Con la victoria de los sublevados contra la Republica terminaron las ilusiones que la Segunda República había sembrado, y lo que es mucho peor se extendió la terrible represión ya iniciada contra los republicanos en la zona nacional. Detenciones, fusilamientos, torturas, exilio... se inició la espantosa dictadura franquista que padecimos hasta la muerte del dictador Franco.

Recogemos a través de testimonios los lugares de represión, lugares para la memoria, más destacados en la ciudad de Valencia.

Vicent Gabarda en su estudio sobre la represión franquista Els afusellaments al Pais Valencia señala que estas son las principales cárceles en la ciudad: "Presó cel.lular de València, anomenada també Presó Model, l’antic Monestir de Sant Miquel dels Reis, que es transformará en penal; també hi apareixen d’altres centres com la presó Militar de Montolivet, la Presó Nova de Santa Clara (convent); la provincial de dones; fins i tot les Torres de Quart serviren per aquests fins".

Cárcel Modelo


Recuerdo del escultor Tonico Ballester al finalizar la guerra:

Regresé a casa al cabo de un par de días. Allí me visitó un compañero escultor, cuyo nombre prefiero silenciar, para comunicarme que conocía por la prensa una citación para que los artistas, nos presentáramos en la Escuela de Bellas Artes; según él, era conveniente presentarse, desde luego, él pensaba acudir. Le dije que estábamos expuestos a una encerrona, pero por aclarar pronto la situación e incertidumbre del momento, contra la opinión de mi esposa, me dejé arrastrar y me presenté con él en la Escuela. Efectivamente, sucedió lo peor; siguiendo las indicaciones de algunos "compañeros" traidores y oportunistas, la policía nos fue deteniendo e internándonos en el Colegio del Sdo. Corazón de Jesús, aquél colegio de señoritas situado en la calle Muro de Sta. Ana, habilitado momentáneamente como cárcel preventiva, y desde el cual nos iban distribuyendo a distintos campos de concentración o cárceles.

En dicho colegio nos encontramos amigos y camaradas anteriormente apresados: el fotógrafo y pintor Martín Vidal Corella, aislado en un celda individual y desdentado a causa de las brutales palizas recibidas; el Dr. Jimenez del Rey, que había intentado suicidarse cortándose las venas de la muñeca y que fue salvado en último extremo por los mismos compañeros presos al conseguir que  algunos de ellos les fuera permitido llevarlo al Hospital Provincial.

 Al cabo de unos 20 días nos trasladaron a la Cárcel Modelo; allí encontré al escultor Torán, fusilado días después junto Alfredo Gomis y al dibujante humorista Bluf, en Paterna. Efectivamente, Gomis no había conseguido ,su propósito de huir a Alicante. Una vez por semana, el que llamábamos "día de la saca" ,unos 20 ó 30 presos que eran transportados a Paterna para ser fusilados; todos sabíamos por las informaciones de los presos que trabajaban en la oficina que aquél día de saca después de 1a comida, Gomis sería uno de los "llamados"; mantuvimos el secreto entre nosotros; al ser llamado por su nombre desde los altavoces con la coletilla "con todo", Gomis salió disparado sin despedirse de nadie, y, muy consciente de su destino, gritó "¡Vengeu-nos!".

(puede leerse el testimonio completo en la web: http://www.nodo50.org/age/colabor1/tonicoballester.htm)

La Presó Model de Valéncia (també anomenada Presó Cel.lular), edificada el 1907, és un edifici de rajola rogenca bruta de pols, amb una estructura que és una barreja de magatzem i de fábrica d’un estil singular. Una portada gran, uns jardins descurats, guárdies amb fusells i funcionaris amb uniforme de color verd destenyit, pàl.lid. Entrant, als dos costats, uns edificis auxiliars que serveixen d’oficines, al mig, una porta tancada amb clau, amb un home uniformat vigilant-ne l’entrada, sobre la qual hi ha la frase Odia al delito, compadece al delincuente, presidida per un Sagrat Cor entronitzat sobre la llegenda Arriba España. A vista d’ocell, el plánol d’aquest és en forma de ventail, amb galeries radials que convergeixen en el lloc anomenat Centro de Vigilancia; quatre galeries, cadascuna amb una escala de ferro que hi dóna l’aparença d’un vaixeli de guerra, i dos pisos amb dos corredors amb baranes també de ferro, i portes, moltes portes, amb un número damunt. Vora cada galeria hi ha un petit pati que les separa i les uneix a l’hora de l’esplai. La planta baixa de la primera está destinada als condemnats a mort, generalment plena a vessar d’inquilins, i hi ha adossades la Sala de Corrección i la capella.Es un lloc on van arribar a concentrar-se, de vegades, més de 15.000 presoners,malgrat que la capacitat original només n’era de 528 persones.
Vicent Gabarda, Vicent. Els afusellaments al País Valencià

 

Penal de San Miguel de los Reyes


A la llegada al Penal tuvimos que someternos al consabido aislamiento del período sanitario. Nos distribuyeron individualmente, en la izrie de celdas que estaban en varias plantas, cerca de la Enfermería , a las que se accedía por una escalera que daba al patio pequeño, donde permanecimos un mes.
Nuestro aislamiento no fue completo, ni podía serlo. Una población de más de 4.000 presos, estaba regida por un aparato administrativo compuesto por el Director, Administrador, tres Jefes de Servicios, un grupo de Oficiales y Guardias, el Maestro, un Médico y el Cura. Su insuficiencia, a todas luces, se cubría o neutralizaba mediante los presos, colocados en los más diversos puestos desde las Oficinas hasta las más simples tareas de limpieza.
Los repartidores del rancho �el caldo de malta por la mañana los cazos de arroz con acelgas y abundante agua a mediodía y por la noche� que eran siempre presos, acompañados por el correspondiente Oficial de Prisiones, eran también transmisores sigilosos de noticias y, aunque en menos ocasiones, incluso de algún papel o escrito. Desde el mismo momento de nuestro ingreso en la prisión los grupos políticos organizados en el Penal conocían nuestra afiliación, bien por los Expedientes, manejados en la Oficina por el personal de presos allí empleados, o por referencias de uno u otro compañero ya internado

Una Cárcel franquista era la versión, corregida y aumentada, del Cuartel de la época; con menos grados jerárquicos, pero con mayor autoritarismo. Desde las primeras horas de la mañana hasta las de la noche se sucedían los toques de trompeta, las llamadas a formación, los recuentos.

A las seis de la mañana, diana; a las 7, el recuento del Oficial que terminaba su jornada, estando ya todo el personal de pie y los petates pulcramente ordenados; a las 8, el desayuno, un cazo de malta superaguada y apenas con algún miligramo de azúcar; a las 9, nuevo recuento con su consiguiente formación, a cargo del Oficial entrante; a las 9 y media otra llamada a formación para salir al patio; a las 12 y media formación de nuevo en el patio, en cuatro o cinco filas, ante otras tantas calderas de rancho para su reparto, y seguidamente retirada �también en formación� a los dormitorios; poco después, a las tres de la tarde repetición de llamadas y formación para nueva salida a patios; a las 5 o las 6, según la época del año, se distribuía el rancho de la noche, con las formaciones de rigor y se tocaba a retirada a dormitorios, donde a continuación se volvía a pasar recuento por el Oficial de guardia, y, por último, unos minutos después, se tocaba silencio. Alguna que otra vez se producía un error de cuentas entre el Oficial saliente y el entrante, lo que obligaba a repetir la operación. Otros motivos para toques, llamadas y formaciones eran las visitas oficiales que se producían con alguna frecuencia.
Carlos Llorens. La primera década.


Voy a describir, «grosso modo», lo que es San Miguel. Un caserón grande, mitad convento mitad prisión, antiguamente creo que palacio, con dos patios interiores, el grande y el pequeño como les llamamos, separados por la iglesia, ésta bastante espaciosa pero carente de belleza, sus paredes, las que dan a los patios, únicas que vemos, grises y frías. El patio pequeño, de carácter conventual, con pórticos que han sido y hoy están tapiados, es más recogido, más íntimo, que el grande. Este tendrá unos cincuenta metros en cuadro y ya presenta aspecto de presidio, circundado por una cubierta o voladizo de zinc, con sus tres puertas colocadas como al acaso, sin simetría; en él están todas las dependencias del penal, ayudantía, economato, barbería, retretes, entrada a la iglesia, peculio, horno, rastrillo, etc. Yo estoy casi siempre en el pequeño, con un grupo de gente de Manises. La característica especial, o esencial, de estos días es el gran frío, por lo que, para defendernos de él nos estacionamos en el «túnel», amplio corredor cubierto que une los dos patios.
Hasta ahora había estado alojado en el sexto dormitorio, primera brigada. A aquello se le llama dormitorio, sin duda porque allí se duerme, claro que los cobertizos para encerrar ganado también son dormitorios, y conste que no quiero compararlos con esto. Abreviando, el tal dormitorio es un corredor amplio, con grandes columnas en medio, pieza del antiguo convento, en la cual, de la forma que mejor podemos, nos acostamos unos doscientos cuarenta presos, en dos filas de nosotros arrimados a las paredes y nueve o diez entre cada dos columnas. Yo dormía entre estos últimos, al lado del estrecho pasillo que nos separa de los que están junto a la pared. Por cama una colchoneta, la misma de la Modelo , extendida sobre el blando somier del suelo y, ¡ afortunado de aquel que tiene colchoneta! Verdaderamente se está más ancho que siendo trece en una celda, pues aquí disponemos entre cincuenta y sesenta centímetros de anchura, sin cruce de piernas. En aquel dormitorio, el sexto, agua teníamos la que se subía en botijos; yo dormía al lado de López y he reñido
Además de la nave donde yo estaba, en el sexto había otras tres, una paralela a la mía, otra a continuación de la anterior y la tercera perpendicular en medio de las dos. Por la noche, la característica principal de tal dormitorio era la atmósfera casi irrespirable que se formaba: ventanas cerradas, hombres apelotonados y techos muy bajos; no hacía calor, pero tampoco frío.
Por la misma escalera, la que da al tunel, se entra a dos dormitorios más, el cuarto y el quinto. Desde nuestras ventanas se ve la huerta, Alboraya, el Cabañal, un pedazo de mar y el paso de seres que, ¡oh Dioses!, gozan de la inefable dicha de la libertad; ir donde quieren, dormir en cama caliente, con su mujer el que la tenga, etc., etc. Las paredes del dormitorio, del sexto y de todos, están, como no podía ser menos, adornadas con las clásicas colgaduras: maletas, sacos, mantas, prendas de vestir, cestas y todo lo demás que se pueda imaginar.

Manuel García Corachán. Memorias de un presidiario


 

Convento de Santa Clara

A pesar de nuestra situación tan desesperada, otras personas se encontraban peor que nosotros. Muchos mutilados del Ejército Republicano caminaban de pueblo en pueblo, mendigando un pedazo de pan o unas patatas con los que alimentarse hasta regresar a sus casas, y los gitanos, adultos o chiquillos, se desplazaban descalzos a todas partes, también mendigando.
Un día, mi tía Lola, una hermana de mi madre, nos llevó al Convento de Santa Clara en Valencia, en aquel tiempo convento de monjas y cárcel de mujeres, donde estaba recluida mi madre. Mi hermano, distinguiéndola asomada por una de las ventanas con vistas a la carretera, se soltó de la mano de mi tía y corrió hacia ella, con tan mala suerte que una bicicleta le atropelló, hiriéndole en la cabeza y precisando de asistencia médica, que recibió en la misma cárcel. A partir de entonces, ya nos quedamos con mi madre en prisión.
Conservo algunos vívidos recuerdos de aquellos días: unos fregaderos donde las presas lavaban su ropa, aviones fascistas ejecutando piruetas por el cielo o una valla con garitas de guardias que rodeaba todo el patio. Siempre que nos visitaba mi tía Lola, una adolescente en aquel tiempo, nos permitían a mi hermano y a mí acompañarla a pasear un rato por los alrededores de la calle, lo que ella aprovechaba para, en un lugar donde no pudiéramos ser vistos, descoserme parte del dobladillo de mi pantalón corto, introduciendo en él una pequeña nota, apenas unas líneas, antes de volver a coserlo, porque cada vez que entrábamos o salíamos de la cárcel debíamos pasar, previamente, por una sala donde nos cacheaban.

Eran los años en los que, jóvenes y no tan jóvenes, vendían cerillas y tabaco a las puertas de las masificadas prisiones, en las que, al salir escoltados por los guardias civiles para subir a los camiones, algunos prisioneros dejaban caer al suelo, disimuladamente, alguna caja de cerillas o algún paquete de tabaco vacío, con una nota en su interior en la que informaban, tal vez, de la fecha de su próximo juicio o, quién sabe, la de su inmediato fusilamiento. Los que estaban al corriente lo recogían con cuidado de no ser vistos e iban a las casas de los familiares de los presos, entregándoles el mensaje y recibiendo la voluntad a cambio.

En aquellos días de prisión en el Convento de Santa Clara, me entretenía construyendo casas de barro en el suelo donde introducía lagartijas que capturaba por el patio. Cuando las prisioneras me preguntaban qué estaba haciendo, les respondía que construía una cárcel y que las lagartijas eran las presas de la República. No sé muy bien porqué les contestaba eso, pero a ellas les hacía reír.

La propaganda franquista se esforzó en dar una imagen positiva de su régimen penitenciario, presentándolo �negando la evidencia� como un sistema humano, basado en la justicia y en los principios cristianos de la Santa Madre Iglesia. Pero la realidad era muy distinta. � La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político-social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible �, dogmatizaba el comandante Antonio Vallejo Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares de Franco y director de las Investigaciones Psicológicas de los Campos de Concentración. � Recuérdese, para comprender la activísima participación del sexo femenino en la revolución marxista, su característica debilidad de equilibrio mental, la menor resistencia a las influencias ambientales, la inseguridad del control sobre la personalidad... �, aseveraba .

Vicente Muñiz y José Vicente Muñiz. Agualimpia. Editorial Sepha

Plaza de Toros


No es fácil precisar el alcance que tuvo la represión en las primeras semanas de abril. Eran momento de completa desorientación. El mismo aparato represor de Franco, que llegaba ya aleccionado por anteriores capturas de otras poblaciones con su consiguiente cortejo de fuerzas jurídico-policíacas y político-propagandistas se encontraban un tanto desbordadas por el volumen de la presa lograda y a tan escasos días después de la ocupación de Cataluña.

Todavía en marcha los excombatientes republicanos por los caminos que enlazaban los Frentes de Levante a Valencia y ya se les conminaba a encauzarse hacia las Plazas de toros y Campos deportivos, para su concentración y posterior identificación y clasificación. Miles y miles de soldados republicanos, que llegaban muertos de hambre y cansancio, acogían de buena fe el llamamiento que insistentemente se les hacía por Radio y Prensa, cayendo así en la encerrona con la mayor ingenuidad, creyendo que allí, en los improvisados campos de concentración, se les facilitaría en primer término comida y después pasaje o medios de transporte hasta sus pueblos.

La Plaza de Toros de Valencia fue uno de los ejemplos que toda la ciudad pudo conocer por su situación en el núcleo urbano. Allí mantuvieron encerrados durante varias semanas a miles de excombatientes de la República. El espurgo de los prisioneros se hacía mediante delaciones de las comisiones de los pueblos que acudían para descubrir a presuntos "criminales". Otros, más afortunados, lograron salir de momento gracias a los certificados que parientes y buenos amigos les remitieron.

Desde la calle no podíamos saber qué tipo de comida se les daba -si es que comían-; pero, el hecho revelador del tipo de dieta a que estaban sometidos lo evidenciaba el espectáculo que ofrecían los que se aglomeraban junto a las escasas puertas que entonces tenía la Plaza de Toros pidiendo comida a los transeúntes. Era corriente la entrega furtiva desde la calle de bocadillos o frutas a los que se apiñaban junto a la puerta del lado de la Enfermería.

Tampoco era mucho lo que se les podía ayudar desde la calle. Primero, porque muy poca gente de izquierdas tenía en sus bolsillos dinero "válido". El nuevo régimen nacionalsindicalista iniciaba sus operaciones financieras con un golpe de rapiña a los bolsillos de los españoles de la zona republicana, como anticipo del rosario de estafas que caracterizarían al régimen, no reconociendo el valor del dinero emitido por la República , como si ese dinero no constituyese la contrapartida del trabajo de media España. En segundo lugar, el clima persecutorio que se desató en Valencia y Provincia, como en el resto de la España republicana, no resultaba el más propicio para significarse, aunque fuese en su más elemental sentido humano, como afectado por el dolor de los españoles concentrados en la Plaza de Toros, acercándose a las rendijas de las puertas para proporcionarles algún alivio a su dura situación.

Carlos Llorens, La primera década. Fernando Torres Editor. 1984.

A pesar de la promesa que, a la Plaça de Bous de Valéncia i tots altres punts de partida cap als camps de concentració, se’ls hi subministraria menjar, la situació dels que hi eren reclosos era força diferent. A la Plaça de Bous, dins del nucli urbá, hi romangueren tancats durant algunes setmanes milers de combatents a l’espera de la llibertat després de la consegüent análisi de la seua situació. La tria es feia mitjançant delacions de les comissions dels pobles que acudien per descobrir els presumptes criminals; d’altres, més afortunats, aconseguiren d’eixir de moment grácies als certificats que parents bons amics van remetre. Des del carrer es podia observar la situació de l’interior per l’espectacle que oferien els que s’aglomeraven vora les poques portes que llavors hi havia a la plaça, per demanar menjar als transeünts; era corrent que algunes persones lliurassen furtivament des del carrer entrepans fruita als que eren a la porta de la banda de la infermeria. Peró el clima de persecució que patí Valéncia, així com la resta d’Espanya, no era pas propici perqué la gent es mostrás humanament pietosa envers aquests presoners.
Vicent Gabarda, Vicent. Els afusellaments al País Valencià

 

En el cementerio de Paterna fueron enterrados, según el estudio de Vicent Gabarda, 2238 republicanos, muchos de ellos procedían de las cárceles antes referidas, fusilados contra los muros, al amanecer, echados, después, sus cuerpos a las fosas comunes. Algunos familiares, poco a poco, consiguieron saber que allí estaban los restos de sus seres queridos.