

y es bien que enfrenado quede


 

con el afecto piadoso.


 

¿Qué hace un poderoso en dar


 

muerte a un humilde, despojos


 

de sus pies, sino triunfar


 

de las pasiones y enojos


 

con que le mandó matar?


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matarle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen les[a]e muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen les[a]e ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 

aunque él mi hermano sea,


 

o sea deudo o amigo,


 

que en el corazón se emplea,


 

el riguroso castigo


 

que tu autoridad desea.


 

Y si es así la daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matarle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que al que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 

que el muerto opinión adquiere,


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matadle como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 

por donde, Sancho, os perdono


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referidlo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


Lee:

 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dadle muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco conceto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 

Tratadme con más llaneza,


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

valor, que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 

A la palabra remito


 

la cédula que me dais,


 

con que a vengaros me incito,


 

porque donde vos estáis


 

es excusado lo escrito.


 

Rompedlo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos así,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

y si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 

por sus trópicos ardientes


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando lo abráis, no os asombre;


 

mirad que he oído decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


REY

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertiros, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


 


 


 


 


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en albricias no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 

cuando por la mañana


 

forma círculos de oro en leche y grana.


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efectuar luego al momento.


SANCHO

 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Tengo, señor, buen rostro


 

con buenas nuevas, pero fuera un monstruo


 

si malas las trajera,


 

que hermosea el placer de esta manera.


 

No vi que hermoso fuese


 

hombre jamás que deuda me pidiese,


 

ni vi que feo hallase


 

hombre jamás que deuda me pagase;


 

¡Ay, mortales deseos,


 

que hacéis hermosos los que espantan feos,


 

y feos los hermosos!


SANCHO

 

¡Ay, renglones divinos y amorosos,


 

beberos quiero a besos,


 

para dejaros en el alma impresos,


 

donde, pues os adoro,


 

más eternos seréis que plantas de oro!


 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Soy como un alpargate.


SANCHO

 

Leeréle otra vez, aunque me mate


 

la impensada alegría.


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí ya el sol. Espero,


 

con sus dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar los mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella?


 

¡Ay, bulto soberano,


 

de este Pólux divino soy hermano!


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Vivas eternidades,


 

siendo a tus pies momentos las edades!


 

¡Si amares, en amores


 

trueques las esperanzas en favores!


 

Y en batallas y ofensas


 

siempre glorioso tus contrarios venzas,


 

y no salgas vencido,


 

¡que esta la suerte más dichosa ha sido!


SANCHO

 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujección que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazado como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 

¡Cómo el amor porfía!


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfecta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no lo dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 

de matar a mi cuñado,


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Oh, nunca yo me obligara


 

a ejecutar el rigor


 

del Rey, y nunca el amor


 

mis potencias contrastara!


 

Nunca yo a Estrella mirara,


 

causa de tanto disgusto.


 

Si servir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pero extraño rigor fuera:


 

¡viva Busto! ¡viva Busto!


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendelle y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 

debo obedecer su ley,


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pues ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóname , Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castigo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


BUSTO

 

¿De esa suerte os suspendéis,


 

cuando a mi hermana os ofrezco?


SANCHO

 

Como yo no la merezco,


 

callo.


BUSTO

 

¿No la merecéis?


 

¿Callando me respondéis?


 

¿Qué dudáis, que estáis turbado


 

y, con el rostro mudado,


 

miráis al suelo y al cielo?


 

Decid ¿qué pálido hielo


 

de silencio os ha bañado?


 

Ya por escritura estáis


 

casado con doña Estrella.


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Si en mi honra y fe


 

algún defecto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Meten mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

que ya que cobré el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida. La Estrella de Sevilla, dirección de José Tamayo (1957) : Sancho Ortiz tiene en brazos el cadáver de Busto Tabera.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los hombres labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decidle al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


DON ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

pues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevadle a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanle y vanse. Salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí deprisa,


 

dame, Teodora, ese espejo. La Estrella de Sevilla, dirección de José Tamayo (1957) : El 23 de febrero de 1957 se estrenó en el Teatro Español de Madrid La Estrella de Sevilla, versión de José López Rubio. En esta escena, tras la trágica muerte de Busto, Estrella, quien todavía desconoce lo que acaba de suceder, se prepara para el casamiento.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, porque no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

disimulando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta ha sido, Teodora, estrella mía!


TEODORA

 

Parece que gente suena.


 

Cayó el espejo. De envidia,


 

el cristal, dentro la hoja


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya aquesto suena, señora,


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 

¿No vengo galán? ¿No vengo


 

como Dios hizo una guinda,


 

hecho un jarao por de fuera,


 

y por dentro una pipa?


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquestas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya la escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

el placer? ¿Pero qué es esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con BUSTO muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 


 

es muerto, y sus plantas pisan


 

ramos de estrellas, del cielo


 

lisonjera argentería.


 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay Dios! La Estrella de Sevilla, Compañía del Teatro Español, dirección de Alberto González Vergel (1970) : Estrella, interpretada por la actriz Marisa Paredes, se acerca al cadáver de su hermano Busto.


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Hay quién lo diga?


 

¿Hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 

¿No hay cuchillos, no hay espadas,


 

no hay cordel, no hay encendidas


 

brasas? ¿no hay áspides fieros,


 

muertes de reinas egipcias?


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor le priva,


 

y con razón.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿[Hay] quien divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz beldad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguidla.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fratricida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta ha sido, Teodora, estrella mía!


JORNADA TERCERA

Salen el REY, los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 

y es gran confusión.


 


REY

 

¿[Y] no


 

dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


DON ARIAS

 

¡Temeraria confesión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


DON ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

y decidle que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

antes que de necio muera


 

dé del delito razón.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

a hacello, que de esta suerte


 

oiré su descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

Sin juicio está.


REY

 

¿No se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 


REY

 

¡Notable y raro valor!


FARFÁN

 

Los cargos ajenos deja,


 

y a sí se culpa, no más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 

Id y haced, alcaldes, luego


 

que haga la declaración


 

y habrá en la corte sosiego.


 

Id, vos, con esta ocasión,


 

don Arias, a ese hombre ciego.


 

De mi parte le decid


 

que diga [por] quién le dio


 

la muerte, y le persuadi[d]


 

que declare, aunque sea yo


 


 

el culpado, y prevenid,


 

si no confiesa, al momento


 

el teatro en que mañana


 

dará a Sevilla escarmiento.


DON ARIAS

 

Voy, pues.


Vanse los ALCALDES, y ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

La gallarda hermana,


 

con grande acompañamiento,


 

de Busto Tabera, pide


 

para besaros la mano


 

licencia.


REY

 

¿Quién se lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme una silla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 

Ya está aquí.


 


REY

 

No por abril


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfil .


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notable,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 

Estrella de mayo fui,


 

cuando más flores produce,


 

y agora, en estraño llanto,


 

ya soy Estrella de otubre.


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándose en ellas


 

mi sentimiento no culpen.


 

Quise a Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a padre le tuve


 

la obediencia, y el respecto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él contenta,


 

sin dejar que el sol [me] injurie,


 

que aún los rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; cumple


 

con tu obligación en esto,


 

déjame que yo le juzgue.


 

Entrégamele, ansí reines


 

mil edades, ansí triunfes


 

de las lunas que te ocupan


 

los términos andaluces,


 

porque Sevilla te alabe,


 

sin que su gente te adule,


 

en los bronces inmortales


 

que ya los tiempos te bruñen.


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y dejad que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera con él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

nos enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 

Vuestro hermano murió. Quien le dio muerte


 

dicen que es Sancho Ortiz. Vengaos vos de ella,


 

y aunque él muriese así de aquesa suerte,


 

vos la culpa tenéis, por ser tan bella.


 

Si es la mujer el animal más fuerte,


 

mujer, Estrella, sois, y sois estrella.


 

Vos vencéis que inclináis y, con venceros,


 

competencia tendréis con dos luceros.


ESTRELLA

 

¿Qué ocasión os dio, gran señor, mi hermosura


 

en la inocente muerte de mi hermano?


 

¿He dado yo la causa, por ventura,


 

con deseo, a propósito liviano?


 

¿Ha visto alguno en mi desenvoltura


 

algún inútil pensamiento vano?


REY

 

Es ser hermosa, en la mujer, tan fuerte,


 

que, sin dar ocasión, da al mundo muerte.


 

Vos quedáis sin matar, porque en vos mata


 

la parte que os dio el cielo. La belleza


 

se ofende [más] consigo, cuando, ingrata,


 

–emulación con la naturaleza


 

no avarientas las perlas, ni la plata,


 

y un oro que hace un mar vuestra cabeza–


 

para vos reservéis, que no es justicia.


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

luego de mi cabeza le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó un Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo la pondré de suerte con mis manos,


 

que espanto sea entre los más tiranos.


REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su misma mano ha de matalle,


 

¿Que en vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y salen SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escribir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recado?» Y me daban


 

más prisa que un rompimiento.


 

Y cuando escritas llevaba


 

las estancias, muy compuestos


 

decían: «Buenas están.


 

Yo, Clarindo, lo agradezco.»


 

Y sin pagarme la hechura,


 

me enviaban boquiseco.


 

No quiero escrebir a nadie,


 

ni ser tercero de necios


 

que los versos son cansados


 

cuando no tienen provecho.


 

Tomen la pluma los cultos,


 

después de cuarenta huevos


 

sorbidos, y versos pollos


 

saquen a luz de otros dueños,


 

que yo por comer escribo,


 

si escriben comidos ellos.


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


A los MÚSICOS.

 

decid vosotros un tono.


 

Agora sí que deseo


 

morir, y quiero, cantando,


 

dar muestras de mi contento.


 

Fuera de que quiero dalles


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en él obligarme a menos.


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de pipotes de lo añejo,


 

de Monturques, de Lucena,


 

santos y benditos pueblos?


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


CLARINDO

 

¡Gallardo mote han cantado!


SANCHO

 

A propósito, discreto.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Ahora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por horas


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Llegado ha el plazo.


SANCHO

 

Las manos y pies os beso


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! Solo tengo,


A los MÚSICOS.

 

amigos, esta sortija,


 

pobre prisión de mis dedos.


 

Repartilda, que en albricias


 

os la doy, y mis contentos


 

publicad con la canción


 

que a mi propósito han hecho.


MÚSICOS

Cantan.

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


SANCHO

 

Pues si la muerte se alarga


 

lo que la vida entretengo,


 

y está en la muerte la vida,


 

con justicia la celebro.


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

aquí a voces lo confieso.


 

Yo le di muerte, señores,


 

al más noble caballero


 

que trujo arnés, ciñó espada


 

lanza empuñó, enlazó yelmo.


 

Las leyes del amistad,


 

guardadas con lazo eterno,


 

rompí, cuando él me ofreció


 

sus estrellados luceros.


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matasteis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 

no la sé, y causa tengo,


 

y es de callaros la causa,


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién la dio?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo decirlo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicisteis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aquestos reinos;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decidle a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

y si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tengo.


 

Decidle que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo prometido he hecho;


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo,


 

que si al [callar] llaman Sancho,


 

yo soy Sancho, y callar quiero.


 

Esto a su Alteza decid;


 

y decilde que es mi intento


 

que conozca que en Sevilla


 

también ser reyes sabemos.


DON ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y con esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


DON ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvisteis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su furor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Matastis a un regidor


 

sin culpa, al cielo ofendiendo;


 

Sevilla castigará


 

tan locos atrevimientos.


Vase.

DON ARIAS

 

Y al Rey, que es justo, y es santo.


Aparte.

 

(¡Raro valor! ¡Bravo esfuerzo!)


Vase.

CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Braman los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego aprisa.


CLARINDO

 

Pienso que ha perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


SANCHO

 

Dame una poca, Clarindo,


 

para que diga «Memento».


CLARINDO

 

¿Y a ti no te ha herido el rayo?


SANCHO

 

¿No me ves, Clarindo, vuelto,


 

como la mujer de Lot,


 

en piedra sal?


CLARINDO

 

Quiero verlo.


SANCHO

 

Tócame.


CLARINDO

 

Duro y salado


 

estás.


SANCHO

 

¿No lo he de estar, necio,


 

si soy piedra sal aquí?


CLARINDO

 

Así te gastarás menos.


 

Mas si eres ya piedra sal,


 

di, ¿cómo hablas?


SANCHO

 

Porque tengo


 

el alma ya encarcelada


 

en el infierno del cuerpo.


 

Y tú, si eres ya ceniza,


 

¿cómo hablas?


CLARINDO

 

Soy un brasero,


 

donde, entre cenizas pardas,


 

el alma es tizón cubierto.


SANCHO

 

¿Alma tizón tienes? ¡Malo!


CLARINDO

 

Antes, señor, no es muy bueno.


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Si andan coches por acá,


 

destruirán al infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues si en él pleitos no hay,


 

bueno es el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


SANCHO

 

¿Qué son aquellos?


CLARINDO

 

Tahures


 

sobre una mesa de fuego.


SANCHO

 

¿Y aquéllos?


CLARINDO

 

Son demonios,


 

que los llevan, señor, presos.


SANCHO

 

No les basta ser demonios,


 

sino soplones. ¿Qué es esto?


CLARINDO

 

Voces de dos mal casados,


 

que se están pidiendo celos.


SANCHO

 

Infierno es ese dos veces,


 

acá y allá padeciendo.


 

¡Bravo penar, fuerte yugo!


 

Lástima, por Dios, les tengo.


 

¿De qué te ries?


CLARINDO

 

De ver


 

a un espantado hacer gestos,


 

señor, a aquellos demonios,


 

porque le han ajado el cuello


 

y cortado las melenas.


SANCHO

 

Ese es notable tormento,


 

sentiralo mucho.


CLARINDO

 

Allí


 

la Necesidad, haciendo


 

cara de hereje, da voces.


SANCHO

 

Acá y allá padeciendo.


 

¡Pobre mujer! Disculpados


 

habían de estar sus yerros,


 

porque la Necesidad


 

tiene disculpa en hacerlos,


 

y no te espantes, Clarindo.


CLARINDO

 

¡Válgame Dios! Saber quiero


 

quién es aquel de la pluma.


SANCHO

 

Aquel, Clarindo, es Homero,


 

y aquel Virgilio, a quien Dido


 

la lengua le cortó, en premio


 

del testimonio y mentira


 

que le levantó. Aquel viejo


 

es Horacio, aquel Lucano.


 

y aquel Ovidio.


CLARINDO

 

No veo,


 

señor, entre estos poetas


 

ninguno de nuestros tiempos;


 

no veo ahora ninguno


 

de los sevillanos nuestros.


SANCHO

 

Si son los mismos demonios,


 

dime, ¿cómo puedes vellos?


 

Que allá, en forma de poetas,


 

andan dándonos tormentos.


CLARINDO

 

¿Demonios poetas son?


 

Por Dios, señor, que lo creo,


 

que aquel demonio de allí,


 

arrogante y corninegro,


 

a un poeta amigo mío


 

se parece, pero es lego;


 

que los demonios son sabios,


 

mas este será mostrenco.


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

y ha mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicisteis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceisme majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

Metedlo en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su [ausencia] padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces? ¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Cancerbero,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Y acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid de presto,


 

que este lugar no es de honrado.


 

Asidle, llevadle preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

al punto el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo estoy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿A Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

bautizado, y es gallego


 

de Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si yo os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego el preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos le entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 

Agradezco


 

la piedad si es a matarme,


 

porque la muerte deseo.


ESTRELLA

 

Dadme la mano y venid.


CLARINDO

 

¿No parece encantamento?


ESTRELLA

 

¡Nadie nos siga!


CLARINDO

 

Está bien.


 

¡Por Dios, que andamos muy buenos,


 

desde el infierno a Sevilla,


 

y de Sevilla al infierno!


 

Plegue a Dios que aquesta Estrella


 

se nos vuelva ya un lucero.


Vase.

ESTRELLA

 

Ya os he puesto en libertad.


 

Idos, Sancho Ortiz, con Dios,


 

y advertid que uso con vos


 

de clemencia y de piedad.


 

Idos con Dios, acabad.


 

Libre estáis. ¿Qué os detenéis?


 

¿Qué miráis? ¿Qué os suspendéis?


 

Tiempo pierde el que se tarda.


 

Id, que el caballo os aguarda


 

en que escaparos podéis.


 

Dineros tiene el criado


 

para el camino.


SANCHO

 

Señora,


 

dadme esos pies.


ESTRELLA

 

Id, que ahora


 

no es tiempo.


SANCHO

 

Voy con cuidado.


 

Sepa yo quién me ha librado,


 

porque sepa agradecer


 

tal merced.


ESTRELLA

 

Una mujer,


 

vuestra aficionada soy,


 

que la libertad os doy


 

teniéndola en mi poder.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

No he de pasar


 

de aquí, si no me decís


 

quién sois o no os descubrís.


ESTRELLA

 

No me da el tiempo lugar.


SANCHO

 

La vida os quiero pagar,


 

y la libertad también.


 

Yo he de conocer a quien


 

tanta obligación le debo,


 

para pagar lo que debo,


 

reconociendo este bien.


ESTRELLA

 

Una mujer principal


 

soy, y si más lo pondero,


 

la mujer que más os quiero,


 

y a quien vos queréis más mal.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

[Yo] no haré tal,


 

si no os descubrís ahora.


ESTRELLA

 

Porque os vais, yo soy...


Descúbrese.

SANCHO

 

¡Señora!


 

¡Estrella del alma mía!


ESTRELLA

 

Estrella soy que te guía,


 

de tu vida precursora.


 

Vete, que amor atropella


 

la fuerza así del rigor,


 

que como te tengo amor,


 

te soy favorable Estrella.


SANCHO

 

¡Tú, resplandeciente y bella,


 

con el mayor enemigo!


 

¡Tú, tanta piedad conmigo!


 

Trátame con más crueldad,


 

que aquí es rigor la piedad,


 

porque es piedad el castigo.


 

Haz que la muerte me den;


 

no quieras, tan liberal,


 

con el bien hacerme mal


 

cuando está en mi mal el bien.


 

¡Darle libertad a quien


 

muerte a su hermano le dio!


 

No es justo que viva yo,


 

pues él padeció por mí;


 

que es bien que te pierda así


 

quien tal amigo perdió.


 

En libertad de esta suerte


 

me entrego a la muerte fiera,


 

porque si preso estuviera,


 

¿qué hacía en pedir la muerte?


ESTRELLA

 

Mi amor es más firme y fuerte,


 

y así la vida te doy.


SANCHO

 

Pues yo a la muerte me voy,


 

puesto que librarme quieres,


 

que, si haces como quien eres,


 

yo he de hacer como quien soy.


ESTRELLA

 

¿Por qué mueres?


SANCHO

 

Por vengarte.


ESTRELLA

 

¿De qué?


SANCHO

 

De mi alevosía.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Es valentía.


ESTRELLA

 

Ya no hay parte.


SANCHO

 

Amor es parte.


ESTRELLA

 

Es ofenderme.


SANCHO

 

Es amarte.


ESTRELLA

 

¿Cómo me amas?


SANCHO

 

Muriendo.


ESTRELLA

 

Antes me ofendes.


SANCHO

 

Viviendo.


ESTRELLA

 

Óyeme.


SANCHO

 

No hay qué decir.


ESTRELLA

 

¿Dónde vas?


SANCHO

 

Voy a morir,


 

pues con la vida te ofendo.


ESTRELLA

 

Vete y déjame.


SANCHO

 

No es bien.


ESTRELLA

 

Vive y líbrate.


SANCHO

 

No es justo.


ESTRELLA

 

¿Por quién mueres?


SANCHO

 

Por mi gusto.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Honor también.


ESTRELLA

 

¿Quién te acusa?


SANCHO

 

Tu desdén.


ESTRELLA

 

No lo tengo.


SANCHO

 

Piedra soy.


ESTRELLA

 

¿Estás en ti?


SANCHO

 

En mi honra estoy.


 

y te ofendo con vivir.


ESTRELLA

 

Pues vete, loco, a morir,


 

que a morir también me voy.


Vanse cada uno por su puerta.
Salen el REY y DON ARIAS.

REY

 

¡Que no quiera confesar


 

que yo mandé darle muerte!


ARIAS

 

No he visto bronce más fuerte.


 

Todo su intento es negar.


 

Dijo al fin que él ha cumplido


 

su obligación, y que es bien


 

que cumpla la suya quien


 

le obligó comprometido.


REY

 

Callando quiere vencerme.


DON ARIAS

 

Y aun te tiene por vencido.


 

Él cumplió lo prometido.


REY

 


 

En confusión vengo a verme


 

por no podelle cumplir


 

la palabra que enojado


 

le di.


ARIAS

 

Palabra que has dado,


 

no se puede resistir;


 

porque si debe cumplilla


 

un hombre ordinario, un Rey


 

la hace entre sus labios ley,


 

y a la ley todo se humilla.


REY

 

Es verdad, cuando se mide


 

con la natural razón


 

la ley.


DON ARIAS

 

Es obligación.


 

El vasallo no la pide


 

al rey. Solo ejecutar,


 

sin vello y averiguallo,


 

debe la ley el vasallo,


 

y el rey debe consultar.


 

Tú esta vez la promulgaste


 

en un papel, y pues él


 

la ejecutó sin papel,


 

a cumplille te obligaste


 

la ley que hiciste en mandalle


 

matar a Busto Tabera,


 

que, si por tu ley no fuera,


 

él no viniera a matalle.


REY

 

Pues, ¿he de decir que yo


 

darle la muerte mandé


 

y que tal crueldad usé


 

con quien jamás me ofendió?


 

El cabildo de Sevilla,


 

viendo que la causa fui,


 

Arias, ¿qué dirá de mí?


 

Y ¿qué se dirá en Castilla,


 

cuando don Alonso en ella


 

me está llamando tirano,


 

y el Pontífice Romano


 

con censuras me atropella?


 

La parte de mi sobrino


 

vendrá a esforzar, por ventura,


 

y su amparo la asegura.


 

Falso mi intento imagino.


 

También, si dejo morir


 

a Sancho Ortiz, es bajeza.


 

¿Qué he de hacer?


DON ARIAS

 

Puede tu alteza


 

con halagos persuadir


 

a los alcaldes mayores,


 

y pedilles con destierro


 

castiguen su culpa y yerro,


 

atropellando rigores.


 

Pague Sancho Ortiz. Así


 

vuelves, gran señor, por él,


 

y, ceñido de laurel,


 

premiado queda de ti.


 

Puedes hacerle, señor,


 

general de una frontera.


REY

 

Bien dices. Pero si hubiera


 

ejecutado el rigor


 

con él doña Estrella ya,


 

a quien mi anillo le di,


 

¿cómo lo haremos aquí?


DON ARIAS

 

Todo se remediará.


 

Yo en tu nombre iré a prendella


 

por causa que te ha movido,


 

y sin gente y sin rüido


 

traeré al Alcázar a Estrella.


 

Aquí la persuadirás


 

a tu intento, y porque importe,


 

con un grande de la corte


 

casarla, señor, podrás;


 

que su virtud y nobleza


 

merece un alto marido.


REY

 

¡Cómo estoy arrepentido,


 

don Arias, de mi flaqueza!


 

Bien dice un sabio que aquel


 

era sabio solamente


 

que era en la ocasión prudente,


 

como en la ocasión crüel.


 

Ve luego a prender a Estrella,


 

pues de tanta confusión


 

me sacas, con su prisión,


 

que pienso casar con ella,


 

para venirla a aplacar,


 

un ricohome de Castilla,


 

y a poderla dar mi silla,


 

la pusiera en mi lugar;


 

que tal hermano y hermana


 

piden inmortalidad.


DON ARIAS

 

La gente de esta ciudad


 

obscurece la romana.


Vase DON ARIAS
y sale el ALCAIDE.

ALCAIDE

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Pedro de Caus, ¿qué causa


 

os trae a mis pies?


ALCAIDE

 

Señor,


 

este anillo con sus armas,


 

¿no es de vuestra alteza?


REY

 

Sí.


 

Este es previlegio y salva


 

de cualquier crimen que hayáis


 

cometido.


ALCAIDE

 

Fue a Trïana,


 

invicto señor, con él


 

una mujer muy tapada,


 

diciendo que vuestra alteza


 

que le entregara mandaba


 

a Sancho Ortiz. Consultele


 

tu mandato con las guardas


 

y el anillo juntamente,


 

y todos que le entregara


 

me dijeron. Dile luego,


 

pero, en muy poca distancia,


 

Sancho Ortiz, dando mil voces,


 

pide que las puertas abra


 

del castillo, como loco.


 

«No he de hacer lo que el rey manda»


 

-decía- y «Quiero morir,


 

que es bien que muera quien mata».


 

La entrada le resistí,


 

pero, como voces tantas


 

daba, fue abrirle fuerza.


 

Entró, donde alegre aguarda


 

la muerte.


REY

 

No he visto gente


 

más gentil ni más cristiana


 

que la de esta ciudad: callen


 

bronces, mármoles y estatuas.


ALCAIDE

 

La mujer dice, señor,


 

que la libertad le daba


 

y que él no quiso admitilla


 

por saber que era la hermana


 

de Busto Tabera, a quien


 

dio la muerte.


REY

 

Más me espanta


 

lo que me decís agora.


 

En sus grandezas agravian


 

la mesma naturaleza.


 

Ella, cuando más ingrata


 

había de ser, le perdona,


 

le libra, y él, por pagarla


 

el ánimo generoso,


 

se volvió a morir. Si pasan


 

más adelante sus hechos,


 

darán vida a eternas planchas.


 

Vos, Pedro de Caus, traedme


 

con gran secreto al Alcázar


 

a Sancho Ortiz en mi coche,


 

escusando estruendo y guardas.


ALCAIDE

 

Voy a servirte.


Vase
y sale un criado.

CRIADO

 

Aquí


 

ver a vuestra alteza aguardan


 

sus dos alcaldes mayores.


REY

 

Decid que entren con sus varas.


 

Yo, si puedo, a Sancho Ortiz


 

he de cumplir la palabra,


 

sin que mi rigor se entienda.


DON PEDRO

 

Ya, gran señor, sustanciada


 

la culpa, pide el proceso


 

la sentencia.


REY

 

Sustanciadla,


 

solo os pido que miréis,


 

pues sois padres de la patria,


 

su justicia, y la clemencia


 

muchas veces la aventaja.


 

Regidor es de Sevilla


 

Sancho Ortiz, si es el que falta


 

regidor, uno piedad


 

pide, si el otro venganza.


FARFÁN

 

Alcaldes mayores somos


 

de Sevilla, y hoy nos cargan


 

en nuestros hombros, señor,


 

su honor y su confianza.


 

Estas varas representan


 

a vuestra Alteza, y si tratan


 

mal vuestra planta divina,


 

ofenden a vuestra estampa.


 

Derechas miran a Dios,


 

y, si se doblan y bajan,


 

miran al hombre, y del cielo,


 

en torciéndose, se apartan.


REY

 

No digo que las torzáis,


 

sino que equidad se haga


 

en la justicia.


DON PEDRO

 

Señor,


 

la causa de nuestras causas


 

es vuestra Alteza: en su fiat


 

penden nuestras esperanzas.


 

Dadle la vida y no muera,


 

pues nadie en los reyes manda,


 

Dios en los reyes, y Dios


 

de los Saúles traslada


 

en los humildes Davides


 

las coronas soberanas.


REY

 

Entrad, y ved la sentencia


 

que da por disculpa, y salga


 

al suplicio Sancho Ortiz,


 

como las leyes lo tratan.


Aparte.

 

(Vos, don Pedro de Guzmán,


 

escuchadme una palabra


 

aquí aparte.)


DON PEDRO

 

Pues, ¿qué es


 

lo que vuestra Alteza manda?


REY

 

Dando muerte a Sancho, amigo


 

don Pedro, no se restaura


 

la vida al muerto, y querría,


 

evitando la desgracia


 

mayor, que le desterremos


 

a Gibraltar o a Granada,


 

donde en mi servicio tenga


 

una muerte voluntaria.


 

¿Qué decís?


DON PEDRO

 

Que soy don Pedro


 

de Guzmán y a vuestras plantas


 

me tenéis. Vuestra es mi vida,


 

vuestra es mi hacienda y espada


 

y ansí serviros prometo


 

como el menor de mi casa.


REY

 

Dadme esos brazos, don Pedro


 

de Guzmán, que no esperaba


 

yo menos de un pecho noble.


 

Id con Dios. Haced que salga


 

luego Farfán de Ribera.


Aparte.

 

(Montes la lisonja allana.)


FARFÁN

 


 

Aquí a vuestros pies estoy.


REY

Aparte los dos.

 

Farfán de Ribera, estaba


 

con pena de que muriera


 

Sancho Ortiz, mas ya se trata


 

de que en destierro se trueque


 

la muerte, y será más larga,


 

porque será mientras viva.


 

Vuestro parecer me falta


 

para que así se pronuncie.


 


FARFÁN

 

Cosa de más importancia


 

mande a Farfán de Ribera


 

vuestra alteza, sin que en nada


 

repare, que mi lealtad


 

en servirle no repara


 

en cosa alguna.


REY

 

En fin sois


 

Ribera en quien vierte el alba


 

flores de virtudes bellas,


 

que os guarnecen y acompañan.


 

Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

 

Bien negocié.


 

Hoy de la muerte se escapa


 

Sancho Ortiz, y mi promesa,


 

sin que se entienda, se salva.


 

Haré que por general


 

de alguna frontera vaya,


 

con que le destierro y premio.


Vuelven los ALCALDES.

DON PEDRO

 

Ya está, gran señor, firmada


 

la sentencia, y que la vea


 

solo vuestra Alteza falta.


REY

 

Habrá la sentencia sido


 

como yo lo deseaba


 

de tan grandes caballeros.


FARFÁN

 

Nuestra lealtad nos ensalza.


REY

Lee el REY la sentencia.

 

«Fallamos y pronunciamos


 

que le corten en la plaza


 

la cabeza.»—¿Esta sentencia


 

es la que traéis firmada?


 

¿Así, villanos, cumplís


 

a vuestro Rey la palabra?


 

¡Vive Dios!


FARFÁN

 

Lo prometido,


 

con las vidas, con las armas


 

cumplirá el menor de todos,


 

como ves, como arrimada


 

la vara tenga: con ella,


 

por las potencias humanas,


 

por la tierra, por el cielo,


 

¡que ninguno de ellos haga


 

cosa mal hecha o mal dicha!


DON PEDRO

 

Como a vasallos nos manda,


 

mas como alcaldes mayores,


 

no pidas injustas causas,


 

que aquello es estar sin ellas,


 

y aquesto es estar con varas,


 

y el cabildo de Sevilla


 

es quien es.


REY

 

Bueno está. Basta,


 

que todos me avergonzáis.


Salen DON ARIAS y ESTRELLA.

DON ARIAS

 

Ya esta aquí Estrella.


REY

 

Don Arias,


 

¿qué he de hacer?, ¿qué me aconsejas,


 

entre confusiones tantas?


Salen el ALCAIDE, SANCHO ORTIZ y CLARINDO.

ALCAIDE

 

Ya Sancho Ortiz está aquí.


SANCHO

 

Gran señor, ¿por qué no acabas


 

con la muerte, mis desdichas,


 

con tu rigor, mis desgracias?


 

Yo maté a Busto Tabera.


 

Mátame. Muera quien mata.


 

Haz, señor, misericordia


 

haciendo justicia.


REY

 

Aguarda,


 

¿quién te mandó darle muerte?


SANCHO

 

Un papel.


REY

 

¿De quién?


SANCHO

 

Si hablara


 

el papel, él lo dijera,


 

que es cosa evidente y clara,


 

mas los papeles rompidos


 

dan confusas las palabras.


 

Solo sé que di la muerte


 

al hombre que más amaba,


 

por haberlo prometido.


 

Mas aquí a tus pies aguarda


 

Estrella mi muerte heroica,


 

y aún no es bastante venganza.


REY

 

Estrella, yo os he casado


 

con un grande de mi casa,


 

mozo, galán, y en Castilla


 

príncipe y señor de salva,


 

y en premio de esto os pedimos


 

con su perdón vuestra gracia,


 

que no es justo que se niegue.


ESTRELLA

 

Ya, señor, si estoy casada,


 

vaya libre Sancho Ortiz.


 

No ejecutes mi venganza.


SANCHO

 

¿Al fin me das el perdón


 

porque su Alteza te casa?


ESTRELLA

 

Sí, por eso te perdono.


SANCHO

 

¿Y quedáis así vengada


 

de mi agravio?


ESTRELLA

 

Y satisfecha.


SANCHO

 

Pues porque tus esperanzas


 

se logren, la vida acepto,


 

aunque morir deseaba.


REY

 

Id con Dios.


FARFÁN

 

Mirad, señor,


 

que así Sevilla se agravia,


 

y debe morir.


REY

 

¿Qué haré,


 

que me apuran y acobarda


 

esta gente?


DON ARIAS

 

Hablad.


REY

 

Sevilla,


 

matadme a mí, que fui causa


 

de esta muerte. Yo mandé


 

matalle, y aquesto basta


 

para su descargo.


SANCHO

 

Solo


 

ese descargo aguardaba


 

mi honor, que el Rey me mandó


 

matarle, que yo una hazaña


 

tan fiera no cometiera,


 

si el Rey no me lo mandara.


REY

 

Digo que es verdad.


FARFÁN

 

Así


 

Sevilla se desagravia,


 

que pues mandastis matalle,


 

sin duda os daría causa.


REY

 

Admirado me ha dejado


 

la nobleza sevillana.


SANCHO

 

Yo a cumplir salgo el destierro,


 

cumpliéndome otra palabra


 

que me distis.


REY

 

Yo la ofrezco.


SANCHO

 

Yo dije que aquella dama


 

por mujer habías de darme


 

que yo quisiera.


REY

 

Así pasa.


SANCHO

 

Pues a doña Estrella pido,


 

y aquí a sus divinas plantas


 

el perdón de mis errores.


ESTRELLA

 

Sancho Ortiz, yo estoy casada.


SANCHO

 

¿Casada?


ESTRELLA

 

Sí.


SANCHO

 

Yo estoy muerto.


REY

 

Estrella, esta es mi palabra.


 

Rey soy, y debo cumplirla.


 

¿Qué me respondéis? La Estrella de Sevilla, Compañía del Teatro Español, dirección de Alberto González Vergel (1970) : Estrella y Sancho reconocen que los hechos sucedidos no les permitirían la convivencia y, por eso, y para sorpresa del rey, prefieren tomar cada uno su camino.


ESTRELLA

 

Que se haga


 

vuestro gusto. Suya soy.


SANCHO

 

Yo soy suyo.


REY

 

Ya ¿qué falta?


SANCHO

 

La conformidad.


ESTRELLA

 

Pues esa


 

jamás podremos hallarla


 

viviendo juntos.


SANCHO

 

Lo mesmo


 

digo yo, y por esta causa


 

de la palabra te absuelvo.


ESTRELLA

 

Yo te absuelvo la palabra,


 

que ver siempre al homicida


 

de mi hermano en mesa y cama


 

me ha de dar pena.


SANCHO

 

Y a mí


 

estar siempre con la hermana


 

del que maté injustamente,


 

queriéndole como al alma.


ESTRELLA

 

¿Pues libres quedamos?


SANCHO

 

Sí.


ESTRELLA

 

Pues a Dios.


SANCHO

 

A Dios.


REY

 

Aguarda.


ESTRELLA

 

Señor, no ha de ser mi esposo


 

hombre que a mi hermano mata,


 

aunque le quiero y le adoro.


Vase.

SANCHO

 

Y yo, señor, por amarla.


 

no es justicia que lo sea.


Vase.

REY

 

¡Grande fe!


DON ARIAS

 

¡Grande constancia!


CLARINDO

 

Más me parece locura.


REY

 

Toda esta gente me espanta.


DON PEDRO

 

Tiene esta gente Sevilla.


REY

 

Casarla pienso, y casarla


 

como merece.


CLARINDO

 

Y aquí


 

esta tragedia os consagra


 

Lope, dando [así] a La Estrella


 

de Sevilla eterna fama,


 

cuyo prodigioso caso


 

inmortales bronces guardan.


The Star of Seville: a drama in three acts and in verse attributed to Lope de Vega, translated out of Spanish by Henry Thomas. 1935

Dramatis Personae

ACT I
Scene: Seville, circa A.D. 1284.
SCENE I.
A ROOM IN THE ALCÁZAR
Enter the King, Don Arias, Don Pedro de Guzmán and Farfán de Ribera

King

 

We are beholden to the loyal care


 

Of Seville, and we know that now at length


 

We are sovereign lord in all Castile. This day


 

We count our reign begun, since from this day


 

Seville accords us honour and support;


 

For 'tis most evident and clear, nay more,


 

'Tis an approvèd law, we were not now


 

King of Castile, were we not king in Seville.


 

The sumptuous pomp and pageantry to greet


 

Our entry here, so it stand to our charge,


 

It shal content us more. Seville henceforth


 

Shall be our royal court, and 'tis most meet


 

We hold our court in Seville, for we are king


 

In all Castile, what time we are king in Seville.


Pedro

 

We, her chief magistrates, with humble thanks


 

Do crave your royal feet, for that we here


 

In Seville's name receive these gracious favours.


 

Sheriffs and aldermen most freely pledge


 

Their fortune and their fealty to your cause.


 

The General Council one and all approve,


 

So that it shape not to the city's hurt.


King

 

We are well content.


Pedro.

 

We kiss your royal hands.


King.

 

Go, rest you now awhile, for you have both


 

Received us as befits your good repute


 

And Seville's high renown. With Seville's aid


 

We doubt not yet to win Gibraltar's crown,


 

That by the rocky Pilars heedless lies,


 

But, fortune favouring, shall remember well


 

Our visitation.


Farfán.

 

In such high emprise


 

Seville will serve with all her loyal manhood,


 

And freely gives their lives.


Arias.

 

From your own selves


 

His Highness does divine it, and applauds


 

Your zeal.


King.

 

We do believe it, way, we know it.


 

So, farewell.


Exeunt Don Pedro and Farfán.

Arias.

 

How likes your Highness Seville?


King.

 

So well, I never yet was king till now.


Arias.

 

Each day 'twill please you more, as it deserves


 

Your favour.


King.

 

True, so rich and fair a city


 

Will give us greater cause for admiration,


 

As we have better leisure to admire.


Arias.

 

Her streets, so lofty and so well adorned,


 

Methinks Augustus Caesar never saw


 

The like in Rome, nor held such wealth in store.


King.

 

What of the heavenly beauties greeted us-


 

Have you no word for them? Do you thus scant


 

The glory of their radiant loveliness?


 

And how, among so many dazzing suns,


 

Like Phaethon, are you not all aflame?


Arias.

 

Doña Leonora de Ribera seemed


 

A very heaven, wherein her smiling face


 

Shone like an April sun.


King.

 

A sun she were,


 

Were she not all too fair. The sun that strikes


 

With snowy rays we give small meed of praise.


 

That chills where it should kindle and consume.


 

Give me the sun that sets my blood afire,


 

Not one that freezes it like an iced draught.


Arias.

 

Doña Mencía Coronel was she


 

that threw the roses down.


King.

 

Lovely indeed;


 

Yet I saw others there more lovelier still.


Arias.

 

The swarthy pair of springhtly maids that stood


 

Framed in the following window were Doña Anna


 

And Doña Beatrice Mejía, sisters


 

That ever lend new lustre to the day.


King.

 

Anna's a name makes common beauty's self;


 

But Beatrice I hold rare as the phoenix,


 

For Beatrice was unrivalled.


Arias.

 

They say, too,


 

Good or bad fortune hangs upon a name.


King.

 

When a man loves, the magic of a name-


 

'Tis no small wonder neither-lends a touch


 

Of fine distinction to his passion.


Arias.

 

True.


 

The pale fair beauty...


King.

 

Talk not to me of her.


 

Your pale fair beauty ever proves to be


 

But chilly marble, unresponding brass;


 

And if you sing her praise, you strike a note


 

Unpleasing to my ear. One there I saw


 

The sum of al the graces, yet of her


 

You speak no word. Arias, you hunt with me,


 

Yet cannot see the quarry for the game.


 

Say, who is that dark beauty I espied


 

Upon a balcony, and greeted her


 

In breathless wonder? Who is she whose eyes,


 

Flash burning rays, more keen than Phaebus' self,


 

And heedless of my pain, consume my heart?


 

One who, withal so dark, outshines the sun,


 

Whan out of ebon shadows her bright glance


 

Dawns on our dim horizon. Dark as night,


 

She puts to flight the day, that borrows light


 

From the same darkness that eclipses him;


 

Beateous disfigurement of the bright sun,


 

With brighter darkness blinding his pure light.


Arias.

 

I do recall her now.


King.

 

Tell me of her-


 

'Tis but her due-the loveliest of her kind.


Arias.

 

Why, sir, they call her the Star of Seville.


King.

 

What! She who is more glorious than the sun,


 

Do they affront her thus? Seville is blind


 

To her divine perfection. She should be


 

The Sun of Seville, for she is a sun


 

That quickens love and nourishes love's fire.


Arias.

 

Doña Estrella Taber is her name,


 

The Star of Seville.


King.

 

Ay, and should be called


 

The Sun.


Arias.

 

Her brother seeks to haver her wed-


 

Where 'tis most meet-in Seville.


King.

 

So; his name?


Arias.

 

Busto Tabera, alderman of Seville,


 

Which honour with his quality I deem


 

Well matched.


King.

 

And he- is he yet wedded?


Arias.

 

No;


 

For if in Seville's glorious firmament


 

Estrella be a star, he is a sun,


 

And sun and star are in conjunction still.


King.

 

Under a charitable star I come


 

To Seville. Fortune fair as my fond hopes


 

Awaits me here. My cause shall prosper well,


 

Blessed by the kindly Star of Seville. Arias,


 

What means will you devise that I may see


 

And speak with her?


Arias.

 

Despite de Sun, you yet


 

Shall see the tender beams of this bright Star


 

Of Seville. To that end, my lord, you may


 

Reward her brother. Royal favours are


 

The best artillery to batter down


 

The stoutest honour. Show him favour then.


 

No cause so desperate but with timely gifts


 

May well be won. For if you give, and he


 

Receives, he binds himself, and being bound,


 

He will repay the debt. For whosoe'er


 

Accepts a boon, inscribes a debt in bronze.


King.

 

Make ready then to call him, and devise


 

Some stratagem that I this night may see


 

Estrella in her home-a blazing star


 

Of loveliness that burns my very soul.


Exit Don Arias.
Enter Don Gonzalo, in mourning.

Gonzalo.

 

My liege, your royal feet I crave.


King.

 

Arise;


 

Upon my life, on such a day of gladness


 

In such a garb of woe!


Gonzalo.

 

My father, sire,


 

Is even lately dead.


King.

 

We then have lost


 

A valiant captain.


Gonzalo.

 

And the Moorish front


 

Lies open and defenceless.


King.

 

Thy sad tale


 

Hath moved us strangely, and with thee we mourn


 

A hero's death.


Gonzalo.

 

My liege, the Southern march


 

Hath suffered grievous loss; and, sire, for that


 

His valour knows no equal, and that I


 

Am natural heir to that great general's honour,


 

I pray your Highness grant that none but I


 

Fulfil the vacant office.


King.

 

A clear sing,


 

That in thy worth finds happy confirmation.


 

But mourn thy father's death, and for such time


 

As thine own grief prevail, and ancient use


 

Doth sanction it, be welcome to our court.


Gonzalo.

 

Sire, Fernán Pérez de Medina comes


 

With like pretence, and thinks for his due meed


 

To win the general's staff. And, truth to tell,


 

He has been captain these ten years, and oft


 

His sword has tinged Granada's marble whiteness


 

With bloody stain. Wherefore I judged it meet


 

To hasten my just claims.


King

 

We'll ponder well


 

Our answer; for so be it we must decide,


 

We'll first take counsel.


Enter Fernán Pérez de Medina.

Fernán

 

Sire, too late, I ween,


 

I reach your royal feet, a boon to crave.


King

 

Most freely, Fernán Pérez, you may yet


 

Entreat our favour, for the post you seek


 

Is still in our bestowal; nor may we fill


 

An office of such high import, without


 

We first consult, above all your own person,


 

Then others the most weightiest in our realm,


 

Who, being pillars of our State will prove


 

Most sure supporters of our Southern front.


 

Go, rest you both awhile.


Gonzalo

 

Meantime, my liege,


 

I leave this true memorial in your hands.


Handing him the memorial.

Fernán

 

And I too mine, which like a mirror, fashioned


 

Of the clear crystal glass of mine own worth,


 

Reflects my pure and perfect loyalty.


Handing him the memorial.

Gonzalo

 

Mine too is as a crystal glass, wherein


 

The justice of my cause is clearly seen.


Exeunt Don Gonzalo and Fernán Pérez de Medina.
Enter Don Arias and Busto Tabera.

Arias

 

My lord, Busto Tabera here attends you.


Busto

 

In deep confusion at your royal feet,


 

My liege, I kneel; for it is nature's law


 

The vassal in the presence of the king


 

Should feel confused; and I, that suffer now


 

This natural defect, am twice confused,


 

Whom this unlooked for favour has fulfilled


 

With new confusion.


King

 

Arise


Busto

 

Nay, if the king


 

Should be revered even as a saint enshrined


 

Upon an altar, I have chosen here


 

The place doth best become me.


King

 

In truth, thou art


 

A gallant gentleman.


Busto

 

Thereof, my lord,


 

Spain has had proof enough; but now I seek


 

Such honour only as becomes my office.


King

 

Have not we then all power to honour thee?


Busto

 

To kings, laws human and divine give power;


 

But not to vassals to be overbold


 

With their liege lord, in whose dread presence they


 

Should moderate their own desires; and I,


 

That see the laws exceeded, here unite


 

The law with my desires.


King

 

What man did yet


 

Not wish to be more than he is?


Busto

 

Were I


 

More than I am, I had been covered now;


 

But since I am no more than mere Tabera,


 

Tabera must remain uncovered still.


King

[aside to Arias]

 

A rare philosophy of honour.


Arias

[aside to King]

 

Ay,


 

These be the first to fall.


King

 

'Tis well, Tabera;


 

We would not have thee covered, for the world,


 

Till we invest thy person with such office


 

As shall be token of our constant love.


 

Wherefore we would consult thee, raising thee


 

From mere Tabera to our general


 

Of Archidona, on whose troubled front


 

Thy valour promises thou'lt prove anon


 

A very thunderbolt.


Busto

 

But I, my lord,


 

In what war did I serve your Highness ever?


King

 

In peace, Tabera, we have found thee fit


 

To guard our realm, indeed so fit that now


 

We do prefer thee to these twain, who here


 

In these memorials severally recount


 

Their services, which in our presence we


 

Would have thee read and instantly dispatch.


[Handing him the memorials.]

 

Three claimants are there: first thyself, then they.


 

See of what mould these rival suitors be.


Busto

[reads]
"Most gracious lord: Don Gonzalo de Ulloa entreats your Highness to grant him the post of captain general of the marches of Archidona; seeing that his father, having served your Highness more than fourteen years, and performed notable services for God and for your crown, died in a skirmish. I crave justice, etc."

 

If Gonzalo is indeed the heir


 

To his dead father's valour, he deserves


 

The vacant office.


Reads.
"Most gracious lord: Fernán Pérez de Medina has been a soldier for these twenty years, and served your royal father, and hopes to serve your Highness with hand and sword, at home and in more distant lands. He has been captain these ten years in the vale of Granada, and prisoner there for three long years in durance vile. And for these services, and for his sword, on which alone he rests his claim, he craves in this memorial the general's staff of the marches of Archidona."

King

 

And thine own services –tell us of them.


Busto

 

I know of none, my liege, why I should seek,


 

Nor why your Highness should bestow on me,


 

So high an office. True, I might recall


 

The emblazoned glories of my ancestors,


 

So many standards wrested from the foe,


 

So many strongholds taken. But, my lord,


 

They for the service done did then receive


 

The honour was their due. How then shall I,


 

The service being theirs, usurp their honour?


 

Justice, true justice, should be finely poised,


 

For 'tis a kind of sacred charity


 

That God hangs by the balance of a hair.


 

The vacant office falls by right to one


 

Of these two suppliants. To give it me


 

Were to outrage true justice. Here, my liege,


 

In Seville I have done no signal service.


 

I was a simple soldier in the wars,


 

In peace a magistrate. And truth to tell,


 

Don Fernán Pérez best deserves this office:


 

The burden of the frontier well befits


 

His years. And Don Gonzalo—for he is young,


 

And deemed in Cordova a second Cid—


 

He may be captain.


King

 

Well, be it as thou wishest.


Busto

 

I only wish–with reason and with justice–


 

To give, to those who serve, their due reward.


King

 

Enough; thou shamest us with thy good counsel.


Busto

 

The truth I tell is but a glass wherein


 

Your virtues are reflected.


King

 

Thou art indeed


 

A gallant gentleman, and 'tis our will


 

Thou shouldst attend us at our court, where we


 

Would have thee near our person. Art thou wedded?


Busto

 

I am wedded, good my lord, to a dear sister,


 

Nor can I take a wife till I provide


 

A husbad fit for her.


King

 

Nay, we ourselves


 

Will find for her a fitter mate. Her name?


Busto

 

Estrella


King

 

Doña Estrella. Why, what mate


 

Shall we find worthy of this heavenly Star,


 

And he be not the Sun?


Busto

 

A man, no more,


 

My lord, I seek for her; she is no star


 

Of heaven.


King

 

She shall be wedded, in our name,


 

With one who shall be worthy of his bride.


Busto

 

I humbly thank your Highness.


King

 

She shall have


 

A husband whose true greatness shall not shame


 

Her equal worth. Tell her we will ourselves


 

Be sponsor at her wedding, and ourselves


 

Will dower her.


Busto

 

An't please you, now, my lord,


 

I fain would know the occasion of your summons,


 

Which caused me some concern.


King

 

Thou art right, Tabera.


 

We called thee for a matter of some moment


 

Touching the city's welfare, of the which


 

We first would speak with thee. But peace and ease


 

Invite us now, and at our leisure we


 

Will treat of that anon, for from today


 

Thou art of our court and privy chamber. So,


 

Farewell.


Busto

 

My lord, I crave your royal feet.


King

 

Nay rather, take this hand.


Busto

[aside]

 

So great an honour,


 

Beyond the compass of my poor endeavour!


 

I do suspect him. Love me, honour me,


 

And all the while scarce know me! Methinks that he


 

Suborns my honour more than honours me.


Exit Busto.

King

 

The fellow is intelligent, withal


 

As shrewd as honourable.


Arias

 

Nay, my lord,


 

A plague upose these honourable men!


 

How many men, forsooth, have walked with honour,


 

Till they by chance fell in with fair occasion!


 

Without her, all are honourable men;


 

But with her all dance to the selfsame tune.


 

This fellow sets his honour in one scale;


 

In the other you, my lord, may heap rewards,


 

And favours, and the flattery of your friendship,


 

And you shall see how that which now dips low


 

Proves lighter than a straw, while your rewards


 

Are heavier than ponderous lead.


King

 

Enough.


 

Disguised I'll see this girl in her own house.


 

She is a sun, that does consume me thus,


 

Though but a star in Seville's eyes.


Arias

 

Beware


 

What men will say.


King

 

He that but whispers it,


 

By that same idle wagging of his tongue,


 

Courts death. But I will live, and let Castile


 

Say what it will; for I, as the Wise Kings


 

Came from the East, follow the Star of Seville.


Exeunt.
SCENE II.
A room in Busto Tabera's house

 

Enter Don Sancho, Doña Estrella, Matilde and Clarindo


Sancho

 

Angel divine, when shall I calll thee mine,


 

Redeeming with that word the loving sighs


 

My aching heart has hourly pledged with thine?


 

When, radiant as the sun at his uprise,


 

In coral shells from which young love did mould


 

Those rosy lips, wilt thou, with the sunshine


 

Of thy sweet smile, transform the tears untold,


 

That fall as glistening dew from my sad eyes,


 

To pearls that shall our plighted souls enshrine?


Estrella

 

If Time did but keep pace with my desires,


 

He would with giant strides outstrip the Sun,


 

And all the joyous bells in Seville's spires


 

Should ring to celebrate love's labour won.


 

Nor should I envy, happy in my love,


 

The raptures of the tender turtle-dove,


 

That heralds with her haunting melody


 

A bridal bed in every amorous tree.


Sancho

 

Ah, how I thank thee for these fond desires


 

With all my beating heart; my soul aspires


 

Fame's everlasting laurels to secure,


 

Then give itself, unsworthy else, to thee.


Estrella

 

I, with my soul, do give, let life endure,


 

My life, that thine may live and bide in me.


Sancho

 

Ah lovely Star, that with love's ardour glows.


Estrella

 

Ah dear despoiler of my heart's repose.


Sancho

 

Ah precious spoil of my love's victory.


 

Light of my troubled eyes in life's dark sea.


Clarindo

[to Matilde].

 

Why should not we now, like our masters yonder,


 

Breathe forth a loving sigh or two, I wonder,


 

From underneath these folds of cambric yellow


 

And unbleached holland?


Sancho

 

Will you be silent, fellow?


Clarindo

 

Oh, we are dumb, sir, dumb.


[To Matilde].

 

O pretty maiden!


 

O prop that dost dustain my loving languor!


Matilde

 

O lackey dear, that to the bucket's clanguor,


 

And rhythm of the curry-com turn'st poet!


Clarindo

 

O my delight!


Matilde

 

O lucky wight–you know it!


Clarindo

 

Were ever leper's lips with sighs so laden?


Sancho

 

What is your brother's answer, then?


Estrella

 

That now,


 

The marriage-contract duly signed and sealed,


 

Our union is assured, and that he waits


 

But some few days to give you this my hand,


 

Till he himself be ready.


Sancho

 

He dooms my love


 

To an untimely end. Time is love's foe.


 

I fain would wed to-day; full well I know


 

The constant changes of inconstant Time.


Estrella

 

If Time lags in the wake of your desire,


 

Speak with my brother.


Sancho

 

I'll speak with him betimes.


 

For me time's lost to life that's lost to love.


Clarindo

 

Here come Busto Tabera.


Enter Busto Tabera.

Busto

 

Sancho, my friend.


Estrella

 

Alas! What means this?


Sancho

 

You, and heavy-hearted?


Busto

 

Grief and joy both hold me in sad suspense.


 

Estrella, go within awhile.


Estrella

 

Ah me!


 

The tyrant Time crushes my fondest hopes.


Exeunt Estrella and Matilde.

Busto

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


Sancho

 

What, no more


 

You call me brother?


Busto

 

Alas! I am borne along


 

Helpless on an ungovernable steed.


 

Know that the King did lately send for me,


 

'Fore God I know no why, for though I begged him,


 

He did not answer me. He would, unasked,


 

Have made me general of the Southern front,


 

And only by opposing I escaped


 

The royal staff. He made me, in the end...


Sancho

 

Say on! So far your news spell nought but good.


 

Now to your tale of woe.


Busto

 

He made me, then,


 

One of his chamberlains.


Sancho

 

Good news again!


Busto

 

But herein lies the sting.


Sancho

[aside].

 

And that, I fear,


 

Will cause me no small pain.


Busto

 

He entreated me


 

Not to betroth Estrella, and himself


 

Proposed a match for her, and promised too,


 

Should I now dower her, himself would find


 

Husband and dowry after her own heart.


Sancho

 

You said you were distraught 'twixt joyous hopes


 

And grievous cares. The grief is mine alone,


 

For you reap the reward, and I the pain.


 

Then leave with me the burden of your cares;


 

Press on to the fulfilment of your hopes.


 

For you, established now in the King's court,


 

Your sister presently being well bestowed,


 

The way is plain. But you do not fulfil


 

True friendship's law: you should have told the King


 

Estrella was betrothed.


Busto

 

Alas, my mind


 

With such strange burdens being overwrought,


 

I found nor time nor place to speak of it.


Sancho

 

And is my marriage then to be renounced?


Busto

 

No, I'll return anon and tell the King


 

Your troth by solemn covenants is plighted,


 

And thus your union is assured. His will


 

Shall hardly override your lawful right.


Sancho

 

If the King seek to violate the law,


 

What man has power to stay his hand, against


 

His interest and pleasure?


Busto

 

Well, we both


 

Will speak with him, since I in my distress


 

Said not a word then of our mutual pledge.


Sancho

 

These ceaseless cares are past endurance. Oh


 

That I were dead! Well said I fickle Time


 

Knows not a moment's constancy, and pain


 

Is pleasure's haunting shadow. If the King


 

Should seek to wrest the law to this own ends...


Busto

 

Remember, Sancho Ortiz, the King is king;


 

Be silent and have patience.


[Exit Busto.]

Sancho

 

Have patience!


 

How then shall I, in such a bitter hour,


 

Have patience? How shall I endure in silence?


 

Thou tyrant, that with loud acclaim hast come


 

To Seville to divide two loving hearts,


 

Thou shalt not rule untroubled o'er Castile.


 

With reason thou art called Sancho the Fierce.


 

For I this day have proved thee in thy works.


 

And since thy cruelty won thee that name,


 

And a just God confounds the cruel heart,


 

Thou shalt not reign unchallenged o'er Castile.


 

From Seville let us flee, and in his cause


 

Before Gibraltar's rock lay down our lives.


Clarindo

 

Why go so far afield? We are dead men here!


Sancho

 

Alas, Estrella! With so fair a star,


 

Why am I so ill-starred? But cruel fate


 

Pursues me still with fateful consequence.


Clarindo

 

This star bids fair to prove a shooting star.


 

E'en so, we may fare farther and fare worse.


Sancho

 

Thou shalt not rule untroubled o'er Castile.


[Exeunt.]
SCENE III
A street, before Busto Tabera's house
Enter the King, Don Arias and attendants; then Busto Tabera.

King

 

Say I am here.


Arias

 

My lord, they have been told,


 

And to the door, himself to welcome you,


 

Busto Tabera comes.


Enter Busto Tabera

Busto

 

I, favoured thus?


 

Thus honoured, I? Your Highness at my house?


King

 

We sallied forth through Seville, thus disguised,


 

To see the city, and, while passing here,


 

We learned this was thy house, and thereupon


 

Were moved with a desire to look it o'er;


 

For, as they tell us, 'tis a most fair dwelling.


Busto

 

Sire, 'tis the dwelling of a simple squire.


King

 

Let us go in


Busto

 

My lord, my house is matched


 

With my own humble station, nor may you


 

Be compassed within bounds conceived too strait


 

For such magnificence. These lowly halls


 

Would not become you well: they are, my lord,


 

Full small, and their great modesty seeks not


 

So proud a boast. Besides, my lord, I dwell


 

Alone with a fair sister yet unwed,


 

Now new-betrothed by written bonds, and 'twould


 

Be ill remarked in Seville if 'twere known


 

You come to visit her.


King

 

Not for thy sister,


 

Tabera, for thine own sake we have come.


Busto

 

My lord, 'tis a most signal favour. Yet,


 

If for myself you come, it is not meet


 

I yield to you in this. For should the king


 

Seek out the vassal, 'twere discourtesy


 

The vassal should consent to such a course.


 

I am your servant and your vassal here,


 

And should you choose to honour me, my lord,


 

'Twere fitter far I came to visit you


 

Within your royal palace. Favours oft


 

Come with offence, when they come with suspicion.


King

 

Suspicion? But of what?


Busto

 

They'll say, my lord,


 

Though it were flatly false, that you have come


 

For nought else but to see my sister, and,


 

Her good name being once bandied on the tongue


 

Of rumour, she straightway is like to lose it.


 

Honour's a brittle glass, and by a breath


 

Is oft-times broken.


King

 

Now that we are here,


 

There is a matter we'd impart to thee


 

In secret. Come, let us go in.


Busto

 

By your leave,


 

My lord, it shall be as we walk. My house


 

Is unprepared.


King

[aside to Arias].

 

The fellow thwarts us strangely.


Arias

[aside to King].

 

'Twere best to bear him off. I'll stay behind,


 

And in your name will treat with her.


King

 

Speak low,


 

He'll mark us else. The fool at either ear


 

Posts Honour like a wary sentinel.


Arias

 

Or like and ear-ring whose ill-omened weight


 

Anon brings down his head.


King

 

Enough, we'll not


 

Intrude perforce into thy house.


Busto

 

My lord,


 

Whenas Estrella weds, you then shall see


 

My houese adorned with fitting splendour.


Arias

 

Ho!


 

Bring up de King's coach there.


King

 

Tabera, thou


 

Shalt ride with me.


Busto

 

By your leave, I'll go with you


 

On foot, my lord.


King

 

The coach is ours, and we


 

Are master there.


Arias

 

'Tis waiting now, my lord.


King

 

To the palace then.


Busto

[aside].

 

Strange courtesy indeed!


 

His Highness honours me; heaven sent it make


 

For good.


[Exeunt the King and Busto Tabera.]
Enter Estrella and Matilde

Estrella

 

What do you say, Matilde?


Matilde

 

Madam,


 

It was the King.


Arias

 

'Twas he, nor is it strange


 

That kings should come following so bright a star.


 

He came in quest of peerless beauty; for,


 

If he is Castile's king, thou art beauty's queen.


 

King Sancho—whom his people call the Brave


 

For his undaunted courage, and the Moors,


 

Frighted at his mere mention, name the Fierce—


 

Chanced to behold this divine loveliness


 

Enthroned upon a balcony, that matched


 

The palace of the Dawn, when the sweet choir


 

Of winged serenaders, wooing her


 

Amid the drowsy lily and the rose,


 

Wake her with merry madrigal, and she


 

Weeping unwilling at her wakening,


 

Sheds tears of dewy pearls. He offers thee


 

The wealth of all Castile—although its wealth


 

Were small enough for thy great worth—if thou


 

Wilt grant his suit. And should he win thy favour,


 

Thou that till now hast been but Seville's Star,


 

Shalt be her very Sun. Thou shalt be mistress


 

Of many a famous town, many a fair city;


 

Thou shalt be mated with a gallant lord;


 

So shalt thou be the glory of thy race,


 

And increase of thy name. What is thy answer?


Estrella

 

What is my answer? What you see.


[Turns her back on him.]

Arias

 

Stay, hear me.


Estrella

 

To such a ribald message, sir, my back


 

Is my sole answer.


[Exit Estrella.]

Arias

[aside].

 

Constancy most rare!


 

Brother and sister both leave me abashed.


 

Seville in them may boast nobility


 

Unmatched in ancient Rome. Methinks the King


 

Strives all in vain alike to break or bend


 

Their spirit. Yet, power and persistence still


 

May carve the rock and cleave the hill. I'll speak


 

A moment with this girl. Gifts are the gate


 

Through which to win the way to chaste Lucrece.


[To Matilde.]

 

Art thou a servant of the house?


Matilde

 

I am,


 

Perforce.


Arias

 

How so, perforce?


Matilde

 

I am a slave.


Arias

 

A slave?


Matilde

 

Bereft of sacred liberty,


 

Subject to lifelong durance and to death.


Arias

 

Why then, I'll move the King to set thee free,


 

And grant thee therewithal a thousand ducats


 

For thy revénue, if thou'lt aid his cause.


Matilde

 

For money and for freedom there's no deed


 

Of devilry I will not undertake.


 

What must I do? I'll do it if I can.


Arias

 

Thou must admit the King into the house


 

This night.


Matilde

 

He shall find all doors gaping wide,


 

If you fulfil your promise.


Arias

 

Thou shalt have


 

A bond signed by the King's own hand, or ere


 

He enter in.


Matilde

 

Why then, I'll smuggle him


 

Into Estrella's very bed to-night.


Arias

 

Her brother–when does he retire to rest?


Matilde

 

He'll come at dawn. Each night he courts his love.


 

This heedless dalliance oft lays honour low.


Arias

 

At what hour thinkest thou the King should come?


Matilde

 

Sir, at eleven. She then will be abed.


Arias

 

Take thou this emerald; wear it as a pledge


 

Of the King's promised favours. Fare thee well.


[Exeunt.]
SCENE IV. A room in the Alcázar
Enter Íñigo Osorio, Busto Tabera, and Don Manuel, with golden keys

Manuel

 

Long may your worship live to enjoy your keys


 

And your new office. May you soon attain


 

The rank you covet.


Busto

 

Would I could requite


 

This honour rather which the King confers


 

Upon me underserved.


Manuel

 

Nay, sir, trust me,


 

You do deserve it well; nor is the King


 

Deceived in this.


Busto

 

He entrusts to me his keys:


 

I am Saint Peter to his Paradise;


 

And, being thus exalted, bear the threat


 

Of headlong fall to earth before my eyes.


 

For since he loads me with unlooked-for favours,


 

I fear he may be prone to change, that proves


 

Thus ready to reward. But as for me,


 

I'll watch my honour well; and if the King


 

Should humble me to what I was before,


 

Why, I shall still be alderman in Seville.


Íñigo

 

Who is on guard to-night?


Manuel

 

None of us three.


Íñigo

 

Why then, I would make holiday.


Manuel

 

Tabera,


 

If you do court some charming fair, this night


 

Bear us with you along, and we the while


 

Will guard your back.


BUSTO

 

Or if you would frequent


 

The general resort, I'll take you where


 

You shall hear bright discourse, soft harmonies,


 

And all the sweet philosophy of love.


Manuel

 

You shall deserve our thanks, sir.


Enter Don Arias

Arias

 

Gentlemen,


 

You may retire, the King would write.


Manuel

 

Come, then,


 

Where merriment shall drive away dull night.


[Exeunt Busto Tabera, Don Íñigo, and Don Manuel.]

King

 

What say you, Arias? Shall I this night enjoy


 

Her tender glance?


Arias

 

In very truth, my lord;


 

The little slave is wondrous well disposed.


King

 

Then all Castile shall sing her praise.


Arias

 

But first


 

You must give her your bond.


King

 

It shall be so.


 

Arias, do you straightway draw up the deed,


 

And I will sign it without more ado;


 

For love spurs me to the long-wished-for end.


Arias

[writing].

 

Upon my honour, sire, the little slave


 

Drives a good bargain!


King

 

Nay, myself have won.


 

No Star of Seville, but heaven's glorious Sun.


[Exeunt.]
END OF ACT I
ACT II
SCENE I. A street, before Busto Tabera's house
Enter the King, Don Arias, and Matilde

Matilde

 

'Twere safer he should come alone; and now


 

All are at rest within.


King

 

What of Estrella?


Matilde

 

She too is sleeping, and her room is dark.


King

 

Woman, although our word were bond enough,


 

Here is the bond that brings thee liberty.


 

Busto shall have another slave.


ARIAS

 

Mark you,


 

The money too is not forgot.


Matilde

 

I kiss


 

Your royal feet.


ARIAS

[aside to King].

 

Touch but self-interest,


 

All are alike.


King

[aside to Arias].

 

It is a glorious thing


 

To be a king.


ARIAS

[aside to King].

 

Who can resist its glamour?


King

 

So the, in fine, I must go up alone,


 

The better to dissemble.


ARIAS

 

What, alone?


 

You'll risk yourself thus unattended?


King

 

Why,


 

Think you upon some foaming argosy


 

I sail for Colchos and the Golden Fleece?


 

Is Busto not my vassal? Is not this


 

His house? Wherein then lies the risk? And though


 

The risk were real, shall I not go alone?


 

Go, leave me now.


ARIAS

 

And where shall I await you?


King

 

A little off the street–some spot where I


 

May find you soon.


ARIAS

 

I'll go into St. Mark's


[Exit Don Arias.]

King

 

When does Busto return?


Matilde

 

Always, my lord,


 

When the birds first salute the dawn. The door


 

Stands open till he comes.


King

 

Love spurs me on


 

To end this gallant enterprise.


Matilde

 

My lord,


 

Follow me closely by the darker side


 

O'the corridor.


[Exeunt.]
Enter Busto Tabera, Don Manuel, and Don Íñigo

Busto

 

This is my house.


Íñigo

 

Farewell.


Busto

 

'Tis early yet for me.


Íñigo

 

Nay, you shall go.


 

No farther, sir.


Busto

 

'Tis well


Íñigo

 

We two elsewhere


 

Wait upon duty still.


Busto

 

What think you, sirs,


 

Of Feliciana?


Íñigo

 

Friend, we'll speak of her


 

To-morrow at the palace. She deserves


 

We should enlarge upon her worth. Farewell.


[Exeunt Don Manuel and Don Íñigo.]

Busto

 

Full early I return to rest; the house


 

Is wrapt in darkness. Is there no page there?


 

Hola! Luján! Osorio! Andrés! Juan!


 

The men are all asleep. Justa! Inés!


 

The women must be sleeping too. Matilde!


 

Even the slave-girl sleeps. Sleep is a god,


 

And mastering all their senses, makes them nod.


[Busto enters the house.]
SCENE II. A room in Busto Tabera's house
Enter Matilde and the King, then Busto Tabera

Matilde

 

Methinks it was my master's voice who called.


 

Alas, I am lost!


King

 

Woman, didst thou not say


 

He came at dawn?


Matilde

 

Oh, woe is me!


Busto

 

Matilde!


Matilde

 

Ah God, I must begone.


King

[aside to Matilde].

 

Nay, have no fear.


[Exit Matilde.]

Busto

 

Hold! Who goes there?


King

 

A man.


Busto

 

At such an hour?


 

A man, and in my house? Sirrah, your name!


King

 

How now? Stand back.


Busto

 

You are something rude, and if


 

You go from here, you go upon the point


 

Of this good sword; for though this house be sacred,


 

I must profane it now.


King

 

Put up your sword.


Busto

 

What! When my sister's room is thus abused!


 

I must know who you are, or here you die.


King

 

I am a man of rank. Make way.


Busto

 

And I


 

Am in my house, where I alone command.


King

 

Make way, I say. I am of noble birth,


 

And though you find me thus within your house,


 

I come not to abate, but to enhance


 

Your honour.


Busto

 

What! Is honour thus enhanced?


King

 

Your honour's safe with me.


Busto

 

'Tis safer far


 

On my sword's point. And if you seek to enhance


 

My honour, why so muffled and concealed?


 

To honour me, must you come thus disguised?


 

To do me honour, must you hide your face?


 

Your very fear, which you can not conceal,


 

Shall be your judge. No man comes bringing honour,


 

And come with fear and shame. Defend yourself,


 

Or, by the living God, I'll slay you here.


King

 

Fool, to provoke me thus!


Busto

 

I am resolved


 

To slay you, or be slain by you.


[Drawing his sword.]

King

[aside].

 

'Twere best


 

I tell the fellow who I am. Hold there!

[To Busto.]


 

I am the King.


Busto

 

'Tis false! What, the King


 

Thus compass my disgrace! The King, alone


 

And muffled up! It cannot be; and thou,


 

Villain, hast done his Highness grievous wrong,


 

Imputing a defect in him, which is


 

The very depth of baseness. What, the King


 

Strive to dishonour his own vassals! 'Sdeath!


 

Here is a new offence; for this again


 

Thou needs must die, defy me as thou wilt.


 

And though thou affrontest me, cast not this slur


 

Upon his Highness' name, for well thou knowest


 

Laws human and divine condemn the man


 

To penalties most dire, that does but dream


 

Unworthy thoughts of kings.


King

[aside].

 

Obstinate fool!


[To Busto.]

 

Fellow, I say I am the King.


Busto

 

The less


 

Do I believe thee, for the name of king


 

Comes not allied with kingly deeds. The King


 

Is honour's self. Thou seekest my dishonour.


King

[aside].

 

Here's a most churlish fool. What shall I do?


Busto

[aside].

 

Beyond all doubt, it is the King, disguised.


 

I'll let him pass, and then find out at once


 

If he has wronged me, for my wrath is stirred


 

Unto the depths. Honour's a benefit


 

Which he who gives way likewise take away.


[To King.]

 

Begone, whoe'er thou art, and never more


 

Insult the King, nor call thyself the King


 

When bent on villainy. The King my lord,


 

The dreaded scourge of Afric's heathen brood,


 

Is a most Christian king, thou an offence


 

Against all Christian virtues. The King


 

Entrusts to me the key of his own house,


 

Nor would he come without my key to mine,


 

I having his. Thus much for they reproof.


 

And yet for this one thing I do respect thee:


 

Thou sayest thou art the King. And marvel not


 

I stomach this affront: the loyal vassal


 

Respects the very name of king.


King

[aside].

 

'Sdeath!


 

This is too much. I am consumed with shame


 

And indignation.

[To Busto.]
Fool! Because I said


 

I am the King, you let me go. Mark then,


 

That since I did profess to be the King,

[Drawing his sword.]


 

I'll go in my own way. If I go free


 

Because I took the name of king, and you


 

Respect that name in me, be not surprised.


 

To find me king indeed. Die, villain, die!


 

The King's name stirs my blood. 'Tis the King slays thee.


[They fight.]
Enter Matilde, and Servants with lights

Servants

 

What noise is this? What's here?


King

[aside].

 

I'll slip away


 

Ere they discover who I am. The villain


 

Flouts me, but I will be revenged anon.


[Exit the King.]

Servant

 

Master, he's fled that seeks your injury.


Busto

 

After him! Deal with him as he deserves...


 

Stay, let him be: unto the fleeing foe


 

A bridge of silver. Take the light, Matilde;


[They give her the light, and exeunt.]

 

All the rest, go within.

[Aside.]
'Tis she, I know,


 

Betrays me: she is cringing and crestfallen.


 

Now with a most assured lie I'll make


 

Assurance doubly sure.

[To Matilde.]
Come, shut that door>


 

At once! Thy life shall pay for this. The King


 

Has told me all.


Matilde

[aside].

 

Alas, is such as he


 

Coult not retain the secret, how shall I,


 

A wretched slave?

[To Busto.]
Master, all the King said


 

Is true.


Busto

[aside].

 

From this I may infer the blot


 

Upon my honour.

[To Matilde.]
'Twas thou didst give the King


 

Admittance here.


Matilde

 

He promised me my freedom.


 

For that I led him to this very spot,


 

Even as you have seen.


Busto

 

Ay, and Estrella–


 

Knows she of this?


Matilde

 

A star so purely bright


 

Would wither me in her consuming rays,


 

Did she but know of my conspiracy.


Busto

 

'Tis true: if she once shone with murky beam,


 

She were a star no more. Her radiant light


 

May suffer no eclipse nor blighting shade,


 

For she reflects the glory of the sun,


 

Pure and serene.


Matilde

 

He did but reach her door.


 

As he came in–you at his heels–the King


 

Gave me this paper.


Busto

 

What! Gave thee this paper?


Matilde

 

Ay, with a thousand ducats yearly, and


 

My freedom.


Busto

[aside].

 

So! A fine reward, forsooth,


 

And at the mere expense of my own honour.


 

A pretty pattern of preferment!

[To Matilde.]
Come,


 

Follow me.


Matilde

 

Whither must I go?


Busto

 

Whither


 

The King shall see thee. Thus shall I repay


 

The debt of honour he has laid on me.


Matilde

 

Ah, wretched slave!


Busto

[aside].

 

The King her light would hide,


 

But Seville's Star shall still be Seville's pride.


[Exeunt.]
SCENE III. A street, before the Alcázar
Enter the King and Don Arias

King

 

Such, Arias, is the end of my adventure.


Arias

 

Well, sir, you would go in alone.


King

 

The fool


 

Proved so presumptuous, I am incensed;


 

For I am sure he knew me well enough,


 

Yet drew upon me on some false pretext;


 

And though I strove to quell my rising spleen,


 

The spirit I am heir to wrested me


 

From that respect I owe my majesty.


 

I drew my sword on him, but then his men


 

Came forth with lights, that had revealed the truth


 

They half divined, had I not turned my back


 

And fled, for fear of being known. And so


 

You see me here. This, Arias, is the end


 

Of my encounter with Busto Tabera.


Arias

 

Then let the traitor's death purge his offence.


 

Behead him. Let the rising sun behold


 

His just reward. In the wide realm of Spain


 

There is no law but your sole pleasure.


King

 

Arias,


 

To slay him openly were most unwise.


Arias

 

You shall find cause enough. Busto Tabera


 

Is alderman in Seville, and the best


 

And wisest rarely fail to do some wrong,


 

Spurred on by lust of power.


King

 

He is so prudent,


 

So circumspect, he must be blameless.


Arias

 

Well,


 

Have him removed in secret.


King

 

That may be;


 

But then, to whom shall I entrust the task?


Arias

 

To me,


King

 

I am loath to risk you thus.


Arias

 

Why then,


 

I will provide a man—brave, a good soldier,


 

A gallant gentleman to boot, one who


 

Has caused the Moor to tremble, where Gibraltar


 

Rears its proud pyramid, and oft has proved


 

A leader all victorious; wherefore now


 

The men of Seville yield him pride of place


 

For dauntless bravery–the glorious sun


 

Of military academes.


King

 

His name?


Arias

 

Sancho Ortiz de las Roelas, or the Cid


 

Of Andalusia. He, my lord, with ease


 

Will rid you of your foe, for he is strong


 

And resolute.


King

 

Go, summon him at once.


 

Day is at hand.


Arias

 

Meantime, my lord, to rest.


King

 

What couch, think you, can hold the man that loves,


 

And smarts under an insult unavenged?


 

Go, Arias, fetch the fellow here forthwith.


Arias

 

There's something hanging on the palace gate.


King

 

What can it be?


Arias

 

It is not there for naught.


King

 

See what it is.


Arias

 

A woman!


King

 

What! A woman?


Arias

 

Ay, a woman–hanged, stone-dead, and so


 

Woman no more.


King

 

Look, Arias, who it is.


Arias

 

The slave-girl, with the paper in her hand!


King

 

'Sdeath! my blood boils...!


Arias

 

What an affront!


King

 

'Fore God,


 

I'll slay the pair of them, though Seville rise


 

In hot revolt. Have her cut down at once;


 

In secret have her decently bestowed.


 

Thus to defy their duty to their King!


 

I will root out Tabera's very name.


[Exeunt.]
SCENE IV. A room in Busto Tabera's house
Enter Busto and Estrella

Busto

 

Close yonder casement.


Estrella

 

Brother, what is this?


 

The drowsy sun scarce leaves his eastern mansion


 

And mounts the sapphire sky, when all alone,


 

Gloomy and ill at ease, you rouse me from


 

My couch, with strangely troubled voice and words


 

Confounding sense. What! Have you noted aught


 

That argues in me guilt of foul offence?


Busto

 

Thyself shalt answer that.


Estrella

 

I! Sayest thou so?


 

Art thou then mad? Speak! Hast thou lost thy reason?


 

I, guilty of offence? But now I see


 

The offence is thine, for thou with that sole question


 

Hast done me grievous wrong. Knowest thou me not,


 

Nor knowest what I am? Or on my lips


 

Hast thou e'er noted language did transgress


 

The honourable bounds that guard my tongue?


 

And if thou hast marked naught that can convict me,


 

Tell me, wherein lies my offence?


Busto

 

I speak


 

Not without cause.


Estrella

 

Not without cause?


Busto

 

Alas!


 

Estrella, in this house this night...


Estrella

 

Say on;


 

For if in anything I have offended,


 

I freely yield myself to punishment.


 

Tell me, what happened in this house this night?


Busto

 

Alas! this night was the sun's epicycle.


 

This night, alas, Estrella's sign was changed.


Estrella

 

Astrology's dark ambiguities


 

But ill befit the simple themes of honour.


 

Speak clearly; leave the sun in his five zones.


 

For though I be a star, the Star of Seville


 

Owes no allegiance to the sun.


Busto

 

What time


 

The foolish farmyard-cocks did cleave the night


 

With their shrill cry, and distant convent bells,


 

Caressing heaven with their melodious music,


 

Broke the still silence, I returned and found,


 

Close by your chamber-door, the King, alone,


 

And in disguise.


Estrella

 

What do I hear?


Busto

 

The truth.


 

Estrella, ponder well; what brought the King


 

Into this house, alone, at such an hour,


 

Unless it were Estrella? The little slave,


 

Matilde, was with him; for by the fall


 

Of footsteps I inferred it, and, lynx-eyed,


 

My honour did divine her in the dark.


 

I drew my sword, and 'Who goes there?' I cried.


 

A voice replied 'A man'. I closed with him,


 

And he, avoiding me, Estrella, said


 

He was the King; and though I saw 'twas true,


 

I feigned I knew him not, for it pleased heaven


 

To grant me patience. He, stung to the quick,


 

A king indeed, attacked me boldly, for


 

A king who draws his sword in anger takes


 

His courage in both hands. The pages then


 

Came in with lights, and, fearing to be seen,


 

He turned and fled, unknown of all but me.


 

I taxed the slave-girl; she, without the need


 

Of torture, yielded up the truth. The King


 

Had made her promise of full liberty


 

In a signed paper she had there –the proof


 

Whereby I did denounce her treacherous guilt.


 

I dragged her forth, lest her corruptive breath


 

Should spread dishonour through these noble halls.


 

Without the door, I seized her in my arms,


 

Flung her across my shoulder, and went thus


 

Straight to the royal palace, on whose walls


 

I hanged her for the offence. The King shall know


 

For every Tarquin there's a Brutus here,


 

And Seville's sons are honourable men.


 

This fate, Estrella, has befallen me.


 

Our honour is imperilled. I perforce


 

Must flee from Seville; thou perforce must wed–


 

Sancho Ortiz shall it be, for shielded thus


 

Thou art secure from the King's vengeance, while


 

I go care-free upon my lonely way.


 

E'en now I'll seek him out, for so shall I


 

Redeem our honour and revive our name


 

Against the menace of old Time.


Estrella

 

Dear brother,


 

With all my heart I thank thee for this boon.


Busto

 

To-day, Estrella, see thou art prepared


 

To be his bride; and, above all, be silent


 

It much imports my honour.


[Exit Busto.]

Estrella

 

Oh, happy day!


 

Ah, Love, now do I hold thee fast; no more


 

Shalt thou go free. And yet, who shall foretell


 

The end from the beginning? 'Many a slip,'


 

The old saw says, 'may come 'twixt cup and lip.'


[Exit Estrella.]
SCENE V. A room in the Alcázar
Enter Don Arias, and the King with two papers in his hand

Arias

 

My lord, Sancho Ortiz de las Roelas here


 

In the antechamber waits your pleasure.


King

 

So


 

Bid him come in –nay, let him stay awhile.


 

Arias, love is of caution all compounded.


 

Lest coward pity sap my resolution,


 

In a sealed paper here I have set down


 

His name that is to die, and in this other,


 

That I am the true author of his death:


 

So he remains absolve. Well, bid him enter,


 

Then you make fast the door and leave us here


 

Alone.


Arias

 

Alone?


King

 

Ay; I would have him think


 

None but myself did share this secret. Thus


 

Vengeance goes better yoked with my desire.


Arias

 

I'll call him in.


King

 

Ah, Love, well do I see


 

This is no proud memorial to my name.


 

But graved in living bronze full many a tale


 

Of valiant deeds shall argue my excuse;


 

And 'mid a thousand glories Time shall hide


 

The faint remembrance of this fond excess.


Enter Sancho Ortiz

Sancho

 

In humble duty at your Highness' feet


 

I kneel.


King

 

Arise; it were a grievous wrong...


 

Arise.


Sancho

 

My lord...


King

[aside].

 

A gallant youth.


Sancho

 

My lord,


 

It is small wonder I should feel confused


 

In this exalted presence, that am bred


 

To deeds and not to courtly eloquence.


King

 

What then dost thou behold in us?


Sancho

 

I see


 

Virtue and majesty, and, in a word,


 

God's image, whom the King mirrors on earth;


 

And next to God Himself, my faith and trust


 

Are in the King, to whose imperial will


 

I yield me now.


King

 

And what is thy estate?


Sancho

 

Never was I so honoured as this day


 

That I am summoned to your Highness' presence.


King

 

Thou hast deserved our favour, for report


 

Proclaims thee prudent, well-esteemed in Seville,


 

A gallant soldier, and, what likes us best,


 

One who can keep a secret.


Sancho

 

Nay, my lord,


 

Such praise... your Highness honours me still more.


King

 

But now, for thou must needs be ill at ease,


 

And fain wouldst learn why we have called thee hither,


 

We will declare the cause, and prove anon


 

Thine own most valorous report. Know then,


 

It much imports our honour that a man


 

In Seville should be secretly removed,


 

And we would trust this task to thee alone,


 

For we prefer thee to all others here.


Sancho

 

And is he guilty then?


King

 

Guilty indeed.


Sancho

 

But if his guilt be manifest, my lord,


 

Why should his death be hid? Your justices


 

May execute your sentence publicly;


 

Nor should he suffer secretly, for thus


 

His guilt is lost in yours, since therewithal


 

You own you have condemned a guiltless man.


 

In his offence be not too great, my lord,


 

I here beseech his pardon.


King

 

Sancho Ortiz,


 

Thou art not called to be his advocate,


 

But to perform our will. If we decree


 

He should be slain, dissembling the strong arm,


 

It is because it much concerns our honour


 

Is should be so. What thinkest thou, does he


 

Whose crime is treason, merit death?


Sancho

 

By fire.


King

 

And if the man I speak of be a traitor?


Sancho

 

Then let him perish instantly. My lord,


 

Or be he brother or by blood allied,


 

Or friend that occupies my heart of hearts,


 

I do demand the sternest punishment


 

That your offended majesty enjoins,


 

And in such case, myself without remorse


 

Would slay my very brother.


King

 

Come, your word


 

And hand upon it.


Sancho

 

Ay, with all my soul.


King

 

Thou shalt do well to take him off his guard,


 

And slay him unawares.


Sancho

 

What I, my lord,


 

Sancho Ortiz and a soldier? I, treachery,


 

Murder? No! I must slay him face to face,


 

Where all Seville may see it, in the street


 

Or in the market-place. For he that kills


 

Not in fair fight may nowise ba absolved;


 

And he that dies by treachery gains more


 

Than his betrayer. Death brings good report;


 

The living still declares his infamy


 

To all the world.


King

 

Well, slay him as thou wilt;


 

And take this paper, signed by me, the pledge


 

That I forgive thee whatsoever crime


 

Thou shalt commit. Come, read it.


[Giving him the paper.]

Sancho

 

Thus it runs:


[Reads.]

'Sancho Ortiz, whomsoever thy orders bid, straight-way for me and in my name put him to death. Hereby I promise thee my protection, and, should thy life be imperilled, I pledge my word to rescue thee from danger. I, the King.'


 

I am amazed your Highness entertains


 

Such poor conceit of me. A warrant, I!


 

A paper! Be more frank with me, my lord;


 

For here, true to my noble birth, I trust


 

The King far more than any written bond.


 

For if the word of kings acquires the power


 

To level mountains, nor itself denies,


 

Your royal word once given, such a bond


 

Is but and idle superfluity.


 

Destroy it then, my lord. Without its aid


 

Death courts him more securely. In some sort


 

This very bond discredits your own word.


[Tearing the paper up.]

 

We two, my lord, hereby, without a bond,


 

Do bind ourselves and mutually agree,


 

I to avenge you, you to deliver me.


 

If that be so, what need of bonds, which oft


 

Have hindered what they would secure? I go


 

To carry out your will, and for reward


 

I ask but this: the woman I shall choose


 

For wife.


King

 

Be she of Castile's noblest blood,


 

She shall be thine.


Sancho

 

Oh, may the proud Moor's throne


 

Your footstool be. May the broad seas behold


 

Your towering galleons spread triumphantly


 

From the parched tropics to the frozen poles.


King

 

Sancho, thy faithful service shall receive


 

Its worthy recompense. This paper bears


 

His name that is to die. Be not dismayed


[Giving him a paper.]

 

When thou shalt open it; I have heard tell


 

In Seville he is held a man indeed.


Sancho

 

That shall be proved full soon, my lord.


King

 

Friend Sancho,


 

To us two only is this secret known.


 

Small need to warn thee. Thou'rt discreet as brave:


 

Strike swiftly, and be silent as the grave.


[Exeunt.]
SCENE VI. A street near the Alcázar
Enter Sancho Ortiz and Clarindo

Clarindo

 

What, do I really catch you, when I come


 

With such glad tidings? Master, a largess!


 

I bring the bravest news that heart could wish.


Sancho

 

How now? In merry mood to-day?


Clarindo

 

Good master,


 

Does not your heart leap to embrace this boon?


[Giving him a paper.]

Sancho

 

Whence comes this?


Clarindo

 

Master, from Estrella, who,


 

More radiant than the sun, bade me commit


 

This letter to my master's hands, and claim


 

Largess for my good news.


Sancho

 

Good news? What news?


Clarindo

 

Your wedding, which must be this very day.


Sancho

 

What sayest thou? Oh, my heart will burst with joy.


 

Estrella mine? The fair Star of the Dawn,


 

The glorious Sun for me, whose golden rays


 

Bring the glad promise of unclouded days?


[Reads.]

'Beloved, the happy day so long desired has come. My brother looks for thee, to crown my life, and to reward thy love. If thou art mindful of Time's heaviness, go seek him out. Let not this fair occasion slip. Thy Estrella.'


 

My lovely bride! What good shall I not gain


 

With such a Star? Go, let my steward know


 

The sweet subjection that I undertake.


 

Let him bring out forthwith the liveries


 

That are to this intent stored in my house;


 

And let my lackeys and my pages wear


 

Their gorgeous bonnets crowned with flowing plumes.


 

And if thou claim a gift for thy good news,


 

Take thou this jacinth. Thou shouldst have the sun,


 

Were but the sun the jewel decks this ring.


Clarindo

 

May you live longer than this stone endures,


 

Close-twined as ivy with your lovely bride;


 

And since I hold you in such high steem,


 

May you live longer than your foolish dream.


[Exit Clarindo.]

Sancho

 

I'll go seek out Tabera, for 'twixt hope


 

And my desires my heart is like to burst.


 

But with my marriage and my new-found joy


 

I had forgot the King, and 'twas ill done.


[Unsealing the paper.]

 

So, now the paper is unsealed–I'll know


 

His name that is to die.


[Reads.]

 

'Sancho, the man that thou must slay is Busto Tabera.'


 

God help me! Oh, that this should be his will!


 

The smiles of favouring Fortune, then her frown!


 

This life is like a game of cards–the pack


 

Broken, ill-shuffled—full of anxious cares


 

And hopes deceived; 'tis all made up of points


 

And penalties, even as a game of chance.


 

Fortune I saw in flattering colours; then


 

The colours went, the card was changed, and brought


 

Death to my hopes and me. I'll look again,


 

If it be really so. Yet how should I


 

Have read it if it were not written thus?


 

I'll look again.


[Reads.]

 

'Sancho, the man that thou must slay is Busto Tabera.'


 

I am lost! What must I do? I gave my word


 

That I would slay him who should be my brother,


 

And I must lose his sister. Sancho Ortiz,


 

I may not be. Busto shall live. And yet


 

Our pleasure must not override our honour.


 

Busto shall die, Busto shall die. Yet stay,


 

Rash hand. Busto shall live, Busto shall live.


 

But if I heed love's voice, I cannot pay


 

My debt of honour. Yet, who can resist


 

The force of love? Better to die—or flee,


 

So that I serve the King, while he shall live.


 

Yet I must satisfy the King.


[Reads.]

 

'Sancho, the man that thou must slay is Busto Tabera.'


 

How if he slay him for Estrella's sake,


 

That he may pay her court? If for her sake


 

He'd slay him, then he shall not die for that.


 

I'll flout the King and save her too. And yet


 

I am a man of honour and must do


 

My duty, not my pleasure. Ay, but then,


 

Which law must I obey? The prior law.


 

But there's no law compels me to do this.


 

And yet there is. However wrong the King,


 

I must obey his law, and leave to heaven


 

His punishment. Let love's rebellious voice


 

Be still; for though it cost me bitter pain,


 

I must uphold the King. Busto shall die,


 

Busto shall die, for there is none to say


 

'Let Busto live'. Forgive me then, fair Star


 

Of Seville, for 'tis no small punishment


 

To lose thee and become thy mortal foe.


 

What shall I do? Is there no remedy?


Enter Busto Tabera

Busto

 

Brother, well met! How fortunate am I


 

To find you here.


Sancho

[aside].

 

Ill met, say I. You come


 

To give me life, I to take yours away.


Busto

 

Brother, the happy hour at length has come


 

When with Estrella you must be united.


Sancho

[aside].

 

Nay rather, when my hopes must all be blighted


 

Ah God! Was ever man in such a pass?


 

Here must I slay my dearest friend, and lose


 

His sister, and so make an end of all.


Busto

 

Why are you thus lost in amaze, when here


 

I offer you my sister's hand?


Sancho

 

The thought


 

Of my unworthiness dumbfounds me.


Busto

 

What?


 

Unworthy, you? Have you no other answer?


 

Why do you hesitate? Why thus distressed?


 

With changed aspèct why look you now to earth,


 

And now to heaven? What means this pallid chill


 

Of silence that pervades you? Are you not


 

Already by exchange of written bonds


 

Wed to Estrella?


Sancho

 

Time was, indeed, when I


 

Would willingly have wed her; but not now,


 

Although you give her me.


Busto

 

What! This to me?


 

Knowest thou me not?


Sancho

 

Ay, this to thee, Tabera,


 

Because I know thee.


Busto

 

Thou knowest me a Tabera,


 

And yet thou speakest thus?


Sancho

 

If I speak thus,


 

'Tis that I know thee well..


Busto

 

Thou knowest me well!


 

Then thou hast known in me good breeding, courage,


 

Nobility and virtue, which is honour.


 

For without virtue honour never was.


 

And, Sancho Ortiz, I am incensed that thou...


Sancho

 

Not so incensed as I.


Busto

 

As thou? And why?


Sancho

 

Only to speak with thee.


Busto

 

If thou dost put


 

The smallest slur upon my faith and honour,


 

Villain, thou liest, and here I will maintain it.


[Drawing his sword.]

Sancho

 

Villain, thou wilt maintain it?

[Aside.]
Forgive me,


 

Love.


 

The King's outrageous will usurps my senses;


 

Resistance is in vain


[They fight.]

Busto

 

Oh, stay thy hand!


 

I am slain!


[Falls.]

Sancho

 

Alas! I am beside myself!


 

Unwittingly I wounded thee! But, brother,


 

Now I am in my senses once again.


 

Come, slay me. In my bosom sheathe thy sword,


 

And pierce a gateway for my willing soul.


Busto

 

Brother, I leave Estrella in thy keeping.


 

Farewell.


[Dies.]

Sancho

 

Ah, cruel sword, thou merciless,


 

Thou bloody murderer, since thou hast stolen


 

My life, come now and make an end of me,


 

That with another mortal wound I may


 

Repay the soul I owe.


Enter the Two Chief Magistrates, Don Pedro de Guzmán and Farfán de Ribera, and other Gentlemen

Pedro

 

Hold! What is this?


Sancho

 

How hold, if I have slain my very life?


Farfán

 

Sir, what wild words are these?


Pedro

 

What mean you, sir?


Sancho

 

I have slain my brother. I am Seville's Cain:


 

With unrelenting cruelty I slew


 

Innocent Abel. Look you where he lies,


 

And slay me now; for since I was his death,


 

I fain would die for him.


Enter Don Arias

Arias

 

What have we here?


Sancho

 

A heavy deed of heartless cruelty.


 

Such virtue in the noblest minds begets


 

A word fulfilled, an honour satisfied!


 

Go, tell my lord the King that Seville's sons


 

Fulfil a promise out of hand, 'tis clear,


 

When for a word's sake they will flout their Stars


 

And set no store by brothers


Pedro

 

He has slain


 

Busto Tabera.


Arias

 

O rash and bloody deed!


Sancho

 

Come seize me then, convey me hence; 'tis well


 

That he who takes another's life should die.


 

See what a bloody deed I did commit


 

For honour's sake! For honour's sake I slew him,


 

For honour's sake I die, since here I crave


 

For honour's sake the death that must be mine.


Arias

 

Convey him to Triana; guard him well.


 

The city's roused.


Sancho

 

Dear friend Busto Tabera!...


Farfán

 

The man has lost his wits.


Sancho

 

Stay, gentlemen.


 

Let me bear up this cold and silent corpse,


 

Bathed in his noble blood; so shall I be


 

His Atlas, and such time I shall give back


 

The life I took away.


Pedro

 

The fellow's mad.


Sancho

 

I, if I crush my will, do keep the law.


 

E'en such it is, good sir, to be a king,


 

And such, good sir, to be no king. 'Tis well


 

To understand my meaning, and 'tis well


 

To understand it not. No more of that.


 

I slew him. That indeed I'll not deny;


 

But I will not say why. Another may


 

Declare the cause, since here I say I slew him.


[Exeunt, carrying the dead body of Busto Tabera.]
SCENE VII. A room in Busto Tabera's house
Enter Estrella and Theodora

Estrella

 

I know not, Theodora, if this robe


 

Becomes me, for I dressed in such glad haste.


 

Gives me the glass.


Theodora

 

Madam, you are yourself


 

Beauty's own mirror, nor can any glass


 

Declare such sweet perfection, nor resume


 

In its small sphere so many dazzling charms.


Estrella

 

See how my looks are changed, my cheeks how


 

flushed.


Theodora

 

Why,'tis the blood mounts to your cheeks, and there,


 

Mocking reserve and maiden modesty,


 

Betrays your happiness.


Estrella

 

Methinks he comes,


 

My well-beloved, his eyes lit with love's joy,


 

To take my hand with many a soft caress.


 

And now methinks he whispers in my ear


 

A thousand tender messages of love,


 

And from the rapture of my swooning eyes


 

Calls forth my willing soul. Ah, happy day!


 

This, Theodora, is my kindly star.


Theodora

 

Hark, hear you not the sound of merriment?


 

Alas! the mirror's fallen. The envious glass


 

Within its frame has formed of one smooth face


 

A thousand facets.


Estrella

 

What? 'Tis broken then?


Theodora

 

Ay, madam.


Estrella

 

'Tis well done; poor glass, it knows


 

I have a mirror in whose loving eyes


 

My own shall see themselves reflected. So,


 

Let your glass break, since I await my own,


 

Whom having, I shall need no other glass.


Enter Clarindo, dressed in his best

Clarindo

 

Madam, here is a wind that blows your fair–


 

And fowl. These feathered furnishings proclaim


 

Your wedding day. I to my master gave


 

The letter you gave me, and he in turn


 

Gave me this ring for a reward.


Estrella

 

Why then,


 

I will outbid him. Come, give me the ring,


 

And take this diamond in exchange.


Clarindo

 

The stone


 

Is cleft in twain. A sign, they say, of sadness.


 

Your jacinth suffers from the self-same ill


 

It takes away. The stone is cleft in twain.


Estrella

 

What matter? It is right that stones should feel


 

My joy, my sweet content. Ah, happy day!


 

Dear friends, this is my charitable star.


Theodora

 

A noisy throng fills the courtyard below.


Clarindo

 

And now it seems that footsteps mount the stair.


Estrella

 

Who can resist such joy?


Enter the Two Chief Magistrates, Don Pedro de Guzmán and Farfán de Ribera, with others carrying the dead body

 

But... what is this?


Pedro

 

Misfortunes and disasters were ordained


 

For mortal men. This life is but a sea


 

Of tears. Busto Tabera's slain.


Estrella

 

O cruel,


 

Cruel fate!


Pedro

 

Lady, this comfort still


 

Remains: the bloody murderer, Sancho Ortiz,


 

Is taken, and to-morrow without fail


 

Shall pay the penalty.


Estrella

 

Ah God! Avaunt,


 

Ye fiends that bear Hell's fury in your tongues,


 

Away! My brother slain, and by the hand


 

Of Sancho Ortiz! How can I utter it,


 

How hear it, and still live? I am a stone,


 

That still I am alive. Unhappy day!


 

This, friends, is my unfriendly star. But if


 

One spark of human pity linger yet,


 

Come, slay me now.


Pedro

 

Alas, she's crazed with grief!


Estrella

 

Unhappy destiny! My brother dead,


 

And by the hand of Sancho Ortiz! That he


 

Should sever three souls from one bleeding heart!


 

Leave me; I am undone.


Pedro

 

She is distraught.


Farfán

 

Alas, unhappy woman!


Pedro

[to Clarindo].

 

Go with her.


Clarindo

 

Lady...?


Estrella

 

Begone, thou art contaminate


 

With that false fratricide. All, all is lost,


 

All but the hope of death. Unhappy day!


 

This, Theodora, is my cruel star.


[Exeunt.]
END OF ACT II
ACT III
SCENE I. A room in the Alcázar
Enter the King, the Two Chief Magistrates, Don Pedro de Guzmán and Farfán de Ribera, and Don Arias

Pedro

 

My lord, he freely does confess he slew him,


 

Yet will not answer why.


King

 

Does he not say


 

What force constrained him to it?


Farfán

 

He simply says


 

'I do not know', and leaves us sore perplexed.


King

 

And says he not then if he gave him cause?


Pedro

 

My lord, no cause at all.


Arias

 

A rash confession!


Pedro

 

He owns he did the deed, but whether justly,


 

He does not know.


Farfán

 

He did it, as he says,


 

To quit an oath.


Arias

 

He must have given him cause.


Pedro

 

He says he gave him none.


King

 

Go back to him.


 

Tell him the King bids him straightway declare


 

The proof of his discharge, and he shall find


 

A friend in us. Or else, we are his foe,


 

To punish him with all severity.


 

Let him disclose the reason why he slew


 

Tabera; let him briefly justify


 

His seeming crime, or suffer for his folly.


 

Let him say at whose word or for whose sake


 

He slew this man; what motive prompted him


 

To do so dread a deed. So we will hear


 

His plea. Else, let him be prepared to die.


Pedro

 

Death is his dearest wish, my lord. Remorse


 

For such a hideous deed, so foul, so base,


 

Fills him with desperate frenzy.


King

 

Rails he not.


 

Against another?


Farfán

 

No, my lord, but still


 

Takes counsel with his grief.


King

 

Virtue most rare!


Farfán

 

He lays no charge'gainst any other man,


 

But blames himself alone.


King

 

In all the world


 

There never yet lived two such men as these.


 

When I would mould their resolution, they


 

More steadfastly resist. Go, justices,


 

And see that he make known his plea, for so


 

Shall we restore peace to our troubled city.


 

And you, Don Arias, go with them along;


 

Speak with this prisoner, blind to his own good.


 

Bid him from us declare at whose behest


 

He slew this man; let him discover who


 

Must bear the guilt, e'en though it be the King.


 

If he will not confess, straightway prepare


 

The scaffold where to-morrow he shall serve


 

For warning to all Seville.


Arias

 

I obey.


[Exeunt Don Arias and the Two Chief Magistrates.]
Enter Don Manuel

Manuel

 

My lord, Busto Tabera's sister here,


 

'Mid a great concourse of the citizens,


 

Begs leave to kiss your royal hands.


King

 

Who then


 

Stands in her way?


Manuel

 

The citizens themselves,


 

My lord.


King

 

'Tis natural. Go, in our name,


 

And speak with them, and let her enter now.


Manuel

 

I'll bring her in, my lord.


[Exit Don Manuel.]

King

 

My lord, she comes.


King

 

Ah! ne'er did April morn


 

Bring such a sun of radiant loveliness,


 

Though in the youthful year the sun looks down


 

With beams of burnished ivory and gold.


Estrella

 

Most Christian King Don Sancho, sovereign lord


 

Of all Castile, heroic for thy deeds,


 

Illustrious for thy virtues, here behold


 

A most ill-fated Star of Seville, who,


 

Her bright rays shrouded with the gloomy pall


 

That heavy grief in gathered clouds has hung,


 

Now comes to ask for justice. Yet not that you


 

Should execute it, but that vengeance stand


 

In my arbitrament. My weary eyes


 

Seek no repose from weeping, that my tears


 

May bear full witness to the grief I feel.


 

My brother was to me most dear, who now,


 

From earthly cares set free, serenely walks


 

Amid the stars in the blue paths of heaven.


 

He as brother sheltered me, and I


 

Obeyed him as a father, and his word


 

To me was law. With him I lived content.


 

The sun itself did spare me, by whose rays


 

My very windows were univisited.


 

Seville did envy our sweet brotherhood,


 

And all men said we were those heavenly twins


 

That form one glorious star. When suddenly


 

A cruel huntsman draws his deadly bow


 

And strikes my brother with his fatal shaft,


 

And all our glory's gone. I have lost brother,


 

I have lost lover too. I am left alone;


 

And you, my lord, whom none excuse, neglect


 

Your royal duty. Grant me justice, then;


 

Yield me the murderer, and thus fulfil


 

Your obligation. Let me be his judge.


King

 

Be comforted. Dry those fair eyes, unless


 

Thou wouldst consume these halls with fiery tears;


 

For the sun's smallest tears are flaming stars,


 

And every ray a jewel flashing fire.


 

Then let the dawn gather this harvest home,


 

If the new-risen sun grant room enough;


 

And let the dawn gather this harvest home,


 

If the new-risen sun grant room enough;


 

And let the heavens their jealous guardian be,


 

For 'tis not meet they should be squandered here.


 

Go, take this ring, and with its royal sign


 

Unlock Triana's frowning castle-gates.


 

Bid them yield up the prisoner; be to him


 

More cruel than the savage beast that haunts


 

The Hyrcanian fells, altough the stork in flight


 

Teach merciful compassion; for 'tis well,


 

To move our hearts the more, that birds and beasts


 

Should shame mankind. Thy brother's dead. They say


 

'Twas Sancho ortiz that slew him. Be revenged.


 

And yet, if he died thus, the fault was thine;


 

Thy beauty was the cause.


Estrella

 

What part, my lord,


 

Had my poor beauty in the guiltless death


 

Of my dear brother? Haply have I erred


 

With loose desire or wanton blandishment?


 

Or in my hours of ease, saw any man


 

My mind with vain and idle thoughts fulfilled?


King

 

Beauty in woman has this fatal power,


 

To bring into the world unwilling death.


 

Thou slayest not, 'tis heaven's part in thee,


 

Thy beauty, slays. Beauty will hate herself


 

If, lavish nature's thankless rival, thou,


 

Amid a wealth of silver and of pearl,


 

The golden glory of thy sovereign beauty


 

Keep for thyself, unmindful of thy duty.


Estrella

 

Virtue, my lord, is all my jealous care.


 

If I had aught of silver or of gold,


 

I'd tear it from my head, and hide my face


 

Behind a mask of monstruous ugliness,


 

Though I should brand myself with burning coals.


 

If one Tabera's dead, one yet remains,


 

In whose temptation should dishonour lie,


 

I would with my own hands so mar my beauty


 

That tyrants should be shamed back to their duty.


[Exit Estrella.]

King

 

If they should yield up Sancho Ortiz, I fear


 

She is like to avenge herself with her own hands;


 

For heaven doth suffer oft a savage heart


 

To dwell within a form divinely fair.


 

See what a mad infatuation spells!


 

I prompted Sancho Ortiz. I'll set him free;


 

For love that treads on royal purple bends


 

The law to suit naught else but his own ends.


[Exit the King.]
Enter Don Sancho, Clarindo, and Musicians

Sancho

 

How now, Clarindo, hast thou not composed


 

Some ballad on my case?


Clarindo

 

Alas, good sir,


 

When profits are so poor, who'd rack his brains


 

With writing verse? The revellers in the Square


 

Would often beg for ballads; gallants too,


 

Seeing me in the streets, as though I were


 

A master botcher, would cry out: 'Ho there!


 

That billet-doux–is it not ready yet?'


 

And pressed me more than if my office were


 

To recompose a pair of torn trunk-hose.


 

I write to eat, if others write full-fed;


 

And were my bread assured, I would exceed


 

In silence ancient Anaxagoras,


 

And shame the choicest wits of Greece and Rome.


Enter the Two Chief Magistrates, Don Pedro de Guzmán and Farfán de Ribera, and Don Arias

Pedro

 

Enter.


Clarindo

 

Good master, they have come, methinks,


 

To notify your sentence.


Sancho

[to the Musicians].

 

Then do you


 

Strike up a stave. Ay, now! I long for death,


 

And with a timely song I fain would show


 

My satisfaction; and would prove besides


 

My courage, and that in my constant breast


 

E'en death itself moves me to nothing less.


Clarindo

 

Brave words, forsooth, bravely brought forth! What more


 

Would your besotted Teuton, his dull soul


 

Fired with the dregs of musty Monturqués?


Musicians

[singing].

 

Brave words, forsooth, bravely brought forth! What more


 

Would your besotted Teuton, his dull soul


 

Fired with the dregs of musty Monturqués?


 

If cruel Fortune should decree


 

I must live on


 

When hope is gone,


 

Till death shall deign


 

To end my pain,


 

Life is a lingering death to me.


Clarindo

 

A merry song to sing!


Sancho

 

A sound conclusion,


 

And one that well befits my present case.


Musicians

[singing].

 

Death is the only hope life hath


 

For him that lives a living death.


Pedro

 

Is this a fitting hour for music?


Sancho

 

Why,


 

What fitter hour for ease in his distress


 

Has the poor prisoner?


Farfán

 

When every hour


 

Death threatens, and each moment you await


 

The dreadful issue of this solemn charge,


 

Will you make merry, sir, with music then?


Sancho

 

E'en so, and swan-like greet death with a song.


Farfán

 

The hour of doom has struck.


Sancho

 

I kiss your hands


 

For this good news you bring. O happy hour


 

So long desired!


Pedro

 

Sancho Ortiz, you confess


 

That you did slay Busto Tabera?


Sancho

 

Yes,


 

I here confess it openly. Seek out


 

The most inhuman punishments; invent


 

New torments shall efface the memory


 

Of Phalaris and of Maxentius.


Farfán

 

You slew him then without good cause?


Sancho

 

I slew him,


 

That I confess. The cause–since I conceal


 

The cause–if there be any man that knows it,


 

Let him reveal it, for I know not, I,


 

The reason why he died. I only know


 

I slew him without knowing why.


Pedro

 

But this


 

Is wanton treachery, to slay a man


 

Without just cause


Sancho

 

Just cause he must have given,


 

Since he is slain.


Pedro

 

Why then,to whom?


Sancho

 

To him


 

That brought me to this present pass, to this


 

The last extremity.


Pedro

 

But who is he?


Sancho

 

I may not say, for I am sworn to silence.


 

I have been like a king in execution,


 

And king-like must I be in silence too.


 

And for my death, it surely shall suffice you


 

To know I slew him. Ask me then not why.


Arias

 

Sancho Ortiz, I am here in the King's name


 

To urge you at his instance to confess


 

Who has contrived this mad entanglement;


 

Whether you acted for some hidden friend,


 

Or for some woman's sake, or your own kin,


 

Or for some powerful noble of this realm.


 

And if from him you have some warranty,


 

Some bond, some paper writ or signed by him,


 

Reveal it without more ado, and thus


 

Fulfil your duty.


Sancho

 

If I should reveal it,


 

Sir, I should not fulfil my duty. Friend,


 

Go tell his Highness I fulfil my word,


 

And while he may be called Sancho the Brave,


 

Am I not Sancho too? Tell him, besides,


 

I well might have some written bond indeed;


 

But he affronts me who demands a bond


 

He saw destroyed. I slew Busto Tabera;


 

And though with but a word I might go free,


 

I will not speak it, for I know I then


 

Should violate another word I gave.


 

Prompt as a king am I to keep my word,


 

And what I promised, that have I performed.


 

Whoever gives his word may do no less.


 

He that is pledged to speak, let him then speak,


 

Since I have done what I was pledged to do.


Arias

 

If your acquittal rests in your own lips,


 

'Tis folly to withhold it now.


Sancho

 

Sir, I


 

Am what I am, and being what I am,


 

I mortify myself with silence, and


 

One who is silent put to open shame.


 

He that is what he is, let him now prove


 

In very deed that he is what he is.


 

Therewith shall we two be the men we are.


Arias

 

I will inform his Highness.


Pedro

 

Sancho Ortiz,


 

You have done a thing most ill-advised, and shown


 

But little wisdom.


Farfán

 

And you have defied


 

The city's laws, and have exposed your life


 

To Seville's wrath, your neck to her displeasure.


[Exeunt Don Arias and the Two Chief Magistrates.]

Clarindo

 

What! Will you suffer such abuse?


Sancho

 

I will;


 

For men may punish me, and heaven confound me,


 

And even now, Clarindo, it begins.


 

Dost thou not hear that muffled roar? The winds


 

Are howling, charged with flashing thunderbolts.


 

One like a fiery serpent darting down


 

Envelopes me in coils of livid flame.


Clarindo

[aside].

 

He's lost his wits, I fear. I'll humour him.


Sancho

 

I blaze!


Clarindo

 

I burn!


Sancho

 

What, that bolt caught thee too?


Clarindo

 

See, I am burned to ashes.


Sancho

 

Heaven defend us!


Clarindo

 

Ay, sir, dead as the twigs of last year's vine!


Sancho

 

We're in the other world, then?


Clarindo

 

And, besides,


 

In Hell, I fancy.


Sancho

 

What, in Hell, Clarindo?


 

How see'st thou that?


Clarindo

 

In yonder castle, sir,


 

I see more that a thousand busy forms,


 

Lying like tailors.


Sancho

 

True, we are in Hell;


 

For there is Pride, burning on yonder pile,


 

Built up of arrogant and haughty shapes.


 

And there I see Ambition, drinking draughts


 

Of endless fire.


Clarindo

 

And farther on there stands


 

A legion of old coachmen.


Sancho

 

Why, Clarindo,


 

If coaches traffic here, they'll ruin Hell.


 

But tell me, friend, if this in truth be Hell,


 

How comes it that we see no lawyers here?


Clarindo

 

Why, sir, they'll have no lawyers down in Hell,


 

For fear they trump up devilish lawsuits here.


Sancho

 

Well, if there are no lawsuits, Hell must be


 

A pleasant place.


Clarindo

 

There stands the tyrant Honour,


 

Beset by all the countless doting fools


 

That suffer for his sake.


Sancho

 

I'll join them too, then.


 

Honour, a fool, an honourable fool,


 

Would be your Honour's servant, one that yet


 

Has ne'er transgressed your laws.–'Friend, 'twas ill done.


 

True honour is to know not honour now.


 

What, look for me in yonder world, when I


 

Have now been dead these hundred thousand years!


 

Henceforth, my friend, let money be your quest.


 

Money is honour now. What did you do?'–


 

Fulfilled my promised word.–'A pretty jest!


 

Fulfil a promise? What simplicity!


 

To break a promise now is manliness.'–


 

I rashly promised I would slay a man,


 

And slew him in my wrath, although I knew


 

He was my greatest friend.–'Oh, folly, folly!'


Clarindo

 

Folly indeed!


Sancho

 

'Folly indeed! Away!


 

Go clap him in a dreary dungeon cell;


 

There let him pay the penalty of folly.'–


 

Honour, I lost his sister whom I loved,


 

And in that loss I have lost all.–'No matter.'


Clarindo

[aside].

 

Heavens, if I let him keep this course, he'll go


 

Stark staring mad. But I'll devise a ruse.


[Calls out.]

Sancho

 

Who calls? Who calls?


Clarindo

 

'Three-headed Cerberus,


 

That guards this nether world. Know you me not?


Sancho

 

I fancy so.


Clarindo

 

'And who are you?'


Sancho

 

What, I?


 

An honourable man.


Clarindo

 

'And here below?


 

Get out of it, confound you!'


Sancho

 

What is this?


Clarindo

 

'Away with you at once; this is no place


 

For honourable men. Lay hands on him;


 

Convey him through the air back to the world,


 

To Seville jail.'–But how?–'Blindfold his eyes,


 

That he may travel undismayed.'–'Tis done.–


 

'Now let the Lame Fiend take him pick-a-back


 

And whisk him thither at a single bound.'–


 

'A single bound? Oh well, I am content.'–


 

'Off with you then, and see you take besides


 

His comrade by the hand.'

[Gives a turn and lets him go.]
'There you are, friend,


 

Back in the world. Rest you with God.'–Amen.


Sancho

 

With God, said he?


Clarindo

 

Ay, sir. This devil, sir,


 

Before he was a devil, was baptized


 

A Christian, sir. He has a Galician, sir,


 

From Francos Street.


Sancho

 

I feel as though I woke


 

From some deep trance. God help me! Ah, Estrella,


 

Sad is my lot without thy love; but since


 

I lost thee, I deserve this punishment.


Enter the Governor of the Prison, and Estrella heavily veiled

Estrella

 

Come, sir, forthwith yield up the prisoner.


Governor

 

Madam,


 

There is the prisoner; as the King commands,


 

I do resign my charge into your hands.


 

Señor Sancho Ortiz, 'tis his Highness' will


 

We should without ado deliver you


 

Into this lady's hands.


Estrella

 

Sir, follow me.


Sancho

 

If I must yield my life, then I applaud


 

This mercy, for I covet naught but death.


Estrella

 

Give me your hand and come with me.


Clarindo

[aside].

 

It seems


 

The world's bewitched!


Estrella

 

Let no man follow us.


[Exeunt Estrella and Sancho.]

Clarindo

 

'Tis well. 'Fore heaven, here's goodly progress! First,


 

From Hell to Seville; then, from Seville back


 

To Hell, from which Good Lord deliver us.


[Exeunt Clarindo and the Governor.]
SCENE III. Outside the prison
Enter Estrella and Sancho

Estrella

 

Sancho Ortiz, I have set you free. Farewell.


 

Bethink you I have been compassionate


 

And merciful. Farewell. Hence! You are free.


 

Why do you stay? Why look you thus amazed?


 

Time flies while you delay. Begone! A horse


 

To speed your flight attends you, and a man


 

With money for the way.


Sancho

 

Here at your feet,


 

Fair lady...


Estrella

 

Go, this is no time for thanks.


Sancho

 

There's my chief care. Tell me to whom I owe


 

This freedom, that the giver with the gift


 

May live enshrinèd in my grateful heart.


Estrella

 

I am a woman–one who loves you well–


 

And bring you now this freedom, for the gift


 

Lies haply in my power. Go then with God.


Sancho

 

I will not go until I know your name,


 

Or you reveal your face.


Estrella

 

Time fails me now.


Sancho

 

To you I owe both life and liberty,


 

And I must needs know her to whom I owe


 

So great a mercy, that I may repay


 

The debt I gladly own.


Estrella

 

I am a woman,


 

Of good repute in Seville, one, I ween,


 

Who loves you best, and you love least of all.


 

Go now with God.


Sancho

 

I shall not be, till you


 

Reveal your face.


Estrella

 

Why then, that you may go,


 

Behold, 'tis I.


[Reveals herself.]

Sancho

 

Estrella of my soul!


Estrella

 

Estrella, true. I am thy guiding Star,


 

That brings thee promise of new life. Go, then;


 

For thus love triumphs over vain revenge,


 

And for love's sake I prove a kindly Star.


Sancho

 

Estrella, thou, serene and radiant


 

With thy worst foe! Thou, merciful to me!


 

Oh, show thyself more cruel; pity here


 

Is cruelty, where punishment is pity.


 

Stay not my death, nor, mercilessly kind,


 

By doing good, strive to do harm, where good


 

From harm alone ensues. Freedom for him


 

Whose guilty hand slew thy dear brother! No!


 

It is not right that I should live, when he


 

Fell lifeless by my hand; and 'tis but just


 

I sacrifice thy love, who sacrificed


 

So true a friend. Thus freed, I yield myself


 

To cruel death; for when a prisoner,


 

What merit lay in seeking death?


Estrella

 

My love


 

Is stronger, firmer fixed, and for love's sake


 

I give thee life.


Sancho

 

And I go to my death,


 

Though thou wouldst give me life and liberty.


 

For if thou to thyself must needs be true,


 

I have no other choice in what I do.


Estrella

 

Why shouldst thou die?


Sancho

 

To avenge thy wrong.


Estrella

 

My wrong?


Sancho

 

And my base treachery.


Estrella

 

'Tis cruelty.


Sancho

 

'Tis courage, loyalty.


Estrella

 

None claims it now.


Sancho

 

Love is the claimant.


Estrella

 

'Tis a new offence.


Sancho

 

'Tis a new proof of love.


Estrella

 

A proof of love?


Sancho

 

Since for thy sake I die.


Estrella

 

Thou dost me so


 

The greater wrong.


Sancho

 

While thus I live and breathe.


Estrella

 

Stay, hear me.


Sancho

 

Nay, words are of no avail.


Estrella

 

Where wilt thou go?


Sancho

 

I go to seek out death.


 

Since I offend thee with my life.


Estrella

 

Oh, leave me,


 

Flee hence.


Sancho

 

That were ill done.


Estrella

 

Live and be free.


Sancho

 

That is not just.


Estrella

 

For whose sake wouldst thou die?


Sancho

 

For my own pleasure.


Estrella

 

Nay, for my distress.


Sancho

 

To satisfy my honour too.


Estrella

 

But who


 

Is thy accuser?


Sancho

 

Thy disdain!


Estrella

 

In truth


 

I harbour none.


Sancho

 

I am resolved.


Estrella

 

Alas!


 

Hast thou then lost thy reason?


Sancho

 

I have found.


 

My honour, and I know my very life


 

Offends thee.


Estrella

 

Go then, madman, to thy fate.


 

I too will die, since thou art obdurate.


[Exeunt on different sides.]
SCENE IV. A room in the Alcázar
Enter the King and Don Arias

King

 

What say you, Arias, he will not confess


 

I blade him to the deed?


Arias

 

I never knew


 

A heart more brazen-hard. His whole intent


 

Is to deny it. In the end he said


 

He had performed his part, and now 'twere well


 

That he whose promise had provoked the deed


 

Should keep his word.


King

 

With silence, then, he thinks


 

To checkmate me.


Arias

 

Has your checkmate indeed:


 

He has fulfilled his word.


King

 

I am ashamed


 

I cannot keep the promise in my wrath


 

I rashly gave.


Arias

 

Your royal word, once given,


 

My lord, cannot be set aside. For if


 

A promise binds the man of common mould,


 

It is a law upon the lips of kings,


 

And all must yield obedience to the law.


King

 

True, if the law chime with the measured voice


 

Of natural reason.


Arias

 

Nay, 'tis duty's voice.


 

The vassal questions not the law of kings:


 

His part is but to execute the law


 

In blind obedience, which the king decrees


 

With due deliberation. You erewhile


 

Set your decree in a sealed paper, and,


 

Since he fulfilled it, but refused your bond,


 

You therefore are the more bound to discharge


 

The law you made by which you bade him slay


 

Busto Tabera; for, without the law,


 

He had not come to slay him.


King

 

What, Arias,


 

Must I then own 'twas I that willed this deed,


 

And that I used such cruelty to one


 

Who ne'er had wronged me? What will Seville say,


 

When it is noised abroad I am the cause?


 

And in Castile, what will be said of me,


 

When Don Alonso calls me tyrant there,


 

And when the Holy Father heaps on me


 

His maledictions? Haply with his ban


 

He will abet my nephew, and secure


 

My rival's cause with his protection. No!


 

That way, methinks, my hopes indeed are vain.


 

Twere base, again, to let Sancho Ortiz die.


 

What must I do?


Arias

 

With flattering argument


 

Your Highness may incline the justices


 

To punish his offence with banishment,


 

O'erriding the full rigour of the law;


 

And let Sancho Ortiz pay this penalty.


 

Thus you, my lord, shield him. He in his turn,


 

With laurels crowned, reaps his reward from you:


 

Upon some Moorish front your Highness may


 

Appoint him general.


King

 

Your consel well.


 

But if, by virtue of the ring I gave,


 

Estrella be revenged on him ere now,


 

What then?


Arias

 

All will be well. I, for some cause


 

Moved you thereto, will take her in your name,


 

And will myself convey her secretly


 

To the Alcázar. Here, my lord, you may


 

With urgent reasons mould her to your plan,


 

The weightier should your Highness undertake


 

To wed her with a noble of your court:


 

Her virtue and nobility deserve


 

No less a match.


King

 

Arias, how I repent


 

My former weakness! Well the sage has said


 

'He is wise only who at need combines


 

Caution with cruelty.' Go, take Estrella,


 

Since with her seizure you deliver me


 

From such confusion. To appease her wrath,


 

I am resolved to wed her presently


 

With one of Castile's noblest sons, and would,


 

Had I the power to place her on my throne,


 

Exalt her to my side, for such a pair,


 

Brother and sister both, deserve the crown


 

Of immortality.


Arias

 

Rome's glory pales


 

Besides the glorious pride of Seville's son.


[Exit Don Arias.]
Enter the Governor of the Prison

Governor

 

Here at your Highness' feet...


King

 

Pedro de Caus,


 

What cause has brought thee to our feet?


Governor

 

My lord,


 

Is not this ring your Highness' ring, that bears


 

These arms?


King

 

It is.This ring, whatever crime


 

Though hast committed, is thy assured defence.


Governor

 

Armed with this ring, late to Triana came


 

A lady closely veiled, my lord, and said


 

Your Highness willed we should deliver up


 

The prisoner, Sancho Ortiz. I with the guards


 

Did question both the ring and your command,


 

And all agreed I must surrender him.


 

Straightway I yielded him into her hands;


 

But he, thereafter no great while, returned,


 

And with loud protestations did demand


 

I should forthwith unbar the castle gates.


 

Then, madman-like, 'I'll not obey the King',


 

He cries, and then, 'I am resolved to die;


 

Who takes another's life forfeits his own.'


 

I did oppose his entrance, but he made


 

So great a clamour, I was forced at length


 

To let him in, where gladly he awaits


 

The stroke of death.


King

 

In truth, I ne'er did see


 

A race more constant or more chivalrous


 

Than these same men of Seville; let storied bronze


 

And sculptured monuments be dumb.


Governor

 

My lord,


 

The lady says she gave him liberty,


 

But he would no wise take it when he learned


 

She was Tabera's sister, whom he slew.


King

 

I am the more amazed by what thou sayest.


 

Their magnanimity is in affront


 

To nature. She, when she should show herself


 

Most merciless, forgives him, sets him free;


 

He, to requite her generous impulse, straight


 

Returns to die. A little more, their deeds


 

Shall merit everlasting monuments.


 

Go, Pedro de Caus, take thou my coach,


 

Avoid all noise of escort, and convey


 

Sancho Ortiz to the Alcázar secretly.


Governor

 

I go to carry out your will.


[Exit the Governor.]
Enter a Servant, and afterwards the Two Chief Magistrates

Servant

 

My lord,


 

The two chief magistrates of Seville wait.


 

Your Highness' pleasure.


King

 

Bid them enter, then,


 

Bearing their wands of office. Now must I,


[Exit Servant.]

 

And it be possible, fulfil my word


 

To Sancho Ortiz, dissembling my excess.


[Enter the Two Chief Magistrates, Don Pedro and Farfán.]

Pedro

 

Dread lord, the prisoner's guilt established now,


 

The question calls for sentence.


King

 

Then do you


 

Proceed to judgement. Yet we would beseech you–


 

For you are fathers of the commonwealth–


 

Consider well the quality of justice,


 

And mercy oft becomes it. Sancho Ortiz,


 

Even as the man he slew, is alderman


 

In Seville: if the one for vengeance calls,


 

The other calls for pity.


Farfán

 

We, my lord,


 

Are the chief justices of Seville, and


 

This day her honour and her confidence


 

Rest on our shoulders. These our wands of office


 

Are emblems of your majesty. If they


 

Debase that heavenly image, they offend


 

Your Highness' person. Upright thus, they look


 

To God, but if they falter and bow down,


 

They look to man, and, warped and twisted, lose


 

Their heavenly aim.


King

 

We would not have them warped;


 

But justice should be matched with equity.


Pedro

 

Of all our actions, sire, your Highness is


 

The primal cause, and on your royal will


 

Hang all our hopes. Forgive him, let him live;


 

For none controls the will of kings but God.


 

God from the mighty Saul conveys the crown


 

To humble David.


King

 

Go, consider well


 

The penalty meet for the prisoner's crime,


 

And let him suffer as the laws prescribe.


 

Don Pedro de Guzmán, a word apart.


[Exit Farfán.]

Pedro

 

What is your Highness' pleasure?


King

 

Friend Don Pedro,


 

Beheading Sancho Ortiz will not restore


 

The dead to life; wherefore we would prefer,


 

Avoiding this extreme, to banish him


 

Where, at Gibraltar or Granada, he


 

May in our royal service seek and find


 

A voluntary death. What sayest thou?


Pedro

 

Sire,


 

I am Pedro de Guzmán, and at your feet


 

Behold me. Yours is my life, my sword, my all;


 

And here I promise I will serve your Highness,


 

As will the last and least of all my house.


King

 

Give me thy hand; no less did I expect


 

From such a noble heart. Farewell and now


[Exit Don Pedro.]
[To Servant, at the door]

 

Bid Farfán de Ribera come to me.


[Aside.]

 

A little flattery will lay mountains low.


Enter Farfán de Ribera

Farfán

 

My lord, here at your royal feet I kneel.


King

 

Friend Farfán de Ribera, we were grieved


 

To think that Sancho Ortiz must die; but now


 

We are minded to exchange the penalty


 

For banishment, by this the longer that


 

'Twill be while life shall last; and to this end


 

We need thy judgement.


Farfán

 

Oh, my lord, some thing


 

Of greater import spare not to enjoin


 

On Farfán de Ribera, for my zeal


 

Spares nothing in your service.


King

 

Thou, in brief,


 

Art as a river on whose banks the dawn


 

Has scattered virtue's fairest flowers, that bloom


 

And beautify its course. Go now with God.


[Exit Farfán.]

 

So then, that is well settled. Sancho Ortiz


 

Escapes from death; my promise will be kept


 

Without becoming known. He shall be sent


 

As general on some frontier; thus at once


 

He will be banished and rewarded too.


Enter the Two Chief Magistrates

Pedro

 

My lord, the sentence now is duly signed;


 

It needs but that your Highness should approve.


[Handing him a paper.]

King

 

The sentence will be such as we desired


 

From two such gallant gentlemen.


Farfán

 

My lord,


 

Of that our loyalty if proof enough.


King

[reads].

 

'Our sentence is the prisoner Sancho Ortiz


 

Shall be beheaded in the market-place.'


 

God's life! Is this your sentence? Is it thus,


 

Villains, you keep your promise to your King?


Farfán

 

What he has promised, that the least man here


 

With all his life and substance will perform;


 

Witness these wands of office that we bear.


 

But bearing them, by all the powers that be,


 

On earth, in heaven above, be sure that none


 

Shall say or do a thing ill said, ill done.


Pedro

 

My lord, as vassals we obey your will;


 

But as chief justices, ask not that we


 

Should mete out justice with uneven hand;


 

For that were to deny the wands we bear,


 

And this that we have done is to respect them,


 

And Seville's Council too is what it is.


King

 

'Tis well. Enough; you put me all to shame.


Enter Don Arias and Estrella

Arias

 

My lord, Estrella now is here.


King

 

Don Arias,


 

What must I do? What counsel do you give


 

Amid so much confusion?


Enter the Governor of the Prison, Sancho Ortiz, and Clarindo

Governor

 

Here, my lord,


 

Is Sancho Ortiz.


Sancho

 

Dread lord, why end you not


 

My sorrows with my death, my sufferings


 

With the relentless rigour of your law?


 

I slew Busto Tabera. Oh, slay me;


 

Let him that sheds another's blood die too,


 

And, doing justice, show me mercy.


King

 

Stay.


 

Who bade thee slay this man?


Sancho

 

A written word.


King

 

From whom?


Sancho

 

If it could tell, my lord, 'tis clear


 

The paper would explain; but papers torn


 

And scattered speak with most uncertain voice.


 

I only know I put to death the man


 

That I loved best, for so I gave my word.


 

But here Estrella at your feet awaits


 

The forfeit of my fearless death, though that


 

Is vengeance poor enough.


King

 

Estrella, know


 

We have matched thee with a grandee of our court,


 

Young, handsome, and a prince of high renown


 

Throughout Castile; and in return we ask


 

Thy favour, and for Sancho Ortiz, his life,


 

Which to deny were now unjust.


Estrella

 

My lord,


 

If I am matched, let Sancho Ortiz go free.


 

Forbear to execute my vengeance.


Sancho

 

What?


 

You pardon me because his Highness makes


 

This match for you?


Estrella

 

For that I pardon you.


Sancho

 

And are you thus avenged for my offence?


Estrella

 

Avenged and satisfied.


Sancho

 

Then, that your hopes


 

May be fulfilled, I will accept my life,


 

Though I would fain have died.


Estrella

 

Go now with God.


Farfán

 

My lord, consider Seville is offended,


 

And he must die.


King

[to Arias].

 

Arias, what shall I do?


 

These men amaze and frighten me.


Arias

 

Speak out.


King

 

Seville, my life is yours: I was the cause


 

Why yon man died. 'Twas I bade Sancho slay him.


 

That is enough for his excuse.


Sancho

 

My honour


 

Looked but for this discharge, that 'twas the King


 

Who bade me slay him, for I had not done


 

That bloody deed, had not the King himself


 

So ordered it.


King

 

And this, I say, is truth


Farfán

 

With this Seville is satisfied: since you


 

Decreed his death, he surely gave you cause.


King

 

I am amazed at Seville's lofty spirit.


Sancho

 

And now I go to face my banishment,


 

When you, my lord, fulfil that other word


 

You gave.


King

 

It shall be done.


Sancho

 

I asked, my lord,


 

That you should give me her whom I should choose


 

For wife.


King

 

'Twas even so.


Sancho

 

Then here I ask


 

Estrella's hand, and at her heavenly feet


 

Implore forgiveness for the wrong I did.


Estrella

 

Sancho Ortiz, I am betrothed.


Sancho

 

Betrothed?


Estrella

 

Yes.


Sancho

 

Then I am slain.


King

 

It is my word, Estrella.


 

I am King, and must fulfil my word. What sayest thou?


Estrella

 

You will be done. I am his.


Sancho

 

And I am yours.


King

 

What lack you then?


Sancho

 

True sympathy.


Estrella

 

And that


 

We ne'er shall find together.


Sancho

 

Even so


 

Say I, wherefore I free you from your word.


Estrella

 

I too give back your promise. I should be grieved


 

To see my brother's murderer always


 

At bed and board.


Sancho

 

And I always to be


 

With her whose brother I unjustly slew,


 

Loving him as my soul.


Estrella

 

We are free, then?


Sancho

 

Free.


Estrella

 

So then, farewell.


Sancho

 

Farewell.


King

 

Stay.


Estrella

 

Nay, my lord.


 

I may not wed the man who slew my brother,


 

Although I love him and adore him.


Sancho

 

My lord,


 

I too–my very love for her forbids it.


[Exeunt Sancho and Estrella.]

King

 

What steadfast faith!


Arias

 

What noble constancy!


Clarindo

[aside].

 

I rather call it madness.


King

 

One and all


 

Dumbfound me.


Pedro

 

Such, my lord, are Seville's sons.


King

 

She shall be wed, and wed as she deserves.


Clarindo

 

Here ends our play, which Lope dedicates


 

To you, thus crowning with undying fame


 

THE STAR OF SEVILLE, whose amazing story


 

Is graved in lasting bronze for Seville's glory.


[Exeunt.]
THE END

L’Étoile de Séville, traducción de M. Eugène Baret.

Dramatis Personae

La scène est à Séville.
PREMIÈRE JOURNÉE
SCÈNE I
Salon de l'Alcazar.
LE ROI, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMAN, FARFAN DE RIBERA.

LE ROI

Je suis touché de l'empressement de Séville, et je me regarde désormais comme le véritable souverain de l'Espagne. D'aujourd'hui mon règne commence puisque aujourd'hui Séville m'honore et m'appuie. Nul ne pourrait se dire roi d'Espagne qui ne régnerait pas dans Séville. Je tiens à la payer des frais de ma réception, des magnificences de mon entrée. Ma cour s'arrêtera quelque temps en vos murs. Il est naturel que la cour de Gaslille s'établisse à Séville, puisque régner à Séville, c'est régner en Gastille.


DON PEDRO

Nous, ses premiers alcades, nous demandons à baiser vos pieds, car c'est le nom de Séville qui nous a valu vos faveurs. Du consentement de la municipalité, les jurats et consuls font offrande à Votre Majesté de leur fortune et de leur dévouement, à la seule condition que les privilèges de notre cité n'en recevront point de dommage.


LE ROI

Je le promets.


DON PEDRO

Permettez-nous de baiser vos mains.


LE ROI

Vous m'avez accueilli en dignes citoyens de Séville, et j'espère, avec votre concours, me rendre maître de Gibraltar, qui dort sans défiance non loin du détroit, et si la fortune m'est favorable, je ferai que le More compte avec moi.


FARFAN

Dans une si haute entreprise, Séville loyale appuiera Votre Altesse de ses troupes, leur sang vous appartient.


DON ARIAS

Le roi n'en doute pas, messieurs. Il demeure satisfait de vous, et accepte vos offres.


LE ROI

Séville m'a convaincu, persuadé. Allez avec Dieu.


(Les Alcades sortent.)
SCÈNE II
LE ROI, DON ARIAS.

DON ARIAS

Eh bien, seigneur, que vous semble de Séville.


LE ROI

Il me semble que d'aujourd'hui seulement je suis roi.


DON ARIAS

Attentive à mériter vos faveurs, chaque jour vous la rendra plus chère.


LE ROI

Il est sûr que devant vivre quelque temps au milieu d'elle, je n'aurai que plus de loisir pour apprécier cette belle et riche cité.


DON ARIAS

Je doute que la Rome d'autrefois ait égalé les merveilles de ses monuments, son opulence, ses richesses.


LE ROI

Et ces beautés divines, pourquoi les passer sous silence? Pourquoi taire, dissimuler leur splendeur, leur éclat ? Gomment ne t'es-tu pas enflammé, dis, au feu de tant de soleils ?


DON ARIAS

Doña Leonor de Ribera paraissait vraiment un ciel, et son visage brillait comme le soleil du printemps.


LE ROI

Oui, comme le soleil, si elle était moins blanche. Un soleil aux rayons de neige mérite peu d'éloges, s'il refroidit au lieu d'échauffer. J'aime un soleil qui enflamme, non un soleil aux tièdes rayons.


DON ARIAS

Celle qui vous a jeté des roses se nomme doña Mencia Coronel.


LE ROI

Belle personne, mais j'en ai vu de plus jolies.


DON ARIAS

Les deux piquantes brunes qui étaient à la fenêtre d'après sont doña Ana et doña Beatrix Mejia, deux sœurs dont le jour reçoit une nouvelle splendeur. Celle qui, blanche et blonde...


LE ROI

Je n'ai pas besoin de son nom. Tu vas la com- parer au marbre et au lis, n'est-ce pas? Ta description qui ne finit point m'oblige à te révéler ma peine. — Que parles-tu de brunes et de blondes? J'ai vu la grâce en personne, et d'elle tu ne parles point. Qui est celle qui, à son balcon, attira tellement mon attention, que je m'arrêtai en suspens, et lui ôtai mon chapeau? Celle dont les deux yeux sont des éclairs, non moins capables d'embraser que les feux de Jupiter, et qui, sans le savoir, me donnent la mort; celle qui, parmi les ténèbres, brillait comme le soleil, et paraissait comme une aurore dans la nuit, celle dont la beauté éclipsait ses purs rayons, celle...


DON ARIAS

J'y suis, monseigneur. Ce miracle de beauté, on l'appelle Y Etoile de Séville.


LE ROI

Si elle est plus.belle que le soleil, c'est une offense que ce nom. Comment Séville ne sent-elle pas que l'éclat de sa beauté mérite d'être appelé soleil, puisque, pareille à l'astre du jour, elle échauffe et vivifie ?


DON ARIAS

Son nom de famille est doña Estrella Tabera. Elle a un frère qui, naturellement, veut la marier à Sévilie.


LE ROI

Et ce frère se nomme...


DON ARIAS

Busto Tabera. Il est régidor 1 de Séville, titre que justifie sa qualité.


LE ROI

Est-il marié ?


DON ARIAS

Non. Astre principal dans la sphère de Séville, comme sa sœur est étoile, — l'étoile et le soleil vivent réunis.


LE ROI

Bonne est l'étoile qui m'a conduit à Séville, et je me féliciterai beaucoup, si elle est aussi heureuse que je le souhaite. Quel moyen trouveras-tu, don Arias, pour que je voie Estelle, pour que je lui parle ?


DON ARIAS

Vous verrez cette étoile favorable, nonob- stant le voisinage du soleil. Vous pouvez élever son frère en dignité. L'honneur le plus rigide résiste mal aux assauts de la faveur. Soyez-lui favorable ; les grâces ont le pouvoir de forcer les résistances, d'obtenir l'impossible. S'il accepte vos offres, il s'oblige, et, se sentant obligé, il voudra reconnaître ce qu'il a reçu. Donner vaut une inscription sur le bronze.


LE ROI

Mande-le ici de ma part, et arrange-toi en même temps pour que, cette nuit, je puisse voir Estelle chez elle, bel astre qui dans mon âme allume mille feux.


(Don Arias sort.)
SCÈNE III
DON GONZALO D'ULLOA en habit de deuil, LE ROI.

DON GONZALO

Je baise les pieds de Votre Altesse.


LE ROI

Levez-vous, je vous prie. Quoi ! si triste en ce jour d'allégresse.


DON GONZALO

Mon père n'est plus.


LE ROI

J'ai perdu un vaillant soldat.


DON GONZALO

Et vos frontières n'ont plus qui les défende.


LE ROI

En effet, il n'y a plus là un cœur héroïque. Mon âme attendrie vous écoute.


DON GONZALO

Sire, grande est la perte qu'a faite la frontière d'Archidona; et puisque la valeur de mon père n'eut point d'égale, faites que moi, l'héritier de ses vertus, je ne sois pas dépouillé de son office devenu vacant.


LE ROI

Je vois la preuve que vous n'avez pas dégé- néré. Pleurez la mort d'un si digne père, et, le temps qui appartient au deuil et 'à la douleur, veuillez le passer à ma cour.


DON GONZALO

Fernand Perez de Medina apporte les mômes prétentions, et il compte devoir à ses services le bâton de commandement. Il est vrai qu'il a été dix ans premier lieutenant, et plus d'une fois son épée a teint de rubis les couleurs nacrées de Grenade. Aussi espère-t-il l'emporter sur moi.


LE ROI

J'y songerai. Il convient de se consulter avant de prendre un parti là-dessus.


(Entre Fernand Perez de Medina.)

FERNAND PEREZ

Je crains, grand roi, d'arriver trop tard aux pieds de Votre Majesté. Je demande à les baiser, et ensuite...


LE ROI

Fernand Perez, vous pouvez en tout repos me baiser les pieds. La charge est encore en mes mains, et de telles fonctions ne s'accordent pas sans entendre, d'abord votre personne, et ensuite les dignitaires de mon royaume; par leurs conseils seront choisis les ministres de mes ordres à Archidona. Allez vous reposer.


DON GONZALO

Seigneur, je laisse en vos mains ce mémoire.


FERNAND PEREZ

Et moi, seigneur , celui-ci, c'est le miroir de cristal de ma valeur, où se reproduira ma face, nette, parfaite et loyale.


DON GONZALO

Mon mémoire est aussi le miroir qui fera paraître la bonté de ma cause.


(Sortent don Gonzalo et Fernand.)
SCÈNE IV
DON ARIAS, BUSTO TABERA, LE ROI.

DON ARIAS

Je vous annonce, grand roi, Busto Tabera.


BUSTO

Je me mets, non sans trouble, aux pieds de Votre Majesté, car il est naturel que la présence du roi donne quelque émotion à son vassal; mais à ce premier et légitime motif il s'en joint pour moi un second qui est l'honneur inespéré que je reçois de Votre Majesté.


LE ROI

Levez-vous.


BUSTO

Souffrez que je demeure. Si nous devons au roi les hommages qui sont rendus aux sacrés autels, à vos pieds, sire, je suis à ma place.


LE ROI

Vous êtes un vaillant chevalier.


BUSTO

L'Espagne, sire, en a vu quelques preuves; j'espère ajouter a mes titres dans la limite de mes fonctions.


LE ROI

J'y puis peut-être quelque chose.


BUSTO

Les lois divines et humaines font les rois toutpuissants, mais ces lois défendent à leurs sujets de se montrer indiscrets à l'égard du souverain. Leurs vœux doivent être modestes; et moi, seigneur, qui vois si souvent transgresser cette loi, je demande à m'y renfermer.


LE ROI

Quel est l'homme qui ne désire toujours monter?


BUSTO

Si j'étais davantage, je me serais couvert devant Votre Majesté; mais je m'appelle Tabera : Tabera n'a pas le droit de se couvrir.


LE ROI

à part, à Don Arias

Singulière philosophie de l'honneur!


DON ARIAS

au roi

Quel caprice bizarre !


LE ROI

Je ne voudrais pour rien au monde, Tabera, que vous eussiez le droit de vous couvrir avant de vous avoir élevé en dignité, vous donnant ainsi une preuve de mon affection. Vous allez donc cesser d'être Tabera pour devenir général d'Archidona. Votre vaillante personne sera chargée de l'exécution de mes ordres sur cette frontière.


BUSTO

Moi, sire? Mais, quels services de guerre ai-je rendus?


LE ROI

Je vous sais, don Busto, capable de défendre ma terre en temps- de paix, et à ce titre je vous choisis de préférence à deux hommes qui, en ce moment, exposent leurs services dans les mémoires que voici! Lisez, et décidez entre les trois prétendants, c'est-à-dire entre vous et les auteurs de ces mémoires.


BUSTO

après avoir lu le mémoire de don Gonzalo d'Ulloa

Si don Gonzalo a hérité de la valeur de son père, je le nomme à sa place.


LE ROI

Lisez l'autre maintenant.


BUSTO

lisant.

« Sire, Fernand Pérez de Medina a « servi pendant vingt ans votre père en qualité de soldat, « et il demande à vous servir de son bras et de son épée, « soit à l'étranger, soit dans vos royaumes héréditaires, a II a exercé dix ans les fonctions d'adalid dans la plaine « de Grenade, où il a fait trois ans de captivité; à raison « de ces titres, et en considération de son épée, le meilleur « de son droit, il vous demande par ce placet le bà- « ton de général du territoire d'Archidona. »


LE ROI

Vos raisons maintenant.


BUSTO

Je n'ai ici aucun genre de services à alléguer qui autorise soit une faveur, soit une demande. Je pourrais rappeler les titres de gloire de mes aïeux, tant de places forcées, tant d'étendards conquis. Mais, sire, mes aïeux ont reçu leur récompense; s'ils ont rendu des services, ce n'est pas moi qui dois en recueillir le fruit. La justice, pour mériter ce nom, veut être bien réglée : c'est une grâce divine que Dieu tient suspendue à un cheveu. La justice demande que cette charge appartienne à l'un de ces deux prétendants. Me l'accorder à moi, sire, serait commettre une injustice. Qu'ai-je fait pour le roi, ici, à Séville? J'ai été simple soldat en temps de guerre, en temps de paix, regidor. Faut-il dire la vérité ? Fernand Pérez de Medina mérite l'emploi en question. Par son âge, il est à sa place sur la frontière. Don Gonzalo est jeune, vaillant, né à Cordoue : il peut être nommé adalid.


LE ROI

Qu'il soit fait à votre volonté.


BUSTO

D'accord avec la raison et la justice, je ne demande qu'une chose : donner aux serviteurs de l'État la récompense de leurs services.


LE ROI

Assez; car j'éprouve quelque confusion à ouïr ces conseils excellents.


BUSTO

Je vous présente le miroir de la vérité. Regardez dedans.


LE ROI

Vous êtes un noble chevalier. Je veux vous avoir près de moi. Désormais, vous serez de ma chambre, et habiterez le palais. — Ètes-vous marié?


BUSTO

Sire, je vis auprès de ma sœur. J'ai voulu lui donner un époux avant de me marier moi-même.


LE ROI

Je me chargerai de ce soin. Elle s'appelle.....


BUSTO

Doña Estrella.


LE ROI

Elle est belle, j'en suis sûr, et je ne saurais offrir à une étoile d'autre époux que le soleil.


BUSTO

Pour mon Estelle, seigneur, je ne demande qu'un homme; car ce n'est pas une étoile du ciel.


LE ROI

Je veux la marier à un homme qui soit digne d'elle.


BUSTO

Que je vous baise les pieds !


LE ROI

Elle aura un mari digne de sa compagne. Informez votre sœur que cet hymen aura lieu sous mes auspices, et que je prétends la doter.


BUSTO

Je voudrais maintenant savoir dans quel but Votre Altesse m'a fait appeler : je n'étais pas sans inquiétude.


LE ROI

C'est juste; je vous ai mandé, Tabera, pour une affaire qui concerne Séville, et j'ai voulu vous entretenir avant de vous en parler. Mais, la paix nous laisse des loisirs : nous en reparlerons. A partir d'aujourd'hui, vous êtes gentilhomme de ma chambre, et officier du palais. Allez avec Dieu.


BUSTO

Que fembrasse vos pieds !


LE ROI

Non, voici mes deux bras, regidor.


BUSTO

Tant de faveur me confond.

(A part.)
Je ne m'y fie point. M'embrasser, prétendre m'élever en dignité sans me connaître... Tout cela, mon honneur, me semble moins faveur que corruption.


(I1 sort.)

LE ROI

Le personnage a de la tête : il est aussi sensé que délicat.


DON ARIAS

Ces prétendus délicats me font pitié. Combien en avons-nous vus qui n'attendaient que l'occasion. Loin de l'occasion, tous parlent de cette manière; mais leur langage change suivant les rencontres. Tel fait parler de lui aujourd'hui, qui hier médisait d'un autre. L'occasion L'a plié sous la même loi ! Tabera met son honneur dans un plateau; de l'autre vous n'avez qu'à placer vos grâces, vos faveurs, votre intimité, vos caresses.


LE ROI

Je verrai sous un déguisement cette femme chez elle. — Allons ! et dise la Castille ce qu'elle voudra, roi aveuglé, je m'abandonne à suivre l'Étoile de Séville.


(Ils sortent.)
SCÈNE V
Salon dans la maison de Busto Tabera. DON SANCHE, ESTELLE, MATHILDE, CLARINDO.

DON SANCHE

Ange de ma vie, quand serai-je ton époux? Quand verrai-je la fin de nos communes tristesses? O soleil de mon âme, quand de douces paroles sorties de ces lèvres de corail, ouvrage de l'amour, changeront-elles en perles pour enchâsser nos âmes la blanche rosée qui coule de mes yeux ?


ESTELLE

Si le temps marchait au gré de mes désirs, il devancerait du soleil les pas gigantesques. Séville célébrerait mes doux emplois, et ton amante fortunée cesserait de porter envie à la douce et tendre tourterelle, qui fait son nid dans le creux d'un arbre avec de doux roucoulements.


DON SANCHE

Ah ! comme ma vie te remercie de ces souhaits ! — Mon âme ambitionne les plus hauts trophées de la renommée pour les déposer à tes pieds.


ESTELLE

Et moi j'y joins ma vie à jamais unie à la tienne.


DON SANCHE

Ah ! touchante Estelle, brillante de feux, revêtue de lumière!


ESTELLE

Ah ! mon tendre ennemi !


DON SANCHE

Oh ! ma conquête ! O personne sacrée ! pôle de mes yeux troublés et ravis !


CLARINDO

(A Mathilde.)

Pourquoi , à l'instar de nos maîtres, ne pas émettre de tendres interjections, non moins fines et délicates que toile de Cambrai ou de Hollande ?


DON SANCHE

Veux-tu bien te taire ?


CLARINDO

Je suis muet.

(Bas à Mathilde.)
Ah ! petite mulette gentille, désespoir de moi, ton amant !


MATHILDE

Ah! gentil laquais, qui fais des vers avec accompagnement de l'étrille.


CLARINDO

Ah ! ma joie !


MATHILDE

Ah ! mortel heureux !


CLARINDO

Jamais lépreux ne fit tant de ah !


DON SANCHE

Enfin, que dit ton frère?


ESTELLE

Qu'une fois les actes passés rien ne s'opposera au mariage; mais il demande quelques jours de délai pour prendre ses mesures.


DON SANCHE

Il veut que mon amour ait un dénoûment funeste, s'il le met aux prises avec le temps. Je voudrais que le mariage eût lieu aujourd'hui. Chaque jour peut apporter mille contrariétés.


ESTELLE

Si le délai se prolonge, parle à mon frère.


DON SANCHE

Je lui parlerai; je meurs de ces délais qu'il impose à mon amour.


CLARINDO

J'aperçois Busto Tabera.


(Entre Busto.)

BUSTO

Sanche... mon ami!...


ESTELLE

Dieux ! Que signifie ?...


DON SANCHE

Cet air chagrin Vous?


BUSTO

A un mélange de joie et de tristesse je dois cet aspect soucieux. Rentre un moment, Estelle.


ESTELLE

Dieu me soit en aide 1 Je meurs pour avoir attendu.


(Elle sort avec Mathilde.)

BUSTO

Sancho Ortiz de las Roelas !...


DON SANCHE

Je ne suis plus votre beau-frère ?...


BUSTO

Un cheval emporté me fait courir sans éperons. — Sachez que le roi m'a fait appeler, sans que je susse, vrai Dieu, pourquoi. Pressé de questions, il ne s'est pas expliqué. Il voulait me donner le commandement d'Archidona, que je ne demandais point. Voyant ma résistance, il m'a retiré le royal insigne, et a fini par me nommer


DON SANCHE

Poursuivez; il n'y a lieu en tout cela qu'à se réjouir; mais, la tristesse, venons aux motifs de tristesse.


BUSTO

Il m'a nommé gentilhomme de sa chambre.


DON SANCHE

C'est encore du bon.


BUSTO

J'arrive au mauvais.


DON SANCHE

(A part.)

Je sens qu'il va m'en coûter quelque chose.


BUSTO

Il m'a prié de ne pas marier Estelle; que ce soin le regardait; qu'il se chargeait de la doter, à mon défaut, et voulait lui donner un époux de son choix.


DON SANCHE

Tu disais tout à l'heure que tu étais heureux et triste; moi seul je suis malheureux, puisque tu obtiens les grâces, et que je ne recueille que les chagrins. Que parles-tu d'ennuis, quand tu ne dois songer qu'au bonheur? Gentilhomme du roi et voir sa sœur bien mariée... On serait heureux à moins. Mais tu as été infidèle à la loi de l'amitié, qui t'ordonnait de dire que ta sœur était déjà promise.


BUSTO

Tout cela était si étrange, ma tête si troublée, que je n'ai pas songé à le dire.


DON SANCHE

Ainsi, il n'est plus question de mon mariage.


BUSTO

Je cours informer le roi que l'accord est fait, le contrat passé; ton mariage tiendra, car le roi ne peut donner l'exemple de la violation de la justice.


DON SANCHE

Si le roi prétend y manquer, qui pourra le retenir, surtout s'il y trouve son intérêt ou son plaisir ?


BUSTO

Je lui parlerai, et vous ensuite, puisque dans mon trouble je ne l'ai pas informé de nos conventions.


DON SANCHE

Je voudrais être mort. Ah! que j'avais raison de dire qu'il n'est pas dans la vie un moment de sécurité ! que les chagrins, la tristesse, obscurcissent toutes nos joies. Si le roi veut faire violence à la loi...


BUSTO

Sancho Ortiz, le roi est le roi : se taire et prendre patience.


(Il sort.)

DON SANCHE

En si triste occurrence, comment se résigner à souffrir et se taire? Tyran, qui es venu troubler les douceurs de mon hymen, puisses-tu ne pas jouir du trône de Gastille avec les applaudissements de Séville. De don Sanche le brave lu mérites bien le nom; je te reconnais à l'œuvre, car c'est ta dureté qui t'a fait nommer ainsi. Mais, Dieu est grand; quittons Séville, allons à Gibraltar pour y laisser la vie dans les périls du siège.


CLARINDO

Sans y aller, tenons-la pour perdue.


DON SANCHE

Estelle, si belle ! Comment, aimé de toi, puis-je avoir une si mauvaise étoile? Ah ! qu'elle est rigoureuse, que les effets en sont cruels !


CLARINDO

Pour cet astre si beau, nous finissons comme des œufs au beurre noir : mieux vaudrait en omelette.


SCÈNE VI
Une rue de Séville, avec la maison de Busto Tabera.
LE ROI, DON ARIAS, gens de la suite.

LE ROI

Dites que j'attends.


DON ARIAS

Sire, on le sait, et Busto Tabera descend à la porte pour vous recevoir.


(Entre Busto.)

BUSTO

Quelle faveur! Quelle grâce ! Chez moi Votre Majesté!


LE ROI

Je me promène ainsi embossé pour avoir le plaisir d'examiner Séville. On m'a dit en passant que c'était là votre maison. J'ai eu fantaisie de la voir. On la dit extrêmement belle.


BUSTO

C'est la maison d'un simple écuyer.


LE ROI

Voyons.


BUSTO

Ma maison, conforme à mon rang, est trop petite pour le vôtre; un si grand personnage y serait à l'étroit, et il y aura du scandale dans Séville, quand on saura que vous êtes venu me voir.


LE ROI

Ce n'est pas pour votre maison, c'est pour vous, Busto, queje viens.


BUSTO

Je sens le prix d'une telle faveur, grand prince ; mais, s'il est vrai que vous veniez ici pour moi, mon devoir est de ne pas le souffrir. Si le roi vient visiter son vassal, il y aurait peu de courtoisie à ce dernier de le permettre. Je suis votre serviteur et sujet, et vous prétendez m'honorer : il est plus naturel que j'aille vous voir en votre Alcázar. D'ailleurs, les faveurs deviennent aisément un affront, surtout si le soupçon vient s'y mêler.


LE ROI

Le soupçon ? Eh! de quoi ?


BUSTO

On dira, bien que le contraire soit vrai, que vous êtes venu pour voir ma sœur, ce qui peut devenir une offense à sa réputation. L'honneur est un pur cristal : un souffle suffit à le ternir.


LE ROI

Puisque me voilà, je voudrais vous entretenir d'une affaire. Entrons.


BUSTO

Vous m'en parlerez, s'il vous plaît, en chemin : mon appartement est en désordre.


LE ROI

à part à don Arias

Il n'est pas facile.


DON ARIAS

de même

N'importe! emmenez-le. Je vais rester avec Estelle, et je lui parlerai en votre nom.


LE ROI

Parle bas; il pourrait t'entendre ; et le pauvre sot met tout son honneur dans ses oreilles.


DON ARIAS

L'or les fera céder.


LE ROI

haut

C'est bien; je ne voudrais pas visiter voire demeure malgré vous.


BUSTO

Au mariage de doña Estrella Votre Majesté la verra dans la tenue qu'elle doit avoir.


DON ARIAS

Holà! les voitures.


LE ROI

Busto, vous prendrez une portière.


BUSTO

J'irai à pied, avec votre permission.


LE ROI

La voiture est à moi, et j'en dispose.


DON ARIAS

Le carrosse attend.


LE ROI

A l'Alcazar.


BUSTO

à part

Voilà bien des grâces. Le roi me comble de ses faveurs, plaise à Dieu que ce soit pour mon bien.


SCÈNE VII
Salon dans la maison de Busto.
ESTELLE, MATHILDE.

ESTELLE

Que dis-tu là, Mathilde?


MATHILDE

C'était le roi, Madame.


(Entre don Arias.)

DON ARIAS

Oui, c'était lui ; est-il étonnant que les Rois se laissent guider par une étoile? Il venait en ces lieux qui recèlent tant de charmes; car, s'il est roi de Castille, vous êtes reine de la beauté. Le roi don Sonche que sa bravoure invincible a fait surnommer le Brave, aperçut cette beauté divine à un balcon, rival des palais de l'Aurore, lorsque, parmi les roses et les lis, le chant matinal des oiseaux l'éveille encore endormie, et que, pleurant son repos, elle verse des grappes de perles. Il m'a ordonne de t' offrir les richesses de la Castille, bien que, pour tant de grâces, ce soit peu que ces richesses. Sois favorable à ses vœux. Si tu les écoutes, si tu les couronnes, tu seras le soleil de Séville, toi qui en as été jusqu'ici l'Étoile. Il te donnera villes et châteaux qui grandiron t ta famille; il te donnera pour époux un de ses riches hommes, dont l'alliance couronnera la gloire de tes aïeux, et ajoutera un lustre nouveau au bla- son des Tabera. — Que réponds-tu?


ESTELLE

Ce que je réponds? Regarde.

(Elle lui tourne le dos).
A ton impudent message, je n'ai de réponse que le mépris.


(Elle sort.)

DON ARIAS

Généreux couple, ma foi! La sœur vaut le frère, et mon admiration dure encore... La grandeur romaine revit en eux dans Séville. Il semble impossible que le roi puisse en venir à bout; mais, pouvoir et persévérance brisent les rochers, tranchent les montagnes. Si je parlais à cette suivante?... Les présents sont la porte qui mène à la conquête des Lucrèces et des Porcies.


DON ARIAS

à Mathilde

Tu appartiens à cette maison.


MATHILDE

J'y appartiens, mais par force.


DON ARIAS

Gomment, par force ?


MATHILDE

Je suis esclave.


DON ARIAS

Esclave ?


MATHILDE

Et exposée à la mort, à la prison perpétuelle, si je n'obtiens ma liberté.


DON ARIAS

Je ferai que le roi te délivre, qu'il t'accorde mille ducats de rente et la liberté, si tu veux t'employer pour lui.


MATHILDE

Au prix de l'or et de la liberté, il n'est pas de méfait que je ne puisse entreprendre. Que faut-il faire ? Parle : je m'y emploierai de mon mieux.


DON ARIAS

Il s'agit de fournir au roi le moyen de pé- nétrer cette nuit dans la maison.


MATHILDE

Toutes les portes en seront ouvertes, à condition que tu remplisses ta promesse.


DON ARIAS

Un rescrit du roi, signé de sa main, té sera remis avant son entrée.


MATHILDE

Alors, je suis prête à le mettre dans le lit d'Estelle cette nuit.


DON ARIAS

A quelle heure se couche Tabera?


mathilde

Il rentre à l'aube, et court d'ordinaire toute la nuit. Ce genre de vie se paye quelquefois cher.


don arias

A quelle heure penses-tu que doive se présenter le roi ?


mathilde

Qu'il vienne à onze heures : Estelle sera déjà couchée.


don arias

Prends cette émeraude comme gage des faveurs qui t'attendent.


SCÈNE VIII
Salon de l'Alcázar.
DON INIGO OSORIO, BUSTO, DON MANUEL, ce dernier portant des clefs dorées.

don manuel

à Busto

Que Votre Seigneurie reçoive cette clef qui lui ouvre la chambre, et qu'elle prenne possession de sa nouvelle dignité.


BUSTO

Je voudrais pouvoir payer à Sa Majesté la fa- veur dont elle m'honore sans l'avoir méritée.


DON INIGO

Vous méritez davantage; et, soyez-en sûr, le roi sait ce qu'il fait.


BUSTO

La clef qu'il me donne m'ouvre la porte de son ciel : mais la terre menace mon élévation. Ces faveurs inespérées sont trop soudaines : je redoute quelque changement dans leur auteur.


(Entre don Arias.)

DON ARIAS

Vous pouvez vous retirer, Messieurs. Le roi veut écrire.


don manuel

Voyons alors comment nous pourrions nous divertir cette nuit.


(Ils sortent tous trois.)
(Entre le roi.)

LE ROI

Tu dis que cette nuit je jouirai de ses beaux yeux, don Arias?


DON ARIAS

La petite esclave est à vos ordres.


LE ROI

La Castille lui doit une statue.


DON ARIAS

Il faut rédiger le rescrit.


LE ROI

Donnes-y ordre, don Arias. Je n'hésiterai pas à le signer, poussé que je suis par mon amour.


DON ARIAS

Foi de gentilhomme ! la petite esclave est bien complaisante.


LE ROI

Elle me donne le soleil du firmament, en la personne de l'Etoile de Séville.


FIN DE LA PREMIÈRE JOURNÉE
DEUXIÈME JOURNÉE
SCÈNE I
Une rue de Séville.
LE ROI, DON ARIAS, MATHILDE, à la porte de la maison de don Busto.

MATHILDE

Mieux vaut qu'il soit seul. Tout repose dans la maison.


DON ARIAS

Et Estelle?


MATHILDE

Elle dort, et la chambre où elle repose est sans lumière.


LE ROI

à Mathilde

Bien qu'il suffit de ma parole, voici néanmoins le papier qui contient ta liberté. Je donneiai à Busto une autre esclave.


DON ARIAS

Ce papier te confirme la rente et les ducats.


MATHILDE

Que j'embrasse vos pieds!


DON ARIAS

bas au roi

Voilà ce que peut l'intérêt. Elles sont toutes les mêmes.


LE ROI

La belle chose que d'être roi!


DON ARIAS

Pas de résistance possible.


LE ROI

Donc, je vais monter seul, pour plus de sûreté.


DON ARIAS

Vous aventurer seul en ce moment?


LE ROI

Dis-moi un peu quel risque je cours : Ne vais-je pas avec moi-même? Laisse-moi.


DON ARIAS

Où irai-je attendre?


LE ROI

A quelque distance de la rue, de maniere à nous retrouver aisément.


DON ARIAS

J'entrerai à Saint-Marc.


(Il sort.)

LE ROI

à Mathilde

A quelle heure rentrera Busto?


MATHILDE

Il rentre au moment où le ramage des oiseaux salue l'aube. La porte demeure ouverte jusqu'à sa rentrée.


LE ROI

L'amour m'anime à tenter l'entreprise.


MATHILDE

Que Votre Majesté me suive, le corridor est obscur.


(Ils sortent.)
(Entrent don Manuel, Busto, don Iñigo )

BUSTO

Voici ma maison.


DON INIGO

Adieu.


BUSTO

C'est encore de bonne heure pour moi.


don manuel

N'allez pas plus loin. Nous avons tous deux certaine visite à faire.


BUSTO

A merveille. Comment trouvez-vous Féliciana?


don manuel

Nous en parlerons demain au palais, la personne en vaut la peine.


(Sortent don Manuel et don Iñigo.)

BUSTO

Je vais me coucher de bonne heure.

(Levant les yeux sur le portail de sa maison)
. De la lumière nulle part?... Viendra-t-il un page? Holà! Lujan, Osorio, Juanico, Andres ! . . . — Tous endormis, — Justa ! Inès ! . . . Endormies pareillement. — Mathilde!... L'esclave elle-même dort. Le sommeil est un dieu; il règne en maître sur nos sens.


(Il entre.)
SCÈNE II
Salle dans la maison de Busto.
LE ROI, MATHILDE et puis BUSTO.

MATHILDE

C'est lui, je crois, c'est mon maître qui appelle. Je suis perdue!


LE ROI

Tu disais qu'il ne rentrait qu'au point du jour.


MATHILDE

Mon malheur le veut ainsi.


(Entre Busto. — Le roi s'embosse dans son manteau.)

BUSTO

Mathilde?...


MATHILDE

E Ah! ciel ! Je m'enfuis.


LE ROI

à voix basse

Ne crains rien.


(Mathilde s'enfuit.)

BUSTO

Qui va là?


LE ROI

Un homme.


BUSTO

Un homme à cette heure, chez moi! Son nom!


LE ROI

Arrière!


BUSTO

Vous n'êtes guère poli. — Si cet homme veut passer, il passera par la pointe de cette épée. Encore que cette maison soit sainte, je prétends la profaner.


LE ROI

Éloignez votre épée.


BUSTO

Mon épée! l'écarter... quand l'appartement de ma sœur est insulté de la sorte! Dites votre nom, ou vous êtes mort.


LE ROI

Je suis un personnage de conséquence. Laissez-moi.


BUSTO

Je suis chez moi. C'est à moi de commander ici.


LE ROI

Laissez-moi passer, vous dis-je? Je suis gentilhomme. Je me suis introduit chez vous, il est vrai; mais, loin de vouloir porter atteinte à votre honneur, je prétends l'accroître.


BUSTO

La façon en est singulière.


LE ROI

Cela me regarde.


BUSTO

Non, plutôt avec cette épée. Vous parlez d'honneur, pourquoi alors ce manteau relevé jusqu'aux yeux? C'est pour mon honneur que vous vous cachez? Pour mon honneur que vous dissimulez votre visage? Votre .embarras trahit la vérité. Qui veut honorer quelqu'un ne médite pas contre lui un affront. — L'épée à la main, vive Dieu! ou je vous tue!


LE ROI

ci part

Le niais! me pousser à bout!


BUSTO

Je vous tue ici môme! ou vous me tuerez.


LE ROI

Arrêtez... Je suis le roi.


BUSTO

Mensonge! Le roi, vouloir ma honte I Seul ici, sans suite! Impossible. — Vous insultez, maraud, Sa Majesté, en lui imputant une pensée qui serait le dernier des opprobres. Le roi, porter l'outrage à son vassal! Ma fureur augmente... Tu mourras. J'oublie mon affront devant celui que tu fais à la majesté royale. Ignores-tu le châtiment qu'imposent les lois divines et humaines à quiconque imagine ou soupçonne des actions indignes d'un roi?


LE ROI

à part

Quelle étrange obstination!

(Haut.)
Je suis le roi, je le répète.


BUSTO

Je n'en crois rien! Ici le nom de roi est en contradiction avec les actes. Le roi est la source de l'honneur, et c'est mon déshonneur que tu cherches.


LE ROI

à part

J'ai affaire à un maladroit sans cour- toisie. A quoi me résoudre?


BUSTO

à part

L'homme au manteau est le roi, je n'en puis douter. Je vais le laisser passer, et m'assurer vile s'il m'a fait outrage. La colère, la fureur se disputent mon âme. L'honneur serait donc comme une pension, une rente, soumis aux caprices du pouvoir.

(Haut)
. Passez donc, qui que vous soyez; et une autre fois respectez davantage le roi ! Surtout, drôle, ne dites pas que vous êtes le roi, quand vous aurez à rougir de vos actes. Toutefois, le vassal est tenu de respecter la royauté, même dans le nom.


LE ROI

C'en est trop! J'étouffe de honte et de colère. — Imbécile! tu me laisses aller, dis-tu, parce que je me donne pour le roi? Eh bien, apprends, puisque j'ai dit que je l'étais, que je ne veux sortir que de cette manière.

(Il tire son épée.)
Si j'obtiens ma liberté pour avoir pris le nom du roi, si tu en respectes le nom, je veux justifier ce respect, et me montrer roi par mes œuvres. Meurs, traître! Le titre de roi anime mon courage. C'est par lui que tu vas périr!


BUSTO

Je ne reconnais d'autre souverain que mon honneur.


(Ils se "battent. — Au bruit des épées, des valets accourent avec des flambeaux, suivis de Mathilde.)

LES VALETS

Quel est ce bruit? le roi. — Fuyons avant d'être reconnu. Le traître m'a offensé, mais qu'il redoute ma vengeance. un valet. — L'auteur de ton affront s'est enfui. busto. — Gourez; châtiez-le! — Non, restez; il faut faire un pont d'or à l'ennemi. Donnez un flambeau à Mathilde, et vous, qu'on se retire.


(Les valets obéissent, après avoir remis le flambeau.)
SCÈNE III
BUSTO, MATHILDE.

BUSTO

à part

Voici celle qui me vend. Honteuse, elle baisse la tête. Un bon mensonge va me faire connaître la vérité. (Haut.) Mets le verrou à celte porte. — Le roi m'a tout conté. Prépare-loi à mourir.


MATHILDE

à part

Si le roi n'a pas gardé le secret, comment, dans ma malheureuse condition, le garderaisje?

(Haut.)
Maître, tout ce que t'a dit le roi est la vérité.


BUSTO

à part

Je sais maintenant quel genre d'atteinte a souffert mon honneur.

(Haut.)
C'est donc toi qui lui as ouvert.


MATHILDE

Il m'a promis la liberté, et sur celte pro- messe je l'ai introduit jusqu'en ces lieux.


BUSTO

Et Estelle? En sait-elle quelque chose?


MATHILDE

Elle m'aurait sûrement incendiée de ses l'ayons, si elle avait seulement soupçonné cet accord.


BUSTO

Je le crois; car, si elle ternissait sa lumière, elle ne serait plus Estelle.


MATHILDE

Son éclat ne saurait admettre ni ombre, ni éclipse. Sa lumière est aussi brillante, aussi pure que celle du soleil. — Le roi vint à l'appartement, et, à peine était-il entré en me remettant ce papier, que tu arrivais toi-même.


BUSTO

Comment? Le roi t'a remis un papier?


MATHILDE

La promesse de mille ducats de rente et la liberté.


BUSTO

à part

Grande faveur, payée au prix de mon honneur. Plût à Dieu qu'elle pût mentir!

(Haut.)
Viens, suis-moi.


MATHILDE

Où me conduisez-vous?


BUSTO

Chez le roi : il faut qu'il te voie. C'est la loi, et c'est mon devoir.


MATHILDE

Ah! malheureuse esclave!


BUSTO

Si le roi a prétendu la ternir, l'Espagne parlera longtemps de L'Etoile de Séville.


SCÈNE IV
Une rue qui mène au palais.
LE ROI, DON ARIAS.

LE ROI

Tu as entendu la conclusion de l'aventure.


DON ARIAS

Vous avez voulu entrer seul.


LE ROI

Il a été à la fois si maladroit et si hardi, que c'est moi, ami, qui ai reçu l'affront. Il m'a tenu au bout de son épée avec des mots à double entente. Je me suis longtemps contenu; mais enfin les mouvements naturels au cœur de l'homme m'ont fait perdre le sang-froid que je devais à ma dignité. Je fonds sur lui. Mais des valets sont arrivés avec des flambeaux, et tout allait se découvrir, si je n'avais tourné le dos, craignant d'être reconnu. Je n'ai pas été suivi. — Voilà, don Arias, la façon dont j'ai été traité par Busto Tabera.


DON ARIAS

Qu'il paye de sa mort votre ennui. Il vous faut sa tête. Que le soleil levant éclaire un châtiment juste, puisque dans l'univers espagnol il n'est d'autre loi que votre bon plaisir.


LE ROI

Un supplice public! Ce serait, don Arias, une grande faute.


DON ARIAS

Un prétexte est aisé à trouver. Il est regidor de Séville; et, le plus sage, le plus prudent des hommes peut tomber en quelque délit, poussé par l'orgueil ambitieux du pouvoir.


LE ROI

Il a tant de mesure, de retenue, qu'il ne saurait se compromettre.


DON ARIAS

Alors, sire, faites-le tuer en secret.


LE ROI

A la bonne heure! Mais, sur qui s'en reposer?


DON ARIAS

Sur moi.


LE ROI

Je ne veux pas te compromettre.


DON ARIAS

Eh bien, je veux vous donner un homme aussi vaillant que noble soldat et insigne chevalier. Plus d'une fois il a fait trembler le More sur l'orgueilleux rocher de Gibraltar, où il commandait, toujours invincible. Nul ne passe pour plus brave, ni plus audacieux dans Séville. C'est le phénix de nos guerriers.


LE ROI

Son nom, quel est-il?


DON ARIAS

Sancho Orliz de las Roelas, Surnommé le Cid d'Andalousie.


LE ROI

Le jour va naître. Fais-moi venir cet homme sur-le-champ.


DON ARIAS

Venez vous coucher.


LE ROI

Quel repos, Arias, peut espérer quelqu'un qui aime et qui a reçu un affront? Sans perdre un moment, fais-moi venir cet homme.


DON ARIAS

Sur l'Alcázar je vois quelque chose qui se balance au vent.


LE ROI

Quelque chose, dis-tu? Que peut être cela?


DON ARIAS

Il doit y avoir un motif.


LE ROI

Regarde ce que c'est.


DON ARIAS

C'est le corps de la petite esclave, avec le papier dans ses mains.


LE ROI

Quelle barbarie!


DON ARIAS

Quelle pitié!


LE ROI

Je tue le frère et la sœur, si Séville bouge.


DON ARIAS

Ordonnez vite d'enlever ce cadavre, et faites-lui donner en secret une honorable sépulture. Manquer a ce point de respect! Tabera, tu mourras.


SCÈNE V
Une chambre dans la maison de Busto.
BUSTO, ESTELLE.

ESTELLE

Qu'y a-t-il ?


BUSTO

Il faut te lever.


ESTELLE

A peine le soleil endormi quitte les balcons de l'Aurore, en semant sur ses pas les saphirs, et seul, plein de trouble, affligé, tu m'obliges à quitter ma couche! Dis, s'est-il passé quelque chose de mauvais où je sois complice?


BUSTO

C'est à toi de le dire.


ESTELLE

A moi? Que dis-tu? Es-tu fou? es-tu toimême? — Moi, un délit? mais, il me semble que c'est à toi qu'il faut l'imputer : car, ta seule question est une offense. Neme connais-tu pas? Ignores-tu quelle je suis? Vis-tu jamais dans ma bouche des paroles peu d'accord avec l'honneur qui est ma règle? Et si tu n'as jamais rien vu qui te puisse induire en soupçon, que me parles-tu de délit?


BUSTO

Ce n'est pas sans motif que j'en parle.


ESTELLE

Sans motif?


BUSTO

Ah! Estelle, ici, cette nuit...


ESTELLE

Achève; si tu me trouves coupable, je m'offre moi-même au châtiment. — Que s'est-il passé ici cette nuit ?


BUSTO

Le cours des astres indiquait à peine le milieu de la nuit, lorsque, rentrant chez moi, j'ai trouvé le roi seul, embossé dans son manteau, non loin de ta propre chambre.


ESTELLE

Qu' as-tu dit?


BUSTO

La vérité! — Demande-toi, ma sœur, ce qui pouvait attirer dans ma maison le roi, seul, à pareille heure, sinon Estelle... Mathilde était avec lui : elle s'enfuit au bruit de mes pas... Dès lors, mon honneur a compris. Je tire mon épée. — Qui va là? dis-je. Il me répond : un homme. — Je fonds sur lui. Il m'évite, et me déclare, Estelle, qu'il est le roi. Je l'avais déjà reconnu, et cette découverte m'avait complètement bouleversé. Quel moment! Quel supplice! Lui, cependant, furieux de se sentir offensé, m'attaque à son tour avec vigueur. Mes pages arrivent avec des flambeaux. Le roi se dérobe en tournant le dos, et sort sans être reconnu. Je pressai l'esclave de me dire la vérité, et elle me l'avoua sans qu'il fût besoin de menaces. Elle tenait un papier signé du roi, qui lui accordait la liberté : première pièce du dossier qui doit mettre en lumière son attentat. Je la chasse aussitôt, de peur que son haleine ne répande des germes de déshonneur dans cette noble maison; mais je la rejoins à la porte. Je la saisis, et la chargeant sur mes épaules, je me dirige à grands pas vers l' Alcázar, et en punition de son méfait, je la pends à la grille des fenêtres. Je veux que le roi apprenne -qu'il existe des Brutus, capables de châtier les Tarquins. — Maintenant, tu sais tout. Notre honneur, Estelle, est en péril. Contraint de fuir, je dois te donner un époux. Sancho Ortiz sera le tien. Son courage te mettra à l'abri de la colère du roi, et je puis partir en sécurité.


ESTELLE

Ah Busto! que je baise ta main pour le service immense que tu m'as rendu.


BUSTO

Aujourd'hui même tu seras son épouse ; prépare tout pour cela. En attendant, discrétion et silence; mon honneur le veut ainsi.


(Il sort.)

ESTELLE

O amour! ô bonheur! tu es à moi maintenant, tu ne peux m'échapper. Et, cependant, qui peut prédire la fin du commencement, s'il est vrai qu'entre la coupe et les lèvres un sage craignit le péril.


SCÈNE VI
Salon de l' Alcázar.
LE ROI, tenant à la main deux papiers, DON ARIAS.

DON ARIAS

Sancho Ortiz est dans l'antichambre, qui attend les ordres de Votre Majesté.


LE ROI

à part

Tout est embûches en amour. Néanmoins, je me sens ému de pitié. Sous ce pli cacheté j'indique le nom du traître, et demande sa mort. Je déclare, dans cet autre, que c'est moi qui ai donné l'ordre de le tuer. La responsabilité du meurtrier est ainsi à couvert.

(Haut.)
Fais-le entrer, et demeure à la porte, après avoir mis le verrou.


DON ARIAS

A la porte?


LE ROI

Oui; je veux qu'il croie que l'affaire n'est connue que de moi. -Ma soif de vengeance me paraît ainsi mieux assurée.


DON ARIAS

Je vais l'appeler.


LE ROI

à part

Amour, je crains de ne pas t'élever ici un glorieux trophée.


(Entre don Sanche.)

DON SANCHE

Que Votre Majesté fasse à mes lèvres la faveur de lui baiser les pieds.


LE ROI

Levez-vous; ce serait vous 'humilier. Levezvous.


DON SANCHE

Mon seigneur...


LE ROI

à part

Il a bon air.


DON SANCHE

Ne vous étonnez pas, sire, de mon trouble. Dépourvu de rhétorique, et n'étant pas orateur...


LE ROI

Expliquez-vous. Que remarquez-vous en moi?


DON SANCHE

La Valeur unie à la majesté. Je vois en vous une image de Dieu : le roi n'est-il pas son représentant sur la terre? Je crois en vous comme en Dieu même. Mon redouté seigneur, je suis aux ordres de Votre Majesté.


LE ROI

Êtes-vous remis?


DON SANCHE

Jamais je ne me vis si honoré que je le suis aujourd'hui.


LE ROI

Je vous aime et vous suis attaché à raison de votre mérite. Et comme vous devez avoir quelque souci de savoir dans quel but je vous ai mandé, je vais vous le dire, et m' assurer que j'ai en vous un bon serviteur. — Mon intérêt commande le meurtre d'un homme, et veut que ce meurtre soit secret. Je vous ai choisi pour cette mission.


DON SANCHE

Cet homme est-il coupable?


LE ROI

Il est coupable.


DON SANCHE

S'il est coupable, pourquoi ce mystère ? Vos juges peuvent ordonner son exécution en public. Le faire tuer en secret, c'est vous accuser vous-même, c'est donner à entendre que vous voulez la mort d'un innocent. Si cet homme n'a commis qu'une faute légère, seigneur, je vous demande sa grâce.


LE ROI

Sancho Ortiz, je vous ai mandé non pour être son avocat, mais pour lui donner la mort. Quand j'ordonne que cet homme meure d'Un coup assuré mais secret, c'est que le secret importe à mon honneur. Croyez vous qu'il mérite la mort, le criminel de lèse-majesté ?


DON SANCHE

La mort sur le bûcher.


LE ROI

Eh bien ! le crime de lèse-majesté est celui de cet homme.


DON SANCHE

Sire, c'est moi maintenant qui vous demande sa mort. S'il en est ainsi, fût-il mon propre frère, j'obéirai ; je n'hésite plus.


LE ROI

Votre parole et votre main.


DON SANCHE

donnant sa main

Et avec elle mon âme et ma foi.


LE ROI

On le rencontre à l'écart, et ori le dépèche.


DON SANCHE

Sire, je suis soldat, je m'appelle Roelas. A moi une trahison! à moi un guet-apens ! Non, corps pour corps, sur la place, dans la rue, aux yeux de tout Séville. Tuer un homme sans danger pour soi-même est une tache qui ne se lave point, et la victime d'une trahison gagne plus à mourir que le traître.


le roi

Comme il vous plaira. Voici un papier qui dégage expressément votre responsabilité.

(Il lui remet le papier.)
Lisez.


DON SANCHE

lisant

« Sancho Ortiz, je vous charge, pour moi et en mon nom , de donner la mort à l'homme désigné dans ce papier. Je me porte fort pour vous, et si vous êtes inquiété de quelque manière, je vous promets, par ces présentes, de vous couvrir de ma protection : MOI, le ROI. »


DON SANCHE

Comment Votre Majesté paraît-elle si peu me connaître? A moi, un papier, un engagement écrit ? — Non. Ici ma loyauté se fie en vous plus qu'en tous les papiers. Si l'effet de vos paroles est tel qu'il opère sur les montagnes, s'il est aussi inévitable qu'assuré, en me donnant votre parole, seigneur, vous rendez tout papier inutile. Sans ce papier, l'homme désigné est plus sûr de périr qu'avec lui. Votre parole perd à un engagement par écrit. (Il le déchire.) Vous ne tarderez pas à être obéi. Je ne vous demande pour réponse que d'obtenir la main de la femme que j'aime.


LE ROI

Fût-elle la plus grande dame de Castille, je vous l'accorde.


DON SANCHE

Puisse l'Arabe s'humilier devant Votre Majesté ! Que la mer voie triompher sa royale et glorieuse bannière !


LE ROI

Sancho, vos vaillants exploits recevront leur récompense. — Cet autre papier vous dira le nom de l'homme qui doit périr.

(Il lui remet le papier.)
Ne soyez pas étonné en l'ouvrant. J'ai ouï dire qu'il est un des vail- lants de Séville.


DON SANCHE

C'est ce que nous allons voir.


LE ROI

Ce secret, Sancho, demeure entre nous deux. Je n'ai pas besoin d'en dire davantage. Vous m'entendez... Diligence et mystère.


(Le roi sort.)
SCÈNE VII
CLARINDO, DON SANCHE.

CLARINDO

Il me tardait de vous rencontrer ayant de si bonnes nouvelles à vous apprendre. Donnez-moi, sei- gneur, mes étrennes, quand vos vœux les plus chers sont couronnés.


DON SANCHE

Tu es de bonne humeur aujourd'hui !


CLARINDO

Comment? Le cœur ne vous dit rien.


(Il lui remet un billet.)

DON SANCHE

De qui vient ce papier?


CLARINDO

D'Estelle, que j'ai vue plus belle et plus brillante que le soleil. Elle m'a chargé de vous remettre ce billet, et de vous demander mes étrennes.


DON SANCHE

A propos de quoi ?


CLARINDO

De votre mariage qui va avoir lieu dans un moment.


DON SANCHE

Que dis-tu ? J'en mourrai de'joie. Estelle sera ma femme ! L'astre charmant qui annonce l'aurore va m'appartenir î — Rayons dorés du soleil, ne recélez que de la joie dans vos abîmes de lumière.

(Lisant.)
« Cher époux, il est venu le jour si désiré. Mon frère va te chercher pour me donner, à moi la vie, à toi la récompense. Les moments sont précieux. Ne tarde pas à le rejoindre, empresse-toi .de saisir l'occasion. Ton Estelle. » O miracle de beauté ! Quel bonheur sera le mien avec une telle Étoile. — Préviens mon majordome de l'heureux lien que je vais contracter. Qu'il dispose à l'instant les livrées de famille qui sont en réserve pour ces occasions. Je veux que mes pages ceignent leur tète de belles couronnes de plumes ; et toi, prends pour étrenne cette hyacinthe. Je te donnerais aussi bien le soleil, dût le soleil être la pierre de l'anneau.


CLARINDO

Vivez, Seigneur, plus longtemps que les rochers, enlacé comme le lierre à votre jeune épouse, et, pour dire davantage, puissiez-vous vivre et durer plus longtemps qu'un sot.


(Il sort.)

DON SANCHE

Allons à la recherche de Busto. Je meurs partagé entre la crainte et l'espérance. Dans mon anxiété, j'oubliais le roi. C'est mal. Ouvrons ce papier, et sachons qui doit périr.

(Lisant.)
« L'homme à qui vous devez donner la mort, s'appelle, don Sanche, — Busto Tabera. » Grand Dieu ! Et j'ai pu consentir!
(Amèrement, après une pause.)
— Toute cette vie n'est qu'un jeu embrouillé, où les atouts sont mêlés aux basses caries, une succession de bonheurs et de disgrâces. Je gagnais d'abord; puis le jeu s'est arrangé de manière à me donner la mort. — Ai-je bien lu?... Ah ! je n'aurais pu épeler ce nom fatal, s'il n'eût été tracé sur le papier t Voyons encore: « L'homme à qui vous devez donner la mort s'appelle, don Sanche, — Busto Tabera. » Je suis perdu ! Que faire ! J'ai donné ma parole au roi... et il me faut renoncer à la sœur... Sancho Ortiz, cela ne peut être; Busto vivra. — Mais faut-il que les désirs l'emportent sur l'honneur? meure donc Busto; qu'il meure ! – Arrête, main cruelle, et laisse, ah ! laisse vivre Busto !


Mais je suis infidèle à l'honneur, si j'écoute mon amour 1 . Hélas ! qui peut résister à sa tyrannie ? Mieux vaut mourir ou m' éloigner, de manière à continuer au roi mes ser- vices. Sauvons la vie à Busto. — Non, je veux obéir au roi : « L'homme à qui vous devez donner la mort s'appelle « Busto Tabera. »


Si c'était par amour pour Estelle que le roi le fît tuer... Oui, c'est par amour pour Estelle. Eh bien ! sa sœur ne le fera pas mourir. Je veux affronter le roi et le défendre. — Non, je suis chevalier, et ce n'est pas ce qui me plaît que je dois faire, c'est ce que je dois. Or, quel est ici mon devoir? D'obéir à mon premier engagement? Mais, il n'est pas de loi qui m'impose cette obligation. Si, cette loi existe. Le roi fût-il injuste, il n'a de compte à rendre qu'à Dieu. N'écoutons plus mon fol amour : quoi qu'il m'en coûte, mon devoir m'ordonne de soutenir la cause du roi.


SCÈNE VIII
Une rue.
BUSTO, DON SANCHE.

BUSTO

Heureux de vous avoir rencontré, beau-frère.


DON SANCHE

à part

Quelle affreuse disgrâce! Il me cherche pour me donner la vie, et moi pour le tuer!


BUSTO

Frère, voici venu le jour de votre hymen tant désiré.


DON SANCHE

à part

Dis plutôt le jour qui met le com- ble à ma misère. Dieu de bonté, qui se vit jamais en extrémité si cruelle? Ici même, je suis contraint de tuer l'homme que j'ai le plus chéri... Se résigner à perdre sa sœur... Ah! tout est fini pour moi!...


BUSTO

Vous êtes déjà par contrat marié à doña Estrella.


DON SANCHE

J'ai du me marier avec elle. Je la refuse, et retire ma parole aujourd'hui.


BUSTO

Ai-je bien entendu? C'est à moi que s'adres- sent ces paroles?...


DON SANCHE

A vous, Busto Tabera, à vous-même.


BUSTO

Si vous savez que je m'appelle Tabera, comment osez-vous me parler ainsi ?


DON SANCHE

C'est bien parce que je vous connais que je tiens ce langage.


BUSTO

Vous connaissez alors un homme qui réunit en lui sang, valeur et noblesse, et qui tire son principal honneur de la vertu, sans laquelle il n'est point d'hon- neur. — Sancho Ortiz, craignez mon courroux.


DON SANCHE

Craignez plutôt le mien.


BUSTO

Le vôtre? d'où peut-il naître?


DON SANCHE

D'avoir à vous parler.


BUSTO

Si à mon honneur, à ma loyauté, vous trou- vez quelque chose à redire, vous mentez comme un infâme, et je vais vous le prouver.


(Il tire son épée.)

DON SANCHE

l'épée à la main

Que parles-tu de prouver, traître?

(A part.)
Pardonne-moi, amour; l'offense faite au roi me bouleverse, et je ne puis me contenir.


(Ils se battent.)

BUSTO

Arrête ! je suis mort.


(Il tombe.)

DON SANCHE

Ah! je n'avais plus ma tête! Je l'ai frappé sans le savoir. Maintenant, ô' mon frère, j'ai repris mes sens, tue-moi, c'est ce que je demande. Que ton épée se plonge dans ma poitrine. Livre passage à mon âme.


BUSTO

Frère, je vous laisse Estelle. Protégez-la. Adieu.


(Il expire.)

DON SANCHE

Épée cruelle, — sanguinaire et détestable homicide, tu m'as ravi la moitié de moi-même. Achève ton ouvrage; qu'un nouveau coup mortel soit la rançon de sa vie.


(Il lève son épée.)
(Entrent les deux premiers alcades , don Pedro de Guzman , Farfan de Ribera, et d'autres personnages.)

DON PEDRO

vivement

Arrêtez! Que signifie?...


DON SANCHE

Pourquoi me retenir si j'ai mis au tombeau la moitié de ma vie?


DON FARFAN

Quelle affreuse aventure !


DON PEDRO

Expliquez-vous?...


DON SANCHE

J'ai tué mon frère, Séville voit un affreux Gain qui a fait couler le sang d'un innocent Abel. Il est là : tuez-moi près de lui. Il est mort de ma main : que ma mort venge la sienne.


(Entre don Arias.)

DON ARIAS

Qu'est ceci?...


DON SANCHE

Une rigueur outrée, l'effet d'un scrupule d'honneur, dont le pouvoir règne si despotiquement sur les hommes. Dites au roi, mon seigneur, que chez les Sévillans, les faits ne tardent pas à suivre les paroles. Pour y être fidèles, vous le voyez, ils outragent les Estdles, foulent aux pieds les liens fraternels.


DON PEDRO

à don Arias


Il a donné la mort à Busto Tabera.


DON ARIAS

Quelle téméraire audace!


DON SANCHE

Qu'on m'arrête, qu'on m'emmène. Il est juste que celui qui a tué périsse. Voyez où peut conduire le dévouement.


DON PEDRO

Qu'on le mène en prison, à Triana 1 : la ville commence à s'agiter.


DON SANCHE

Busto Tabera ! cher ami !...


DON PEDRO

Cet homme a perdu la tête.


DON SANCHE

Laissez-moi prendre dans mes bras ce corps glacé que baigne un si noble sang. Je serai son soutien, et lui rendrai un moment la vie que je lui ai ôtée.


DON PEDRO

Il devient fou.


DON SANCHE

J'ai brisé mon cœur pour obéir à la loi. C'est à la fois, monsieur, être roi et ne pas l'être. Comprenez-moi, s'il vous plaît, ou plutôt n'essayez pas de comprendre, puisque je ne m'explique pas. Je l'ai tué; le cas n'est pas niable, mais je me tais sur le motif : qu'un autre s'explique sur le motif, quand je déclare, moi, que je l'ai tué.


(Tous sortent en emportant le cadavre. )
SCÈNE IX
Salle dans la maison de Busto Tabera.
ESTELLE, TEODORA.

ESTELLE

à sa toilette

Suis-je bien mise? je ne sais, tant j'ai mis de hâte à m'habiller. Donne-moi un miroir, Teodora.


TEODORA

Il faudrait, madame, vous mirer eh vousmême. Où trouver plus fidèle miroir? Quel est le cristal qui réfléchit jamais tant de beauté?


ESTELLE

J'ai le teint échauffé, le visage altéré.


TEODORA

Effets de pudeur et de crainte. Le sang monte à vos joues pour saluer votre bonheur.


ESTELLE

Il me semble voir mon époux, le visage inondé de joie, qui vient m'offrir la main avec mille tendres caresses. Il me semble entendre ses doux propos. Je l'écoute, et mon ame qui s'échappe par mes yeux essaye vainement de dissimuler son ivresse. Jour fortuné, Teo- dora, que ne dois-je pas à mon étoile ?


TEODORA

On dirait qu'il y a du bruit dans la rue. — Ah! le miroir est tombé!

(Le relevant.)
C'est par jalousie. Le voilà maintenant en mille pièces.


ESTELLE

Il s'est brisé?


TEODORA

Oui, madame.


ESTELLE

A merveille. Il comprend que j'attends le cristal où se mireront mes yeux. Laissons donc se briser le miroir, chère amie; désormais, je ne veux en avoir d'autre que les yeux de mon époux.


(Entre Clarindo en habit de grand gala.)

CLARINDO

Voilà, madame, qui n'annonce que bon- heur et joie. Les plumes au chapeau sont synonymes de bans de mariage. — J'ai remis à mon maître votre billet, et il m'a donné cette bague en étrennes.


ESTELLE

Je veux faire un marché avec toi. Prends ce diamant, et donne-moi ta bague.


CLARINDO

étant sa bague

La pierre s'est fendue en deux. Ce sera de chagrin. On dit que l'hyacinthe souffre de ce mal, môme quand on l'a ôtée. Elle est brisée palle milieu.


ESTELLE

Peu importe. Je suis charmée que les pierres paraissent sensibles à mon bonheur, à mes joies. Jour fortuné! ô mes amis, quelle étoile est la mienne!


TEODORA

Il y a foule en bas dans le vestibule.


CLARINDO

On dirait des gens qui montent par l'escalier.


ESTELLE

Comment soutenir le poids de ce bonheur?


SCÈNE X
Entrent les deux premiers ALCADES, accompagnés d'hommes portant le cadaivre de Busto.

ESTELLE

Mais, que vois-je, grands dieux!...


DON PEDRO

Le malheur et l'infortune sont le lot de l'humanité. Cette vie est une vallée de larmes. Busto Tabera n'est plus.


ESTELLE

O fortune ennemie !


DON PEDRO

Il vous reste une consolation : le cruel homicide, Sancho Ortiz de las Roelas, est arrêté, et dès demain il en sera fait bonne justice.


ESTELLE

Hors d'ici , troupe ennemie! la rage de l'enfer est clans votre langage. Mon frère est mort, et c'est, ditës-vous, Sancho Ortiz qui l'a tué?... Se peut-il qu'on prononce, se peut-il qu'on entende de telles paroles sans mourir ! — Et je vis?... Je suis donc un marbre insensible? O jour cruel! — Voyez, amis, quelle étoile est la mienne. Ah! si vous avez quelque sentiment de pitié, tuez- moi, tuez-moi.


DON PEDRO

Sa douleur l'égaré, et il y a de quoi.


ESTELLE

Malheureuse a été mon étoile! Mon frère est mort, et mort de la main de Sancho Ortiz : trois âmes réunies en un seul cœur maintenant séparées! Laissez-moi : je ne me connais plus!...


DON PEDRO

Le désespoir l'accable.


FARFAN

Beauté infortunée!


DON PEDRO

Qu'on la suive...


CLARINDO

Madame...


ESTELLE

Laisse-moi, malheureux! qui me rappelles le fratricide. Puisque tout est fini pour moi, je veux en finir avec la vie. Fatale journée! Ah! Teodora, regarde comme a tourné mon étoile !


FIN DE LA DEUXIÈME JOURNÉE.
TROISIÈME JOURNÉE
SCÈNE I
Salon de l'Alcázar.
LE ROI, LES DEUX ALCADES, DON ARIAS.

DON PEDRO

Il reconnaît l'avoir tué, mais il se tait sur le motif.


LE ROI

Il ne donne aucune raison?


DON FARFAN

Il se borne à répondre : «Je ne sais. »


DON PEDRO

Quel étrange mystère!


LE ROI

Parle-t-il d'avoir été provoqué?


DON PEDRO

En aucune manière.


DON ARIAS

Quel imbroglio bizarre!


DON PEDRO

Il avoue lui avoir donné la mort; il ignore s'il la méritait. Il se borne à reconnaître qu'il l'a tué, parce qu'il avait donné sa parole de le faire.


DON ARIAS

Il doit y avoir eu provocation.


DON PEDRO

Il le nie.


LE ROI

Retournez, et lui dites que je l'invite à présenter sa justification. Assurez-le de mon affection; mais qu'il ne m'oblige pas à recourir à la rigueur du châtiment. Qu'il déclare à quelle occasion il a donné la mort à Rusto Tabera, et qu'il en explique sommairement le motif, plutôt que de s'exposer à mourir comme un niais. Qu'il dise si c'est par l'ordre ou en considération de quelqu'un; à quelle impulsion il a obéi. Je suis prêt à accueillir sa justification, sinon, qu'il se prépare à la mort.


DON PEDRO

Il ne demande pas mieux. Il meurt de regret. Un acte si odieux, si dur, si farouche, le met hors de lui-même.


LE ROI

Il ne se plaint de personne?


DON PEDRO

Non, sire, il est tout entier à sa douleur.


LE ROI

Remarquable et rare énergie!


DON FARFAN

Il n'inculpe personne, et n'accuse que lui-même.


LE ROI

à don Arias

Jamais on n'aura vu au monde deux hommes pareils. Plus je songe à leur valeur, plus j'ai de regret. Dites-lui encore unô fois qu'il déclare à quelle impulsion il a obéi. Qu'il s'explique et me charge moi-même, s'il le faut. S'il ne parle à l'instant même, demain, sur un échafaud, il servira d'exemple à Séville.


DON ARIAS

J'obéirai.


(Les alcades sortent avec don Arias.)
SCÈNE II
Entre DON MANUEL.

don manuel

Doña Estrella fait demander à Votre Majesté la permission de lui baiser les mains.


LE ROI

Qui l'en empêche?


don manuel

Le peuple, sire.


LE ROI

A quel propos ? — Donnez-moi un fauteuil, et faites entrer à l'instant.


don manuel

Je cours la prévenir.


LE ROI

Je vais voir cette beauté obscurcie, et pareille à l'étoile qui brille au sein de la tempête.


don manuel

La voici : son éclat est encore pareil à celui du soleil, mais du soleil voilé par les brouillards du matin.


(Entre Estelle accompagnée de sa suite.)

ESTELLE

Don Sanche, roi illustre et très-chrétien de Castillo, non moins célèbre par tes exploits que fameux par tes vertus, la malheureuse Estelle, voilant ses rayons sous de noirs habits de deuil, symbole de sa douleur, vient te demander justice, à condition que tu ne seras pas l'exécuteur de sa vengeance. Laisses-en le soin à mon choix. Je ne veux pas retenir mes larmes. Noyés de pleurs, mes yeux t'expriment suffisamment mes regrets. — J'aimais Tabera, ce frère qui oublie aujourd'hui ses douleurs terrestres, en foulant l'azur des célestes parvis. Ce frère qui me protégeait, je le regardais comme un père, me guidant avec respect d'après ses conseils. Je vivais heureuse avec lui, sans permettre aux rayons du soleil de me ternir, n'ayant d'ailleurs que rarement occasion de m'en défendre. Séville enviait notre union. A ses yeux, Tabera ne vivait que pour Estelle. Un chasseur barbare vient à bander la corde de l'arc, dont le trait cruel va frapper mon frère, et détruit ma félicité. J'ai perdu mon frère, perdu un époux. Je demeure seule; et tu ne parais pas songer à tes devoirs de roi, cjont rien pourtant ne saurait te dispenser. Faismoi justice, seigneur. Livre-moi le coupable; remplis ton devoir en ce point, mais laisse-moi fixer la peine.


LE ROI

Calmez-vous, et essuyez ces beaux yeux, si vous ne voulez que mon palais s'embrase, car les étoiles sont larmes du soleil, comme chacun de ses rayions est topaze. Rendez à l'aurore ses trésors, et que le ciel les récèle jaloux, car il n'est pas bon qu'ils se perdent sur la terre. — Prenez cet anneau; il abaissera devant vous les portes du château de Triana; on vous livrera le prisonnier. Soyez pour lui la tigresse des rochers d'Hyrcanie, sans oublier qu'à la honte de l'homme les animaux sauvages lui servent quelquefois d'enseignement.


ESTELLE

Seigneur, ici la vertu consiste dans la rigueur .............................................. . Si Tabera est mort, il demeure un Tabera. Si sur mon visage reposait l'honneur de ma maison, mes mains l'arrangeraient de manière qu'il devînt l'effroi des plus cruels tyrans.


(Tous sortent, à l'exception du roi.)

LE ROI

Si Sancho Ortiz lui est livré, je crains qu'elle ne le tue de sa propre main. Faut-il qu'en un vase de si rare perfection Dieu permette que se trouve la cruauté? Voyez les conséquences d'un moment d'erreur. J'ai armé la main de don Sanche, et en ce moment je le livre. Quand l'amour pénètre sous la pourpre des rois, il ne reconnaît plus d'autre loi que son caprice.


SCÈNE III
Prison dans le château de Triana.
DON SANCHE, CLARINDO, MUSICIENS.

DON SANCHE

Eh bien ! Clarindo, mon aventure ne t'aura pas inspiré quelques vers?


CLARINDO

Des vers, monsieur, quand la poésie est si mal récompensée? A la dernière fête sur la place, plusieurs me commandèrent des vers; depuis, me rencontrant dans la rue, comme s'ils avaient eu affaire à leur tailleur : Eh bioii! disaient-ils, mon compliment est-il prêt? Ils étaient plus pressés que s'il se fut agi d'une reprise. Si j'avais eu de quoi manger, j'aurais été plus muet qu'Anaxagore, et j'aurais envoyé promener les génies grecs et latins.


(Entrent les alcades et don Arias.)

CLARINDO

Je crois, monsieur, que l'on vient vous lire votre sentence.


DON SANCHE

aux musiciens

Vite, vous autres, chantez-moi un air. — Oui, la mort est bienvenue, et je veux par des chansons faire paraître mon contentement. Je veux en outre leur faire voir que mon cœur ne tremble pas, et qu'il sait être calme devant la mort.


CLARINDO

à part

Admirable sang-froid! Que ferait de mieux un ivrogne allemand, au nez rougi par les cares- ses de la bouteille?


(Les musiciens chantent.)

LES MUSICIENS

« Puisque mon plus grand malheur consiste en ce que je vis, je vais obtenir de la mort ce que d'autres gagnent à vivre. »


CLARINDO

L'énigme est jolie, ma foi!


DON SANCHE

Spirituelle et de circonstance.


LES MUSICIENS

continuant

« Il n'est rien qui vaille la « mort à celui qui vit en mourant. »


(Les musiciens sortent.)

DON PEDRO

De la musique, monsieur? Est-ce bien le moment?


DON SANCHE

Connaissez-vous pour un prisonnier meilleur moyen d'alléger sa souffrance?


DON FARFAN

à don Pedro

Quand la mort est suspendue sur sa tète, et qu'il doit attendre d'instant en instant la sentence fatale, il se fait faire de la musique?


DON SANCHE

Je suis cygne, et j'attends la mort en chantant.


DON FARFAN

L'instant fatal est arrivé.


DON SANCHE

Les pieds et les mains je vous baise pour la nouvelle que vous m'apportez. Jamais ne m'apparut plus belle journée.


DON PEDRO

Sancho Ortiz de las Roelas, dites, recon- naissez-vous avoir donné la mort à Busto Tabera?


DON SANCHE

Oui, je le déclare hautement. — Cherchez des tourments nouveaux qui fassent oublier à l'Espagne Mézence et Phalaris.


DON FARFAN

Vous l'avez tué; par quel motif?


DON SANCHE

Je l'ai tué, je le reconnais. Quant au motif que je parais cacher si bien, que quelqu'un le dise, s'il le connaît. Pour moi, j'ignore la cause de la mort de Busto; tout ce que je sais, c'est que je l'ai tué sans la connaître.


DON PEDRO

Mais il y a trahison à tuer un homme sans motif.


DON SANCHE

Il faut bien qu'il en ait fourni à quelqu'un, puisqu'il est mort.


DON PEDRO

A qui?


DON SANCHE

A celui qui m'a mené au point où je suis, c'est-à-dire au commencement de la fin.


DON PEDRO

Son nom.


DON SANCHE

Je ne puis le dire : on m'a demandé le secret. Magnanime par le bras, je dois l'être aussi par mon silence; et pour me mettre à mort moi-même, qu'il vous suffise de savoir que je l'ai tué, sans m'en demander le motif.


DON ARIAS

Seigneur Sancho Ortiz, je viens ici, au nom et à la requête de Sa Majesté, vous demander de déclarer quelle est la cause de celle déplorable aventure; s'il y a là dedans un ami, une femme, un parent, ou quelque grand seigneur de ces royaumes. Et si vous avez de lui quelque papier, quelque caution ou convention écrite ou signée, faites-le connaître sur-le-champ, comme c'est votre devoir.


DON SANCHE

Si je le fais, monsieur, ce devoir, je le trahirai. -Dites, je vous prie, à Sa Majesté, queje sais tenir mes promesses. Si le roi s'appelle Sancho le Brave, vous savez queje porte le même nom. Dites-lui que je pourrais avoir en effet un papier; mais il m'offense en me le demandant, car il m'a vu le déchirer. — J'ai tué Busto Tabera; je pourrais être libre d'un mot. Ce mot, je ne le dirai pas, sachant que ce serait violer ma parole. Je suis roi en ce que j'ai tenu la mienne; j'ai fait ce que j'avais promis. Que celui qui a promis fasse de même; qu'il soit esclave de sa parole comme moi.


DON ARIAS

Si d'un mot vous pouvez vous justifier, c'est folie que de le taire.


DON SANCHE

Je sais qui je suis; en demeurant ce que je suis, je me vaincs moi-même par le silence, et je fais affront à qui se tait. Chacun sent ce qu'il est, et fait paraître ce qu'il est par ses œuvres. Ici, les actes seront conformes à ce que nous sommes tous deux.


DON ARIAS

Je vais répéter vos paroles à Son Altesse.


DON PEDRO

Seigneur Sancho Ortiz, vous avez agi bien à la légère, et il y a peu de réflexion dans cette conduite.


DON FARFAN

Vous avez gravement offensé le Corps municipal de Séville. Votre vie est entre ses mains, et sa colore peut faire tomber votre tête.


(Les alcades sortent suivis de don Arias.)
SCÈNE IV
DON SANCHE, CLARINDO.

CLARINDO

Vous résigner à tant d'injustice? Est-ce possible ?


DON SANCHE

J'accepte le châtiment des hommes et la punition du ciel. Déjà, Clarindo, elle commence. N'entends-tu pas un bruit sourd retentir dans les airs, accompagné d'éclairs et de tonnerre? Sur moi s'abaisse un trait de feu qui m'entortille comme un serpent.


CLARINDO

Vous avez perdu la tête.

(A part.)
Entrons dans son idée.


DON SANCHE

Je brûle.


CLARINDO

Je grille.


DON SANCHE

L'éclair t'a donc aussi frappé?


CLARINDO

Voyez; me voilà réduit en cendres.


DON SANCHE

Ah! mon Dieu!...


CLARINDO

Oui, monsieur, en cendres comme un fagot de sarments.


DON SANCHE

Nous voilà maintenant dans l'autre vie.


CLARINDO

Oui, et, je crois, en enfer.


DON SANCHE

En enfer? A quoi le juges-tu?


CLARINDO

Parce que je vois, monsieur, dans ce château plus de mille tailleurs en train de mentir.


DON SANCHE

Tu dis vrai : nous y sommes. Je vois l'Orgueil brûler dans les flammes de cette tour formée d'arrogants et de superbes. Je vois l'Ambition noyée dans un abîme de feu.


CLARINDO

Et un peu plus loin une légion de cochers.


DON SANCHE

Si par ici roulent des carrosses, l'enfer sera bientôt démoli. — Mais, si nous sommes vraiment en enfer, comment n'y vois-je pas quelques greffiers?


CLARINDO

On les refuse à la porte, pour qu'ils n'y fassent pas pousser les procès.


DON SANCHE

Puisqu'on ne connaît pas les procès en enfer, l'enfer a été calomnié.


CLARINDO

Voici là-bas un tyran qui s'appelle l'Honneur, entouré d'une foule de sots, victimes de sentiments outrés.


DON SANCHE

Je veux me réunir à eux. — Honneur, un niais d'honneur se présente pour être des vôtres, ayant toujours été fidèle à vos lois. — Vous avez grand tort, car aujourd'hui le véritable honneur consiste à n'en plus avoir. Vous venez me chercher par ici, quand il y a des siècles que je suis mort. Procurez-vous de l'argent, mon cher; l'argent remplace l'honneur aujourd'hui. Quel est votre cas? — J'ai voulu tenir ma parole. — Vous me sembloz naïf. Tenir sa parole! Vous voulez rire. Mentir à sa parole, à la bonne heure : c'est le bel air dans ce temps-ci.


DON SANCHE

J'avais promis de tuer un homme, hélas! et je l'ai tué! C'était mon meilleur ami. — Mauvais.


CLARINDO

Du moins, pas très-bon.


DON SANCHE

Détestable, en effet. — Qu'on le jette au fond d'un cachot, et qu'il soit condamné pour sa sottise.


CLARINDO

à part

Dieu me pardonne! si je le hiisse continuer, il va perdre le jugement. Imaginons quelque moyen.


(Il se met à crier.)

DON SANCHE

Des cris ! Qui est-ce qui crie?


CLARINDO

C'est la voix du chien Cerbère, portier de ce palais. — Vous ne me connaissez pas?


DON SANCHE

Je crois que si.


CLARINDO

Et vous? qui ètes-vous?


DON SANCHE

Un raffiné d'honneur.


CLARINDO

Partez vite. Nous n'avons que faire ici des gens d'honneur. Qu'on le prenne et qu'on l'emporte dans l'autre monde, à la prison de Séville, et plus vite que le vent. — Mais comment? — Les yeux bandés, pour qu'il n'ait pas peur dans le trajet. — Voilà qui est fait.

(Il bande les yeux à don Sanche.)
Que le diable boiteux le charge sur ses épaules, et le transporte là-bas d'un saut. — D'un saut? ça me va.
(Clarindo s'empare de don Sanche.)
— Pars, et emmène avec lui son compagnon par la main.
(Il fait une pirouette et le dépose.)
Vous voilà sur la terre, mon cher. Demeurez avec Dieu.


DON SANCHE

Le diable a parlé de Dieu?


CLARINDO

Oui, monsieur. Ce démon, avant d'entrer en fonctions, était chrétien et baptisé. C'est un Galicien de la rue des Francs.


DON SANCHE

Il me semble sortir d'une extase. — Que Dieu me soit en aide! Ah! Estelle, que ma destinée est triste sans toi! Mais j'ai consenti à te perdre : je mérite mon châtiment.


(Entre l'alcaïde suivi d'Estelle voilée.)

ESTELLE

Qu'on me remette à l'instant le prisonnier.


L'ALCAÏDE

Le voici, madame; et, selon les ordres du roi, je le remets entre vos mains. — Seigneur Sancho Ortiz, la volonté de Sa Majesté est que vous soyez remis aux mains de madame.


ESTELLE

Suivez-moi, seigneur.


DON SANCHE

Je rends grâces à votre pitié, si c'est pour me faire mourir; la mort est mon unique espoir.


ESTELLE

Votre main; venez.


CLARINDO

à part

Serions-nous dans le royaume des fées?


ESTELLE

Que personne ne suive.


CLARINDO

Fort bien.

(Sortent Estelle et don Sanche.)
Vive Dieu! Voilà qui va bien! De Séville en enfer, et puis de l'enfer à Séville! Fasse Dieu que cette Estelle nous soit un guide favorable!


(Il sort.)
SCÈNE V
La campagne.
ESTELLE, toujours voilée, DON SANCHE.

ESTELLE

Vous êtes rendu à la liberté. Allez avec Dieu, Sancho Ortiz, et n'oubliez pas la clémence et la pitié dont j'use envers vous. Allez avec Dieu; partez, vous êtes libre. — Vous hésitez! Qu'attendez-vous? Pourquoi tarder? C'est du temps perdu. Partez; un cheval vous attend. Votre valet a de l'argent pour la route.


DON SANCHE

Madame, que je baise vos pieds!


ESTELLE

Non; ce n'est pas le moment.


DON SANCHE

Pardon : j'ai besoin de savoir à qui je dois ma délivrance, pour que je puisse, à l'occasion, reconnaître un si grand bienfait.


ESTELLE

A une femme qui vous est dévouée. — Votre liberté est en mon pouvoir; je vous la rends. Allez avec Dieu.


DON SANCHE

Je ne bouge pas d'ici si vous ne me dites qui vous êtes 1 , ou si vous ne levez votre voile.


ESTELLE

Je ne puis en ce moment.


DON SANCHE

Je veux payer la dette de ma liberté, de ma vie; je veux savoir à qui je suis redevable d'un tel bienfait, afin de m' acquitter un jour.


ESTELLE

Je suis une femme de haut rang, et, pour dire la vérité, la femme qui vous aime le plus au monde, et à qui vous voulez le plus de mal. Adieu!


DON SANCHE

Je n'en ferai rien, si vous ne vous dévoilez sur l'heure.


ESTELLE

Puisqu'il le faut...

(Levant son voile.)
Recon- nais-moi.


DON SANCHE

Señora! Estelle de mon âme!


ESTELLE

Je suis l'étoile qui te guide et te dérobe à la mort. Fuis; tu le vois, l'amour a étouffé la voix de ma colère. Je t'aime et ne veux être que ton astre favorable.


DON SANCHE

Toi, belle et resplendissante auprès de Ion mortel ennemi! Toi si sensible! Sois moins généreuse envers moi : la compassion est ici cruauté, puisque le châtiment serait compassion. Fais-moi donner la mort. Tu accorderais la liberté à l'homme qui a tué ton frère?... Il ne faut pas que je vive quand ma main a versé son san'g. Il est juste que celui qui s'est privé d'un tel ami se perde luimême. Libre maintenant, je me livre à la mort, à cette mort que j'invoquais quand j'étais prisonnier.


ESTELLE

Mon amour est plus fort, plus vaillant; il te sauvera la vie.


DON SANCHE

Tu veux me délivrer, et moi je vais cher- cher la mort, car si tu montres qui tu es, je dois faire voir qui je suis.


ESTELLE

Pourquoi mourir?


DON SANCHE

Pour te venger.


ESTELLE

De quoi?


DON SANCHE

De ma trahison.


ESTELLE

Tu es cruel.


DON SANCHE

Non, je suis juste.


ESTELLE

Tu n'as plus de partie.


DON SANCHE

L'amour est ma partie.


ESTELLE

C'est me punir.


DON SANCHE

Non, c'est t'aimer.


ESTELLE

Gomment le prouves-tu?


DON SANCHE

Par ma mort.


ESTELLE

Un mot encore.


DON SANCHE

Je n'écoute rien.


ESTELLE

Où vas-tu?


DON SANCHE

A la mort, puisque c'est t'offenser que de vivre.


ESTELLE

Vis et sois libre.


DON SANCHE

Ce n'est pas juste.


ESTELLE

Qui t' accuse ?


DON SANCHE

Ton dédain.


ESTELLE

Moi? je t'aime.


DON SANCHE

Il n'importe.


ESTELLE

Y songes-tu?


DON SANCHE

Je songe à mon honneur.


ESTELLE

Va donc, insensé, va mourir; mais je ne te survivrai pas.


(Ils se séparent.)
SCÈNE VI
Salon de l'Alcazar.
LE ROI, DON ARIAS.

LE ROI

Il ne veut pas avouer que je lai ai donné l'ordre?


DON ARIAS

Je ne vis jamais bronze plus ferme. Il s'est d'abord renfermé dans une complète dénégation, et a fini par dire qu'ayant tenu sa promesse, c'est à l'homme envers qui il s'est obligé à tenir la sienne.


LE ROI

Il espère venir à bout de moi par le silence.


DON ARIAS

Il s'y croit parvenu.


LE ROI

Il a été fidèle à sa parole, et je me sens hu- milié de ne pouvoir tenir celle que je lui ai donnée dans un moment de dépit.


DON ARIAS

Cette parole donnée, vous devez la tenir. C'est la le devoir du premier venu. Mais la parole d'un roi se transforme en loi en tombant de ses lèvres, et tout doit s'incliner devant la loi.


LE ROI

Oui, si on interprète la loi par la raison na- turelle.


DON ARIAS

Il le faut bien. Un sujet ne demande pas la loi au roi : il n'est tenu qu'à l'exécuter à l'aveugle, sans autre information. C'est au roi à réfléchir. Vous avez aujourd'hui promulgué la loi sur ce papier, et puisqu'il l'a exécutée, vous avez à subir les conséquences de la loi que vous avez faite en lui ordonnant de tuer Busto Tabora. Si la loi n'avait pas existé par votre fait, il n'aurait pas songé à le tuer.


LE ROI

Quoi ! je suis forcé de déclarer que c'est moi qui ai commandé de lui donner la mort, et que j'ai usé de cette cruauté envers un homme qui ne m'avait fait aucune oifense? Que dira de moi, don Arias, la Municipalité de Séville, en voyant que je suis l'auteur du meurtre? Que dira-t-on en Castille? en ce moment où don Alphonse me proclame usurpateur, et où le Souverain Pontife me flétrit de ses censures. Peut-être en viendra-t-il à appuyer le parti de mon neveu, dont le succès est dès lors assuré. J'aurais tort, je le crois. — D'un autre côté, laisser mourir Sancho Ortiz est une honte. Cruelle perplexité !


DON ARIAS

Votre Majesté peut gagner les alcades par des caresses, et leur demander de se montrer cléments, en n'exigeant pour le crime d'autre châtiment que l'exil. Sancho Ortiz sera donc puni. Votre Majesté se déclare ensuite pour lui, et le fait l'objet de quelque faveur. Vous pouvez, par exemple, lui donner un commandement sur la frontière.


LE ROI

Tu as raison. Mais si, moyennant l'anneau que je lui ai remis, Doña Estrella a déjà poussé la chose à l'extrême ? Que faire alors ?


DON ARIAS

Il y a remède à tout. J'irai m'assurer en votre nom de sa personne, sous quelque prétexte; puis, sans accompagnement et sans bruit, je Ja conduirai à l'Alcazar. Là, vous l'amènerez à votre but; et, comme moyen, vous pourrez, seigneur, lui proposer de la marier à quelque grand de la Cour. Sa personne et sa noblesse méritent un époux de haut rang.


LE ROI

Quel regret j'ai de ma faiblesse, don Arias, et qu'il a raison ce philosophe qui disait que celui-là seulement mérite le nom de sage, qui sait user à propos de sévérité ou de clémence. — Oui, va t'assurer de doña Estrella; cette mesure met fin à mon cruel embarras. Je l'apaiserai en lui donnant pour époux un ricohombre de Castille; je lui donnerais mon trône, si je le pouvais, car, ce frère, cette sœur sont dignes de l'immortalité.


DON ARIAS

Les gens de ce pays-ci font vraiment pâlir la vertu romaine.


(Il sort.)
SCÈNE VII
Entre LE GOUVERNEUR du château.

LE GOUVERNEUR

Que je baise les pieds de Votre Majesté !


LE ROI

Vous à mes pieds, Pedro de Caus? Pour quel motif ?


LE GOUVERNEUR

Cet anneau gravé à vos armes appartient-il à Votre Majesté ?


LE ROI

Oui, cet anneau vous couvre et vous meten sûreté contre toute espèce de délit.


LE GOUVERNEUR

Couverte d'un voile épais, une femme s'est présentée àTriana, disant que Votre Majesté ordonnait de lui remettre Sancho Ortiz. J'ai soumis cet ordre aux gardiens, lesquels en voyant l'anneau ont tous été d'avis de livrer le prisonnier. J'ai obéi. Un moment après, revient Sancho Ortiz, demandant à grands cris qu'on lui rouvre les portes du château. — Je neveux pas souscrire au commandement du roi, s'écriait-il, comme en délire. Je veux mourir. Le meurtrier de Tabcra mérite la mort. Je lui barrai le passage; mais il criait si haut qu'il fallut lui ouvrir. — Il est là, résigné tranquillement à la mort.


LE ROI

Je ne vis jamais peuple plus noble, plus chrétien, que celui de cette cité ! Arrière, bronzes, marbres et statues !


LE GOUVERNEUR

Cette dame nous a dit qu'elle l'avait mis en liberté, niais qu'il n'a pas voulu accepter, quand il a su qu'elle était la sœur de ce Busto Tabera, à qui il a donné la mort.


LE ROI

Voici qui me surprend encore davantage. Leur magnanimité offense la nature : l'une, avec toute raison pour se montrer cruelle, pardonne à son ennemi et le délivrent lui, pour ne pas être inférieur à tant de générosité, revient s'offrir à la mort. Si leurs actions parviennent à la postérité, le burin qui en sera fait sera immortel. — Pedro de Caus, prenez un carrosse, et sans bruit, sans appareil, amenez au palais Sancho Ortiz dans le plus grand secret.


LE GOUVERNEUR

J'obéis.


SCÈNE VIII
Entre UN SERVITEUR.

le serviteur

Les deux premiers alcades deman- dent à voir Votre Majesté.


LE ROI

Qu'ils entrent. Ils peuvent garder leurs verges.

(Sort le serviteur.)
J'espère pouvoir tenir ma parole à Sancho Ortiz, sans trahir mon secret.


(Entrent les deux alcades.)

DON PEDRO

Sire, la cause est entendue, et la justice doit suivre son cours.


LE ROI

Qu'elle le suive. Je vous demande seulement de considérer ceci. Vous êtes pères de la patrie, et la justice gagne quelquefois à être tempérée par la clémence. Sancho Ortiz est regidor de Séville, comme l'était celui qui n'est plus ; si l'un demande vengeance, l'autre réclame la pitié.


DON FARFAN

Nous sommes premiers alcades de Séville; sur nous repose en ce moment le fardeau de sa confiance et de son honneur. Ces verges sont l'emblème de Votre Majesté. Si l'on abuse de votre image sacrée, c'est une offense à voire personne. Tenues en droiture, ces verges regardent Dieu; si elles plient et fléchissent, elles s'inclinent vers l'homme, et s'éloignent du ciel en faiblissant.


LE ROI

Je ne demande point qu'elles fléchissent; je veux seulement que votre justice s'accorde avec l'équité.


DON PEDRO

Sire , c'est au nom de Votre Majesté que nous rendons la justice. A votre sanction sont liées les espérances des criminels. Sauvez la vie à Sancho Ortiz, puisque vous n'avez de compte à rendre qu'à vous-même. Dieu fait les rois; Dieu transporte de Saül à l'humble David les insignes de la souveraineté.


LE ROI

à Farfan

Entrez ici

(lui indiquant une porte)
; examinez les motifs de la sentence, et que Sancho Ortiz subisse le supplice ordonné par la loi. Vous, don Pedro de Guzman, un mot en particulier, je vous prie.


(Sort Farfan de Ribera.)

DON PEDRO

Que souhaite Votre Majesté?


LE ROI

En donnant la mort à Sancho, mon' cher don Pedro, vous ne rendrez pas la vie au trépassé ! Évitons les extrêmes.' Ne serait-il pas possible de l'exiler à Gibraltar, à Grenade, où il pourrait , à mon service, trouver une mort volontaire ? Qu'en dites-vous?


DON PEDRO

Je suis don Pedro de Guzman, qui se met aux pieds de Votre Majesté. A vous appartient ma vie; à vous ma fortune et mon épée.


LE ROI

Embrassez-moi, don Pedro de Guzman. Je n'attendais pas moins d'un si noble cœur. — Allez avec Dieu, et m'envoyez, je vous prie, Farfan de Ribera.

(A part.)
La flatterie aplanit les montagnes.


(Rentre Farfan.)

FARFAN

Me voici à vos pieds.


LE ROI

Farfan de Ribera; j'étais peiné de voir condamner à mort Sancho Ortiz. Mais, il s'agirait maintenant de changer cet arrêt en exil. Ce sera une mort prolongée qui durera toute sa vie. Je voudrais votre avis avant de me prononcer.


FARFAN

Votre Majesté peut sans hésiter confier à Farfan de Ribera des affaires de plus d'importance. Pour son service, il n'est rien que n'entreprenne ma loyauté.


LE ROI

Je le vois, vous êtes un Ribera. Soyez toujours un modèle de noblesse et de vertu. Adieu.

(Farfan se retire.)
Je suis content de ma négociation. Sancho Ortiz échappe à la mort, et je tiens ma promesse sans avoir été deviné. Il sera général sur quelque point de la frontière. Je le récompense en l'exilant.


(Rentrent les alcades.)

DON PEDRO

La sentence est signée, mon redouté seigneur; il ne manque plus que de la soumettre à Votre Majesté.


LE ROI

D'insignes chevaliers tels que vous l'auront rendue, je pense, dans les termes que je souhaite.


FARFAN

Nous nous vantons surtout de notre loyauté.


LE ROI

lisant

« Mandons et ordonnons qu'il ait la tête tranchée sur l'échafaud. » — Voilà la sentence que vous m'apportez signée ! Traîtres, c'est ainsi, vive Dieu ! que vous tenez la parole donnée à votre roi !


FARFAN

Ayant déposé la verge, le plus humble de tous devra tenir sa parole, aux dépens de sa vie, aux dépens de son âme : la verge en main, que nul ne fasse ou prononce action ou parole coupable, en considération de qui que ce soit, sur la terre comme au ciel.


DON PEDRO

Dépouillés de nos insignes, nous obéirons comme loyaux sujets; mais ne demandez pas un déni de justice à des alcades mayors ayant en main la verge. La Municipalité de Séville est ce qu'elle est.


LE ROI

C'est bien; il suffit; tous vous me couvrez de confusion.


SCÈNE IX
LES MÊMES, DON ARIAS, ESTELLE.

DON ARIAS

Doña Estrella attend les ordres de Votre Majesté.


LE ROI

Que faire, don Arias? Quel est ton conseil dans ces embarras inextricables ?


LE GOUVERNEUR

Sire, je vous amène don Sanche.


DON SANCHE

Très-redouté seigneur, pourquoi ne pas mettre par la mort un terme à mes disgrâces ? Quand verrai-je la fin de mon tourment? J'ai tué Busto Tabera; eh bien ! que je meure : du sang pour du sang. Votre justice, seigneur, je l'appellerai miséricorde.


LE ROI

Un moment. De qui avez-vous reçu l'ordre de le tuer?


DON SANCHE

D'un papier.


LE ROI

Signé de qui?


DON SANCHE

Si le papier pouvait parler, il le dirait, la chose est évidente; mais un papier déchiré s'explique nécessairement fort mal. Tout ce que je sais, c'est que j'ai donné la mort à l'homme que j'aimais le plus au monde, parce que je l'avais promis. — Mais, voici Estelle qui attend h vos pieds ma mort, et qui, même h ce prix, ne sera pas assez vengée.


LE ROI

Estelle, j'ai décidé votre mariage avec un grand de ma maison, jeune, beau, personnage de la plus haute distinction en Castille. En retour, nous vous demandons votre grâce et son pardon : il n'est pas juste que vous refusiez.


ESTELLE

Eh bien! seigneur, si je suis mariée, que Sancho Ortiz soit libre; je renonce à ma vengeance.


DON SANCHE

Ainsi tu m'accordes ton pardon parce que Sa Majesté te marie.


ESTELLE

Oui, c'est pour cela queje te pardonne.


DON SANCHE

Et vous vous trouverez ainsi assez vengée?


ESTELLE

Vengée et satisfaite.


DON SANCHE

Eh bien! pour que vos désirs s'accomplissent, j'accepte la vie, bien que j'eusse préféré la mort.


LE ROI

Allez avec Dieu.


DON FARFAN

Prenez garde, sire; cet accord est une offense pour Séville. Il faut qu'il meure.


LE ROI

bas à don Arias

Que faire? Ces gens-là m'inpatientent et me déconcertent.


DON ARIAS

Parlez.


LE ROI

Que Séville donc me fasse mourir, puisque je suis la cause de cette mort. C'est moi qui en ai donné l'ordre, et cela suffit pour sa décharge.


DON SANCHE

Mon honneur n'attendait que cet aveu. Le roi m'avait ordonné de tuer. Je n'aurais jamais sans un ordre du roi exécuté une action si barbare.


LE ROI

Il dit la vérité.


FARFAN

Dès lors Séville est satisfaite. Si Votre Majesté a donné un pareil ordre, elle avait sans doute ses motifs.


LE ROI

La noblesse de Séville me laisse dans l'admiration.


DON SANCHE

Moi, je vais partir pour l'exil, quand Votre Majesté aura tenu une autre promesse qu'elle m'a faite.


LE ROI

Je la tiendrai.


DON SANCHE

Vous vous êtes engagé à me donner pour femme la dame que je demanderais.


LE ROI

C'est la vérité.


DON SANCHE

Eh bien î je vous demande doña Estrella, et, prosterné à ses pieds, je requiers le pardon de mon crime.


ESTELLE

Sancho Ortiz, je suis mariée.


DON SANCHE

Mariée?


ESTELLE

Oui.


DON SANCHE

Je suis mort.


LE ROI

Estelle, j'ai donné cette parole; je suis roi, et je dois la tenir. Que répondez-vous?


ESTELLE

Qu'il soit fait selon votre plaisir. Je suis à lui!


DON SANCHE

Je suis à elle.


LE ROI

Que manque-t-ii donc?


DON SANCHE

L'union des âmes.


ESTELLE

Et cette union, le mariage ne pourra jamais l'établir.


DON SANCHE

Je le sens bien ; c'est pourquoi je te rends ta parole.


ESTELLE

Je te rends la tienne. Voir tous les jours, à table, dans mon lit, le meurtrier de mon frère... me ferait trop de mal.


DON SANCHE

Et pour moi quel chagrin de passer ma vie auprès de la sœur de celui que j'ai tué injustement, quand je l'aimais comme mon âme.


ESTELLE

Ainsi, nous demeurons libres.


DON SANCHE

Libres.


ESTELLE

Eh bien ! adieu.


DON SANCHE

Adieu.


LE ROI

Un moment...


ESTELLE

Sire, l'homme qui a tué mon frère ne sera jamais mon époux, et pourtant je l'aime et je l'adore.


(Elle s'éloigne en pleurs.)

DON SANCHE

Et moi qui l'aime tant, je renonce à elle. Cela est juste.


(Il sort.)

LE ROI

Quelle grandeur !


DON ARIAS

Quelle constance !


CLARINDO

Moi, j'appelle cela de la folie.


LE ROI

Je demeure étonné, stupéfait.


DON PEDRO

Voilà le caractère des gens de Séville.


CLARINDO

Vous avez entendu la tragédie que Lope vous a consacrée. Jamais ne sera oubliée l'ÉTOILE DE SEVILLE.


FIN DE LA TROISIÊME ET DERNIÈRE JOURNÉE.

La Stella di Siviglia, traducción de Gherardo Marone.

PERSONE DEL DRAMA

La scena si svolge in Siviglia. S'inizia ora in un salone della Reggia, dove i rappresentanti della città rendono onore al giovane re.


PRIMA GIORNATA

SCENA I.
Il RE, DON ARIAS, DON PIETRO. DE GUZMAN, FARFANTE DI RIBERA.

RE

 

Sono grato eternamente


 

all'affetto di Siviglia,


 

e m'accorgo che in Castiglia


 

con amore io regnerò.


 

Da quest'oggi solamente,


 

che con tanta gentilezza


 

e fedeltà m'accogliete,


 

io m'avvedo d'esser Re.


 

Perquè è antica e giusta legge


 

che in Siviglia ogni sovrano


 

prima che in altra regione


 

dia fondamento al suo regno.


 

S'io non riesca a ripagarvi


 

delle festose accoglienze,


 

degli apparati trionfali


 

che oggi Siviglia m'ha offerto,


 

io non sarò sodisfatto.


 

Qui resterà la mia Corte,


 

e non vi sia meraviglia


 

se la Corte di Castiglia


 

sceglie Siviglia a sua sede,


 

perquè regnando in Siviglia


 

io regno pure in Castiglia.


DON PIETRO

 

Oggi noi, suoi magistrati,


 

ci inchiniamo con letizia


 

ai tuoi piedi, per la grazia


 

e il favore che ci dài.


 

Giurati e Governatori


 

t'affrono con volontà


 

le ricchezze e la lealtà


 

di cui disporre essi possono,


 

ed il Consiglio lo vuole,


 

a condizione non sia


 

in danno della città.


RE

 

Ne sono molto felice.


DON PIETRO

 

Lascia baciarti le mani.


RE

 

Ritiratevi, signori:


 

avete fatto per me


 

cose degnissime, e penso


 

che con l'aiuto fedele


 

di tutti voi io potrò


 

sostituire il vecchio re


 

di Gibilterra che dorme


 

senza pensiero, disteso


 

fra le sue antiche colonne,


 

ond'io farò con fortuna,


 

che si sovvenga di me.


FARFANTE

 

Con la sua gente leale


 

in questa nobile impresa


 

Siviglia vi seguirà,


 

offrendo insieme per voi


 

le vite sue.


DON ARIAS

 

Grato resta


 

a voi il Re ed agli altri,


 

e sodisfatto del vostro


 

nobile augurio e saluto.


RE

 

Tutto, in Seviglia, ora io credo


 

e riconosco. Son grato


 

di quanto per me farete:


 

Dio v'accompagni, signori.


(S'allontanano i Governatori)
SCENA II.
Il RE, DON ARIAS.

DON ARIAS

 

Dimmi che pensi, Signore


 

di Siviglia...


RE

 

Tanto è bella


 

che solo oggi ho sentito


 

d'essere Re.


DON ARIAS

 

Ma più bella,


 

meritando il tuo favore,


 

Signore, ti sembrerà


 

ogni giorno


RE

 

È naturale


 

che una città così bella


 

quanto più in essa si vive,


 

tanto più debba piacere.


DON ARIAS

 

L'ornamento e la grandezza


 

delle strade di Siviglia


 

io veramente non so


 

se Augusto in Roma ammirò,


 

nè se ebbe le sue ricchezze.


RE

 

E le divine bellezze


 

perchè ammanti di silenzio?


 

Perquè limiti e nascondi


 

i suoi cieli e i suoi tramonti?


 

E dimmi: come, nei Soli


 

che vedemme, non avvampi?


DON ARIAS

 

Eleonora di Ribera,


 

tutto un cielo somigliava,


 

chè dagli occhi le brillava


 

il sole di primavera.


RE

 

Sole, se bianca non fosse


 

e a un sole tutto di neve


 

piccolo elogio si deve


 

se non incendia ma agghiaccia;


 

sole che incendia vorrei


 

non quel che freddo si beve.


DON ARIAS

 

Donna Elvira di Guzman


 

colei che a fianco le stava


 

come ti parve?


RE

 

Che era


 

molto prolisso il Tedesco,


 

perquè a coppie sempre vanno


 

le donne bianche appaiate.


DON ARIAS

 

Sì come un maravedino.


RE

 

Quantunque Amore sia libero


 

e avanzi franco e spigliato,


 

per quella bianca moneta


 

non vorrei cederne un'altra.


DON ARIAS

 

Donna Teodora De Castro,


 

quella che veste di verde...


RE

 

Splendore innanzi a lei perdono


 

ogni avorio ed alabastro.


DON ARIAS

 

Amore può rintracciarla


 

perquè in un mare di verde


 

ingrassa come in favore.


RE

 

A volte bestia è l'amore


 

e il verde ama cercare.


DON ARIAS

 

Colei che t'offri le rose


 

donna Mencia, si chiama


 

Coronello.


RE

 

Bella donna,


 

ma ho visto alcune più belle.


DON ARIAS

 

Le due morette gioiose


 

che da quell'alta finestra


 

guardavano, erano Anna


 

e Beatrice Mexía,


 

sorelle, que pure al giorno


 

donano nuovo splendore.


RE

 

Per Anna l'una è comune


 

ed è l'altra per Beatrice,


 

sola come la Fenice


 

che giammai nessuna vinse.


DON ARIAS

 

La buona o mala fortuna


 

pure al nome si attribuisce?


RE

 

In amore (non stupirti)


 

i nome sono stranezze,


 

son qualità e bellezza


 

al desiderio dell'uomo.


DON ARIAS

 

La bianca e bionda...


RE

 

Non dire


 

chi era: quando la donna


 

è bionda e bianca sarà


 

sempre di marmo e di ottone;


 

e se continui a parlare


 

di lei, tu certo m'induci


 

a udire ciò che non amo.


 

Vidi una donna gentile


 

di grazia nuova ricolma


 

e tu di lei non mi parli


 

chè della bianca hai parlato


 

e mai di quella ch'è bruna.


 

Chi è colei che in balcone


 

io fissai con attenzione


 

e il cappello mi levai


 

per salutarla fra l'altre?


 

Chi è colei che in fondo agli occhi


 

ha il baleno ad accecare,


 

come ho sentito narrare


 

del divino Giove olimpio:


 

occhi che dànno la morte


 

senza saperlo o volere?


 

Una che, in nero, faceva


 

gara col sol splendete


 

e all'orizzonte spagnolo


 

sorgea fra l'èbano lieta.


 

Una notte, orror del giorno,


 

che, di nero, luce dava


 

e in eclissi lo lasciava;


 

una macchia della luce


 

del sole, che si appannava


 

con la sua pura bellezza.


DON ARIAS

 

Ora ho capito, Signore.


RE

 

Pensa alla donna più bella


 

e certo non sbaglierai.


DON ARIAS

 

Ella si chiama la Stella


 

di Siviglia.


RE

 

Se è più bella


 

del Sole, perchè la offende


 

Siviglia? Se non intende


 

che merita il suo splendore


 

chiamarsi Sole, perchè


 

è Sole che anima o accende?


DON ARIAS

 

È donna Stella Tavera


 

suo nome, e per meraviglia


 

la chiama Stella, Siviglia.


RE

 

Sole dovrebbe chiamarla.


DON ARIAS

 

Sposarla spera il fratello


 

in questa stessa città.


RE

 

Si chiama il fratello?


DON ARIAS

 

Busto


 

Tavera, ed è Reggitore


 

di Siviglia, il quale onore


 

al suo valore s'addice.


RE

 

Ed è ammogliato?


DON ARIAS

 

Non lo è,


 

perquè in tutta la contrada


 

egli è il Sole a quella guisa


 

che sua sorella è la Stella.


RE

 

Con buona Stella son giunto


 

in Siviglia. E in essa avrò


 

grande favore e fortuna


 

come io desidero; e già


 

ogni letizia verrà


 

a me con simile Stella.


 

Se tale Stella mi guida


 

come mai mi perderò?


 

Re sono e venni a scoprire


 

le stelle del mezzogiorno.


 

Don Arias vorrei vederla


 

perquè già troppo mi piace.


DON ARIAS

 

Se è Stelle che a Betlem


 

ti guida, Signore, è ingiusto


 

faccia del fratello, Busto,


 

bestia del nuovo presepe.


RE

 

Che ordini, Arias, darai


 

perchè io la veda e le parli?


DON ARIAS

 

Codesta Stella gentile


 

del Sole a costo vedrai


 

suo fratello onorerai


 

chè gli onori più cospicui


 

sono semi di favori.


 

Favoriscilo, se il dare


 

può disfare e conquistare


 

le più rare e gravi cose.


 

Se tu dài ed egli accoglie


 

egli s'obbliga e, obbligato,


 

pagherà quanto gli hai dato,


 

perchè chi dona, il suo nome


 

nel bronzo del cuore incide.


RE

 

Manda subito a chiamarlo


 

e stabilisci con cura


 

che nella notte ventura,


 

veda io Stella in casa sua:


 

epiciclo che mi brucia


 

con il fuoco dell'amore.


 

Corri a chiamare il fratello.


DON ARIAS

 

Nella Reggia l'ho veduto


 

vedrò se ancora egli è qui.


RE

 

Se oggi vinco questa prova


 

gli regalo anche il mio regno


DON ARIAS

 

Ti darò codesta Stella.


RE

 

Cielo stellato sarò


 

in notte placida e bella


 

e solo con una stella


 

più del Sole splenderò.


SCENA III.
Entra DON GONZALO D'ULLOA vestito a lutto. Il RE.

DON GONZALO

 

Bacio i vostri piedi, Altezza.


RE

 

Alzatevi, amico mio;


 

come va che in tanta gioia


 

solo voi siete angosciato?


DON GONZALO

 

Morì mio padre...


RE

 

Ho perduto


 

un valente Capitano.


DON GONZALO

 

E le frontiere rimangono


 

senza più cura e difesa.


RE

 

Era un eroico guerriero


 

e mi commuove il pensiero


 

della sua morte inattesa.


DON GONZALO

 

Signore, ha molto perduto


 

la frontiera d'Arcidona;


 

e, stabilito che un altro


 

guerriero del suo valore


 

in tutto il regno non c'è,


 

e che erede del suo nome


 

e del suo onore io soltanto


 

resto in Castiglia, non credo


 

permetta Vostra Maestà


 

che ad altri vada l'ufficio


 

da lui lasciato.


RE

 

È un indizio


 

che in voi sempre si conferma.


 

Ma mentre voi piangerete


 

la morte di vostro padre


 

fra lutti e pianti, restate


 

in questa Corte con me.


DON GONZALO

 

Con lo stesso desiderio


 

Don Fernando di Medina


 

viene, e portare s'illude


 

per servizio il suo bastone,


 

perchè è stato comandante


 

per dieci anni, e con la spada


 

su le perle di Granata


 

ha sparso il rosso rubino,


 

e per tanto superarmi


 

spera.


RE

 

Adesso io lo vedrò


 

e, prima di pronunziarmi,


 

la sua voce ascolterò.


SCENA IV.
Entra FERNANDO DI MEDINA:
Gli altri che sono già sulla scena rimangono.

FERNANDO

 

Penso, Signore, che giungo


 

troppo tardi ai vostri piedi.


 

Consentite ch'io li baci...


RE

 

Don Fernando, senza fretta


 

potete i piedi baciarmi;


 

chè ancora nelle mie mani


 

e nel mio arbitrio è la carica


 

che voi chiedete, nè posso


 

offrirla senza chiamare


 

prima la vostra persona


 

e altre del regno notabili


 

che, essendo d'esso gli atlanti,


 

sono i raggi d'Arcidona.


 

Andate pure.


DON GONZALO

 

Signore,


 

Questa domanda vi lascio.


FERNANDO

 

Ed io la mia ch'è lo specchio


 

e la luce del valore


 

dove risplende il mio onore


 

intatto, puro e leale.


DON GONZALO

 

Anche il mio onore è cristallo


 

che la giustizia rischiara


(S'allontanano DON GONZALO e FERNANDO).
SCENA V.
DON ARIAS, BUSTO TAVERA, RE

DON ARIAS

 

Ecco, Signore, venuto


 

Busto Tavera.


BUSTO

 

Ai tuoi piedi


 

turbato io giungo, perchè


 

è naturale occasione


 

alla presenza del Re


 

si turbi il suddito, e io,


 

dato che egli mi invita,


 

due volte sono turbato,


 

perchè col farmi, Signore,


 

questo inatteso favore


 

gran turbamento mi hai dato.


RE

 

Alzatevi


BUSTO

 

Se è necessario


 

trattare il Re, come i santi


 

si pregano sugli altari,


 

modo più nobile è questo.


RE

 

Siete un distinto guerriero.


BUSTO

 

Diedi di me qualche prova;


 

ma come spetta al mio grado


 

spero ancora di avanzare.


RE

 

Io non vi posso aiutare?


BUSTO

 

Divine leggi ed umane


 

dànno ai Re ogni potere,


 

ma non dànno modo ai sudditi


 

d'essere audaci coi Re,


 

perchè con essi celate


 

debbono aver le speranze,


 

come succede ora a me


 

che le leggi superare


 

vedo ogni mio desiderio.


RE

 

Chi mai non desiderò


 

d'essere sempre più grande?


BUSTO

 

Se fossi un grande, Signore,


 

mi sarei oggi coperto,


 

ma se Tavera io rimango


 

non può coprirsi Tavera.


RE

(a parte a DON ARIAS)

 

Nobile filosofia


 

d'onore.


DON ARIAS

(a parte al RE)

 

Son questi i primi


 

sempre a cadere.


RE

 

Desidero,


 

Tavera, con tutta l'anima


 

che vi prestiate ad accrescere


 

il vostro nome in uffizio,


 

che del mio amore sia indizio:


 

perciò vi ho fatto chiamare,


 

tramutandovi Tavera


 

in capo dell'Arcidona,


 

poichè la vostra persona


 

sarà su quella frontiera


 

come il fulmine di guerra.


BUSTO

 

Ma, io, Signore, in che guerra


 

vi ho servito?


RE

 

Nella pace


 

vi trovo, Busto, capace


 

di difender la mia terra,


 

tanto che vi preferisco


 

a chi fra tali servizi


 

mostra coi suoi memoriali


 

d'essere degno del posto.


 

Leggeteli in mia presenza


 

e risolvetevi subito.


 

Tre pretendono con voi


 

codesta carica insigne


 

e questi son gli altri due


 

che vi vogliono avanzare.


BUSTO

(legge)

«Molto poderoso Signore, Don Gonzalo di Ulloa supplica Vostra Altezza di volergli attribuire l'incarico di capitano generale delle frontiere di Arcidona, dato che suo padre, dopo avere servito in tale ufficio per oltre quattordici anni, compiendo in onore di Dio e della vostra corona le più eroiche imprese, morì giorni or sono in uno scontro col nemico. Domando giustizia....».


 

Se di suo padre il valore


 

ha ereditato Gonzalo


 

lo credo degno del posto.


RE

 

Leggete l'altro.


BUSTO

(legge)

 

Signore


 

Don Fernando di Medina


 

da venti anni ch'è soldato


 

ha servito vostro padre


 

e servirvi ancora spera


 

con il braccio e con la spada.


 

Generale per dieci anni


 

nella guerra di Granata,


 

preso in essa prigioniero,


 

per tre anni ha consumata


 

la sua forza in esercizi


 

vili, ed ora, per codesti


 

suoi servizi e per la spada


 

che in sè stessa la Giustizia


 

tutta accoglie, in umiltà


 

chiede in questo memoriale


 

il grado di Generale


 

delle truppe de Arcidona».


RE

 

Dite ora voi.


BUSTO

 

Io non so


 

quale servizio citare


 

o che a voi l'offra di dare.


 

Riferir del mio passato


 

tutti i nobili blasoni,


 

e tutti i vinti pennoni


 

dei castelli conquistati


 

io potrei; ma, mio Signore,


 

già per essi i miei maggiori


 

ebbero onori e fortuna


 

e se quelli vi servirono


 

io non chieggo i loro onori.


 

La Giustizia, perquè sia,


 

deve essere ordinata,


 

perchè è sacra carità,


 

che Dio lega ad un capello;


 

e se a peso così grande


 

dà un sì debole sostegno


 

segno è che, cadendo in filo,


 

non si spezza e dà buon peso.


 

Dare l'ufficio è giustizia


 

a uno di questi due,


 

perchè se a me lo donate


 

voi commettete ingiustizia.


 

E qui in Siviglia, Signore,


 

io non v'ho in niente obbligato,


 

chè fui in guerra soldato


 

e in pace fui Reggitore.


 

E se ha detto verità,


 

don Fernando di Medina


 

merita egli quel posto


 

ch'è degno della sua età,


 

E don Gonzalo, potete,


 

ch'è ancora giovane tanto,


 

nominare comandante.


RE

 

Sia come voi proponete.


BUSTO

 

Solo voglio (e la ragione


 

e la giustizia lo vogliono)


 

dare a quelli che servirono


 

dovuta sodisfazione.


RE

 

Basta: voi mi confondete


 

con tali saggi consigli.


BUSTO

 

Specchio son le mie parole


 

e in esse vi rimirate.


RE

 

Siete un grande cavaliere


 

e nei miei appartamenti


 

voglio restiate da oggi


 

perch'io vi tenga con me...


 

Siete ammogliato?


BUSTO

 

Signore,


 

di mia sorella marito,


 

ammogliarmi non saprò


 

prima di averla situata.


RE

 

Io spero d'esservi utile


 

a degnamente sposarla.


 

È il suo nome?


BUSTO

 

Donna Stella.


RE

 

A Stella, che sarà bella,


 

non so che sposo darò


 

se non sia il Sole.


BUSTO

 

Un uomo


 

solo per Stella desidero,


 

che non è stella del cielo.


RE

 

La sposeremo in mio nome


 

con uno che ne sia degno.


BUSTO

 

Vi bacio i piedi per lei.


RE

 

Le darò, Busto, marito


 

che non sfiguri al suo fianco:


 

Dìtele ch'io voglio essere


 

compare delle sue nozze


 

e che dotarla desidero.


BUSTO

 

Ora sapere io vorrei,


 

Signore, per che occasione


 

Vostra Altezza mi ha chiamato,


 

perchè ne sono in pensiero.


RE

 

Tavera avete ragione:


 

vi ho chiamato per un fatto


 

di Siviglia e volli dirvi,


 

prima di agire, ogni cosa


 

di esso; ma quiete ed ozio


 

oggi ci invitano, quindi


 

lo tratteremo più calmi


 

noi due soltanto domani.


 

Perchè da oggi, ripeto,


 

voi qui restate ad assistermi


 

nelle mie stanze e palazzo.


 

Ci rivedremo.


BUSTO

 

Vi bacio


 

i piedi.


RE

 

Le mie due braccia


 

in cambio vi porgerò.


BUSTO

 

Non posso tanto favore


 

contraccambiare nè intendere.


(Tra sè solo).

 

Sospettoso io sono; manda


 

a chiamarmi all'improvviso,


 

m'offre favori, m'onora;


 

pensi più ad onorarmi...


 

mi pare che a subornarmi.


(Esce)
SCENA VI.
Il RE, DON ARIAS.

RE

 

Quell'uomo è molto sottile


 

e tanto scaltro che onesto.


DON ARIAS

 

Di tali onesti io m'annoio;


 

quanti, Signore, lo sono


 

fino alla buona occasione


 

che li tramuta in furfanti?


 

Senza di essa, ad un modo


 

son tutti saggi, ma ognuno


 

in qualche cosa s'impliglia.


 

L'uno sussurra dell'altro


 

che di quell'uno parlò,


 

e la legge che esegui


 

esegue il tempo oggi in lui.


 

Se metti un poco il suo onore


 

in un piatto di bilancia


 

e nell'altro i tuoi favori,


 

i tuoi done e le lusinghe,


 

vedrai presto, gran signore,


 

come quello che ora è basso


 

peserà solo un fuscello,


 

mentre l'altro piegherà


 

come sotto mille libbre.


RE

 

Voglio, celato, vedere


 

quella donna in casa sua


 

ch'è sole ardente per me,


 

se così m'arde e mi brucia


 

anche se stella mi appare.


DON ARIAS

 

Bada a ciò che si dirà.


RE

 

Quelli che pensano troppo


 

a quanto dice la gente


 

hanno voglia di morire.


 

Dica tutta la Castiglia


 

quanto la piaccia di dire,


 

se il Re Mago voglio essere


 

della Stella di Seviglia.


(Se ne vanno).
SCENE VII.
Sala in casa di Busto Tavera.
DON SANCIO, DONNA STELLA, MATILDE, CLARINDO.

SANCIO

 

Divino angelo mio


 

quando sarò tuo compagno,


 

liberandomi per sempre


 

delle ansie che mi bruciano?


 

Quando la tersa rugiada


 

che dai miei occhi trabocca,


 

sole che splendido sorgi


 

in conche di vivo corallo diffuse


 

di che ha bagnato amor le labbra rosse,


 

con deliziosa calma,


 

perle farai che ingemmino le anime?


 

Quando, felice Stella,


 

che come il Sole adoro,


 

nel tuo epiciclo d'oro


 

abbarbagliante e bella


 

dell'alone che avvolge


 

il tuo capo divino


 

con raggi di letizia


 

inonderai il giorno,


 

stringendoci l'amore in un sol cuore,


 

perchè emula del cielo


 

nuovi Diòscuri infine abbia la terra?


 

Quando allaciati insieme


 

ci chiamerà Castiglia


 

Gemelli di Siviglia


 

fusi in gioia immortale?


 

Quando avranno i miei mali


 

la speranza d'un bene?


 

Quando gaio e felice


 

mi chiamerò tuo sposo,


 

malgrado il tempo che tu stessa freni


 

e che in pigro viaggio


 

cammina con i piedi di Saturno?


STELLA

 

Se a gara con i nostri desideri


 

il tempo camminasse,


 

vincerebbe anche il Sole


 

con passi di gigante,


 

e le mie dolci cure e la mia gioia


 

celebrebe tutta


 

Siviglia innamorata;


 

nè invidierei in triste gelosia,


 

amante venturosa,


 

la tortorella tenera e gentile


 

che con fiocchi gorgogli


 

nei cavi tronchi tàlami improvvisa.


 

In amorosi circoli


 

ieri si ricercavano


 

dove tu sai, lanciandosi


 

richiami inconsapevoli;


 

coi becchi di diamante


 

il piumaggio di neve


 

dolcemente piluccavano,


 

poi, a un tratto ne facevano


 

coppe in cui Amore le speranze beve,


 

e coi beccucci avvinti


 

si donavano le anime ed i cuori.


SANCIO

 

Ahi, come ti ringrazia


 

il cuore di codesto dolce sogno!


 

Gli invisibili e nobili trofei


 

della fama desidera


 

l'anima mia e a te tutta si dona.


STELLA

 

Io con essa la vita


 

perchè con essa io viva.


SANCIO

 

Ahi, amorosa Stella


 

di luce e d'oro tremolante e bella!


STELLA

 

Ahi, pietoso omicida!


SANCIO

 

Mia creatura divina:


 

luce sul mare del mio cieco cuore.


CLARINDO

(in disparte, a MATILDE)

 

Tentar vogliamo anche noi


 

qualche gentile carezza,


 

simile a tela d'Olanda,


 

seguendo un poco in letizia


 

l'esempio ch'essi ci dànno?


SANCIO

(a CLARINDO)

 

Taci


CLARINDO

 

Ma stiamo in silenzio.


(Sommessamente a MATILDE).

 

Ahi, delizioso sostegno


 

del mio amoroso deliquio!


MATILDE

 

Ahi, mio gentil lacchè


 

che al suono delle striglie sei poeta!


CLARINDO

 

Ahi, mia speranza!


MATILDE

 

Mia felicità!


CLARINDO

 

Non si lamenta mai tanto un lebbroso.


SANCIO

(a STELLA)

 

Che dice tuo fratello?


STELLA

 

Che quando siano firmate


 

queste nostre promesse


 

il matrimonio è completo,


 

e che a dàrmiti in sposa


 

qualche giorno soltanto gli conceda.


SANCIO

 

Il mio amore è così trepido e solo


 

che come un fanciullino


 

si spaventa e abbandona


 

se il tempo lo combatte:


 

io ti volevo oggi stesso sposare


 

e non più consumarmi in questo ardore,


 

perchè il tempo mutevole


 

può cambiare anche il croso alla fortuna.


 

Il mar tranquilo e canuto


 

si risveglia fra il latte


 

e prima che le vette


 

dei monti al Sol riveli


 

in circoli di porpora


 

si leva sul mattino l'Alba bella,


 

ma presto nera nube


 

su le lor vette spunta


 

ammantandole d'ombre tenebrose


 

e quelle ch'eran balze,


 

tramuta in mostri giganteschi e bianchi.


 

Pennacchi variegati


 

indossa un verde mandorlo


 

e in un istante perde


 

i suoi teneri fiori:


 

scorrono mormorando


 

i limpidi ruscelli,


 

ma nel letto d'argento,


 

ecco, li arresta il gelo:


 

pure se tutti questi non son certi


 

dell'avvenire e della lor sostanza,


 

come, in tanto mutevole vicenda,


 

nel volubile tempo io fiderò?


STELLA

 

Se il tempo lo consente


 

parla a Tavera.


SANCIO

 

Sì, gli debbo parlare ad ogni costo


 

se non voglio morire.


CLARINDO

 

Ecco Busto Tavera che ritorna.


SCENA VIII.
BUSTO e coloro che si trovano su la scena.

BUSTO

 

Amico Sancio


STELLA

 

Che hai?


SANCIO

 

Come tanto malinconico?


BUSTO

 

La tristezza e l'allegria


 

in pensiero mi hanno messo.


 

Vattene un poco, sorella.


STELLA

 

Mi aiuti Iddio se il tempo mi maltratta.


(S'allontanano STELLA e MATILDE).
SCENA IX.
BUSTO, DON SANCIO, CLARINDO.

BUSTO

 

Sancio Ortiz de las Roelas...


SANCIO

 

Non mi chiamate cognato?


BUSTO

 

Un cavallo infuriato


 

senza sproni mi porta a galoppare.


 

Sapete che il Re mi ha chiamato


 

nè intendo ancora perchè.


 

che per averglielo chiesto


 

non me lo volle spiegare,


 

ma in cambio senza domanda


 

mi volle far generale


 

d'Arcidona e solamente


 

a forza di resistenza


 

non mi cedette lo scettro


 

reale, e mi diede infine...


SANCIO

 

Narrate ancora, Tavera,


 

che tutto ciò è allegrezza


 

e non è certo tristezza


 

o l'angoscia che vi agita


BUSTO

 

Mi ha sollevato al suo seguito.


SANCIO

 

Anch'è fortuna.


BUSTO

 

Al dolore


 

veniamo.


SANCIO

 

Tutto il mio cuore


 

dall'ansia sento tremare.


BUSTO

 

Mi chiese non maritassi


 

ancora Stella, perchè


 

egli voleva sposarla


 

con ogni onore e fortuna


 

e preferiva dotarla


 

onde poterle trovare


 

marito degno di lei.


SANCIO

 

Tu mi dicesti poc'anzi


 

che allegro e triste venivi,


 

ma solo triste io rimango;


 

perchè tu hai la fortuna


 

mentre io m'immergo nel pianto.


 

Lascia che soffra solo io


 

e tu raccolga la gioia


 

a piene mani, seguendo


 

il nostro Re e sposando


 

la tua gentile sorella


 

con chi sia degno di lei.


 

Sarai felice, lo credo,


 

ma non sarai più fedele


 

all'amicizia e all'onore


 

che t'imponevano oggi


 

di dire al Re senza ambagi


 

che già sposata tu avevi


 

Stella.


BUSTO

 

Hai ragione. Credevo


 

fra tante nuove finezze


 

d'aver perduto il cervello,


 

e non riuscivo a trovare


 

modo gentile o garbato


 

per dirglielo.


SANCIO

 

E allora in fumo


 

dilegua il mio matrimonio?


BUSTO

 

Torno a informare ora il Re


 

che tutto già è stabilito,


 

le promesse e le scritture,


 

e non credo mai che il Re


 

vorrà disperdere il giusto.


SANCIO

 

Se il Re volesse distruggere


 

ogni cosa del suo regno,


 

chi potrebbe mai vietarglielo,


 

anche se vago ne fosse?


BUSTO

 

Gli parlerò senza meno,


 

e anche tu gli parlerai


 

per spiegargli che io turbato


 

non gli ho detto verità.


SANCIO

 

Mi diano morte i dolori!


 

Dicono bene che il tempo


 

non ha un'ora di fermezza


 

e che il pianto e la tristezza


 

sonno l'ombra d'una nuvola.


 

Quando il Re con la sua forza


 

vorrà violare la legge...


BUSTO

 

Sancio, il Re è sempre il Re:


 

tacere e avere pazienza.


(S'allontana).
SCENA X.
DON SANCIO, CLARINDO

SANCIO

 

In somigliante occasione


 

chi pazienza terrà, chi sofferenza?


 

Tiranno che venisti


 

a turbare il mio sogno di bellezza


 

con gli applausi in Siviglia


 

non goda tu l'impero di Castiglia!


 

Bene di Sancio il Bravo


 

meriti il nome se nel tuo valore


 

incomincio a conoscerti,


 

poichè per crudeltà tal nome ottieni.


 

Ma Dio t'umilierà:


 

non godrai tu l'impero di Castiglia!


 

Si rivolti il tuo popolo


 

e ai tuoi nipoti ponga la corona


 

di nuovo su la fronte


 

con bolle del Pontefice romano!


 

E strappàtoti il trono,


 

non goda tu l'impero di Castiglia.


 

Di Siviglia uscirò


 

e a Gibilterra andrò dove il mio cuore


 

il pericolo e il rischio guariranno.


CLARINDO

 

Non occorre tu vada a Gibilterra.


SANCIO

 

Con Stella così tenera e gentile


 

come mai la fortuna


 

non m'assiste e conforta,


 

anzi più ingrata e triste


 

in me volge il suo sdegno e il suo capriccio?


CLARINDO

(tra sè)

 

Per questa vaga stella


 

morremo come l'uovo su la brage:


 

fosse almeno in frittata!


SANCIO

 

Non godrai la fortuna di Castiglia!


(Se ne vanno don SANCIO e CLARINDO).
SCENA XI.
Strada.
RE, DON ARIAS, séguito e poco dopo BUSTO.

RE

 

Ditegli che io sono qui.


DON ARIAS

 

Già lo sanno, e su la porta


 

e riceverti, Signore,


 

esce don Busto Tavera.


(Appare BUSTO).

BUSTO

 

Quale onore e gentilezza,


 

Vostra Altezza mi vuol dare?


RE

 

Sono uscito travestito


 

a conoscere Siviglia


 

e mi dissero, passando,


 

ch'eran vostre queste case:


 

mi appressai per visitarle


 

perchè tutte le han lodate.


BUSTO

 

Sono case di scudiero.


RE

 

Entriamo.


BUSTO

 

Sono, Signore,


 

solo adatte all'umiltà


 

mia, ma giammai vi può


 

entrare la Vostra Altezza,


 

chè –per cosí gran signore–


 

esse sono tropo anguste,


 

nè vi piaceran le sale,


 

che sono, signore, piccole,


 

perchè la loro umiltà


 

non chiese mai tanto onore.


 

Oltre di ciò, nella casa


 

ho una gentile sorella


 

solamente, che in isposa


 

ho già promessa da tempo,


 

e sarà certo notato


 

in Siviglia sa sapranno


 

che venite a visitarla.


RE

 

Non vengo, Busto, per lei,


 

ma per voi.


BUSTO

 

Signore mio,


 

grazia notevole è questa,


 

e se qui per me venite


 

non è giusto io v'obbedisca;


 

serà infatti scortesia


 

che a trovare venga il Re


 

un vassallo e che il vassallo


 

lo permetta e lo consenta.


 

Servo e vassallo io vi sono


 

ed è meglio ch'io vi veda,


 

(poichè volete onorarmi)


 

nella Reggia di Siviglia.


 

Perchè talora colpiscono,


 

più delle offese, gli onori


 

che ci vengono in sospetto.


RE

 

Sospetto? Di che?


BUSTO

 

Diranno,


 

dato che il contrario sia


 

che veniste in casa mia


 

per vedere mia sorella


 

e la fama ch'ella gode


 

sarà subito dispersa,


 

perchè l'onore è un cristallo


 

che con un soffio s'appanna.


RE

 

Già che sono qui, un affare


 

voglio almeno confidarvi,


 

entriamo.


BUSTO

 

È meglio, Signore,


 

ch'io per la strada vi serva,


 

e se mi date licenza


 

vi posso anche accompagnare,


 

chè non ho bene addobbata


 

la casa


RE

(parlando a parte con DON ARIAS)

 

Gran resistenza


 

ci fa.


DON ARIAS

(a parte parlando col RE)

 

Bisogna portarlo


 

lontano, che io resti un poco


 

solo con Stella e le parli.


RE

 

Parla piano che non t'oda,


 

egli che tutto il suo onore


 

ha raccolto negli orecchi.


DON ARIAS

 

Riusciremo a stemperarlo,


 

appendendogli agli orecchi


 

gli orecchini più pesanti


 

in modo che glieli strappino.


RE

(si volge de nuovo a BUSTO)

 

Basta, non voglio per forza


 

vedere la vostra casa.


BUSTO

 

Sì, nel giorno delle nozze


 

di mia sorella, sarà


 

certo più ricca ed ornata


 

e perciò degna d'accogliere


 

la Vostra Altezza


DON ARIAS

 

Le carrozze


 

fate venire.


RE

 

Occupate,


 

Busto, un posto.


BUSTO

 

Vengo a piedi


 

se me ne date licenza.


RE

 

Busto, è mia quella carrozza


 

in cui v'invito, ed in essa


 

io comando.


DON ARIAS

 

Sono pronte.


RE

 

Via, portateci alla Reggia.


BUSTO

(tra sè solo)

 

Molte fortune son queste


 

ch'io non merito, favori


 

troppo grandi e generosi


 

egli m'offre. Voglia Iddio


 

queste mie ansie disperdere.


(S'allontanano tutti).
SCENA XII.
Sala in casa di Busto.
STELLA, MATILDE e infine DON ARIAS.

STELLA

 

Che vai dicendo, Matilde?


MATILDE

 

Ch'era il Re, Signora.


DON ARIAS

(entrando)

 

Egli era


 

e non è molto che i Re


 

cerchino in viaggio una Stella.


 

In questa casa veniva


 

in vista di una bellezza


 

tanto gentile e splendente


 

che s'egli è il Re di Castiglia,


 

voi siete certo Regina.


 

Il Re Don Sancio che tutti


 

per la sua invitta potenza


 

chiamano il Bravo, ed i Mori


 

–che solo al nome suo tremano–


 

il Forte, e l'alte sue opere,


 

il Sacro Cesare Augusto


 

e che ogni alloro romano


 

con le sue imprese ha offuscato,


 

il giorno scorso, la vostra


 

pura e inattesa bellezza


 

vide in balcone risplendere


 

come i palazzi dell'alba,


 

quando tra rose e tra gigli


 

addormentati gli uccelli


 

sognano gondole d'oro


 

nel cielo terso d'azzurro


 

ed ella insonne piangendo


 

schiude boccioli di perle


 

in fiori d'aria e di luce.


 

Il Re vi ha vista e m'ha chiesto


 

en io venga qui ad offrirvi


 

ogni ricchezza ed onore,


 

che possa il Re di Castiglia


 

alla sua donna donare,


 

quantunque per la tua grazia


 

sian povertà le ricchezze.


 

Egli ti chiede che accolga


 

la sua parola d'amore,


 

chè se l'accogli e ricambi


 

Sole sarai di Siviglia


 

in cambio d'essere Stella.


 

Ti darà ville e città


 

di cui sarai la padrona


 

e ti darà un gentiluomo


 

per sposo col quale tu


 

potrai nel tempo passare


 

ghirlanda del tuo passato


 

fortuna del tuo cognome.


 

Che rispondi?


STELLA

 

Che rispondo?


 

Ciò che vedi...


(Gli volge le spalle e s'allontana).

DON ARIAS

 

Attendi, ascolta.


STELLA

 

A sì volgare messaggio


 

do con le spalle risposta.


(Esce sdegnosamente).
SCENA XIII.
DON ARIAS, MATILDE.

DON ARIAS

(tra sè solo)

 

Nobiltà di fratelli senza pari:


 

inquieto essi mi lasciano e tremante


 

di pudore e rispetto.


 

La gentilezza romana


 

ritrova in essi la vecchia Siviglia.


 

Sembra cosa impossibile,


 

che il Re li debba vincere e piegare.


 

Ma l'umana potenza


 

spezza le rocce, fora le montagne,


 

compie prodigi di operosità.


 

Meglio è parlare alla serva


 

e offrirle qualche regalo,


 

perchè i regali son porte


 

d'ingresso d'ogni favore


 

anche se sian padrone della casa


 

la casta Porzia o l'eroica Lucrezia.


(Volgendosi ora a Matilde)

 

Siete donna della casa?


MATILDE

 

Sono una serva per forza


DON ARIAS

 

Come forza?


 

Sona una


 

Schiava?


DON ARIAS

 

Schiava?


MATILDE

 

E soggetta


 

senza speranza di liberazione


 

a eterna sudditanza e prigionia.


DON ARIAS

 

Io farò che il Re ti liberi


 

e ti dia mille ducati


 

se t'impegni in suo servizio.


MATILDE

 

Per la libertà e per l'oro


 

non c'è mai chi non intenda:


 

dimmi ciò che debbo fare


 

ed io subito ti servo.


DON ARIAS

 

Devi aprire questa notte


 

la porta di questa casa,


 

perchè vi penetri il Re.


MATILDE

 

Se manterrai la promessa


 

che m'hai fatta, sarà aperta


 

la porta tutta la notte.


DON ARIAS

 

Una cèdola del Re


 

con la sua firma e il suggello


 

regale, subito avrai.


MATILDE

 

Io lo faré penetrare


 

nel letto stesso di Stella.


DON ARIAS

 

A che ora Busto rincasa?


MATILDE

 

All'alba viene a dormire


 

perchè ogni notte va in giro:


 

ma spesso pagano gli uomini,


 

con l'onore l'abbandono.


DON ARIAS

 

Ed a che ora ti sembra


 

debba venire qui il Re?


MATILDE

 

Verso le undici: certo,


 

a quell'ora sarà andata


 

a letto Stella.


DON ARIAS

 

Ti dono


 

questo smeraldo ch'è il pegno


 

delle mercedi che attendi


 

dal Re.


MATILDE

 

Non c'era bisogno


DON ARIAS

 

Non voglio tu rassomigli


 

ai medici.


MATILDE

 

Innanzi all'oro


 

qual monte resterà fermo?


 

È sempre l'oro nel mondo


 

quello che genera i mali,


 

poichè se esso mancasse


 

non vi sarebbero infami.


SCENA XIV.
Salone della Reggia.
DON IGNIGO OSORIO, BUSTO TAVERA e DON MANUELE il quale offre a BUSTO le chiavi d'oro delle stanze del Re.

MANUELE

 

Goda Vostra Signoria


 

la chiave e il posto che ha


 

e la fortuna che spera.


BUSTO

 

Voglio solo essere degno


 

della grazia che Sua Altezza


 

senza meriti mi fa.


IGNIGO

 

Voi siete certo il più degno,


 

perchè il Re mai s'è ingannato


 

nello scegliere fra noi.


BUSTO

 

Le sue chiavi mi ha affidate,


 

a suo custode m'innalza


 

anche s'io tremo e vacillo


 

a vedermi tanto in alto.


 

Poichè egli m'ha donate


 

tante grazie in un momento,


 

io temo a un tratto si muti


 

come a un tratto m'ha onorato.


 

Ma se conservo il mio onore


 

e quel che fui mi riduce,


 

io sarò sempre in Siviglia


 

Comandante e Reggitore.


IGNIGO

 

Chi è mai di guardia?


MANUELE

 

Nessuno


 

di noi tre.


IGNIGO

 

Perchè vorrei


 

spassarmi.


MANUELE

 

Busto Tavera,


 

se avete qualche convegno,


 

questa notte conduceteci


 

e vi faremo la guardia.


BUSTO

 

Se volete visitare


 

ritrovi della città,


 

potrò condurvi là dove


 

troverete l'allegria


 

e dolce filosofia


 

d'amore


MANUELE

 

Vi siamo grati.


SCENA XV.
DON ARIAS e gli altri che sono su la scena

DON ARIAS

 

Cavalieri, ritiratevi


 

chè vuole scrivere il Re.


MANUELE

 

Bene: andiamo a consumare


 

quest'altra notte.


(Escono DON IGNIGO, DON MANUELE e BUSTO).
SCENA XVI.
RE, DON ARIAS.

RE

 

La luce


 

degli occhi suoi potrò


 

godere?


DON ARIAS

 

Per me la schiava


 

è preparata.


RE

 

Castiglia


 

deve innalzarle una statua.


DON ARIAS

 

Tu devi darle una cédola!


RE

 

Vieni a dattarmela tu:


 

non tremerò nel firmarla


 

se l'amore mi consiglia.


DON ARIAS

 

Buon negozio fa la schiava,


 

a fede mia!


RE

 

Non pensi


 

che mi vende il Sole in cielo


 

con la Stella di Seviglia?


Fine della prima giornata.

SECONDA GIORNAT

SCENA I.
Strada dinanzi la casa di Busto.
Il RE, DON ARIAS, MATILDE presso la porta di entrata della casa di Busto

MATILDE

 

Solo sarà più sicuro,


 

chè tutti dormono già.


RE

 

E Stella?


MATILDE

 

Dormendo sta


 

e la sua stanza è all'oscuro.


RE

 

Ecco per te questa carta


 

in cui ti do libertà


 

ed il danaro promesso.


 

A Busto saprò trovare


 

un'altra schiava.


DON ARIAS

 

Hai avuto


 

quanto ti avevo promesso!


MATILDE

 

Vi bacio i piedi umilmente.


DON ARIAS

(a parte al RE)

 

Tutte le donne, Signore


 

innanzi all'oro son simili.


RE

 

Divina cosa è regnare.


DON ARIAS

 

Chi ti potrà mai resistire?


RE

 

È bene io entri qui solo


 

per meglio dissimulare.


DON ARIAS

 

Solo? Mi pare ardimento.


RE

 

Forse a raccogliere pomi


 

a Colco, a traverso il mare


 

spumoso, vado? E Tavera


 

non mi è vassallo e di lui


 

non è la casa in cui entro?


 

Ma a quale rischio mi espongo?


 

Perchè non sono sicuro


 

se vado sempre con me?


 

Vattene!


DON ARIAS

 

Dove t'attendo?


RE

 

Volta per codesta strada


 

e attendi dove ti piace.


DON ARIAS

 

Dentro San Marco t'aspetto.


(Se ne va).

RE

a Matilde

 

A che ora Busto rincasa?


MATILDE

 

Quando già svegli dall'alba


 

gli uccelli cantano in cielo


 

e questa porta rimane


 

fino a quell'ora dischiusa.


RE

 

Solo l'amore mi spinge


 

e mi sostiene stasera.


MATILDE

 

La Vostra Altezza mi segua


 

in quest'oscuro passaggio,


 

e più sicuro vedrà


 

la luce bella che cerca.


RE

 

Guarda che strana avventura:


 

noi due che, ciechi e all'oscuro,


 

andiamo a caccia di Stelle.


MATILDE

 

Stella che al sol non s'umilia.


RE

 

Quantunque don Sancio il Bravo


 

adoro nel cielo ottavo


 

questa Stella di Siviglia.


SCENA II.
DON MANUELE, BUSTO, DON IGNIGO.

BUSTO

 

Ecco, questa è la mia casa.


DON IGNIGO

 

Buona notte.


BUSTO

 

È troppo presto


 

per me.


DON MANUELE

 

Venite con noi.


BUSTO

 

Grazie.


DON IGNIGO

 

Abbiamo questa sera


 

una visita da fare.


BUSTO

 

Come vi parve Felìcita?


DON MANUELE

 

Riparleremo domani


 

di quella donna, ch'è degna


 

d'essere amata e lodata.


(S'allontanano DON MANUELE e DON IGNIGO).
SCENA III.
Busto solo.

BUSTO

 

Presto stanotte rincaso.


(Volgendosi alla porta della sua casa).

 

Tutta la casa è all'oscuro,


 

Nemmeno un paggio m'attende:


 

Osorio, Angelo, Andrea!


 

Dormono tutti: Anna, Giusta!


 

Sono anche esse a dormire.


 

Matilde! Pure la schiava


 

s'è addormentata: è Dio il sonno


 

e imperatore dei sensi.


(Springe la porta ed entra in casa).
SCENA IV.
Strada che porta alla Reggia.
Il RE, MATILDE e in fine BUSTO.

MATILDE

 

Temo sia lui che mi chiama,


 

Signore, sono perduta!


RE

 

Non mi dicesti tornava


 

all'alba?


MATILDE

 

Disdetta mia!


(Entra BUSTO e il RE si nasconde).

BUSTO

 

Matilde!


MATILDE

 

Dio mio, io fuggo.


RE

(a MATILDE).

 

Non temere.


(MATILDE fugge, non vista).
SCENA V.
Il RE, BUSTO.

BUSTO

 

Chi va là?


RE

 

Un uomo.


BUSTO

 

A quest'ora un uomo


 

in casa mia? Il tuo nome.


RE

 

Scòstati.


BUSTO

 

Sei temerario!


 

Ma se ti piace passare


 

per la porta della spada,


 

avanza, perchè quantunque


 

sia sacra questa mia casa


 

oggi la voglio macchiare.


RE

 

Lascia la spada.


BUSTO

 

Perchè?


 

Vuoi ch'io ti lasci passare


 

ore che tu queste stanze


 

di mia sorella hai violate?


 

Subito dimmi chi sei


 

o sul momento t'uccido.


RE

 

Sono un uomo d'importanza:


 

lasciami.


BUSTO

 

In questa mia casa


 

io son colui che comanda.


RE

 

Lascia ch'io passi e ricorda


 

che sono un uomo ben nato


 

e che se qui son venuto,


 

non per offenderti è stato,


 

ma per accrescerti onore.


BUSTO

 

Non si dà onore così.


RE

 

Son io che penso al tuo onore.


BUSTO

 

Vi pensa più la mia spada.


 

Ma se il mio onore procuri


 

com'è che vieni ammantato?


 

Onorandomi, ti celi?


 

Dondomi onore ti mascheri?


 

Il tuo timore rivela


 

che in fallo adesso t'ho colto,


 

perchè nessuno che onora


 

ha di mostrarsi vergogna.


 

Difenditi, o viva Dio


 

ti uccido...


RE

 

Vile aggressore.


BUSTO

 

Mettiti in guardia: t'uccido


 

o tu m'uccidi stanotte.


RE

(tra sè solo)

 

Ora gli dico chi sono.


(A Busto)

 

Attento, ch'io sono il Re.


BUSTO

 

Io non ti credo: tu menti.


 

Il Re non vuole il mio male


 

e non verrebbe così,


 

ammantato e senza scorta


 

in casa mia, a quest'ora.


 

Tu offendi il Re, mascalzone,


 

se affermi ch'egli ha commessa


 

una bassezza. Poichè


 

è cosa assurda Sua Altezza


 

voglia ingiuriare un suo suddito


 

e abbandonarsi al suo danno.


 

Perciò di nuovo m'offendo


 

e più di prima ho il dovere


 

di ricacciarti nel petto


 

le villanie che pronunzi.


 

Perchè se offendere me


 

tu puoi, non hai il diritto


 

di offendere anche il mio Re,


 

e certamente saprai


 

che leggi sacre ed umane


 

sempre condannano a morte


 

colui che pensa o sospetta


 

cosa non degna del Re.


RE

(tra sè)

 

Che notevole carattere!


(A Busto)

 

Uomo, dico, sono il Re.


BUSTO

 

Meno credito ti do,


 

perchè qui non corrispondono


 

al nome di Re, le opere,


 

perchè il Re è chi ci onora


 

e tu sei chi disonora.


RE

(tra sè solo, in angoscia ed ira)

 

È malvagio ed è scortese!


 

Che farò?


BUSTO

(tra sè solo)

 

(È certamente


 

il Re, non c'è alcun dubbio;


 

ora lo lascio passare


 

per sapere se m'ha offeso


 

ora che ho l'anima in fiamma


 

fra la collera e il furore.


 

È come il censo l'onore,


 

e chi lo dono lo toglie).


(Rivolto al RE)

 

Passa, chiunque tu sii,


 

e non osare infamare


 

altra volta il nostro Re;


 

nè dire d'essere il Re


 

quando compi villania.


 

Sappi che il Re, mio signore,


 

d'Africa onore e spavento,


 

è cristianissimo e santo


 

e tu gli infanghi il valore.


 

Egli le chiavi mi ha date


 

della sua casa e no può


 

senza mie chiavi esser qui


 

quando le sue mi ha affidate.


 

Pure io ti lascio passare


 

perchè ti sei finto il Re.


 

E di vedermi fedele


 

non ti stupire, perchè,


 

quantunque io sono l'offeso,


 

sempre un vassallo è tenuto


 

a rispettare anche il solo


 

nome divino del Re.


 

Questo don Busto Tavera


 

qui te lo dice e, per Dio,


 

come a te solo lo dice


 

vorrebbe dirlo anche al Re.


 

In modo che, per la vita,


 

contro le leggi di Dio,


 

egli impari a fare il Re


 

dall'onore dei suoi sudditi.


RE

 

Io non riesco a contenermi,


 

sono confuso e irritato.


 

Vile. Perchè t'ho ingannato,


 

tu mi rispetti così,


 

ma sappi che ora io desidero


 

uscire d'altra maniera,


(cava la spada)

 

perchè se ottengo clemenza


 

solo col nome del Re


 

e in me rispetti il suo nome,


 

perchè tu tremi e t'umìli,


 

sarò nelle opere Re:


 

muori, villano, per te


 

il nome forza mi dà


 

di vero Re che t'uccide.


BUSTO

 

Sono l'onore è il mio Re.


(Si battono).
SCENA VI.
Servi irrompono con luci, MATILDE il RE che cela il volto sotto il mantello, BUSTO.

SERVI

 

Che c'è!?


RE

(tra sè solo)

 

Io debbo fuggire.


 

Prima d'essere scoperto


 

da questo vile, e insultato


 

di nuovo, meglio è fuggire.


 

Per la vendetta c'è tempo.


(S'allontana a un tratto).

UN SERVO

 

È fuggito l'aggressore.


BUSTO

 

Raggiungetelo e uccidetelo!...


 

No... lasciatelo..., al nemico


 

si costruisce il ponte d'oro.


 

Se fugge, chiara è la gloria


 

che si conquista lasciandolo,


 

perchè il vinto col fuggire


 

cede all'altro la vittoria.


 

E più, perchè chi è fuggito


 

per non esser consciuto


 

fugge, e non perchè qualcuno


 

l'abbia comunque sconfitto.


 

Date una luce a Matilde


 

e voi tornate a dormire.


(Dànno la luce a MATILDE i suoi e, ancora fra il sonno e la sorpresa, s'allontanano parlottando confusamente).
SCENA VII.
BUSTO, MATILDE.

BUSTO

(tra sè)

 

È lei che lo ha fatto entrare:


 

si vede dal suo contegno,


 

ma la farò confessare


 

con un'accorta menzogna.


(A MATILDE)

 

Chiudi la porta d'entrata.


 

Ora ti debbo ammazzare:


 

tutto il fatto mi ha narrato


 

il Re


MATILDE

(tra sè sola tremante)

 

(S'egli non mantenne


 

il suo segreto, perchè


 

lo dovrò io custodire


 

in questo triste momento?).


(A BUSTO con la voce spezzata dai singhiozzi)

 

Signore, quanto ti ha detto


 

è verità.


BUSTO

(tra sè)

 

Ora i resti


 

io raccolgo del mio onore.


(A Matilde)

 

Perchè hai dischiusa la porta


 

al Re?


MATILDE

 

Mi aveva promessa


 

la libertà e soltanto


 

por essa, come hai veduto


 

in questa sala l'ho fatto


 

entrare.


BUSTO

 

E Stella ha saputo


 

queste cose?


MATILDE

 

Io penso che


 

coi suoi occhi ella m'avrebbe


 

incendiata, se le avessi


 

rivelato il tradimento


 

ch'io preparavo col Re.


BUSTO

 

È certo allora che Stella


 

ignora tutto.


MATILDE

 

Signore,


 

non consente il suo splendore


 

ecclissi, nè un velo d'ombra;


 

perchè la luce sua limpida


 

è tersa, pura e invincibile


 

sì come quella del Sole.


 

Presso la stanza di lei


 

il Re era giunto e m'aveva


 

questa sua carta donata


 

quando tu sei ritornato.


BUSTO

 

Come? Questa carta a te?


MATILDE

 

Mille ducati di rendita


 

mi dona e la libertà!


BUSTO

(pensoso, tre sè solo)

 

Quanto costa l'onor mio:


 

mi conforta e m'impressiona...


(A MATILDE)

 

Vieni con me!


MATILDE

 

Dove mai?


BUSTO

 

A rivedere il tuo Re,


 

così sciolgo con la legge


 

il groviglio in cui mi trovo.


MATILDE

 

Ahi, sventurata di me!


BUSTO

 

Se il Re la volle ecclissare,


 

la fama deve restare


 

della Stella di Siviglia.


(Esce, traendosi dietro per un braccio MATILDE).
SCENA VIII.
Strada che porta alla Reggia.
Il RE, DON ARIAS.

RE

 

Guarda che m'è capitato!


DON ARIAS

 

Hai voluto entrare solo.


RE

 

È stato tanto malvagio


 

e tanto audace ch'io muoio


 

di sdegno, perchè son certo


 

che Busto m'ha conosciuto.


 

Senza indugio m'ha investito


 

con equivoche ragioni


 

e anche se gli ho resistito,


 

le inevitabili azioni


 

di quell'incerto momento


 

mi turbarono il decoro


 

che richiede la maestà.


 

Lo assalto, anch'io, ma le luci


 

a un tratto giungono e possono


 

la verità rivelare


 

ch'ognuno solo sospetta,


 

s'io non mi liberi subito


 

volgendo a tutti le spalle.


 

Questo m'è ora avvenuto,


 

Arias, con Busto Tavera.


DON ARIAS

 

Paghi con morte l'offesa


 

che t'ha recata: col sole


 

nuovo sorga anche il castigo


 

giusto, poichè su la terra


 

di Spagna è legge soltanto


 

il desiderio del Re.


RE

 

Pubblicamente sarebbe


 

Arias, errore più grave.


DON ARIAS

 

Motivo avrai sufficiente


 

nel fatto ch'è Reggitore


 

di Siviglia, ed il più saggio,


 

il più prudente non lascia


 

di abbandonarsi a qualcuno


 

di quei reati che suscita


 

l'ambizione del potere.


RE

 

È tanto savio ed onesto


 

che sarà mòndo d'errore.


DON ARIAS

 

E allora fallo scannare


 

in segreto.


RE

 

Forse è meglio:


 

ma a chi potremo affidare


 

codesto affare?


DON ARIAS

 

A me.


RE

 

Non ti voglio compromettere.


DON ARIAS

 

E allora io ti darò


 

un uomo nobile e forte,


 

tanto insigne cavaliere


 

che valoroso soldato,


 

del quale il Moro ha tremato


 

nella campagna tremenda


 

di Gibilterra, ove è stato


 

molte volte comandante


 

vittorioso, mai sconfitto;


 

e oggi in Siviglia gli è dato


 

fra i gagliardi e coraggiosi


 

il primo posto ed egli è


 

di tutto quanto l'esercito


 

il Sole


RE

 

Quale è il suo nome.


DON ARIAS

 

Sancio Ortiz de las Roelas


 

che è come il Cid d'Andalusia.


 

Costui gli darà la morte,


 

Signore, con facilità


 

perchè ha coraggio ed è forte


 

e gode in questa città


 

ogni fortuna con sè.


RE

 

Chiamalo subito qui


 

prima che sorga l'Aurora.


DON ARIAS

 

Va a coricarti...


RE

 

Che letto


 

Arias potrà ricercare


 

chi si consuma e si brucia


 

tutto fra sdegno ed amore?


 

Chiama codesto Signore.


DON ARIAS

 

Presso la Reggia c'è un'ombra


 

che il vento muove e sospinge...


RE

 

Guarda chi è...


DON ARIAS

 

È la schiava


 

ad un cancello impiccata


 

con una carta fra mano.


RE

 

Maledetto!


DON ARIAS

 

Che viltà!


RE

 

Uccido entrambi i fratelli,


 

anche se tutta la Spagna


 

mi si rivolterà contro...


 

Fa che la tolgano subito


 

di là e che segretamente


 

data la sia sepoltura.


 

Così si perde il rispetto


 

al Re. Non mi arresterò


 

nemmeno se numeroso


 

fosse codesto lignaggio


 

più dei granelli d'arena,


 

e ognuno fosse un eroe:


 

uno alla volta travolto


 

non resterà un Tavera


 

e questa Stella che brilla


 

anche nel Sole cadrà.


DON ARIAS

 

Se cada qual meraviglia


 

sarà che incendi?


RE

 

Che arda


 

con la sua Stella Siviglia.


(Escono tutti).
SCENA IX.
Sala in casa di Busto.
BUSTO, STELLA.

STELLA

 

Ch'è stato?


BUSTO

 

Chiudi la porta.


STELLA

 

Appena il sole leggero


 

su dalle grotte dell'alba


 

si leva con ali d'oro


 

tu mi richiami dal letto,


 

solo, pensoso ed afflitto!


 

Confuso sei e turbato?


 

Dimmi, hai scoperto un delitto,


 

in cui io complice sia?


BUSTO

 

Tu mi dirai se lo sei.


STELLA

 

Io? Tu che dici? Impazzisci?


 

Dimmi se hai perso il cervello!


 

Io, un delitto? Non senti


 

che l'hai commesso nel dirlo


 

tu stesso, chè sospettando


 

di me, tu proprio m'ingiuri.


 

Non mi conosci? Non sai


 

chi sono? Dalle mie labbra


 

hai mai udite parole


 

libere di quell'onore


 

con cui io sempre le reggo?


 

Hai visto mai i miei occhi


 

dal carcere di cristallo


 

lanciare sguardi d'intorno


 

desiderosi e lascivi?


 

Nelle mani di qualcuno


 

vedesti mai una carta


 

scritta da me? Hai veduto,


 

dimmi, parlare con me


 

mai in segreto qualche uomo?


 

Perchè, se niente hai veduto


 

o udito indizio di male,


 

osi accussarmi cosi?


BUSTO

 

Senza motivo non parlo.


STELLA

 

Senza motivo?


BUSTO

 

Ahimè! Stella,


 

che questa notte qua dentro...


STELLA

 

Parla, se fossi colpevole


 

m'offrirei tutta al tuo sdegno:


 

che mai accadde stanotte?


BUSTO

 

Quando rompevan la notte


 

con loro grida discordi


 

i primi galli dimentichi,


 

e coi suoi tochhi scomposti


 

la campana delle Cave,


 

lusinga del firmamento,


 

entrai in casa e trovai


 

nei pressi della tua stanza


 

il Re solo ed ammantato...


STELLA

 

Che dici?


BUSTO

 

Il vero ti dico.


 

Bada, Stella, che a quell'ora


 

per niente potè venire


 

il Re in questa mia casa


 

se non per te, chè le Stelle


 

sono di notte giacinti


 

e in quelle ore le cercarono


 

i vecchi astrologi un tempo


 

del vecchio Egitto. Matilde


 

era con lui e al rumore


 

dei passi miei dileguò


 

nell'ombra, ch'io tutto vidi.


 

Brandii la spada e «Chi è?»


 

chiesi: risposemi: «Un uomo».


 

Io lo assaltai ed allora


 

egli, arretrando affermò


 

d'essere il Re, ma, quantunque


 

io già lo avessi capito,


 

mi rifiutai di prestare


 

fede a quella sua parola


 

tanto che ormai, irritato


 

e offeso ancora di più,


 

contro di me si avventò,


 

con tutto quanto il suo ardore.


 

E un re che assalta avvampato


 

di cupo sdegno e rossore


 

porta con sè il suo valore.


 

Vennero paggi con luci


 

e allora, per non scoprirsi,


 

volse le spalle alla spada


 

mia e nessuno lo vide.


 

Chiamai la schiava e da lei


 

senza minacce e tormenti


 

seppi ogni cosa. Concessale


 

la libertà, le avea dato


 

una sua carta firmata


 

ch'è tutta quanta la base


 

dell'accusa con cui voglio


 

le sue colpe fulminare.


 

La cacciai di casa subito


 

perchè il suo vile respiro


 

non appannasse l'onore


 

di questo nobile ambiente.


 

La presi poi con violenza,


 

la sollevai sulle spalle


 

e la portai alla Reggia


 

dove, ad un'altra ringhiera,


 

l'impiccai pel suo delitto;


 

perchè desidero sappia


 

il Re, ch'esistono Bruti


 

contro i superbi Tarquini,


 

anche in Siviglia, e si trovano


 

ancora in queste contrade


 

vassalli onesti e ben nati.


 

Questo ho sofferto stanotte,


 

sorella mia, mentre tu


 

dormivi in sogni tranquilli.


 

Il nostro onore è in pericolo,


 

perchè ora debbo fuggire


 

per forza e tu non potrai


 

restare sola: io ti voglio


 

subito dunque sposare.


 

Ortiz può essere tuo


 

marito: tu l'ami e certo


 

egli t'adora e desidera;


 

sarai così tutelata


 

contro il rigore del Re


 

e senza alcuna inquietudine,


 

io mi potrò allontanare.


 

Subito vado a cercarlo,


 

così mi salvo l'onore,


 

ed il cognome Tavera


 

contro il mal tempo risuscito.


STELLA

 

Ahi, Busto, dammi la mano


 

per il favore impagabile


 

che m'hai saputo donare.


BUSTO

 

Oggi deve essere, Stella!


 

Così ti lascio sua sposa


 

ed al sicuro; ma taci,


 

se ancora tieni al mio onore.


(S'allontana).

STELLA

(sola)

 

O amore, quale fortuna!


 

Già sei bendato di gioia


 

e non ti puoi liberare!


 

Ma chi conoscere seppe


 

il buon mattino dall'alba


 

se tra la tazza e la bocca


 

–un savio disse– c'è spazio


 

per il più grave pericolo?


SCENA X.
Salone della Reggia.
Il RE che avanza portando in mano due fogli di carta, DON ARIAS.

DON ARIAS

 

Nell'anticamera attende


 

Sancio Ortiz de las Roelas.


RE

 

Tutto l'amore è cautela,


 

ma la pietà mi accordada.


 

In questo piccolo foglio


 

traggo il suo nome segnato


 

e la sua morte, e in quest'altro


 

l'ordine dell'uccisione


 

ch'io stesso ho dato: così


 

egli potrà esser libero


 

ed impunito, perchè


 

io lo giustificherò.


 

Lascialo entrare e richiudi


 

bene la porta da fuori.


DON ARIAS

 

Non vuoi che resti pur io?


RE

 

No: perchè voglio s'illuda


 

ch'io solo so il suo segreto.


DON ARIAS

 

Vado a chiamarlo.


RE

 

Capisco


 

Amore, che non è in me


 

questo il più degno trofeo:


 

ma discolparmi potranno


 

le mie storie prodigiose


 

ormai segnate nel bronzo;


 

e questa colpa col tempo


 

si smarrirà fra le glorie.


SCENA XI.
DON SANCIO ORTIZ, il RE.

SANCIO

 

Vostra Altezza alle mie labbra


 

voglia concedere i piedi.


RE

 

Alzatevi, io non desidero


 

che v'umiliate così.


SANCIO

 

Signore!


RE

(considerando tra sè la statura di SANCIO).

 

Pare ch'è saldo!


SANCIO

 

I filosofi più saggi,


 

i più sottili oratori


 

alla presenza del Re


 

perdono il lore valore;


 

dinanzi a tanta grandezza,


 

a tanto immenso favore,


 

perdonatemi, Signore,


 

se anch'io mi turbo, perchè


 

non sono nè cortigiano


 

nè retorico oratore.


RE

 

Perchè? Che vedete in me?


SANCIO

 

Il valore e la maestà;


 

e, infine, vedo l'imagine


 

stessa di Dio che fra noi


 

é riprodotta dal Re,


 

e dopo lui in voi credo,


 

e alla vostra sacra legge


 

io, Signore, m'assoggetto.


RE

 

Come state?


SANCIO

 

Mai quanto oggi


 

io sono stato felice


 

per l'onore che inatteso


 

Vostra Altezza m'ha donato.


RE

 

Io da tempo vi ho ammirato


 

per la prudenza e bontà,


 

e per il vostro valore


 

e perchè siete segreto,


 

che è quanto più ho stimato.


SANCIO

 

Signore, in tale concetto,


 

Vostra Altezza più m'onora,


 

perchè le doti che voi


 

mi attribuite senza ch'io


 

l'abbia, debbo dimostrarle


 

per ricambiarvi l'onore.


RE

 

Sono stelle le virtù.


SANCIO

tra sè

 

Se nelle Stelle mi tocca


 

sarà certa la sventura


 

mia. Il Re nell'onorarmi


 

mi offende, non son sicuri


 

i suoi onori: sospetto


 

io che mi voglia lasciare


 

senza di lei all'oscuro.


RE

 

Poichè qui voi certamente


 

sarete adesso curioso


 

di conoscere il motivo


 

di questa strana chiamata


 

ch'io vi ho fatta, vi dirò


 

subito, senza preamboli,


 

che ho bisogno dell'aiuto


 

di un soldato valoroso


 

e fedele come voi.


 

Io debbo uccidere un uomo


 

ad ogni costo e in segreto


 

e ho pensato di affidare


 

soltanto a voi tale compito,


 

perchè, di tutta Siviglia,


 

solo voi ne siete degno.


SANCIO

 

È colpevole?


RE

 

Lo è.


SANCIO

 

E perchè morte in segreto


 

a un colpevole si dà?


 

Dargli la morte potrà


 

pubblicamente la vostra


 

giustizia, senza ricorrere


 

al segreto, perchè voi


 

in tal modo v'incolpate


 

e fate intendere che,


 

senza colpa, l'uccidete.


 

E dargli morte, Signore,


 

senza colpa non è giusto,


 

ma barbarico rigore,


 

e un Re per esser Re


 

deve meglio rispettarsi.


 

Perchè un braccio poderoso,


 

se non domini se stesso


 

sarà sempre rigoroso,


 

mentre è bene che frenato


 

sia da senso di pietà.


 

Uomo potente che fa


 

se uccide un umile, triste


 

rifiuto dei piedi suoi,


 

se non lasciarsi travolgere


 

dalle passioni e dalle ire


 

per le quali fece uccidere?


 

Ma se quell'uomo vi ha offeso


 

con lieve colpa, Signore,


 

io la sua grazia vi chiedo.


RE

 

A difensore di lui,


 

Sancio Ortiz, non v'ho chiamato,


 

ma solo a suo giustiziere.


 

Io vi comando perciò


 

che voi gli diate in segreto


 

la morte senza indagare


 

su le ragioni del fatto.


 

Importa troppo al mio onore


 

che in tale guisa scompaia.


 

Merita d'essere ucciso


 

chi è reo di lesa maestà?


SANCIO

 

Col fuoco!


RE

 

Ed allora, se


 

così si chiama il delitto


 

ch'egli ha commesso, che dite?


SANCIO

 

Che muoia adesso vi chiedo,


 

Signore, e senza tremare


 

gli darò io stesso la morte


 

anche se fosse il più caro


 

dei miei fratelli.


RE

 

Giuratelo


 

sul vostro onore, Sancio Ortiz,


 

date la vostra parola.


SANCIO

 

Vi do non solo la mia


 

parola, ma pure l'anima.


RE

 

Potete ucciderlo pure


 

a tradimento.


SANCIO

 

Signore,


 

sono Roelas, soldato,


 

e non commetto viltà.


 

Corpo a corpo debbo ucciderlo


 

dove Siviglia lo veda,


 

nella piazza o nella strada,


 

perchè chi uccide da tergo


 

nessuno può discolpare,


 

ed è ammirato di più


 

chi a tradimento è colpito


 

di chi lo uccide così.


 

Perchè il morto acquista fama


 

e il vivo porta sul viso


 

l'incancellabile marchio


 

della sua triste viltà.


RE

 

Come vi piace ammazzatelo,


 

e questo foglio a discolpa


 

da me firmato vi do


 

in cui vi s'offre amnistia


 

d'ogni delitto. Leggete.


(Gli da uno dei fogli).

SANCIO

(legge)

 

« Che in questa carta è segnato,


 

« Sancio Ortiz, solo per me


 

« ed in mio nome uccidete,


 

« perchè mi impegno per voi,


 

« se vi troviate in impiccio,


 

« a liberarvi e salvarvi


 

« io, il Re ». Mi meraviglio


 

che tanto vile concetto


 

abbia di me vostra Altezza!


 

Io cèdole? Io carte? Che!


 

Semplicemente trattatemi.


 

Più in voi che in esse confida


 

sempre la mia nobiltà.


 

Se la parola che date


 

genera tanto valore


 

da sollevare montagne


 

e quanto dice mantiene,


 

dandomi voi la parola,


 

sono superflue le carte.


 

Perciò rifiuto e respingo


 

questa che ora mi date,


 

e a vendicarvi mi affretto;


 

perchè dov'è la parola


 

del Re, le carte son vane.


 

Stracciatela: senza di essa


 

io meglio vi servirò


 

e con più fede e più amore,


 

perchè la vostra parola


 

ha più valore per me.


(Lacera il foglio che il RE gli ha dato).

 

Senza contratti, Signore,


 

noi ci obblighiamo e impegnamo,


 

io per la vostra vendetta,


 

voi per la mia libertà.


 

E se è così, non occorrono


 

cèdole che sono impicci.


 

Io v'ubbidisco sez'altro


 

e in premio solo vi chiedo


 

una fanciulla che in moglie


 

io sceglierò.


RE

 

Anche sia


 

la più illustre di Castiglia


 

ve la concedo.


SANCIO

 

La Reggia


 

D'Arabia vi veda entrare


 

padrone: il mare circondino


 

i vostri nuovi castelli,


 

moltiplicati e gloriosi


 

per tutti i tròpici ardenti


 

e per i gelidi climi.


RE

 

I vostri nobili augùri,


 

Sancio, saranno premiati.


 

In questo foglio è indicato


(gli dà un altro foglio di carta)

 

l'uomo che attende la morte


 

dal vostro braccio di prode.


 

Quando lo avrete saputo


 

non vi spaventi il suo nome,


 

perchè ho sentito narrare


 

ch'egli in Siviglia è il più bravo.


SANCIO

 

Presto, Signore, saprete


 

chi di noi due vale più.


RE

 

Noi due soltanto sappiamo,


 

Sancio, codesto segreto.


 

Io non vi avverto: prudente


 

siate, operate e taciamo.


(Se ne va).
SCENA XII.
(Mentre DON SANCIO s'avvia a uscire è raggiunto da CLARINDO).

CLARINDO

 

Ti debbo pure cercare


 

quando dolci notizie vengo a darti?


 

Dammi pegni Signore


 

della gioia e fortuna che desideri.


SANCIO

 

Vieni di buon umore?


CLARINDO

 

Come? L'anima tutta non ti trema?


(Gli dà una carta).

SANCIO

 

Di chi è?


CLARINDO

 

È di Stella,


 

che più del Sole era radiosa e bella


 

quando al primo mattino


 

forma cerchi vermigli d'oro e latte


 

Ella a sè mi chiamò


 

e m'ordinò di darti il suo saluto


 

e questa carta sua,


 

e chiederti per me qualche regalo.


SANCIO

 

Perchè?


CLARINDO

 

Per la tua gioia


 

e per la tua fortuna che oggi stesse


 

nella tua sposa, Stella


 

ti concede il più nobile dei doni.


SANCIO

 

Che dici? La letizia


 

m'ucciderà! Che Stella sarà mia?


 

Il radioso respiro


 

dell'alba è dato a me? Del sole stesso


 

in abissi di luce a di splendore


 

io mi disseterò?


 

Abbracciami Clarindo


 

che non ho visto mai uomo più bello.


(Legge il foglio).

CLARINDO

 

Io son bello, Signore


 

con buone nuove, ma sarei un mostro


 

se annunziassi disgrazie,


 

perchè il piacere adorna in questa guisa.


 

Non vidi essere bello


 

mai creditore che mi ricercasse,


 

nè mai mi parve brutto


 

colui che mi saldasse un vecchio debito.


 

Oh, mutevoli cuori


 

che tramutate in belli anche i più lerci


 

e fate brutti i belli.


SANCIO

 

Oh, scrittura divina ed amorosa


 

vorrei beverti a baci


 

per imprimerti fino in fondo all'anima


 

dove, poichè t'adoro,


 

vivresti eterna più che alberi d'oro:


 

abbracciami, Clarindo,


 

che non ho visto mai uomo più bello.


CLARINDO

 

Son come una ciabatta.


SANCIO

 

La leggo un'altra volta, anche se debba


 

uccidermi la gioia.


 

Chi tale Stella vide al primo giorno?


(Legge ansioso e tremante)

 

« Sposo mio, è alfine giunto


 

« il venturoso termine sognato.


 

« Mio fratello ti cerca


 

« solo per darmi vita e per premiarti.


 

« Se del tempo trascorso tu sei stanco,


 

« cercalo pure tu e sarai mio.


 

« Stella ». Anima mia,


 

che altezza attingerò con tale stella!


 

Corri tu, mio Clarindo,


 

e avvisa il maggiordomo


 

di questa nuova mia felicità,


 

che indossi sul momento


 

le livree destinate a questo giorno


 

per lui e per i servi,


 

e traggano le teste coronate


 

di nobili pennacchi


 

i cocchieri ed i paggi in bel sembiante.


 

E se attendi regali


 

per la notizia che m'hai portata,


 

piglia questo giacinto per ricordo,


 

chè ti darei il sole


 

se del mio anello fosse pietra il Sole.


CLARINDO

 

Viva più della pietra


 

alla tua sposa avvinto come l'edera.


 

E poichè tanto io t'amo,


 

viva, Signore, più d'ogni malvagio.


(Esce di corsa).
SCENA XIII.
DON SANCIO solo.

SANCIO

 

Voglio cercare Busto


 

chè tra speranze e desideri io muoio...


 

Come l'amor tormenta!


 

Chi tale Stella vide mai sull'alba?


 

Ma ora la mia gioia


 

dimenticare mi faceva il Re


 

e non è certo onesto


 

trascurare gli impegni convenuti.


 

Ecco la carta aperta:


 

vediamo un poco chi mi tocca uccidere,


 

anche se in questo giorno


 

vorrei piuttosto vivere in letizia.


(Legge)

 

« Colui che dovete uccidere


 

si chiama Busto Tavera ».


 

Dio mio! Che m'hai fatto leggere!


 

È mai possibile ciò?


 

Vedo bene o impazzisco!


 

Dopo una gioia un dolore


 

così tremendo. La vita


 

è ora un terribile azzardo


 

come una carta contraria


 

male mischiata e soggetta


 

alla sventura e ai dolori.


 

La vita è tutta un azzardo,


 

tutta mutevole e incerta,


 

come il gioco delle carte.


 

Vidi la bella fortuna,


 

ma a un tratto si dileguò:


 

la carta mi si confuse


 

tra mano, mentre giocavo


 

per dare morte anche a me.


 

Ma non può dire così


 

questo terribile foglio


 

e come mai potrei leggere


 

quanto qui non fosse scritto?


(Legge di nuovo sillabando)

 

« Colui che dovete uccidere


 

si chiama Busto Tavera ».


 

Sono perduto! Che faccio


 

se ho dato al Re la parola


 

di uccidere mio cognato?


 

Non sarà mai, Sancio Ortiz:


 

viva Busto. Ma è poi giusto


 

ch'io venga meno all'onore?


 

Muoia Busto allora. Taci:


 

trattieni codesta mano!


 

Viva Busto, viva Busto.


 

Ma non posso del mio onore


 

rispondere se il mio amore


 

seguo. Chi vincere può


 

questa terribile angoscia?


 

Sarà meglio ch'io m'uccida


 

e scompaia, sì ch'io possa


 

servire il Re e salvare


 

Busto. Ma io debbo servire


 

il Re per pegno d'onore.


(Rilegge il foglio che ha in mano)

 

« Colui che dovete uccidere


 

si chiama Busto Tavera ».


 

Mi fossi mai obbligato


 

ad eseguire il rigore


 

del Re e mai quest'amore


 

m'avesse tanto agitato!


 

Oh, non avessi mai vista


 

Stella che tanto m'angoscia!


 

Se servire il Re è giusto,


 

muoia Busto, Busto muoia,


 

ma sarebbe infame lutto:


 

viva Busto, viva Busto.


 

Se per Stella vuole ucciderlo


 

il Re, che intende di fare?


 

Se il Re per Stella l'uccide,


 

non deve per lei morire.


 

Offender lui e difenderla


 

voglio. Ma il buon cavaliere


 

non fa quello che desidera,


 

fa solo, senza discutere,


 

quanto gl'impone l'onore:


 

ora che debbo mai fare?


 

Ora a chi debbo obbedire?


 

Quella legge che fu prima?


 

Ma non c'è legge che imponga


 

di commettere un delitto.


 

E se c'è, quantunque ingiusto


 

in essa si mostri il Re,


 

debbo obbedire alla legge?


 

Dio lo dovrà castigare,


 

ma io gli debbo obbedienza.


 

Si plachi questo mio cuore,


 

Signore, perchè è terribile.


 

Ma pure contro il mio amore


 

è necessario obbedire


 

al Re; e allora che muoia


 

Busto. Non v'è certamente


 

colui che possa gridare:


 

« Viva Busto, viva Busto ».


 

Stella, perdonami tu


 

se puoi vedere, a traverso


 

il sangue di tuo fratello,


 

l'angoscia che mi consuma.


 

È già un tremendo castigo


 

perderti, esserti nemico


 

per la vita, non vedere


 

mai più codesti tuoi occhi


 

di gentilezza ed amore...


 

Ma non posso liberarmi


 

dall'orrore ch'è il mio onore.


SCENA XIV.
DON SANCIO, BUSTO.

BUSTO

 

Cognato, la buona sorte


 

mi concede d'incontrarti.


SANCIO

(tra sè, agitato e sconvolto)

 

E a me la mala ventura


 

mi fa vedervi, perchè


 

se voi m'andate cercando


 

per darmi vita e letizia,


 

io qui v'incontro soltanto


 

per darvi morte.


BUSTO

 

Fratello


 

è giunto alfine il momento


 

di celebrare le vostre


 

nozze con Stella.


SANCIO

(sempre più inquieto e cupo, fra sè)

 

Sarebbe


 

meglio che voi mi diceste:


 

è giunta l'ora tremenda


 

della sventura. Dio mio!


 

Chi mai nel mondo provò


 

tale selvaggio dolore?


 

Io debbo uccidere oggi


 

colui che amo più ancora


 

di me stesso. Oh Dio! potessi


 

almeno a un tratto disperdermi,


 

scomparire e non distruggere


 

il mio amore, la fortuna


 

che dal Cielo m'era data!


BUSTO

 

In tal modo vi turbate


 

quando io v'offro mia sorella?


SANCIO

 

Perchè non ne sono degno


 

taccio.


BUSTO

 

Non ne siete degno?


 

Tacendo mi rispondete?


 

Che dubitate? Perchè


 

turbato e tutto sconvolto


 

guardate il suolo ed il cielo?


 

Dite, che pallido gelo


 

di silenzio vi ha bagnato?


 

Sancio, non siete oramai


 

lo sposo di mia sorella


 

e il suo compagno fedele?


SANCIO

 

Volli sposarla una volta,


 

ma non la voglio oggi più!


BUSTO

 

Mi conoscete? Don Sancio!


SANCIO

 

Proprio perchè vi conosco,


 

Busto, vi parlo così.


BUSTO

 

Se in me vedete Tavera,


 

parlate in questa maniera?


SANCIO

 

Parlo perchè vi conosco.


BUSTO

 

Avrete in me conosciuto


 

nobiltà, sangue e valore


 

e la virtù che è l'onore,


 

chè senza d'essa non c'è


 

onore; ed io sono, Sancio,


 

dai vostri modi confuso.


SANCIO

 

Più lo sono io.


BUSTO

 

Di che?


SANCIO

 

Di parlarvi!


BUSTO

 

Se trovate


 

nel mio onore qualche macchia,


 

come un villano mentite


 

e ve lo dimostrerò.


SANCIO

(impugna la spada)

 

Che mi dimostri, villano!


(Tra sè)

 

Perdona, amore, se il Re


 

col suo comando m'acceca!


(Si battono).

BUSTO

 

Son morto, ferma la mano!


(Barcolla e cade).

SANCIO

 

Ahi, sono fuori di me


 

e senza senno t'ho ucciso!


 

Ma qui, fratello, ti chiedo,


 

mentre riacquisto i miei sensi,


 

che tu colpisca anche me.


 

Resti la spada inguainata


 

dentro il mio cuore e con essa


 

all'anima apri la porta.


BUSTO

 

Io t'affido... donna Stella,


 

fratello... aiutala... addio...


(Muore).

SANCIO

 

O spada vile e spietata,


 

selvaggia e fiera omicida


 

se mi hai strappato la vita


 

finiscimi d'ammazzare,


 

perchè io possa compensare


 

la sua morte con la mia.


(Tenta di trafiggersi).
SCENA XV.
I due governatori maggiori DON PIETRO DI GUZMAN e FARFANTE DI RIBERA insieme ad altri cavalieri, DON SANCIO, BUSTO morto

DON PIETRO

 

Che accade? Fèrmati!


SANCIO

 

Come?


 

Se ho ucciso la vita mia?


FARFANTE

 

Quale grande smarrimento.


DON PIETRO

 

Ma ch'è avvenuto?


SANCIO

 

Ho ammazzato


 

il mio fratello più caro:


 

sono un novello Caìno


 

vendicativo e crudele


 

che ha ucciso il tenero Abele.


 

Eccomi qui, uccidetemi


 

sopra il suo stesso cadavere:


 

poichè egli muore per me,


 

voglio morire per lui.


SCENA XVI.
DON ARIAS e tutti gli altri che sono sulla scena.

DON ARIAS

 

Che c'è?


SANCIO

 

Un fiero destino


 

mi colpisce e mi travolge!


 

Chè tanto può sul mio cuore


 

una parola che ho data


 

come vedete, poichè


 

solo per essa io calpesto


 

anche le Stelle e non curo


 

nemmeno il sangue fraterno.


DON PIETRO

 

Hai ucciso Busto Tavera.


DON ARIAS

 

Ah! Temerario delitto!


SANCIO

 

Ecco! Portatemi in carcere,


 

è bene muoia chi uccise.


 

Guardate un poco l'amore


 

quale superba prodezza


 

oggi mi ha fatto commettere,


 

poichè m'ha spinto ad uccidere


 

e m'ha obbligato a morire,


 

ed io domando la morte


 

ch'egli solo mi darà.


DON PIETRO

 

Portate in carcere, a Triana,


 

codesto pazzo malvagio,


 

prima che tutta Siviglia


 

contro di lui si sollevi...


SANCIO

 

Amico, Busto Tavera.


FARFANTE

 

Egli ha perduto il cervello.


SANCIO

 

Oh! Consentite io sollevi


 

da terra il corpo gelato


 

di mio fratello e lo porti


 

con me; ch'io possa detergere


 

il puro sangue versato


 

da lui e possa donargli


 

col mio tremendo dolore


 

la vita che gli ho strappata.


DON PIETRO

 

È pazzo.


SANCIO

 

No: io calpesto


 

la mia fortuna e rispetto


 

solo la legge, Signore.


 

Questo significa essere


 

Re e questo anche non esserlo.


 

Che lo intendiate o pur no


 

non me ne importa, poichè


 

lo taccio. Io, certo, ho ucciso


 

Busto, il mio dolce fratello,


 

nessuno potrà negarlo,


 

ma non dirò mai perchè.


 

Altri, se ha onore, confessi


 

quanto egli solo conosce,


 

or ch'io confesso il delitto.


(Lo trascinano a viva forza fuori la scena).
SCENA XVII.
Sala in casa di Busto.
STELLA, TEODORA.

STELLA

 

Non so se bene mi vesti,


 

tanto mi vesti di fretta:


 

dammi lo specchio, Teodora.


TEODORA

 

Tu puoi specchiare in te stessa,


 

poichè cristallo non c'è


 

che dica più verità


 

di quante tu non ne dici,


 

nè che sia cifra infallibile,


 

come tu sei, di bellezza.


STELLA

 

Ho tutto il viso agitato


 

ed ho le guance infiammate.


TEODORA

 

È che il tuo sangue, Signora


 

s'è levato al sommo delle


 

gote un poco per pudore


 

ed un poco per piacere,


 

solamente a illuminare


 

la novella tua fortuna.


STELLA

 

Ora mi sembra che giunga


 

col viso tutto un sorriso


 

lo sposo a darmi la mano


 

fra mille dolci carezze.


 

Ora mi sembra egli dica,


 

mille parole soavi


 

che solo dette, dagli occhi


 

fanno risplendere l'anima.


 

Ahi, fortunato mattino!


 

Questa è stata, Teodora, la mia stella.


TEODORA

 

Pare che giunga qualcuno...


 

Ahi! è caduto lo specchio:


 

era invidioso il cristallo


 

e, per vendetta, di una


 

lastra ne ha fatto infinite.


STELLA

 

S'è rotto?


TEODORA

 

Sì, mia Signora.


STELLA

 

Ben fatto; ora che attendo


 

l'altro più puro cristallo


 

in cui i miei occhi si specchino


 

non occorreva codesto.


 

Ora che attengo la luce,


 

si spezzi pure codesta


 

fatta di vetro e vernice,


 

perchè con lui certamente


 

un tale specchio non serve.


SCENA XVIII.
CLARINDO, STELLA, TEODORA.

CLARINDO

(con piume al berretto)

 

Già questo è segno, Signora,


 

di gusto e galanteria


 

perchè le penne al cappello


 

sono l'annunzio di nozze,


 

che noi sappiamo portare.


 

Non sono molto elegante?


 

Non sembro forse un ciliegio?


 

Albero fatto di fuori


 

e per di dentro una pipa?


 

Al mio padrone ora ho dato


 

la lettera e n'ebbi questo


 

anello in dono.


STELLA

 

Ed io voglio


 

per me acquistare codesto


 

tuo dono, dammelo e pigliati


 

questo diamante.


CLARINDO

 

Divisa


 

mi sembra a mezzo la pietra:


 

sarà per malinconia;


 

poichè i giacinti sono presi


 

da tale male, anche se


 

talora sanno guarirne


 

qualche altro: certo mi pare


 

che per metà è divisa.


STELLA

 

Che importa mai se è divisa?


 

È bene sappiano anche


 

le pietre la mia letizia.


 

Ahi! giorno di mia fortuna!


 

Questa è stata, Clarindo, la mia stella.


TEODORA

 

Fanno chiasso nel cortile.


CLARINDO

 

Già per le scale mi pare


 

che salga gente festosa.


STELLA

 

Chi potrà mai contenere


 

l'onda di questo piacere.


I due Governatori maggiori con gente che porta in grossa confusione il cadavere di BUSTO.

STELLA

 

Ma che succede?...


DON PIETRO

 

I disastri


 

e le disdette, Signora,


 

sempre saranno degli uomini,


 

perchè la vita non è


 

che un cupo mare di pianto:


 

il signor Busto Tavera


 

è morto e i piedi suoi calcano


 

ora ghirlande di Stelle


 

del cielo splandida ghiaia.


STELLA

 

Dio mio! Che dite, Signore?


DON PIETRO

 

Il conforto che vi resta


 

è che il feroce omicida,


 

Sancio Ortiz de las Roelas,


 

è in prigione e senza meno


 

sarà domani punito.


STELLA

 

Lasciatemi, non parlate,


 

gente malvagia e nemica,


 

che nella lingua portate


 

le tristi furie d'inferno!


 

È morto Busto e l'ha ucciso


 

Sancio Ortiz! Ma chi lo dice?


 

C'è chi l'ascolta e non muore?


 

Son pietra se resto viva?


 

Ahi giorno nero e spietato!


 

Questa soltanto è la mia


 

stella, non l'altra che or sono


 

ancora pochi momenti


 

sognavo. Non c'è un coltello,


 

una spada, un'aspra corda,


 

non c'è più bragia fiammante,


 

non aspidi velenosi,


 

morte d'egizie regine?


 

Ma se qualcuno di voi


 

ha ancora umana pietà,


 

m'uccida.


DON PIETRO

 

Troppo il dolore


 

le sconvolge la ragione.


STELLA

 

Stella nefasta e feroce!


 

È morto Busto e l'ha ucciso


 

Sancio Ortiz! Sono spezzata!


 

Tre vite in una parola


 

avete a un tratto stroncate.


 

Andate! Sono perduta.


DON PIETRO

 

È disperata.


FARFANTE

 

Infelice


 

beltà.


DON PIETRO

 

Non l'abbandonate.


CLARINDO

 

Signora...


STELLA

 

Lasciami ingrato.


 

Sangue di quel fratricida,


 

poichè ho perduto ogni cosa,


 

voglio finire la vita.


 

Ahi giorno senza pietà!


 

Questa è invero, Teodora, la mia stella.


Fine della seconda giornata

TERZA GIORNATA

SCENA I.
Salone della Reggia.
Il Re, i due Governatori maggiori, DON ARIAS.

DON PIETRO

 

Confessa d'averlo ucciso,


 

ma non confessa perchè.


REY

 

Non dice chi l'obbligò?


FARFANTE

 

Risponde solo: « Non so ».


DON PIETRO

 

È una strana idea.


REY

 

Non vuole


 

dire se fu provocato?


DON PIETRO

 

In nessun modo, Signore.


DON ARIAS

 

Temeraria confusione!


FARFANTE

 

Confessa d'averlo ucciso,


 

ma non sa giustificarsi,


 

solo dice che l'uccise


 

perchè ucciderlo giurò.


DON ARIAS

 

Dovette esser provocato.


DON PIETRO

 

Ha detto sempre di no.


REY

 

Da parte mia, ritornate


 

a dirgli ch'io gli consiglio


 

pel bene suo discolparsi,


 

ch'io sono ancora suo amico


 

e che lo voglio salvare,


 

ma suo nemico sarò


 

nel rigore e nel castigo.


 

Dica per quale occasione


 

uccise Busto Tavera,


 

ed in sommaria ragione,


 

prima che muoia da infame,


 

il suo delitto giustifichi.


 

Dica chi gli comandò


 

d'uccidere o per chi mai


 

egli ha commesso il delitto,


 

o quale fatto lo spinse


 

a dar la morte, perchè


 

in tale caso soltanto


 

io stesso l'ascolterò:


 

e che se vuol continuare


 

ancora a lungo a tacere


 

meglio è s'adatti a morire.


DON PIETRO

 

Proprio morire desidera:


 

il sentimento lo priva,


 

dinanzi un fatto così


 

malvaglio vile e brutale,


 

d'ogni ragione e giudizio.


REY

 

Non si lamenta d'alcuno?


FARFANTE

 

No, Signore, solamente


 

nel suo dolore s'affonda.


REY

 

Raro e superbo valore.


FARFANTE

 

Le colpe estranee trascura


 

e solo incolpa sè stesso.


REY

 

Non si son visti giammai


 

uomini tali nel mondo;


 

per quanto più li perseguiti


 

tanto più resto confuso.


(Ai Governatori)

 

Andate e fate che presto,


 

dia spiegazione del fatto,


 

e sarà tutto appianato.


 

E voi don Arias recatevi


 

da codesto uomo accecato:


 

ditegli ancora in mio nome


 

che si risolva a spiegare


 

perchè il delitto ha commesso:


 

dica chi mai lo persuase


 

a tanto, e voi avvertitelo


 

che lo dichiari anche se


 

fossi stato io ad indurlo.


 

Se non confessa al momento,


 

sul palco infami domani


 

darà a Siviglia spettacolo.


DON ARIAS

 

Andiamo.


(Escono i due Governatori e DON ARIAS).
SCENA II.
DON MANUELE, il RE.

DON MANUELE

 

C'è donna Stella,


 

la bellissima sorella


 

del disgraziato Tavera


 

che con un nobile seguito


 

chiede baciarvi la mano.


REY

 

Chi lo impedische?


DON MANUELE

 

Signore,


 

il popolo.


REY

 

Si comporta


 

bene e con tutta ragione!


 

Lasciate stare Siviglia


 

ed entri sola.


DON MANUELE

 

La chiamo.


(Esce DON MANUELE).

REY

 

Come nel cielo una stella


 

dalla tempesta s'innalza,


 

verrà effondendo bellezza.


SCENA III.
STELLA, séguito, il RE, DON MANUELE.

DON MANUELE

 

Ora ella viene.


REY

 

Somiglia,


 

quando ella appare improvvisa,


 

al Sole grande e gentile,


 

per quanto il Sole d'estate


 

effonda raggi d'avorio.


STELLA

 

Cristianissimo don Sancio


 

illustre Re di Castiglia,


 

per le tue gesta notevole


 

e per virtù nobilissimo,


 

una Stella sventurata


 

che oggi ammanta la sua luce


 

di nere bende e di lutto,


 

che il pianto amaro tramuta


 

in cupe nuvole, viene


 

in questo giorno ai tuoi piedi


 

a chieder solo giustizia.


 

Ma non che tu la consumi,


 

sì bene a me tu conceda


 

libertà di vendicarmi.


 

Fui forse Stella di maggio


 

quando la terra s'infiora,


 

ma ora, immersa nel pianto,


 

sono Stella d'autunno.


 

Io non do tempo ai miei occhi


 

che le lagrime detergano,


 

perchè affogandomi in esse


 

non incolpino il mio cuore.


 

Amai Busto, mio fratello,


 

che nelle tenebre sacre


 

ora su piani d'azzurro


 

va calpestando le stelle.


 

Come fratello mi crebbe


 

e come padre lo amai:


 

con obbedienza e rispetto


 

i suoi comandi ascoltai.


 

Con lui sentivo di essere


 

quasi felice, anche se


 

nelle mie umili stanze


 

non penetrava la luce


 

viva del sole. La nostra


 

fraternità invidiava


 

tutta la vasta Siviglia.


 

Ma un cacciatore tiranno


 

ordina all'arco che scagli


 

a mio fratello il suo colpo,


 

e la mia gioia disperde.


 

Fammi giustizia, Signore:


 

dammi l'infame assassino,


 

lascia che io lo punisca.


 

Dammelo, e tu per millanni


 

possa regnare, trionfando


 

di tutta la Mezzaluna


 

che ancora usurpa i confini


 

d'Andalusia. E Siviglia


 

ti lodi, senza adularti,


 

fino nei bronzi immortali


 

che il tempo già ti brunisce.


REY

 

Calmatevi e tergete gli occhi belli


 

se non volete che arda questa Reggia,


 

chè lacrime del Sol son le stelle


 

e si schiude un topazio in ogni raggio.


 

Raccolga l'Alba il suo tesoro in quelle,


 

se il Sol che sorge le concede l'agio,


 

e lasciate che il cielo le desideri


 

perchè non c'è motivo qui si perdano.


 

Pigliate questo anello ed in Triana


 

recatevi al castello ove in suo pegno


 

vi sarà dato il reo; e voi tiranna


 

siate con lui, che d'ogni male è degno:


 

e se a pietà e compassione insana


 

v'induca forse degli uccelli un segno,


 

non l'ascoltate, perchè all'uomo sono


 

fiere ed uccelli inganno e confusione.


 

Vostro fratello fu colpito a morte,


 

dicono da Sancio Ortiz: vendicatevi.


 

Quantunque, s'egli è morto in mala sorte,


 

vostra è la colpa perchè siete bella:


 

se mai la donna è l'animal più forte,


 

donna, Stella, voi siete e siete stella.


 

Voi vincete e piegate ogni desio


 

venendo a gara con lo stesso Dio.


STELLA

 

Como potè questa belleza pura


 

a mio fratello dare morte insana?


 

Ho dato causa io per avventura


 

o col mio ardore a voluttosa brama?


 

Notò qualcuno in mia disinvoltura,


 

qualche segreta fantasia malsana?


RE

 

È l'esser bella così tanto forte


 

che, inconsapevolmente, dà la morte!


 

Non uccidete voi, perchè spietata


 

uccide la bellezza che vi adorna;


 

ed essa stessa è offesa, se una ingrata


 

emulazione con le cose intorno


 

serbare vi farà, inconsiderata,


 

solo per voi le perle e il bianco giorno


 

e l'oro che tramuta in vario mare


 

il vostro capo fatto per amare.


STELLA

 

Se fossi ricca di argento e di oro


 

tutti dal capo mio il strapperei


 

ed il mio viso di bellezza adorno


 

anche col fuoco e il ferro guasterei.


 

Se è morto Busto: io solo oggi l'adoro


 

e l'onor suo per tutti i giorni miei


 

vendicherò con queste bianche mani


 

in modo d'atterrire anche i tiranni.


(Escono tutti tranne il Re).
SCENA IV.

RE

 

Se le dànno Sancio Ortiz, certamente


 

con le sue mani lo stritolerà;


 

come in vaso così fine e piacente


 

permette Iddio sia tanta volontà!


 

Guarda a che porta un triste accecamento!


 

Io spinsi Sancio ed ora in libertà


 

lo mando e lo abbandono alla vendetta.


 

Amor m'acceca ed ogni atto mi detta.


SCENA V.
Prigione.
DON SANCIO, CLARINDO, MUSICI.

SANCIO

 

Alcuni versi, Clarindo,


 

hai composti sul mio male?


CLARINDO

 

Chi, Signore, scriverebbe


 

per cotanto poco premio.


 

Per le feste e per le sagre


 

molti chiedonmi canzoni


 

e vedendomi per strada


 

come fossi un buon esperto


 

tagliatore o sanrocchino,


 

mi domandano: « È finita


 

quella cosa? » ed in orgasmo


 

per la fretta ognum mi mette.


 

E se a volte ho consegnate


 

già composte le mie strofi,


 

m'hanno detto: « Sono belle,


 

io vi ringrazio, Clarindo ».


 

E senza darmi compenso


 

mi han lasciato a bocca asciutta.


 

Non voglio scrivere più,


 

nè curarmi d'imbecilli,


 

perchè i versi son molestia


 

quando non recan profitto:


 

scrivano solo i sapienti


 

dopo di avere sorbite


 

quaranta uova, e versetti


 

diano, cha sono di altri.


 

Io scrivo sol per mangiare,


 

se quelli sono abituati


 

a cantare a pancia gonfia.


 

E se avessi da mangiare,


 

nel silenzio vincerei


 

Anassagora, e le beffe


 

dei latini vati e greci


 

senza dubbio mi fareo.


SCENA VI
I due maggiori Governatori, DON ARIAS. Gli altri che sono su la scena.

DON PIETRO

 

Entrate.


CLARINDO

 

A notificarti


 

la sentenza, credo, vengano


 

quei signori.


SANCIO

 

Allora subito


 

mi cantate un epicedio:


 

adesso, sì, che desidero


 

morire, e voglio cantando


 

la mia letizia mostrare,


 

e insieme tutto il valore


 

che mi soccorre e conforta


 

e che nemmeno la morte


 

mi può turbare o disperdere.


CLARINDO

 

Quale grande gentilezza!


 

Che più farebbe un tedesco


 

col cuore gonfio di vino


 

e di vecchissima birra


 

di Monturques e Lucena:


 

benedetti e santi luoghi!


MUSICI

(cantando)

 

Se consiste nella vita


 

la mia triste e cupa sorte,


 

quanto allontana la morte


 

rende la pena infinita.


CLARINDO

 

Bella sentenza han cantato.


SANCIO

 

A proposito e discreta.


MUSICI

(cantando)

 

Non c'è vita come morte


 

per chi vive agonizzando.


DON PIETRO

 

È tempo questo di musica,


 

Signore?


SANCIO

 

Quale altro tempo


 

di quiete più abbandonata


 

possono avere i morenti?


FARFANTE

 

Quando la morte v'incalza


 

alle calcagne e a momenti


 

è per venir prunziata


 

l'ultima e dura sentenza,


 

vi baloccate con musiche?


SANCIO

 

Sono poeta e la morte


 

attendo in canto


FARFANTE

 

È scoccata


 

l'ora.


SANCIO

 

La mano ed i piedi


 

vi bacio per tale annunzio


 

che ansiosamente attendevo!


(Rivolto ai musici)

 

Solo un anello mi resta


 

amici, triste prigione


 

delle me dita: pigliatelo,


 

io ve lo dono in augurio,


 

perchè possiate annunziare


 

la mia letizia col canto


 

che pare scritto per me.


MUSICI

(cantando)

 

Se consiste nella vita


 

la mia triste e cupa sorte,


 

quanto allontana la morte


 

rende la pena infinita.


SANCIO

 

Se la morte si allontana


 

quanto trattengo la vita


 

e nella morte è la vita,


 

a ragione io qui la bramo.


DON PIETRO

 

Sancio Ortiz de las Roelas,


 

voi confessate di avere


 

ucciso Busto Tavera?


SANCIO

 

Sì, lo confesso e confermo.


 

Io diedi morte, Signori,


 

al cavalier più nobile


 

che mai in tutta la Spagna


 

armi portò, cinse spada,


 

impugnò lancia, allacciò


 

elmo. Le leggi del cuore


 

strette da vincoli eterni


 

ruppi, quando egli m'offrì


 

le sue stellanti pupille.


 

Trovate i più disperati


 

castighi nuovi, inventate


 

tormenti per me e fate


 

che tutta Spagna dimentichi


 

anche Massenzio e Falàride.


FARFANTE

 

E senza alcuna ragione


 

l'uccideste?


SANCIO

 

Io l'ho ammazzato:


 

questo confesso e il motivo,


 

poichè lo tengo celato,


 

se lo conosce qualcuno,


 

lo dica; perchè non so


 

per quale causa l'ho ucciso,


 

ma che l'ho ucciso io lo so.


DON PIETRO

 

Mi pare sia tradimento


 

uccider senza ragione.


SANCIO

 

Certamente che lo diede


 

qualche motivo, se io


 

m'indussi a ucciderlo, ma


 

chiedetelo a chi lo sa.


DON PIETRO

 

E a chi?


SANCIO

 

A chi mi ha inchiodato


 

in questo stato in cui sono,


 

ch'è il più feroce e malvagio.


DON PIETRO

 

E a chi?


SANCIO

 

A chi mi ha inchiodato


 

in questo stato in cui sono,


 

ch'è il più feroce e malvagio.


DON PIETRO

 

Chi è?


SANCIO

 

Non posso svelarlo


 

perchè mi chiese il segreto


 

e, se fui Re nelle opere,


 

esserlo debbo in silenzio.


 

A voi per tranquillità


 

basta conoscere solo


 

che l'assassino sono io,


 

nè mi chiedete di più.


DON ARIAS

 

Signor Sancio Ortiz, io vengo


 

da Sua Altezza incaricato,


 

a chiedervi ed a pregarvi


 

che confessiate la causa


 

di questo folle delitto.


 

Se lo faceste per donne,


 

per debiti o per amici


 

o per qualcuno potente


 

e grande di questo regno;


 

se possedete di loro


 

lettera, impegno o contratto


 

scritto o firmato, io vi prego,


 

manifestatelo subito,


 

facendo quanto dovete.


SANCIO

 

Se lo facessi, Signore,


 

io non farei ciò che debbo.


 

Voi dite al Re: ho compiuto


 

quanto promisi, e se lui


 

è sempre don Sancio il Bravo,


 

io porto pure il suo nome.


 

Ditegli che certamente


 

potrei avere una carta


 

e mi addolora egli proprio,


 

mi chieda impegni firmati,


 

quando m'ha visto stracciarli.


 

Ho ucciso Busto Tavera,


 

e quantunque ora io mi possa


 

salvare, non voglio farlo


 

per non offendere me.


 

Io sono Re mantenendo


 

la mia parola ora che


 

ho fatto quanto ho promesso:


 

e chi promette, è ragione


 

mi segua in questo sistema.


 

Parli colui che a parlare


 

s'è obbligato, poichè


 

io m'impegnai di tacere.


 

Questo a Sua Altezza direte


 

e gli direte anche che


 

impari come in Siviglia


 

sappiamo essere Re.


DON ARIAS

 

Se nelle vostre parole


 

avete voi la salvezza


 

è proprio cieca pazzia


 

tacere


SANCIO

 

Io sono chi sono,


 

ed essendo io, mi vinco


 

oggi io stesso col tacere


 

e rimprovero chi tace.


 

Chi fu, che faccia operando


 

come chi è, in tal modo


 

entrambi avremo operato


 

come chi siamo quaggiù.


DON ARIAS

 

Riferirò al mio Re.


DON PIETRO

 

Voi, Sancio Ortiz, avete


 

commesso un fatto impensabile


 

agendo senza saviezza.


FARFANTE

 

Il Consiglio di Siviglia


 

avete offeso, esponendo


 

al suo rigore la vita,


 

e al suo furore la testa.


DON PIETRO

 

Uccideste un Reggitore


 

senza colpa e contro il cielo;


 

Siviglia vi punirà


 

di tanta temerità.


(Escono i Governatori e DON ARIAS).
SCENA VII.
DON SANCIO, CLARINDO.

CLARINDO

 

È possibile sopporti


 

tanta ingiustizia?


SANCIO

 

Io consento


 

che mi castighino gli uomini


 

e che il cielo mi confonda.


 

E già, Clarindo, comincia.


 

Non odi tu questo rombo


 

che avanza? L'aria che geme


 

gonfia di lampi e di tuoni?


 

Uno precipita qua


 

sopra di me come un serpe


 

attorcigliandosi rapido


 

in folli cerchi di fuoco!


CLARINDO

 

Penso che hai perso il cervello.


(Dopo una pausa, tra sè)

 

Forse è meglio assecondarlo...


SANCIO

 

Che mi brucio.


CLARINDO

 

Che m'avvampo!


SANCIO

 

Anche te colpisce il fulmine?


CLARINDO

 

Non mi vedi fatto cenere?


SANCIO

 

Santo Dio!...


CLARINDO

 

Sì, signore,


 

sono vampa di sarmenti.


SANCIO

 

Non mi vedi diventato


 

come la moglie di Lot:


 

statua di sale?


CLARINDO

 

Ch'io veda!


SANCIO

 

Toccami.


CLARINDO

 

Duro e salato


 

tu sei.


SANCIO

 

Come mai potrei


 

non esserlo, se mutato


 

sono in un blocco di sale?


CLARINDO

 

Di meno ti struggerai!


 

Ma se sei tutto di sale


 

come mai parli?


SANCIO

 

Perchè


 

ho l'anima imprigionata


 

in questo inferno del corpo.


 

Ma se sei cenere tu


 

come parli?


CLARINDO

 

Se un braciere


 

sono dove fra le ceneri


 

l'anima è carbone ardente.


SANCIO

 

Hai nera l'anima dunque


 

come un tizzone? È gran male.


CLARINDO

 

Anzi, Signore, è gran bene.


SANCIO

 

Siamo già nell'altro mondo.


CLARINDO

 

Forse siamo nell'inferno.


SANCIO

 

Nell'inferno! Tu che dici?


 

Dov'è mai?


CLARINDO

 

Non credi sia


 

quel castello, mio Signore.


SANCIO

 

Dici bene che ci siamo,


 

che la superbia si brucia


 

su quella torre innalzata


 

dagli arroganti e superbi.


 

Vedo lassù l'ambizione


 

che inghiotte abissi di fuoco.


CLARINDO

 

E più oltre una legione


 

di cocchieri s'intravvede.


SANCIO

 

Le carrozze che essi guidano


 

distruggeranno l'inferno:


 

ma se siamo nell'inferno,


 

perchè non vedo notai?


CLARINDO

 

Non sono ammessi quaggiù


 

per evitare le liti.


SANCIO

 

E se liti non ci sono,


 

sarà buono questo Inferno.


CLARINDO

 

Certamente appare buono.


SANCIO

 

Chi son quelli?


CLARINDO

 

Sono bari


 

sopra un tavolo di fuoco.


SANCIO

 

E quegli altri?


CLARINDO

 

Son demoni


 

che li portano in prigione.


SANCIO

 

Non s'appagano di essere


 

diavoli, se ancora vogliono


 

far le spie. Che succede?


CLARINDO

 

Voci di male sposati


 

che si azzuffano gelosi.


SANCIO

 

Inferno è quello due volte,


 

di qua e là sopportando


 

gran sofferenza e pesante


 

giogo: mi fanno pietà.


 

Di che ridi?


CLARINDO

 

Or ho veduto


 

uno atterrito far lazzi


 

a quei demoni, signore,


 

che gli hanno il collo guastato


 

e gli han tagliate le chiome.


SANCIO

 

Certo è tormento notevole:


 

ne soffrirà.


CLARINDO

 

Vedi là,


 

con una faccia di eretico


 

urlare il Bisogno.


SANCIO

 

Qua


 

e là nel soffrire brucia


 

la triste Necessità,


 

sì che per tutti gli errori


 

dovrebbe aver perdono,


 

perchè nel farli, essa certo


 

degna è di qualche indulgenza,


 

e non temerla, Clarindo.


CLARINDO

 

Viva Dio, voglio sapere


 

chi è colui con quella penna.


SANCIO

 

Quello, dev'essere Omero


 

e l'altro Virgilio, cui


 

Didone tagliò la lingua


 

in premio delle menzogne


 

che contro lei inventò.


 

Quel vecchio è Orazio, quell'altro


 

Lucano, e l'ultimo Ovidio.


CLARINDO

 

Non vedo tra quei poeti


 

nessuno del nostro tempo,


 

nè vedo qualcuno almeno


 

di questa nostra Siviglia.


SANCIO

 

Se non gli stessi demoni


 

che in terra, fatti poeti,


 

vengono a darci tormento,


 

dimmi, come puoi vederli?


CLARINDO

 

Demoni sono i poeti?


 

Perdio, Signore, ch'io credo


 

che quel demonio laggiù,


 

con corna nere e arrogante,


 

a un mio amico si somiglia;


 

ma quello è sciocco, laddove


 

sono sapienti i demoni.


 

Sarà questo anche imbecille?


 

Ecco là il tiranno Onore


 

accompagnato dai tristi


 

che per l'onore periscono.


SANCIO

 

Voglio andare insieme a loro.


 

— Onore, un triste onorato


 

s'offre per servo le leggi


 

che voi a tutti imponete.


 

— Male, amico, avete fatto,


 

perchè l'onore più vero


 

consiste in non rispettarlo:


 

me cercate invano là,


 

chè da secoli son morto!


 

Denaro, amico, cercate,


 

perchè l'onore è il danaro!


 

Che faceste? — Mantenere


 

volli la parola data.


 

— Come rido: a mantenere


 

la parola v'ostinaste?


 

Mi sembrate rimbambito,


 

chè nel mondo è valentia


 

non curare la parola.


 

— Promisci uccidere un uomo


 

e lo uccisi, mentre egli era


 

il mio fratello più caro.


 

— Male.


CLARINDO

 

Non è molto bene.


SANCIO

 

— Oh, non è bene! — Punitelo,


 

chiudetelo in una cella


 

oscura e dopo uccidetelo.


 

— Onore, ho perso il mio amore,


 

era sorella di lui,


 

ed oggi brucio d'angoscia.


 

— Non importa.


CLARINDO

(tra sè)

 

Dio m'aiuti!


 

s'io lo lascio continuare


 

perde davvero il cervello.


 

Voglio tentare un inganno.


(Grida disperatamente).

SANCIO

 

Chi grida, chi grida qui?


CLARINDO

 

Del cane Cerbero gli urli,


 

portiere di questo luogo.


 

Non mi conosci?


SANCIO

 

Sospetto


 

di sì!


CLARINDO

 

E tu chi sei?


SANCIO

 

Chi sono?


 

Un uomo onesto.


CLARINDO

 

Qua dentro


 

vieni? Per Santa esci!


SANCIO

 

Che dici?


CLARINDO

 

— Ma fuggi presto:


 

in questo luogo non sono


 

uomini onesti. Afferratelo,


 

portatelo prigioniero


 

all'altro mondo nel carcere


 

di Siviglia sopra il vento.


 

— Come? — Con gli occhi bendati


 

perchè non abbia paura.


 

— Eccoli chiusi. — Sul dorso


 

del diavolo Cempennato,


 

su, che s'avventi d'un balzo.


 

— D'un balzo!? Io sono contento.


 

— Cammina e porta con te


 

a mano l'altro compagno.


Lo gira in tondo e lo spinge lasciandolo cadere)

 

— Eccoti, amico, nel mondo.


 

Resta con Dio. — Vi resto —.


SANCIO

 

Disse: con Dio!?


CLARINDO

 

Sì, Signore,


 

codesto diavolo, prima


 

che fosse tale, si dice


 

sia stato angelo in cielo,


 

perciò cristiano e fedele


 

galiziano in via di Francos.


SANCIO

 

Mi pare ancora sognare.


 

Dio mio! Ahi, nobile Stella,


 

come mi sento infelice


 

senza di te. Ma per te


 

merito questo castigo.


SCENA VIII.
Il GOVERNATORE della prigione, STELLA ammantata e gli altri che sono sua la scena.

STELLA

 

È qua dentro il prigioniero?


GOVERNATORE

 

Proprio qua dentro, Signora,


 

e come il Re mi comanda


 

al vostro arbitrio lo affido.


 

Signor Sancio Ortiz, il Re


 

m'ordina di consegnarvi


 

a questa dama.


STELLA

 

Via subio


 

con me venite.


SANCIO

 

Son grato


 

della pietà che mostrate


 

se m'uccidete, perchè


 

solo la morte desidero.


STELLA

 

Datemi solo la mano


 

e camminate.


CLARINDO

(tra sè)

 

Mi pare


 

proprio un bizzarro incantesimo!


STELLA

 

Nessun ci segua.


CLARINDO

 

Va bene!


(Escono STELLA e DON SANCIO).

 

Perdio, che bene si svolge


 

questa mia frottola strana.


 

Dal nero inferno a Siviglia


 

e da Siviglia all'inferno.


 

Piaccia a Dio che questa Stella


 

si tramuti almeno in luce.


(Escono tutti).
SCENA IX.
Campagna.
STELLA sempre ammantata e irriconoscibile, DON SANCIO.

STELLA

 

Io vi ho messo in libertà


 

Ortiz, andate con Dio;


 

sappiate che uso con voi


 

la clemenza e la pietà.


 

Andate pure: è finito,


 

libero siete. Guardate?


 

Perchè restate? Che mai


 

vi meraviglia o sorprende?


 

Perde tempo chi s'indugia


 

a meditare sul niente.


 

Andate. Attende un cavallo


 

qua presso su cui potrete


 

fuggire, e un servo fedele


 

vi seguirà con denaro


 

per tutto il vostro viaggio.


SANCIO

 

Signora, mi consentite


 

di baciarvi i piedi...


STELLA

 

Andate


 

chè non c'è tempo da perdere.


SANCIO

 

Me ne andrò, ma prima fate


 

ch'io sappia chi mi ha salvato,


 

perchè io possa degnamente


 

gradire tanta mercè.


STELLA

 

Sono una fragile donna


 

che forse vi vuole bene


 

e v'offre la libertà,


 

perchè donarvi non può


 

niente di più.


SANCIO

 

Non vi lascio,


 

Signora, se non mi dite


 

chi siete e non vi scoprite.


STELLA

 

Il tempo non lo consente.


SANCIO

 

La vita che mi donate


 

voglio pagarvi. Perciò


 

vi prego di rivelarmi


 

di chi mai son debitore,


 

chi è che m'offre con tanta


 

semplicità la salvezza.


STELLA

 

Sono una donna, vi ho detto,


 

fra le più nobili forse...


 

e se ci penso, vi dico


 

che sono pure colei


 

che più vi ama, colei


 

che voi amate di meno...


 

Andate in pace.


SANCIO

 

Non posso


 

se non mi dite chi siete.


STELLA

 

Ecco: sono io!


(Si scopre).

SANCIO

 

Signora!


 

Stella dell'anima mia!


STELLA

 

Sono la stella che guida


 

e il tuo cammino rischiara.


 

Vattene, amore, calpesta


 

la forza del mio rigore,


 

e poichè ancora ti amo,


 

sono la stella per te!


SANCIO

 

Tu, risplendente e gentile


 

col tuo maggiore nemico?


 

Tu, generosa con me?


 

Trattami con crudeltà,


 

chè la pietà mi è rigore,


 

quando il castigo è pietà.


 

Fa che mi diano la morte:


 

non farmi con tutto il bene


 

il più terribile male


 

quando nel male è il mio bene.


 

Tu, liberare colui


 

che tuo fratello ammazzò?


 

Non debbo vivere io


 

quand'egli è morto per me:


 

è giusto perda ogni cosa


 

chi tale amico perdè.


 

In libertà vado certo


 

verso la morte più fiera


 

perchè se fossi in prigione,


 

mi salverebbe la morte.


STELLA

 

L'amore mio ch'è il più forte


 

oggi la vita dà.


SANCIO

 

Ma se mi vuoi liberare


 

io stesso, m'ucciderò,


 

se agisci tu col tuo cuore,


 

anch'io col mio agirò.


STELLA

 

Perchè morire tu vuoi?


SANCIO

 

Per vendicarti soltanto?


STELLA

 

Di che?


SANCIO

 

Del mio tradimento.


STELLA

 

È crudeltà.


SANCIO

 

È valore.


STELLA

 

Non c'è ragione.


SANCIO

 

C'è amore.


STELLA

 

É per offendermi!


SANCIO

 

Amarti.


STELLA

 

Come mi ami?


SANCIO

 

Morendo.


STELLA

 

Ma tu m'offendi.


SANCIO

 

Vivendo.


STELLA

 

Odimi.


SANCIO

 

Non hai che dirmi.


STELLA

 

Dove vai?


SANCIO

 

Vado a morire,


 

perchè vivendo t'offendo.


STELLA

 

Vattene e lasciami.


SANCIO

 

No.


STELLA

 

Libero vivi.


SANCIO

 

Non posso.


STELLA

 

Ma per chi muori?


SANCIO

 

Per te.


STELLA

 

È crudeltà.


SANCIO

 

È onestà.


STELLA

 

Ma chi ti accusa?


SANCIO

 

Il tuo sdegno.


STELLA

 

No.


SANCIO

 

Io lo sento bruciare.


STELLA

 

Ma sei in te?


SANCIO

 

Nel mio onore


 

io sono, e vivo t'offendo.


STELLA

 

E va, demente, a morire


 

che anch'io deserta morrò.


(S'allontanano per opposte vie).
SCENA X.
Salone della Reggia.
IL RE, DON ARIAS.

RE

 

Che non voglia confessare


 

che il delitto gli ordinai!


DON ARIAS

 

Mai vidi bronzo più saldo:


 

tutto il suo scopo è negare.


 

Disse infine che ha compiuto


 

il suo dovere e ch'è bene


 

compia anche il suo colui


 

che a quel delitto lo spinse.


RE

 

Tacendo, mi vuole vincere.


DON ARIAS

 

E pare t'abbia convinto.


RE

 

Mantenuta ha la promessa


 

egli, ed io sono confuso


 

per non poter mantenere


 

la parola che nell'ira


 

gli diedi.


DON ARIAS

 

Parola data


 

non si deve ritirare,


 

perchè se l'ha mantenuta


 

un uomo semplice, un Re


 

la rende, a darla, una legge,


 

e si rispetta la legge.


RE

 

È vero, se si misura


 

con naturale ragione,


 

la legge.


DON ARIAS

 

È obbligazione.


 

Il vassallo non la chiede


 

al Re, ma solo eseguirla


 

senza vedere o indagare


 

deve la legge il vassallo


 

e il Re la deve studiare.


 

Tu questa volta l'hai data


 

con una carta, e poichè


 

egli la volle eseguire


 

senza contratto con te,


 

liberamente impegnato


 

ti sei a far rispettare


 

la legge che promulgasti


 

di uccider Busto Tavera;


 

e, se non fosse per te,


 

ancora Busto vivrebbe...


RE

 

Ma debbo dire che io


 

d'ucciderlo comandai


 

e fui cotanto crudele


 

con chi non m'offese mai?


 

Il Consiglio di Siviglia


 

vedendo ch'io fui la causa,


 

Arias, che dirà di me?


 

E che diranno in Castiglia


 

ora che Alonso di là


 

mi va chiamando tiranno,


 

e mi calpesta e censura


 

il Pontefice romano?


 

La gente di mio nipote


 

forse potrà intervenire


 

a trarre qualche partito


 

da questa mia situazione.


 

Ma se lasciassi morire


 

Ortiz sarebbe bassezza.


 

Che debbo fare?


DON ARIAS

 

Tu puoi.


 

con lusinga persuadere


 

i due tuoi Governatori


 

e chieder che con l'esilio


 

castighino la sua colpa


 

superando altri rigori.


 

Paghi Sancio Ortiz. Così


 

torni sereno per lui,


 

e tu con poca fatica


 

potrai premiarlo lontano


 

nominandolo magari


 

generale di frontiera.


RE

 

Dici bene. Ma se avesse


 

sopra di lui eseguita


 

la sua vendetta di già


 

donna Stella, cui donai


 

il mio anello di comando,


 

come potrò riparare?


DON ARIAS

 

Tutto si può rimediare.


 

In tuo nome andrò a chiamarla,


 

con un futile pretesto


 

e senza seguito o chiasso


 

fino a te la condurrò.


 

Tu qui la persuaderai


 

al tuo scopo e per placarla


 

ad un grande della Corte


 

in consorte la darai,


 

perchè la sua gentilezza


 

merita un nobile sposo.


RE

 

Come mi trovo pentito,


 

Arias, della mia bassezza?


 

Dice un savio che colui


 

è savio sinceramente


 

ch'è all'occasione prudente


 

e all'occorrenza crudele.


 

Corri subito a chiamare


 

questa Stella di Siviglia,


 

perchè da tanto groviglio


 

solo lei mi può salvare.


 

Io sposare le farò


 

l'uomo più ricco del Regno,


 

purchè si plachi, ed in pegno,


 

se mai potessi donarle


 

anche il mio trono, al mio posto


 

la metterei volentieri,


 

perchè, con Busto e con Sancio,


 

è innanzi a tutta la storia


 

degna d'immortalità.


DON ARIAS

 

I cittadini di questa


 

nobile e forte città,


 

sanno oscurare la gloria


 

della romana virtú.


(Se ne va).
SCENA XI.
Il GOVERNATORE DEL CASTELLO, il RE.

GOVERNATORE

 

Bacio i piedi a Vostra Altezza.


RE

 

Pietro di Caus che motivo


 

vi guida a me?


GOVERNATORE

 

Mio Signore,


 

questo anello con le armi


 

regali non s'appartiene


 

forse a Vostra Altezza?


RE

 

Sì:


 

è codesto privilegio


 

che vi salva da qualunque


 

delitto abbiate commesso.


GOVERNATORE

 

A Triana venne con esso


 

invincibile signore,


 

una donna mascherata


 

e mi disse che l'Altezza


 

Vostra volea consegna si


 

nelle sue mani Sancio Ortiz.


 

Mi consigliai con le guardie


 

sul vostro ordine e l'anello


 

e tutti che consegnassi


 

il prigioniero mi dissero.


 

Lo diedi perciò. Ma ad un tratto,


 

dopo pochissimo tempo,


 

urlando come impazzito


 

Sancio Ortiz bussa furioso


 

contro la porta del carcere


 

chiedendo che gli riapra


 

l'entrata del mio castello


 

e irrompe dentro gridando:


 

« Non debbo fare ciò che


 

ordina il Re », ed aggiunge:


 

« Voglio morire, ch'è bene


 

muoia chi uccise ». L'entrata


 

io gli volevo inibire,


 

ma invano, perchè soltanto


 

quando lo ebbi riammesso,


 

nella sua squallida cella,


 

sopra il suo viso tornò


 

di nuovo il dolce sorriso,


 

del tempo lieto, col quale


 

ora egli attende la morte.


RE

 

Non ho veduto giammai


 

gente più nobile e pura,


 

più gentile e più cristiana


 

di quella che in questa terra


 

vive con tanta interezza.


 

Che sono mai per la gloria


 

le statue, i bronzi e le insegne?


GOVERNATORE

 

Disse, Signore, che quella


 

donna voleva ridargli


 

la libertà contestata,


 

e che non volle accettarla


 

egli, quando ebbe saputo


 

esser colei la sorella


 

del suo fedele compagno


 

Busto Tavera.


RE

 

Ed ancora


 

più mi sgomenta codesto


 

ch'ora mi dici: in grandezza


 

essi vincono e confondono


 

la stessa grande natura.


 

Ella, quando più feroce


 

doveva essere, a un tratto


 

perdona: la libertà,


 

gli offre, ed egli a compensarla,


 

nel suo cuore generoso,


 

torna a morire. Se hanno


 

ancora séguito e vita


 

la gesta grandi e inattese


 

di questi due, la gloria


 

li assumerà nel suo lume.


 

Voi Pietro Caus alla Reggia


 

mi condurrete in segreto


 

Sancio Ortiz nella carrozza


 

mia, senza guardie nè pompa.


GOVERNATORE

 

Vado a servirvi.


(Se ne va).
SCENA XII.
Un SERVO, il RE e, dopo poco, i due Governatori.

SERVO

 

Qui fuori,


 

Altezza, chiedono udienza


 

i due Giudici maggiori.


RE

 

Dite che entrino pure


(Esce il servo).

 

Spero poter mantenere


 

la parola data a Ortiz


 

senza svelar la mia colpa.


(Entrano i due Governatori).

DON PIETRO

 

Già, Signore, è accertato


 

il responsabile, e occorre


 

solamente pronunziare


 

la sentenza.


RE

 

Pronunziatela.


 

Ma vi prego di cercare


 

con lo scrupolo più intenso,


 

come padri della patria,


 

che sia giusta, perchè spesso


 

la clemenza fa più degna


 

la giustizia e la purifica.


 

Reggitore di Siviglia


 

è Sancio Ortiz, e se il morto


 

chiede ancora la vendetta


 

merita il vivo pietà.


FARFANTE

 

Siamo gli Alcadi maggiori


 

di Siviglia e oggi a noi


 

voi commettete, Signore,


 

tutto l'onore e la fede,


 

di questa grande città.


 

I bastoni del comando


 

che noi portiamo, di voi


 

son simbolo, e se maltrattano


 

la vostra sacra ragione


 

violano e offendono voi;


 

se restan dritti; si volgono


 

a Dio, ma quando si piegano


 

vedono l'uomo e, volgendosi


 

dal cielo, se ne allontanano.


RE

 

Non dico che li pieghiate,


 

ma che sia equa e magnanima


 

vostra giustizia.


DON PIETRO

 

Signore,


 

Vostra Altezza è la ragione,


 

di nostra causa. Derivano


 

a noi soltanto da voi


 

tutte le nostre speranze.


 

Dategli pure la vita,


 

mon muoia: poichè nessuno


 

può comandare sul Re.


 

Dio solo genera i Re,


 

Dio dai Saulle trasmette,


 

sopra la fronte dei Davide


 

le corone dei sovrani.


RE

 

Andate pure e studiate


 

la sentenza e condonnate


 

al supplizio Sancio Ortiz,


 

come la legge commette.


 

E voi, don Pietro di Guzman


 

ascoltate una parola,


 

in disparte.


(Esce FARFANTE).
SCENA XIII.
IL RE, DON PIETRO.

DON PIETRO

 

Che comanda


 

Vostra Altezza?


RE

 

Dando morte


 

a Sancio, non si ridà


 

la vita al morto e vorrei,


 

evitando la disgrazia


 

maggiore, che lo esiliassimo


 

a Gibilterra o a Granata


 

dove in servizio si abbia


 

una morte volontaria.


 

Che dite?


DON PIETRO

 

Che sono Pietro


 

di Guzman e ai vostri piedi


 

m'avete. Vostra è la vita,


 

vostra è la casa e la spada


 

di questo servo fedele,


 

ed io prometto servirvi


 

come il più umile suddito.


RE

 

Lasciate allora vi abbracci,


 

Don Pietro, ch'io non speravo


 

meno da un nobile uomo.


 

Andate pure e mandatemi


 

qui Farfante di Ribera.


(Tra sè)

 

Monti appiana la lusinga.


(Esce DON PIETRO).
SCENA XIV.
FARFANTE, IL RE.

FARFANTE

 

Eccomi ai vostri comandi.


RE

 

Farfante, io ero da tempo


 

io pena, perchè dovevo


 

condannare Sancio Ortiz,


 

ma ora ho già risoluto


 

di mutare la sua pena


 

in perpetuo esilio, in modo


 

ch'essa sia più lunga e cupa


 

perchè uguale e senza fine.


 

Mi manca il vostro parere


 

perchè così mi pronunzi.


FARFANTE

 

Cosa maggiore di questa


 

e più difficile m'ordini


 

Vostra Altezza, senza che


 

niente vi tenga perplesso:


 

poichè la mia fedeltà


 

nel servirvi non s'arresta


 

contro niente.


RE

 

In fine siete


 

Ribera, simile a un'anfora


 

in cui raccoglie l'aurora


 

fiori di vaga virtù.


 

Andate pure.


(Esce FARFANTE).
SCENA XV.
IL RE solo.

RE

 

Con garbi


 

oggi ho strappato alla morte


 

Sancio Ortiz e la promessa


 

senz'altro gli ho mantenuta.


 

Farò che vada lontano,


 

Generale di frontiera,


 

in modo venga ad un tempo


 

esiliato e compensato.


SCENA XVI.
I Giudici tornano, il RE.

DON PIETRO

 

Ecco, Signore firmata


 

la sentenza. Manca il visto


 

solo dell'Altezza Vostra.


RE

 

Sarà certo la sentenza


 

come io desideravo


 

da sì grandi cavalieri.


FARFANTE

 

Il nostro onore ci esalta


RE

(legge)

 

« Decidiamo e sentenziamo


 

che gli taglino la testa


 

nella Piazza ». E la sentenza


 

è questa che mi portate?


 

Così, villani, la vostra


 

parola mi mantenete?


 

Viva Dio!


FARFANTE

 

Quanto ha promesso


 

mantiene l'uomo più umile


 

con la vita e con il cuore


 

tanto più s'egli possegga


 

il bastone del comando,


 

perchè con quello si vuole


 

dalle supreme potenze


 

e della terra e del cielo


 

nessuno d'essi commetta


 

cosa malfatta o mal detta.


DON PIETRO

 

Come vassalli comandaci,


 

ma come giudici non


 

chiedere a noi ingiustizia.


 

Il Consiglio di Siviglia


 

è così.


RE

 

Ben fatto! Basta:


 

tutti mi fate arrossire.


SCENA XVII.
Entrano DON ARIAS e STELLA. Coloro che sono sulla scena.

DON ARIAS

 

Ecco qui Stella.


RE

 

Don Arias


 

che debbo fare? Che cosa


 

tu consigliare mi puoi?


Sopraggiungono il GOVERNATORE DEL CASTELLO, DON SANCIO, CLARINDO. Tutti gli altri.

GOVERNATORE

 

Ecco venuto Sancio Ortiz.


SANCIO

 

Signore, perchè non chiudi


 

con la morte il mio dolore


 

le mie sventure e disgrazie?


 

Ho ucciso Busto Tavera,


 

fa che m'uccidano. Muoia


 

chi ha ucciso. Fa, mio Signore,


 

misericordia, facendo


 

giustizia.


RE

 

Attendi. Chi mai


 

d'uccidere ti comandò?


SANCIO

 

Un foglio!


RE

 

Di chi?


SANCIO

 

Potesse


 

parlare il foglio, di certo


 

lo direbbe ch'è una cosa


 

troppo chiara e manifesta;


 

ma le carte lacerate


 

danno confuse parole.


 

Solo so d'avere ucciso


 

colui che amavo di più,


 

perchè l'avevo promesso!


 

Ma ora attende ai piedi tuoi


 

Stella che tu mi condanni


 

a morire, anche se tale


 

vendetta non può lenire


 

il suo straziante dolore.


RE

 

Stella, io per sposo vi offro


 

oggi un grande della Corte,


 

giovane bello e in Castiglia


 

principe illustre e onorato,


 

ma in cambio qui vi domando


 

solo il perdono e la grazia


 

in favore di costui,


 

e non è giusto si neghi.


STELLA

 

Signore, s'io vado sposa,


 

vada libero Sancio Ortiz:


 

non si esegua la vendetta.


SANCIO

 

Tu mi concedi il perdono


 

perchè oggi il Re ti fa sposa?


STELLA

 

Sì, per questo ti perdono.


SANCIO

 

Resti così vendicata


 

del mio delitto?


STELLA

 

E contenta.


SANCIO

 

Bene; perchè si concretino


 

le tue speranze, io ripiglio


 

la vita che m'è spietata


 

ora che amavo morire.


RE

 

Andate allora.


FARFANTE

 

Signore,


 

bada che tutta Siviglia


 

si solleva se concedi


 

codesta grazia.


RE

(a DON ARIAS)

 

Che debbo


 

fare? Mi sgomenta questa


 

gente!


DON ARIAS

 

Parla.


RE

 

Che Siviglia


 

uccida me che fui causa


 

di questa morte. Io soltanto


 

gli comandai il delitto:


 

è sufficiente discolpa


 

la mia parola.


SANCIO

 

Soltanto


 

tale discolpa il mio onore


 

chiedeva. Il Re m'ordinò


 

d'uccider. Tale feroce


 

delitto non avrei mai


 

commesso senza che il Re


 

non me lo avesse ordinato.


RE

 

Affermo ch'è verità.


FARFANTE

 

Siviglia non ha bisogno


 

di condannarvi, Signore;


 

perchè se voi comandaste


 

d'ucciderlo, certamente


 

egli dovè provocarvi.


RE

 

Meravigliato mi lascia


 

la nobiltà sivigliana.


SANCIO

 

Posso ora andare in esilio!


 

Vi prego prima vogliate


 

mantener l'altra parola


 

che deste.


RE

 

La manterrò.


SANCIO

 

Io chiesi che quella donna


 

m'aveste data in isposa


 

che mi piacesse.


RE

 

Sta bene.


SANCIO

 

Orbene, chiedo la mano


 

di Stella ed ai piedi suoi


 

mi prostro a chieder perdono


 

del mio terribile errore.


STELLA

 

Sancio Ortiz, sono sposata.


SANCIO

 

Sposata?!


STELLA

 

Sì.


SANCIO

 

Sono morto.


RE

 

Stella, ho dato la parola.


 

Sono Re per mantenerla:


 

che rispondete?


STELLA

 

Sia fatto


 

il voler vostro. Son sua.


SANCIO

 

Son suo.


RE

 

Che più vi manca?


SANCIO

 

L'armonia.


STELLA

 

Giammai potremo


 

trovarla vivendo insieme.


SANCIO

 

Anch'io ritengo così:


 

per questo fatto soltanto


 

col più straziante rimpianto


 

ti restituisco la dolce


 

parola, sogno e speranza


 

della mia vita dispersa.


STELLA

 

Liberi allora noi siamo?


SANCIO

 

Sì.


STELLA

 

Dunque, addio.


SANCIO

 

Addio.


RE

 

Attendi.


STELLA

 

Non può, Signore,


 

essere lo sposo mio


 

colui che senza ragione


 

ha ucciso Busto Tavera,


 

anche se tutto il mio cuore


 

sempre l'invoca e l'adora.


(Se ne va).

SANCIO

 

Ed io, Signore, che l'amo


 

non è giustizia lo sia


(Se ne va).

RE

 

Nobile fede.


DON ARIAS

 

Costanza.


 

invincibile.


CLARINDO

(tra se stesso)

 

A me pare


 

piuttosto che sia demenza!


RE

 

Questa gente mi spaventa.


DON PIETRO

 

Ha tali uomini la Castiglia.


RE

 

Sposarlo io spero e sposarla


 

sì como merita!


CLARINDO

 

E qui


 

questa tragedia consacra


 

a voi gentili Signori,


 

Lope de Vega che dà


 

alla Stella di Siviglia


 

eterna fama, per cui


 

la sua storia avventurosa


 

sarà incisa in saldo bronzo.


Resultados de Búsqueda:

Análisis