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ESCENA PRIMERA
Sonido de cornetas. Entra el príncipe de Marruecos y tres de su séquito, con Portia, Nerissa y gente de la casa.
PRÍNCIPE DE
MARRUECOS. Quisiera no defraudaros por mi aspecto, esta oscura divisa del ardiente sol, del que vecino soy y pariente cercano. Traedme la más bella criatura de tierras del septentrión, donde la llama de Febo no deshace el carámbano, y dejad, por amor a vos, que haga una brecha por ver qui6n —él o yo— tiene sangre más roja. Os aseguro, mi sefiora, que mi aspecto hasta a los más valientes asustó. Y por mi amor os juro que las vírgenes más nobles de mi tierra lo han estimado. Tan sólo cambiaría mi color, noble reina, si os pudiera robar el pensamiento.
PORTIA.
No puedo, al elegir, guiarme sólo
por el tierno impulso de mis ojos
de doncella. Además, el azar de mi sino
no me otorga el derecho de elegir a mi antojo.
Si mi padre no me hubiera coartado
e impuesto con astucias el darme como esposa
a quien me conquistase tal como os expliqué,
tan apto seríais a mis ojos, noble príncipe,
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como cualquiera de los que hasta ahora
me han visitado.
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