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EL MERCADER DE VENECIA
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BASSANIO.


ANTONIO.
Hay una dama en Bélmont, una rica heredera muy hermosa, más que la palabra misma, y de enormes virtudes. A veces, de sus ojos he recibido hermosos mensajes en silencio. Su nombre es Portia, y no es en nada menos que la hija de Catón, la Portia de Bruto; no hay en el ancho mundo quien ignore sus méritos, pues que los cuatro vientos le llevan pretendientes
[renombrados
de todos los confines, y los bucles del sol como vellocino de oro acarician sus sienes, convirtiendo su Bélmont en ribera de Colchos, y miles de Jasones la ambicionan.
¡ Antonio, amigo! Ah, si tuviera los medios para ser el rival de todos ellos algo dentro de mí, como un presentimiento, dice que la fortuna estaría a mi lado. Sabéis que toda mi fortuna está en el mar y que no tengo ni dinero ni mercancía alguna
con la
que disponer de una suma inmediata. Así, pues,
[informaos,
averiguad cómo mi crédito en Venecia nos pueda ser de [utilidad,
y apurémoslo hasta donde alcance para que os presentéis en Bélmont, con lo necesario, ante la bella Portia. Averiguad pronto, que yo haré lo mismo, en dónde habrá dinero; lo obtendré sin duda por mi influencia o por mi crédito.
Salen.

ESCENA SEGUNDA

Entra Portia y su dama de compañía, Nerissa.
PORTIA.
A fe mía, Nerissa, que un cuerpo tan minúsculo no puede

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