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Y os ruego me llevéis adonde están los cofres
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para probar mi suerte. Por esta cimitarra,
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que mató al gran Sofí y a un príncipe de Persia,
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que ganó en tres batallas al turco Solimán,
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haría que bajase la mirada de ojos más insolentes.
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Huznifiaría el pecho más gallardo de la tierra.
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Arrancaría a los cachorros de las ubres de la osa,
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y burlaría al león que ruge por su presa,
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con tal de conquistaros, mi señora. Mas... ¡ ay de mí!
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Si el juego de los dados decidiera entre ambos
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quién —Hércules o Licas— es más fuerte, la jugada mejor
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podría Azar ponerla en la mano más débil.
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Así fue Alcides vencido por su siervo,
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y así
yo,
guiado por la ciega Fortuna,
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perdería lo que otro, menos digno que yo, puede obtener,
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muriendo de dolor.
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PORTIA.
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Aceptad, pues, el riesgo.
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Renunciad totalmente a la elección,
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o jurad, antes de elegir, que si os equivocáis
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nunca más volveréis a pedir en matrimonio
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a dama alguna. Así, pues, estáis advertido.
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