La importancia que la persona mayor va tomando en nuestra Sociedad es cada vez más evidente, tanto desde el punto de vista demográfico como social, económico y sanitario. El mayor incremento de la esperanza de vida según Naciones Unidas (Informe MIPAA, 2002) se producirá en las próximas décadas, previsiblemente hacia el año 2050. Se prevé que en ese año se quintuplique el grupo de personas con 80 o más años (Vaupel y Jeune, 1995).
La OMS señala que en la actualidad, en el mundo, hay alrededor de 600 millones de personas mayores de 60 años (Informe Organización Mundial de la Salud, 2009).
Por otro lado, en lo que respecta a España, según los datos del año 2009, existe una población mayor de 65 años, de 7.5 millones, lo que representa un 16,5% de la población (Informe Imserso, 2010).
Sobra decir que el envejecimiento es uno de los grandes progresos de este siglo, no por ello sin consecuencias, ya que la transformación estructural y funcional de la población está generando importantes repercusiones políticas, que hay que ir modificando según cambie la sociedad.
La evolución demográfica impone el uso de nuevas técnicas de prevención y/o tratamiento para limitar el gasto socio-sanitario. Además, la efectividad coste-beneficio en la gestión de los recursos de las personas mayores es un aspecto a tener en cuenta en todo sistema sanitario actual que aprecie la calidad en su gestión.