Arte Fotográfico |
Retrato a las cinco y media
Charles estaba recostado en su diván con el traje azul de botones plateados, y entre sueños de láudano recogía iracundo las flores, amando la rabia que las hacía crecer... et pourtant vous serez semblable a cette ordure, A cette horrible infection, Étoile de mes yeux, soleil de ma nature, Vous, mon auge et ma passion!... Ya no queda nada más, la habitación está vacía, completamente vacía, sólo el fuego llena con su chiscar constante la nada,... la nada chisquea como los pasos sobre las hojas secas de un bosque, un bosque del Sur en otoño, pero no es otoño, es julio y hace calor. Sus ojos, sus profundos ojos, los ojos de ira de Charles sepultados por grandes bolsas del color de las flores enfermas miran más allá de bosque, donde el ojo se deja llevar por la luz que moldea los objetos y las plantas sin piedad, donde la palabra impertinente y vanidosa interroga, y ella, la luz poderosa, responde: Soy misterio, y sólo así sobrevivo. Las cinco y media. No hay reloj pero son las cinco y media, llega el ladrón de luz con sus grandes pies y la caja negra que contiene todos, absolutamente todos los colores, a pedirle su mirada, la de los ojos que transitan el bosque en el que chisquean las hojas, la de los ojos que miran más allá y en sus breves viajes traen consigo chispas de rabia por no poderse quedar. |
Está todo: los árboles, las hojas, las chispas de la ira, el traje azul con botones plateados y las flores violetas en las bolsas de sus ojos. Son las cinco y media, Monsierur Baudelalre ¿qué mejor ocasión? Deje que robe su luz, su luz infecta y también la otra. Y he aquí que Charles, dominado por la vanidad se deja acariciar, como nunca lo había hecho, por el tiempo que le roba la mirada y con ella las demás cosas, mientras piensa que las palabras le traen tantos problemas, mientras piensa que todo lo que él contiene quedará fijado para siempre en una sola imagen, que él no es un vulgar burgués vanidoso, y piensa también en los ingenuos fotógrafos que se llaman artistas; mientras piensa que al fin y al cabo su imagen jamás será silenciada porque una imagen no se silencia, porque sólo se silencian las palabras, y piensa también que aquella mirada bizca jamás reflejará su mundo, para ella invisible, y mira la lente como si se enfrentara al, mundo, al otro. Comentario de Madamme Bourget, la única persona que pudo contemplar el retrato inédito de Monsieur Baeaudelaire, aparte, claro está, del fotógrafo de grandes pies: No se porqué hay un bosque en la chimenea, pero me molesta tremendamente la mirada soberbia de este joven tan mal Vestido... ¿poeta decía?
María Josep Pérez Benavent |