Manuela Solís

            Primera Universitaria Valenciana

    En 1868, en el marco de la revolución de septiembre que derrocó a Isabel II,  el Gobierno Provisional  influenciado, seguramente, por las nuevas corrientes de pensamiento emanadas de la Revolución Francesa, se planteó la urgente necesidad de fomentar la instrucción pública. Así, y a través de su ministro de Fomento Ruiz Zorrilla, se elaboró un decreto sobre libertad de enseñanza en el que no se contemplaba el acceso de las mujeres a las enseñanzas universitarias (por lo tanto, tampoco se prohibía).    Aprovechando este vacío legal y, ante la infinita sorpresa de las autoridades, algunas mujeres empezaron a cursar estudios; lo que, en principio, resultaba anecdótico empezó a preocupar más tarde al consejo superior de Intrucción Pública, que trató de volver sobre sus pasos publicando un decreto en 1882, pensado para que no se matricularan más señoras. Fue inútil, la estrategia de hecho consumado llevada a cabo por las primeras universitarias españolas había dado sus frutos y, mientras el citado Consejo ponía trabas, cada día nuevas mujeres solicitaban poder examinarse junto con sus compañeros.

    El asunto se les había ido de las manos a los gobernantes, suscitando arduos debates en torno a la conveniencia de instruir a las mujeres y, en caso afirmativo, si esta instrucción debía orientarse al ámbito doméstico o al ámbito público.

    La primera mujer que empezó y terminó la carrera en la Universitat de València se llamó Manuela Solís. Se matriculó en la Facultad de Medicina en el curso 1882-1883 a la edad de 20 años , aunque no le permitieron asistir a clase hasta 1888, según su profesor de anatomía, Santiago Ramón y Cajal, fue "un modelo para estudiantes celosos y aplicados".Se doctoró en Medicina en Madrid, en 1905, con la calificación de sobresaliente. Al curso siguiente se le unió Concepción Aleixandre, también valenciana. el futuro profesional de ambas era incierto..  el catedrático Peregrín Casanova Siurana, durante su discurso de inauguración del curso académico 1883-1884, se lo aclaró en estos términos :

    " Al insistir en la conveniencia de la instrucción de la mujer no pretendo crear doctores femeninos en ciencias, en derecho o en medicina : sólo me propongo demostrar que, gozando de las mismas atribuciones que el hombre, siendo su influencia social tanto o mayor que la de éste, la educación debe estar a la misma altura. no pido, pues, para la mujer una instrucción superior académica, parecida a la del hombre, pero sí una educación elemental sólida que la prepare al ejercicio de los grandes deberes que la sociedad y la naturaleza del consumo le imponen, ya como madre en la educación de sus hijos (varones), ya como inseparable compañera del hombre."

  Muy lejos de los criterios del catedrático Casanova, el tiempo nos demuestra que estas dos mujeres no habían desafiado la leyes naturales para acompañar a nadie : ambas ejercieron sus profesiones Concepción como ginecóloga y Manuela como cirujana y escritora.

    No fue hasta 1910, 21 años antes de que las españolas consiguieran votar por primera vez, cuando se legisló definitivamente la participación de las mujeres  en la vida universitaria en las mismas condiciones que los varones (cuando el índice de analfabetismo femenino superaba el 66%). Sólo entonces se nos reconoció oficialmente el derecho a cursar estudios universitarios, a asistir a las clases, a examinarnos sin necesidad de solicitar gracias especiales, a recibir títulos de licenciadas en lugar del certificado de suficiencia expedido hasta entonces junto con la prohibición expresa de ejercer.