Título: El niño de luto y el cocinero del Papa 
Autor: J. J. Armas Marcelo • Editorial: Alfaguara, 2001

Crítica por Fernando Vilches

Según dice Armas Marcelo "La novela es la historia privada de las naciones y El Niño...la historia privada de un pueblo, de una ciudad y una historia peculiar; concreta. El género novelístico”, sigue diciendo, “refleja episodios que deben contarse porque, si no, se intenta hacerlos olvidar; revela una realidad subterránea. Y en ningún sitio como en Cuba, la realidad es especialmente subterránea. Por eso el periodista es un ser muy peligroso" (ABC CULTURAL, 17. 02. 2001- Carmen Rodríguez Santos) .

El niño de luto y el cocinero del Papa es la última novela de J.J. Armas Marcelo. A lo largo de sus 342 páginas va desarrollando, a través del lenguaje habanero, no sólo unas historias reales, sino la situación de un pueblo sometido a una fuerte dictadura, donde sobresale por encima de todos y de todo el "Hombre Fuerte", al que nada le es extraño porque lo sabe, o se lo hacen saber el ''entourage sacre", "los oligarcas", "el meollito", "el cogollo", "ángeles" y "dominaciones y jerarquías" que, además, sostienen: ''aunque muchos se empeñen en lo contrario, Cuba es el país más serio e importante de América latina. Tenemos a Martí, tenemos al Che y tenemos al Hombre Fuerte con esa Santísima Trinidad, lo demás sobra".
La Habana vuelve a ser el ámbito donde se desarrollan sus historias: "Verdad que la Habana entera anda llena de invencioneros, fabuladores, cuentistas, que van mirándolo y fijándose en todo con un descaro de mal criados, a un lado y otro de la calle, cuando están sentados en los bancos de los parques, en el sube y baja de las escaleras de las casas, en las colas de las bodegas, al colgarse de los camellos para ir de barrio en barrio por toda la ciudad sin pagar un peso, en las reuniones de los solares y en cualquier rincón de la Habana, bajo los soportales de la Plaza de la Catedral, en Rampa abajo y arriba, a lo largo y ancho del Malecón, en Cuatro Caminos, Cerro o Marianao, en el Parque Central o en Coppelia".

Más arriba señalábamos que las historias responden a dos hechos reales, distintos, contados según confesión del propio autor en un almuerzo por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes -que aparece en la novela- una de las autoridades de la Iglesia Católica más relevantes de Cuba. La narración de los hechos coincide con la visita del Papa a Cuba, que llenó de esperanza a algunos cubanos, especialmente a los católicos como Diosmediante Malaespina, denominado "Niño de luto", aunque a él le molestaba mucho. Le pusieron así porque también siempre desde pequeño, desde que era un niño de teta, su madre y sus hermanas lo vistieron de negro de luto en el mismo instante del fallecimiento de su padre Florencio Malaespina, hijo de Amable Malaespina, que fue quien recuperó la legitimidad y el uso del apellido de la familia. El nombre auténtico de Diosmediante se debe a la promesa de su padre que era "lechiclaro", el que no da sino mujeres. Las aventuras, mejor se podría decir desventuras, de este personaje, excéntrico, sentimental, católico, homosexual, amante del arte, principalmente de la música, y en cierto modo ligado con el Hombre Fuerte, constituyen el relato principal de la novela. "El protagonista que es sincrético de muchas actitudes, episodios y anécdotas… entre otras la de que Fidel Castro fue salvado dos veces por un homosexual que hoy es muy importante en la cultura cubana” (El Mundo 21-02-2001 Ángel Vivas).

El segundo hecho contado se corresponde con la otra parte del titulo: "el cocinero del Papa". Angelo Ferri contó con la bendición, el permiso y el consentimiento del Pontífice para quedarse a vivir en la Habana. Antes había sido cocinero de políticos y hombres importantes pero aprovechó el viaje para "empatarse en un bisne con Mauro Manfredini", otro italiano que había pertenecido a las Brigadas Rojas, y abrió como cualquier otro mortal al que el Hombre Fuerte se lo consiente su restaurante italiano La Creazioni. La frase que viene a reflejar la filosofía de Angelo Ferri, corresponde a Tancredi en el Gatopardo: "si queremos que todo siga igual es necesario que todo cambie".

Desfilan otra serie de personajes típicos de la Habana, figuras reales que al pasar a la literatura se pueblan de inexactitudes aunque muchas de ellas son más verosímiles que la realidad del suceso. Así se nos presenta a Amanda Miranda: "que se pone como loca furiosa cuando le hablan de las religiones sincréticas, se le sube el mercurio muchos grados por encima del nivel, nada de eso, nada se puede hablar con la gran sacerdotisa de la santería... De la religión de los negros cubanos no hay quien se atreva a llevarle la contraria, las reglas de la santería son una cosa muy seria para que vengan aquí los catoliquitos con esa bobería del sincretismo... Sólo faltaba que le fueran a ella con esas ínfulas de las religiones verdaderas, precisamente a ella que había estado ya en tantos cielos y en tantos infiernos, toditos con sus dioses verdaderos, sus altares verdaderos y sus oraciones verdaderas". Amanda Miranda, descendiente del generalísimo Miranda, también sabe mucho y además lo tiene todo anotado en su diario que lleva escrito en cien cuadernos que guarda con llave y no le dice a nadie dónde los tiene. "Y cuando largue y todo el mundo se entere pase lo que pase, esta leyenda se va a ir irremisiblemente al carajo".

[1] - [2]


© Revista Contrastes
Página actualizada por Grupo mmm
Para cualquier cambio o sugerencia dirigirse a webmaster.
© 2000-2001