a r t e s p l
á s t i c a s
![]() O LA NECESIDAD DE LA EXPRESIÓN por Reyes Cáceres
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Antonio Rojas nos da su visión sobre el arte actual: piensa que estamos en un momento de mucha actividad y divulgación, pero lo encuentra algo falto de ideas y entusiasmo. Observa que hay más preocupación por los nuevos medios técnicos que por las actitudes interiores que son las que forman al artista. Particularmente –dice- no le deslumbran las nuevas tecnologías aunque las aprovecha en la medida en que le dan ideas. No cree en las etiquetas y no se encasilla en tendencias –abstracción,
figurativismo,etc. Piensa que el arte abstracto no está en crisis,
lo que ocurre es que al vivir en una época más conformista
se busca lo más fácil, la sociedad de consumo pide aquello
que pueda entender y comprender más rápidamente, también
influye la tendencia decorativista: esto hace que se vaya reduciendo el
nivel. Si elimináramos las etiquetas y los adjetivos –afirma Antonio
Rojas- nos encontraríamos con los artistas de verdad. Es de nuevo,
una llamada a la actitud auténtica ante la belleza: la búsqueda
de lo desconocido y sin duda, el hallazgo.
Hay artistas que podríamos decir que se hacen a sí mismos y éste sería uno de ellos. Han empezado desde niños, se han ido forjando a través de un trabajo constante, han investigado a partir de la experiencia de su propia pintura y siempre mantienen el recuerdo inicial y lo recrean en cada una de sus obras. Desde que era muy pequeño Rojas disfrutaba dibujando y pintando. No se puede decir que haya un momento claro en el que tomara la decisión de ser pintor, se fue configurando poco a poco, pero si que tiene conciencia de dos acontecimientos claves que le marcaron profundamente y le llevaron a querer serlo. Uno de esos recuerdos fue, cuando tenía siete u ocho años, al contemplar las superficies rugosas de los troncos de los árboles: aquello le sugirió que el quería expresar eso de alguna forma, fue una percepción por encima de lo común, podríamos decir que se trataba de un sentimiento. Más tarde le impactó la playa de su Tarifa natal, un día en el que había marea baja vió el fondo del mar al descubierto. La señal que las olas dejaban en la arena le hizo darse cuenta de los límites: este concepto de “límite” le va a acompañar en todo su proceso. Comenzó siendo consciente de que tenía la necesidad de expresarse a través de la pintura, ya que encontraba dificultad para hacerlo por medio de otras vías de comunicación. Contó desde el primer momento con la ayuda de los demás: profesores del colegio y una serie de artistas que le animaron y le acogieron en ese entorno: todos fueron personas claves para su desarrollo. Recuerda a un amigo de Tarifa que tenía una amplia biblioteca donde se familiarizó con los libros de arte. Poco a poco, con la misma prisa de la naturaleza, iba cuajando el pintor. Reconoce que el primer movimiento que le influyó fue el impresionismo, le cautivaron tanto las biografías de sus artistas como sus obras. Vió entusiasmado la película “El loco del pelo rojo” que relata la vida de Van Gogh, luego en el campo miraba los campos de trigo y volvía a recrear los cuadros de este pintor, se iba reconociendo a sí mismo. En los acantilados de Tarifa descubría la luz a distintas horas como hiciera en su momento Monet. Y siempre de telón de fondo el mar del estrecho de Gibraltar: que -afirma- me ha influido notablemente. Por entonces conoció a un pintor japonés que le invitó a acompañarle a pintar, estuvo con el varios meses, esta experiencia constituyó un aprendizaje intensivo. Ya en los años 80 entra en contacto con una serie de artistas como Chema Cobo, Guillermo Pérez Villalta, Carlos Alcolea (ya fallecido), entre otros. Ellos le enseñaron que hay algo más importante que la propia obra: es decir, la actitud, ésto le marcó profundamente. Entró también en contacto con Juan Manuel Bonet que, entusiasmado con sus cuadros, le dió a conocer a un circulo más amplio. Entre los grandes maestros que han ido configurando su proceso creativo reconoce huellas de Giotto, Zurbarán, Cezanne, Chirico, aunque también de algunos más actuales. Se ha enfrentado al arte desde la necesidad de la expresión, no a partir de unos conocimientos académicos: es decir no pasó por la Escuela de Bellas Artes, sino que arranca de la experiencia de la propia pintura, por eso su obra es auténticamente personal y nace a través de la única forma posible que es el trabajo constante, ese ir desenredando lentamente el hilo de la madeja. Su evolución no es lineal, sino circular, consciente de que siempre
vuelve al punto de partida. No concibe la evolución como algo obligado.
Piensa Rojas que la obra cambia de forma natural y que es innecesario forzar
el estilo por cambiar. Su idea inicial de la pintura (de nuevo los orígenes
de su tierra ) sigue siendo válida. El recorrido se va enriqueciendo
pero el no se aparta de los comienzos: es fiel a los conceptos que le movieron
a pintar. Su obra se parece a sí misma, pero no se repite nunca.
Dice que cambiar de estilo es perderse, aunque admite que haya artistas
que opten por seguir el camino de la evolución permanente.
Volvemos a incidir en el eje central de su obra. Subraya que hay una idea constante que se alimenta de sí misma: es una reflexión sobre la propia limitación, junto con el tema de la luz, y siempre los límites, la finitud. No se plantea la pintura como un compromiso social aunque trata de oir el eco del mundo, yendo más allá de la superficie del lienzo y hablándole de sus limitaciones, con las que hay que contar necesariamente. Como contraste, en su percepción de la realidad está el tema del mar como inmensidad. Hay una metafísica latente en su visión de la naturaleza: desde los límites, la luz y el mar Rojas conoce el mundo.
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