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La Estrella de Sevilla

LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA

JORNADA PRIMERA

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

soberano Rey ya soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recibimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada,


 

no puedo quedar contento.


 

Tendrá mi corte su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Tus manos nos da a besar.


REY

 


 

Que en recebirme habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que a vuestro amparo he de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su lealtad y su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


ARIAS

 

Así lo siente y satisfecho


 

su majestad de los dos,


 


 

queda, de vuestro deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Parecido


 

me ha también, que hoy he sido


 

solo rey.


ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


ARIAS

 

El adorno y sus grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni tuvo tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

todo un cielo parecía,


 

que de su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, esfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vi más hermosas.


ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, eran doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

sola como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombre,


 

los nombres con estrañeza


 

con calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Qué es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamárase Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿Se llama su hermano...?


ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, en cuyo honor


 

a su calidad ajusto.


REY

 

¿Y es casado?


ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es su hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte favor si es tan bella


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

muy bien con tan buena estrella.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, se ve obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

Sí.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber en su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

que no se me dé el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Claro indicio


 

que en vos siempre se acredita.


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la mesma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de rubíes ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Vereme en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podréis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo.


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse. Salen ARIAS y BUSTO.

ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efecto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy así,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo nos puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no les dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y así yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si a más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Capricho el primero


 

sin segundo.)


REY

 

Yo no quiero,


 

Tabera, por vida mía,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y así os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, estándole sirviendo más tiempo de catorce años, haciendo notables servicios a Dios por vuestra corona, murió en una escaramuza. Pido justicia, &c.»


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio le señalo.


REY

 

Leed el otro memorial.


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor:


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha sido adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado captivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

cortos, por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es caridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello.


 


 


 


 


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y aquí en Sevilla, señor,


 

en cosa nos he obligado,


 

que en las guerras fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es digna


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues, lo que queréis.


BUSTO

 

Solo quiero, la razón


 

y la justicia lo quieren,


 

darlos a los que sirvieren


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellas os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

porque yo conmigo os quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Gran señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré.


 

¿Es su nombre?


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

Estrella que será bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

Solo un hombre,


 

señor, para Estrella anhelo,


 

que no estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré en mi nombre


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Por ello los pies te pido.


REY

 

Darela, Busto, marido


 

que a su igual no desmerezca;


 

y decidle que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto en cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Desde hoy asistidme vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Los pies me dad.


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No entiende mi actividad.


 

Sospechoso voy: quererme


 

y sin conocerme honrarme...


 

Más parece sobornarme,


 

honor, que favorecerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Si en ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

no en todas, señor, lo son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 


 


 


 


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


 


 


 


 


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere decir,


 

que Rey, ciego, he de seguir


 

a la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, MATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío,


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te envío?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrando sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que engasten nuestras almas?


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 

¡Ay,de mí, cómo te agradece


 

mi vida esos deseos!


 

Los etéreos trofeos


 

de la fama apetece


 

mi alma y se te ofrece.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


MATILDE

 

¡Ay, hermano lacayo,


 

que al son del almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


MATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


[ESTRELLA]

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querrías,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que el amor le entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, Dios¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamáis cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me llamó,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es justo.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casarla, y se prefería,


 

cuando yo no la dotara,


 

hacerlo, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con la ley


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que lugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo así,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra del pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

pero Dios las humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 


 


 


 


 


 


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

morimos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse
ySalen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO .

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de verla;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 


 


 


 


 


 


 


 


 

y no será bien notado


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarme venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ellas;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queráis honrar,


 

en el Alcázar, que ostentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistes a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en buena opinión su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevarle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


ARIAS

 


 


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


ARIAS

 

Esos coches llega.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

A pie, si me dais licencia,


 

iré.


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Guíen al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

gran favor el Rey me hace.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda ARIAS
y salen ESTRELLA y MATILDE

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Matilde?


MATILDE

 

Que era el Rey, señora.


ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 


 


 


 


 

Esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

que en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Mandome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas las riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si has sido hasta aquí la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y darate a un ricohombre


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

da mi espalda la respuesta.


Vase.

ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspensos me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen peñas.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


MATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


MATILDE

 

Que soy


 

esclava.


ARIAS

 

¿Esclava?


MATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


MATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


MATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


MATILDE

 

Pues yo le pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


MATILDE

 

A el alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


MATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que espera.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecella.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

pero me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Sale ARIAS.

ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escribir.


DON MANUEL

 

Vamos, pues, a divertir


 

la noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas le ha de labrar.


ARIAS

 

Una cédula has de hacella.


REY

 

Ven, don Arias, a ordenalla,


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor lo atropella.


ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de noble!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

en la Estrella de Sevilla.


JORNADA SEGUNDA

Salen el REY, ARIAS y MATILDE

MATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


MATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


MATILDE

 

Dadme vuestros pies.


ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Al fin, solo he de subir,


 

para más disimular.


ARIAS

 

?


 

¿Solo te aventuras hoy?


REY

 


 


 


 


 


 

Pues, dime, aunque me aventuro


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

en parte donde te halle,


ARIAS

 

En San Marcos entraré.


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


MATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

los pájaros hacen salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me alienta a tan alta empresa.


MATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo escuro del corredor.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

.


Vansey
salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Matilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen MATILDE y el REY.

MATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


MATILDE

 

¡Desdicha es mía!


BUSTO

 

¡Matilde!


MATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corre tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalle vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano

REY

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defecto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De nuevo de esto me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

y ya que a mí me ofendéis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tal defecto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aunque le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni el Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Y no atropelléis la ley,


 

mirad que es hombre en efecto,


 

esto os digo, y os respecto


 

porque os fingisteis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuando, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respecto al nombre.


 


 


 


 


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque he fingido


 

ser el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respectas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu afrenta trata.


BUSTO

 

Seguidle, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Dadle una luz a Matilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


MATILDE

 

(Si él no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

 

(Ya aquí colijo


 

los defectos de mi honor.)


 

¿Que tú, al fin, al Rey le diste


 

entrada?


MATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y así yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mesmo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y , ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


MATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Cosa es clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 


 


 


 


MATILDE

 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra obscura,


 

que es su luz, brillante y pura,


 

participada del sol.


 

A su cámara llegó;


 

y dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


MATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


MATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación en que estoy.


MATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición y el poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

victorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

de militares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 


 


 


 


 


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


ARIAS

 

No será sin fundamento.


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Mira quién es.


ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 


 


 


 


 


ARIAS

 

Mándale luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también se puede enterrar.


 

¡Así se pierde el respecto!


 

Tabera no ha de quedar.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


Vanse.
Salen BUSTO y ESTRELLA.

ESTRELLA

 

¿Qué es esto?


BUSTO

 


 

Echa ese marco.


ESTRELLA

 


 

Apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y me levantas del lecho


 

solo, triste y afligido?


 

¿Confuso estás y turbado?


 

Dime, ¿has visto algún delito


 

en que cómplice yo sea?


BUSTO

 

Tú me lo dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 

¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco?


 

Dime si has perdido el juicio.


 

¿Yo delito? Mas ya entiendo


 

que tú lo has hecho en decillo,


 

pues solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 


 


 


 


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Porque si no has visto nada


 

que me pueda ser indicio,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

el Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo.


 


 


 


 


BUSTO

 

Cuando partía la noche


 

con sus destemplados giros,


 


 


 


 


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquestas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 


 


 


 


 

Matilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

se oyó que aunque entonces era


 

sabio el honor lince mío.


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocerte, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey que embiste enojado


 

se trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

ser de nadie conocido.


 

Conjuré la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirio.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que hizo


 

el Rey, que sabe el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 


 


 


 


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por su delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 


 


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está a peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y así, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vanse.
Salen ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Don Sancho Ortiz de las Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 

Todo el amor es cautelas:


 

ya la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matarle; de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada así.


ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 


 


 


 


 


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 


 


 


 


 


 


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

en secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efecto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que así


 

vos os culpáis en culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matadle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen lese muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen lese ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 


 


 


 


 


 

Y si es así la daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matarle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que el que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matadle como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referirlo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dadle muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco concepto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

valor, que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 


 


 


 


 


 

Rompedlo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos así,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

Si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando lo abráis, no os asombre;


 

mirad que he oído decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


REY

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertiros, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


 


 


 


 


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en albricias no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 


 


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efectuar luego al momento.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

,


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 


 

¡Qué dices! La alegría


 

me ha de matar. ¿Que Estrella ha de ser mía?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí y el sol. Espero,


 

en los dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar dos mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella?


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujección que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazando como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 


 


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfecta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no le dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendella y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pues ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóneme, Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castigo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Oh, válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Ya por escritura estáis


 

casado con doña Estrella.


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Pues si en mi honor y mi fe


 

algún defecto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Mete mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

que ya que cobré el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale ARIAS.

ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los hombres labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decidle al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

ypues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevadle a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanlo y vanse. Y salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí de prisa,


 

dame, Teodora, ese espejo.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, porque no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

disimulando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta ha sido, Teodora, estrella mía!


TEODORA

 

Parece que gente suena.


 

Todo el espejo. De envidia,


 

el cristal, dentro la hoja


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya aquesto sueña señora


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 


 


 


 


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquestas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya la escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

al placer? ¿Pero qué esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con el muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 

es muerto.


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Suerte enemiga!


DON PEDRO

 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


ESTRELLA

 


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Hay quién lo diga?


 

¿Hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 


 


 


 


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor le priva,


 

y con razón.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿De quién divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz beldad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguidla.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


Vanse.

ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fatricida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

Esta ha sido, Teodora, estrella mía.


JORNADA TERCERA

Salen el REY, los ALCALDES y ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 


 

y es gran confusión.


REY

 


 

¿Dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


ARIAS

 

¡Temeraria confusión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

y decidle que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

dé del delito razón.


 

antes que de necio muera.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

a hacello, que de esta suerte


 

oiré su descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

está sin juicio.


REY

 

¿No se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 

Notable y raro valor.


 


 

Los cargos ajenos deja,


 

y a sí se culpa, no más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 


 


 


 


 


 

De mi parte le decid


 

que diga que quién le dio


 

la muerte, y le persuadió


 

a ello, le prevenid


 

que declare, aunque sea yo.


 


 

Si no confiesa, al momento


 

en un teatro mañana


 

dará a Sevilla escarmiento.


ARIAS

 

Yo voy pues.


Vanse los ALCALDES, y ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

Doña Estrella pide


 


 


 

para besaros la mano


 

licencia.


REY

 

¿Quién lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme una silla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 


 

Ya está aquí,


REY

 


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfil.


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notable,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 


 


 


 


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándome en ellas


 

mi sentimiento no culpes.


 

Quise a Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a padre le tuve


 

la obediencia, y el respecto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él contenta,


 

sin dejar que el sol injurie,


 

que aún rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; cumple


 

con tu obligación en esto,


 

déjame que yo le juzgue.


 


 


 


 


 


 


 


 


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que en lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y deja que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera con él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

nos enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

luego de mi cabeza le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó un Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo le pondré de suerte con mis manos,


 

que espanto sea entre los más tiranos.


REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su mano misma ha de matalle,


 

¿Que en vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y sale SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escribir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recado?» Y me daban


 

más prisa que un rompimiento.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


 

decid vosotros un tono.


 

Agora sí que deseo


 

morir, y quiero, cantando,


 

dar muestras de mi contento.


 

Fuera de que quiero dalles


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en él obligarme a menos.


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de pipotes de lo añejo.


 


 


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se alarga el morir».


CLARINDO

 

¡Gallardo mote han cantado!


SANCHO

 

A propósito, discreto.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Ahora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por horas


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Llegado ha el plazo.


SANCHO

 

Las manos y pies os beso


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! A mi deseo


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

y aquí a voces lo confieso.


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matasteis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 


 


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién ?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo decirlo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicisteis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aquestos reinos;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decidle a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

y si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tengo.


 

Decidle que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo prometido he hecho;


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo


 


 


 


 


 


 


ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y con esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvisteis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su furor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Braman los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego aprisa.


CLARINDO

 

Pienso que has perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Si andan coches por acá,


 

destruirán al infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues en él pleitos no hay,


 

bueno ha de ser el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

ya mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicisteis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceis majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

—Metedlo en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su hacienda padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces? ¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Cancerbero,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Y acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid presto,


 

que este lugar no es de honrado.


 

Asidle, llevadle preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

al punto el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo soy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿ Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

bautizado, y es gallego


 

de Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego el preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos le entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 

Agradezco


 

la piedad si es a matarme,


 

porque la muerte deseo.


ESTRELLA

 

Dadme la mano y venid.


CLARINDO

 

¿No parece encantamento?


ESTRELLA

 

¡Nadie nos sigue!


CLARINDO

 

Está bien.


 

¡Por Dios, que andamos muy buenos,


 

desde el infierno a Sevilla,


 

y de Sevilla al infierno!


 

Plegue a Dios que aquesta Estrella


 

se nos vuelva ya un lucero.


Vase.

ESTRELLA

 

Ya os he puesto en libertad.


 

Idos, Sancho Ortiz, con Dios,


 

y advertid que uso con vos


 

de clemencia y de piedad.


 

Idos con Dios, acabad.


 

Libre estáis. ¿Qué os detenéis?


 

¿Qué miráis? ¿Qué os suspendéis?


 

Tiempo pierde el que se tarda.


 

Id, que el caballo os aguarda


 

en que escaparos podáis


 

Dineros tiene el criado


 

para el camino.


SANCHO

 

Señora,


 

dame esos pies.


ESTRELLA

 

Id, que ahora


 

no es tiempo.


SANCHO

 

Voy con cuidado.


 

Sepa yo quién me ha librado,


 

porque sepa agradecer


 

tal merced.


ESTRELLA

 

Una mujer,


 

vuestra aficionada soy,


 

que la libertad os doy


 

teniéndola en mi poder.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

No he de pasar


 

de aquí, si no me decís


 

quién sois o no os descubrís.


ESTRELLA

 

No me da el tiempo lugar.


SANCHO

 

La vida os quiero pagar,


 

y la libertad también.


 

Yo he de conocer a quien


 

tanta obligación le debo,


 

para pagar lo que debo,


 

reconociendo este bien.


ESTRELLA

 

Una mujer principal


 

soy, y si más lo pondero,


 

la mujer que más os quiero,


 

y a quien vos queréis más mal.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

[Yo] no haré tal,


 

si no os descubrís ahora.


ESTRELLA

 

Porque os vais, yo soy...


Descúbrese.

SANCHO

 

¡Señora!


 

¡Estrella del alma mía!


ESTRELLA

 

Estrella soy que te guía,


 

de tu vida precursora.


 

Vete, que amor atropella


 

la fuerza así del rigor,


 

que como te tengo amor,


 

te soy favorable Estrella.


SANCHO

 

¡Tú, resplandeciente y bella,


 

con el mayor enemigo!


 

¡Tú, tanta piedad conmigo!


 

Trátame con más crueldad,


 

que aquí es rigor la piedad,


 

porque es piedad el castigo.


 

Haz que la muerte me den;


 

no quieras, tan liberal,


 

con el bien hacerme mal


 

cuando está en mi mal el bien.


 

¡Darle libertad a quien


 

muerte a su hermano le dio!


 

No es justo que viva yo,


 

pues él padeció por mí;


 

que es bien que te pierda así


 

quien tal amigo perdió.


 

En libertad de esta suerte


 

me entrego a la muerte fiera,


 

porque si preso estuviera,


 

¿qué hacía en pedir la muerte?


ESTRELLA

 

Mi amor es más firme y fuerte,


 

y así la vida te doy.


SANCHO

 

Pues yo a la muerte me voy,


 

puesto que librarme quieres,


 

que, si haces como quien eres,


 

yo he de hacer como quien soy.


ESTRELLA

 

¿Por qué mueres?


SANCHO

 

Por vengarte.


ESTRELLA

 

¿De qué?


SANCHO

 

De mi alevosía.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Es valentía.


ESTRELLA

 

Ya no hay parte.


SANCHO

 

Amor es parte.


ESTRELLA

 

Es ofenderme.


SANCHO

 

Es amarte.


ESTRELLA

 

¿Cómo me amas?


SANCHO

 

Muriendo.


ESTRELLA

 

Antes me ofendes.


SANCHO

 

Viviendo.


ESTRELLA

 

Óyeme.


SANCHO

 

No hay qué decir.


ESTRELLA

 

¿Dónde vas?


SANCHO

 

Voy a morir,


 

pues con la vida te ofendo.


ESTRELLA

 

Vete y déjame.


SANCHO

 

No es bien.


ESTRELLA

 

Vive y líbrate.


SANCHO

 

No es justo.


ESTRELLA

 

¿Por quién mueres?


SANCHO

 

Por mi gusto.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Honor también.


ESTRELLA

 

¿Quién te acusa?


SANCHO

 

Tu desdén.


ESTRELLA

 

No lo tengo.


SANCHO

 

Piedra soy.


ESTRELLA

 

¿Estás en ti?


SANCHO

 

En mi honor estoy


 

y te ofendo con vivir.


ESTRELLA

 

Pues vete, loco, a morir,


 

que a morir tan bien me voy.


Vanse cada uno por su puerta.y
salen el REY y ARIAS

REY

 

¡Que no quiera confesar


 

que yo mandé darle muerte!


ARIAS

 

No he visto bronce más fuerte.


 

Todo su intento es negar.


 

Dijo al fin que él ha cumplido


 

su obligación, y que es bien


 

que cumpla la suya quien


 

le obligó comprometido.


REY

 

Callando quiere vencerme.


ARIAS

 

Y aun te tiene convencido.


 


REY

 

Él cumplió lo prometido.


 

en confusión vengo a verme


 

por no podelle cumplir


 

la palabra que enojado


 

le di.


ARIAS

 

Palabra que has dado,


 

no se puede resistir;


 

porque si debe cumplilla


 

un hombre ordinario, un Rey


 

le hace entre sus labios ley,


 

y a la ley todo se humilla.


REY

 

Es verdad, cuando se mide


 

con la natural razón


 

la ley.


ARIAS

 

Es obligación.


 

El vasallo no la pide


 

al rey. Solo ejecutar,


 

sin vello y averiguallo,


 

debe la ley el vasallo,


 

y el rey debe consultar.


 

Tú esta vez la promulgaste


 

en un papel, y pues él


 

la ejecutó sin papel,


 

a cumplilla te obligaste


 

la ley que hiciste en mandalle


 

matar a Busto Tabera,


 

que, si por tu ley no fuera,


 

él no viniera a matalle.


REY

 

Pues, ¿he de decir que yo


 

darle la muerte mandé


 

y que tal crueldad usé


 

con quien jamás me ofendió?


 

El cabildo de Sevilla,


 

viendo que la causa fui,


 

Arias, ¿qué dirá de mí?


 

Y ¿qué se dirá en Castilla,


 

cuando don Alonso en ella


 

me está llamando tirano,


 

y el Pontífice Romano


 

con censuras me atropella?


 

La parte de mi sobrino


 

vendrá a esforzar, por ventura,


 

y su amparo la asegura.


 

Falso mi intento imagino.


 

También, si dejo morir


 

a Sancho Ortiz, es bajeza.


 

¿Qué he de hacer?


ARIAS

 

Puede tu alteza


 

con halagos persuadir


 

a los alcaldes mayores,


 

y pedilles con destierro


 

castiguen su culpa y yerro,


 

atropellando rigores.


 

Pague Sancho Ortiz. Así


 

vuelves, gran señor, por él,


 

y, ceñido de laurel,


 

premiado queda de ti.


 

Puedes hacerle, señor,


 

general de una frontera.


REY

 

Bien dices. Pero si fuera


 

ya ejecutado el rigor


 

con él doña Estrella ya,


 

a quien mi anillo le di,


 

¿cómo lo haremos aquí?


ARIAS

 

Todo se remediará.


 

Y en tu nombre iré a prendella


 

por causa que te ha movido,


 

y sin gente y sin rüido


 

traeré al Alcázar a Estrella.


 

Aquí la persuadirás


 

a tu intento, y porque importe,


 

con un grande de la corte


 

casarla, señor, podrás;


 

que su virtud y nobleza


 

merece un alto marido.


REY

 

¡Cómo estoy arrepentido,


 

don Arias, de mi flaqueza!


 

Bien dice un sabio que aquel


 

era sabio solamente


 

que era en la ocasión prudente,


 

como en la ocasión crüel.


 

Ve luego a prender a Estrella,


 

pues de tanta confusión


 

me sacas, con su prisión,


 

que pienso casar con ella,


 

para venirla a aplacar,


 

un ricohome de Castilla,


 

y a poderla dar mi silla,


 

la pusiera en mi lugar;


 

que tal hermano y hermana


 

piden inmortalidad.


ARIAS

 

La gente de esta ciudad


 

obscurecen la romana.


Vase ARIAS
y sale el ALCAIDE.

ALCAIDE

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Pedro de Caus, ¿qué causa


 

os trae a mis pies?


ALCAIDE

 

Señor,


 

este anillo con sus armas,


 

¿no es de vuestra alteza?


REY

 

Sí.


 

Este es previlegio y salva


 

de cualquier crimen que hayáis


 

cometido.


ALCAIDE

 

Fue a Trïana,


 

invicto señor, con él


 

una mujer muy tapada,


 

diciendo que vuestra alteza


 

que le entregara mandaba


 

a Sancho Ortiz. Consultele


 

tu mandato con las guardas


 

y el anillo juntamente,


 

y todos que le entregara


 

me dijeron. Dile luego,


 

pero, en muy poca distancia,


 

Sancho Ortiz, dando mil voces,


 

pide que las puertas abra


 

del castillo, como loco.


 

«No he de hacer lo que el rey manda»


 

-decía- y «Quiero morir,


 

que es bien que muera quien mata».


 

La entrada le resistí,


 

pero, como voces tantas


 

daba, fue abrirle fuerza.


 

Entró, donde alegre aguarda


 

la muerte.


REY

 

No he visto gente


 

más gentil ni más cristiana


 

que la de esta ciudad: callen


 

bronces, mármoles y estatuas.


ALCAIDE

 

La mujer dice, señor,


 

que la libertad le daba


 

y que él no quiso admitilla


 

por saber que era la hermana


 

de Busto Tabera, a quien


 

dio la muerte.


REY

 

Más me espanta


 

lo que me decís agora.


 

En sus grandezas agravian


 

la mesma naturaleza.


 

Ella, cuando más ingrata


 

había de ser, le perdona,


 

le libra, y él, por pagarla


 

el ánimo generoso,


 

se volvió a morir. Si pasan


 

más adelante sus hechos,


 

dé la vida eternas planchas.


 

Vos, Pedro de Caus, traedme


 

con gran secreto al Alcázar


 

a Sancho Ortiz en mi coche,


 

escusando estruendo y guardas.


ALCAIDE

 

Voy a servirte.


Vase
y sale un criado.

CRIADO

 

Aquí


 

ver a vuestra alteza aguardan


 

sus dos alcaldes mayores.


REY

 

Decid que entren con sus varas.


 

Yo, si puedo, a Sancho Ortiz


 

he de cumplir la palabra,


 

sin que mi rigor se entienda.


DON PEDRO

 

Ya, gran señor, sustanciada


 

la culpa, pide el proceso


 

la sentencia.


REY

 

Sustanciadla,


 

solo os pido que miréis,


 

pues sois padres de la patria,


 

su justicia, y la clemencia


 

muchas veces la aventaja.


 

Regidor es de Sevilla


 

Sancho Ortiz, si es el que falta


 

regidor, uno piedad


 

pide, si el otro venganza.


FARFÁN

 

Alcaldes mayores somos


 

de Sevilla, y hoy nos cargan


 

en nuestros hombros, señor,


 

su honor y su confianza.


 

Estas varas representan


 

a vuestra Alteza, y si tratan


 

mal vuestra planta divina,


 

ofenden a vuestra estampa.


 

Derechas miran a Dios,


 

y, si se doblan y bajan,


 

miran al hombre, y del cielo,


 

en torciéndose, se apartan.


REY

 

No digo que las torzáis,


 

sino que equidad se haga


 

en la justicia.


DON PEDRO

 

Señor,


 

la causa de nuestras causas


 

es vuestra Alteza: en su fiat


 

penden nuestras esperanzas.


 

Dadle la vida y no muera,


 

pues nadie en los reyes manda,


 

Dios en los reyes, y Dios


 

de los Saúles traslada


 

en los humildes Davides


 

las coronas soberanas.


REY

 

Entrad, y ved la sentencia


 

que da por disculpa, y salga


 

al suplicio Sancho Ortiz,


 

como las leyes lo tratan.


Aparte.

 

(Vos, don Pedro de Guzmán,


 

escuchadme una palabra


 

aquí aparte.)


DON PEDRO

 

Pues, ¿qué es


 

lo que vuestra Alteza manda?


REY

 

Dando muerte a Sancho, amigo


 

don Pedro, no se restaura


 

la vida al muerto, y querría,


 

evitando la desgracia


 

mayor, que le desterremos


 

a Gibraltar o a Granada,


 

donde en mi servicio tenga


 

una muerte voluntaria.


 

¿Qué decís?


DON PEDRO

 

Que soy don Pedro


 

de Guzmán y a vuestras plantas


 

me tenéis. Vuestra es mi vida,


 

vuestra es mi hacienda y espada.


 


 


REY

 

Dadme esos brazos, don Pedro


 

de Guzmán, que no esperaba


 

yo menos de un pecho noble.


 

Id con Dios. Haced que salga


 

luego Farfán de Ribera.


 


FARFÁN

 

Montes la lisonja allana.


 

Aquí a vuestros pies estoy.


REY

 

Farfán de Ribera, estaba


 

con pena de que muriera


 

Sancho Ortiz, mas ya se trata


 

de que en destierro se trueque


 

la muerte, y será más larga,


 

porque será mientras viva.


 

Vuestro parecer me falta


 

para que así se pronuncie


 

cosa de más importancia.


FARFÁN

 


 

Mande a Farfán de Ribera


 

vuestra alteza, sin que en nada


 

repare, que mi lealtad


 

en servirle no repara


 

en cosa alguna.


REY

 

En fin sois


 

Ribera en quien vierte el alba


 

flores de virtudes bellas,


 

que os guarnecen y acompañan.


 

Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

 

Bien negocié.


 

Hoy de la muerte se escapa


 

Sancho Ortiz, y mi promesa,


 

sin que se entienda, se salva.


 

Haré que por general


 

de alguna frontera vaya,


 

con que le destierro y premio.


Vuelven los ALCALDES.

DON PEDRO

 

Ya está, gran señor, firmada


 

la sentencia, y que la vea


 

solo vuestra Alteza falta.


REY

 

Habrá la sentencia sido


 

como yo lo deseaba


 

de tan grandes caballeros.


FARFÁN

 

Nuestra lealtad nos ensalza.


REY

Lee el REY la sentencia.

 

«Fallamos y pronunciamos


 

que le corten en la plaza


 

la cabeza.»—¿Esta sentencia


 

es la que traéis firmada?


 

¿Así, villanos, cumplís


 

a vuestro Rey la palabra?


 

¡Vive Dios!


FARFÁN

 

Lo prometido,


 

con las vidas, con las armas


 

cumplirá el menor de todos,


 

como ves, como arrimada


 

la vara tengo: con ella,


 

por las potencias humanas,


 

por la tierra, por el cielo,


 

¡que ninguno de ellos haga


 

cosa mal hecha o mal dicha!


DON PEDRO

 

Como a vasallos nos manda,


 

mas como alcaldes mayores,


 

no pidas injustas causas,


 

que aquello es estar sin ellas,


 

y aquesto es estar con varas,


 

y el cabildo de Sevilla


 

es quien es.


REY

 

Bueno está. Basta,


 

que todos me avergonzáis.


Salen ARIAS y ESTRELLA.

ARIAS

 

Ya esta aquí Estrella.


REY

 

Don Arias,


 

¿qué he de hacer?, ¿qué me aconsejas,


 

entre confusiones tantas?


Salen el ALCAIDE, SANCHO ORTIZ y CLARINDO.

ALCAIDE

 

Ya Sancho Ortiz está aquí.


SANCHO

 

Gran señor, ¿por qué no acabas


 

con la muerte, mis desdichas,


 

con tu rigor, mis desgracias?


 

Yo maté a Busto Tabera.


 

Mátame. Muera quien mata.


 

Haz, señor, misericordia


 

haciendo justicia.


REY

 

Aguarda,


 

¿quién te mandó dar la muerte?


SANCHO

 

Un papel.


REY

 

¿De quién?


SANCHO

 

Si hablara


 

el papel, él lo dijera,


 

que es cosa evidente y clara,


 

mas los papeles rompidos


 

dan confusas las palabras.


 

Solo sé que di la muerte


 

al hombre que más amaba,


 

por haberlo prometido.


 

Mas aquí a tus pies aguarda


 

Estrella mi muerte heroica,


 

aún no es bastante venganza.


REY

 

Estrella, yo os he casado


 

con un grande de mi casa,


 

mozo, galán, y en Castilla


 

príncipe y señor de salva,


 

y en premio de esto os pedimos


 

con su perdón nuestra gracia,


 

que no es justo que se niegue.


ESTRELLA

 

Ya, señor, si estoy casada,


 

vaya libre Sancho Ortiz.


 

No ejecutes mi venganza.


SANCHO

 

¿Al fin me das el perdón


 

porque su Alteza te casa?


ESTRELLA

 

Sí, por eso te perdono.


SANCHO

 

¿Y quedáis así vengada


 

de mi agravio?


ESTRELLA

 

Y satisfecha.


SANCHO

 

Pues porque tus esperanzas


 

se logren, la vida acepto,


 

aunque morir deseaba.


REY

 

Id con Dios.


FARFÁN

 

Mirad, señor,


 

que así Sevilla se agravia,


 

y debe morir.


REY

 

¿Qué haré,


 

que me apuran y acobarda


 

esta gente?


DON ARIAS

 

Hablad.


REY

 

Sevilla,


 

matadme a mí, que fui causa


 

de esta muerte. Yo mandé


 

matalle, y aquesto basta


 

para su descargo.


SANCHO

 

Solo


 

ese descargo aguardaba


 

mi honor, que el Rey me mandó


 

matarle, que yo una hazaña


 

tan fiera no cometiera,


 

si el Rey no me lo mandara.


REY

 

Digo que es verdad.


FARFÁN

 

Así


 

Sevilla se desagravia,


 

que pues mandastis matalle,


 

sin duda os daría causa.


REY

 

Admirado me ha dejado


 

la nobleza sevillana.


SANCHO

 

Yo a cumplir salgo el destierro,


 

cumpliéndome otra palabra


 

que me distis.


REY

 

Yo la ofrezco.


SANCHO

 

Yo dije que aquella dama


 

por mujer habías de darme


 

que yo quisiera.


REY

 

Así pasa.


SANCHO

 

Pues a doña Estrella pido,


 

y aquí a sus divinas plantas


 

el perdón de mi error pido.


ESTRELLA

 

Sancho Ortiz, yo estoy casada.


SANCHO

 

¿Casada?


ESTRELLA

 

Sí.


SANCHO

 

Yo estoy muerto.


REY

 

Estrella, esta es mi palabra.


 

Rey soy, y debo cumplirla.


 

¿Qué me respondéis?


ESTRELLA

 

Que se haga


 

vuestro gusto. Suya soy.


SANCHO

 

Yo soy suyo.


REY

 

Ya ¿qué falta?


SANCHO

 

La conformidad.


ESTRELLA

 

Pues esa


 

jamás podremos hallarla


 

viviendo juntos.


SANCHO

 

Lo mesmo


 

digo yo, y por esta causa


 

de la palabra te absuelvo.


ESTRELLA

 

Yo te absuelvo la palabra,


 

que ver siempre al homicida


 

de mi hermano en mesa y cama


 

me ha de dar pena.


SANCHO

 

Y a mí


 

estar siempre con la hermana


 

del que maté injustamente,


 

queriéndolo como al alma.


ESTRELLA

 

¿Pues libres quemas?


SANCHO

 

Sí.


ESTRELLA

 

Pues a Dios.


SANCHO

 

A Dios.


REY

 

Aguarda.


ESTRELLA

 

Señor, no ha de ser mi esposo


 

hombre que a mi hermano mata,


 

aunque le quiero y adoro.


Vase.

SANCHO

 

Y yo, señor, por amarla.


 

no es justicia que lo sea.


Vase.

REY

 

¡Grande fe!


ARIAS

 

¡Grande constancia!


CLARINDO

 

Más me parece locura.


REY

 

Toda esta gente me espanta.


DON PEDRO

 

Tiene esta gente Sevilla.


REY

 

Casarla pienso, y casarla


 

como merece.


CLARINDO

 

Y aquí


 

esta tragedia os consagra


 

Lope, dando a La Estrella


 

de Sevilla eterna fama,


 

cuyo prodigioso caso


 

inmortales bronces guarda.


LA ESTRELLA DE SEVILLA COMEDIA FAMOSA

JORNADA PRIMERA

Salen el REY, DON ARIAS, DON PEDRO DE GUZMÁN y FARFÁN DE RIBERA.

REY

 

Muy agradecido estoy


 

al cuidado de Sevilla,


 

y conozco que en Castilla


 

ya soberano Rey soy.


 

Desde hoy reino, pues desde hoy


 

Sevilla me honra y ampara,


 

que es cosa evidente y clara,


 

y es averiguada ley


 

que en ella no fuera rey,


 

si en Sevilla no reinara.


 

Del gasto y recebimiento,


 

del aparato en mi entrada,


 

si no la dejo pagada,


 

no puedo quedar contento.


 

Mi corte tendrá su asiento


 

en ella, y no es maravilla


 

que la corte de Castilla


 

de asiento en Sevilla esté,


 

que en Castilla reinaré


 

mientras reinare en Sevilla.


DON PEDRO

 

Hoy sus alcaldes mayores


 

agradecidos pedimos


 

tus pies, porque recebimos


 

en su nombre tus favores.


 

Jurados y regidores


 

ofrecen con voluntad


 

su riqueza y su lealtad,


 

y el cabildo lo desea,


 

con condición que no sea


 

en daño de tu ciudad.


REY

 

Yo quedo muy satisfecho.


DON PEDRO

 

Las manos nos da a besar.


REY

 

Id, Sevilla, a descansar,


 

que con mi gozo habéis hecho


 

como quien sois, y sospecho


 

que vuestro amparo ha de hacerme


 

rey de Gibraltar , que duerme


 

descuidado en las colunas,


 

y con prósperas fortunas


 

haré que de mí se acuerde.


FARFÁN

 

Con su audiencia y con su gente


 

Sevilla en tan alta empresa


 

le servirá a vuestra alteza,


 

ofreciendo juntamente


 

las vidas.


DON ARIAS

 

Así lo siente,


 

señor Farfán de los dos,


 

y satisfecho de vos


 

su alteza, y de su deseo.


REY

 

Todo, Sevilla, lo creo,


 

y lo conozco. Id con Dios.


Vanse los ALCALDES.

DON ARIAS

 

¿Qué te parece, señor,


 

de Sevilla?


REY

 

Parecido


 

me ha tan bien que hoy he sido


 

solo rey.


DON ARIAS

 

Mucho mejor,


 

mereciendo tu favor,


 

señor, te parecerá


 

cada día.


REY

 

Claro está,


 

que ciudad tan rica y bella,


 

viviendo de espacio en ella,


 

más de espacio admirará.


DON ARIAS

 

El adorno y las grandezas


 

de las calles, no sé yo


 

si Augusto en Roma las vio,


 

ni , creo, tantas riquezas.


REY

 

Y las divinas bellezas,


 

¿por qué en silencio las pasas?


 

¿Cómo limitas y tasas


 

sus celajes y arreboles?


 

Y di, ¿cómo en tantos soles


 

como Faetón no te abrasas?


DON ARIAS

 

Doña Leonor de Ribera


 

todo un cielo parecía,


 

que de su rostro nacía


 

el sol de la primavera.


REY

 

Sol es, si blanca no fuera,


 

y a un sol con rayos de nieve


 

poca alabanza se debe,


 

si en vez de abrasar, enfría.


 

Sol que abrasase querría,


 

no sol que helado se bebe.


DON ARIAS

 

Doña Elvira de Guzmán,


 

que es la que a su lado estaba


 

¿qué te pareció?


REY

 

Que andaba


 

muy prolijo el alemán,


 

pues de dos en dos están


 

juntas las blancas ansí.


DON ARIAS

 

Un maravedí vi allí.


REY

 

Aunque amor anda tan franco,


 

por maravedí tan blanco


 

no diera un maravedí.


DON ARIAS

 

Doña Teodora de Castro


 

es la que viste de verde.


REY

 

Bien en su rostro se pierde


 

el marfil y el alabastro.


DON ARIAS

 

Sacárala Amor de rastro,


 

si se la quisiera dar,


 

porque en un buen verde mar


 

engorda como en favor.


REY

 

A veces es bestia amor,


 

y el verde suele tomar.


DON ARIAS

 

La que te arrojó las rosas


 

Doña Mencía se llama


 

Coronel.


REY

 

Hermosa dama,


 

mas otras vi más hermosas.


DON ARIAS

 

Las dos morenas brïosas


 

que en la siguiente ventana


 

estaban, eran doña Ana


 

y doña Beatriz Mejía,


 

hermanas, con que aun el día


 

nuevos resplandores gana.


REY

 

Por Ana es común la una,


 

y por Beatriz la otra es


 

sola como el Fénix, pues


 

jamás le igualó ninguna.


DON ARIAS

 

La buena o mala fortuna


 

también se atribuye al nombre.


REY

 

En amor, y no te asombre,


 

los nombres con estrañeza


 

dan calidad y nobleza


 

al apetito del hombre.


DON ARIAS

 

La blanca y rubia...


REY

 

No digas


 

quién es esa: la mujer


 

blanca y rubia vendrá a ser


 

mármol y azófar, y obligas,


 

como adelante prosigas,


 

a oír la que me da pena.


 

Una vi de gracias llena,


 

y en silencio la has dejado,


 

que en sola la blanca has dado


 

y no has dado en la morena.


 

¿Quién es la que en un balcón


 

yo con atención miré,


 

y la gorra le quité


 

con alguna suspensión?


 

¿Quién es la que rayos son


 

sus dos ojos fulminantes,


 

en abrasar semejantes


 

a los de Júpiter fuerte,


 

que están dándome la muerte,


 

de su rigor ignorantes?


 

Una que de negro hacía


 

fuerte competencia al sol,


 

y al horizonte español


 

entre ébano amanecía;


 

una noche, horror del día,


 

pues de negro luz le daba,


 

y él, eclipsado, quedaba


 

un borrón de la luz pura


 

del sol, pues con su hermosura


 

sus puras líneas borraba.


DON ARIAS

 

Ya caigo, señor, en ella.


REY

 

En la mujer más hermosa


 

repara, que es justa cosa.


DON ARIAS

 

Esa la llaman la Estrella


 

de Sevilla.


REY

 

Si es más bella


 

que el sol, ¿cómo así la ofende?


 

Mas Sevilla no se entiende,


 

mereciendo su arrebol


 

llamarse Sol, pues es sol


 

que vivifica y enciende.


DON ARIAS

 

Es doña Estrella Tabera


 

su nombre, y por maravilla


 

la llama Estrella Sevilla.


REY

 

¡Y Sol llamarla pudiera!


DON ARIAS

 

Casarla su hermano espera


 

en Sevilla, como es justo.


REY

 

¿¿Llámase su hermano...??


DON ARIAS

 

Busto


 

Tabera, y es regidor


 

de Sevilla, cuyo honor


 

a su calidad ajusto.


REY

 

¿Y es casado?


DON ARIAS

 

No es casado,


 

que en la esfera sevillana


 

es sol, si Estrella es su hermana,


 

que estrella y sol se han juntado.


REY

 

En buena estrella he llegado


 

a Sevilla. Tendré en ella


 

suerte favorable y bella


 

como la deseo ya.


 

Todo me sucederá


 

teniendo tan buena estrella.


 

Si tal Estrella me guía,


 

¿cómo me puedo perder?


 

Rey soy, y he venido a ver


 

estrellas a mediodía.


 

Don Arias, verla querría,


 

que me ha parecido bien.


DON ARIAS

 

Si es estrella que a Belén


 

te guía, señor, no es justo


 

que hagas a su hermano Busto


 

bestia del portal también.


REY

 

¿Qué orden, don Arias, darás


 

para que la vea y hable?


DON ARIAS

 

Esta estrella favorable,


 

a pesar del sol, verás.


 

A su hermano honrar podrás,


 

que los más fuertes honores


 

baten tiros de favores.


 

Favorécele, que el dar,


 

deshacer y conquistar


 

puede imposibles mayores.


 

Si tú le das y él recibe,


 

se obliga y, si está obligado,


 

pagará lo que le has dado;


 

que al que dan, en bronce escribe.


REY

 

A llamarle te apercibe,


 

y dar orden juntamente


 

como la noche siguiente


 

vea yo a Estrella en su casa,


 

epiciclo que me abrasa


 

con fuego que el alma siente.


 

Parte, y llámame al hermano.


DON ARIAS

 

En el Alcázar le vi;


 

veré, señor, si está allí.


REY

 

Si hoy este imposible allano,


 

mi reino pondré en su mano.


DON ARIAS

 

Yo esta Estrella te daré.


Vase.

REY

 

Cielo estrellado seré


 

en noche apacible y bella,


 

y solo con una Estrella


 

más que el sol alumbraré.


Sale DON GONZALO, con luto.

DON GONZALO

 

Deme los pies vuestra alteza.


REY

 

Levantad. Por vida mía,


 

día de tanta alegría


 

¿venís con tanta tristeza?


DON GONZALO

 

Murió mi padre.


REY

 

Perdí


 

un valiente capitán.


DON GONZALO

 

Y las fronteras están


 

sin quien las defienda.


REY

 

Sí.


 

Faltó una heroica persona,


 

y enternecido os escucho.


DON GONZALO

 

Señor, ha perdido mucho


 

la frontera de Archidona.


 

Y puesto, señor, que igual


 

no ha de haber a su valor,


 

y que he heredado el honor


 

de tan fuerte General,


 

vuestra alteza no permita


 

que no se me dé el oficio


 

que ha vacado.


REY

 

Es claro indicio


 

que en vos siempre se acredita.


 

Pero la muerte llorad


 

de vuestro padre y, en tanto


 

que estáis con luto y con llanto,


 

en mi corte descansad.


DON GONZALO

 

Con la misma pretensión


 

Fernán Pérez de Medina


 

viene, y llevar imagina


 

por servicios el bastón


 

que en fin adalid ha sido


 

diez años, y con la espada


 

los nácares de Granada


 

de granates ha teñido,


 

y por eso adelantarme


 

quise.


REY

 

Yo me veré en ello,


 

que, supuesto que he de hacello,


 

quiero en ello consultarme.


Sale FERNÁN PÉREZ DE MEDINA.

FERNÁN

 

Pienso, gran señor, que llego


 

tarde a vuestros altos pies;


 

besarlos quiero, y después...


REY

 

Fernán Pérez, con sosiego


 

los pies me podéis besar,


 

que aun en mis manos está


 

el oficio, y no se da


 

tal plaza sin consultar


 

primero vuestra persona


 

y otras del reino importantes,


 

que, siendo en él los Atlantes,


 

serán rayos de Archidona.


 

Id, y descansad.


DON GONZALO

 

Señor,


 

este memorial os dejo.


FERNÁN

 

Y yo el mío, que es espejo


 

del cristal de mi valor,


 

donde se verá mi cara


 

limpia, perfecta, y leal.


DON GONZALO

 

También el mío es cristal


 

que hace mi justicia clara.


Vanse y salen DON ARIAS y BUSTO.

DON ARIAS

 

Aquí, gran señor, está


 

Busto Tabera.


BUSTO

 

A esos pies


 

turbado llego, porque es


 

natural efeto ya


 

en la presencia del Rey


 

turbarse el vasallo; y yo,


 

puesto que esto lo causó,


 

como es ordinaria ley,


 

dos veces llego turbado,


 

porque el hacerme, señor,


 

este impensado favor


 

turbación en mí ha causado.


REY

 

Alzad.


BUSTO

 

Bien estoy ansí,


 

que si el Rey se ha de tratar


 

como a santo en el altar,


 

digno lugar escogí.


REY

 

Vos sois un gran caballero.


BUSTO

 

De eso he dado a España indicio,


 

pero, conforme a mi oficio,


 

señor, los aumentos quiero.


REY

 

¿Pues yo no os puedo aumentar?


BUSTO

 

Divinas y humanas leyes


 

dan potestad a los reyes,


 

pero no les dan lugar


 

a los vasallos a ser


 

con sus reyes atrevidos,


 

porque con ellos medidos,


 

gran señor, deben tener


 

sus deseos; y ansí yo,


 

que exceder las leyes veo,


 

junto a la ley mi deseo.


REY

 

¿Cuál hombre no deseó


 

ser más siempre?


BUSTO

 

Si más fuera,


 

cubierto me hubiera hoy,


 

pero si Tabera soy,


 

no ha de cubrirse Tabera.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(¡Notable filosofía


 

de honor!)


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

(Estos son primero


 

los que caen.)


REY

 

Yo no quiero,


 

Tabera, por vida mía,


 

que os cubráis hasta aumentar


 

vuestra persona en oficio


 

que os dé de este amor indicio,


 

y ansí os quiero consultar,


 

sacándoos de ser Tabera,


 

por General de Archidona,


 

que vuestra heroica persona


 

será rayo en su frontera.


BUSTO

 

Pues yo, señor, ¿en qué guerra


 

os he servido?


REY

 

En la paz


 

os hallo, Busto, capaz


 

para defender mi tierra,


 

tanto, que ahora os prefiero


 

a estos que servicios tales


 

muestran por sus memoriales,


 

que aquí en mi presencia quiero


 

que leáis y despachéis.


 

Tres pretenden, que sois vos


 

y estos dos. Mirad qué dos


 

competidores tenéis.


BUSTO

Lee:

«Muy poderoso señor: Don Gonzalo de Ulloa suplica a vuestra alteza le haga merced de la plaza de Capitán General de las fronteras de Archidona, atento que mi padre, lo ha servido catorce años, haciendo notables servicios a Dios y a vuestra corona, ha muerto en una escaramuza. Pido justicia, »


 

Si de su padre el valor


 

ha heredado don Gonzalo,


 

el oficio le señalo.


 


BUSTO

Lee:

 

«Muy poderoso señor:


 

Fernán Pérez de Medina


 

veinte años soldado ha sido,


 

y a vuestro padre ha servido


 

y serviros imagina,


 

con su brazo y con su espada


 

en propios reinos y estraños.


 

ha sido adalid diez años


 

de la Vega de Granada;


 

ha estado cautivo en ella


 

tres años en ejercicios


 

viles, por cuyos oficios,


 

y por su espada, que en ella


 

toda su justicia abona,


 

pide en este memorial


 

el bastón de General


 

de los campos de Archidona.»


REY

 

Decid los vuestros.


BUSTO

 

No sé


 

servicio aquí que decir


 

por donde pueda pedir,


 

ni por donde se me dé.


 

Referir de mis pasados


 

los soberanos blasones,


 

tantos vencidos pendones,


 

y castillos conquistados,


 

pudiera. Pero, señor,


 

ya por ellos merecieron


 

honor, y si ellos sirvieron,


 

no merezco yo su honor.


 

La justicia, para sello,


 

ha de ser bien ordenada,


 

porque es caridad sagrada


 

que Dios cuelga de un cabello


 

para que, si a tanto exceso


 

de una cosa tan sutil,


 

para que, cayendo en fil,


 

no se quiebre y dé buen peso.


 

Dar este oficio es justicia


 

a uno de los dos aquí,


 

que, si me le dais a mí,


 

hacéis, señor, injusticia.


 

Y aquí en Sevilla, señor,


 

en cosa no os he obligado,


 

que en las guerras fui soldado,


 

y en las paces, regidor.


 

Y si va a decir verdad,


 

Fernán Pérez de Medina


 

merece el cargo, que es dina


 

de la frontera su edad;


 

y a don Gonzalo podéis,


 

que es mozo y cordobés Cid,


 

hacer, señor, adalid.


REY

 

Sea, pues vos lo queréis.


BUSTO

 

Solo quiero, y la razón


 

y la justicia lo quieren,


 

darl[e]s a los que sirvieren


 

debida satisfación.


REY

 

Basta, que me avergonzáis


 

con vuestros buenos consejos.


BUSTO

 

Son mis verdades espejos,


 

y así en ellas os miráis.


REY

 

Sois un grande caballero,


 

y en mi cámara y palacio


 

quiero que asistáis de espacio,


 

porque yo conmigo os quiero.


 

¿Sois casado?


BUSTO

 

Gran señor,


 

soy de una hermana marido,


 

y casarme no he querido


 

hasta dársele.


REY

 

Mejor.


 

Yo, Busto, se le daré.


 

¿Es su nombre?


BUSTO

 

Doña Estrella.


REY

 

A Estrella tan clara y bella,


 

no sé qué esposo le dé,


 

si no es el Sol.


BUSTO

 

Solo un hombre,


 

señor, para Estrella anhelo,


 

que no es estrella del cielo.


REY

 

Yo la casaré en mi nombre


 

con hombre que la merezca.


BUSTO

 

Por ello los pies te pido.


REY

 

Darela, Busto, marido


 

que a su igual no desmerezca;


 

y decidle que he de ser


 

padrino y casamentero,


 

y que yo dotarla quiero.


BUSTO

 

Ahora quiero saber,


 

señor, para qué ocasión


 

vuestra alteza me ha llamado,


 

porque me ha puesto en cuidado.


REY

 

Tenéis, Tabera, razón.


 

Yo os llamé para un negocio


 

de Sevilla, y quise hablaros


 

primero para informaros


 

de él. Pero la paz y el ocio


 

nos convida, más de espacio


 

lo trataremos los dos.


 

Pues de hoy asisteréis vos


 

en mi cámara y palacio.


 

Id con Dios.


BUSTO

 

Dadme los pies.


REY

 

Mis dos brazos, regidor,


 

os daré.


BUSTO

Aparte.

 

(Tanto favor...


 

No puedo entender por qué.


 

Sospechoso voy: quererme


 

sin conocerme y honrarme...


 

El Rey quiere sobornarme,


 

de algún mal que piensa hacerme.)


Vase.

REY

 

El hombre es bien entendido,


 

y tan cuerdo como honrado.


DON ARIAS

 

De estos honrados me enfado.


 

¡Cuántos, gran señor, lo han sido


 

hasta dar con la ocasión!


 

Sin ella son de estos modos


 

todos cuerdos; pero todos,


 

con ella bailan a un son.


 

Aquel murmura hoy de aquel


 

que el otro ayer murmuró;


 

que la ley que ejecutó


 

ejecuta el tiempo en él.


 

Su honra en una balanza


 

pone; en otra poner puedes


 

tus favores y mercedes,


 

tu lisonja y tu privanza,


 

y verás, gran señor, cómo


 

la que agora está tan baja


 

viene a pesar una paja,


 

y ella mil marcos de plomo.


REY

 

Encubierto pienso ver


 

esta mujer en su casa,


 

que es sol, pues tanto me abrasa,


 

aunque Estrella, al parecer.


DON ARIAS

 

Mira que podrán decir...


REY

 

Los que reparando están,


 

amigo, en lo que dirán,


 

se quieren dejar morir.


 

Viva yo, y diga Castilla


 

lo que quisiere entender,


 

que Rey Mago quiero ser


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen DON SANCHO, DOÑA ESTRELLA, NATILDE y CLARINDO

SANCHO

 

Divino ángel mío,


 

¿cuándo seré tu dueño,


 

sacando de este empeño


 

las ansias que te envío?


 

¿Cuándo el blanco rocío


 

que vierten mis dos ojos,


 

sol que alumbrando sales


 

en conchas de corales,


 

de que ha formado amor los labios rojos,


 

con apacibles calmas,


 

perlas harán que engasten nuestras almas?


 

¿Cuándo, dichosa Estrella


 

que como el sol adoro,


 

a tu epiciclo de oro,


 

resplandeciente y bella,


 

la luz que baña y sella


 

tu cervelo divino,


 

con rayos de alegría


 

adornarás el día,


 

juntándonos amor en solo un sino,


 

para que emule el cielo


 

otro Cástor y Pólux en el suelo?


 

¿Cuándo, en lazos iguales,


 

nos llamará Castilla


 

Géminis de Sevilla


 

con gustos inmortales?


 

¿Cuándo tendrán mis males


 

esperanzas de bienes?


 

¿Cuándo, alegre y dichoso,


 

me llamaré tu esposo


 

a pesar de los tiempos que detienes,


 

que en perezoso turno


 

caminan con las plantas de Saturno?


ESTRELLA

 

Si como mis deseos


 

los tiempos caminaran,


 

al sol aventajaran


 

los pasos giganteos,


 

y mis dulces empleos


 

celebrara Sevilla


 

sin envidiar celosa,


 

amante y venturosa,


 

la regalada y tierna tortolilla,


 

que con arrullos roncos


 

En círculos amantes


 

ayer se enamoraban


 

do sabes, y se formaban


 

requiebros ignorantes;


 

sus picos de diamantes


 

sus penachos de nieve


 

dulcemente ofendían,


 

mas luego los hacían


 

vaso en que amor sus esperanzas bebe,


 

pues los picos unidos


 

se brindaban las almas y sentidos.


SANCHO

 

¡Ay, cómo te agradezco


 

mi vida esos deseos!


 

Los eternos trofeos


 

de la fama apetezco


 

solo el alma te ofrezco.


ESTRELLA

 

Yo con ella la vida,


 

para que viva en ella.


SANCHO

 

¡Ay, amorosa Estrella,


 

de fuego y luz vestida!


ESTRELLA

 

¡Ay, piadoso homicida!


SANCHO

 

¡Ay, sagrados despojos,


 

norte en el mar de mis confusos ojos!


A MATILDE.

CLARINDO

 

(¿Cómo los dos no damos


 

de holandas y cambrayes


 

algunos blandos ayes,


 

siguiendo a nuestros amos?)


SANCHO

 

¿No callas?


CLARINDO

 

Ya callamos.


Aparte a MATILDE.

 

(¡Ay, hermosa muleta


 

de mi amante desmayo!


NATILDE

 

¡Ay, hermano lacayo,


 

que al son de la almohaza eres poeta!


CLARINDO

 

¡Ay, mi dicha!


NATILDE

 

¡Ay, dichoso!


CLARINDO

 

No tiene tantos ayes un leproso.)


SANCHO

 

¿Qué dice al fin tu hermano?


ESTRELLA

 

Que, hechas las escrituras,


 

tan firmes y seguras,


 

el casamiento es llano,


 

y que el darte la mano


 

unos días dilate


 

hasta que él se prevenga.


SANCHO

 

Mi amor quiere que tenga


 

mísero fin; el tiempo le combate.


 

Hoy casarme querría,


 

que da el tiempo mil vueltas cada día.


 

La mar tranquila y cana


 

amanece entre leche,


 

y antes que montes eche


 

al sol por la mañana,


 

en círculos de grana


 

madruga el alba hermosa,


 

y luego, negra nube


 

en sus hombros se sube,


 

vistiéndola con sombra tenebrosa,


 

y los que fueron riscos


 

son de nieve gigantes basiliscos.


 

Penachos de colores


 

toma un almendro verde,


 

y en un instante pierde


 

sus matizadas flores;


 

cruzan murmuradores


 

los arroyuelos puros,


 

y en su argentado suelo


 

grillos les pone el hielo;


 

pues si estos de él jamás están seguros,


 

¿cómo en tanta mudanza


 

podré tener del tiempo confianza?


ESTRELLA

 

Si el tiempo se detiene,


 

habla a mi hermano.


SANCHO

 

Quiero


 

hablarle, porque muero


 

lo que amor se entretiene.


CLARINDO

 

Busto Tabera viene.


Sale BUSTO.

BUSTO

 

¡Sancho amigo!


ESTRELLA

 

¡Ay!, ¿Qué es esto?


SANCHO

 

¿Vos con melancolía?


BUSTO

 

Tristeza y alegría


 

en cuidado me ha puesto.


 

Éntrate dentro, Estrella.


ESTRELLA

 

¡Válgame Dios! si ¡El tiempo me atropella!


Vanse ESTRELLA y MATILDE.

BUSTO

 

Sancho Ortiz de las Roelas...


SANCHO

 

¿Ya no me llamáis cuñado?


BUSTO

 

Un caballo desbocado


 

me hace correr sin espuelas.


 

Sabed que el Rey me llamó,


 

no sé, por Dios, para qué,


 

que, aunque se lo pregunté,


 

jamás me lo declaró.


 

Hacíame general


 

de Archidona, sin pedillo;


 

y, a fuerza de resistillo,


 

no me dio el bastón real.


 

Hízome al fin...


SANCHO

 

Proseguid,


 

que todo eso es alegría.


 

Decid la melancolía,


 

y la tristeza decid.


BUSTO

 

De su cámara me ha hecho.


SANCHO

 

También es gusto.


BUSTO

 

Al pesar


 

vamos.


SANCHO

 

Que me ha de costar


 

algún cuidado sospecho.


BUSTO

 

Díjome que no casara


 

a Estrella, porque él quería


 

casalla, y se profería,


 

cuando yo no la dotara,


 

a hacello, y dalla marido


 

a su gusto.


SANCHO

 

Tú dijiste


 

que estabas alegre y triste,


 

mas yo solo el triste he sido.


 

Pues tú alcanzas las mercedes,


 

y yo los pesares cojo;


 

déjame a mí con tu enojo,


 

y tú el gusto tener puedes,


 

que en la cámara del Rey,


 

y bien casada tu hermana,


 

el tenerle es cosa llana.


 

Mas no cumples con la ley


 

de amistad, porque debías


 

decirle al Rey que ya estaba


 

casada tu hermana.


BUSTO

 

Andaba,


 

entre tantas demasías,


 

turbado mi entendimiento


 

que lugar no me dio allí


 

a decirlo.


SANCHO

 

Siendo ansí,


 

¿no se hará mi casamiento?


BUSTO

 

Volviendo a informar al Rey


 

que están hechos los conciertos


 

y escrituras, serán ciertos


 

los contratos; que su ley


 

no ha de atropellar lo justo.


SANCHO

 

Si el Rey la quiere torcer,


 

¿quién fuerza le podrá hacer,


 

habiendo interés o gusto?


BUSTO

 

Yo le hablaré, y vos también,


 

pues yo entonces, de turbado,


 

no le dije lo tratado.


SANCHO

 

¡Muerte pesares me den!


 

Bien decía que en el tiempo


 

no hay instante de firmeza,


 

y que el llanto y la tristeza


 

son sombra de pasatiempo.


 

Y cuando el Rey con violencia


 

quisiere torcer la ley...


BUSTO

 

Sancho Ortiz, el Rey es rey:


 

callar y tener paciencia.


Vase.

SANCHO

 

En ocasión tan triste,


 

¿quién paciencia tendrá, quién sufrimiento?


 

Tirano, que veniste


 

a perturbar mi dulce casamiento


 

con aplauso a Sevilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Bien de don Sancho el Bravo


 

mereces el renombre, que en las obras


 

de conocerte acabo;


 

y pues por tu crueldad tal nombre cobras,


 

y Dios siempre la humilla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

Conjúrese tu gente


 

y pongan a los hijos de tu hermano


 

la corona en la frente


 

con bulas del Pontífice Romano,


 

y dándoles tu silla,


 

¡no goces los imperios de Castilla!


 

De Sevilla salgamos;


 

vamos a Gibraltar, donde las vidas


 

en su riesgo perdamos.


CLARINDO

 

Sin ir allá las damos por perdidas.


SANCHO

 

Con Estrella tan bella,


 

¿cómo vengo a tener tan mala estrella?


 

Mas, ¡ay!, que es rigurosa,


 

y en mí son sus efectos desdichados.


CLARINDO

 

Por esta estrella hermosa


 

morimos como huevos estrellados.


 

¡Mejor fuera en tortilla!


SANCHO

 

¡No goces los imperios de Castilla!


Vanse.
Salen el REY, DON ARIAS y ACOMPAÑAMIENTO.

REY

 

Decid cómo estoy aquí.


DON ARIAS

 

Ya lo saben, y a la puerta


 

a recebirte, señor,


 

sale don Busto Tabera.


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

¡Tal merced, tanto favor!


 

¿En mi casa vuestra alteza?


REY

 

Por Sevilla así embozado


 

salí, con gusto de vella;


 

y me dijeron pasando


 

que eran vuestras casas estas,


 

y quise verlas, que dicen


 

que son en estremo buenas.


BUSTO

 

Son casas de un escudero.


REY

 

Entremos.


BUSTO

 

Señor, son hechas


 

para mi humildad, y vos


 

no podéis caber en ellas,


 

que para tan gran señor


 

se cortaron muy estrechas


 

y no os vendrán bien sus salas,


 

que son, gran señor, pequeñas,


 

porque su mucha humildad


 

no aspira a tanta soberbia.


 

Fuera, señor, de que en casa


 

tengo una hermosa doncella


 

solamente, que la caso


 

ya con escrituras hechas,


 

y no sonará muy bien


 

en Sevilla cuando sepan


 

que a visitarla venís.


REY

 

No vengo, Busto, por ella;


 

por vos vengo.


BUSTO

 

Gran señor,


 

notable merced es esta;


 

y si aquí por mí venís,


 

no es justo que os obedezca,


 

que será descortesía


 

que a visitar su Rey venga


 

al vasallo, y que el vasallo


 

lo permita y lo consienta.


 

Crïado y vasallo soy,


 

y es más razón que yo os vea,


 

ya que me queréis honrar,


 

en el Alcázar, que afrentan


 

muchas veces las mercedes


 

cuando vienen con sospecha.


REY

 

¿Sospecha? ¿De qué?


BUSTO

 

Dirán,


 

puesto que al contrario sea,


 

que venistis a mi casa


 

por ver a mi hermana; y puesta


 

en opiniones su fama,


 

está a pique de perderla,


 

que el honor es cristal puro


 

que con un soplo se quiebra.


REY

 

Ya que estoy aquí, un negocio


 

comunicaros quisiera.


 

Entremos.


BUSTO

 

Por el camino


 

será, si me dais licencia,


 

que no tengo apercebida


 

la casa.


REY

Aparte con DON ARIAS.

 

(Gran resistencia


 

nos hace.


DON ARIAS

Aparte con el REY.

 

Llevalle importa,


 

que yo quedaré con ella,


 

y en tu nombre la hablaré.


REY

 

Habla paso, no te entienda,


 

que tiene todo su honor


 

este necio en las orejas.


DON ARIAS

 

Arracadas muy pesadas


 

de las orejas se cuelgan:


 

el peso las romperá.)


REY

 

¡Basta! No quiero por fuerza


 

ver vuestra casa.


BUSTO

 

Señor,


 

en casando a doña Estrella,


 

con el adorno que es justo


 

la verá.


DON ARIAS

 

Esos coches llegan.


REY

 

Ocupad, Busto, un estribo.


BUSTO

 

A pie, si me dais licencia,


 

he de ir.


REY

 

El coche es mío,


 

y mando yo en él.


DON ARIAS

 

Ya esperan


 

los coches.


REY

 

Guíen al Alcázar.


BUSTO

Aparte.

 

Muchas mercedes son estas,


 

y gran favor me hace el Rey.


 

¡Plegue a Dios que por bien sea!


Vanse, y queda DON ARIAS.
Salen ESTRELLA y NATILDE.

ESTRELLA

 

¿Qué es lo que dices, Natilde?


NATILDE

 

Que era el Rey, señora.


DON ARIAS

 

Él era,


 

y no es mucho que los reyes


 

siguiendo una estrella vengan.


 

A vuestra casa venía


 

buscando tanta belleza,


 

que si el Rey lo es de Castilla,


 

vos de la beldad sois reina.


 

El rey don Sancho, a quien llaman,


 

por su invicta fortaleza,


 

el Bravo el vulgo, y los moros,


 

porque de su nombre tiemblan,


 

el Fuerte, y sus altas obras


 

el Sacro y Augusto César,


 

que los laureles romanos


 

con sus hazañas afrenta,


 

esa divina hermosura


 

vio en un balcón, competencia


 

de los palacios del alba


 

cuando en rosas y azucenas


 

medio dormidas las aves


 

la madrugan, y recuerdan


 

y, del desvelo llorosa,


 

vierte racimos de perlas.


 

Mandome que de Castilla


 

las riquezas te ofreciera,


 

aunque son para tus gracias


 

limitadas sus riquezas;


 

que su voluntad admitas,


 

que, si la admites y premias,


 

serás de Sevilla el sol,


 

si hasta aquí has sido la estrella.


 

Darate villas, ciudades,


 

de quien serás ricahembra,


 

y a un ricohombre te dará


 

por esposo, con quien seas


 

corona de tus pasados


 

y aumento de tus Taberas.


 

¿Qué respondes?


ESTRELLA

 

¿Qué respondo?


Vuelve la espalda.

 

Lo que ves.


DON ARIAS

 

Aguarda, espera...


ESTRELLA

 

A tan livianos recados


 

da mi espalda la respuesta.


Vase.

DON ARIAS

 

¡Notable valor de hermanos!


 

Los dos suspenso me dejan:


 

la gentilidad romana


 

Sevilla en los dos celebra.


 

Parece cosa imposible


 

que el Rey los contraste y venza,


 

pero porfía y poder


 

talan montes, rompen peñas.


 

Hablar quiero a esta crïada,


 

que las dádivas son puertas


 

para conseguir favores


 

de las Porcias y Lucrecias.


 

¿Eres crïada de casa?


NATILDE

 

Crïada soy, mas por fuerza.


DON ARIAS

 

¿Cómo por fuerza?


NATILDE

 

Que soy


 

esclava.


DON ARIAS

 

¿Esclava?


NATILDE

 

Y sujeta,


 

sin la santa libertad,


 

a muerte y prisión perpetua.


DON ARIAS

 

Pues yo haré que el Rey te libre


 

y mil ducados de renta


 

con la libertad te dé,


 

si en su servicio te empleas.


NATILDE

 

Por la libertad y el oro


 

no habrá maldad que no emprenda;


 

mira lo que puedo hacer,


 

que lo haré, como yo pueda.


DON ARIAS

 

Tú has de dar al Rey entrada


 

en casa esta noche.


NATILDE

 

Abiertas


 

todas las puertas tendrá,


 

como cumplas la promesa.


DON ARIAS

 

Una cédula del Rey


 

con su firma, y de su letra,


 

antes que entre te daré.


NATILDE

 

Pues yo le pondré en la mesma


 

cama de Estrella esta noche.


DON ARIAS

 

¿A qué hora Busto se acuesta?


NATILDE

 

Al alba viene a acostarse.


 

Todas las noches requiebra,


 

que este descuido en los hombres


 

infinitas honras cuesta.


DON ARIAS

 

¿Y a qué hora te parece


 

que venga el Rey?


NATILDE

 

Señor, venga


 

a las once, que ya entonces


 

estará acostada.


DON ARIAS

 

Lleva


 

esta esmeralda en memoria


 

de las mercedes que esperas


 

del Rey.


NATILDE

 

Que no hay para qué.


DON ARIAS

 

No quiero que te parezcas


 

a los médicos.


NATILDE

 

Por oro,


 

¿qué monte tendrá firmeza?


 

El oro ha sido en el mundo


 

el que los males engendra,


 

porque si él faltara, es claro


 

no hubiera infamias ni afrentas.


Vanse
y salen ÍÑIGO OSORIO, BUSTO TABERA y DON MANUEL con llaves doradas.

DON MANUEL

 

Goce vuestra señoría


 

la llave y cámara, y vea


 

el aumento que desea.


BUSTO

 

Saber pagalle querría


 

a su alteza la merced


 

que me hace sin merecella.


ÍÑIGO

 

Mucho merecéis, y en ella,


 

que no se engaña, creed,


 

el Rey.


BUSTO

 

Su llave me ha dado,


 

puerta me hace de su cielo,


 

aunque me amenaza el suelo


 

viéndome tan levantado;


 

que como impensadamente


 

tantas mercedes me ha hecho,


 

que se ha de mudar sospecho


 

el que honra tan de repente.


 

Mas, conservando mi honor,


 

si a lo que he sido me humilla,


 

vendré a quedarme en Sevilla


 

veinticuatro y regidor.


ÍÑIGO

 

¿Quién es de guarda?


DON MANUEL

 

Ninguno


 

de los tres.


ÍÑIGO

 

Pues yo quisiera


 

holgarme.


DON MANUEL

 

Busto Tabera,


 

si tenéis requiebro alguno,


 

esta noche nos llevad,


 

y la espalda os guardaremos.


BUSTO

 

Si queréis que visitemos


 

lo común de la ciudad,


 

ya os llevaré donde halléis


 

concetos y vocería,


 

y dulce filosofía


 

de amor.


DON MANUEL

 

Merced nos haréis.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

A recoger, caballeros,


 

que quiere el Rey escrebir.


DON MANUEL

 

Vamos, pues, a divertir


 

la noche.


Vanse
y sale el REY.

REY

 

¿Que sus luceros


 

esta noche he de gozar,


 

don Arias?


DON ARIAS

 

[Sí.] La esclavilla


 

es estremada.


REY

 

Castilla


 

estatuas la ha de labrar.


DON ARIAS

 

Una cédula has de hacella.


REY

 

Ve, don Arias, a ordenalla,


 

que no dudaré en firmalla,


 

como mi amor lo atropella.


DON ARIAS

 

¡Buena queda la esclavilla,


 

a fe de noble!


REY

 

Recelo


 

que me vende el sol del cielo


 

en la Estrella de Sevilla.


JORNADA SEGUNDA

Salen el REY, DON ARIAS y NATILDE.

NATILDE

 

Solo será más seguro,


 

que todos reposan ya.


REY

 

¿Y Estrella?


NATILDE

 

Durmiendo está,


 

y el cuarto en que duerme, oscuro.


REY

 

Aunque decillo bastaba,


 

este es, mujer, el papel,


 

con la libertad en él;


 

que yo le daré otra esclava


 

a Busto.


DON ARIAS

 

El dinero y todo


 

va en él.


NATILDE

 

Dadme vuestros pies.


DON ARIAS

 

Todos con el interés


 

son, señor, de un mismo modo.


REY

 

Divina cosa es reinar.


DON ARIAS

 

¿Quién lo puede resistir?


REY

 

Solo, al fin, he de subir,


 

para más disimular.


DON ARIAS

 

¿Solo te aventuras?


 


REY

 

Pues,


 

¿por qué espumosos remolcos


 

por manzanas paso a Colcos?


 

Busto mi vasallo es.


 

¿No es su casa esta en que estoy?


 

Pues, dime, ¿a qué me aventuro?


 

Y cuando no esté seguro,


 

¿conmigo mismo no voy?


 

Vete.


DON ARIAS

 

¿Dónde aguardaré?


REY

 

Desviado de la calle,


 

en parte donde te halle,


DON ARIAS

 

En San Marcos entraré.


Vase.

REY

 

¿A qué hora Busto vendrá?


NATILDE

 

Viene siempre cuando al alba


 

hacen pajarillos salva,


 

y abierta la puerta está


 

hasta que él viene.


REY

 

El amor


 

me allane tan alta empresa.


NATILDE

 

Busque tras mí vuestra alteza


 

lo obscuro del corredor,


 

que así llegará a sus bellas


 

luces.


REY

 

Mira mis locuras,


 

pues los dos, ciegos y a escuras,


 

vamos a caza de estrellas.


NATILDE

 

¿Qué estrella al sol no se humilla?


REY

 

Aunque soy don Sancho el Bravo,


 

venero en el cielo octavo


 

esta Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen BUSTO, DON MANUEL y DON ÍÑIGO.

BUSTO

 

Esta es mi posada.


ÍÑIGO

 

A Dios.


BUSTO

 

Es temprano para mí.


DON MANUEL

 

No habéis de pasar de aquí.


BUSTO

 

Basta.


ÍÑIGO

 

Tenemos los dos


 

cierta visita que hacer.


BUSTO

 

¿Qué os pareció Feliciana?


DON MANUEL

 

En el Alcázar mañana,


 

amigo, en esa mujer


 

hablaremos, que es figura


 

muy digna de celebrar.


Vanse.

BUSTO

 

Temprano me entro a acostar;


 

toda la casa está obscura.


 

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!


 

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!


 

Todos duermen. ¡Justa! ¡Inés!


 

También ellas dormirán.


 

¡Natilde! También la esclava


 

se ha dormido; es dios el sueño,


 

y de los sentidos dueño.


Salen NATILDE y el REY.

NATILDE

 

Pienso que es el que llamaba


 

mi señor. Perdida soy.


REY

 

¿No dijiste que venía


 

al alba?


NATILDE

 

¡Desdicha es mía!


BUSTO

 

¡Natilde!


NATILDE

 

¡Ay, Dios! Yo me voy.


REY

 

No tengas pena.


BUSTO

 

¿Quién es?


REY

 

Un hombre


BUSTO

 

¡A estas horas hombre,


 

y en mi casa! Diga el nombre.


REY

 

Aparta.


BUSTO

 

No sois cortés;


 

y si pasa, ha de pasar


 

por la punta de esta espada;


 

que, aunque esta casa es sagrada,


 

la tengo de profanar.


REY

 

¡Ten la espada!


BUSTO

 

¿Qué es tener,


 

cuando el cuarto de mi hermana


 

de esta suerte se profana?


 

Quién sois tengo de saber,


 

o aquí os tengo de matar.


REY

 

Hombre de importancia soy,


 

¡déjame!


BUSTO

 

En mi casa estoy,


 

y en ella yo he de mandar.


REY

 

Déjame pasar, advierte


 

que soy hombre bien nacido;


 

y, aunque a tu casa he venido,


 

no es mi intención ofenderte,


 

sino aumentar más tu honor.


BUSTO

 

¿El honor así se aumenta?


REY

 

¡Corra tu honor por mi cuenta!


BUSTO

 

Por esta espada es mejor.


 

Y si mi honor procuráis,


 

¿cómo embozado venís?


 

¿Honrándome os encubrís?


 

¿Dándome honor os tapáis?


 

Vuestro temor os convenza,


 

cómo averiguado está,


 

que ninguno que honra da


 

tiene de dalla vergüenza.


 

¡Meted mano o vive Dios


 

que os mate!


REY

 

¡Necio apurar!


BUSTO

 

Aquí os tengo de matar


 

o me habéis de matar vos.


Mete mano el REY.

REY

Aparte.

 

(Direle quién soy.) Detente,


 

que soy el Rey.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Es engaño!


 

¿El Rey procura mi daño,


 

solo, embozado y sin gente?)


 

No puede ser, y a su alteza,


 

aquí, villano, ofendéis,


 

pues defeto en él ponéis,


 

que es una estraña bajeza.


 

¿El Rey había de estar


 

sus vasallos ofendiendo?


 

De esto de nuevo me ofendo,


 

por esto os he de matar,


 

aunque más me porfiéis;


 

que ya que a mí me ofendáis,


 

no en su grandeza pongáis


 

tal defeto, pues sabéis


 

que sacras y humanas leyes


 

condenan a culpa estrecha


 

al que imagina o sospecha


 

cosa indigna de los reyes.


REY

Aparte.

 

(¡Qué notable apurar de hombre!)


 

Hombre, digo que el Rey soy.


BUSTO

 

Menos crédito te doy,


 

porque aquí no viene el nombre


 

de rey con las obras, pues


 

es el rey el que da honor;


 

tú buscas mi deshonor.


REY

Aparte.

 

(Este es necio y descortés.


 

¿Qué he de hacer?)


BUSTO

Aparte.

 

(El embozado


 

es el Rey, no hay que dudar,


 

quiérole dejar pasar,


 

y saber si me ha afrentado


 

luego, que el alma me incita


 

la cólera y el furor,


 

que es como censo el honor,


 

que aun el que le da, le quita.)


 

Pasa, cualquiera que seas,


 

y otra vez al Rey no infames,


 

ni el Rey, villano, te llames


 

cuando haces hazañas feas.


 

Mira que el Rey mi señor,


 

del África horror y espanto,


 

es cristianísimo y santo,


 

y ofendes tanto valor.


 

La llave me ha confiado


 

de su casa, y no podía


 

venir sin llave a la mía


 

cuando la suya me ha dado.


 

Y no atropelléis la ley,


 

mirad que es hombre en efeto,


 

esto os digo, y os respeto


 

porque os fingistis el Rey.


 

Y de verme no os asombre


 

cuerdo, aunque quedo afrentado,


 

que un vasallo está obligado


 

a tener respeto al nombre.


 

Esto, don Busto Tabera


 

aquí os lo dice y, por Dios,


 

que como lo dice a vos


 

a él mismo se lo dijera.


 

Y sin más atropellallos


 

contra Dios y contra ley,


 

así aprenderá a ser Rey


 

del honor de sus vasallos.


REY

 

Ya no lo puedo sufrir,


 

que estoy confuso y corrido:


 

¡Necio!, ¿porque me he fingido


 

el Rey me dejas salir?


 

Pues advierte que yo quiero,


 

porque dije que lo era,


 

salir de aquesta manera;


Mete mano.

 

que, si libertad adquiero


 

porque aquí Rey me llamé,


 

y en mí respetas el nombre,


 

porque te admire y asombre,


 

en las obras lo seré.


Riñen.

 

Muere, villano, que aquí


 

aliento el nombre me da


 

de Rey, y él te matará.


BUSTO

 

Solo mi honor reina en mí.


Salen criados con luces.

CRIADOS

 

¿Qué es esto?


REY

Aparte.

 

(Escaparme quiero,


 

antes de ser conocido.


 

De este villano ofendido


 

voy, pero vengarme espero.)


Vase.

CRIADOS

 

Huyó quien tu ofensa trata.


BUSTO

 

Seguilde, dadle el castigo...


 

Dejadle, que al enemigo


 

se ha de hacer puente de plata.


 

Si huye, la gloria es notoria


 

que se alcanza sin seguir,


 

que el vencido con hüir


 

da al vencedor la vitoria.


 

Cuánto más que este que huyó,


 

más por no ser conocido


 

huye que por ser vencido,


 

porque nadie le venció.


 

Dadle una luz a Natilde,


 

y entraos vosotros allá.


Dánsela y vanse.
Aparte.

 

(Esta me vende, que está


 

avergonzada y humilde.


 

La verdad he de sacar


 

con una mentira cierta.)


 

Cierra de golpe esa puerta.


 

Aquí os tengo de matar;


 

todo el caso me ha contado


 

el Rey.


NATILDE

Aparte.

 

(Si el Rey no guardó


 

el secreto, ¿cómo yo,


 

con tan infelice estado,


 

lo puedo guardar?) Señor,


 

todo lo que el Rey te dijo


 

es verdad.


BUSTO

Aparte.

 

(Ya aquí colijo


 

los defetos de mi honor.)


 

¿Que tú, al fin, al Rey le diste


 

entrada?


NATILDE

 

Me prometió


 

la libertad; y ansí yo,


 

por ella, como tú viste,


 

hasta este mismo lugar


 

le metí.


BUSTO

 

Y di, ¿sabe Estrella


 

algo de esto?


NATILDE

 

Pienso que ella


 

en sus rayos a abrasar


 

me viniera, si entendiera


 

mi concierto.


BUSTO

 

Es cosa clara,


 

porque, si acaso enturbiara


 

la luz, Estrella no fuera.


 

No permite su arrebol


 

eclipse, ni sombra oscura,


 

que es su luz, brillante y pura,


 

participada del sol.


 


 


 


 


 

A su cámara llegó;


 

en dándome este papel


 

entró el Rey, y tú tras él.


BUSTO

 

¿Cómo? ¿Este papel te dio?


NATILDE

 

Con mil ducados de renta,


 

y la libertad.


BUSTO

Aparte.

 

(¡Favor


 

grande! ¡A costa de mi honor!


 

¡Bien me engrandece y aumenta!)


 

Ven conmigo.


NATILDE

 

¿Dónde voy?


BUSTO

 

Vas a que te vea el Rey,


 

que así cumplo con la ley


 

y obligación de quien soy.


NATILDE

 

¡Ay, desdichada esclavilla!


BUSTO

 

Si el Rey la quiso eclipsar,


 

fama a España ha de quedar


 

de la Estrella de Sevilla.


Vanse.
Salen el REY y don ARIAS.

REY

 

Esto, al fin, me ha sucedido.


DON ARIAS

 

Quisiste entrar solo.


REY

 

Ha andado


 

tan necio y tan atrevido,


 

que vengo, amigo, afrentado;


 

que sé que me ha conocido.


 

Metió mano para mí


 

con equívocas razones


 

y, aunque más me resistí,


 

las naturales acciones


 

con que como hombre nací,


 

del decoro me sacaron


 

que pide mi majestad.


 

Doy sobre él; pero llegaron


 

con luces, que la verdad


 

dijeran que imaginaron,


 

si la espalda no volviera,


 

temiendo el ser conocido;


 

y vengo de esta manera.


 

Lo que ves me ha sucedido,


 

Arias, con Busto Tabera.


DON ARIAS

 

Pague con muerte el disgusto;


 

degüéllale, vea el sol,


 

naciendo, el castigo justo,


 

pues en el orbe español


 

no hay más leyes que tu gusto.


REY

 

Matarle públicamente,


 

Arias, es yerro mayor.


DON ARIAS

 

Causa tendrás suficiente,


 

que en Sevilla es regidor,


 

y el más sabio y más prudente


 

no deja, señor, de hacer


 

algún delito, llevado


 

de la ambición y el poder.


REY

 

Es tan cuerdo y tan mirado,


 

que culpa no ha de tener.


DON ARIAS

 

Pues hazle, señor, matar


 

en secreto.


REY

 

Eso sí.


 

Mas ¿de quién podré fiar


 

este secreto?


DON ARIAS

 

De mí.


REY

 

No te quiero aventurar.


DON ARIAS

 

Pues yo darte un hombre quiero,


 

valeroso y gran soldado


 

como insigne caballero,


 

de quien el moro ha temblado


 

en el obelisco fiero


 

de Gibraltar, donde ha sido


 

muchas veces capitán,


 

vitorioso y no vencido;


 

y hoy en Sevilla le dan,


 

por gallardo y atrevido,


 

el lugar primero, que es


 

de militares escuelas


 

el sol.


REY

 

¿Su nombre cómo es?


DON ARIAS

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

y el Cid andaluz después.


 

Este le dará la muerte,


 

señor, con facilidad,


 

que es bravo, robusto y fuerte,


 

y tiene en esta ciudad


 

superior ventura y suerte.


REY

 

Ese al momento me llama,


 

pues ya quiere amanecer.


DON ARIAS

 

Ven a acostarte.


REY

 

¿Qué cama,


 

Arias, puede apetecer


 

quien está ofendido y ama?


 

Ese hombre llama al momento.


DON ARIAS

 

En el Alcázar está


 

un bulto pendiente al viento.


REY

 

¿Bulto, dices? ¿Qué será?


DON ARIAS

 

No será sin fundamento.


REY

 

Llega, llega, Arias, a ver


 

lo que es.


DON ARIAS

 

Es mujer colgada.


REY

 

¿Mujer dices?


DON ARIAS

 

Es mujer.


REY

 

¿Mujer?


DON ARIAS

 

Y está ahorcada,


 

con que no lo viene a ser.


REY

 

Mira quién es.


DON ARIAS

 

¡La esclavilla,


 

con el papel en las manos!


REY

 

¿Hay tal rabia?


DON ARIAS

 

¿Hay tal mancilla?


REY

 

Mataré a los dos hermanos,


 

si se alborota Sevilla.


 

Mándala luego quitar,


 

y con decoro y secreto


 

también la manda enterrar.


 

¿Ansí se pierde el respeto


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 


 


 


 


 


 


 

a un Rey? No me ha de quedar,


 

no más que si arenas fuera,


 

de este linaje ninguno;


 

en Sevilla, gente fiera,


 

a mis manos, uno a uno,


 

no ha de quedar un Tabera;


 

esta Estrella, que al sol brilla,


 

en Sevilla ha de caer.


DON ARIAS

 

Si cae, no es maravilla


 

que la abrase.


REY

 

Se ha de arder


 

hoy, con su Estrella, Sevilla.


Vanse
y salen BUSTO y ESTRELLA.

 


BUSTO

 

Echa ese marco.


 


ESTRELLA

 

¿Qué es esto,


 

que apenas el sol dormido


 

por los balcones del alba


 

sale pisando zafiros,


 

¿y del lecho me levantas,


 

solo, triste y afligido?


 

¿Confuso y turbado me hablas?


 

Dime, ¿has visto algún delito


 

en que cómplice yo sea?


BUSTO

 

Tú me dirás si lo has sido.


ESTRELLA

 

¿Yo? ¿Qué dices? ¿Estás loco?


 

Dime si has perdido el juicio.


 

¿Yo delito? Mas ya entiendo


 

que tú lo has hecho en decillo,


 

pues solo con preguntallo


 

contra mí lo has cometido.


 

¿Si he hecho delitos, preguntas?


 

No de ti, de mí me admiro;


 

mas por decirte que sí,


 

lo quiero hacer en sufrillo.


 

¿No me conoces? ¿No sabes


 

quién soy? ¿En mi boca has visto


 

palabras desenlazadas


 

del honor con que las rijo?


 

¿Has visto alegres mis ojos


 

de la cárcel de sus vidrios


 

desatar rayos al aire,


 

lisonjeros y lacivos?


 

¿En las manos de algún hombre


 

viste algún papel escrito


 

de la mía? ¿Has visto hablando,


 

dime, algún hombre conmigo?


 

Porque si no has visto nada


 

de las cosas que te he dicho,


 

¿Qué delito puede haber?


BUSTO

 

Sin ocasión no lo digo.


ESTRELLA

 

¿Sin ocasión?


BUSTO

 

¡Ay, Estrella!,


 

que esta noche en casa...


ESTRELLA

 

Dilo,


 

que si estuviere culpada,


 

luego me ofrezco al suplicio.


 

¿Qué hubo esta noche en mi casa?


BUSTO

 

Esta noche fue epiciclo


 

del Sol, que en entrando en ella esta noche


 

se trocó de estrella el signo.


ESTRELLA

 

Las llanezas del honor


 

no con astrólogo estilo


 

se han de decir. Habla claro,


 

y deja en sus zonas cinco


 

al Sol, que, aunque Estrella soy,


 

yo por el sol no me rijo,


 

que son las suyas errantes,


 

y yo Estrella fija he sido


 

en el cielo de mi honor,


 

de quien los rayos recibo.


BUSTO

 

Cuando partían la noche


 

con sus destemplados gritos,


 

entre domésticas aves


 

los gallos olvidadizos,


 

rompiendo el mudo silencio


 

con su canoro sonido


 

la campana de Las Cuevas,


 

lisonja del cielo empíreo,


 

entré en casa y topé en ella


 

cerca de tu cuarto mismo,


 

al Rey, solo y embozado.


ESTRELLA

 

¿Qué dices?


BUSTO

 

Verdad te digo.


 

Mira, Estrella, a aquellas horas


 

a qué pudo haber venido


 

el Rey a mi casa, solo,


 

si por Estrella no vino;


 

que de noche las estrellas


 

son de los cielos jacintos,


 

y a estas horas las buscaban


 

los astrólogos egipcios.


 

Natilde con él estaba,


 

que a los pasos y al rüido


 

salió, que, aunque a obscuras era,


 

la vio el honor, lince mío.


 

Metí mano, y «¿quién va?», dije.


 

Respondió: «Un hombre», y embisto


 

con él, y él, de mi apartado,


 

que era el Rey, Estrella, dijo.


 

Y, aunque le conocí luego,


 

híceme desentendido


 

en conocelle, que el cielo


 

darme sufrimiento quiso.


 

Embistiome como Rey,


 

enojado y ofendido;


 

que un Rey que embiste enojado


 

se trae su valor consigo.


 

Salieron pajes con luces,


 

y entonces, por no ser visto,


 

volvió la espalda, y no pudo


 

ser de nadie conocido.


 

Conjuré a la esclava, y ella,


 

sin mostralle de Dionisio


 

los tormentos, confesó


 

las verdades, sin martirio.


 

Firmada la libertad


 

le dio en un papel que le hizo


 

el Rey, que ha sido el proceso


 

en que sus culpas fulmino.


 

Saquela de casa luego,


 

porque su aliento nocivo


 

no sembrara deshonor


 

por los nobles edificios;


 

que es un crïado, si es malo,


 

en la casa un basilisco;


 

si con lisonjas y halagos,


 

engañoso cocodrilo.


 

Cogila a la puerta y luego,


 

puesta en los hombros, camino


 

al Alcázar, y en sus rejas


 

la colgué por el delito;


 

que quiero que el Rey conozca


 

que hay Brutos contra Tarquinos


 

en Sevilla, y que hay vasallos


 

honrados y bien nacidos.


 

Esto me ha pasado, Estrella,


 

nuestro honor está en peligro;


 

yo he de ausentarme por fuerza,


 

y es fuerza darte marido.


 

Sancho Ortiz lo ha de ser tuyo,


 

que con su amparo te libro


 

del rigor del Rey, y yo


 

libre, me pongo en camino.


 

Yo le voy a buscar luego,


 

porque así mi honor redimo,


 

y el nombre de los Taberas


 

contra el tiempo resucito.


ESTRELLA

 

¡Ay, Busto! Dame esa mano


 

por el favor recebido


 

que me has hecho.


BUSTO

 

Hoy has de serlo,


 

y ansí, Estrella, te apercibo


 

su esposa; guarda silencio,


 

porque importa al honor mío.


Vase.

ESTRELLA

 

¡Ay, Amor, y qué ventura!


 

Ya estás de la venda asido;


 

no te has de librar. Mas ¿quién


 

sacó el fin por el principio,


 

si entre la taza y la boca


 

un sabio temió el peligro?


Vanse.
Salen DON ARIAS y el REY con dos papeles en las manos.

DON ARIAS

 

Ya en la antecámara aguarda


 

Sancho Ortiz de las Roelas.


REY

 

[................................... -arda]


 

Todo el amor es cautelas:


 

si la piedad me acobarda.


 

En este papel sellado


 

traigo su nombre y su muerte,


 

y en este, que yo he mandado


 

matalle; y de aquesta suerte


 

él quedará disculpado.


 

Hazle entrar y echa a la puerta


 

la loba y tú no entres.


DON ARIAS

 

¿No?


REY

 

No, porque quiero que advierta


 

que sé este secreto yo


 

solamente; que concierta


 

la venganza en mi deseo


 

más acomodada ansí.


DON ARIAS

 

Voy a llamarle.


Vase.

REY

 

Ya veo,


 

amor, que no es este en mí


 

alto y glorioso trofeo;


 

mas disculparme podrán


 

mil prodigiosas historias


 

que en vivos bronces están,


 

y este exceso entre mil glorias


 

los tiempos disculparán.


Sale SANCHO ORTIZ.

SANCHO

 

Vuestra alteza a mis dos labios


 

les conceda los dos pies.


REY

 

Alzad, que os hiciera agravios.


 

Alzad.


SANCHO

 

Señor...


REY

Aparte.

 

(Galán es.)


SANCHO

 

Los filósofos más sabios,


 

y más dulces oradores,


 

en la presencia real


 

sus retóricas colores


 

pierden; y en grandeza igual,


 

y en tan inmensos favores,


 

no es mucho que yo, señor,


 

me turbe, no siendo aquí


 

retórico ni orador.


REY

 

Pues, decid, ¿qué veis en mí?


SANCHO

 

La majestad y el valor,


 

y, al fin, una imagen veo


 

de Dios, pues le imita el Rey;


 

y después de él, en vos creo,


 

y a vuestra cesárea ley,


 

gran señor, aquí me empleo.


REY

 

¿Cómo estáis?


SANCHO

 

Nunca me he visto


 

tan honrado como estoy,


 

pues a vuestro lado asisto.


REY

 

Pues aficionado os soy


 

por prudente, y por bienquisto


 

y por valiente soldado,


 

y por hombre de secreto,


 

que es lo que más he estimado.


SANCHO

 

Señor, de mí tal conceto...


 

Vuestra alteza más me ha honrado,


 

que las partes que me dais


 

sin tenellas, sustenellas


 

tengo, por lo que me honráis.


REY

 

Son las virtudes estrellas.


SANCHO

Aparte.

 

(Si en la Estrella me tocáis,


 

ciertas son mis desventuras;


 

honrándome el Rey me ofende;


 

no son sus honras seguras,


 

pues sospecho que pretende


 

dejarme sin ella a escuras).


REY

 

Porque estaréis con cuidado,


 

codicioso de saber


 

para lo que os he llamado,


 

decíroslo quiero, y ver


 

que en vos tengo un gran soldado.


 

A mí me importa matar


 

en secreto a un hombre, y quiero


 

este caso confiar


 

solo de vos, que os prefiero


 

a todos los del lugar.


SANCHO

 

¿Está culpado?


REY

 

Sí está.


SANCHO

 

Pues ¿cómo muerte en secreto


 

a un culpado se le da?


 

Poner su muerte en efeto


 

públicamente podrá


 

vuestra justicia, sin dalle


 

muerte en secreto, que ansí


 

vos os culpáis en culpalle,


 

pues dais a entender que aquí


 

sin culpa mandáis matalle;


 

y dalle muerte, señor,


 

sin culpa, no es justa ley,


 

sino bárbaro rigor;


 

y un Rey, solo por ser Rey,


 

se ha de respetar mejor.


 

Que si un brazo poderoso


 

no se vence en lo que puede,


 

siempre será riguroso,


 

y es bien que enfrenado quede


 

con el afecto piadoso.


 

¿Qué hace un poderoso en dar


 

muerte a un humilde, despojos


 

de sus pies, sino triunfar


 

de las pasiones y enojos


 

con que le mandó matar?


 

Si ese humilde os ha ofendido


 

en leve culpa, señor,


 

que le perdonéis os pido.


REY

 

Para su procurador,


 

Sancho Ortiz, no habéis venido,


 

sino para dalle muerte;


 

y pues se la mando dar,


 

escondiendo el brazo fuerte,


 

debe a mi honor importar


 

matarle de aquesta suerte.


 

¿Merece el que ha cometido


 

crimen lese muerte?


SANCHO

 

En fuego.


REY

 

¿Y si crimen lese ha sido


 

el de este?


SANCHO

 

Que muera luego,


 

a voces, señor, os pido,


 

aunque él mi hermano sea,


 

o sea deudo o amigo,


 

que en el corazón se emplea,


 

el riguroso castigo


 

que tu autoridad desea.


 

Si es así, muerte daré,


 

señor, a mi mismo hermano,


 

y en nada repararé.


REY

 

Dadme esa palabra y mano.


SANCHO

 

Y en ella el alma y la fe.


REY

 

Hallándole descuidado


 

puedes matalle.


SANCHO

 

Señor,


 

siendo Roela y soldado


 

¿me quieres hacer traidor?


 

¿Yo, muerte en caso pensado?


 

Cuerpo a cuerpo he de matalle


 

donde Sevilla lo vea,


 

en la plaza o en la calle,


 

que al que mata y no pelea


 

nadie puede disculpalle,


 

y gana más el que muere


 

a traición que el que le mata,


 

que el muerto opinión adquiere,


 

y el vivo, con cuantos trata,


 

su alevosía refiere.


REY

 

Matalde como queráis,


 

que este papel, para abono,


 

de mí firmado lleváis,


 

por donde, Sancho, os perdono


 

cualquier delito que hagáis.


 

Referildo.


Dale un papel.

SANCHO

 

Dice así:


Lee:

 

«Al que ese papel advierte,


 

Sancho Ortiz, luego por mí


 

y en mi nombre dalde muerte,


 

que yo por vos salgo aquí;


 

y si os halláis en aprieto,


 

por este papel firmado


 

sacaros de él os prometo.


 

Yo, el Rey». Estoy admirado


 

de que tan poco conceto


 

tenga de mí vuestra alteza.


 

¡Yo cédula! ¡Yo papel!


 

Tratadme con más llaneza,


 

que más en vos que no en él


 

confía aquí mi nobleza.


 

Si vuestras palabras cobran


 

valor, que los montes labra,


 

y ellas cuanto dicen obran,


 

dándome aquí la palabra,


 

señor, los papeles sobran.


 

A la palabra remito


 

la cédula que me dais,


 

con que a vengaros me incito,


 

porque donde vos estáis


 

es excusado lo escrito.


 

Rompeldo, porque sin él


 

la muerte le solicita


 

mejor, señor, que con él,


 

que en parte desacredita


 

vuestra palabra el papel.


Rómpele.

 

Sin papel, señor, aquí


 

nos obligamos los dos,


 

y prometemos ansí,


 

yo, de vengaros a vos,


 

y vos, de librarme a mí;


 

y si es así, no hay que hacer


 

cédulas, que estorbo han sido;


 

yo os voy luego a obedecer,


 

y solo por premio os pido


 

para esposa la mujer


 

que yo eligiere.


REY

 

Aunque sea


 

ricafembra de Castilla,


 

os la concedo.


SANCHO

 

Posea


 

vuestro pie la alarbe silla;


 

el mar los castillos vea


 

gloriosos y dilatados


 

por sus trópicos ardientes


 

y por sus climas helados.


REY

 

Vuestros hechos excelentes,


 

Sancho, quedarán premiados.


 

En este papel va el nombre


 

del hombre que ha de morir;


Dale un papel.

 

cuando le abráis, no os asombre;


 

mirad que he oído decir


 

en Sevilla que es muy hombre.


SANCHO

 

Presto, señor, lo sabremos.


REY

 

Los dos, Sancho, solamente,


 

este secreto sabemos;


 

no hay que advertiros, prudente


 

sois vos; obrad y callemos.


 


 


 


 


Vase el REY
y sale CLARINDO.

CLARINDO

 

¿Había de encontrarte,


 

cuando nuevas tan dulces vengo a darte?


 

Dame, señor, albricias


 

de las glorias mayores que codicias.


SANCHO

 

¿Agora de humor vienes?


CLARINDO

 

¿Cómo el alma en los brazos no previenes?


Dale un papel.

SANCHO

 

¿Cúyo es éste?


CLARINDO

 

De Estrella,


 

que estaba más que el sol hermosa y bella,


 

cuando por la mañana


 

forma círculos de oro en leche y grana.


 

Mandome que te diera


 

este papel y albricias te pidiera.


SANCHO

 

¿De qué?


CLARINDO

 

Del casamiento,


 

que se ha de efetuar luego al momento.


SANCHO

 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


Lee el papel.

CLARINDO

 

Tengo, señor, buen rostro


 

con buenas nuevas, pero fuera un mostro


 

si malas las trajera,


 

que hermosea el placer de esta manera.


 

No vi que hermoso fuese


 

hombre jamás que deuda me pidiese,


 

ni vi que feo hallase


 

hombre jamás que deuda me pagase;


 

¡Ay, mortales deseos,


 

que hacéis hermosos los que espantan feos,


 

y feos los hermosos!


SANCHO

 

¡Ay, renglones divinos y amorosos,


 

beberos quiero a besos,


 

para dejaros en el alma impresos,


 

donde, pues os adoro,


 

más eternos seréis que plantas de oro!


 

Abrázame, Clarindo,


 

que no he visto jamás hombre tan lindo.


CLARINDO

 

Soy como un alpargate.


SANCHO

 

Leeréle otra vez, aunque me mate


 

la impensada alegría.


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

El hermoso lucero


 

del alba es para mí ya el sol. Espero,


 

con sus dorados rayos,


 

en abismos de luz pintar los mayos.


Lee:

 

«Esposo, ya ha llegado


 

el venturoso plazo deseado.


 

Mi hermano va a buscarte,


 

solo por darme vida y por premiarte.


 

Si del tiempo te acuerdas,


 

búscale luego, y la ocasión no pierdas.


 

Tu Estrella.» ¡Ay, forma bella!


 

¿Qué bien no he de alcanzar con tal Estrella?


 

¡Ay, buelto soberano,


 

de este Pólux divino soy humano!


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Vivas eternidades,


 

siendo a tus pies momentos las edades!


 

¡Si amares, en amores


 

trueques las esperanzas y favores!


 

Y en batallas y ofensas


 

siempre glorioso tus contrarios venzas,


 

y no salgas vencido,


 

¡que esta la suerte más dichosa ha sido!


SANCHO

 

Avisa al mayordomo


 

de la dichosa sujeción que tomo,


 

y que saque al momento


 

las libreas que están para este intento


 

en casa reservadas,


 

y saquen las cabezas coronadas


 

mis lacayos y pajes


 

de hermosas pesadumbres de plumajes.


 

Y si albricias codicias,


 

toma aqueste jacinto por albricias,


 

que el sol también te diera,


 

cuando la piedra del anillo fuera.


CLARINDO

 

¡Vivas más que la piedra,


 

a tu esposa enlazado como hiedra:


 

y, pues tanto te precio,


 

vivas, señor, más años que no un necio!


Vase.

SANCHO

 

Buscar a Busto quiero,


 

que entre deseos y esperanzas muero.


 

¡Cómo el amor porfía!


 

¿Quién tal Estrella vio al nacer del día?


 

Mas con el nudo y gusto


 

me olvidaba del Rey, y no era justo.


 

Ya está el papel abierto.


 

Quiero saber quién ha de ser el muerto.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera!


 

¡Tras una suerte, un azar!


 

Toda esta vida es jugar


 

una carteta imperfeta,


 

mal barajada y sujeta


 

a desdichas y a pesares;


 

que es toda en cientos y azares


 

como juego de carteta.


 

Pintada la suerte vi,


 

mas luego se despintó,


 

y el naipe se barajó


 

para darme muerte a mí.


 

Miraré si dice así;


 

pero yo no lo leyera


 

si el papel no lo dijera.


 

Quiérole otra vez mirar.


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer,


 

que al Rey la palabra he dado


 

de matar a mi cuñado,


 

y a su hermana he de perder?


 

Sancho Ortiz, no puede ser:


 

¡viva Busto! Mas no es justo


 

que al honor contraste el gusto:


 

¡muera Busto!, ¡Busto muera!


 

Mas, detente, mano fiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Mas no puedo con mi honor


 

cumplir, si a mi amor acudo;


 

mas ¿quién resistirse pudo


 

de la fuerza del amor?


 

Morir me será mejor,


 

o ausentarme, de manera


 

que sirva al Rey y él no muera.


 

¡Mas quiero al Rey agradar!


Lee:

 

«Al que muerte habéis de dar


 

es, Sancho, a Busto Tabera.»


 

¡Oh, nunca yo me obligara


 

a ejecutar el rigor


 

del Rey, y nunca el amor


 

mis potencias contrastara!


 

Nunca yo a Estrella mirara,


 

causa de tanto disgusto.


 

Si servir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Pero extraño rigor fuera:


 

¡viva Busto! ¡viva Busto!


 

¿Si le mata por Estrella


 

el Rey, que servilla trata?


 

Sí, por Estrella le mata,


 

pues no muera aquí por ella.


 

Ofendelle y defendella


 

quiero. Mas soy caballero,


 

y no he de hacer lo que quiero,


 

sino lo que debo hacer.


 

Pues ¿qué debo obedecer?


 

La ley que fuere primero;


 

mas no hay ley que [a] aquesto obligue.


 

Mas sí hay, que, aunque injusto el Rey,


 

debo obedecer su ley,


 

y a él después Dios le castigue.


 

Mi loco amor se mitigue,


 

que, aunque me cueste disgusto,


 

acudir al Rey es justo:


 

¡Busto muera!, ¡Busto muera!


 

Que ya no hay quien decir quiera:


 

¡viva Busto!, ¡viva Busto!


 

Perdóname, Estrella hermosa,


 

que no es pequeño castigo


 

perderte y ser tu enemigo.


 

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?


Sale BUSTO TABERA.

BUSTO

 

Cuñado, suerte dichosa


 

he tenido en encontraros.


SANCHO

Aparte.

 

(Y yo desdicha en hallaros,


 

porque me buscáis aquí


 

para darme vida a mí,


 

pero yo para mataros.)


BUSTO

 

Ya, hermano, el plazo llegó


 

de vuestras dichosas bodas.


SANCHO

Aparte.

 

(Mas de mis desdichas todas,


 

decirte pudiera yo.


 

¡Válgame Dios! ¿Quién se vio


 

jamás en tanto pesar?


 

¡Que aquí tengo de matar


 

al que más bien he querido!


 

¡Que a su hermana haya perdido!


 

¡Que con todo he de acabar!)


BUSTO

 

¿De esa suerte os suspendéis,


 

cuando a mi hermana os ofrezco?


SANCHO

 

Como yo no la merezco,


 

callo.


BUSTO

 

¿No la merecéis?


 

¿Callando me respondéis?


 

¿Qué dudáis, que estáis turbado


 

y, con el rostro mudado,


 

miráis al suelo y al cielo?


 

Decid ¿qué pálido hielo


 

de silencio os ha bañado?


 

¿Por escrituras no estáis


 

casado con doña Estrella?


SANCHO

 

Casarme quise con ella,


 

mas ya no, aunque me la dais.


BUSTO

 

¿Conoceisme? ¿Así me habláis?


SANCHO

 

Por conoceros, aquí


 

os hablo, Tabera, así.


BUSTO

 

Si me conocéis Tabera,


 

¿cómo habláis de esa manera?


SANCHO

 

Hablo, porque os conocí.


BUSTO

 

Habréis en mí conocido


 

sangre, nobleza y valor,


 

y virtud, que es el honor;


 

que sin ella honor no ha habido;


 

y estoy, Sancho Ortiz, corrido.


SANCHO

 

Más lo estoy yo.


BUSTO

 

¿Vos? ¿De qué?


SANCHO

 

De hablaros.


BUSTO

 

Si en mi honra y fe


 

algún defeto advertís,


 

como villano mentís,


 

y aquí os lo sustentaré.


Meten mano.

SANCHO

 

¿Qué has de sustentar, villano?


Aparte.

 

(Perdone amor, que el exceso


 

del Rey me ha quitado el seso,


 

y es el resistirme en vano.)


BUSTO

 

¡Muerto soy! ¡Detén la mano!


SANCHO

 

¡Ay, que estoy fuera de mí,


 

y sin sentido te herí!


 

Mas aquí, hermano, te pido


 

ya que he cobrado el sentido,


 

que tú me mates a mí.


 

Quede tu espada envainada


 

en mi pecho, abre con ella


 

puerta al alma.


BUSTO

 

A doña Estrella


 

os dejo, hermano, encargada.


 

A Dios.


Muere.

SANCHO

 

Rigurosa espada,


 

sangrienta y fiera homicida,


 

si me has quitado la vida,


 

acábame de matar,


 

porque le pueda pagar


 

el alma por otra herida.


Salen los ALCALDES MAYORES.

DON PEDRO

 

¿Qué es esto? ¡Detén la mano!


BUSTO

 

¿Cómo, si a mi vida he muerto?


FARFÁN

 

¡Hay tan grande desconcierto!


DON PEDRO

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

He muerto a mi hermano.


 

Soy un Caín sevillano,


 

que, vengativo y cruel,


 

maté un inocente Abel.


 

Veisle aquí. Matadme aquí,


 

que pues él muere por mí,


 

yo quiero morir por él.


Sale DON ARIAS.

DON ARIAS

 

¿Qué es esto?


SANCHO

 

Un fiero rigor,


 

que tanto en los nobles labra


 

una cumplida palabra,


 

y un acrisolado honor.


 

Decilde al Rey mi señor


 

que tienen los sevillanos


 

las palabras en las manos,


 

como lo veis, pues por ellas


 

atropellan las estrellas,


 

y no hacen caso de hermanos.


DON PEDRO

 

¡Dio muerte a Busto Tabera!


DON ARIAS

 

¿Hay tan temerario exceso?


SANCHO

 

Prendedme, llevadme preso,


 

que es bien que el que mata muera.


 

Mirad qué hazaña tan fiera


 

me hizo el amor intentar,


 

pues me ha obligado a matar,


 

y me ha obligado a morir,


 

pues por él vengo a pedir


 

la muerte que él me ha de dar.


DON PEDRO

 

Llevalde a Trïana preso,


 

porque la ciudad se altera.


SANCHO

 

¡Amigo Busto Tabera!


FARFÁN

 

Este hombre ha perdido el seso.


SANCHO

 

Dejadme llevar en peso,


 

señores, el cuerpo helado,


 

en noble sangre bañado,


 

que así su Atlante seré,


 

y entre tanto le daré


 

la vida que le he quitado.


DON PEDRO

 

Loco está.


SANCHO

 

Yo, si atropello


 

mi gusto, guardo la ley:


 

esto, señor, es ser Rey,


 

y esto, señor, es no sello.


 

Entendello y no entendello


 

importa, pues yo lo callo;


 

yo lo maté, no hay negallo,


 

mas el porqué no diré;


 

otro confiese el porqué,


 

pues yo confieso el matallo.


Llévanle y vanse. Salen ESTRELLA y TEODORA.

ESTRELLA

 

No sé si me vestí bien,


 

como me vestí de prisa,


 

dame, Teodora, el espejo.


TEODORA

 

Verte, señora, en ti misma


 

puedes, que no hay cristal


 

que tantas verdades diga,


 

ni de hermosura tan grande


 

haga verdadera cifra.


ESTRELLA

 

Alterado tengo el rostro,


 

y la color encendida.


TEODORA

 

Es, señora, que la sangre


 

se ha asomado a las mejillas


 

entre temor y vergüenza,


 

solo a celebrar tus dichas.


ESTRELLA

 

Ya me parece que llega,


 

bañado el rostro de risa,


 

mi esposo a darme la mano,


 

entre mil tiernas caricias.


 

Ya me parece que dice


 

mil ternezas y que, oídas,


 

sale el alma por los ojos,


 

desestimando sus niñas.


 

¡Ay, venturoso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


TEODORA

 

Parece que suena gente.


 

Cayó el espejo. De envidia,


 

dentro la hoja, el cristal,


 

de una luna hizo infinitas.


ESTRELLA

 

¿Quebrose?


TEODORA

 

Señora, sí.


ESTRELLA

 

Bien hizo, porque imagina


 

que aguardo el cristal, Teodora,


 

en que mis ojos se miran.


 

Y pues tal espejo aguardo,


 

quiébrese el espejo, amiga,


 

que no quiero con él


 

este de espejo me sirva.


Sale CLARINDO, muy galán.

CLARINDO

 

Ya, señora, aquesto suena


 

a gusto y volatería,


 

que las plumas del sombrero


 

los casamientos publican.


 

¿No vengo galán? ¿No vengo


 

como Dios hizo una guinda,


 

hecho un jarao por de fuera,


 

y por dentro una pipa?


 

A mi dueño di el papel,


 

y diome aquesta sortija


 

en albricias.


ESTRELLA

 

Pues yo quiero


 

feriarte aquestas albricias.


 

Dámela y toma por ella


 

este diamante.


CLARINDO

 

Partida


 

está por medio la piedra.


 

Será de melancolía,


 

que los jacintos padecen


 

de ese mal, aunque le quitan.


 

Partida por medio está.


ESTRELLA

 

No importa que esté partida,


 

que es bien que las piedras sientan


 

mis contentos y alegrías.


 

¡Ay, venturoso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido estrella mía!


TEODORA

 

Gran tropel suena en los patios.


CLARINDO

 

Y ya el escalera arriba


 

parece que sube gente.


ESTRELLA

 

¿Qué valor hay que resista


 

el placer? ¿Pero qué es esto?


Salen los ALCALDES MAYORES con BUSTO muerto.

DON PEDRO

 

Los desastres y desdichas


 

se hicieron para los hombres,


 

que es mar de llanto esta vida.


 

El señor Busto Tabera


 


 

es muerto, y sus plantas pisan


 

ramos de estrellas, del cielo


 

lisonjera argentería.


 

El consuelo que aquí os queda


 

es que está el fiero homicida,


 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

preso y de él se hará justicia


 

mañana sin falta.


 


 


 


 


 


 


ESTRELLA

 

¡Ay Dios!


 

Dejadme, gente enemiga,


 

que en vuestras lenguas traéis


 

de los infiernos las iras.


 

¡Mi hermano es muerto y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿Y hay quién lo diga?


 

¿Y hay quién lo escuche y no muera?


 

Piedra soy, pues estoy viva.


 

¡Ay, riguroso día!


 

¡Esta, amigos, ha sido Estrella mía!


 

¿No hay cuchillos, no hay espadas,


 

no hay cordel, no hay encendidas


 

brasas? ¿no hay áspides fieros,


 

muertes de reinas egipcias?


 

Pero si hay piedad humana,


 

matadme.


DON PEDRO

 

El dolor la priva


 

de la razón.


ESTRELLA

 

¡Desdichada


 

ha sido la estrella mía!


 

¡Mi hermano es muerto, y le ha muerto


 

Sancho Ortiz! ¿[Hay] quien divida


 

tres almas de un corazón?


 

Dejadme, que estoy perdida.


DON PEDRO

 

Ella está desesperada.


FARFÁN

 

¡Infeliz beldad!


Vase.

DON PEDRO

 

Seguilda.


Vase.

CLARINDO

 

Señora...


Vase.

ESTRELLA

 

Déjame, ingrato,


 

sangre de aquel fratricida.


 

Y pues acabo con todo,


 

quiero acabar con la vida.


 

¡Ay, riguroso día!


 

Esta, Teodora, ha sido estrella mía.


JORNADA TERCERA

Salen el REY, los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Confiesa que le mató,


 

mas no confiesa por qué.


REY

 

¿No dice qué le obligó?


FARFÁN

 

Solo responde: «No sé»;


 

y es gran confusión.


 


REY

 

¿[Y] no


 

dice si le dio ocasión?


DON PEDRO

 

Señor, de ninguna suerte.


DON ARIAS

 

¡Temeraria confusión!


DON PEDRO

 

Dice que le dio la muerte,


 

no sabe si es con razón.


FARFÁN

 

Solo confiesa matalle,


 

porque matalle juró.


DON ARIAS

 

Ocasión debió de dalle.


DON PEDRO

 

Dice que no se la dio.


REY

 

Volved de mi parte a hablalle;


 

y decilde que yo digo


 

que luego el descargo dé,


 

y decid que soy su amigo,


 

y su enemigo seré


 

en el rigor y castigo.


 

Declare por qué ocasión


 

dio muerte a Busto Tabera,


 

y en sumaria información,


 

antes que de necio muera


 

dé del delito razón.


 

Diga quién se lo mandó,


 

y por quién le dio la muerte,


 

o qué ocasión le movió


 

a hacello, que de esta suerte


 

oiré el descargo yo,


 

o que a morir se aperciba.


DON PEDRO

 

Eso es lo que más desea.


 

El sentimiento le priva,


 

viendo una hazaña tan fea,


 

tan avara y tan esquiva,


 

del juicio.


REY

 

¿Y no se queja


 

de ninguno?


FARFÁN

 

No, señor.


 

Con su pesar se aconseja.


 


REY

 

¡Notable y raro valor!


FARFÁN

 

Los cargos ajenos deja,


 

y a sí se culpa, no más.


REY

 

No se habrá visto en el mundo


 

tales dos hombres jamás.


 

Cuando su valor confundo


 

me van apurando más.


 

Id y haced, alcaldes, luego


 

que haga la declaración


 

y habrá en la corte sosiego.


 

Id, vos, con esta ocasión,


 

don Arias, a ese hombre ciego.


 

De mi parte le decid


 

que diga [por] quién le dio


 

la muerte, y le persuadi[d]


 

que declare, aunque sea yo


 


 

el culpado, y prevenid,


 

si no confiesa, al momento


 

el teatro en que mañana


 

le dé a Sevilla escarmiento.


DON ARIAS

 

Ya voy.


Vanse los ALCALDES, y DON ARIAS, y sale DON MANUEL.

DON MANUEL

 

La gallarda hermana,


 

con grande acompañamiento,


 

de Busto Tabera, pide


 

para besaros las manos


 

licencia.


REY

 

¿Quién se lo impide?


DON MANUEL

 

Gran señor, los ciudadanos.


REY

 

¡Bien con la razón se mide!


 

Dadme a Sevilla y dejad


 

que entre ahora.


DON MANUEL

 

Voy por ella.


Vase.

REY

 

Vendrá vertiendo beldad,


 

como en el cielo la estrella


 

sale tras la tempestad.


Salen DON MANUEL, ESTRELLA y GENTE.

DON MANUEL

 

Ya está aquí.


 


REY

 

No por abril


 

parece así su arrebol


 

el sol gallardo y gentil,


 

aunque por verano el sol


 

vierte rayos de marfil.


ESTRELLA

 

Cristianísimo don Sancho,


 

de Castilla rey ilustre,


 

por las hazañas notable,


 

heroico por las virtudes.


 

Una desdichada Estrella,


 

que sus claros rayos cubre


 

de este luto, que mi llanto


 

lo ha sacado en negras nubes,


 

justicia a pedirte vengo,


 

mas no que tú la ejecutes,


 

sino que en mi adbitrio dejes


 

que mi venganza se funde.


 

Estrella de mayo fui,


 

cuando más flores produce,


 

y agora, en estraño llanto,


 

ya soy Estrella de otubre.


 

No doy lugar a mis ojos


 

que mis lágrimas enjuguen,


 

porque anegándose en ellas


 

mi sentimiento no culpen.


 

Quise a Tabera, mi hermano,


 

que sus sacras pesadumbres


 

ocupa, pisando estrellas


 

en pavimentos azules.


 

Como hermano me amparó,


 

y como a padre le tuve


 

la obediencia, y el respeto


 

en sus mandamientos puse.


 

Vivía con él contenta,


 

sin dejar que el sol [me] injurie,


 

que aún los rayos del sol no eran


 

a mis ventanas comunes.


 

Nuestra hermandad envidiaba


 

Sevilla, y todos presumen


 

que éramos los dos hermanos


 

que a una estrella se reducen.


 

Un tirano cazador


 

hace que el arco ejecute


 

el fiero golpe en mi hermano,


 

y nuestras glorias confunde.


 

Perdí hermano, perdí esposo;


 

sola he quedado, y no acudes


 

a la obligación de Rey,


 

sin que nadie te disculpe.


 

Hazme justicia, señor,


 

dame el homicida; porque


 

en mis manos los excesos,


 

déjame que yo los juzgue.


 

Entrégamele, ansí reines


 

mil edades, ansí triunfes


 

de las lunas que te ocupan


 

los términos andaluces,


 

porque Sevilla te alabe,


 

sin que su gente te adule,


 

en los bronces inmortales


 

que ya los tiempos te bruñen.


REY

 

Sosegaos, y enjugad las luces bellas,


 

si no queréis que se arda mi palacio,


 

que lágrimas del sol son las estrellas,


 

si cada rayo suyo es un topacio;


 

recoja el alba su tesoro en ellas,


 

si el sol recién nacido le da espacio,


 

y dejad que los cielos las codicien,


 

que no es razón que aquí se desperdicien.


 

Tomad esta sortija, y en Trïana


 

allanad el castillo con sus señas;


 

pónganlo en vuestras manos, sed tirana


 

fiera como él de las hircanas peñas,


 

aunque a piedad y compasión villana,


 

nos enseñan volando las cigüeñas,


 

que es bien que sean, porque más asombre,


 

aves y fieras confusión del hombre.


 

Vuestro hermano murió. Quien le dio muerte


 

dicen que es Sancho Ortiz. Vengaos vos de ella,


 

y aunque él muriese así de aquesa suerte,


 

vos la culpa tenéis, por ser tan bella.


 

Si es la mujer el animal más fuerte,


 

mujer, Estrella, sois, y sois estrella.


 

Vos vencéis que inclináis y, con venceros,


 

competencia tendréis con dos luceros.


ESTRELLA

 

¿Qué ocasión dio, gran señor, mi hermosura


 

en la inocente muerte de mi hermano?


 

¿He dado yo la causa, por ventura,


 

con deseo, a propósito liviano?


 

¿Ha visto alguno en mi desenvoltura


 

algún inútil pensamiento vano?


REY

 

Es ser hermosa, en la mujer, tan fuerte,


 

que, sin dar ocasión, da al mundo muerte.


 

Vos quedáis sin matar, porque en vos mata


 

la parte que os dio el cielo. La belleza


 

se ofenderá consigo cuando, ingrata


 

–emulación con la naturaleza


 

no avarientas las perlas, ni la plata,


 

y un oro que hace un mar vuestra cabeza–


 

para vos reservéis, que no es justicia.


ESTRELLA

 

Aquí, señor, virtud es avaricia,


 

que si en mí plata hubiera y oro hubiera,


 

de mi cabeza luego le arrancara,


 

y el rostro con fealdad obscureciera,


 

aunque en brasas ardientes le abrasara.


 

Si un Tabera murió, quedó un Tabera,


 

y si su deshonor está en mi cara,


 

yo la pondré de suerte con mis manos,


 

que espanto sea entre los más tiranos.


Vase.

REY

 

Si a Sancho Ortiz le entregan, imagino


 

que con su misma mano ha de matalle,


 

¿Que en vaso tan perfecto y peregrino


 

permite Dios que la fiereza se halle?


 

¡Ved lo que intenta un necio desatino!


 

Yo incité a Sancho Ortiz: voy a libralle,


 

que amor que pisa púrpura de reyes,


 

a su gusto no más promulga leyes.


Vanse
y salen SANCHO, CLARINDO y MÚSICOS.

SANCHO

 

¿Algunos versos, Clarindo,


 

no has escrito a mi suceso ?


CLARINDO

 

¿Quién, señor, ha de escrebir,


 

teniendo tan poco premio?


 

A las fiestas de la plaza,


 

muchos me pidieron versos,


 

y viéndome por las calles,


 

como si fuera maestro


 

de cortar o de coser,


 

me decían: «¿No está hecho


 

aquel recaudo?» Y me daban


 

más priesa que un rompimiento.


 

Y cuando escritas llevaba


 

las estancias, muy compuestos


 

decían: «Buenas están.


 

Yo, Clarindo, lo agradezco.»


 

Y sin pagarme la hechura,


 

me enviaban boquiseco.


 

No quiero escrebir a nadie,


 

ni ser tercero de necios


 

que los versos son cansados


 

cuando no tienen provecho.


 

Tomen la pluma los cultos,


 

después de cuarenta huevos


 

sorbidos, y versos pollos


 

saquen a luz de otros dueños,


 

que yo por comer escribo,


 

si escriben comidos ellos.


 

Y si qué comer tuviera,


 

excediera en el silencio


 

a Anaxágoras, y burla


 

de los latinos y griegos


 

ingenios hiciera.


Salen los ALCALDES MAYORES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Entrad.


CLARINDO

 

Que vienen, señor, sospecho,


 

estos a notificarte


 

la sentencia.


SANCHO

 

Pues de presto.


A los MÚSICOS.

 

decid vosotros un tono.


 

Agora sí que deseo


 

morir, y quiero, cantando,


 

dar muestras de mi contento.


 

Fuera de que quiero dalles


 

a entender mi heroico pecho,


 

y que aún la muerte no puede


 

en él obligarme a menos.


 


 


 


 


 


 


 


 


CLARINDO

 

¡Notable gentilidad!


 

¿Qué más hiciera un tudesco,


 

llena el alma de lagañas,


 

de pipotes de lo añejo,


 

de Monturques, de Lucena,


 

santos y benditos pueblos?


Cantan.

MÚSICOS

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


CLARINDO

 

¡Gallardo mote han cantado!


SANCHO

 

A propósito y discreto.


Cantan.

 

«No hay vida como la muerte


 

para el que vive muriendo».


DON PEDRO

 

¿Agora es tiempo, señor,


 

de música?


SANCHO

 

Pues, ¿qué tiempo


 

de mayor descanso pueden


 

tener en su mal los presos?


FARFÁN

 

Cuando la muerte por horas


 

le amenaza y por momentos


 

la sentencia está aguardando


 

del fulminado proceso,


 

¿con música se entretiene?


SANCHO

 

Soy cisne y la muerte espero


 

cantando.


FARFÁN

 

Ha llegado el plazo.


SANCHO

 

Las manos y pies os beso


 

por las nuevas que me dais.


 

¡Dulce día! Solo tengo,


A los MÚSICOS.

 

amigos, esta sortija,


 

pobre prisión de mis dedos.


 

Repartilda, que en albricias


 

os la doy, y mis contentos


 

publicad con la canción


 

que a mi propósito han hecho.


MÚSICOS

Cantan.

 

«Si consiste en el vivir


 

mi triste y confusa suerte,


 

lo que se alarga la muerte,


 

eso se tarda el morir».


SANCHO

 

Pues si la muerte se alarga


 

lo que la vida entretengo,


 

y está en la muerte la vida,


 

con justicia la celebro.


DON PEDRO

 

Sancho Ortiz de las Roelas,


 

¿vos confesáis que habéis muerto


 

a Busto Tabera?


SANCHO

 

Sí,


 

aquí a voces lo confieso:


 

Yo le di muerte, señores,


 

al más noble caballero


 

que trujo arnés, ciñó espada


 

lanza empuñó, enlazó yelmo.


 

Las leyes del amistad,


 

guardadas con lazo eterno,


 

rompí, cuando él me ofreció


 

sus estrellados luceros.


 

Buscad bárbaros castigos,


 

inventad nuevos tormentos,


 

porque en España se olviden


 

de Fálaris y Majencio.


FARFÁN

 

¿Pues, sin daros ocasión


 

le matastis?


SANCHO

 

Yo le he muerto.


 

Esto confieso, y la causa


 

no la sé, y causa tengo,


 

y es de callaros la causa,


 

pues tan callada la tengo.


 

Si hay alguno que lo sepa,


 

dígalo, que yo no entiendo


 

por qué murió. Solo sé


 

que le maté sin saberlo.


DON PEDRO

 

Pues parece alevosía


 

matarle sin causa.


SANCHO

 

Es cierto


 

que la dio, pues que murió.


DON PEDRO

 

¿A quién ?


SANCHO

 

A quien me ha puesto


 

en el estado en que estoy,


 

que es en el último estremo.


DON PEDRO

 

¿Quién es?


SANCHO

 

No puedo dezillo,


 

porque me encargó el secreto,


 

que, como rey en las obras,


 

he de serlo en el silencio.


 

Y para matarme a mí,


 

basta saber que le he muerto,


 

sin preguntarme el porqué.


DON ARIAS

 

Señor Sancho Ortiz, yo vengo


 

aquí, en nombre de su alteza,


 

a pediros que a su ruego


 

confeséis quién es la causa


 

de este loco desconcierto;


 

si lo hicistis por amigos,


 

por mujeres o por deudos,


 

o por algún poderoso


 

y grande de aqueste reino;


 

y si tenéis de su mano


 

papel, resguardo o concierto,


 

escrito o firmado, al punto


 

lo manifestéis, haciendo


 

lo que debéis.


SANCHO

 

Si lo hago,


 

no haré, señor, lo que debo.


 

Decilde a su Alteza, amigo,


 

que cumplo lo que prometo;


 

y si él es don Sancho el Bravo,


 

yo ese mismo nombre tengo.


 

Decilde que bien pudiera


 

tener papel, mas me afrento


 

de que papeles me pida,


 

habiendo visto rompellos.


 

Yo maté a Busto Tabera;


 

y aunque aquí librarme puedo,


 

no quiero, por entender


 

que alguna palabra ofendo.


 

Rey soy en cumplir la mía,


 

y lo prometido he hecho;


 

y quien promete, también


 

es razón haga lo mesmo.


 

Haga quien se obliga hablando.


 

pues yo me he obligado haciendo,


 

que si al hablar llaman Sancho,


 

yo soy Sancho, y callar quiero.


 

Esto a su Alteza decid;


 

y decilde que es mi intento


 

que conozca que en Sevilla


 

también ser reyes sabemos.


DON ARIAS

 

Si en vuestra boca tenéis


 

el descargo, es desconcierto


 

negarlo.


SANCHO

 

Yo soy quien soy,


 

y siendo quien soy, me venzo


 

a mí mismo con callar,


 

y a alguno que calla afrento;


 

quien es quien es, haga obrando


 

como quien es, y con esto,


 

de aquesta suerte los dos


 

como quien somos haremos.


DON ARIAS

 

Eso le diré a su alteza.


DON PEDRO

 

Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho


 

un caso muy mal pensado,


 

y anduvistis poco cuerdo.


FARFÁN

 

Al cabildo de Sevilla


 

habéis ofendido, y puesto


 

a su rigor vuestra vida,


 

y en su furor vuestro cuello.


Vanse los ALCALDES y DON ARIAS.

DON PEDRO

 

Matastis a un regidor


 

sin culpa, al cielo ofendiendo;


 

Sevilla castigará


 

tan locos atrevimientos.


Vase.

DON ARIAS

 

Y al Rey, que es justo, y es santo.


Aparte.

 

(¡Raro valor! ¡Bravo esfuerzo!)


Vase.

CLARINDO

 

¿Es posible que consientas


 

tantas injurias?


SANCHO

 

Consiento


 

que me castiguen los hombres,


 

y que me confunda el cielo.


 

Y ya, Clarindo, comienza.


 

¿No oyes un confuso estruendo?


 

Braman los aires, armados


 

de relámpagos y truenos.


 

Uno baja sobre mí


 

como culebra, esparciendo


 

círculos de fuego apriesa.


CLARINDO

Aparte.

 

Pienso que ha perdido el seso.


 

Quiero seguille el humor.


SANCHO

 

¡Que me abraso!


CLARINDO

 

¡Que me quemo!


SANCHO

 

¿Cogiote el rayo también?


CLARINDO

 

¿No me ves cenizas hecho?


SANCHO

 

¡Válgame Dios!


CLARINDO

 

Sí, señor,


 

ceniza soy de sarmientos.


SANCHO

 

Dame una poca, Clarindo,


 

para que diga «Memento».


CLARINDO

 

¿Y a ti no te ha herido el rayo?


SANCHO

 

¿No me ves, Clarindo, vuelto,


 

como la mujer de Lot,


 

en piedra sal?


CLARINDO

 

Quiero verlo.


SANCHO

 

Tócame.


CLARINDO

 

Duro y salado


 

estás.


SANCHO

 

¿No lo he de estar, necio,


 

si soy piedra sal aquí?


CLARINDO

 

Así te gastarás menos.


 

Mas si eres ya piedra sal,


 

di, ¿cómo hablas?


SANCHO

 

Porque tengo


 

el alma ya encarcelada


 

en el infierno del cuerpo.


 

Y tú, si eres ya ceniza,


 

¿cómo hablas?


CLARINDO

 

Soy un brasero,


 

donde, entre cenizas pardas,


 

el alma es tizón cubierto.


SANCHO

 

¿Alma tizón tienes? ¡Malo!


CLARINDO

 

Antes, señor, no es muy bueno.


SANCHO

 

¿Ya estamos en la otra vida?


CLARINDO

 

Y pienso que en el infierno.


SANCHO

 

¿En el infierno, Clarindo?


 

¿En qué lo ves?


CLARINDO

 

En que veo,


 

señor, en aquel castillo


 

más de mil sastres mintiendo.


SANCHO

 

Bien dices que en él estamos,


 

que la Soberbia está ardiendo


 

sobre esa torre, formada


 

de arrogantes y soberbios.


 

Allí veo a la Ambición


 

tragando abismos de fuego.


CLARINDO

 

Y más adelante está


 

una legión de cocheros.


SANCHO

 

Si andan coches por acá,


 

destruirán al infierno.


 

Pero si el infierno es,


 

¿cómo escribanos no vemos?


CLARINDO

 

No los quieren recebir,


 

porque acá no inventen pleitos.


SANCHO

 

Pues si en él pleitos no hay,


 

bueno es el infierno.


CLARINDO

 

Bueno.


SANCHO

 

¿Qué son aquellos?


CLARINDO

 

Tahures


 

sobre una mesa de fuego.


SANCHO

 

¿Y aquéllos?


CLARINDO

 

Son demonios,


 

que los llevan, señor, presos.


SANCHO

 

No les basta ser demonios,


 

sino soplones. ¿Qué es esto?


CLARINDO

 

Voces de dos mal casados,


 

que se están pidiendo celos.


SANCHO

 

Infierno es ese dos veces,


 

acá y allá padeciendo.


 

¡Bravo penar, fuerte yugo!


 

Lástima, por Dios, les tengo.


 

¿De qué te ries?


CLARINDO

 

De ver


 

a un espantado hacer gestos,


 

señor, a aquellos demonios,


 

porque le han ajado el cuello


 

y cortado las melenas.


SANCHO

 

Ese es notable tormento,


 

sentiralo mucho.


CLARINDO

 

Allí


 

la Necesidad, haciendo


 

cara de hereje, da voces.


SANCHO

 

Acá y allá padeciendo.


 

¡Pobre mujer! Disculpados


 

habían de estar sus yerros,


 

porque la Necesidad


 

tiene disculpa en hacerlos,


 

y no te espantes, Clarindo.


CLARINDO

 

¡Válgame Dios! Saber quiero


 

quién es aquel de la pluma.


SANCHO

 

Aquel, Clarindo, es Homero,


 

y aquel Virgilio, a quien Dido


 

la lengua le cortó, en premio


 

del testimonio y mentira


 

que le levantó. Aquel viejo


 

es Horacio, aquel Lucano.


 

y aquel Ovidio.


CLARINDO

 

No veo,


 

señor, entre estos poetas


 

ninguno de nuestros tiempos;


 

no veo ahora ninguno


 

de los sevillanos nuestros.


SANCHO

 

Si son los mismos demonios,


 

dime, ¿cómo puedes vellos?


 

Que allá, en forma de poetas,


 

andan dándonos tormentos.


CLARINDO

 

¿Demonios poetas son?


 

Por Dios, señor, que lo creo,


 

que aquel demonio de allí,


 

arrogante y corninegro,


 

a un poeta amigo mío


 

se parece, pero es lego;


 

que los demonios son sabios,


 

mas este será mostrenco.


 

Allí está el tirano Honor,


 

cargado de muchos necios


 

que por la honra padecen.


SANCHO

 

Quiérome juntar con ellos.


 

–Honor, un necio y honrado


 

viene a ser criado vuestro,


 

por no exceder vuestras leyes.


 

–Mal, amigo, lo habéis hecho,


 

porque el verdadero honor


 

consiste ya en no tenerlo.


 

¡A mí me buscáis allá,


 

y ha mil siglos que estoy muerto!


 

Dinero, amigo, buscad,


 

que el honor es el dinero.


 

¿Qué hicistis? —Quise cumplir


 

una palabra.— Riendo


 

me estoy: ¿palabras cumplís?


 

Pareceisme majadero,


 

que es ya el no cumplir palabras


 

bizarría en este tiempo.


 

—Prometí matar a un hombre,


 

y le maté, airado, siendo


 

mi mayor amigo.— Malo.


CLARINDO

 

No es muy bueno.


SANCHO

 

No es muy bueno.


 

—Metelde en un calabozo,


 

y condénese por necio.


 

—Honor, su hermana perdí,


 

y ya en su [ausencia] padezco.


 

—No importa.


CLARINDO

Aparte.

 

¡Válgame Dios!


 

Si más proseguir le dejo


 

ha de perder el juicio.


 

Inventar quiero un enredo.


Da voces.

SANCHO

 

¿Quién da voces? ¿Quién da voces?


CLARINDO

 

Da voces el Cancerbero,


 

portero de este palacio.


 

—¿No me conocéis?


SANCHO

 

Sospecho


 

que sí.


CLARINDO

 

Y vos, ¿quién sois?


SANCHO

 

¿Yo?


 

Un honrado.


CLARINDO

 

¿Y acá dentro


 

estáis? Salid noramala.


SANCHO

 

¿Qué decís?


CLARINDO

 

Salid de presto,


 

que este lugar no es de honrado.


 

Asilde, llevalde preso


 

al otro mundo, a la cárcel


 

de Sevilla, por el viento.


 

—¿Cómo?— Tapados los ojos,


 

para que vuele sin miedo.


 

—Ya está tapado.— En sus hombros


 

al punto el Diablo Cojuelo


 

allá le ponga de un salto.


 

—¿De un salto? Yo estoy contento.


 

—Camina, y lleva también


 

de la mano al compañero.


Da una vuelta y déjale.

 

—Ya estáis en el mundo, amigo,


 

quedaos a Dios.— Con Dios quedo.


SANCHO

 

¿A Dios dijo?


CLARINDO

 

Sí señor, que


 

este demonio, primero


 

que lo fuese, fue cristiano,


 

y bautizado, y gallego


 

en Cal de Francos.


SANCHO

 

Parece


 

que de un éxtasis recuerdo.


 

¡Válgame Dios! ¡Ay, Estrella,


 

qué desdichada la tengo


 

sin vos! Mas si yo os perdí,


 

este castigo merezco.


Salen el ALCAIDE y ESTRELLA con manto.

ESTRELLA

 

Luego el preso me entregad.


ALCAIDE

 

Aquí está, señora, el preso,


 

y como lo manda el Rey,


 

en vuestras manos le entrego.


 

Señor Sancho Ortiz, su alteza


 

nos manda que le entreguemos


 

a esta señora.


ESTRELLA

 

Señor,


 

venid conmigo.


SANCHO

 

Agradezco


 

la piedad si es a matarme,


 

porque la muerte deseo.


ESTRELLA

 

Dadme la mano y venid.


CLARINDO

 

¿No parece encantamento?


ESTRELLA

 

¡Nadie nos siga!


CLARINDO

 

Está bien.


 

¡Por Dios, que andamos muy buenos,


 

desde el infierno a Sevilla,


 

y de Sevilla al infierno!


 

Plegue a Dios que aquesta Estrella


 

se nos vuelva ya un lucero.


Vase.

ESTRELLA

 

Ya os he puesto en libertad.


 

Idos, Sancho Ortiz, con Dios,


 

y advertid que uso con vos


 

de clemencia y de piedad.


 

Idos con Dios, acabad.


 

Libre estáis. ¿Qué os detenéis?


 

¿Qué miráis? ¿Qué os suspendéis?


 

Tiempo pierde el que se tarda.


 

Id, que el caballo os aguarda


 

en que escaparos podéis.


 

Dineros tiene el criado


 

para el camino.


SANCHO

 

Señora,


 

dadme esos pies.


ESTRELLA

 

Id, que ahora


 

no es tiempo.


SANCHO

 

Voy con cuidado.


 

Sepa yo quién me ha librado,


 

porque sepa agradecer


 

tal merced.


ESTRELLA

 

Una mujer,


 

vuestra aficionada soy,


 

que la libertad os doy


 

teniéndola en mi poder.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

No he de pasar


 

de aquí, si no me decís


 

quién sois o no os descubrís.


ESTRELLA

 

No me da el tiempo lugar.


SANCHO

 

La vida os quiero pagar,


 

y la libertad también.


 

Yo he de conocer a quien


 

tanta obligación le debo,


 

para pagar lo que debo,


 

reconociendo este bien.


ESTRELLA

 

Una mujer principal


 

soy, y si más lo pondero,


 

la mujer que más os quiero,


 

y a quien vos queréis más mal.


 

Id con Dios.


SANCHO

 

[Yo] no haré tal,


 

si no os descubrís ahora.


ESTRELLA

 

Porque os vais, yo soy...


Descúbrese.

SANCHO

 

¡Señora!


 

¡Estrella del alma mía!


ESTRELLA

 

Estrella soy que te guía,


 

de tu vida precursora.


 

Vete, que amor atropella


 

la fuerza así del rigor,


 

que como te tengo amor,


 

te soy favorable Estrella.


SANCHO

 

¡Tú, resplandeciente y bella,


 

con el mayor enemigo!


 

¡Tú, tanta piedad conmigo!


 

Trátame con más crueldad,


 

que aquí es rigor la piedad,


 

porque es piedad el castigo.


 

Haz que la muerte me den;


 

no quieras, tan liberal,


 

con el bien hacerme mal


 

cuando está en mi mal el bien.


 

¡Darle libertad a quien


 

muerte a su hermano le dio!


 

No es justo que viva yo,


 

pues él padeció por mí;


 

que es bien que te pierda así


 

quien tal amigo perdió.


 

En libertad de esta suerte


 

me entrego a la muerte fiera,


 

porque si preso estuviera,


 

¿qué hacía en pedir la muerte?


ESTRELLA

 

Mi amor es más firme y fuerte,


 

y así la vida te doy.


SANCHO

 

Pues yo a la muerte me voy,


 

puesto que librarme quieres,


 

que, si haces como quien eres,


 

yo he de hacer como quien soy.


ESTRELLA

 

¿Por qué mueres?


SANCHO

 

Por vengarte.


ESTRELLA

 

¿De qué?


SANCHO

 

De mi alevosía.


ESTRELLA

 

Es crueldad.


SANCHO

 

Es valentía.


ESTRELLA

 

Ya no hay parte.


SANCHO

 

Amor es parte.


ESTRELLA

 

Es ofenderme.


SANCHO